MONEDAS



 Franky agarrĂł el anzuelo con fuerza. YacĂ­a boca abajo en el campo asfixiado por la maleza, su cuerpo muerto se enfriaba lentamente, pero aun asĂ­ agarraba el gancho de carne. A Mack le gustĂł eso. Mack pensĂł que era algo cĂłmico, ya que Franky a menudo se jactaba de cĂłmo ese gancho habĂ­a sido usado en alguna famosa pelĂ­cula de terror. ¿Cuál fue esa palabra? IrĂłnico. SĂ­, eso es lo que era... irĂłnico. Mack riĂł suavemente. "Siempre fuiste una comadreja, Franky".


Mack se sorprendiĂł un poco cuando el jefe lo enviĂł a buscar a Franky. Nunca pensĂ© que llegarĂ­a a eso, considerando lo besador de culos que siempre habĂ­a sido Franky. Pero uno simplemente no se cruza con la familia mafiosa más grande del estado, y Mack habĂ­a sentido un vago placer en asesinar al debilucho. Más placer del que estaba teniendo al tener que cavar la tumba poco profunda que ahora ocupaba su atenciĂłn. Se parĂł hasta las rodillas en el suelo pedregoso, cortando las raĂ­ces de los árboles que constantemente detenĂ­an su pala. MirĂł hacia atrás, a la casa de campo desmoronada, y se dio cuenta de que el sol se estaba poniendo. Le habĂ­a llevado horas conducir tan lejos por el campo, y querĂ­a terminar antes de que oscureciera. Casi deseĂł haber perdido el cuerpo en algĂşn lugar más conveniente, pero Mack sabĂ­a que la tumba tenĂ­a que estar allĂ­.

Era una 'peculiaridad', y más de una vez se habĂ­an reĂ­do de Ă©l. La mayorĂ­a de los chicos de la organizaciĂłn tenĂ­an algĂşn tipo de hábito o amaneramiento peculiar, y la rareza de Mack era pensar en un lugar especĂ­fico en el instante en que asesinaba a alguien. Una vez que le venĂ­a a la mente un lugar, parecĂ­a que nunca podĂ­a relajarse hasta que el cuerpo estaba enterrado allĂ­. Incluso habĂ­a tenido que trasladar algunos cadáveres para satisfacer este capricho, pero uno hace lo que tiene que hacer. Y en el caso de Franky, tenĂ­a que ser la vieja granja de Sharpton, y ningĂşn otro lugar servirĂ­a. El lugar era legendario entre los lugareños, se rumoreaba que estaba embrujado por los fantasmas de aquellos que habĂ­an desaparecido allĂ­ años atrás. Se quedĂł mirando las ventanas negras y vacĂ­as que parecĂ­an devolverle la mirada. ¿QuĂ© habĂ­a pasado en esa granja? ¿AdĂłnde se habĂ­a ido toda esa gente? FrunciĂł el ceño mientras volvĂ­a a su excavaciĂłn.

Mirando por encima, notĂł la mancha oscura y hĂşmeda que se extendĂ­a por la parte posterior de la camisa de Franky, filtrándose lentamente hacia afuera desde el agujero de bala, y Mack recordĂł las manchas de sangre que habĂ­a manchado por todo el hombro de su propia chaqueta mientras tiraba. el cuerpo del maletero del coche. ¿CĂłmo iba a sacarlos? El traje era insustituible, habĂ­a sido cosido a mano para Ă©l por su sastre favorito, a quien Mack habĂ­a matado más tarde durante un juego de cartas. Y los zapatos italianos de cuero de Mack se rayaban terriblemente mientras continuaba cavando. Esto simplemente no se perfilaba como un gran dĂ­a.

La pala raspĂł contra la piedra y algo en la tierra desprendida llamĂł su atenciĂłn. TratĂł de decirse a sĂ­ mismo que era un trozo roto de la raĂ­z de un árbol o una roca, pero Mack reconociĂł el hueso de un dedo cuando lo vio. Se inclinĂł, tamizando la tierra suelta, y luego se levantĂł para mirar con asombro el diminuto hueso blanco que sostenĂ­a. ¿Realmente habĂ­a elegido el sitio de una tumba anterior para cavar esta nueva? MirĂł a Franky como si se preparara para compartir esta extraña broma, pero sus pensamientos se rompieron de repente. ¿No habĂ­a arrojado el cuerpo a varios metros de la tumba? Estaba seguro de ello y, sin embargo, ahora descansaba a solo unos metros de la tumba. Un sudor frĂ­o brotĂł de la frente de Mack mientras el sol se hundĂ­a. PodrĂ­a ser una buena idea darse prisa con esto, solo hazlo y sal a la carretera. La tumba estaba casi a la altura de la cintura ahora, probablemente lo suficientemente profundo como para ser suficiente. Y entonces Mack vio la moneda brillando a la luz del sol agonizante.

