—traducida del griego al latín— es la frase milagrosa que, según cuenta Eusebio de Cesarea, historiador cristiano contemporáneo de Constantino I, vio el emperador escrita en los cielos, junto a una cruz resplandeciente, mientras preparaba sus tropas para enfrentar a Majencio, quien se encontraba pertrechado tras las murallas de Roma.
La insignia estaba formada por la unión de la X y la P, las dos primeras letras del nombre de Cristo en griego, xpistos.
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