TENER OTRO



 Me siento tonto al explicar cĂłmo comenzĂł todo esto. Si no me hubiera emborrachado esa noche, probablemente no me hubiera perdido en esos viejos caminos de tierra, no hubiera estrellado mi auto contra un árbol evitando al venado que saltĂł de la oscuridad, no hubiera terminado lloviendo. empapados y perdidos en el bosque. Y nunca me hubiera cruzado con la cabaña de Edna. Pero acababa de salir de la escuela secundaria y, despuĂ©s de una semana frustrante en el trabajo y una pelea con mi novia, pensĂ© que el licor podrĂ­a ofrecer algĂşn tipo de escape. AsĂ­ que conduje hasta el bosque con una botella de whisky escocĂ©s. Una hora despuĂ©s estaba perdido. Una hora y media despuĂ©s, mi auto quedĂł destrozado y yo estaba dando tumbos en el bosque. ¿MencionĂ© que estaba empapado de lluvia?


ConsiderĂ© seguir el camino de regreso a la ciudad, pero estaba a varias millas de los lĂ­mites de la ciudad y no habĂ­a notado ninguna casa cerca del borde del camino. Sin embargo, hubo destellos intermitentes desde lo más profundo del bosque. Entonces, despuĂ©s de perder el auto, seguĂ­ el camino hasta el primer sendero que vi serpenteando entre los árboles. Entonces comencĂ© a descender por ese sendero con la ingenua certeza de que me llevarĂ­a a una granja o cabaña. Janice o Reggie probablemente vendrĂ­an a buscarme, incluso tan tarde en la noche, si pudiera tomar un telĂ©fono y llamarlos. Mi telĂ©fono celular habĂ­a estado en mi tablero antes de chocar contra el árbol, y aparentemente habĂ­a sido arrojado por la ventana. Pero seguramente este rastro conducirĂ­a a un edificio habitado, un telĂ©fono, tal vez incluso una chaqueta abrigada. SĂ­, en realidad conduje hasta el bosque sin traer mi chaqueta. ¿Puedo continuar?

El sendero se redujo a un sendero y el sendero terminĂł en un campo asfixiado por maleza. Mi linterna durĂł lo suficiente para ver una gran rana toro mirándome. ParecĂ­a estar sonriendo. Entonces la linterna se apagĂł y, irritado, la arrojĂ© a la oscuridad, medio esperando que le diera a la rana. DespuĂ©s de que mis ojos se acostumbraron a la repentina oscuridad, notĂ© una dĂ©bil luz parpadeante que venĂ­a de algĂşn lugar entre los árboles. TropecĂ© por el campo y me dirigĂ­ a la lĂ­nea de árboles. La luz parecĂ­a provenir de la ventana de una casa.

Me sumergĂ­ en los árboles y rápidamente tropecĂ© con algunas raĂ­ces, rompiendo mi rĂłtula contra una piedra grande. Levantándome dolorosamente, continuĂ© avanzando a travĂ©s de la arboleda y entrĂ© en el claro que servĂ­a como patio delantero para una pequeña cabaña. La Ăşnica ventana iluminada me hacĂ­a señas cálidamente, y me recordĂł extrañamente a ir a "truco o trato" cuando era niño. Mientras me acercaba a la cabaña, una sombra cruzĂł la ventana. Luego, la puerta principal se abriĂł lentamente y una señora mayor y regordeta se parĂł mirándome.

"¿QuiĂ©n está ahĂ­ fuera?" ella exigiĂł con severidad.
"Disculpe", comencé vacilante, "pero destrocé mi auto y esperaba..."
"¡Oh, Dios mĂ­o!" fue su respuesta sorprendida. “¿Tuviste un accidente? ¡Pobrecita, estás completamente empapada! ¡Ven aquĂ­ en este instante!”

