Los pies



 El camino se estaba poniendo resbaladizo mientras caĂ­a la oscuridad. Mitch y Joyce estaban exhaustos y solo querĂ­an encontrar refugio de la constante llovizna; para salir de esta sinuosa carretera de montaña y descansar. Ninguno de los pequeños pueblos mineros por los que pasaron les habĂ­a ofrecido ningĂşn tipo de alojamiento, ni siquiera un lugar para comer. Solo puertas cerradas y ventanas oscuras. Era como conducir por pueblos fantasmas, pensĂł Joyce distraĂ­damente.


Luego apareciĂł el restaurante, los letreros de neĂłn proyectaban reflejos coloridos en el pavimento mojado. Cerca de allĂ­, el letrero de un hotel destellĂł su áspero mensaje rojo en la noche que se avecinaba... Vacante. Salieron de la autopista, Mitch suspirĂł aliviado y dijo algo sobre el cafĂ© caliente. Joyce sonriĂł, contenta de que el largo dĂ­a de viaje finalmente hubiera terminado.

DespuĂ©s de una comida caliente y un pastel casero sorprendentemente bueno, dejaron el restaurante y se dirigieron al hotel. El edificio estaba envuelto en la oscuridad, pero su contorno sugerĂ­a una estructura muy grande y muy antigua. La entrada principal, sin embargo, estaba brillantemente iluminada y tenĂ­a un diseño relativamente moderno. Entraron, las puertas de vidrio se cerraron con un silbido detrás de ellos, mientras la chica de la recepciĂłn los miraba con una sonrisa.

"Se ve un poco mojado por ahí", se rió entre dientes mientras se registraban. "Qué bueno que llegaste aquí cuando lo hiciste, escuché que empeorará mucho antes de la mañana".

Ella les entregĂł la llave de su habitaciĂłn. En lugar de una tarjeta de plástico, era una llave de metal real. Por alguna razĂłn, parecĂ­a recordarle a Joyce algĂşn recuerdo olvidado de la infancia, las llaves que se suponĂ­a que solo tenĂ­an los adultos, llaves desgastadas por el tiempo, que guardaban secretos y misterios inimaginables.

Ella sacudiĂł su cabeza. Debe estar teniendo sueño, es hora de encontrar su habitaciĂłn. Caminaron por un pasillo corto hasta el vestĂ­bulo principal del edificio y fue entonces cuando todo pareciĂł cambiar.

La sensaciĂłn era sutil pero innegable. La habitaciĂłn se sentĂ­a mal de alguna manera.

Tal vez fue solo la decoraciĂłn anticuada... la alfombra gastada con remolinos de color naranja y marrĂłn desteñidos, las pesadas cortinas y el voluminoso sofá y sillas de cuero. O la forma en que las luces parecĂ­an parpadear en sus pesados ​​accesorios de hierro forjado, sombras tenues que bailaban en las esquinas de la gran sala vacĂ­a.

Se sentĂ­a como si el tiempo se hubiera detenido. Como si hubiera estado quieto durante años, aquĂ­ en este lugar. Se quedĂł quieto y podrido. HabĂ­a una humedad aquĂ­, una muerte.

Una pared mostraba un gran televisor moderno, sintonizado en un maratĂłn de dibujos animados de Los Simpson. Las imágenes brillantes y alegres parecĂ­an tan fuera de lugar en esta lĂşgubre cámara, tan discordantes... Joyce casi sintiĂł que el vestĂ­bulo estaba jugando con ellas, riĂ©ndose en silencio ante su presencia.

Joyce mirĂł a Mitch, preguntándose si Ă©l estaba experimentando una aprensiĂłn similar. Le encantaban las pelĂ­culas de terror y las historias de fantasmas, por lo que le sorprendiĂł que no hiciera bromas sobre este lugar. En cambio, su expresiĂłn cansada parecĂ­a traicionar un rastro de tensiĂłn mientras cruzaban el vestĂ­bulo.

Al llegar a la parte superior de las escaleras, encontraron un pasillo estrecho y oscuro que conducĂ­a a su habitaciĂłn. Fue aquĂ­ donde Mitch se detuvo por un momento.

"Oye, ummm... esto puede sonar un poco raro pero... ¿este lugar te parece extraño?" Su voz era ligera, como si estuviera bromeando, pero Joyce podĂ­a sentir un trasfondo de incertidumbre en la declaraciĂłn.

