El alma vive en el Éter divino, pero no se conoce a sà misma, goza del cielo pero sin comprenderlo.
Para hacerlo es preciso olvidarlo y recordarlo nuevamente, para amarlo deberá perderlo y reconquistarlo.
Solo aprenderá a travĂ©s del sufrimiento y no comprenderá más que por la caĂda.
AtraĂda hacia el abismo tenebroso por el deseo de conocimiento, cesa de ser alma, se reviste de un cuerpo material y entra en el cĂrculo de las generaciones, y sus encarnaciones siendo cientos de miles, ella cae, desciende y olvida.
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