EL VIEJO McGRADY



 Joey avanzaba a grandes zancadas por el escabroso camino de tierra, fragmentos de luz de luna atravesaban las frĂ­as ramas desnudas para iluminar su camino. Se tragĂł lo Ăşltimo del whisky y arrojĂł la botella a los árboles. No estaba acostumbrado a beber y esperaba no enfermarse. Pero al menos el licor calmaba un poco su ira.


HabĂ­a esperado con ansias el baile de Halloween de la escuela secundaria durante semanas, trabajando intensamente en su disfraz casero mientras tocaba su canciĂłn favorita, Werewolves of London de Warren Zevon, una y otra vez. Simplemente no podĂ­a tener suficiente de esa melodĂ­a. Su disfraz de hombre lobo resultĂł parecerse más a un hámster gigante, pero estaba seguro de que Stella lo disfrutarĂ­a.

Luego vino la gran noche. Su coche no arrancaba, asĂ­ que tuvo que caminar desde las afueras de la ciudad hasta la casa de Stella. Afortunadamente, solo vivĂ­a a unas pocas cuadras de la escuela secundaria. Se dirigieron juntos por la acera, una princesa vampiro y un hombre lobo de aspecto menos que temible. Marvin Harlington apareciĂł justo cuando se acercaban a la escuela.

Marvin era el atleta estrella de la escuela, y aunque a ninguno de los niños realmente le agradaba, fueron lo suficientemente inteligentes como para mantenerse fuera de su camino. Se detuvo esa noche en su nueva corbeta, vestido como el Conde Drácula. Unos minutos despuĂ©s, Stella estaba a su lado, posando para las fotos. Media hora despuĂ©s, a Stella ya no parecĂ­a importarle si Joey existĂ­a. Cuando Marvin y Stella estaban bailando la versiĂłn de la banda local de Werewolves of London , Joey ya habĂ­a salido.

Al cruzar el estacionamiento, Joey pasĂł junto al Corvette de Marvin y notĂł la ventanilla bajada. Al mirar adentro notĂł la botella de whisky encajada entre los asientos. ¿Por quĂ© deberĂ­an tener toda la diversiĂłn? AgarrĂł la botella. Pequeño, y solo medio lleno, pero aun asĂ­... robarlo era la Ăşnica venganza que probablemente obtendrĂ­a, asĂ­ que lo metiĂł en el bolsillo de su chaqueta y se alejĂł en la noche.

Al pasar frente a su propia casa, siguiĂł caminando más allá de las afueras del pueblo, siguiendo el antiguo camino forestal que atravesaba el bosque. Completamente concentrado en su ira, su dolor y su frustraciĂłn, no era consciente de lo lejos que habĂ­a caminado hasta que de repente mirĂł hacia arriba y vio la casita destartalada del Viejo McGrady. Y su corazĂłn dejĂł de latir por un momento.

Nadie sabĂ­a el nombre de pila del viejo McGrady ni su edad. HabĂ­a vivido en el bosque desde que cualquiera podĂ­a recordar, y en todos esos años nadie lo habĂ­a visto sonreĂ­r. Su rostro ceñudo a menudo acechaba las pesadillas de Joey.

Joey tenĂ­a siete años cuando Ă©l y dos amigos se aventuraron a ir a la cabaña de McGrady con la esperanza de recibir golosinas una noche de Halloween. En la barandilla del porche brillaba intensamente una calabaza y se podĂ­a ver al anciano, tenuemente a la luz de la luna, sentado en su porche a oscuras, tallando. Pero cuando los niños se acercaron, Ă©l se puso de pie y los mirĂł amenazadoramente.

“¡Niños, salgan de aquĂ­! ¡No tengo ningĂşn maldito caramelo! y dio un paso adelante. Los niños aterrorizados se dieron la vuelta y corrieron gritando. Todos los años habĂ­an bromeado acerca de regresar para gastarle alguna broma traviesa al malvado anciano, pero ninguno de ellos se atreviĂł nunca. HabĂ­a rumores sobre McGrady, rumores desagradables, y los padres parecĂ­an evitar hablar de Ă©l. En algĂşn lugar del camino, Joey comenzĂł a sentir que tal vez realmente habĂ­a un hombre del coco, y tal vez lo llamaron Old Man McGrady.

Ahora se quedĂł mirando con pavor la casita destartalada. Se sintiĂł aliviado de no ver a nadie sentado al frente. Las ventanas oscurecidas le devolvieron una mirada sombrĂ­a. Pero habĂ­a una calabaza que brillaba intensamente en la barandilla del porche.

Y de repente su miedo se convirtiĂł en ira. ¿Por quĂ© poner un estĂşpido Jack-o-lantern en el frente si no tienes ninguna golosina? Y tal vez fue el whisky lo que lo impulsĂł, pero de repente se encontrĂł marchando por el corto camino pedregoso hacia la cabaña. SubiĂł silenciosamente los desgastados escalones de madera, apagĂł la calabaza, luego la agarrĂł y saliĂł corriendo con su premio.

