l Libro de Enoc es uno de los apócrifos más apasionantes que nos ha legado la antigüedad. Su contenido es principalmente simbólico, insinuando misterios cósmicos referentes a la historia de la especie humana. Menciona con insistencia
a ciertos ángeles, a los que hoy llamarĂamos extraterrestres, y su relaciĂłn con las hijas de los hombres. Predice igualmente la figura del MesĂas y especifica el dominio de los elementos mediante la acciĂłn de ángeles que presiden sobre los vientos, el mar, el granizo, la escarcha, el rocĂo, el relámpago y el trueno.
El libro de Enoc
IntroducciĂłn
El Libro de Enoc ha sido traducido al castellano desde dos versiones inglesas, editadas por Robert H. Charles y Hedley F. Sparks, y desde la versiĂłn francesa de François Martin; las tres a su vez traducidas de los manuscritos etĂopes, cotejados con manuscritos
griegos; corregidas además estas versiones de acuerdo con los manuscritos arameos de Qumrân (4QEn - 4QEnastr), editados por Josef T. Milik, traducidos al castellano por Florentino GarcĂa M.
Los versĂculos y apartes incluidos [entre parĂ©ntesis] muy probablemente no forman
parte del libro, especialmente el «CapĂtulo 108», que expresamente declara ser el comienzo de otro libro. Sin embargo, se encuentran en varios manuscritos etĂopes o griegos, por lo que han sido incluidos en esta traducciĂłn para que los lectores formen su propio criterio al respecto.
En el respectivo versĂculo, se citan adicionalmente (referencias a) otros libros.
Los primeros cristianos tuvieron gran aprecio por el Libro de Enoc, como lo atestiguan las epĂstolas canĂłnicas de Judas (6 y 14-16) y 2 Pedro (2:4), asĂ como la no
canĂłnica de BernabĂ© y los escritos de Justino Mártir (100-165), Atenágoras (170); Tatiano (110-172); Irineo, Obispo de Lyon (115-185); Clemente de AlejandrĂa (150-220); Tertuliano (160-230); Lactantio (260-325) y además los de Metodio de
Filipo, Minucius Felix, Comodiano y Prisciliano (m. 385).
Libro del Juicio
CapĂtulo 1
Palabras de bendiciĂłn con las que bendijo Enoc a los elegidos justos que vivirán en el dĂa
de la tribulaciĂłn, cuando serán rechazados todos los malvados e impĂos, mientras los justos serán salvados.
Enoc, hombre justo a quien le fue revelada una visiĂłn del Santo y del cielo pronunciĂł su
oráculo y dijo: la visión del Santo de los cielos me fue revelada y oà todas las palabras de los Vigilantes y de los Santos y porque las escuché he aprendido todo de ellos y he comprendido que no hablaré para esta generación sino para una lejana que está por venir.
Es acerca de los elegidos que hablo y a causa de ellos que pronuncio mi oráculo: el Único Gran Santo vendrá desde su morada.
El Dios eterno andará sobre la tierra, sobre el monte Sinaà aparecerá con su gran ejército y surgirá en la fuerza de su poder desde los alto de los cielos.
Y todos los Vigilantes temblarán y serán castigados en lugares secretos y todas las extremidades de la tierra se resquebrajarán y el temor y un gran temblor se apoderarán de ellos hasta los confines de la tierra. (St 2:19)
La altas montañas se resquebrajarán y derrumbarán y las colinas se rebajarán y fundirán, como la cera ante la llama.
Y la tierra se dividirá y todo lo que está sobre la tierra perecerá y habrá un juicio sobre
todos.
Pero con los justos Él hará la paz y protegerá a los elegidos y sobre ellos recaerá la
clemencia y todos ellos pertenecerán a Dios, serán dichosos y benditos, los ayudará a
todos y para ellos brillará la luz de Dios. (4Es 2:35)
Mirad que Él viene con una multitud de sus santos, para ejecutar el juicio sobre todos y
aniquilará a los impĂos y castigará a toda carne por todas sus obras impĂas, las cuales ellos han perversamente cometido y de todas las palabras altaneras y duras que los malvados
pecadores han hablado contra Él. (Dt 33:2; Judas 14-15)
CapĂtulo 2
Observad todas las cosas que ocurren en el cielo, cĂłmo las luminarias del cielo no
cambian su ruta en las posiciones de sus luces y cĂłmo todas nacen y se ponen, ordenadas
cada una segĂşn su estaciĂłn y no desobedecen su orden.
(Ac 17:26,25)
Mirad la tierra y presta atenciĂłn a sus obras, desde el principio hasta el fin, cĂłmo ninguna obra de Dios sobre la tierra cambia, y todas son visibles para vosotros.
Ved las señales del verano y las señales del invierno, cómo la tierra entera se llena de agua
y las nubes rocĂan la lluvia sobre ella. (Mt 16:3; Lc 12:54-57)
CapĂtulo 3
Observad y ved cómo todos los árboles se secan y cae todo su follaje; excepto catorce árboles cuyo follaje permanece y esperan con todas sus hojas viejas hasta que vengan
nuevas tras dos o tres años.
