En todas las culturas y religiones existen los dioses. Criaturas divinas que han sido representadas como personificaciones de los elementos. Seres poderosos con capacidad para la procreación y el control de los sucesos terrenales y del devenir de los habitantes del planeta. Entre ellos, los más importantes en todas las culturas eran la Tierra, el Cielo, el Sol, la Luz, la Oscuridad, la Muerte, el Amor etc. Dichos dioses se mezclaron entre ellos, y su divinidad fue diluyéndose generación tras generación hasta finalmente, terminar con la creación del hombre que, dependiendo de las fuentes, ocurrió de formas muy distintas.
Estos dioses han recibido nombres diferentes, pero en esencia son los mismos. Los dioses sumerios más relevantes eran An (el cielo) Ki (la Tierra). Entre las primeras divinidades de los griegos figuraban Gea (la Tierra) y Urano (el cielo), quienes engendrarĂan a los demás dioses, hasta llegar a los OlĂmpicos y a otros seres similares.
En el caso de las religiones monoteĂstas tenĂan más interĂ©s en la dualidad Bien-Mal (Cristianismo, JudaĂsmo e Islam), solo existĂa un Dios supremo, y a este lo acompañaban seres de naturaleza algo inferior, aunque inmensamente poderosos tambiĂ©n: los ángeles y los demonios. Estos, al igual que los dioses de las religiones politeĂstas eran considerados de forma genĂ©rica como daimones, palabra de la que deriva la palabra «demonio» y que al principio tenĂa mĂşltiples significados. PodĂa hacer referencia tanto a algo divino, como a un fantasma, a una sombra, al destino, a la suerte etc. En resumen, cualquier ente o esencia extraña al hombre y a sus capacidades humanas que podĂa influir sobre Ă©l, porque estaba por encima a nivel espiritual. Algunas leyendas afirman que nacieron del fuego (las mahometanas principalmente), otras, se remontan a los inicios de la CreaciĂłn. En lo que todos están de acuerdo, es que son tan antiguos como la Tierra misma, o incluso más y que estaban aquĂ antes que nosotros.
Al principio, estos daimones eran de naturalezas diversas, desde buenas a neutrales o malignas. La palabra «Ăˇngel» procede del griego y significa «mensajero» por lo que no hace referencia a su origen, sino a su funciĂłn: ser un intermediario entre Dios y los hombres. De manera que aquellos que se habĂan rebelado contra la divinidad suprema y aquellos que no habĂan apoyado a ninguno de los dos bandos, fueron llamados demonios, a falta de una mejor denominaciĂłn.
En cuanto a las divinidades consideradas malignas (porque el bien no podrĂa haber existido sin el mal) casi todas están cortadas por el mismo patrĂłn. Un dios, de habilidades casi tan grandiosas o igual de poderosas que las del dios del Bien Supremo, se rebela contra este (pues está en su naturaleza) y se convierte en el lĂder de un grupo de seres inferiores a este y que deciden cambiar de lealtades a cambio de la obtenciĂłn de beneficios o una posiciĂłn distinta a la que ostentaban antes de ese cambio. En torno al siglo II a.C. en lo que actualmente se conoce como Turquestán creĂan en la existencia de dos dioses, Ahura Mazda, el representante del Bien y su hermano gemelo Arimán, el representante del mal (de forma un poco libre, se puede asociar a una religiĂłn pĂ©rsica). Este Arimán, fue inicialmente la figura en la que se basaron los cristianos para retratar a Satán (cuyo significado es «el enemigo»; tĂtulo que se le dio al rebelarse, tal y como sucediĂł con el mĂtico EblĂs, un djinn que se negĂł a postrarse ante los humanos) en la religiĂłn cristiana, el verdadero nombre de este enemigo era Luzbel o Lucifer, el portador de luz, y en lugar de otorgarle la categorĂa de dios, por tratarse de una doctrina monoteĂsta, se le otorgĂł el rango superior entre los ángeles (el de Arcángel) para no entrar en conflictos teĂłricos.
Pero esta consideraciĂłn de Dios del Bien vs Dios del Mal, nunca estuvo bien definida, ya que todos aquellos que conocen el Antiguo Testamento, saben que la clemencia no era una virtud habitual de ningĂşn ser celestial y que tampoco los representantes del mal eran malos por sistema, sino solamente rebeldes. Los humanos, en general, han sido la causa principal de discusiĂłn entre ambos bandos debido a la importancia inmerecida que se les atribuĂa. A lo largo de la historia, han nacido algunos humanos que han conquistado el afecto de los inmortales, asĂ como sus recelos. En ocasiones tambiĂ©n han suscitado deseo o envidia (más por la atenciĂłn que recibĂan que por sus habilidades reales) y hablar de las relaciones entre seres divinos y humanos se han convertido en algo constante en determinados sectores (ya sea el cine, la literatura, la magia o la supersticiĂłn).
