La conspiracion mas antigua de los Reyes de la Antiguedad


 

«¡Si no me elevas al cielo, harĂ© que caigas al infierno!»

Palabras del emperador CalĂ­gula a una estatua de JĂşpiter.

La ambiciĂłn, la locura, la polĂ­tica o incluso el miedo a la muerte, han llevado a numerosos reyes y emperadores a equipararse a las divinidades en incontables momentos de nuestra historia. Las razones son muchas, las consecuencias de sus actos aĂşn mayores. A unos, la decisiĂłn de ocupar un lugar en el panteĂłn los beneficiĂł. A otros, esa determinaciĂłn los hundiĂł en la miseria. Y aunque en la actualidad parezca una ridiculez, en otras Ă©pocas la idea resultaba muy atractiva. No se preguntaban si de verdad podĂ­an evolucionar de reyes a dioses, pues en realidad estaban convencidos de que tal transformaciĂłn era posible. ¿CĂłmo no iba a serlo, si otros ya lo habĂ­an hecho antes?


En la actualidad son conocidos los programas de cambio radical, las historias sobre mutantes, super saiyans, pokĂ©mon etc. en la AntigĂĽedad tenĂ­an ideas parecidas, con la sutil diferencia de que muchos no sabĂ­an (o no querĂ­an) diferenciar la fantasĂ­a de la realidad. Eso se podĂ­a traducir en un autĂ©ntico mar de posibilidades. Y hubo quienes supieron aprovechar la situaciĂłn con mejores o peores resultados.
Pero comencemos por el principio. 

¿QUIÉNES FUERON LOS PRIMEROS REYES?
Para saberlo no queda otra que retroceder en el tiempo hasta el perĂ­odo de los reyes antediluvianos, en Sumeria. Ya desde el comienzo la lĂ­nea entre el mito y la realidad era muy difusa y el tiempo de reinado de todos sus integrantes fue exagerado. Esos perĂ­odos varĂ­an desde más de 40 mil años de reinado a los 18 mil, y los cronistas hablaban de esta Ă©poca en los siguientes tĂ©rminos: “DespuĂ©s de que la realeza descendiera del cielo, la realeza estuvo en Eridu”.
Esta dinastĂ­a discurriĂł desde el gobierno de Alulim hasta el Ăşltimo rey antediluviano (que fue identificado más adelante con el NoĂ© de los hebreos) llamado Ziusudra. No me puedo imaginar el calvario de los habitantes de esas ciudades, dado que si ya es difĂ­cil soportar a un gobernante durante más de cuatro años, aguantar a los mismos reyes durante generaciones tenĂ­a que ser poco menos que una maldiciĂłn.
DespuĂ©s del diluvio, la dinastĂ­a de Kish cogiĂł el testigo y gobernĂł tambiĂ©n durante perĂ­odos de tiempo muy largos, aunque menores que los de los reyes antediluvianos. La mayorĂ­a de los integrantes de dicha dinastĂ­a tambiĂ©n tenĂ­an más de figura mitolĂłgica que de reyes de carne y hueso. Como ejemplo podemos citar a Gilgamesh, uno de sus prĂ­ncipes más famosos y protagonista de una de las Epopeyas más conocidas de la historia.
Y asĂ­ fue pasando el gobierno de unas dinastĂ­as a otras, de forma que los reinados disminuyeron en años hasta rondar cifras aceptables a  nivel histĂłrico. El control pasĂł de Kish a Uruk, de Uruk a Ur, de Ur a Lagash, de Lagash de nuevo a Kish, de Kish a Uruk, de Uruk a Ur de nuevo etc.
Quizá los reyes más interesantes hayan sido Lugalzagesi de Umma y Sargón I de Acad.