CapĂtulo 4
Y otra vez observad las señales del verano, cómo en Él el sol quema y rescalda y entonces sobre la superficie ardiente de la tierra buscáis sombra y refugio del ardor del sol, sin encontrar forma de marchar ni por el suelo y ni por las rocas, a causa del calor.
CapĂtulo 5
Observad y ved todos los árboles, cómo en todos ellos despuntan las hojas verdes y los cubren y todos sus frutos son para adorno y gloria, Ensalzad y considerad todo estas obras
y sabed cómo el Dios vivo, el que vive eternamente, Él ha hecho todas esas cosas.
Cómo todas sus obras prosiguen de año en año hasta siempre y todas le obedecen sin alteraciones y todo pasa como Dios lo ha estatuido.
[Y ved como los mares y los rĂos de igual forma cumplen y no cambian sus tareas, segĂşn
los mandamientos de Él].
Pero, vosotros cambiáis sus tareas y no cumplĂs su palabra y en cambio la habĂ©is
transgredido y habĂ©is ultrajado su grandeza con palabras altaneras e hirientes de vuestra boca impura. Duros de corazĂłn, ¡no habrá paz para vosotros!
Por ello maldecirĂ©is vuestros dĂas y los años de vuestra vida se perderán; pero los años de
vuestra destrucción se multiplicarán como una maldición eterna, y no habrá misericordia
ni paz para vosotros.
En esos dĂas vuestros nombres significarán maldiciĂłn eterna para todos los justos y en
vosotros serán malditos todos los malditos y por vosotros jurarán todos los pecadores y
malvados.
Para los elegidos habrá luz, alegrĂa y paz y heredarán la tierra, pero para vosotros impĂos
habrá maldición. (Sal 37:11; Mt 5:4)
Y entonces la sabidurĂa se dará a los elegidos y vivirán todos, y no pecarán más ni por olvido ni por orgullo, sino que en cambio los que sean sabios serán humildes.
No transgredirán más ni pecarán el resto de su vida, ni morirán por el castigo o por la ira divina, sino que completarán el nĂşmero de los dĂas de su vida. Su vida será aumentada en
paz y sus años de regocijo serán multiplicados en eterna alegrĂa y paz por todos los dĂas de
su vida.
Libro de los Vigilantes
AsĂ sucediĂł, que cuando en aquellos dĂas se multiplicaron los hijos de los hombres, les
nacieron hijas hermosas y bonitas; y los Vigilantes, hijos del cielo las vieron y las desearon, y se dijeron unos a otros:
«Vayamos y escojamos mujeres de entre las hijas de los hombres y engendremos hijos».
(Gn 6:1-4)
Entonces Shemihaza que era su jefe, les dijo: «Temo que no queráis cumplir con esta acciĂłn y sea yo el Ăşnico responsable de un gran pecado».
Pero ellos le respondieron: «Hagamos todos un juramento y comprometámonos todos bajo
un anatema a no retroceder en este proyecto hasta ejecutarlo realmente».
Entonces todos juraron unidos y se comprometieron al respecto los unos con los otros, bajo anatema.
Y eran en total doscientos los que descendieron sobre la cima del monte que llamaron
«Hermon», porque sobre Ă©l habĂan jurado y se habĂan comprometido mutuamente bajo
anatema.
Estos son los nombres de sus jefes: Shemihaza, quien era el principal y en orden con
relaciĂłn a Ă©l, Ar’taqof, Rama’el, Kokab’el, -’el, Ra’ma’el, Dani’el, Zeq’el, Baraq’el, ’Asa’el, Harmoni, Matra’el, ’Anan’el, Sato’el, Shamsi’el, Sahari’el, Tumi’el, Turi’el, Yomi’el, y Yehadi’el.
Estos son los jefes de decena.
Todos y sus jefes tomaron para sĂ mujeres y cada uno escogiĂł entre todas y comenzaron a entrar en ellas y a contaminarse con ellas, a enseñarles la brujerĂa, la magia y el corte de
raĂces y a enseñarles sobre las plantas.
Quedaron embarazadas de ellos y parieron gigantes de unos tres mil codos de altura que nacieron sobre la tierra y conforme a su niñez crecieron;
y devoraban el trabajo de todos los hijos de los hombres hasta que los humanos ya no lograban abastecerles.
Entonces, los gigantes se volvieron contra los humanos para matarlos y devorarlos;
(Sal 14:4; Mi 3:3)
y empezaron a pecar contra todos los pájaros del cielo y contra todas las
bestias de la tierra, contra los reptiles y contra los peces del mar y se devoraban los unos la carne de los otros y bebĂan sangre. (Jr 12:4)
Entonces la tierra acusĂł a los impĂos por todo lo que se habĂa hecho en ella.
(Gn 6:5-11,13; Ap 12:16)
Y ’Asa’el enseñó a los hombres a fabricar espadas de hierro y corazas de cobre y les
mostrĂł cĂłmo se extrae y se trabaja el oro hasta dejarlo listo y en lo que respecta a la plata
a repujarla para brazaletes y otros adornos. A las mujeres les enseñó sobre el antimonio, el maquillaje de los ojos, las piedras preciosas y las tinturas
Y entonces creciĂł la mucho impiedad y ellos tomaron los caminos equivocados y llegaron
a corromperse en todas las formas.