En todas las religiones del mundo (unas ocho mil) existen, por tanto, creencias que tienen como protagonistas a estos seres. Ahora bien, en la sociedad actual, debido a la ignorancia predominante con respecto a temas de este tipo y a la proliferaciĂłn de pelĂculas que tergiversan las historias originales, se han generado equĂvocos y miedos sin fundamento (otros sĂ parecen tenerlo, pero puesto que no soy una autoridad en el tema sobrenatural, me ceñirĂ© al conocimiento popular del asunto) en otra entrada hablarĂ© de las posesiones demoniacas, de las distintas clases de magia y algunos sucesos relacionados.
Entre las ideas errĂłneas más extendidas podrĂa citar las siguientes:
1. Los exorcismos son exclusivamente cristianos o judĂos. Esto NO es cierto. Existen exorcismos en otras religiones, y sus funciones son las mismas.
2. El 666 es el nĂşmero del Diablo. En realidad el nĂşmero del Diablo es el 616. Se produjo un error de cálculo y durante mucho tiempo se pensĂł que era el 666. El 616 es el nĂşmero que resulta de sumar las letras del nombre del emperador NerĂłn en hebreo. Se lo considerĂł la encarnaciĂłn del Diablo por ordenar la persecuciĂłn de los cristianos y quemar media Roma para poder reconstruirla. No obstante, puesto que muy poca gente conoce este detalle, la fama del nĂşmero 666 siguiĂł creciendo y ha sido utilizado por distintos grupos satánicos como un sĂmbolo de sus creencias.
3. El Pentáculo es un sĂmbolo de magia oscura. Lo siento amigos, pero va a ser que no. La geometrĂa está irremediablemente unida a las matemáticas. Y ya sabemos la importancia que tienen los nĂşmeros en muchas religiones. Todo sĂmbolo está relacionado con una equivalencia numĂ©rica, la cual le otorga un significado. La doctrina pitagĂłrica estuvo muy ligada a la Cábala y por tanto al ámbito judeo-cristiano. Un sĂmbolo como el Pentáculo o Pentagrama, hace referencia a los 5 elementos e inicialmente se estableciĂł como un mĂ©todo de protecciĂłn y de salud, siendo utilizado asiduamente por esta secta griega. A modo de resumen, se puede decir que los pitagĂłricos creĂan que todo el universo estaba formado por nĂşmeros y realizaron importantes descubrimientos matemáticos que perdurarĂan hasta la actualidad.
4. La estrella de seis puntas es un sĂmbolo del Diablo. Esta idea es totalmente falsa. La estrella de David, es un sĂmbolo identificativo de la religiĂłn judĂa, que posteriormente tambiĂ©n fue utilizada por los musulmanes. Con el paso del tiempo recibiĂł el nombre de Sello de SalomĂłn, debido a una transcripciĂłn simbĂłlica de unos versos del Cantar de los Cantares sobre la relaciĂłn de Dios con los hombres, como dos triángulos superpuestos. Además, puesto que SalomĂłn gozĂł de gran importancia en las tres religiones monoteĂstas, la estrella de seis puntas se relacionĂł con la sabidurĂa, y se convirtiĂł, con ciertas modificaciones en la protecciĂłn más elevada contra entidades malignas. En otras religiones orientales, como la hindĂş o la China, tambiĂ©n se puede apreciar una notable presencia.
De manera que la concepciĂłn maligna de este sĂmbolo, solo puede justificarse si se invierte o se mancilla de alguna forma.
SĂŤMBOLOS PROTECTORES Y PRODUCTOS APOTROPAICOS
Dicho esto ¿es posible afirmar que existen sĂmbolos que pueden repeler, atraer o incluso controlar a los daimones? En teorĂa, asĂ es. Hay historias sobre el uso del sello de salomĂłn como mĂ©todo para encerrar a un daimon o a un genio (Djinn) dentro de cajas, vasijas o, como a muchos les sonará, incluso lámparas de aceite. Por poner un ejemplo, se pueden citar los cuentos de las Mil y una Noches. De hecho, la mayorĂa de los que fueron encerrados, acusan a SalomĂłn de haberlos retenido en el interior de esos objetos por demostrar su rechazo a las Ăłrdenes de Dios.