Del segundo hay datos muy curiosos que lo relacionan con MoisĂ©s. SegĂşn los textos, era hijo de una gran sacerdotisa, por lo que desconocĂ­a la identidad de su padre. Como no estaba bien visto, ella decidiĂł meter al bebĂ© en una cesta y calafatearla con betĂşn. La echĂł  al rĂ­o y un hombre, llamado Akka, que era copero del rey lo acogiĂł. SargĂłn trabajĂł como jardinero, pero la providencia (o la diosa Istar) ayudĂł a SargĂłn, y tras varias batallas destronĂł a Lugalzagesi y llegĂł a rey, convirtiĂ©ndose en un rey unificador. Su gobierno estuvo marcado por una razonable prosperidad en todos los sentidos. Su hija Enheduanna (una de las pocas mujeres escritoras que se conocen de esta Ă©poca, fue autora de himnos, y su nieto Naram-Sim, debido a su exitosa campaña de conquistas, decidiĂł proclamarse dios).
Regresando a los primeros reyes y abandonando Sumeria, es imperativo viajar a Egipto. A la región, que no al país, ya que el reino de las Dos Señoras tardó en ser unificado.

SegĂşn las leyendas, los primeros gobernantes de Egipto eran dioses, y en una lĂ­nea parecida a la de los sumerios, ejercieron su dominio durante perĂ­odos de tiempo hiperbĂłlicos, que fueron acortándose de padres a hijos. De Ptah, el control pasĂł a su hijo Ra, y de este a Shu, Geb,  Osiris, Seth y Horus, de forma sucesiva. Los siguiĂł una segunda dinastĂ­a con el dios Thot, donde la divinidad se fue diluyendo generaciĂłn tras generaciĂłn, hasta llegar a los faraones-semidioses, que fueron alrededor de treinta.


No obstante, el primer faraĂłn humano del que se tiene constancia y a quien se le atribuye la unificaciĂłn del Alto y el Bajo Egipto es Narmer, tambiĂ©n conocido como Menes o el Rey EscorpiĂłn
Los faraones, a partir de este momento, eran humanos, pero al mismo tiempo eran también descendientes de los dioses y no veían razón alguna para hacer distinciones. Sus esposas tenían la función de transmitir la divinidad a sus vástagos, y el faraón era un dios viviente. Un dios que, sin embargo, ofrecía por lo general un aspecto más bien deforme en muchos casos, que vivía poco tiempo en comparación con sus antecesores y que a veces ni si quiera era capaz de engendrar hijos sanos.

En Babilonia el inicio de la civilizaciĂłn, al menos segĂşn el testimonio del historiador Flavio Josefo fue, como poco, «sospechoso». Puesto que descendĂ­a de una familia de sacerdotes, tambiĂ©n tuvo acceso a informaciĂłn privilegiada. Igual que el cronista caldeo Beroso, que nos proporcionĂł algunos datos sobre los reyes antediluvianos de Sumeria.
Volviendo al asunto que nos ocupa, segĂşn Flavio Josefo, Beroso y Apolodoro, fue de vital importancia para el desarrollo de la humanidad la intervenciĂłn de los denominados Annedotos o Annedoles. SegĂşn las leyendas, eran cuatro seres fabulosos mitad hombre y mitad pez que transmitieron a los antiguos caldeos los conocimientos de la civilizaciĂłn. El más famoso fue sin duda Oanes, cuyo significado en Siriaco es «un extranjero»Estos seres,  provenĂ­an de una nave escondida en el mar Eritreo y tenĂ­an cabeza y pies humanos. El resto del cuerpo estaba recubierto por lo que los antiguos consideraron un revestimiento similar al de las pieles de pescado. Beroso dice que escondĂ­an su cabeza humana debajo de otra cabeza de pez. Y en este sentido y, aunque esto implique pasarse al lado oscuro, los que apoyan la teorĂ­a de los Antiguos Astronautas están de enhorabuena, porque los cascos de los astronautas bien podĂ­an haber sido interpretados como la cabeza de un pez. Oanes les enseñó a los locales las ciencias, las artes, cĂłmo construir edificios, ciudades y templos, la agricultura, la ganaderĂ­a, las leyes etc. y pese a que hablaba y pensaba como un ser racional, jamás comĂ­a con la poblaciĂłn local, sino que se retiraba a su nave para comer. Se piensa que los babilonios habĂ­an confundido a Oanes con el dios sumerio Enki (segĂşn Michel Gall) a quien se le atribuĂ­a la creaciĂłn de los humanos, y la enseñanza de conocimientos similares.

El agua, además, era considerada un elemento del que nacĂ­an todas las cosas, y tanto hombres-pez como hombres-serpiente, hombres-lagarto etc. provenĂ­an de Ă©l. Ejemplos de dioses con ciertos paralelismos, lo constituĂ­an en otras regiones de Oriente, VishnĂş en la India, o los reyes-dragones chinos.