Shemihaza enseñó encantamientos y a cortar raĂces; Hermoni a romper hechizos, brujerĂa, magia y habilidades afines; Baraq’el los signos de los rayos; Kokab’el los presagios de las
estrellas; Zeq’el los de los relámpagos; -’el enseñó los significados; Ar’taqof enseñó las
señales de la tierra; Shamsi’el los presagios del sol; y Sahari’el los de la luna, y todos
comenzaron a revelar secretos a sus esposas.
Como parte de los hombres estaban siendo aniquilados, su grito subĂa hasta el cielo.
(Ex 3:7-9)
Entonces Miguel, Sariel, Rafael y Gabriel observaron la tierra desde el santuario de los
cielos y vieron mucha sangre derramada sobre la tierra y estaba toda llena de la injusticia
y de la violencia que se cometĂa sobre ella.
Considerando esto, los cuatro fueron y se dijeron: «el grito y el lamento por la destrucciĂłn de los hijos de la tierra sube hasta las puertas del cielo».
Y dijeron a los santos del cielo: «Es ahora a vosotros a quienes las almas de los hijos de los hombres suplican diciendo “llevad nuestra causa ante el AltĂsimo, nuestra destrucciĂłn
ante la gloria majestuosa y ante el Señor de todos los señores” en cuanto a majestad».
Y Rafael, Miguel, Sariel y Gabriel dijeron al Señor del mundo: «TĂş eres nuestro gran Señor, el Señor del mundo, el Dios de dioses, el Señor de señores y el Rey de reyes; los
cielos son el trono de tu gloria por todas las generaciones que existen desde siempre; toda la tierra es el escabel ante ti para siempre, y tu nombre es grande, santo y bendito por toda la eternidad.
“Eres tĂş quien todo lo ha creado y en ti reside el poder sobre todas las cosas; todo es
descubierto en toda su desnudez ante ti; tĂş lo ves todo y nada se te puede esconder.
(1Cr 29:10-12, Hb4:13)
“TĂş has visto lo que ha hecho ’Asa’el, como ha enseñado toda injusticia sobre la tierra y revelado los secretos eternos que se cumplen en los cielos;
y lo que ha enseñado a los humanos Shemihaza, al que tĂş habĂas dado la facultad de
gobernar sobre sus compañeros.
“Ellos han ido hacia las hijas de los hombres y se han acostado con ellas y se han profanado a sĂ mismos descubriĂ©ndoles todo pecado.
“Luego, estas mujeres han parido en el mundo gigantes, por lo que la tierra se ha llenado
de sangre e injusticia. (Gn 6:4,5,11)
“Y ahora mira que las almas de los que han muerto gritan y se lamentan hasta las puertas del cielo y su gemido ha subido y no puede cesar debido a la injusticia que se comete en la
tierra. (Ap 6:10)
“Pero tĂş que conoces todas las cosas antes de que sucedan, tĂş que sabes aquello, tĂş los
toleras y no nos dices quĂ© debemos hacerles al observar eso». (Ha 1:2-4) Entonces el AltĂsimo, Grande y Santo hablĂł y enviĂł a Sariel al hijo de Lamec.
Y le dijo: «Ve hacia NoĂ© y dile en mi nombre, “escĂłndete”; y revĂ©lale la consumaciĂłn que viene, pues la tierra entera va a perecer, un diluvio está por venir sobre toda la tierra y todo lo que se encuentre sobre ella perecerá.
“En seguida enseña al Justo, al hijo de Lamec, lo que debe hacer para preservar su alma
para la vida y escapar definitivamente, pues por Ă©l será sembrada una planta y serán establecidas todas las generaciones».
Y además, el Señor le dijo a Rafael: “Encadena a ’Asa’el de pies y manos, arrĂłjalo en las tinieblas, abre el desierto que está en Dudael y arrĂłjalo en Ă©l;
bota sobre Ă©l piedras ásperas y cortantes, cĂşbrelo de tinieblas, dĂ©jalo allĂ eternamente sin que pueda ver la luz, y en el gran dĂa del Juicio que sea arrojado al fuego.
“DespuĂ©s, sana la tierra que los Vigilantes han corrompido y anuncia su curaciĂłn, a fin de que se sanen de la plaga y que todos los hijos de los hombres no se pierdan debido al misterio que los Vigilantes descubrieron y han enseñado a sus hijos.
(Jl 2:22)
«Toda la tierra ha sido corrompida por medio de las obras que fueron enseñadas por ’Asa’el, impĂştale entonces todo pecado».
Y el Señor dijo a Gabriel: “Procede contra los bastardos y rĂ©probos hijos de la fornicaciĂłn
y haz desaparecer a los hijos de los Vigilantes de entre los humanos y hazlos entrar en una
guerra de destrucciĂłn, pues no habrá para ellos muchos dĂas.
