Camaleon



 Nunca quise matar a Elgin Banks. Quiero dejar eso completamente claro. El hecho es que pensĂ© que era un tipo muy agradable. Al principio, de todos modos...


Por eso me ofrecĂ­ a llevarlo. Por lo general, soy un poco reacio a confiar en los extraños, ya veces eso es sabio en una ciudad como Denver, pero Ă©l parecĂ­a completamente inofensivo allĂ­ de pie en el estacionamiento.

Acababa de bajar del aviĂłn y estaba metiendo la bolsa de mi cámara en la cajuela de mi auto, deseando alejarme del ajetreado aeropuerto y regresar a mi humilde apartamento. Su voz vacilante apenas era lo suficientemente alta como para ser notada.
"Ummm... disculpe, señor?"

MirĂ© hacia arriba, probablemente con el ceño fruncido de impaciencia, y vi a un hombre de veintitantos o treinta años, de complexiĂłn media, que vestĂ­a una camisa azul sencilla y vaqueros. Llevaba una mano a su frente.

“Ummm”, continuĂł, “Hola, mi nombre es Elgin y, ummm… Necesito un favor. Me lastimĂ© un poco la cabeza y creo que necesito que me lleven al hospital. PensĂ© que, dado que eres un compañero fotĂłgrafo, tal vez no te importarĂ­a darme un aventĂłn”.

ParecĂ­a demasiado tĂ­mido para mantener el contacto visual por más de un momento, pero sonriĂł de una manera muy cautivadora mientras hablaba. Además, me sentĂ­ un poco halagado de que me llamaran fotĂłgrafo, ya que solo soy un aficionado. Y tambiĂ©n, notĂ© un hilo delgado de sangre que se filtraba de su mano.
"No hay problema", me encontrĂ© diciendo, preocupada por lo gravemente herido que podrĂ­a estar. "SĂşbete".

Se desplomó en el asiento del pasajero bastante débilmente, pero pareció sentarse un poco más derecho mientras conducía por las torres de control de vuelo del aeropuerto.
“Nombre es Banks, Elgin Banks.”
ExtendiĂł su mano libre y encontrĂ© su apretĂłn de manos sorprendentemente firme. Su voz sonaba mucho más confiada ahora, y me aliviĂł pensar que podrĂ­a estar sintiĂ©ndose mejor.

“Gracias por el viaje, lo aprecio. PodrĂ­a haberle preguntado a alguien en la torre, pero están teniendo un dĂ­a ajetreado, asĂ­ que..."
"Oh, ¿trabajas en las torres de control?" Yo preguntĂ©.
"Sí, los he estado aterrizando durante siete años".

De niño siempre me habían fascinado los aeropuertos, y no me sorprendió descubrir que todavía sentía cierto asombro al escuchar que mi pasajero era un operador de control de vuelo.
"Eso suena como una lĂ­nea de trabajo realmente fascinante", ofrecĂ­ con entusiasmo.
“No sĂ©, supongo que está bien”, respondiĂł. “Sin embargo, no es lo glamoroso que todos creen que es. En realidad, a veces se vuelve bastante aburrido…”

Estaba un poco sorprendido, pero no proseguĂ­ con el tema. Estaba pálido de nuevo y decidĂ­ dejarlo descansar mientras me dirigĂ­a hacia el pueblo, tratando de recordar el camino más rápido al Hospital. Cabalgamos en silencio hasta llegar a un desvĂ­o en la Interestatal 70, todavĂ­a a unas pocas millas del pueblo.

“¡EstĂşpida construcciĂłn!” MurmurĂ© con impaciencia mientras nos arrastrábamos por el lugar de trabajo, el equipo pesado arrancaba el concreto mientras se apisonaba la tierra nueva. "Parece que estas cosas nunca se terminan", continuĂ© con amargura.

Una gran sonrisa habĂ­a aparecido en el rostro de Elgin.
"¡SĂ­, bueno, esa es la cosa!" hablĂł con una risa sorprendentemente profunda. “Palmer y Floyd, lo hacen bien. Pero el jefe de equipo, Monty, ¡nunca sabe cĂłmo hacer nada! El tipo simplemente no puede organizarse, ¿sabes?

Me sorprendiĂł pensar que Elgin podrĂ­a conocer personalmente a la cuadrilla cercana de trabajadores de la carretera. No es imposible, pero es una ciudad lo suficientemente grande como para hacer que tal idea sea tremendamente improbable. Y mi confusiĂłn momentánea se profundizĂł con su siguiente comentario.
"No creas que nos conocemos, amigo" sonriĂł, extendiendo su mano libre. "Se llama Elgin Banks".