Sea como fuere, a este lo siguieron en distintos momentos de la historia otros individuos con habilidades y aspecto análogos, a los que llamaron Eudoco, Eneugame, Eneubulo, Anemonte y OdacĂłn. DagĂłn, tambiĂ©n alcanzĂł cierta fama. Y todo esto quedarĂ­a en un hecho anecdĂłtico de no ser porque aparecen representados en algunos bajorrelieves de NĂ­nive.
En otras ciudades del mundo tambiĂ©n encontramos representaciones o referencias a individuos hĂ­bridos con actitudes civilizadoras, pero son demasiadas como para mencionarlas todas en una entrada.
Por ejemplo, podemos retroceder  hasta los inicios de la civilizaciĂłn griega. No solo sus leyendas fundacionales son extrañas, sino que además nos hablan de hombres serpiente y hombres hormiga que tambiĂ©n iniciaron a la poblaciĂłn en los conocimientos arriba mencionados. El pueblo de los Hopi, en AmĂ©rica, de los que tanto se ha hablado, tambiĂ©n hablan de hombres-hormiga, aunque segĂşn estos no provenĂ­an del cielo, sino del centro de la Tierra.
Los hombres-serpiente, que se suponĂ­a que tambiĂ©n vivĂ­an bajo tierra, nos obligan a hablar de los orĂ­genes de Atenas. Antes de recibir su nombre en honor a la diosa Atenea, fue fundada segĂşn el mito, por un hombre-serpiente llamado CĂ©crope (aunque en otras versiones se lo conoce como Erictonio). Este se casĂł con Aglauro, hija de Acteo y tuvo un varĂłn y tres hijas. CĂ©crope, decĂ­an, tenĂ­a una cola de serpiente de cintura para abajo. El mito de las nagas, era corriente en la India, aunque hay historias sobre hombres serpiente en otros lugares del planeta. Sin embargo, no todos estos seres eran tan cultos como CĂ©crope, de quien se dice que enseñó a los hombres a escribir, a construir edificios y a enterrar a sus muertos. ModificĂł el culto a Zeus y realizĂł los primeros censos de poblaciĂłn.
La fundaciĂłn de Tebas y Micenas tambiĂ©n tiene a dioses y a semidioses como protagonistas. De una parte, Perseo, hijo de Zeus y Dánae, que fue quien fundĂł Micenas. Tebas, tambiĂ©n llamada Cadmia, fue fundada por Cadmo, que habĂ­a sido sentenciado por su padre a no regresar si no traĂ­a de vuelta a su hermana Europa, que habĂ­a sido secuestrada tambiĂ©n por el dios supremo.

De la fundación de Argos, se pueden inferir relaciones con Egipto y Fenicia, principalmente. En esta historia Belo, hermano de Agénor, permaneció en Egipto donde reinó y se casó con Anquíone, una hija del dios-río Nilo. Engendraron a Dánao y a Egipto, quienes se disputaron la herencia.
Se piensa que este mito es testimonio de la primitiva llegada a Grecia de colonos helenos provenientes de Palestina y su introducciĂłn de la agricultura en el Peloponeso. Se sostiene que entre ellos habĂ­a emigrantes de Libia y EtiopĂ­a, lo que parece probable,  ya que Belo era el Baal del Antiguo Testamento y el Bel de los libros apĂłcrifos; al parecer habĂ­a tomado su nombre de la diosa Luna sumeria Belili.

Aunque aún quedan otras leyendas fundacionales, es hora de pasar al Antiguo Testamento, donde los primeros humanos eran unas fábricas vivientes de años, al estilo de los sumerios. En lo que respecta a Abraham, uno de los primeros patriarcas hebreos, se sabe que tuvo muchos hijos con distintas mujeres, y que fue un hombre longevo. También son conocidos otros casos, como el de Matusalén, Adán, Set etc. y prácticamente todos los descendientes de Noé vivieron muchos años. Aunque ya he mencionado que la historia de Noé está basada en la de Ziusudra, por lo que cabe pensar que el origen de los patriarcas era más antiguo de lo que se presume, y que en realidad Abraham procedía de una ciudad de Sumeria, y que al principio era politeísta.