“Ninguna peticiĂłn en su favor será concedida, pues esperan vivir una vida eterna o que
cada uno viva quinientos años.
Y a Miguel le dijo el Señor: ve y anuncia a Shemihaza y a todos sus cómplices que se unieron con mujeres y se contaminaron con ellas en su impureza,
¡que sus hijos perecerán y ellos verán la destrucciĂłn de sus queridos! EncadĂ©nalos durante setenta generaciones en los valles de la tierra hasta el gran dĂa de su juicio.
(2P 2:4; Judas 6) “En esos dĂas se les llevará al abismo de fuego, a los tormentos y al encierro en la prisiĂłn
eterna. (Ap 20:10)
“Todo el que sea condenado, estará perdido de ahĂ en adelante y será encadenado con ellos hasta la destrucciĂłn de su generaciĂłn. Y en la Ă©poca del juicio que yo juzgarĂ©, perecerán
por todas las generaciones.
“Destruye todos los espĂritus de los bastardos y de los hijos de los Vigilantes porque han hecho obrar mal a los humanos.
“Destruye la opresiĂłn de la faz de la tierra, haz perecer toda obra de impiedad y haz que aparezca la planta de justicia; ella será una bendiciĂłn y las obras de los justos serán plantadas en alegrĂa para siempre.
“En ese tiempo todos los justos escaparán y vivirán hasta que engendren millares. Todos los dĂas de vuestra juventud y vuestra vejez se completarán en paz.
“Entonces toda la tierra será cultivada en justicia y toda ella será plantada de árboles y llena de bendiciĂłn.
“Todos los árboles de la tierra que deseen serán plantados en ella y sembrarán allĂ viñas y cada una de ellas producirá mil jarras de vino y cada semilla producirá mil medidas por
una, y una medida de aceitunas producirá diez lagares de aceite.
“Y limpia tĂş la tierra de toda opresiĂłn, de toda violencia, de todo pecado, de toda impiedad y de toda maldad que ocurre en ella y hazles desaparecer de la tierra.
“Y todos los hijos de los hombres llegarán a ser justos y todas las naciones me adorarán,
se dirigirán en oración a mà y me alabarán.
“Y la tierra estará limpia de toda corrupciĂłn, de todo pecado, de todo castigo y de todo
dolor y yo no enviaré más plagas sobre la tierra, hasta las generaciones de las
generaciones ni por toda la eternidad.
CapĂtulo 11
“Y en esos dĂas abrirĂ© los tesoros de bendiciĂłn que están en el cielo, para hacerlos descender sobre la tierra, sobre las obras y el trabajo de los hijos de los hombres
“Y la paz y la verdad estarán unidas todos los dĂas del mundo y por todas las generaciones
Ante esos sucesos Enoc habĂa sido ocultado y no habĂa ningĂşn humano que supiera dĂłnde
fue escondido ni dĂłnde están ni quĂ© le sucediĂł. (Gn 5:24; Si 44:16; Sb 4:10,11; Hb 11:5) Él hacĂa todas sus acciones con los Vigilantes y pasaba sus dĂas con los santos.
AsĂ, yo Enoc estaba comenzando a bendecir al Señor de majestad, al Rey de los tiempos, y
he aquĂ que el Vigilante del gran Santo me llamĂł a mĂ, Enoc el escribiente y me dijo:
“Enoc, escriba de justicia, ve a los Vigilantes del cielo que han abandonado las alturas del
cielo, el eterno lugar santo y que se han contaminado con las mujeres haciendo como
hacen los hijos de los hombres, y han tomado mujeres y han forjado una gran obra de corrupción sobre la tierra, y hazles saber que no habrá para ellos paz ni redención de su pecado.
«Y asĂ como gozaron a causa de sus hijos ellos verán la muerte de sus bienamados y
llorarán por la pérdida de sus hijos y suplicarán eternamente, pero no habrá para ellos
misericordia ni paz».
Luego, Enoc se fue y le dijo a ’Asa’el: “No habrá paz para ti, contra ti ha sido pronunciado un gran juicio para encadenarte.
“No habrá para ti ni tregua ni intercesiĂłn, porque has enseñado la injusticia y a causa de
todas las obras de impiedad, violencia y pecado que has enseñado a los humanos.
Y avanzando les hablé a todos ellos y todos temieron y se espantaron y el temblor se
apoderĂł de ellos.
Me suplicaron que elevara una petición por ellos para que pudieran encontrar perdón por sus pecados y que la leyera en presencia del Señor del cielo.
Porque desde entonces ellos no pueden hablar a Dios ni levantar sus ojos al cielo, debido a
la vergĂĽenza por los crĂmenes por los cuales fueron condenados.
Entonces escribĂ su oraciĂłn con todas sus peticiones por sus almas y por cada una de sus
obras y por lo que suplicaban todos, que hubiera para ellos perdĂłn y larga vida.
Fui y me sentĂ© junto a las aguas de Dan, en la tierra de Dan, al sur del HermonĂn, a su lado occidental y estuve leyendo el libro donde anotĂ© sus peticiones, hasta que me dormĂ.
