LENNY

 


Realmente no me gustan mucho las pelĂ­culas de zombis. SolĂ­a ​​amarlos, pero ya no. No desde que vi a mi compañero de cuarto muerto parado en la esquina de Spruce y 7th Street. Pero tal vez deberĂ­a empezar por el principio...


Estaba comenzando mi segundo año en la universidad comunitaria y Leonard Brice era mi compañero de cuarto. Era un tipo alto y tranquilo que pasaba la mayor parte de su tiempo libre estudiando. Yo, por otro lado, pasaba mi tiempo libre tocando en una banda de garaje en la calle 12, a pocas cuadras de Spruce Avenue. Esa siempre ha sido una parte sĂłrdida de la ciudad, y Lenny siempre se negĂł a ir allĂ­. Esto me dejĂł solo para llevar mi viejo y tosco amplificador y mi guitarra desde la parada del autobĂşs hasta la casa de la banda. Sobre todo, me molestaba que no viniera a escuchar a la banda, pero era un buen tipo y sabĂ­a que no pretendĂ­a faltarle el respeto. Era solo un niño lejos de casa, tratando de mantenerse a flote en la tierra de la academia, aterrorizado por las responsabilidades de los adultos que esperaban a la vuelta de la esquina. Para Ă©l, caminar por esa parte de la ciudad era como arrastrarse por un agujero oscuro y profundo, con la esperanza de que no fuera t lleno de arañas. A veces sentĂ­a la misma sensaciĂłn, pero disfrutaba de la leve sensaciĂłn de peligro. Me hizo sentir un poco más vivo de alguna manera. Y además, mi lugar favorito en la ciudad estaba en Spruce y 7th... Clancy's Pawn Shop.

Clancy siempre ha tenido guitarras realmente geniales. Me gustaba ese viejo sonido de Fender que solo puedes obtener de una Stratocaster o una Tele. La Stratocaster era mi favorita, pero las Telecasters tenĂ­an mástiles más delgados y se veĂ­an un poco más funky. Clancy siempre ha tenido un montĂłn de ambos, asĂ­ como varios Gibson gordos y agradables y, a veces, un Rickenbacker o un BC Rich colgando allĂ­ en toda su extravagante gloria. La banda a menudo caminaba las cinco cuadras hasta Clancy's solo para pararse y mirar todos esos maravillosos instrumentos, preguntándose si no quedaba algo en nuestros armarios, algo olvidado en los baĂşles de nuestros autos, algo que podrĂ­amos vender por lo suficiente para comprar. una de estas creaciones milagrosas. Clancy's Pawn Shop fue, para nosotros, un lugar mágico. No me sorprende que me encontrara dirigiĂ©ndome allĂ­ despuĂ©s de la muerte de Lenny.

Lo mataron mientras cruzaba la calle Madison. La parrilla delantera de un autobĂşs grande dejĂł su forma destrozada tirada allĂ­ bajo la lluvia. El autobĂşs en cuestiĂłn nunca fue identificado y, para mi asombro, la vida continuĂł, a pesar de que Lenny ya no formaba parte de Ă©l. Pero comencĂ© a tener dificultades para disfrutar tocando la guitarra y eventualmente dejĂ© la banda. Me volvĂ­ bastante solitario, pasando la mayor parte de mi tiempo concentrándome en mis estudios. Mis calificaciones mejoraron, pero el tiempo parecĂ­a haberse detenido de manera incĂłmoda. Fue solo despuĂ©s de varios meses que me di cuenta de que realmente no me habĂ­a divertido en mucho tiempo. Finalmente, una noche me encontrĂ© caminando por Spruce Avenue, pensando en Clancy's y todas esas increĂ­bles guitarras. Pero Lenny nunca abandonĂł por completo mis pensamientos, y mi conciencia de la sombra que habĂ­a caĂ­do sobre mĂ­ desde su muerte nunca disminuyĂł. AsĂ­ que puedes imaginar mi sorpresa cuando lo vi parado allĂ­ en la esquina de la calle 7. No, no puedes. No importa eso.