Otra historia más reciente, se popularizĂł con la pelĂcula The Possession. En dicha reproducciĂłn aparece una caja Dybbuk, cuya funciĂłn real era la de almacenar vino, pero que se utilizĂł para atrapar a un dybukk, un espĂritu o daimon judĂo. En uno de los laterales de dicha caja, estaba escrita una plegaria judĂa llamada Shemá, que en ocasiones tambiĂ©n aparece en la Biblia, más concretamente en los evangelios de Marcos y Lucas. Traducida del hebreo, dice lo siguiente: «Escucha Israel, Yahveh es nuestro Dios, Yahveh es Uno».
Entre las leyendas alemanas de los Hermanos Grimm, hay una que se titula «Spiritus Familiaris» en la que dicho espĂritu fue encerrado en una caja, y otorgaba al portador todo cuanto querĂa mientras esta estuviera en su poder. Sin embargo, una vez abierta, el espĂritu escapaba y la desgracia se abatĂa sobre la familia.
Relatos como este hay miles, y como es lĂłgico, tambiĂ©n se asocian a todo tipo de objetos que por contener un espĂritu en su interior se consideran embrujados.
Estos entes, sin embargo, también son famosos por poder introducirse en cuerpos de animales o humanos, tema que trato a fondo en la siguiente entrada, que cuenta con una segunda parte.
Desviándonos hacia un terreno más fĂsico o incluso cientĂfico de este tema, cabe preguntarse cuál es la composiciĂłn quĂmica de estos seres. SegĂşn las historias, pueden interactuar con la materia, pero tambiĂ©n adaptarse a distintos espacio-tiempos (algo que es perfectamente posible si no se posee un cuerpo fĂsico en tĂ©rminos humanos). En las diferentes mitologĂas, se cuenta que en ciertos momentos se encuentran en dimensiones más elevadas o espirituales, ya sean el Cielo, el Valhalla, o el Inframundo, mientras que en la Tierra, se ven obligados a adaptarse a la materia orgánica e inorgánica, asĂ como al tiempo mortal, coincidiendo con los seres humanos.
Los humanos, para contenerlos, utilizaban productos denominados «apotropaicos», como la sal o el aceite. Ambos se relacionan con la pureza, puesto que antes nadie conocĂa muy bien sus efectos quĂmicos, pero en la actualidad se sabe que tanto el aceite como la sal son malos conductores de la electricidad (la sal en estado sĂłlido, que no en soluciĂłn, la cual se utiliza para el mĂ©todo de la electrĂłlisis). Y os preguntarĂ©is ¿quĂ© tiene que ver todo esto con los daimones? Bien, a modo de teorĂa, se puede afirmar que están hechos de plasma. El plasma es un estado de agregaciĂłn de la materia parecido al gaseoso, pero a diferencia de este, en dicho estado sus partĂculas están cargadas elĂ©ctricamente y son sensibles a las variaciones electromagnĂ©ticas. El plasma es muy adaptable, y lo que es más importante: mayoritario en el Universo, frente al estado sĂłlido, el lĂquido o el gaseoso. Es el estado en el que se encuentra la mayor parte de la materia. Carece de forma o volumen definidos, salvo en contenedores y por efecto magnĂ©tico puede crear estructuras definidas.
Si el cuerpo de un daimon está en estado plasmático, eso quiere decir que la sal, puede contener hasta cierto punto su estructura o al menos desequilibrarla de alguna forma. Lo mismo ocurre con el aceite, que tampoco es conductor de la electricidad. Esto tambiĂ©n explicarĂa su habilidad para introducirse en espacios pequeños, saltar de un espacio a otro en tiempo record o cambiar de forma.
De cualquier manera es un tema que obviamente es difĂcil de estudiar y todo lo dicho podrĂa no tener, ni de lejos, validez teĂłrica.
Hasta que la ciencia lo demuestre, solo me queda citar la siguiente frase de Epicuro de Samos: ¿Dioses? Tal vez los haya. Ni lo afirmo ni lo niego, porque no lo sĂ© ni tengo medios para saberlo. Pero sĂ©, porque esto me lo enseña diariamente la vida, que si existen ni se ocupan ni se preocupan de nosotros.
Y yo digo, bueno…puede que solo de vez en cuando.
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