El coche funebre de batalla



 Personalmente, creo que algo está pasando. Creo que está pasando algo por aquĂ­ que nadie sabe. Pero a quiĂ©n le importa lo que yo piense, ¿verdad? Quiero decir, solo soy un molinillo. Más especĂ­ficamente, soy un ingeniero automotriz involucrado en la creaciĂłn de coches fĂşnebres personalizados y vagones de flores para Hallsteader Coachworks Company. Por lo general, lanzamos algunos de los coches fĂşnebres más dulces que podrĂ­as querer ver, pero eso que terminamos la semana pasada... ¡Dios mĂ­o! Que pesadilla.


Creo que acudieron a nosotros porque no somos una gran empresa como Eureka o Superior, y solo fabricamos unas pocas docenas de vehĂ­culos funerarios cada año. Menos gente mirando, eso es mi conjetura. De todos modos, generalmente comenzamos con un chasis comercial de Cadillac y hacemos todo el trabajo de carrocerĂ­a personalizado y todo a partir de ahĂ­. Pero esta vez el cliente ya tenĂ­a un coche. Solo querĂ­an modificarlo.

Recuerdo la noche en que Doomface apareciĂł por primera vez. Nunca supimos su verdadero nombre, pero cuando entrĂł por primera vez, Chalky me dio un codazo y dijo: "Mira Doomface allĂ­". Ambos trabajábamos hasta tarde y nos sentĂ­amos un poco malhumorados, pero de alguna manera el nombre parecĂ­a encajar perfectamente con el chico. Estaba parado allĂ­ en la puerta, solo la silueta oscura de un hombre iluminado por las luces de la calle. Dio un paso adelante hacia la luz del garaje, pero de alguna manera la luz pareciĂł alejarse de Ă©l, como si no quisiera caer sobre Ă©l. SĂ© cĂłmo suena eso, pero maldita sea, asĂ­ es como parecĂ­a. El Ăşnico detalle que realmente pudimos distinguir fue su pálido rostro de aspecto muerto. Llevaba gafas de sol oscuras a pesar de que el sol se habĂ­a puesto un par de horas antes, y su largo abrigo negro parecĂ­a ondear lentamente con una suave brisa.

De repente me di cuenta de la radio, e instantáneamente deseĂ© que alguien apagara esa cosa tonta, porque cuando Doomface entrĂł en una habitaciĂłn, la mĂşsica de repente ya no parecĂ­a apropiada. Pero el ritmo de rockabilly continuĂł mientras Elvis canturreaba "chica, chica, chica, me vas a prender fuego... mi cerebro está ardiendo, no sĂ© quĂ© camino tomar". SabĂ­a exactamente hacia dĂłnde querĂ­a ir. QuerĂ­a sumergirme debajo del auto más cercano y esconderme hasta que saliera el sol y freĂ­ra a ese extraño bastardo hasta convertirlo en un trozo de carbĂłn embarrado. Simplemente no podĂ­as evitar sentir que eso es lo que sucederĂ­a si la luz del dĂ­a atrapara a este monstruo. Pero nadie apagĂł la radio, y Chalky y yo nos quedamos boquiabiertos mientras el tipo cruzaba el garaje hacia la oficina del gerente. 'Burnin' Love' se desvaneciĂł en algo de Fleetwood Mac, y Chalky murmurĂł algo sobre "¿No es necesario invitar a los vampiros antes de que puedan entrar?" pero no tenĂ­a ganas de reĂ­r.

Pete Hallsteader saliĂł tambaleándose de su oficina un poco más tarde y se dirigiĂł directamente a la puerta trasera. Lo dejĂł abierto y lo pude ver por ahĂ­ vomitando. Luego encendiĂł un cigarrillo, lo cual era extraño ya que lo habĂ­a dejado hacĂ­a varios años, y se quedĂł fumando nerviosamente en la oscuridad. Cuando finalmente regresĂł, su rostro estaba casi tan pálido como el de nuestro visitante, pero no del todo. Doomface finalmente saliĂł de la oficina y no pudimos evitar mirarlo mientras cruzaba hacia la puerta. Antes de salir a la noche, se volviĂł y nos mirĂł por un momento. La radio habĂ­a estado tocando algo de Van Halen, pero la voz lastimera de David Lee Roth fue reemplazada repentinamente por Elvis gimiendo "Señor, ah-poderoso... Estoy quemando un agujero donde yacĂ­a", y Doomface sonreĂ­a mientras se adentraba en el agua. oscuridad.