Estaba a media cuadra de Clancy's cuando notĂ© por primera vez la figura alta y delgada de pie en la esquina. Llevaba un traje oscuro y cuando me acerquĂ© me sorprendiĂł lo perfectamente quieto que parecĂ­a estar de pie. Casi parecĂ­a como si una de las tiendas locales hubiera dejado un maniquĂ­ afuera para pasar la noche. A medida que me acercaba, se empezaron a notar otros detalles. El traje arrugado estaba hecho jirones y parecĂ­a manchado de barro y mugre. A sus pies, un sombrero vuelto hacia arriba contenĂ­a unos cuantos billetes y un pequeño puñado de cambio. Un trozo de cartĂłn roto descansaba sobre su pecho, colgando de una cuerda alrededor de su cuello. 'NECESITO COMIDA POR FAVOR AYUDA' decĂ­a el mensaje garabateado allĂ­. Al hombre le faltaba un brazo. Y mirando hacia arriba, reconocĂ­ a mi compañero de cuarto Lenny. Estaba mortalmente pálido y su cabello colgaba en mechones lacios sobre su rostro, pero definitivamente era Ă©l.

Una de las pocas cosas que me habĂ­a molestado de Lenny era su hábito de agarrar accidentalmente mis gafas en lugar de las suyas. Mientras estaba de pie mirándolo ahora, esas gafas de sol me divirtieron y me aterrorizaron. ¡Lenny estaba muerto! No podĂ­a estar parado aquĂ­ en la esquina usando mis gafas y mirando fijamente hacia la calle. Mi mente se estaba destrozando a sĂ­ misma tratando de darle sentido a las cosas. Esto simplemente no podĂ­a ser.

Continuó inmóvil, sin dar señales de reconocimiento cuando me acerqué vacilante.

"¿Lenny?" TartamudeĂ© dĂ©bilmente. "¿Estás bien?"

La vocecita en la parte de atrás de mi cabeza, a la que me refiero como mi sabelotodo interior, comenzĂł a chillar cosas como '¿Se ve bien?' y '¿Realmente esperas que estĂ© bien?' y '¿Podemos irnos a casa ahora?' Nunca he encontrado que mi sabelotodo interior sea de mucha ayuda, asĂ­ que decidĂ­ ignorarlo. Lenny permaneciĂł inmĂłvil. AgitĂ© una mano frente a Ă©l, sintiĂ©ndome un poco ridĂ­culo.

"Oye, hombre, soy yo... Joe. ¡Tu antiguo compañero de cuarto!" Me quedĂ© esperando alguna señal de reconocimiento, o al menos alguna evidencia de que, de hecho, estaba vivo. Durante un largo rato simplemente se quedĂł mirando fijamente hacia adelante. Luego, mientras me preguntaba si deberĂ­a decir algo más o simplemente seguir mis instintos horrorizados y alejarme, volviĂł la cabeza más directamente hacia mĂ­. Su cabeza girĂł muy lentamente.

"Joe" dijo lentamente con voz áspera. Su voz era como papel de lija sobre metal oxidado. Hay algo indescriptiblemente horrible en escuchar a los muertos decir tu nombre. Pero por supuesto, insistĂ­a mi mente, no está muerto. Está parado justo aquĂ­ frente a mĂ­, asĂ­ que tiene que estar vivo. ¿Derecha? Mi sabelotodo interior me ofreciĂł una respuesta, pero me neguĂ© a escuchar. Lenny no dijo nada más. Su mirada pareciĂł volver a la concurrida calle. ObservĂ© en silencio sus rasgos sorprendentemente pálidos. Por un momento considerĂ© extender la mano para agarrar su brazo restante, pero algo dentro de mĂ­ retrocediĂł ante la idea y me encontrĂ© sin ganas de tocarlo. RetrocedĂ­ unos pasos, cada fibra de mi ser insistĂ­a en que algo terrible estaba pasando aquĂ­. Y luego volviĂł lentamente su cabeza hacia mĂ­.

"¿Nancy?" dijo con voz áspera.

Me quedĂ© congelada por unos momentos, sin saber si decirle la verdad era una buena idea. Y luego simplemente se derramĂł.

"Lloró durante semanas después de tu muerte. Todos estábamos preocupados, pero finalmente pareció calmarse y aceptar la pérdida. Incluso se inscribió en algunas clases adicionales, dijo que quería aprender más sobre arte. Se ahorcó el martes pasado. Lo siento, Lenny. Realmente lo siento".

VolviĂł su mirada vacĂ­a hacia la calle, muy lentamente.

