Primera toma:
Hank Nelson volviĂł a cerrar el vaso y derramĂł unas gotas de whisky en la barra. Él frunciĂł el ceño. La parte superior de la barra era demasiado baja para un tipo de su tamaño, y los taburetes eran demasiado altos, hechos para que esos tipos flacuchos pudieran sentarse alto y sentirse importantes. Hank resoplĂł mientras se sentaba encorvado sobre su vaso como un gran oso enojado en una pequeña cueva oscura. Hank le indicĂł al cantinero que se acercara y mirĂł alrededor de la taberna dĂ©bilmente iluminada. Tres o cuatro parejas estaban sentadas charlando tranquilamente en las cabinas más apartadas, pero a excepciĂłn de Hank, el bar permanecĂa vacĂo. VolviĂł a mirar hacia abajo y notĂł que la mancha de whisky en su servilleta de papel hacĂa que la tinta barata se desvaneciera, arruinando el remate del chiste malo que se habĂa impreso allĂ. "Lástima" pensĂł secamente. "PodrĂa haber usado una broma". La mancha de tinta le recordĂł la mancha en la manga de su chaqueta,
SerĂa diferente si ella le prestara un poco de atenciĂłn de vez en cuando. Pero ella siempre estaba arriba pintando esa porquerĂa que pintaba. Una mierda extraña y ondulada que no se parecĂa a nada. Ella lo llamĂł 'arte'. Pero sus comidas siempre estaban listas cuando tenĂa hambre, y la ropa lavada estaba a cargo, asĂ que si ella querĂa perder el resto de su tiempo fingiendo ser una especie de 'artista', bien. Lo que. Pero un chico necesita un poco de atenciĂłn a veces. Su mirada se posĂł en el taburete vacĂo al final de la barra. "Ella estará aquĂ" se dijo a sĂ mismo. "Dale tiempo, ella estará aquĂ".
Tercer tiro:
SegĂşn el cantinero, su nombre era Noreen, y era la mujer más increĂble que Hank habĂa visto en su vida. Con Sarah sintiĂ©ndose tan 'inspirada' Ăşltimamente acerca de su pasatiempo, Hank se habĂa dado cuenta de que le quedaba mucho tiempo para matar y habĂa comenzado a caminar por la noche. Durante uno de esos paseos, varias semanas antes, la habĂa visto por primera vez, saliendo de un taxi en la calle Cincuenta y nueve. Se habĂa quedado asombrado cuando su elegante forma cruzĂł la acera, y luego la siguiĂł hasta esta pequeña taberna en penumbra. Se habĂa sentido demasiado intimidado para acercarse a ella directamente y, en cambio, pasĂł media hora mirándola desde el otro lado de la habitaciĂłn antes de finalmente volver a casa. Pero volviĂł a la noche siguiente. Y le habĂa preguntado a la camarera, que siempre parecĂa estar sonriendo ante alguna broma privada, cĂłmo se llamaba.
HabĂa regresado a la taberna varias veces desde que vio a Noreen por primera vez, pero nunca habĂa tenido el valor de acercarse a ella. Hace dos noches, mientras Ă©l estaba sentado admirándola desde la distancia, de repente ella se volviĂł directamente hacia Ă©l. Y ella le habĂa regalado una sonrisa que le helĂł la sangre en las venas, una sonrisa que salĂa más de sus ojos que de sus labios de rubĂ, una sonrisa que decĂa 'SĂ© lo que estás pensando, y lo apruebo'. Y luego ella saliĂł por la puerta y Hank se quedĂł mirando sin aliento. Fue entonces cuando habĂa decidido que esta noche serĂa la noche, que esta vez se acercarĂa a ella, le hablarĂa, escucharĂa su voz... casi se alegrĂł de derramar la pintura.
Quinto tiro:
Estaba saliendo por la puerta cuando Sarah lo llamĂł desde arriba. "¿PodrĂas traerme mi vaso para cepillos?" Y efectivamente, allĂ estaba la taza de plástico llena de pinceles, junto a varios vasos de pintura en una mesa al pie de las escaleras. ¿TenĂa que ser tan atolondrada? Ella siempre dejaba las cosas tiradas en el lugar equivocado, y eso lo molestaba aĂşn más que la mĂşsica de jazz dĂ©bil que le gustaba escuchar, el tipo de mĂşsica endeble que ahora salĂa por la puerta abierta de la habitaciĂłn de invitados que ella llamaba su "arte". habitaciĂłn'. HabĂa recogido la bandeja que contenĂa las brochas y los botes de pintura, pero algo dentro de Ă©l se rompiĂł cuando comenzĂł a subir las escaleras.