SentĂ­ un escalofrĂ­o al darme cuenta de que la herida de su cabeza debĂ­a ser mucho peor de lo que habĂ­a sospechado. AgarrĂ© el volante con fuerza, sintiendo una vaga sensaciĂłn de desesperaciĂłn mientras la fila interminable de autos continuaba por el carril de desvĂ­o. La salida del hospital más cercana estaba justo en el lĂ­mite de mi visiĂłn. Mientras continuábamos hacia adelante, escuchĂ© a uno de los trabajadores de la carretera detrás de nosotros llamar a alguien más en el equipo: “¡Hola, Palmer! ¡Trae a Floyd aquĂ­ un minuto!

Elgin volviĂł a quedarse callado, pero hablĂł con un resoplido de indignaciĂłn cuando llegamos al final del carril de desvĂ­o.
“MI rincĂłn” refunfuñó misteriosamente.

Lo miré con una mirada inquisitiva y señaló a un hombre que vendía flores al costado de la carretera.
“Ese era MI rincĂłn hasta que llegĂł ese idiota y causĂł problemas. Estuve vendiendo flores allĂ­ todo el verano y Ă©l viene y me empuja calle abajo y toma mi esquina. Ya sabes, las flores que está vendiendo, ¿ni siquiera son realmente rojas? No señor, los TINTE de rojo, y luego no duran más de un dĂ­a.
Se cruzĂł de brazos con un puchero. Me concentrĂ© en la salida distante del hospital, mi sensaciĂłn de desesperaciĂłn creciĂł sustancialmente.

DespuĂ©s de lo que pareciĂł una eternidad llegamos al hospital. EstacionĂ© el auto y comenzamos la corta caminata hacia la entrada de emergencia. Tuve un impulso momentáneo de señalarle la direcciĂłn correcta y seguir mi camino feliz, porque estaba empezando a ponerme seriamente nerviosa. ¿Y si se volvĂ­a peligroso o algo asĂ­? Pero Ă©l no habĂ­a actuado de manera amenazante hasta el momento. DecidĂ­ que serĂ­a cruel abandonarlo en este punto. Que muestra lo tonto que soy.

Más adelante habĂ­a una parada de autobĂşs, donde dos ancianas charlaban tranquilamente. A medida que nos acercábamos a ellos, el paso de Elgin se hizo más lento. PareciĂł encorvarse hacia adelante, y su expresiĂłn se volviĂł algo preocupada, como si no pudiera ver bien, o como si le dolieran los dientes.
"Espero que sepas que aprecio tu ayuda", dijo en voz baja mientras sostenĂ­a la parte superior de su brazo para apoyarme. No puedo moverme como solĂ­a hacerlo. Ya no soy un hombre joven, ya sabes. ¿SabĂ­as que solĂ­a ser bailarina?

Pasamos la parada de autobús, pero estábamos a solo unos pasos de ella cuando Elgin de repente se puso muy derecho y me quitó la mano de la parte superior del brazo.
“Oye, hombre, ¿de quĂ© estás hablando? ¡Agarrándome asĂ­! Hombre, eres peor que Suzy”.

Me quedĂ© mirando desconcertado mientras el autobĂşs se detenĂ­a detrás de nosotros. Sus puertas se abrieron con un siseo y varias personas jĂłvenes salieron arrastrando los pies, vestidos en su mayorĂ­a de negro y cargando lo que parecĂ­an estuches de guitarra.
"Tu cabeza. ¿Recordar?" EmpecĂ© a explicar.
"Oh, sĂ­, eso", respondiĂł, dándome una sonrisa sarcástica. “Pasa de vez en cuando. Consigue una multitud que no espere escuchar una banda gĂłtica, agrega mucho alcohol, agrega una banda gĂłtica, agrega mucho alcohol, mezcla bien... y POW, alguien suele ser golpeado en la cabeza con una botella de cerveza".
Estaba tirando de Ă©l en la direcciĂłn general de las puertas del hospital cuando uno de los niños de negro se volviĂł hacia uno de los otros y sonriĂł con suficiencia: "Suzy ... ¡buen trabajo que nos reservaste!"

ParecĂ­a un enorme alivio estar finalmente dentro, y caminamos rápidamente hacia el área de admisiĂłn. Pero el ritmo de Elgin aumentĂł repentinamente, y de nuevo apartĂł mi mano, esta vez de forma distraĂ­da. LlamĂ© mientras Ă©l avanzaba.
“¡Vaya, compañero! ¿Cual es la prisa? Probablemente deberĂ­as tratar de mantener la calma en este momento. Ya sabes, trata de no enojarte demasiado.
Se volviĂł hacia mĂ­ con una mirada indignada.
"¿Disgustado? ¡Quiero que sepas que estoy bastante tranquilo, pero una vida pende de un hilo mientras hablamos!

Estuve a punto de asegurarle que su herida probablemente no era tan grave como todo eso, pero su verdadero significado se hizo más claro a medida que continuaba.
“Mi nombre es Dr. Eglin Banks, y debo operarme en dos minutos. ¡Si esa niña se mantiene bajo anestesia durante demasiado tiempo, toda la cirugĂ­a cerebral podrĂ­a verse comprometida!

