Las deidades masculinas como Ninurta no son las Ăşnicas que salen a luchar contra criaturas monstruosas en las montañas. En este poema sumerio, la diosa «Inanna» se une a la guerra para vengarse de «Ebih», una montaña que se niega a inclinarse ante ella en adoraciĂłn. Vemos aquĂ al más violento de los dos bandos de Inanna, que además de ser la diosa del amor y la procreaciĂłn era la diosa de la guerra, a la que a menudo se hace referencia como “el juego de Inanna” en los textos sumerios.
Inanna era una de las diosas más poderosas del panteĂłn sumerio, con el tĂtulo de “Reina del Cielo”. Más tarde se identificĂł con la diosa acadia/babilonia «Ishtar». Un mito que explica el origen del poderĂo de Inanna dice que robĂł los “me” de Enki, una palabra sumeria que denota poder o autoridad, despuĂ©s de que Enki bebiera demasiado en un banquete.
Inanna navega con los “me” de vuelta a su ciudad de Uruk, evitando los intentos de Enki y sus demonios de recuperar los poderes robados. El mito de Inanna y Ebih relatado a continuaciĂłn, que muestra a Inanna ejerciendo sus poderes de venganza y destrucciĂłn, nombra varios lugares que Inanna visita en sus andanzas, especĂficamente Elam, Subir, y las montañas Lulubi.
El mito de Ebih
Montañas Lulubi
Elam era una regiĂłn de la costa nororiental del golfo PĂ©rsico, en lo que hoy es Irán, mientras que Subir estaba muy al norte de Sumeria, en la Alta Mesopotamia. Las montañas Lulubi son una zona dentro de la cordillera de Zagros, en una porciĂłn que ahora se encuentra en la frontera entre Iraq e Irán. En su relato de este mito, la autora Betty De Shong Meador señala que el monte Ebih “ha sido identificado como el moderno Jebel Hamrin”, una cadena montañosa que se extiende a lo largo del lado occidental de las montañas Zagros.
Este mito tambiĂ©n tiene especial importancia como parte de la primera pieza de literatura escrita de la que tenemos el nombre del autor, ya que forma parte de una obra más larga llamada “La ExaltaciĂłn de Inanna” de una mujer llamada Enheduanna. Enheduanna era la hija de SargĂłn de Acadia, fundador del Imperio Acadio, y fue alta sacerdotisa de Inanna y Nanna en la ciudad sumeria de Ur en el siglo XXIII a. C. “La ExaltaciĂłn de Inanna” funciona como una alabanza a la diosa y como una obra semi-autobiográfica, ya que hace referencia a la expulsiĂłn de Enheduanna de Ur por su hermano, Rimush, y su reincorporaciĂłn al templo de allĂ.
Monte Ebih
Grande era la diosa Inanna, hija de Nanna el dios de la luna, y grande su poder. Temible en batalla era ella, vestida con armadura, arrasando ejĂ©rcitos con sus armas y la fuerza de su brazo. Su fuerza era la del toro salvaje, y su fiereza en la batalla la del leĂłn, su gloria era la del sol que brillaba sobre la tierra, y toda la gente se inclinaba ante ella con temor y alabanza. Un dĂa, Inanna saliĂł a las montañas. Fue a Elam y a Subir.
Fue a las montañas Lulubi, y allĂ, en medio de ellas, estaba el pico más grande, que se llamaba Ebih. Al pasar Inanna, todas las montañas se inclinaron ante ella e hicieron su honor, pero Ebih no se inclinĂł. Ebih no se inclinĂł hasta el suelo ante ella; Ebih no besĂł el polvo a sus pies. Esto enfureciĂł a Inanna, y jurĂł que se vengarĂa de Ebih por su falta de respeto.
¡En verdad harĂ© que Ebih conozca mi ira!
¡En verdad harĂ© que sepa cĂłmo me ha perjudicado!
Ebih no se inclinĂł ante mĂ,
y Ebih no besĂł el polvo a mis pies.
Traeré la batalla a las montañas.
Traeré mi ariete, mi arco y mi aljaba de flechas.
Traeré mi lanza y mi escudo.
Traeré fuego a los bosques de las montañas y un hacha a los troncos de sus árboles.
Todas las montañas se acobardarán ante mi furia, y nunca más Ebih levantará la cabeza con orgullo.
Rezando a An (Anu)
Y asĂ, Inanna, hija de Nanna, se puso sus ropas de batalla y su radiante corona cuyo brillo era el terror de todos los que la contemplaban. TomĂł su arma de siete cabezas y se puso sus sandalias de lapislázuli. Cuando se puso el sol, fue a la Puerta de las Maravillas vestida con toda su ropa de batalla. AllĂ hizo una ofrenda a An y le rezĂł. An vio a Inanna y vio que estaba preparada para la batalla. Él escuchĂł su plegaria y le sonriĂł. An se sentĂł en su trono divino y luego Inanna saliĂł a hablarle.