He aquĂ que me vinieron sueños y cayeron sobre mĂ visiones hasta que levantĂ© mis párpados a las puertas del palacio del cielo y vi una visiĂłn del rigor del castigo. Y vino una voz y me dijo: «Habla a los hijos del cielo para reprenderles».
Cuando despertĂ© fui a ellos. Todos estaban reunidos juntos y sentados llorando, en la Fuente del Llanto que está entre el LĂbano y Senir, con los rostros cubiertos.
ContĂ© delante de ellos todas las visiones que habĂa visto en sueños y me puse a hablar con palabras de justicia y de visiĂłn y a reprender a los Vigilantes celestiales.
Este es el libro de las palabras de la verdad y de la reprensión de los Vigilantes que existen desde siempre según lo ordenó el Gran Santo en el sueño que tuve.
En esta visión vi en mi sueño lo que digo ahora con la lengua de carne, con el aliento de mi boca, que el Grande ha dado a los humanos para que hablen con ella y para que
comprendan en el corazĂłn. AsĂ como Dios ha creado y destinado a los hijos de los hombres para que entiendan las palabras de conocimiento, asĂ me ha creado, hecho y
destinado a mĂ para que reprenda a los Vigilantes, a los hijos del cielo.
Vigilantes: yo escribà vuestra petición y en una visión se me reveló que no será concedida
nunca y que habrá juicio por decisión y decreto contra vosotros,
que a partir de ahora no volveréis al cielo y por todas las épocas no subiréis,
porque ha sido decretada la sentencia para encadenaros en las prisiones de la tierra por toda la eternidad.
Pero antes veréis que todos vuestros seres queridos irán a la destrucción con todos sus hijos y las riquezas de tus seres queridos y de sus hijos no las disfrutaréis y ellos caerán en
vuestra presencia por la espada de destrucciĂłn.
Pues vuestra petición por ellos ni la petición por vosotros serán concedidas. Continuaréis
pidiendo y suplicando y mientras lloráis no pronunciéis ni una palabra del texto que he escrito.
Esto me fue revelado en la visiĂłn: He aquĂ que las nubes me llamaban, la neblina me
gritaba y los relámpagos y truenos me apremiaban y me despedĂan y en la visiĂłn los
vientos me hacĂan volar, me levantaban en lo alto, me llevaban y me entraban en los
cielos.
Entré en ellos hasta que llegué al muro de un edificio construido con piedras de granizo,
rodeado y cercado completamente con lenguas de fuego que comenzaron a asustarme.
(Ac 2:3)
Entré por esas lenguas de fuego hasta que llegué a una casa grande construida con piedras de granizo cuyos muros eran como planchas de piedra; todas ellas eran de nieve y
su suelo estaba hecho de nieve
Su techo era como relámpagos y trueno y entre ellos querubines de fuego y su cielo era de agua.
Un fuego ardiente rodeaba todos sus muros cercándolos por completo y las puertas eran de
fuego ardiente.
EntrĂ© en esta casa que era caliente como fuego y frĂa como nieve. No habĂa en ella
ninguno de los placeres de la vida. Me consumiĂł el miedo y el temblor se apoderĂł de mĂ.
Tiritando y temblando caĂ sobre mi rostro y se me revelĂł una visiĂłn:
He aquĂ que vi una puerta que se abrĂa delante de mĂ y otra casa que era más grande que la
anterior, construida toda con lenguas de fuego.
Toda ella era superior a la otra en esplendor, gloria y majestad, tanto que no puedo
describiros su esplendor y majestad.
Su piso era de fuego y su parte superior de truenos y relámpagos y su techo de fuego ardiente.
Me fue revelada y vi en ella un trono elevado cuyo aspecto era el del cristal y cuyo contorno era como el sol brillante y tuve visiĂłn de querubĂn.
Por encima del trono salĂan rĂos de fuego ardiente y yo no resistĂa mirar hacia allá.
La Gran Gloria tenĂa sede en el trono y su vestido lucĂa más brillante que el sol y más blanco que cualquier nieve;
ningĂşn ángel podĂa entrar verle la cara debido a la magnĂfica Gloria y ningĂşn ser de carne
podĂa mirarlo.
Un fuego ardiente le rodeaba y un gran fuego se levantaba ante Él. Ninguno de los que le rodeaba podĂa acercársele y multitudes y multitudes estaban de pie ante Él y Él no
necesitaba consejeros.
Y las santidades de los santos que estaban cerca de Él no se alejaban durante la noche ni se
separaban de Él.
Yo hasta este momento estaba postrado sobre mi rostro, temblando y el Señor por su propia boca me llamĂł y me dijo: «Ven aquĂ Enoc y escucha mi Palabra».
Y vino a mĂ uno de los santos, me despertĂł, me hizo levantar y acercarme a la puerta e
incliné hacia abajo mi cabeza.
CapĂtulo 15
Y Ă©l me correspondiĂł y me hablĂł y yo oĂ su voz: “No temas Enoc, hombre de justo, escriba de justicia; acĂ©rcate y escucha mi voz.
“Ve y dile a los Vigilantes del cielo que te han enviado a suplicar por ellos: “A vosotros
corresponde interceder por los humanos y no a los humanos por vosotros”.