Creo que dejĂ© de respirar por un segundo o dos. Recuerdo claramente tener un deseo muy fuerte de gritar. ¡Iba a tratar de hacer una CIRUGĂŤA! Tal vez el personal del hospital pudiera evitar que se metiera en problemas, pero ¿y si no podĂ­an? ¿Y si hiriĂł a alguien? ¿QuĂ© iba a HACER con este tipo?

Lo estaba sacando del hospital antes de tener un plan coherente. Cuando lo llevĂ© de regreso al auto, me di cuenta de que no habĂ­a nada que pudiera hacer más que arrastrarlo a mi departamento, tirarlo en el sofá por la noche y esperar que toda esta situaciĂłn cada vez más aterradora pudiera parecer de alguna manera más manejable por la mañana.

Como es natural, mi coche se negĂł a arrancar.

Estábamos a poca distancia de mi edificio de apartamentos, pero fue uno de los paseos más largos y extraños que he tenido. No puedo recordar con precisiĂłn en cuántas personas diferentes se convirtiĂł Elgin durante esa caminata, pero me sentĂ­ indescriptiblemente aliviado de llegar al tramo final. Por fin, todo lo que quedaba entre nosotros y la esperanzada seguridad de mi apartamento era Cheesman Park, que estaba casi desprovisto de un alma viviente.

Entrando en la agradable sombra de los árboles circundantes, entramos en el camino que conduce al parque. Elgin se detuvo momentáneamente junto a dos ancianos que jugaban una partida de ajedrez.
“Reina al alfil del rey tres. ¿Ver? AsĂ­ es como Ă©l te gana siempre.
Uno de los hombres riĂł con deleite mientras el otro tartamudeaba con disgusto, y continuamos nuestro camino.

Mirando al otro lado del parque, ahora podĂ­a ver mi antiguo edificio familiar de apartamentos elevándose por encima de la distante lĂ­nea de árboles. EmpecĂ© a pensar que todo iba a salir bien despuĂ©s de todo. Y Elgin de repente dejĂł de avanzar.

"¿QuĂ© pasa, amigo?" engatusĂ©. "Casi estámos allĂ­."
Pero parecĂ­a reacio a hablar, repentinamente nervioso y confundido, su rostro se puso alarmantemente pálido. Y simplemente no parecĂ­a querer dar un paso más.
“Vamos, Elgin”, supliquĂ© a medias, “¡Estarás bien, pero debes confiar en mĂ­!”
No podĂ­a creerlo. ¡Tan cerca de nuestra meta y ahora esto! MirĂ© a mi alrededor frenĂ©ticamente, buscando alguna respuesta a este Ăşltimo desastre. Mi mirada desesperada cayĂł sobre un policĂ­a que patrullaba un rincĂłn distante del parque.

"¿QuĂ© hay de Ă©l?" Le preguntĂ© a Elgin. "¿No se enojará si no patrullas el parque?"
No tenĂ­a ningĂşn otro plan y esperaba desesperadamente que esta estratagema pudiera ser efectiva. Y eso fue.
"¿QuiĂ©n, Wally?" Elgin se burlĂł. “Él está enojado todo el tiempo, entonces, ¿quĂ© diferencia hace ESO?”
Elgin avanzó rápidamente, con una mirada determinada en su rostro.
Y cayĂł muerto en seco.

Fue solo más tarde esa noche, viendo las noticias en mi apartamento, que me di cuenta de lo que habĂ­a hecho. DespuĂ©s del informe sobre el hombre encontrado muerto en Cheesman Park, y la nota a pie de página sobre mi interrogatorio y liberaciĂłn, habĂ­a un breve resumen de la larga y terrible historia del parque.

En 1858, un hombre llamado William Larimer fundĂł el cementerio Mount Prospect. Los entierros eran principalmente de pobres y criminales, y el cementerio quedĂł muy descuidado. PasĂł a llamarse City Cemetery en 1873 y era propiedad de un ebanista llamado John Walley. La protesta pĂşblica por su continuo estado de abandono llevĂł a la ciudad, en 1890, a hacerse cargo del cementerio y formar un plan para deshacerse de Ă©l. Se proporcionaron 90 dĂ­as para cualquiera que quisiera retirar el cuerpo de un familiar, pero más de 5.000 cuerpos quedaron sin reclamar. En 1893, la ciudad contratĂł a un empresario de pompas fĂşnebres llamado EF McGovern para trasladar los cuerpos. Se utilizaron cajas más pequeñas que los ataĂşdes originales y los cuerpos se rompieron lo necesario para que cupieran dentro de ellos. Un alcalde enojado, que habĂ­a estado fuera de la ciudad, puso fin a las exhumaciones inmediatamente despuĂ©s de su regreso. Pero los cuerpos que aĂşn no habĂ­an sido retirados simplemente se dejaban donde estaban. Para el año 1907, City Cemetery tenĂ­a un nuevo nombre, uno que lleva hasta el dĂ­a de hoy… Cheesman Park.

Y así es como maté a Elgin Banks.

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