Abraham, sin embargo, no tuvo descendencia de forma espontánea, sino que fue tambiĂ©n obra de Dios, lo que pone en entredicho el origen humano de su prole. Una sospecha que se acrecienta tras lo ocurrido en Sodoma y Gomorra, donde los ángeles solo salvaron a Lot y a sus descendientes, por mediaciĂłn de Abraham que era su tĂ­o y con el pretexto de que era el Ăşnico hombre justo del lugar. Si se analiza lo sucedido cuando Lot recibiĂł a los ángeles (que curiosamente tambiĂ©n tenĂ­an forma humana), enseguida salta a la vista que no era un hombre justo, ni mucho menos, ya que ofreciĂł sus dos hijas vĂ­rgenes a la muchedumbre para que dispusieran de ellas como quisieran, Ăşnicamente para defender a unos desconocidos que además podĂ­an cuidarse solos. 

Parece más un intento de congraciarse con el de arriba, o simple miedo a las represalias de sus invitados, más que un intento de mostrarse justo. Si lo salvaron fue porque tenĂ­a «mano» y no por sus virtudes morales. En resumidas cuentas, todo quedaba en familia.


Hay más leyendas sobre las relaciones entre dioses y reyes, pero las más relevantes son las ya mencionadas.  
La pregunta es ¿de verdad esos dioses eran quienes decĂ­an ser? ¿PodrĂ­an ser todas estas historias simples invenciones? ¿O hay algo más misterioso detrás?

«El Ăşnico dios es la Muerte»
Palabras de Sirio Forel, Juego de Tronos.

Retomando el tema de la entrada anterior, hoy empezarĂ© por los reyes y emperadores locos. Aquellos que en su estado de delirio, ya fuera por causa de enfermedad o simple megalomanĂ­a, llegaron a creerse dioses vivientes. Aunque la lista es larga, hablarĂ© de los casos más sonados, por considerarlos más interesantes.



Algunos son más bien anecdĂłticos. El rey Jerjes I, en la Segunda Guerra MĂ©dica, castigĂł al mar y lo «marcĂł con un hierro», porque una tempestad habĂ­a tumbado su puente de barcos del Dardanelo. Como todo monarca persa, tenĂ­a que demostrar que estaba cerca de convertirse en una divinidad y querĂ­a quedar por encima del mar. De todas formas, la sola idea de construir un puente con barcos ya evidenciaba el hecho de que estaba más loco que una cabra en patines.

A parte de este individuo, es posible que el personaje más megalĂłmano de la historia y tambiĂ©n el mayor conquistador, todo hay que decirlo, sea Alejandro Magno, rey de Macedonia. Desde pequeño su madre le habĂ­a llenado la cabeza de ideas poco saludables. Entre ellas, le dijo que su verdadero padre no era Filipo de Macedonia, sino el dios Zeus (AmĂłn-Ra, en realidad) encarnado en la figura de un mago egipcio llamado Nectanebo, con el que tuvo una aventura. El resultado de esto fue que 
Alejandro, debido a su brillante y precoz desempeño en actividades bĂ©licas y polĂ­ticas, empezĂł a creer que de verdad era hijo de un dios. Si lo era o no, nadie lo sabe, pero sus hazañas hablan por sĂ­ solas. Durante los años posteriores a su muerte, muchos desearon emular al gran Alejandro sin Ă©xito. ¿Estaba loco? Tampoco es fácil de precisar. Cuesta creer que alguien con unas capacidades tan elevadas fuera un demente, pero hay un rasgo fĂ­sico que causa ciertas dudas sobre su equilibrio mental. TenĂ­a policromĂ­a: un ojo gris y un ojo marrĂłn. Esta puede ser una caracterĂ­stica de nacimiento (en cuyo caso no serĂ­a una cuestiĂłn alarmante), pero tambiĂ©n puede ser producida por un traumatismo craneal. 
NAMABG-Caligula 1.JPGOtro caso, esta vez bastante más macabro fue el del emperador CalĂ­gula. Sus problemas se iniciaron muy pronto. Pese a tener unos padres tan perfectos que parecĂ­an sacados de un catálogo,  el pequeño «botita» no heredĂł las mismas habilidades. 
Cuando tenĂ­a dos años y estaba en el campamento romano, un caballo le propinĂł una coz en la cabeza. Nadie le dio mayor importancia al suceso, pero parece que ese accidente marcĂł de por vida la actitud del futuro emperador. SufrĂ­a cefaleas cada vez más graves y un dĂ­a…se transformĂł en dios. Hay varias teorĂ­as sobre si realmente estaba actuando y si no estaba tan loco como aparentaba. De esto hablo en la entrada sobre CalĂ­gula. Lo que sĂ­ se puede decir de Ă©l era que sabĂ­a disimular cuando le interesaba, y que el miedo a ser asesinado lo convirtiĂł en un monstruo. SabĂ­a que vivĂ­a en un nido de vĂ­boras y puede que exagerase sus accesos de locura porque se sentĂ­a más seguro. Sea como fuere, protagonizĂł escenas brutales y nadie olvidarĂ­a el nombre de CalĂ­gula, ni si quiera tras la Damnatio Memoriae.