“¿Por quĂ© habĂ©is abandonando el cielo alto, santo y eterno, os habĂ©is acostado con mujeres y profanado a vosotros mismos con las hijas de los hombres y tomado esposas
como los hijos de la tierra y habĂ©is engendrado hijos gigantes?”.
“Vosotros que fuisteis santos espirituales viviendo una vida eterna os habĂ©is manchado con la sangre de las mujeres y habĂ©is engendrado con la sangre de la carne y como los hijos del hombre habĂ©is deseado despuĂ©s carne y sangre como aquellos que mueren y perecen”.
“Por eso yo les he dado a ellos mujeres para que las fecunden y engendren hijos por ellas y para que asĂ no falten ellos sobre la tierra.
“En cuanto a vosotros, fuisteis primero espirituales, viviendo una vida eterna, inmortal por todas las generaciones del mundo;
por ello no se os han atribuido mujeres, pues la morada de los espĂritus del cielo es el cielo”.
“Y ahora, los gigantes que han nacido de los espĂritus y de la carne, serán llamados en la tierra espĂritus malignos y sobre la tierra estará su morada”.
“Los espĂritus malos proceden de sus cuerpos, porque han nacido de humanos y de los
santos Vigilantes es su comienzo y origen primordial. Estarán los espĂritus malos sobre la
tierra y serán llamados espĂritus malos”.
“Los espĂritus del cielo tienen su casa en el cielo y los espĂritus de la tierra que fueron engendrados sobre la tierra tienen su casa en la tierra”.
“Y los espĂritus de los gigantes, de los Nefilim, que afligen, oprimen, invaden, combaten y destruyen sobre la tierra y causan penalidades, ellos aunque no comen tienen hambre y sed
y causan daños”.
“Estos espĂritus se levantarán contra los hijos de los hombre y contra las mujeres porque de ellos proceden”».
“DespuĂ©s de la muerte de los gigantes cuando los espĂritus han salidos de su cuerpo, su carne será destruida antes del juicio. Serán asĂ destruidos hasta el dĂa de la gran
consumaciĂłn, del gran juicio en el cual el tiempo terminará para los Vigilantes e impĂos y
seréis totalmente consumados.
“Y ahora, a los Vigilantes, que te han enviado a suplicar por ellos, que en otra Ă©poca
habitaban en el cielo, diles:
“Vosotros estabais en el cielo pero todos los misterios no se os habĂan revelado. No habĂ©is conocido sino un misterio indigno y en el endurecimiento de vuestro corazĂłn lo habĂ©is comunicado a las mujeres y por ese misterio ellas y los hombres han multiplicado el mal sobre la tierra”.
«Diles pues: “No tendrĂ©is paz”».
Después me llevaron a un sitio cuyos habitantes son como el fuego ardiente, pero cuando
desean aparecen como humanos.
Me llevaron a la casa de la tempestad, sobre una montaña cuya cima tocaba el cielo,
y vi las mansiones de las luminarias y los tesoros de las estrellas y del trueno, en los
extremos del abismo donde están el arco de fuego, sus flechas y carcaj, la espada de fuego
y todos los relámpagos.
Luego me llevaron hasta las aguas de vida y hasta el fuego del occidente, el que recogiĂł
todas las puestas de sol.
LleguĂ© hasta un rĂo de fuego cuyas llamas corren como agua y desemboca en el gran mar
que esta al lado del poniente;
vi grandes rĂos y lleguĂ© a una gran oscuridad y hasta donde ningĂşn ser carnal camina; vi las montañas de las tinieblas de invierno y el sitio hacia donde fluyen todas las aguas del abismo;
y vi la desembocadura de todos los rĂos de la tierra y la desembocadura del abismo.
Vi los tesoros de los vientos y vi que con ellos Él ha adornado toda la creación y los
cimientos de la tierra;
y vi también la piedra angular de la tierra y los cuatro vientos que sostienen la tierra y el
firmamento;
vi como los vientos extienden el velo del cielo en lo alto y cĂłmo tienen su puesto entre el
cielo y la tierra: son las columnas del cielo;
vi los vientos que hacen girar y que conducen por las Ăłrbitas del sol y de los astros en sus
estancias;
vi los vientos que sostienen las nubes sobre la tierra; vi los caminos de los ángeles; vi en
los confines de la tierra el firmamento en lo alto.
DespuĂ©s fui al sur y vi un sitio que ardĂa dĂa y noche, en donde se encontraban siete montañas de piedras preciosas, tres del lado oriental y tres del lado del mediodĂa.
AsĂ, entre las que estaban en el oriente, una era de piedra multicolor, una de perlas, y la otra de piedras medicinales; y las que estaban en el sur eran de piedra roja.
La del medio se elevaba hasta el cielo como el trono del Señor y la parte alta del trono era de zafiro.
Yo vi un fuego ardiente, y más allá de esas montañas está una región donde termina la gran tierra, y ahà culminan los cielos.