Nuevamente metiĂł la mano en el suelo en el fondo de la tumba y luego se levantĂł con una expresiĂłn atĂłnita. En su mano habĂ­a una pequeña moneda de oro, doblada y rayada pero aĂşn brillando ricamente a la luz dorada del sol poniente. Un lado tenĂ­a varias palabras escritas, pero parecĂ­a que no podĂ­a leer ninguna de ellas, asĂ­ que le dio la vuelta a la moneda. Y el corazĂłn de Mack dejĂł de latir por unos momentos. El lado opuesto de la moneda representaba algo en lo que Mack solo podĂ­a pensar como un monstruo. Su mente se rebelĂł ante la vista de las extremidades como arañas y las muchas filas de lo que parecĂ­an ser dientes. La mera visiĂłn de esta horrible abominaciĂłn, aunque representada de forma cruda en esta pequeña moneda maltratada, hizo que su mente se acercara peligrosamente al borde de la locura. ArrojĂł violentamente la moneda a la tumba, estremeciĂ©ndose cuando lo vio brillar allĂ­ en la Ăşltima luz del dĂ­a. LlenĂł la pala con tierra suelta y se preparĂł para cubrir la asquerosa cosa, pero en el Ăşltimo instante se detuvo. La moneda era de oro. Oro autĂ©ntico, estaba seguro. Y podrĂ­a haber más de ellos. DejĂł la pala a un lado con incertidumbre y se quedĂł considerando la situaciĂłn por un momento. Y luego se arrodillĂł en la tumba, hundiendo las manos en el suelo frĂ­o y fĂ©tido.

Poco tiempo despuĂ©s, Mack sostenĂ­a varias docenas de monedas, teniendo cuidado de no mirarlas directamente mientras se levantaba para guardarlas en sus bolsillos. MirĂł a un lado y sus ojos se encontraron con la mirada sorprendida de Franky. ¿No se habĂ­a girado la cabeza en otra direcciĂłn antes? MirĂł el cuerpo dudoso. La mano derecha todavĂ­a agarraba el gancho de carne, pero la mano izquierda parecĂ­a estar tendida de manera diferente, casi como si estuviera apuntando hacia la tumba. Mack riĂł nerviosamente ante su propia aprensiĂłn, el peso de las monedas en su bolsillo devolviĂł su atenciĂłn a la tarea que tenĂ­a entre manos. VolviĂł a dejarse caer con cuidado en la tumba y reanudĂł su bĂşsqueda. Unos cuantos huesos de dedos más, unas cuantas monedas más y, de repente, los dedos de Mack no pudieron cavar más. HabĂ­an golpeado lo que parecĂ­a ser una gran hoja plana de oro.

Mientras Mack pateaba con impaciencia la tierra que rodeaba la hoja de oro, su mente se apresurĂł a explicarlo. ¿Fue una señal o un marcador de algĂşn tipo? ¿Quizás la parte superior de un contenedor? ¿La tapa de una caja? El centro de la sábana se hizo visible y Mack retrocediĂł horrorizado. La imagen inexplicablemente aterradora de la criatura con extremidades de araña una vez más lo fulminĂł con la mirada. En el centro de su boca se habĂ­a perforado un pequeño agujero a travĂ©s del oro. No estaba obstruido con suciedad y la parte lĂłgica de la mente de Mack comenzĂł a pensar más allá del terror de la imagen del monstruo, comenzĂł a razonar que debĂ­a haber un espacio hueco debajo de la sábana. Y entonces la mano de Franky cayĂł sobre su hombro.

Gritando en voz alta, Mack arrojĂł la mano y comenzĂł a escarbar en los lados de la tumba, tratando de salir de ese horrible hoyo y regresar a tierra firme. De alguna manera, el cuerpo yacĂ­a ahora directamente al lado de la tumba, y su brazo, ahora empapado de sangre, se habĂ­a caĂ­do por el costado. Mack mirĂł hacia atrás y vio los Ăşltimos rayos del sol poniente brillar brevemente en una sola gota de sangre que caĂ­a de los dedos colgantes de Franky. ObservĂł horrorizado cĂłmo caĂ­a por el agujero de la sábana dorada. Y luego estaba perdiendo el equilibrio cuando la sábana comenzĂł a inclinarse hacia un lado, y la tierra se deslizĂł a su alrededor, desapareciendo en el agujero que de repente se abrĂ­a debajo de Ă©l. Y del agujero salĂ­an cosas, enormes miembros negros como arañas.

De algĂşn modo, Mack se agarrĂł al borde de la tumba y se impulsĂł hacia arriba. Las enormes extremidades negras se agitaban frenĂ©ticamente detrás de Ă©l y apenas se dio cuenta de que el cuerpo de Franky estaba siendo arrastrado hacia el agujero. Y luego Mack estaba en tierra firme y se puso de pie, preparándose para hacer una carrera desesperada hacia el auto. Sus ojos frenĂ©ticos recorrieron el campo y el impacto de lo que vio lo dejĂł inmĂłvil. El sol ya se habĂ­a puesto y en la creciente oscuridad los vio. Se quedaron mirando desde todas las ventanas de la granja, desde los campos asfixiados por la maleza a ambos lados, desde todos los alrededores, sus rostros inexpresivos brillando tenuemente en la creciente oscuridad mientras miraban. Por un breve momento su mente lĂłgica casi se apoderĂł de Ă©l, casi entendiĂł todas esas historias que habĂ­a escuchado de niño. Pero entonces sintiĂł un dolor demoledor en la pierna cuando el gancho para carne se hundiĂł, y sintiĂł que lo empujaban hacia abajo, hacia la tumba que Ă©l mismo habĂ­a cavado. "Siempre fuiste una comadreja, Franky" murmurĂł mientras el gancho de carne lo tiraba hacia abajo. Y luego cayĂł la oscuridad, y el silencio volviĂł, despuĂ©s de un rato, al campo.

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