¡Oh, padre mĂo, saludos!
Me has dado muchos regalos,
y asĂ es como nadie puede rivalizar conmigo en el cielo o en la tierra.
¡Soy terrible de ver, y nadie puede superarme en la batalla!
¡Soy espada y flecha, lanza y escudo!
Los reyes me invocan y yo respondo,
y con mi ayuda,
matan a sus enemigos,
y asĂ traigo gloria al nombre de An.
Hoy salà a las montañas, y la montaña Ebih no me honró.
El monte Ebih no me temĂa.
No se inclinĂł ante mĂ ni besĂł el polvo a mis pies.
Y asĂ es como vengo ante ti,
Oh Padre An,
para decir que iré a las montañas y les daré batalla.
Usaré mi ariete, mi arco y mis flechas.
Usaré mi lanza y mi escudo.
Traeré fuego a las montañas y un hacha a los troncos de sus árboles.
Todas las montañas se acobardarán ante mi furia,
y nunca más Ebih levantará la cabeza con orgullo.
DĂ©jame ir en formaciĂłn de batalla.
Déjame bajar la montaña que me negó el honor que me corresponde.
Déjenme vencerla y enseñarle a respetar a la diosa Inanna.
An escuchĂł las palabras de Inanna y dijo:
Asà que quieres destruir esta montaña.
Muy bien, ¿pero sabes quĂ© tarea te espera?
¿QuĂ© sabes realmente de esta montaña?
Déjame decirte qué tarea te espera,
esta tarea contra una montaña
que incluso los Anunnaki tienen motivos para temer.
Los bosques de esta montaña son espesos,
y sus huertos llenos de fruta.
Bajo los árboles viven los leones,
en sus flancos los carneros salvajes,
y los ciervos corren por sus praderas,
donde pastan las manadas de toros salvajes.
Esta montaña es muy temible, y no serás capaz de vencerla.
Inanna vs Ebih
La dama Inanna no hizo caso de las palabras de An. Se alejó de él y abrió la gran puerta de la Casa de los Dioses. Atravesó la puerta con su traje de batalla, sus armas en las manos, y su ira fue terrible de contemplar. Su ira fue como un gran diluvio, y llamó a un torbellino para que se enfureciera junto a ella. Inanna fue a las montañas y trajo la batalla a Ebih.
La montaña luchĂł ferozmente, pero Inanna no dio cuartel. AgarrĂł el cuello de Ebih y rugiĂł como un leĂłn mientras apuñalaba sus vitales con su daga. El cuerpo de Ebih se partiĂł y se desmoronĂł. Las piedras del cuerpo de Ebih se quebraron y rodaron por sus flancos. Las serpientes que vivĂan en sus cuevas y grietas escupieron veneno. Inanna maldijo los bosques de la montaña y trajo una gran sequĂa sobre ellos. PrendiĂł fuego a los bosques, y el humo de sus quemas borrĂł el sol. Y asĂ fue como Inanna demostrĂł que solo ella tenĂa el poder y que solo ella tenĂa el honor y la alabanza.
Entonces Inanna hablĂł a la montaña que habĂa conquistado, diciendo:
Oh, montaña de Ebih,
te creĂas divina por tu altura.
Te creĂas divina por tu belleza.
Te creĂas divina porque tu pico rozaba los cielos,
pero no sabĂas cuál era tu lugar.
No te inclinaste ante mĂ y besaste el polvo a mis pies.
Y asĂ es como te he vencido y me he llevado toda tu belleza y tu fuerza.
Te he vencido como lo harĂa con un toro salvaje.
Te he conquistado como lo harĂa con un elefante.
Ahora tus ojos no pueden hacer nada más que llorar,
y tu corazón no puede hacer nada más que llorar,
y los pájaros que anidan en lo que queda de ti solo cantarán canciones de dolor.
Te traje el terror que fue el regalo de Enlil para mĂ.
Te he traĂdo la batalla con las armas que fueron el regalo de Enlil,
y con mi fuerza y mis armas, he derribado la montaña.
He construido un palacio para mĂ,
y he dado objetos rituales a los que llevan a cabo los cultos de los dioses.
Soy yo quien ha conquistado la montaña.
Como una inundaciĂłn, la he lavado.
Como un viento furioso, la derribé.
Soy la vencedora de Ebih.
¡Alabada sea Inanna, hija de Nanna!
¡Alabado sea Nisaba!
Referencias
- Inanna, Lady of Largest Heart : poems of the Sumerian high priestess Enheduanna (245 pag. ISBN: 9780292752429 / 292752423) – Betty De Shong Meador
0 Comentarios