Unos dĂ­as más tarde lo remolcaron. Una vez habĂ­a sido un coche fĂşnebre Cadillac de 1951, pero el enorme casco oxidado ahora parecĂ­a más una caldera de alguna fábrica abandonada hacĂ­a mucho tiempo. La cosa estaba allĂ­, en el centro del garaje, como una ballena varada pudriĂ©ndose al sol, y mirar a travĂ©s de las ventanas vacĂ­as era como mirar una tumba. El automĂłvil estaba completamente cubierto con marcas y sĂ­mbolos extraños, que parecĂ­an haber sido arañados o excavados profundamente en el metal oxidado. No pude identificar ninguno de los sĂ­mbolos, pero algunos de ellos parecĂ­an calamares o tal vez arañas si tuvieras que aplastarlos correctamente. Solo mirar todas esas extrañas marcas hizo que se me revolviera el estĂłmago, y me alegrĂ© por la distracciĂłn cuando Pete me tocĂł el hombro y me entregĂł un juego de planos.

"Parece fácil, ¿verdad? ¡Ni siquiera tengo que pintarlo!" se riĂł entre dientes, pero nunca he oĂ­do una risa menos convincente en mi vida. Lo cual era completamente comprensible una vez que mirĂ© los planos. Lo Ăşnico más extraño que ese horrible montĂłn de hierro cubierto de runas de 1951 era la extraña lista de cosas que nos habĂ­an pedido que hiciĂ©ramos con Ă©l. Chalky silbĂł suavemente mientras examinaba las especificaciones e ilustraciones. Luego mirĂł a Pete y preguntĂł, con una mirada de leve sorpresa: "¿Por quĂ© no orugas de tanques mientras estamos en eso?" Pero nadie tenĂ­a ganas de reĂ­r.

Empezamos con la suspensiĂłn, reforzándola lo suficiente para soportar el nuevo motor. Si alguien alguna vez le dice que un pequeño motor de aviĂłn Cessna no cabe en un coche fĂşnebre, está equivocado. No es que este lĂ­o tuviera la intenciĂłn de volar.

Nos suministraron muchas de las piezas personalizadas. Los artĂ­culos más inusuales incluĂ­an las brocas con alto contenido de carbono, cada una de tres pies y medio de largo, y las hojas de sierra circular de cinco pies de ancho. TambiĂ©n habĂ­a una caja con lo que parecĂ­a una especie de lanzacohetes, pero solo instalamos los soportes para montar lo que fuera en realidad. Una caja contenĂ­a una variedad de grandes pĂşas y ganchos de metal, mientras que otra contenĂ­a varias piezas más pequeñas sin nada en comĂşn, aparte del hecho de que todas se veĂ­an afiladas y desagradables. Tuve que preguntarme quiĂ©n habĂ­a diseñado toda esta locura, porque increĂ­blemente no pudimos ver nada malo en los planos. ParecĂ­a que esta cosa realmente funcionarĂ­a correctamente si se construyera como se muestra, y nos sorprendiĂł la inteligencia del diseño.

El trabajo saliĂł bastante bien teniendo en cuenta que estábamos construyendo algo que nadie habĂ­a construido antes. Lo peor fue tener que trabajar dentro del coche. Estar dentro de esa cosa se sentĂ­a como estar enterrado en el fondo del ocĂ©ano. No sentĂ­as que pudieras respirar, y casi sentĂ­as como si te estuvieras descomponiendo. No puedo explicarlo, pero fue mucho más fácil trabajar fuera del automĂłvil. Eventualmente, el impacto inicial de lo que estábamos construyendo se desvaneciĂł un poco y volvimos a caer en un ritmo. Supongo que te puedes acostumbrar a casi cualquier cosa. Pero Chalky no bromeaba como solĂ­a hacerlo. Y, por supuesto, ya nadie escuchaba la radio.