“Oh, no empieces con esas cosas. Estoy demasiado cansada para asustarme —gruñó ella, frunciĂ©ndole el ceño juguetonamente mientras caminaban por el pasillo. Cuando llegaron a su habitaciĂłn, Joyce dijo una pequeña oraciĂłn para sĂ­ misma mientras Mitch abrĂ­a la puerta. 'Por favor', pensĂł, 'al menos deja que esta habitaciĂłn se sienta normal'. Pero por supuesto, no fue asĂ­.

Aunque solo en el segundo piso, un techo inclinado hacĂ­a que la habitaciĂłn se sintiera claustrofĂłbica, como un espacio en el ático. La pequeña ventana salpicada de lluvia no ofrecĂ­a ninguna vista excepto las ventanas oscuras y vacĂ­as del ala opuesta del edificio, como si el hotel estuviera girando para evitar que nadie viera más allá.

Mitch colocĂł su equipaje junto a una pequeña mesa de madera y empezĂł a preparar cafĂ©. Intentaron concentrarse en un programa de televisiĂłn, pero pronto decidieron que estaban demasiado cansados. Sentado en la esquina de la cama para desvestirse, Mitch se detuvo de repente y mirĂł a Joyce.

"Este rincĂłn de aquĂ­, el vacĂ­o... ¿te parece extraño o solo soy yo?"

"¿La esquina? Por supuesto que no. ¿De quĂ© estás hablando?"

“No estoy seguro, de verdad. Esta esquina se siente un poco... extraña de alguna manera”.

"Oh, cállate", se riĂł Joyce, golpeando a Mitch con una almohada. Pero cuando comenzĂł a quedarse dormida, se encontrĂł con ganas de mirar hacia la esquina de la habitaciĂłn. 'Ya dĂ©jalo', se dijo a sĂ­ misma, 'no hay nada en el rincĂłn estĂşpido'. Y despuĂ©s de un rato incierto, se durmiĂł.

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Joyce comienza a despertarse en la oscuridad.
'No, no quiero despertarme, solo quiero quedarme dormido, pero tengo que despertarme, tengo que levantarme, tengo que orinar'.

Su mente semiconsciente lucha por formar pensamientos coherentes en la oscuridad. No sĂ© dĂłnde está el interruptor de la luz. Está bien, puedo usar mi telĂ©fono celular, no quiero despertar a Mitch.

Tantea momentáneamente en la oscuridad antes de sentir el frĂ­o y reconfortante plástico de su telĂ©fono celular en la mesita de noche. Enciende el telĂ©fono mientras silenciosamente comienza a deslizarse fuera de la cama.

'Ten cuidado ahora, no enciendas la luz en ningĂşn lugar que no sea en el suelo justo en frente de ti. No querrás ver sus pies.

¿Que demonios? De donde vino eso? no hay pies...

Camina silenciosamente alrededor de la cama, protegiendo cuidadosamente la luz para que solo ilumine un área pequeña frente a ella. Sabe que está sola aquĂ­ con Mitch. No hay nadie más en la habitaciĂłn. Pero en el fondo, una parte de Joyce que todavĂ­a está dormida está tratando de decirle la verdad.

Y con cada paso silencioso, Joyce está cada vez más segura de que si no tiene cuidado, si la luz brilla a lo largo de las paredes, verá los pies. Filas de ellos a lo largo de las paredes, pies pálidos, pies mojados, pies muertos.

Joyce se dice a sĂ­ misma que se concentre, que solo se concentre en cruzar la habitaciĂłn. Pero ella ya puede verlos tan claramente en su imaginaciĂłn, los pequeños pies jĂłvenes y los viejos pies arrugados y los que les faltan los dedos y los que...

'¡Basta!' exige su mente semiconsciente. '

Un repentino dolor agudo le sube por la pierna cuando tropieza con el equipaje que Mitch dejĂł junto a la mesa. Cayendo hacia adelante, trata desesperadamente de aferrarse al pequeño telĂ©fono de plástico, pero se le escapa de los dedos, derramando luz sobre la habitaciĂłn a oscuras. Y Joyce mira hacia arriba para ver todas las caras podridas ahogadas.


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Ha pasado un tiempo y Joyce no piensa muy a menudo en esa noche. Se dice a sĂ­ misma que solo fue un sueño. Pero nunca volverá a ese hotel. Porque sabe, sin lugar a dudas, que si alguna vez regresara, todos seguirĂ­an allĂ­. Esperando.






(Nota del autor: no toda esta historia realmente sucediĂł, pero la mayor parte sĂ­ sucediĂł).

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