Tal vez fue el horrible dĂa que habĂa tenido en el trabajo, tan horrible que simplemente se sentĂł a beber desde que llegĂł a casa. Tal vez fue la forma en que Sarah insistiĂł en perder el tiempo arriba en lugar de ver la televisiĂłn con Ă©l, o tal vez fue solo esa mĂşsica de jazz cursi y dĂ©bil que se filtraba desde arriba. Pero por alguna razĂłn, una vocecita en la cabeza de Hank lo convenciĂł de que ya habĂa soportado suficiente, y arrojĂł la bandeja al suelo, derramando un arcoĂris de colores vibrantes por toda la alfombra. Su satisfacciĂłn momentánea se arruinĂł al darse cuenta de que habĂa manchado la manga de su chaqueta favorita, y la vocecita en su cabeza ahora señalaba que la alfombra probablemente estaba arruinada. Sarah nunca le permitirĂa escuchar el final de esto. "Al diablo", se quejĂł, cerrando la puerta de entrada con fuerza mientras se alejaba pisoteando en la noche. El timbre roto, que nunca habĂa reparado, optĂł ahora por tocar tres veces. Se habrĂa reĂdo si no hubiera estado tan enojado.
Octavo tiro:
Hank arrojĂł algunos billetes más al cantinero, que aĂşn parecĂa tener esa sonrisita secreta, y volviĂł su atenciĂłn hacia el taburete vacĂo al final de la barra. Pero su vista estaba bloqueada por un hombrecito de aspecto desagradable que se habĂa sentado junto a Ă©l mientras miraba hacia otro lado. El primer impulso de Hank fue decirle al pequeño gamberro que se largara y buscara otro lugar para sentarse, pero el hombre era tan repelente fĂsicamente que Hank se mostrĂł reacio incluso a hablar con Ă©l. El cuerpo frágil del hombre se agazapaba en un abrigo marrĂłn raĂdo, y algo en las facciones del hombre le recordĂł desagradablemente a Hank a un roedor. Hank se estaba preparando para encontrar un taburete diferente, pero luego el pequeño volviĂł su mirada hacia Hank, revelando los ojos más tristes que Hank habĂa visto en un ser humano. Incluso más tristes que los ojos de un perro, parecĂan. Y cuando hablĂł,
"¿Tienes una luz, amigo?"
"Umm... sĂ", tartamudeĂł Hank, buscando distraĂdamente el encendedor en su bolsillo mientras el cantinero sentaba un vaso de whisky escocĂ©s frente a este extraño pequeño extraño.
"Me llamo Harvey" sonriĂł el hombre mientras le tendĂa una mano pálida y delgada. La sonrisa quitĂł un poco de la tristeza de los ojos, pero no mucho. Y los dientes estaban mal. Hank dudĂł en estrechar la mano ofrecida, pero no vio otra opciĂłn. "Soy un limpiador. ¿TĂş?"
Al darse cuenta de que era demasiado tarde para evitar hablar con este pequeño y feo gnomo, Hank murmuró algo sobre su trabajo como asesor de inversiones y volvió a mirar la barra con la esperanza de terminar la conversación. Pero el pequeño idiota aparentemente solo estaba comenzando.
"SolĂa ser sacerdote, ¿sabes?", continuĂł, como si no solo se lo dijera a Hank, sino que tambiĂ©n se lo recordara a sĂ mismo. "Yo tambiĂ©n era bueno. Pero ya sabes cĂłmo van las cosas... ganas unos cuantos, pierdes unos cuantos..." su voz se apagĂł momentáneamente mientras sorbĂa el whisky. Hank pensĂł con suerte que habĂa terminado de hablar, pero luego continuĂł mientras Hank miraba nerviosamente más allá de Ă©l hacia el taburete aĂşn vacĂo al otro lado de la habitaciĂłn.
Undécimo disparo:
"Ahora soy un limpiador, pero el negocio no es muy bueno. Seamos honestos... mĂrame. No soy lo que llamarĂas guapo, asĂ que ¿por quĂ© alguien querrĂa hacer negocios conmigo si pudieran ¿Ayudarlo? Soy un adulto, puedo manejarlo... pero a veces duele, ¿sabes?
