CAIN



 Sketch tomĂł otro sorbo de su taza aislada. El cafĂ© hizo poco para aliviar el frĂ­o, pero aun asĂ­ se quedĂł allĂ­ en el amargo viento de octubre en lugar de entrar en la biblioteca. Dibuje bibliotecas odiadas.


EncontrĂł irĂłnico que terminara aquĂ­ tan a menudo. El lugar ofrecĂ­a mucho mejor material de investigaciĂłn que el que estaba disponible en lĂ­nea, pero la biblioteca siempre lo hacĂ­a sentir culpable de alguna manera. Las interminables filas de volĂşmenes parecĂ­an fruncirle el ceño, insatisfecho porque aĂşn no se habĂ­a tomado el tiempo de leerlos todos. No ayudaba que el lugar estuviera siempre tan poco iluminado, la Ăşnica área brillante era una mesa debajo de la claraboya en el centro de la cámara principal. Y definitivamente no planeaba sentarse allĂ­. No cuando CaĂ­n podrĂ­a aparecer en cualquier momento.

No sabĂ­a el nombre real del hombre. Sketch siempre pensĂł en Ă©l como 'CaĂ­n' porque el hombre se parecĂ­a mucho al anfitriĂłn de House Of Mystery ., un cĂłmic de terror clásico de los años 70. El tipo nunca molestaba a nadie, solo iba y venĂ­a en silencio, pero algo en la presencia del hombre siempre ponĂ­a nervioso a Sketch. Cain siempre elegĂ­a sentarse en esa mesa brillantemente iluminada, bajo la claraboya, siempre leyendo un gran volumen de aspecto antiguo que el bibliotecario recuperaba para Ă©l de una habitaciĂłn cerrada con llave en el sĂłtano de la biblioteca.

Con suerte, el tipo extraño no estarĂ­a por aquĂ­ hoy. Y estaba brillante, a pesar del frĂ­o. Tal vez Sketch podrĂ­a hacer algo de fotografĂ­a más tarde, o convencer a Shelly de ir a almorzar. Pero primero necesitaba el material de investigaciĂłn. MirĂł hacia atrás para asegurarse de que su bicicleta estaba bien asegurada en el portabicicletas, tomĂł otro sorbo de cafĂ©, luego cerrĂł la tapa de la taza aislada, la metiĂł con cuidado en el bolsillo de su chaqueta y se dirigiĂł a la biblioteca.

Sketch cruzĂł la cámara principal, sacudiĂ©ndose el frĂ­o al pasar por el área central. Ni rastro de CaĂ­n, al menos. Tres jĂłvenes ocupaban la mesa bajo la claraboya, estudiando en silencio. Sketch se acercĂł al mostrador en la parte trasera de la habitaciĂłn, su ánimo decayĂł cuando vio a Mildred esperándolo con el ceño fruncido.

El ceño fruncido no fue una sorpresa. El anciano bibliotecario siempre fue cortĂ©s mientras le entregaba su material reservado, pero siempre estaba ese ceño fruncido. Y esa mirada de desaprobaciĂłn en sus ojos. Sketch siempre quiso hablar, siempre quiso gritar "¡Esto no es pornografĂ­a, son solo estudios de figuras desnudas!" Siempre quiso explicar que los ilustradores aficionados como Ă©l confiaban en este tipo de material para hacer un trabajo adecuado, que dibujar un cĂłmic de superhĂ©roes requerĂ­a informaciĂłn anatĂłmica precisa, que el cuerpo humano no era nada de lo que avergonzarse en primer lugar. Pero Sketch sabĂ­a que sus palabras repercutirĂ­an directamente en Mildred, y su ceño fruncido solo se profundizarĂ­a.

AsĂ­ que hizo lo que siempre hacĂ­a cuando Mildred estaba de servicio. Ă‰l le dio su tarjeta, recogiĂł su material en silencio y luego le dio a Mildred un pequeño guiño travieso mientras se alejaba del mostrador.

Casi choca con Cain, que estaba parado justo detrás de él.

A Sketch se le helĂł la sangre mientras intentaba no mirar al hombre. ¿QuĂ© tenĂ­a CaĂ­n que lo molestaba tanto? ¿Por quĂ© Sketch se sentĂ­a como si estuviera parado junto a un gran nido de arañas?

Alto y delgado, Cain de alguna manera le recordĂł a Sketch a un espantapájaros. El cabello oscuro y desgreñado se derramaba sobre el cuello de su gabardina de color verde oliva. Las cejas inusualmente pobladas, las mejillas hundidas y la barba de chivo le daban a su largo rostro un aspecto amenazador. Un par de anteojos antiguos posados ​​sobre su nariz de halcĂłn. Y ahora que estaba parado tan cerca, Sketch notĂł su leve sonrisa. De alguna manera, esa sonrisa molestĂł a Sketch más que cualquier otra cosa. Sketch se dio la vuelta, fingiendo estar interesado en un estante de revistas.

Mildred le entregĂł al hombre extraño su habitual volumen de aspecto antiguo. Se dio la vuelta, deslizándose hacia la mesa bajo la claraboya. Sketch ajustĂł distraĂ­damente su taza aislada, que amenazaba con caerse de su bolsillo. No estaba seguro de quĂ© harĂ­a Mildred si lo sorprendĂ­a con el cafĂ©, ya que la comida y las bebidas estaban estrictamente prohibidas. Ciertamente no querĂ­a averiguarlo.

