ESPERANDO



 

Trato de levantar la cabeza, pero solo puedo moverme unos centĂ­metros antes de que algo detenga mi movimiento. ¿Una almohada? No, más firme, un objeto acolchado. ¿Una silla volcada? No, algo más grande. No hay espacio para levantar las rodillas o estirar los brazos, una superficie firme debajo del acolchado me cierra por todos lados. Me acuesto en la oscuridad mientras mi mente da vueltas en torno a la horrible realizaciĂłn, negándose a enfrentar la verdad.


Grito y grito hasta que mi garganta está en carne viva, mi voz es solo un susurro estrangulado. Agarro, golpeo y desgarro en la oscuridad, sintiendo que la tela sedosa se rasga, la espuma se deshace hasta que alcanzo el metal frĂ­o, suave e inflexible que hay debajo.

El pánico aprieta mi pecho, llena mi mente como un enjambre de mariposas negras. No encuentro ningĂşn recuerdo de cĂłmo lleguĂ© aquĂ­. SĂłlo sĂ© que debo escapar de alguna manera de este horrible y sofocante entrampamiento, debo liberarme. Pero mi desesperado golpeteo contra el metal resulta inĂştil. Yazco exhausto, rezando para que el sueño me lleve, para liberar mi mente destrozada de esta aterradora realidad.

Eventualmente duermo, pero sufro pesadillas indescriptiblemente horribles. Me despierto para continuar luchando contra el duro y frĂ­o metal, gritando, llorando y suplicando. Me doy cuenta de que escapar es inĂştil, pero no puedo evitar luchar. Incluso cuando el silencio se burla de mĂ­. Incluso cuando anhelo la liberaciĂłn de la muerte misericordiosa, no puedo dejar de luchar.

Pero eventualmente mi energĂ­a se agota, al igual que mi esperanza y tal vez incluso mi cordura. La oscuridad me envuelve mientras yazco inmĂłvil en mi ataĂşd. La muerte que he llegado a añorar se me escapa, revoloteando más allá de mi alcance. Y asĂ­ espero.

A veces, puedo imaginarme brevemente libre de mi encierro, abriendo los ojos para ver un millĂłn de estrellas centelleantes que brillan sobre mĂ­. Pero luego las estrellas parpadean una por una, dejando solo la oscuridad presionándome. Yo espero.

Hasta que finalmente lo escucho... un leve sonido de raspado. Se hace más fuerte, el sonido inconfundible de una pala al morder la tierra. Lágrimas de alivio caen por mis mejillas, aunque mi garganta torturada se niega a soltar mis gritos de alegrĂ­a.

Pronto hay movimiento cuando mi ataĂşd se eleva bruscamente. Una sensaciĂłn de balanceo cuando se transporta una distancia corta, y luego un impacto doloroso discordante cuando se deja caer al suelo. A travĂ©s del metal empiezo a escuchar el murmullo de voces profundas y ásperas.

“…cuidado con su cabeza…”

La puerta de un coche abriéndose.

“…no puedo vender el cráneo si está dañado…”

Otra vez la sensaciĂłn de balanceo cuando el ataĂşd es levantado y transportado, y luego otro impacto cuando es arrojado a un vehĂ­culo. Oigo el rugido de un motor y luego el silbido de los neumáticos sobre el pavimento. Eventualmente, esto da paso al sonido áspero de la grava, mis extremidades me duelen cuando el ataĂşd es golpeado de un lado a otro.

Finalmente, el vehĂ­culo se desliza hasta detenerse. Las puertas se abren y nuevamente escucho algunos fragmentos de conversaciĂłn apresurada.

“…y mĂ©telo adentro. No hace falta que nadie vea…”

“… trae las herramientas. No deberĂ­a tomar mucho tiempo recolectar las partes…”

Más balanceo mientras se transporta el ataĂşd, el sonido de las puertas de madera cerrándose de golpe. Una sensaciĂłn de inclinaciĂłn cuando escucho pasos pesados ​​en las escaleras que crujen. Luego otra sacudida dolorosa cuando el ataĂşd cae una vez más.

Pasos mientras las voces se desvanecen. Silencio por un momento. Luego los gritos enojados de los hombres discutiendo.

“…¡Tengo que esperar hasta el amanecer! ¡TĂş lo sabes!"

“… ¡ahora, mientras aĂşn está oscuro! No hay nadie alrededor para…”

“… acaba con esto de una vez…”

Pasos cuando los hombres regresan, y ahora el ataĂşd se sacude violentamente cuando se quita el pestillo a martillazos. Una delgada astilla de luz se desliza cuando la tapa se abre. Luz de la luna.

Y luego la tapa se abre completamente para revelar tres formas de pie sobre mĂ­. El primero sostiene una linterna. El segundo se inclina hacia adelante agarrando una estaca de madera grande y gruesa. El tercero está levantando un gran mazo, preparándose para clavar la estaca en mi corazĂłn.

Pero la luz de la luna ha hecho su magia. El poder surge a travĂ©s de mĂ­ como un rĂ­o negro embravecido. Aparto la estaca de un golpe y me elevo al techo, mirando a mis torturadores. Y finalmente mi garganta es capaz de soltar mi grito de indignaciĂłn.

El hombre del martillo se lanza por la ventana más cercana mientras los otros dos corren hacia la puerta. Aterriza con un ruido sordo, luego se levanta para cojear desesperadamente hacia una camioneta de reparto oxidada estacionada cerca. Los otros dos salen por la puerta principal mientras observo desde la ventana de arriba. Llegan a la furgoneta y su motor ruge a la vida. Considero detenerlos, pero decido dejarlos ir, sonriendo secamente mientras se alejan chillando en la oscuridad.

Voy a la deriva a un rincĂłn de la habitaciĂłn y me instalo en el suelo, donde me siento frente a las ventanas rotas. Mi ataĂşd ha sido llevado a una granja abandonada. Puede permanecer aquĂ­ sin descubrir, al menos por un tiempo. Alcanzando mi conciencia, siento sangre cerca... ganado. Ellos me sostendrán. Mi mente se vuelve hacia preocupaciones más profundas...

Debe ser una ocurrencia muy rara que un vampiro sea desenterrado pero no destruido. Muy raro de hecho. ¿PodrĂ­a haber otros de mi especie, atrapados como estaba, esperando la liberaciĂłn? ¿Puedo encontrarlos de alguna manera? liberarlos?

¿QuĂ© hay de mi propia supervivencia? Los de mi especie siempre son eventualmente descubiertos y destruidos. Solo puede ser cuestiĂłn de tiempo.

Mientras tanto, cada amanecer me hará huir de regreso al Ăşnico lugar que más desprecio... de regreso a ese ataĂşd. Y esta será mi maldiciĂłn hasta mi destrucciĂłn final.

Pero no es esto lo que hace que se me salten las lágrimas mientras me siento a mirar por las ventanas rotas. Son las estrellas. Un millĂłn de estrellas titilantes brillando sobre mĂ­. Son magnĂ­ficos.

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