Un poco más adelante en el camino, Joey se detuvo para examinar la calabaza. Cortado toscamente, habĂ­a algo extrañamente inquietante en la cosa. Una parte de la mente de Joey que solo tenĂ­a siete años susurraba algo sobre que estaba llena de arañas. Joey tirĂł la calabaza tan fuerte como pudo. Se estrellĂł contra un tocĂłn de árbol podrido, trozos de naranja esparcidos por todas partes. Entonces Joey levantĂł la vista. Sentado en el tocĂłn del árbol estaba el Viejo McGrady.

HabĂ­a suficiente luz de luna para que Joey pudiera ver su rostro. Estaba sonriendo; una espeluznante sonrisa horrible que de alguna manera le recordĂł a Joey a un reptil. “Son tres” hablĂł el anciano.

“Mal asunto, cometer tres errores en la vĂ­spera de Todos los Santos. ¿No lo sabes, muchacho?

El anciano tallaba la punta de un palo con su pequeña y oxidada navaja de bolsillo. Sus ojos parecĂ­an guijarros negros a la luz de la luna.

“El primer error fue robar ese whisky”.

Que…? ¿CĂłmo podĂ­a saber eso? Y el niño interior de siete años de Joey comenzĂł a susurrar algo acerca de que el hombre estaba lleno de arañas.

“El segundo error fue apagar esa calabaza. ¿No sabes para quĂ© son, muchacho? ¡Son para destruir demonios! La gente dice que asustan a los fantasmas, pero no lo hacen, absorben demonios y los queman. ¡Funciona bien a menos que exploten o algĂşn idiota como tĂş venga y los rompa!

La navaja de bolsillo del Viejo McGrady ahora parecĂ­a más grande que antes, su superficie brillaba frĂ­amente a la luz de la luna. El palo se estaba volviendo puntiagudo, afilado.

“Yo… umm… no fue mi intenciĂłn…” comenzĂł Joey, con un sudor frĂ­o formándose en su frente.

“¡No importa lo que quieras decir, lo Ăşnico que importa es lo que hagas!” gruñó el anciano. “Y tres errores en una noche de Halloween, eso es malo, chico. ¡Realmente malo!"

El hombre se puso de pie, la sonrisa sin humor nunca abandonĂł su rostro cuando comenzĂł a dar un paso adelante. El cuchillo ahora parecĂ­a muy grande y la estaca llegĂł a ser una punta larga y malvada. Joey dio un paso atrás, su niño interior de siete años gritando incoherentemente.

“Dijiste tres…” tartamudeĂł Joey. “¿QuĂ© tercer error cometĂ­?” Y la sangre de Joey se helĂł cuando la figura frente a Ă©l siseĂł su respuesta.

Yo no soy McGrady.

El cuchillo y la estaca se fundieron en las manos del anciano para formar largas garras huesudas. ParecĂ­a crecer más, sus hombros adquiriendo un ángulo antinatural mientras se agachaba sobre piernas que ahora se doblaban en la direcciĂłn equivocada. El rostro de la criatura, recortado a la luz de la luna, parecĂ­a tener demasiados ojos y demasiados dientes mientras avanzaba en silencio.

Y luego se oyĂł un sonido desde algĂşn lugar detrás de Joey, el chirrido de una cerilla de madera al encenderse. La monstruosa figura detuvo su avance y gritĂł, un grito horrible que resonará en la memoria de Joey durante todos sus dĂ­as. De repente, la cosa comenzĂł a descomponerse, la carne cayĂł de los huesos hasta que los huesos cayeron al suelo. De estos restos dispersos se elevĂł una niebla verde peculiar que flotĂł allĂ­ por un momento antes de pasar junto a Joey y entrar en la cuenca del ojo izquierdo de una calabaza reciĂ©n tallada que ahora brillaba en la barandilla del porche de la cabaña del Viejo McGrady.

El Viejo McGrady estaba de pie junto a la calabaza, cuya silueta se recortaba en el umbral de la puerta por una luz tenue que procedĂ­a de algĂşn lugar del interior. La luz parpadeante de la calabaza iluminaba su ceño fruncido y un zarcillo de humo salĂ­a de la cerilla usada que tenĂ­a en la mano.

"Será mejor que te vayas a casa", murmurĂł. “La vela podrĂ­a apagarse. Y no tengo más fĂłsforos.

El hombre se dio la vuelta y se arrastrĂł de regreso a su cabaña, la puerta se cerrĂł de golpe detrás de Ă©l. Joey se quedĂł atĂłnito por unos momentos, luego se dio la vuelta y siguiĂł el camino iluminado por la luna de regreso a la ciudad.

Todos los niños dicen que Joey ha estado actuando diferente Ăşltimamente. Parece más confiado, no se deja intimidar tanto. Dicen que Marvin fue a buscarlo, alegando que iba a golpear a Joey por robarle la botella. Incluso dicen que Marvin lo acorralĂł en un callejĂłn del centro. Pero aparentemente no pasĂł nada, y cuando alguien le pregunta a Marvin al respecto, simplemente comienza a maldecir y cambia de tema.

La mayorĂ­a cree que el cambio en Joey se debe a que conociĂł a Mindy unos dĂ­as despuĂ©s de Halloween. Ella es nueva en la ciudad y hacen una gran pareja. Van a todos lados juntos. Su canciĂłn favorita es Werewolves of London .

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