Canuto II fue un rey vikingo que tambiĂ©n hizo de las suyas. Aunque en su caso no queda muy claro si estaba loco, o si solo deseaba darles una lecciĂłn a sus compatriotas.
File:Cnut.jpgHabĂ­a mandado construir un campamento a orillas del mar, y llegado el momento, le ordenĂł a las olas que se retiraran. Al final el agua arrasĂł el campamento.
Hay quienes dicen que su intenciĂłn era demostrar que nadie podĂ­a equipararse a las fuerzas de la naturaleza, o por ende, a los dioses. En ese caso habrĂ­a que otorgarle cierto reconocimiento.

Asimismo, hubo otros dirigentes que de una forma o de otra descubrieron que aparentar ser dioses les ayudarĂ­a a mantener su posiciĂłn. Y no mentirĂ­a si dijera que a algunos les iba la vida en ello. Si no, que se lo digan al rey  Chen, que viviĂł allá por el siglo XIV en el reino de BenĂ­n. SegĂşn el libro Los secretos de las Mil y una Noches, en ese lugar tenĂ­an por costumbre deponer al rey si resultaba incapacitado por las causas que fueran y escoger a otro. Debido a un ataque de parálisis, el rey Chen no tuvo más remedio que recurrir a su ingenio para no ser depuesto o peor aĂşn, asesinado. De manera que se cubriĂł las piernas con escamas y le contĂł a todo el mundo que se trataba de una transformaciĂłn divina. Prueba de esto lo constituyen los llamados Bronces de BenĂ­n, piezas que en su mayorĂ­a están expuestas en el Museo Británico.

En otros lugares, como Egipto, estaba aceptada socialmente la idea de que los faraones eran dioses vivientes y los romanos tambiĂ©n deificaron a sus emperadores. Los sĂşbditos se lo tomaban como una parte más de la vida polĂ­tica y no tanto como una cuestiĂłn de creencias. Igual que la sacrosanctitas tribunicia (la inviolabilidad de la persona) que impedĂ­a a la gente tocar a los magistrados plebeyos, que se trataba de una ley y no de una supersticiĂłn. Una ley que tenĂ­a como objetivo alejar a altos cargos de la violencia de la poblaciĂłn civil. De alguna forma se parecĂ­a a la orden de alejamiento actual.
La violación más famosa de esta ley fue sin duda la sufrida por Julio César. Su mujer, Calpurnia, no era una mujer supersticiosa, pero tuvo una pesadilla en la que asesinaban a su marido. Él quiso quedarse en casa al conocer la noticia, pero fue convencido por Bruto para que fuera a la cámara del Senado. Allí fue apuñalado repetidas veces y, a pesar de ser un presunto descendiente de la diosa Venus y gozar de la sacrosanctitas, murió de forma trágica.