Cuando Doomface vino a recoger el vehĂ­culo terminado, deberĂ­amos habernos sentido un poco orgullosos de nosotros mismos. O al menos sentimos que habĂ­amos creado algo Ăşnico. Pero en su mayorĂ­a estábamos contentos de haber terminado con la maldita cosa, y ansiosos por deshacernos de ella. El coche fĂşnebre parecĂ­a aĂşn más extraño ahora que cuando habĂ­a llegado. El parabrisas delantero tenĂ­a vidrio a prueba de balas, mientras que las otras ventanas ahora estaban bloqueadas por gruesas láminas de metal. La carrocerĂ­a del coche estaba erizada de hileras de pĂşas, y ganchos irregulares asomaban amenazadoramente desde los parachoques. Doomface rodeĂł el coche fĂşnebre lentamente, inspeccionando las modificaciones, y luego dio un paso atrás, esperando una demostraciĂłn de las diversas caracterĂ­sticas. Pete subiĂł a regañadientes los tres escalones de metal soldados al costado del coche fĂşnebre y se dejĂł caer por el agujero abierto en el techo.

"¿Secundaria uno y dos?" Doomface preguntĂł con una voz que parecĂ­a haber sido cincelada en un glaciar. Pete tirĂł de las palancas apropiadas y varias docenas de puntas adicionales, cada una de ellas de varios palmos de largo, salieron disparadas a travĂ©s de varios agujeros en la carrocerĂ­a del vehĂ­culo. Un momento despuĂ©s, se retrajeron, solo para ser reemplazadas por hojas con forma de espada que sobresalĂ­an de las ranuras adyacentes en el metal oxidado. Las brillantes hojas de acero brillaron perversamente por un momento antes de que tambiĂ©n se retractaran.

"¿Primario dos?" preguntĂł Doomface. Las brocas salieron disparadas a travĂ©s de la parrilla delantera del auto, girando locamente y gimiendo como almas en pena. "¿Primario?" Las enormes hojas de sierra circular salieron deslizándose de ambos lados del coche, rechinando con avidez.

"El mas excelente." Doomface sonriĂł agradablemente. El coche fĂşnebre gimiĂł y gruñó durante unos momentos más, y luego Pete apagĂł todo y saltĂł por el techo. Todos esperábamos nerviosos alrededor de la máquina de cafĂ© mientras Pete hacĂ­a el papeleo final, y luego Ă©l y Doomface salĂ­an de la oficina y Pete estaba estrechando la mano del tipo a pesar de que se notaba que preferirĂ­a estarle estrechando la mano a un cadáver. CaminĂł tembloroso hacia las puertas principales y las abriĂł mientras Doomface trepaba rápidamente por el costado del coche fĂşnebre y bajaba por el techo.

El motor Cessna volviĂł a rugir y el coche permaneciĂł al ralentĂ­ durante un momento. Teniendo en cuenta el armamento extravagante que habĂ­amos estado construyendo, habĂ­amos prestado poca atenciĂłn a la radio y los potentes altavoces que tambiĂ©n nos habĂ­an pedido que instalaramos. Ahora, por encima del grito impaciente del motor, podĂ­amos escuchar la radio siendo sintonizada. Chuck Berry rockeĂł por un momento, luego estática, luego The Doobie Brothers, más estática, y finalmente la melodĂ­a que de alguna manera sabĂ­a que estaba buscando y encontrarĂ­a. Elvis estaba cantando "hunk a hunk of burnin' love" mientras el enorme coche fĂşnebre de batalla rodaba lentamente hacia la noche. Y ese fue el final. O eso pensĂ©. Yo deberĂ­a ser tan afortunado.

Dos dĂ­as despuĂ©s, Pete nos pidiĂł a Chalky ya mĂ­ que nos quedáramos hasta tarde despuĂ©s del trabajo. Nos preguntábamos si estábamos en problemas o algo asĂ­, pero cuando todos los demás se fueron a dormir, Pete saliĂł de su oficina y nos dio una sonrisa vacilante. Llevaba un mono de mecánico como el nuestro en lugar de su camisa blanca habitual y su corbata llamativa y fea.