Luego me fue mostrado un profundo abismo entre columnas de fuego celeste, y vi en Ă©l columnas de fuego que descendĂan al fondo y cuya altura y profundidad eran
inconmensurables;
y más allá de este abismo vi un sitio sobre el cual no se extendĂa el firmamento, bajo el
cual no habĂa tampoco cimientos de la tierra; sobre el que no habĂa ni agua ni pájaros, sino que era un lugar desierto y terrible.
AllĂ vi siete estrellas parecidas a grandes montañas, que ardĂan, y cuando preguntĂ© sobre esto,
El ángel me dijo: «Este sitio es el final del cielo y de la tierra; ha llegado a ser la prisiĂłn de las estrellas y de los poderes del cielo.
“Las estrellas que ruedan sobre el fuego son las que han transgredido el mandamiento del Señor, desde el comienzo de su ascenso, porque no han llegado a su debido tiempo; y Él se irritĂł contra ellas y las ha encadenado hasta el tiempo de la consumaciĂłn de su
culpa para siempre, en el año del misterio».
DespuĂ©s Sariel me dijo: “AquĂ estarán los Vigilantes que se han conectado por su propia
cuenta con mujeres. Sus espĂritus asumiendo muy diversas apariencias se han corrompido y han descarriado a los humanos para que sacrifiquen a demonios y dioses, hasta el dĂa del
gran juicio, en que serán juzgados y encontrarán su final.
«En cuanto a sus mujeres, las que fueron seducidas por los Vigilantes, se volverán
sosegadas».
Yo Enoc, solo, he visto la visiĂłn, el final de todas las cosas y ningĂşn humano ha visto lo
que yo he visto.
He aquà los nombres de los santos ángeles que vigilan: (Ap 8:2)
Uriel, uno de los santos ángeles, llamado el del trueno y el temblor;
Rafael, otro de los santos ángeles, el de los espĂritus de los humanos; (Tb 12:15) Ra’u’el, otro de los santos ángeles, que se venga del mundo de las luminarias;
Miguel, otro de los santos ángeles, encargados de la mejor parte del la humanidad y del
pueblo; (Dn 10:13,21, 12:1; Judas 9; Ap 12:7)
Sariel, otro de los santos ángeles, encargado de los espĂritus de los hijos de los hombres
que pecan en espĂritu;
Gabriel; otro de los santos ángeles, encargado del paraĂso, las serpientes y los querubines;
(Dn 8:16, 9:21; Lc 1:19,26) (Gn 3:24; Ex 25:18-22; Ez 10:4-5)
Remeiel, otros de los santos ángeles, al que
Dios ha encargado de los resucitados. (Mt 28:2,5; Mc 16:5) Después volvà hasta donde todo era caótico;
y allá vi algo horrible: no vi ni cielo en lo alto ni tierra firme fundamentada, sino un sitio
informe y terrible.
Vi allĂ cuatro estrellas del cielo encadenadas que parecĂan grandes montañas ardiendo
como fuego.
Entonces preguntĂ©: «¿Por quĂ© pecado están encadenadas y por quĂ© motivo han sido
arrojadas acá?».
Uriel el Vigilante y el Santo que estaba conmigo y me guiaba, me dijo: “Enoc ¿por quĂ©
preguntas y te inquietas por la verdad?
Esta cantidad de estrellas de los cielos son las que han transgredido el mandamiento del Señor y han sido encadenadas aquà hasta que pasen diez mil años, el tiempo impuesto según sus pecados.
Desde allĂ pasĂ© a otro lugar más terrible que el anterior y vi algo horrible: habĂa allá un gran fuego ardiendo y flameando y el lugar tenĂa grietas hasta el abismo, llenas de
columnas descendentes de fuego, pero no pude ver ni sus dimensiones ni su magnitud ni
harĂa conjeturas.
Entonces dije: «¡QuĂ© espantoso y terrible es mirar este lugar!».
Contestándome, Uriel el Vigilante y el Santo, que estaba conmigo me dijo: «Enoc ¿por
quĂ© estás tan atemorizado y espantado?». Le respondĂ: «Es por este lugar terrible y por el
espectáculo del sufrimiento».
Y Ă©l me dijo: «Este sitio es la prisiĂłn de los ángeles y aquĂ estarán prisioneros por siempre».
Desde allà fui a otra parte, a una montaña de roca dura;
habĂa ahĂ cuatro pozos profundos, anchos y muy lisos. Y dije: «¡QuĂ© lisos son estos
huecos y quĂ© profundos y oscuros se ven!».
En ese momento, Rafael el Vigilante y el Santo, que estaba conmigo, me respondiĂł
diciendo: “Estas cavidades han sido creadas con el siguiente propĂłsito; que los espĂritus de las almas de los muertos puedan reunirse y que todas las almas de los hijos de los hombres
se reĂşnan ahĂ. AsĂ pues esos son los pozos que les servirán de cárcel;
“Están hechos para tal cosa, hasta el dĂa en que sean juzgados hasta momento del gran
juicio que se les hará el Ăşltimo dĂa».
(Sal 68:19; Ef 4:9; 1P 3:19,20)
Vi allĂ al espĂritu de un hombre muerto acusando, y su lamento subĂa hasta el cielo, gritando y acusando.