EL DERECHO DIVINO

Unos siglos más tarde, en la Edad Media, un personaje llamado Isidoro de Sevilla dio un paso más en este campo. Debido a su elevado estatus eclesiástico, sus obras gozaron de gran difusiĂłn. Y su teorĂ­a más famosa quizá sea la del origen divino del poder de los monarcas. Esta idea tenĂ­a la funciĂłn de unificar a las facciones que se disputaban el poder (los visigodos tenĂ­an ciertos problemas de «comprensiĂłn mutua» por decirlo de forma fina), por lo que la necesidad de una monarquĂ­a fuerte y hereditaria era de importancia capital. Y parece que esa idea surtiĂł el efecto deseado. A partir de entonces los reyes tenĂ­an derecho a gobernar porque era deseo de Dios y la Iglesia le debĂ­a lealtad, aunque mantuviera su independencia. Esto, sin embargo, se convirtiĂł a veces en un motivo más de disputa entre los reyes y el papado. Ahora no solo los Papas eran capaces de obrar milagros por mediaciĂłn divina, sino que los reyes tambiĂ©n eran capaces de sanar a los enfermos mediante la imposiciĂłn de manos.  Y aunque los resultados no solĂ­an ser los esperados (los monarcas no habĂ­an recibido ninguna iniciaciĂłn de Reiki), la idea perviviĂł durante años.

Pero no solo las ideas perduran. TambiĂ©n lo hacen los objetos divinos (algo que desarrollo en las entradas del Especial de objetos mágicos, reliquias etc.). Objetos que pertenecieron a reyes o a sacerdotes de alto rango y que contenĂ­an parte de la esencia de Dios. Entre ellos destacan principalmente los siguientes: El Anillo del rey SalomĂłn, el Arca de la Alianza, el báculo de MoisĂ©s, el Grial, y la espada Excálibur. En la mitologĂ­a clásica se habla de más objetos sagrados, pero se cree que son los anteriores los Ăşnicos que existieron de verdad. Y sobre el Santo Grial existen dudas, por tratarse de una leyenda medieval.
El más interesante es sin duda el Anillo del rey SalomĂłn. Esta joya ha traĂ­do cola a lo largo de los siglos…probablemente sea el objeto más codiciado de la historia. Dicho esto, muchos os preguntarĂ©is ¿y quĂ© la hace tan especial? Bien, pues segĂşn la leyenda, fue el arcángel Miguel quien le entregĂł el anillo a SalomĂłn. El anillo reunĂ­a la fuerza de los cinco elementos, asĂ­ como una serie de sĂ­mbolos y palabras que le conferĂ­an un elevado poder alquĂ­mico. Y no solo eso…además, permitĂ­a a su portador controlar a los demonios.
Sus peculiares características convertían a este anillo en un objeto más que deseable para todos aquellos que soñaban con dominar las fuerzas naturales y controlar a los seres que están entre este mundo y el otro.
En la actualidad es el símbolo de protección más poderoso a nivel esotérico, como vestigio material de lo que fue una vez.
Otro objeto bastante misterioso, es el Arca de la Alianza. Su semejanza con las Arcas egipcias era clara (lo que refuerza la teorĂ­a de que MoisĂ©s fue aceptado por los gobernantes Hicsos de Egipto en su cĂ­rculo personal y trabajĂł para ellos en calidad de escriba). 
Pese a existir informaciĂłn en el Antiguo Testamento, y contar con el importante testimonio del historiador Flavio Josefo, las historias inventadas sobre el Arca han sido constantes. Quizá porque las originales estaban cargadas de un potente significado filosĂłfico y muy pocos tenĂ­an los conocimientos necesarios para entenderlos. 

Hay que comprender el sincretismo entre las ideologías egipcia, griega e la israelita para aproximarse a este tema desde múltiples perspectivas. Un ejemplo claro de esto lo constituyen las Tablas de la Ley y sus diez mandamientos. El diez era el número más importante para los pitagóricos, (llamado Tetractys), que según ellos simbolizaba el plan cósmico, la llave de la Creación. Como ocurrió con las tablas, en el caso del Arca este significado filosófico-religioso hoy en día casi ha desaparecido. Los libros y las películas nos la presentan desde un punto de vista inverosímil y fantasioso (habrá que agradecérselo a Indiana Jones). Y lo poco que sabemos sobre ella no ayuda a cambiar esta visión tan fuera de lo común.