El alivio me inundĂł cuando di un paso adelante y subĂ­ los escalones de la entrada de la cabaña. Ahora podĂ­a ver a mi benefactor con más claridad. ParecĂ­a tener entre 50 y 60 años. Pesada, vestĂ­a un camisĂłn largo y holgado con un llamativo estampado floral pĂşrpura. Brillantes flores amarillas brotaron del vibrante fondo pĂşrpura mientras enredaderas de un verde completamente antinatural se retorcĂ­an a travĂ©s de los ondulantes pliegues de la tela. Esta prenda se complementĂł con un chal de punto rosa fluorescente. Llevaba una permanente en el pelo con un peculiar estilo anticuado y llevaba gafas antiguas con montura de plástico grueso, con pequeños diamantes falsos engarzados a los lados.

“Vamos a llevarte aquĂ­ donde hace calor y está seco, jovencito”, cantĂł, agarrando mi brazo y empujándome a travĂ©s de la puerta. Me di cuenta de las pesadas cortinas, flores de color rojo brillante que se destacan como heridas de bala sobre un fondo amarillo pálido. Los muebles de la sala parecĂ­an datar de la dĂ©cada de 1950, un televisor antiguo miraba fijamente desde una esquina de la cámara tenuemente iluminada. Me di cuenta de que la luz entraba a raudales desde una pequeña cocina en la parte trasera de la cabaña, hacia la cual ahora me estaban empujando.

“Ahora ven por aquĂ­ y nos ocuparemos de ti”, continuĂł parloteando. “Mi nombre es Edna y no te preocupes en absoluto, la tĂ­a Edna se encargará de todo. Solo ven y siĂ©ntate en la cocina, todo va a estar bien”.

ParloteĂł mientras atravesábamos la puerta de la cocina y entramos en lo que parecĂ­a un decorado de un viejo programa de televisiĂłn en blanco y negro. La estufa de gas y el refrigerador eran antiguos, aunque ambos estaban en perfectas condiciones. La mesita y las sillas, con sus tubos de cromo y vinilo, me recordaron el lugar de mi abuela. Una radio AM cuadrada de plástico de mediados de los años 50 estaba sobre la mesa junto a un azucarero de cerámica con forma de cisne. Los mostradores tenĂ­an una gran batidora cromada con grandes perillas de plástico negro y un tarro de galletas de cerámica con forma de ardilla. En la estufa estaba una de esas pequeñas cafeteras de metal como las que se ven en las viejas pelĂ­culas de vaqueros.

“Vamos a secarte aquĂ­”, murmurĂł Edna, empujándome a una silla y colocando una manta de lana peluda sobre mis hombros. "¡Y ponte algo de comida a ti tambiĂ©n!"

DespuĂ©s de empaparme por la lluvia, fue maravilloso encontrarme de repente sentado en una pequeña cocina tan acogedora, envuelto en una manta cálida y afelpada, sin nada más que mi rĂłtula palpitante para recordar mis desgracias anteriores. Estaba emocionado por cĂłmo mi suerte habĂ­a cambiado repentinamente para mejor. Que risa.

“Afortunadamente, por lo general me quedo despierta hasta tarde en la noche”, continuĂł, “asĂ­ que hay mucho cafĂ© reciĂ©n hecho listo. Y horneĂ© algunos brownies antes. Howard y yo nunca los superaremos todos, asĂ­ que eres bienvenido a todos los que quieras. Son mi propia receta, ya sabes. Sus ojos brillaron momentáneamente con orgullo cuando se volviĂł para servir el cafĂ©.

NotĂ© una puerta al costado de la habitaciĂłn, su puerta abierta revelaba una cámara oscura más allá. Presumiblemente un dormitorio, ya que un par de pantuflas estaban justo detrás de la entrada. Su marido, Howard, debe estar durmiendo allĂ­, me di cuenta. Un bastĂłn de madera oscura que descansaba junto al marco de la puerta pareciĂł confirmar mi suposiciĂłn.

“Hay un montĂłn de estofado”, explicĂł Edna, poniendo una taza de cafĂ© frente a mĂ­. "Y tenemos todo tipo de carne en el congelador en este momento, si quieres una chuleta o un bistec y algunos huevos".

TomĂ© un sorbo de cafĂ©, preparándome para responder. El lĂ­quido granulado golpeĂł mi lengua como alquitrán caliente, llenándome la boca con un sabor a aceite de motor y pescado en mal estado. Hice mi mejor esfuerzo para sonreĂ­r cortĂ©smente. “Es muy amable de tu parte, pero no tengo mucha hambre en este momento. ¿Tal vez tendrĂ­a un telĂ©fono que pudiera usar?