"Chicos, tenemos un trabajo especial que manejar, nada que el resto de los muchachos necesite saber, podemos manejarlo". Se acercĂł a la máquina de cafĂ© y nos quedamos sin rumbo fijo hasta que todos los demás se fueron. Entonces Pete nos pasĂł a Chalky ya mĂ­ una fregona y un balde a cada uno. Estábamos a punto de preguntar si esto era algĂşn tipo de broma cuando escuchamos que el extraño motor Cessna modificado se hacĂ­a más fuerte en la distancia. Unos momentos despuĂ©s, Pete estaba abriendo la puerta y el coche fĂşnebre de batalla rodaba lentamente hacia la luz del garaje. Casi me orino cuando vi la cosa.

El coche fĂşnebre estaba salpicado de una especie de mugre que parecĂ­a sangre pero olĂ­a a disolvente de pintura. Las brocas estaban atascadas en su posiciĂłn extendida y grumos de lo que parecĂ­a carne podrida colgaban de los ejes de acero. Pete esperĂł un momento para ver si Chalky o yo Ă­bamos a vomitar antes de acercarse al vehĂ­culo y examinar los daños, que parecĂ­an tremendos. El cuerpo habĂ­a sido raspado y abollado cada pocos metros, y varias de las puntas de acero habĂ­an sido dobladas o arrancadas por completo. El vidrio a prueba de balas estaba astillado y agrietado.

"Vamos a tener que destapar todo primero", murmurĂł Pete mientras comenzaba a limpiar algunos de los montones de suciedad. "Una vez que la carne estĂ© apagada, podemos preocuparnos por repararlo todo". Doomface saliĂł deslizándose por el agujero en el techo y saltĂł al piso del garaje con una extraña mirada de satisfacciĂłn. Se acercĂł al área del cafĂ© y mirĂł casualmente a su alrededor antes de tirar algunas monedas en la máquina de refrescos. De alguna manera, la visiĂłn de ese extraño monstruo pálido parado allĂ­ con una Pepsi en la mano me horrorizĂł de una manera que ni siquiera puedo empezar a describir.

DecidĂ­ que la Ăşnica forma de evitar esta situaciĂłn era a travĂ©s de ella, y me acerquĂ© a regañadientes al coche fĂşnebre. La hoja de sierra circular de mi lado solo se habĂ­a retraĂ­do parcialmente y parecĂ­a estar atascada por un trozo largo y delgado de algo. Lo que saquĂ© estaba podrido, seco y arrugado, pero no habĂ­a ninguna duda sobre lo que estaba sosteniendo. era un brazo La mano al final tenĂ­a garras por dedos. Lo tirĂ© con disgusto al balde y comencĂ© a trabajar en la hoja de la sierra.

Los tres logramos reparar el armamento poco antes del amanecer. Doomface, que habĂ­a observado en silencio nuestras reparaciones, ahora parecĂ­a ansioso por seguir su camino. Pete le entregĂł las llaves y saltĂł de nuevo a esa pesadilla mecánica oxidada con pĂşas. Me acerquĂ© a la máquina de cafĂ© y me servĂ­ una taza de cafĂ© frĂ­o mientras el coche fĂşnebre de batalla arrancaba. Me sorprendiĂł vagamente no escuchar la radio del auto cuando Doomface sacĂł el coche fĂşnebre a la luz de la mañana, y luego Pete estaba cerrando las puertas del garaje y esa horrible bestia de metal descomunal se habĂ­a ido. De repente, la pequeña radio de plástico de la tienda en la mesa de cafĂ© cobrĂł vida, y dudo tener que decirte quĂ© canciĂłn estaba tocando. A Pete y Chalky no pareciĂł importarles especialmente cuando pisoteĂ© esa pequeña radio hasta el olvido.

Y hasta hoy realmente pensĂ© que ese era el final de todo. Pero parece que la gente que enviĂł a Doomface quedĂł bastante impresionada con el coche fĂşnebre que construimos para ellos. Tan impresionados, de hecho, que ahora quieren que construyamos nueve más. Ahora no sĂ©, solo soy un molinillo. Pero realmente creo que algo está pasando aquĂ­.

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