Hank no lo sabĂa y no le importaba particularmente. Su mente estaba en el taburete vacĂo, preguntándose cuándo llegarĂa la visiĂłn mágica llamada Noreen para ocupar su lugar allĂ. Tuvo una imagen momentánea de lo estĂşpido que se verĂa si todavĂa estuviera hablando con este pequeño asqueroso cuando ella llegara, pero el pequeño asqueroso todavĂa estaba gritando.
"Tuvimos que cerrar la tienda una vez que la gente dejĂł de venir, pero sigo limpiando alfombras y cortinas mĂłviles cuando tengo la oportunidad". El hombre roedor notĂł ahora la mancha de pintura en la manga de Hank. "¡Oye, puedo sacarte eso!" Y antes de que Hank pudiera retirarse, el asqueroso hombrecito lo habĂa agarrado de la manga y estaba vertiendo una gota de lĂquido de un pequeño frasco que habĂa sacado del interior del raĂdo abrigo marrĂłn. FrotĂł la tela entre sus dedos de rata por un momento y luego soltĂł la prenda.
"AhĂ tienes, amigo", murmurĂł con un leve toque de orgullo. "Soy un buen limpiador".
Y para sorpresa de Hank, la mancha de pintura habĂa desaparecido por completo. Una vaga idea empezĂł a recobrar el juicio y avanzĂł hacia el frente del cerebro ebrio de Hank. Si tuviera que contratar a este perdedor para limpiar esa estĂşpida pintura que habĂa derramado, tal vez Sarah no le gritarĂa al respecto.
"Sabes, tengo una alfombra que podrĂas limpiar", se encontrĂł diciendo Hank. Y toda la cara del hombre roedor cambiĂł. Hubo una sĂşbita mirada de asombrada esperanza.
"¿Lo dices en serio?" tartamudeĂł. "Verás, en realidad no he tenido trabajo durante varias semanas, y mi hijo tiene hambre, y Dios, seguro que serĂa genial si pudieras darme el trabajo, y te lo prometo..."
El pequeño asqueroso siguiĂł hablando, pero Hank de repente no estaba escuchando nada de eso. Porque más allá del pequeño gnomo repentinamente feliz, Hank ahora podĂa ver que el taburete del otro lado de la habitaciĂłn estaba ocupado. Ella habĂa entrado sin que Ă©l se diera cuenta. Noreen estuvo aquĂ.
Decimotercer disparo:
TenĂa que hacer que este enano se callara antes de que Noreen se diera cuenta de que hablaban. Si los notara juntos, sin duda considerarĂa a Hank un perdedor y no pensarĂa más en Ă©l. Pero Harvey, el Hombre Rata, se estaba desmoronando por su repentina gratitud, y Hank sabĂa que el asqueroso solo lo seguirĂa si intentaba alejarse. Necesitaba decirle a este monstruo lo que fuera necesario para liberarse y aclararse.
"Mira, no es gran cosa", comenzĂł. "Solo presĂ©ntate mañana en algĂşn momento y el trabajo es tuyo. El timbre está roto, asĂ que dejarĂ© la puerta abierta para ti". Hank se dio cuenta de repente de que ni siquiera habĂa preguntado el precio, pero ¿quĂ© importaba? Solo necesitaba callar a este perdedor para poder concentrarse en la visiĂłn mágica sentada al otro lado de la habitaciĂłn.
"¿Dejarás la puerta abierta para que pueda entrar?" repitiĂł el hombrecillo.
"SĂ, ¿no acabo de decir eso?" Hank frunciĂł el ceño con impaciencia.
"¿AsĂ que me estás invitando a tu casa?" preguntĂł el hombrecito.
¿QuĂ© estaba mal con este pequeño bicho raro? ¿No entendĂa un inglĂ©s sencillo?
"¡SĂŤ! ¡Estás invitado! Ven a limpiar las estĂşpidas manchas. ¡DisfrĂştalo! Y ahora, si me disculpas, tengo algo que atender"
Hank empezĂł a levantarse, pero de repente la mano del hombre roedor se adelantĂł y agarrĂł su solapa. Una sensaciĂłn frĂa pareciĂł extenderse desde la mano, congelando primero la chaqueta de Hank y luego su pecho. Sus extremidades se entumecieron y se encontrĂł sentado de nuevo pesadamente. El hombrecito volviĂł a sonreĂr, pero ahora era una sonrisa diferente.