Cain habĂ­a llegado a la mesa en el centro de la habitaciĂłn. Se detuvo momentáneamente al ver a las tres chicas ocupando la mesa, luego se sentĂł entre dos de ellas y colocĂł el libro antiguo sobre la mesa. Las chicas miraron por un momento con miradas de disgusto indignado antes de recoger sus cosas y salir corriendo lo más rápido posible. Cain pareciĂł no darse cuenta, ya profundamente absorto en el volumen antiguo.

Ansioso por salir de este ambiente cada vez más desagradable, Sketch mirĂł hacia la salida al frente de la habitaciĂłn. Para su consternaciĂłn, notĂł que las tres chicas se habĂ­an sentado en una mesa directamente entre Ă©l y la puerta. Para evitar molestarlos, Sketch tendrĂ­a que caminar más cerca de la mesa central de lo que realmente querĂ­a. Pero Cain estarĂ­a de espaldas a Ă©l, por lo que probablemente podrĂ­a pasar desapercibido.

Entonces Sketch sintiĂł una oleada de molestia. ¿Por quĂ© deberĂ­a preocuparse por pasar junto a este tipo? ¿QuĂ© iba a hacer Cain, morderlo? Esto fue tonto. Sketch reuniĂł sus nervios y comenzĂł a caminar hacia el centro de la habitaciĂłn.

Casi habĂ­a pasado a Cain cuando escuchĂł el suave roce de una página quebradiza al pasar, y no pudo resistirse a mirar. El vistazo rápido revelĂł una ilustraciĂłn de algĂşn tipo, un dibujo lineal rodeado de varios sĂ­mbolos. La obra de arte parecĂ­a algo inusual, y Sketch se encontrĂł acercándose un poco más para mirar por encima del hombro de Cain la página de pergamino descolorida.

Sus ojos se centraron en el dibujo. Al principio, su mente se negĂł a aceptar lo que contemplaba. Entonces llegĂł la comprensiĂłn, una ola de horror que lo dejĂł sin palabras, apenas capaz de respirar. Sketch, repentinamente mareado, se sintiĂł caer hacia adelante.

Sus manos agitadas lograron agarrar el respaldo de la silla de Cain. RecuperĂł el equilibrio, pero sintiĂł que la taza aislada se movĂ­a cuando comenzĂł a deslizarse fuera del bolsillo de su chaqueta. Un instante despuĂ©s, la taza estaba cayendo sobre la mesa, la tapa se soltĂł y rodĂł mientras los Ăşltimos sorbos de cafĂ© salpicaban el pergamino.

La habitaciĂłn quedĂł inmediatamente sumergida en la sombra, la claraboya ya no proporcionaba ninguna iluminaciĂłn. Cain se volviĂł y mirĂł a Sketch con asombro. Los ojos que miraban desde detrás de esos anteojos antiguos ahora eran completamente negros. HabĂ­a un tenue brillo rojizo en lo profundo de ellos. Una especie de gruñido escapĂł de la garganta de Cain.

Entonces Cain se dio la vuelta y su atenciĂłn volviĂł al libro. La luz del sol empezĂł a filtrarse por la claraboya cuando Ă©l secĂł torpemente la página hĂşmeda con un pañuelo de seda negra. Murmurando obscenidades, cerrĂł el libro de golpe. Entonces, metiendo el volumen antiguo bajo un brazo, Cain se levantĂł y se alejĂł de la mesa.

Sketch, todavĂ­a un poco mareado, se quedĂł mirando cuando Cain llegĂł al mostrador y le entregĂł el volumen dañado a Mildred. Una expresiĂłn de incertidumbre nerviosa reemplazĂł su ceño fruncido habitual mientras corrĂ­a hacia el sĂłtano. Luego, Cain cruzĂł la habitaciĂłn y se detuvo un momento para mirar frĂ­amente a Sketch. Inclinándose más cerca, siseĂł algunas palabras en el oĂ­do de Sketch, palabras pronunciadas en un idioma muerto hace mucho tiempo, palabras que comenzaron a desvanecerse de la memoria de Sketch incluso cuando Cain atravesĂł las puertas de la biblioteca y se alejĂł calle abajo.

Sketch notĂł que Mildred habĂ­a regresado y ahora lo miraba fijamente desde el mostrador de la biblioteca. Algunas gotas de cafĂ© aĂşn brillaban sobre la mesa. Sketch los limpiĂł con la manga, luego agarrĂł su taza vacĂ­a y la devolviĂł a su bolsillo. PodĂ­a sentir la mirada helada de Mildred en la nuca cuando se agachĂł para recuperar la tapa.

Unos minutos más tarde estaba quitando las cadenas de su bicicleta y metiendo su material de investigaciĂłn en las alforjas, aliviado de que Mildred no hubiera volado a travĂ©s de la biblioteca para desgarrarle la garganta, aunque su expresiĂłn dejaba claro que le hubiera gustado hacerlo. Su Ăşnico deseo ahora era volver a su apartamento lo más rápido posible. Se sentĂ­a dĂ©bil, aturdido por lo que habĂ­a visto en ese libro. Y, sin embargo, ya no podĂ­a recordar claramente la ilustraciĂłn real ni nada de eso.

Ha pasado un tiempo ahora. El cĂłmic de Sketch se ha publicado en algunas revistas web. Shelly ha estado almorzando con Ă©l casi todos los dĂ­as. Las cosas son buenas.

Pero a veces Sketch tiene pesadillas que lo dejan nervioso y nervioso. TodavĂ­a no puede recordar exactamente lo que vio en ese libro. Y a veces se siente mareado. Sin embargo, lo que más le molesta es el clima. Nunca se habĂ­a puesto tan brillante afuera desde ese dĂ­a en la biblioteca. Claro, hay dĂ­as soleados, como siempre, pero nunca parecen tan brillantes como antes. Casi... a veces... pero no del todo.

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