El Arca de la Alianza era un cofre que se utilizaba para guardar las tablas de la ley, y que al mismo tiempo servĂ­a como «estaciĂłn de radio celestial». Solo el Sumo Sacerdote tenĂ­a derecho a entrar en la estancia del Templo donde guardaban el Arca para poder hablar con Dios.
Era un privilegiado. Quizás el hombre más privilegiado de la Tierra, porque ¿QuiĂ©n no ha soñado con tener el nĂşmero de telĂ©fono del AltĂ­simo para poder comentarle sus inquietudes? Desde luego este curioso cofre dejarĂ­a en evidencia a la mejor red de contactos profesionales.

El dato más interesante, no obstante, lo constituye su poder destructivo. De alguna manera el Arca parecía tener vida propia...y muy mala uva. Algo que los filisteos sufrieron en sus propias carnes (y en sus posaderas, dicho sea de paso) después de robársela a sus dueños. No solo hizo pedazos las estatuas de los dioses que tenía cerca, sino que también bendijo a los filisteos con un insoportable ataque de hemorroides. A los enemigos de los israelitas las cosas les salieron de culo y cuesta abajo y después de una racha de tremenda confusión en la ciudad, tuvieron que devolver el Arca a sus legítimos propietarios, con una ofrenda a modo de disculpa. De seguro se quitaron un gran peso de encima. Y esta es solo una de las numerosas anécdotas sobre el Arca de la Alianza.

Otro objeto de caracterĂ­sticas similares es la vara o el báculo de MoisĂ©s.
En el Antiguo Testamento se relata como Dios entregó a Moisés un cayado capaz de obrar sus prodigios frente al Faraón, y así lograr más fácilmente la liberación de su pueblo.
En el idioma del Antiguo Egipto la palabra que utilizaban para designar a las varas o los báculos era casi la misma que utilizaban para la palabra «magia», salvo por una leve diferencia de pronunciaciĂłn. Esto pone de manifiesto el significado simbĂłlico del báculo de MoisĂ©s en el contexto egipcio. Los bastones de mando tambiĂ©n tuvieron una gran relevancia como sĂ­mbolos de poder, y siguieron siendo muy utilizados por las dinastĂ­as reales de distintos paĂ­ses.
Regresando al tema que nos ocupa. Por alguna razón que desconocemos, en un momento determinado en la Biblia deja de mencionarse el báculo. Puede ser que se rompiera, se perdiera, lo robaran, dejara de funcionar cunado murió Moisés o le fuera entregado a su sucesor. De cualquier manera, al ser un objeto de madera es poco probable que se haya conservado.

Para terminar con la entrada, hablarĂ© un poco sobre la espada Excálibur. Es cierto que se ha hecho mundialmente famosa debido a las leyendas artĂşricas, pero en realidad la historia nos habla de una Excálibur muy diferente. Para empezar (y esto ya lo dije en la entrada sobre el Rey Arturo), la espada anclada en la piedra no era Excálibur, sino otra espada que MerlĂ­n habĂ­a colocado allĂ­ muy acertadamente.

 SegĂşn la leyenda, la Dama del Lago entregĂł a Arturo la espada Excálibur, y gracias a ella consiguiĂł unir bajo su mando a otros clanes britanos. Pero ¿existiĂł de veras una espada con un significado simbĂłlico tan potente que pudiera haber terminado con las disputas territoriales de Inglaterra? Parece que sĂ­. Y no fue ni más ni menos que la Espada de Marte. La espada que perteneciĂł a Julio CĂ©sar (o más bien, la que se llevĂł del Templo de JĂşpiter) y que segĂşn palabras de Geoffrey de Monmouth, este perdiĂł en la batalla contra el prĂ­ncipe Nennio en su intento conquistar Britania. Entre los locales se habĂ­a extendido la leyenda de que quien encontrara esa espada se convertirĂ­a en rey de los britanos, pues se le atribuĂ­an poderes mágicos.



Otorgarle importancia a las espadas de los gobernantes (sĂ­, sus otras espadas tambiĂ©n eran ensalzadas) era algo comĂşn en los romances. Como ejemplos, podemos citar a la Tizona del Cid Campeador, la espada de Alejandro Magno, o Joyeuse (la espada de Carlomagno). Cabe la posibilidad de que alguna de ellas haya sobrevivido hasta nuestros dĂ­as, pero, como todos los demás objetos mágicos o divinos, será mejor que permanezcan ocultos, por el bien de todos.

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