"Te unirás a mĂ en una bebida. Para celebrar". Y Hank se encontrĂł incapaz de evitar que su mano alcanzara el vaso de chupito que el cantinero habĂa dejado mientras hablaban. El vaso pareciĂł elevarse hasta sus labios, y por encima del borde notĂł la mancha de tinta en su servilleta de papel, que habĂa adquirido la vaga forma de una calavera. Y luego hubo oscuridad.
Ăšltima llamada:
Hank se despertĂł y se encontrĂł sentado en el suelo, con la espalda apoyada contra los duros y frĂos ladrillos del callejĂłn detrás de la taberna. De pie frente a Ă©l estaba el hombrecito roedor, pero parecĂa haber cambiado de alguna manera. ParecĂa más alto, menos frágil. Y Hank casi podrĂa jurar que habĂa un tenue brillo rojo en los ojos del hombre.
"¿QuĂ© quieres conmigo?" Hank gruñó desafiante, aunque parecĂa que no podĂa mover sus extremidades.
"¿Quieres contigo?" repitiĂł lentamente el hombre roedor. Y luego se riĂł histĂ©ricamente, revelando unos dientes que ahora parecĂan mucho más grandes que antes y mucho más afilados.
"No quiero nada de ti más allá de lo que ya me has dado" se riĂł entre dientes el hombre. Pero tal vez te debo una explicaciĂłn. Y se acercĂł, pareciendo flotar sobre el pavimento a medida que avanzaba. Se arrodillĂł hasta que su rostro estuvo a solo unos centĂmetros del de Hank y sonriĂł como un reptil.
"Verás, me atrajo por primera vez a tu vida la mĂşsica maravillosa que salĂa de una ventana del piso de arriba de tu casa. Jazz, creo que se llama. ¡Simplemente maravilloso! Y al subir para mirar adentro, vi una serie de pinturas como que nunca he visto. El diseño y la composiciĂłn de la obra de arte fueron completamente magistrales y el uso del color fue absolutamente magnĂfico. Estaba seguro de que no podĂa haber nada más hermoso hasta que la artista misma entrĂł en la habitaciĂłn. Era una visiĂłn más allá de toda descripciĂłn, y SabĂa que nunca podrĂa vivir sin ella".
"AsĂ que me mentiste..." murmurĂł Hank.
"Tal vez. Pero también te dije la verdad a veces. Tenemos que hacerlo, ya ves. Es parte del trato".
Mientras el hombre hablaba, los cambios parecĂan continuar. Se estaba volviendo más robusto, menos feo y tal vez incluso guapo de una manera extraña.
"Realmente fui sacerdote una vez, antes de que los vampiros decidieran que serĂa divertido cambiarme. Pero les hice aceptar un trato. Solo destruyo a aquellos que se lo merecen. Como mencionĂ©, soy un limpiador. Y tĂş , señor Nelson, son una mancha".
"Puedo, por supuesto, leer tus pensamientos hasta cierto punto. AsĂ que sĂ© lo impresionado que estás con mi hija". Y en ese momento Noreen saliĂł de las sombras. "Descubrirás que estaba siendo muy honesto cuando te dije que tenĂa hambre". Y el rostro de Noreen estaba cambiando de una manera terrible, a medida que la boca se agrandaba, sus dientes se habĂan convertido en puntas afiladas y dentadas, que brillaban como los dientes de un tiburĂłn a la luz de la luna. "Ahora que has tenido la amabilidad de invitarme a tu casa, podrĂ© ofrecerle a la dulce y querida Sarah el regalo de la vida eterna. Ella tendrá toda la eternidad para crear sus deliciosas pinturas, si asĂ lo desea. Y si no, la dejarĂ© tranquila, aunque mi corazĂłn se romperá. De cualquier manera, te habrĂ© limpiado".
Harvey el Vampiro se puso en pie con gracia mientras Noreen se inclinaba más sobre la forma inmovilizada de Hank. Noreen fue muy eficiente y Harvey sabĂa que no habrĂa ruido que perturbara la tranquila noche. Sus pensamientos regresaron a la encantadora Sarah mientras caminaba rápidamente por la acera, sonriendo satisfecho y silbando en voz baja una melodĂa de jazz.
0 Comentarios