Sarah, nuestra hija, es muda. Es la niña más adorable del mundo, con los gestos de risa más encantadores, pero nunca ha salido ningĂşn sonido de su boca. ¿Triste? Absolutamente, pero mi esposa y yo ahora estamos muy acostumbrados a ello, y nunca nos molestamos en cuanto a su silencio, porque ella siempre está muy feliz con la vida, algo que incluso admiramos.
Mi esposa y yo pensamos que serĂa agradable conseguirle un tocador nuevo, puesto que estaba creciendo y podrĂa darle uso a unos cuantos cajones más. Encontramos uno que era lindo y que combinaba con su habitaciĂłn blanca y verde azulado. Pero el problema fue que, cuando movĂ su tocador viejo, encontrĂ© en la pared la ilustraciĂłn de un hombre enseñando una palma. Probablemente medĂa unos quince centĂmetros, pero no era como el dibujo de un niño, sino que era una imagen cristalina, como si fuera de una revista. Solo un hombre ordinario de la mediana edad con un traje gris y sin emociĂłn alguna en su rostro. No recordaba haberlo visto antes, pero el servicio de mudanza habĂa colocado originalmente el tocador en la habitaciĂłn cuando nos mudamos, asĂ que en realidad no habĂa ninguna razĂłn para que lo hubiera visto.
TratĂ© de rasparlo de la pared, pero fue inĂştil. Mi esposa incluso pensĂł que era inquietante, pero dado que lo Ăbamos a cubrir con el tocador nuevo, podĂamos simplemente dejarlo ahĂ.
La niña Muda
Esa tarde, mi esposa y yo seleccionamos el tocador en la mueblerĂa. Cuando llegamos a casa, nuestra hija no nos recibiĂł en la puerta principal cuando la llamamos, diciĂ©ndole que tenĂamos el nuevo tocador y que habĂamos traĂdo cena para llevar de su restaurante favorito.
Mi esposa la llamó de nuevo, sin respuesta, mientras yo transportaba el tocador hacia la sala de estar con una plataforma rodante. Entonces mi esposa gritó y casi dejé que el tocador se me cayera hacia delante. Lo erguà rápidamente y corrà hacia su voz, la cual provino de la habitación de Sarah.
Y, parado en el medio de la habitaciĂłn, estaba el mismo hombre de la pared con su traje gris. Solo que ahora era de tamaño real y se veĂa vivaz y feliz, estirando su espalda y cuello.
Mi esposa tenĂa las manos sobre su boca, con ojos amplios, observando la pared. Una imagen clara de Sarah estaba en la pared —en el mismo lugar en donde el hombre habĂa estado— enseñando su palma abierta.
—TenĂa que hacerlo —dijo el hombre—. Y lo siento mucho. He estado ahĂ desde hace demasiado tiempo, y tomĂ© el lugar de la persona que estaba atrapado antes que yo.
Lo observé, presionando mis puños y sin saber cómo responder.
—Lo Ăşnico que tienen que hacer, es encontrar a alguien a quien ella le pueda decir: «¿Me liberarĂas y tomarĂas mi mano, amigo?». Miren, yo tambiĂ©n fui engañado, pero, por favor, entiendan: tengo una familia que no he visto en Dios sabe cuánto tiempo. Se los prometo, esto funcionará para ella, porque funcionĂł conmigo.
Mi esposa entrĂł en llanto y cayĂł de rodillas, tocando la imagen de nuestra hija.
El que se oculta.
El taxi llegó a la entrada de la casa, le arrojé al conductor un billete de 500 pesos y le dije que no se molestará y se quedará con el cambio, en realidad me interesaba más entrar rápido a mi hogar que no me percate de mi desición pero tampoco me importó; introduje la llave y gire el picaporte de la puerta, está resonó al abrirla y al otro lado del pasillo apareció mi mujer hecha un mar de llanto y me abrazó de inmediato.
- ¿La traes? - me preguntĂł entre sollozos.
- Si, la tengo- le dije mostrándole una cajita de madera casi podrida con un sello antiguo- pero el anciano me dijo que no debemos abrirla hasta después de las dos de la mañana.
- ¿En verdad tenemos que hacerlo?
- Es la Ăşnica manera.
Ella rompiĂł en llanto y se abrazĂł de mi hundiendo su rostro en mi pecho.
- ¿Está todo bien?- preguntĂł de pronto nuestra hija desde la escalera, mi esposa ahogĂł su llanto y se limpiĂł las lágrimas del rostro.
- Si, si cariño, todo está bien, ve a lavar tus manos, ya que está tu padre aquà vamos a cenar.
- ¡De acuerdo! - dijo ella cerrando los ojos y sonriendo con esa sonrisa tan tierna y hermosa que la caracterizaba, desapareciĂł escaleras arriba y escuchamos la puerta del baño cerrándose.
- ¡Vamos! Debemos prepararnos.