Y luego un cuerno resonĂł ásperamente desde el callejĂłn cercano. La cabeza de Lenny se sacudiĂł hacia el sonido con una velocidad antinatural. Era casi como si alguien hubiera editado algunos fotogramas de la realidad... en un instante estábamos frente a la calle, al siguiente instante su cabeza estaba girada hacia el callejĂłn. Mientras miraba con asombro, muy lentamente volviĂł su mirada oscura a la calle y luego mirĂł hacia abajo. Se inclinĂł hacia delante, moviĂ©ndose con una lentitud irregular, como si tuviera la espalda herida o las vĂ©rtebras fusionadas. Sus manos pálidas y rĂ­gidas se agacharon y agarraron el sombrero y su escaso contenido. Levantándose dolorosamente, girĂł vacilante hacia el callejĂłn y comenzĂł a avanzar.

Sus pasos eran inconexos y torpes, como si sus huesos hubieran sido rotos y colocados incorrectamente. Sus movimientos eran completamente antinaturales y de alguna manera repulsivos de contemplar, pero su ritmo era sorprendentemente rápido. No puedo explicar quĂ© me hizo seguirlo hasta ese callejĂłn. Es justo lo que hice.

En el otro extremo del callejĂłn se encontraba un gran autobĂşs escolar. Una farola revelaba tenuemente "Primera Iglesia Metodista" escrita en letras desvaĂ­das en uno de sus costados. Gran parte del autobĂşs estaba cubierto de graffiti, palmeras de dibujos animados y peces que decoraban sus paneles oxidados. La fila de ventanas a lo largo del costado parecĂ­a estar cubierta con una especie de malla de alambre pesado, como las de un furgĂłn de prisiĂłn. El tráfico de una calle cercana iluminĂł momentáneamente el interior y pude distinguir filas de pasajeros sentados inmĂłviles dentro. La parrilla delantera del autobĂşs estaba abollada en varios lugares. Las puertas del vehĂ­culo se abrieron y la mĂşsica reggae se derramĂł en el oscuro y hĂşmedo callejĂłn.

Lenny siguiĂł arrastrándose horriblemente hacia el autobĂşs, pero yo retrocedĂ­. Algo en mi interior me decĂ­a que no querĂ­a acercarme demasiado a ese autobĂşs, por nada del mundo. Tal vez fue solo miedo, simple y llanamente, pero por alguna razĂłn me retirĂ©. Lenny siguiĂł adelante, llegando al autobĂşs y subiendo lentamente los escalones. La luz de la calle a regañadientes proporcionĂł suficiente luz para que yo viera a Lenny entregar su sombrero al conductor, quien permaneciĂł en la sombra mientras lo arrojaba en una caja a su lado. Y luego Lenny se volviĂł lentamente hacia las filas de asientos. QuerĂ­a gritar, correr hacia adelante, hacer algo para evitar que caminara por ese pasillo y encontrara un lugar para sentarse. Pero, para mi sorpresa, siguiĂł girándose hasta quedar frente a mĂ­ y se quedĂł inmĂłvil en la puerta.

Mi sabelotodo interior comenzĂł a gritar incoherentemente. Pero todavĂ­a era mi amigo Lenny el que estaba parado allĂ­, asĂ­ que crucĂ© el callejĂłn oscuro y hĂşmedo y me acerquĂ© a la puerta del autobĂşs. Me detuve en el escalĂłn más bajo y me quedĂ© mirando a mi antiguo compañero de cuarto.

"Olvidé" dijo con voz áspera.

Alcanzando bruscamente hacia arriba, agarrĂł las gafas de sol, se las quitĂł y me las tendiĂł. Mientras los tomaba, lo mirĂ© a los ojos. Eran de un blanco opaco, seco y polvoriento, sin pupilas. Pude ver pequeños montones de barro adheridos a los bordes de ambos globos oculares. El globo ocular derecho estaba agrietado, como una cáscara de huevo, al que le faltaban algunas partes.

Mientras retrocedĂ­a horrorizado, el motor resonĂł y se puso en marcha, y el autobĂşs se tambaleĂł hacia adelante. Me quedĂ© mirando mientras se desvanecĂ­a en la oscuridad de una calle lateral. Luego puse las gafas de sol en mi bolsillo y regresĂ© a la parada del autobĂşs, para que me llevaran a la oscuridad con mi propia multitud silenciosa de extraños.

DespuĂ©s de esa noche dejĂ© de salir del campus con tanta frecuencia. Eventualmente me graduĂ© y me unĂ­ a una empresa de electrĂłnica. El año pasado comencĂ© con otra banda, pero no tocamos reggae. Y ya no me gustan mucho las pelĂ­culas de zombis.

Nunca volvĂ­ a ver a Lenny, excepto en mis pesadillas. Pero tengo un montĂłn de esos.

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