Edna se volviĂł con el ceño fruncido como disculpa. “Oh no, me temo que no tenemos uno de esos aquĂ­. TenĂ­amos, ya sabes, pero rara vez lo necesitábamos para algo... Lo olvidĂ©, ¿usas crema en tu cafĂ©?

“Por favor” murmurĂ©, mis esperanzas de pedir ayuda arruinadas. Tan tarde en la noche ciertamente no podĂ­a esperar que Edna o Howard me llevaran de regreso a la ciudad, y si pudiera encontrar otra granja, tendrĂ­a que despertar, y probablemente enojar, a los ocupantes. Sin embargo, estaba empezando a preferir la idea de dormir en mi auto destrozado en lugar de quedarme aquĂ­. Este lugar estaba empezando a asustarme un poco, aunque no podĂ­a decir exactamente por quĂ©. Me sentĂ© preguntándome quĂ© hacer mientras Edna colocaba un cartĂłn de crema sobre la mesa. En lugar de hacer que el cafĂ© fuera sabroso, la crema grumosa estropeada solo empeorĂł las cosas.

Edna se volviĂł hacia el mostrador y regresĂł con una sartĂ©n cubierta con papel de aluminio. RetirĂł el papel de aluminio para revelar una fuente fresca de brownies sin cortar. Mientras dejaba la sartĂ©n sobre la mesa, una voz masculina llegĂł dĂ©bilmente desde el oscuro dormitorio.

“Edna, ¿quĂ© haces ahĂ­ fuera? No estás tramando nada, ¿verdad?

Se quedĂł mirando avergonzada por un momento antes de recuperar la compostura y darme una sonrisa vacilante. Tendrás que disculpar a Howard. No está muy bien, ya sabes… pero no te alarmes, no te hará daño ni nada. Prometo". Ella soltĂł una risita extraña. “AquĂ­, dĂ©jame encontrar algo para cortar eso…”

AbriĂł un cajĂłn y luego se dio la vuelta con un gran cuchillo de carnicero brillante en la mano. Antes de que pudiera decir nada, levantĂł el cuchillo por encima de su cabeza. Me estremecĂ­ de repentino terror cuando descendiĂł como un rayo, pensando que tenĂ­a la intenciĂłn de golpearme con la hoja. Pero el metal afilado pasĂł como un rayo a mi lado y se estrellĂł contra la fuente de brownies, sacudiendo la mesa mientras cortaba el contenido por la mitad. Luego hizo varios golpes más feroces, dividiendo los brownies en algo asĂ­ como cuadrados. Me di cuenta de que debĂ­a ser mentalmente inestable y comencĂ© a esperar por primera vez que yo no estuviera en peligro real.

"¡Edna, ya has tenido suficiente!" Howard gritĂł desde el dormitorio. "¡No necesitas más!"

Ella ignorĂł sus comentarios y me entregĂł un brownie irregular. Luego se quedĂł esperando expectante, asĂ­ que me llevĂ© el dulce a los labios y le di un mordisco tentativo. SabĂ­a a cacao ya carne cruda caliente, con algo duro y crujiente.

“Sabes”, parloteĂł Edna, seleccionando un brownie para ella y mordiĂ©ndolo con entusiasmo, “es tan difĂ­cil tener suficiente de las cosas que disfrutas. Hay tantas decepciones en la vida, despuĂ©s de todo. AsĂ­ que tienes que agarrar tanto placer como puedas, eso es lo que siempre he dicho. ¿Y por quĂ© una persona no deberĂ­a hacer las cosas que disfruta?

Estaba buscando en mi mente una respuesta apropiada cuando Edna volviĂł a levantar el cuchillo de carnicero sobre su cabeza. Pero ahora me estaba mirando directamente y esta vez no tuve ninguna duda. El cuchillo de carnicero apuntaba a mi frente.