La cena transcurrió tranquila, nuestra hija nos contaba sus vivencias en el colegio y lo molesta que estaba en con una de sus amigas solo por qué no le quiso prestar unos de sus plumones fluorescentes, al recordar el descontento que le hizo pasar presionó tan fuerte la cuchara que la dobló y rompió el plato de la sopa.
- Oh no ¡Mamá lo siento mucho!
- No te preocupes cariño- le contestó mi esposa dulcemente- fue un accidente, ve arriba y prepárate para dormir
- Si mamá.
Se levantó dándonos un gran beso en las mejillas a cada uno y entre saltos se dirigió a su habitación.
PasĂł la noche y llegĂł la hora, mis esposa y yo entramos a su habitaciĂłn, ella dormĂa tranquila y esa imágen hizo llorar nuevamente a mi esposa.
- Tranquila, tranquila, tenemos que hacerlo.
- Pero, pero ¡Es nuestra hija!
- Lo se, pero si no lo hacemos, ella hará lo mismo con otros niños como lo hizo con Eduardo.
Al escuchar el nombre de nuestro hijo pequeño llorĂł aun más y se llevĂł las manos a la boca; abrĂ la cajita que me diera el anciano, allĂ venĂa una daga corta con un frasquito con ceniza volcánica en el interior.
- No tienes que mirar.
- No, debo hacerlo, solo asà sabré que hicimos lo correcto.
RetirĂ© las sábanas de su cama, pero al hacerlo ella ya no estaba allĂ.
- ¿Donde? ¡¿Donde está?!
- ¡Cuidado!- grito mi esposa señalando el techo, mi hija colgaba del techo como una araña y sus ojos estaban completamente negros, abriĂł monstruosamente su boca y una larga lengua me arranco la daga clavándole el arma a mi esposa en la cabeza.
- Yo no querĂa matarlos a ustedes, en cientos de mundos ustedes fueron los Ăşnicos que me agradaron- su voz cambio de tono, se oĂa cavernosa y profunda- pero me han decepcionado, dime papá ¿Como quieres morir?
Me arrojé al suelo y saqué el arma del cráneo inerte de mi esposa, monstruosa hija saltó sobre mà y me atacó arañando mi rostro y graznando, entre el forcejeó logré clavar la daga con la ceniza en su pecho, gritó horriblemente y gateo hacia atrás igual que un cangrejo. Apoyada contra la pared jadeaba y se arrancó la daga del pecho.
- No sabes lo que has hecho, no debiste hacerlo, él llegará ahora y nada lo contendrá, todo lo que conoces será destruido.
Fueron sus Ăşltimas palabras y su cabeza cayĂł sobre su pecho, de la herida brotĂł sangre pĂşrpura y ¿Un tentáculo? ¡No! Dos tres, cuatro ¡Dios mĂo! ¿Que es Ă©sto? ¿Que he hecho?
El Ăşltimo destello.
Llevaba cuatro dĂas sin comer, el dĂa de hoy he logrado cazar una rata que rondaba por aquĂ y mientras la aso en las brasas de mi hoguera recuerdo el dĂa en que me quede solo para siempre. El cielo se nublo en un segundo, las nubes tomaron formas monstruosas y amenazantes, escupiendo poderosos relámpagos hacia la tierra. Tratando de protegerlos corrĂ con mi familia hacia la casa,los llevaba de la mano pero de pronto me quede completamente solo, lo Ăşnico que vi fue como mi esposa e hijos se desvanecĂan ante mi vista como vapor en el espejo, me quede sin palabras,sin sentidos, no entendĂ lo que acababa de suceder pero los gritos y llantos estallaron al unĂsono pues a mĂ alrededor sucedĂa lo mismo con otras personas, la gente se iba como gotas evaporadas por el sol sin dejar un solo rastro. Inmediatamente despuĂ©s el cielo trono como mil tambores, la lluvia llegĂł con una fuerza tan abrumadora que destrozaba los caminos y entre esa tormenta ellos descendieron con la ira del infierno, cuatro hombres,cuatro caballos cabalgando por el cielo y haciendo arder el aire, despuĂ©s de eso llegĂł lo peor para quienes seguĂamos aquĂ, uno tras otro fueron cazados por ellos, los cadáveres se apilaban en las calles, opte por ocultarme entre las ruinas de mi casa, defenderse era inĂştil, ahora escuchĂł allá afuera el galope de un fuerte caballo y la risa de su jinete que afila su espada contra las paredes de mi casa, he apagado la hoguera pero sĂ© que es inĂştil, la puerta en derribada de un golpe y la silueta de un hombre encapuchado contrasta en la noche, su risa me hiela la sangre, levanta su espada y veo la sangre de todos a quienes a matado, se acerca despacio triturando el suelo bajo sus pies, se acerca despacio mostrándome su rostro, mostrándome el Ăşltimo destello.
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