Cuando saltĂ© hacia atrás de la mesa, un anciano apareciĂł de repente en la puerta del dormitorio, con un pijama de rayas azules cubriendo su frágil forma. Se tambaleĂł hacia adelante, sosteniendo el bastĂłn de madera que habĂ­a notado antes. Pero en lugar de apoyarse en ella como apoyo, la levantĂł amenazadoramente por encima de su cabeza cuando se acercĂł por detrás a Edna. AgarrĂł el brazo de Edna antes de que pudiera blandir el pesado cuchillo. GritĂł enojado mientras luchaban.

“¡No necesitas más, te lo digo! ¡Nunca debĂ­ dejarte tener tantos para empezar!”
"¡SuĂ©ltame!" chillĂł Edna. “¡Solo quiero uno más, Howard! ¡SĂłlo uno más!"

TropecĂ© hacia atrás a travĂ©s de la puerta de la cocina, preguntándome cuánto tiempo el frágil anciano podrĂ­a retener a Edna. Me di la vuelta y crucĂ© la sala de estar en penumbra, estrellándome contra la puerta principal, que estaba cerrada con llave. Al escuchar pesados ​​pasos acercándose por detrás, me di cuenta de que no habĂ­a tiempo para manipular el pestillo. Lanzándome hacia adelante de nuevo, comencĂ© a golpear mi hombro contra la puerta. La madera cediĂł de repente y me encontrĂ© cayendo por los escalones de la entrada y saliendo a la oscuridad del patio. Incapaz de recuperar el equilibrio, rodĂ© por el patio un poco antes de golpearme la cabeza contra una gran roca. Creo que me desmayĂ© por unos momentos. Luego, detrás de mĂ­, los gritos de Edna rompieron el silencio. Me volvĂ­, esperando enfrentar a mi extraño atacante. Lo que vi permanecerá en mi memoria para siempre.

En algĂşn momento dejĂł de llover y las nubes se fueron a otro lugar. Una brillante luna llena ahora bañaba todo con su espeluznante luz plateada. JadeĂ© mientras volvĂ­a mi mirada aterrorizada hacia la cabaña de Edna. Porque la cabaña ya no estaba allĂ­.

PoniĂ©ndome de pie lentamente, mirĂ© con asombro. Donde habĂ­a estado la cabaña, ahora solo veĂ­a unos cimientos que se desmoronaban, surcados por las Ăşltimas tablas del suelo. AquĂ­ y allá, algunas secciones de la pared se elevaban como dientes dentados. Los restos de una vieja chimenea de ladrillo vigilaban sombrĂ­amente la zona. Rota a la altura de los hombros, ahora parecĂ­a una especie de lápida tosca que marcaba el lugar de descanso final de las esperanzas y los sueños de alguien. Me acerquĂ© a las ruinas y mirĂ© hacia el suelo debajo de las tablas del piso esparcidas. Estaba cubierto de huesos.

HabĂ­a cientos de ellos, brillando tenuemente a la luz de la luna, y me di cuenta de que eran humanos. Los muchos cráneos eran, con mucho, lo peor de todo, sus cuencas vacĂ­as miraban suplicantes hacia las estrellas frĂ­as e indiferentes. Mientras permanecĂ­a paralizado por la conmociĂłn y el horror, los huesos parecieron hundirse lentamente en el suelo, y al cabo de poco tiempo sĂłlo vi las ruinas de la cabaña, levantándose irremediablemente de la maleza. DespuĂ©s de un largo rato, me di la vuelta y me alejĂ©.

Mi regreso a la civilizaciĂłn no tuvo más horrores, aparte de ver un ojo verde brillante mirándome desde el borde de la carretera. Este resultĂł ser mi telĂ©fono celular, atrapado en unos arbustos. Estaba dañado pero se podĂ­a usar, y Janice tuvo la amabilidad de venir a rescatarme. PasĂ© la mayor parte del fin de semana durmiendo. Nunca le contĂ© a nadie sobre la cabaña de Edna. La vida siguiĂł.

Pero esa terrible noche siempre perseguirá mis sueños. Y me pregunto con demasiada frecuencia... ¿y si volviera allĂ­ una noche? ¿SeguirĂ­a viendo esos horribles huesos brillando apagadamente bajo las tablas del suelo? ¿O me encontrarĂ­a con una casita alegre, con una ventana iluminada, y Edna mirando fijamente con su chal rosa y su camisĂłn pĂşrpura espeluznante?





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