Entonces preguntĂ© a Rafael el Vigilante y el Santo, que estaba conmigo: «¿De quiĂ©n es este espĂritu que está acusando que se queja de tal modo que sube hasta el cielo gritando y
acusando?».
Me respondiĂł diciendo: «Ă‰ste es el espĂritu que saliĂł de Abel, a quien su hermano CaĂn asesinĂł; Ă©l lo acusa hasta que su semilla sea eliminada de la faz de la tierra y su semilla
desaparezca dl linaje de los hombres».
Entonces preguntĂ© observando todos los pozos: «¿Por quĂ© están separados unos de otros?».
Me respondiĂł diciendo: «Esos tres han sido hechos para que los espĂritus de los muertos
puedan estar separados. AsĂ una divisiĂłn ha sido hecha para los espĂritus de los justos, en
la cual brota una fuente de agua viva. (Jn 4:14, 7:38)
“Y asĂ ha sido hecha Ă©sta para los pecadores cuando mueren y son sepultados y no se ha ejecutado juicio contra ellos en vida.
“AquĂ sus espĂritus serán colocados aparte, para esta gran pena, hasta el dĂa del gran juicio y castigados y atormentados para siempre quienes merecen tal retribuciĂłn por sus
espĂritus.
“Esta divisiĂłn ha sido separada para quienes presentan su queja y denuncian su
destrucciĂłn cuando fueron asesinados en los dĂas de los pecadores.
TambiĂ©n ha sido hecha Ă©sta para los espĂritus de los hombres que no fueron justos sino pecadores, para todos los transgresores y los cĂłmplices de la trasgresiĂłn; que en el dĂa del juicio serán afligidos fuera de allĂ, pero no serán resucitados desde allĂ».
Entonces bendije al Señor de Majestad y dije: «Bendito sea el juicio de justicia y bendito sea el Señor de Majestad y Justicia que es el Señor del mundo».
Desde allĂ fui transportado a otro lugar al occidente, en las extremidades de la tierra; me fue mostrado un fuego que corrĂa sin descanso y sin interrumpir su carrera ni de dĂa ni de noche, permaneciendo constante, mientras tanto.
Yo preguntĂ© diciendo: «¿QuĂ© es esto que no tiene reposo alguno?».
Me respondiĂł Ra’u’el: “La funciĂłn de este fuego que corre hacia el occidente es guiar a todas las luminarias del cielo”.
Y me mostró las montañas: el suelo entre ellas era de fuego ardiente y llameaba por las
noches.
Fui hacia allá y vi siete montañas magnĂficas, diferentes entre sĂ y de piedras preciosas y hermosas y todas eran esplĂ©ndidas, de apariencia gloriosa y bello aspecto: tres por el oriente, apoyadas una contra la otra; y tres por el sur, una bajo la otra; y vi cañadas
profundas y sinuosas, ninguna de las cuales se unĂa a las demás.
La séptima montaña estaba en medio de todas, superándolas en altura a la manera de un trono, rodeada por árboles aromáticos,
entre los cuales habĂa un árbol cuyo perfume yo no habĂa olido nunca y no habĂa perfume
similar entre estos ni entre los demás árboles: exhala una fragancia superior a cualquiera y sus hojas, flores y madera no se secan nunca, su fruto es hermoso y se parece a los dátiles de las palmas.
Entonces dije: «“¡QuĂ© árbol tan hermoso! Es bello a la vista, su follaje gracioso y su fruto tiene un aspecto muy agradable”.
Entonces, Miguel el Vigilante y santo, que estaba conmigo y que estaba encargado de esos
árboles, me contestĂł».
«Y Ă©l me dijo: “Enoc, ¿para quĂ© me preguntas por el perfume de ese árbol y para quĂ© quieres saber la verdad?”.
Entonces, yo, Enoc, le respondĂ asĂ: “Deseo aprender de todo, pero especialmente acerca de este árbol”.
Y Ă©l me contestĂł diciendo: “Esta montaña alta que has visto y cuya cima es como el trono de Dios, es su trono, donde se sentará el Gran Santo, el Señor de Gloria, el Rey Eterno,
cuando descienda a visitar la tierra con bondad”.
“No se permite que ningĂşn ser de carne toque este árbol aromático, hasta el gran juicio cuando Él se vengará de todo y llevará todas las cosas a su consumaciĂłn para siempre,
pero entonces será dado a los justos y a los humildes”.
“Su fruto servirá como alimento a los elegidos y será transplantado al lugar santo, al
templo del Señor, el Rey Eterno”.
Entonces ellos se regocijarán y estarán alegres; entrarán en el lugar santo y la fragancia
penetrará sus huesos; y ellos vivirán una larga vida, tal y como la que sus antepasados
vivieron. En sus dĂas no los tocará ningĂşn sufrimiento ni plaga ni tormento ni calamidad».
Entonces bendije al Dios de la Gloria, al Rey Eterno, porque habĂa preparado tales cosas
para los humanos, para los justos. Estas cosas Él las ha creado y ha prometido dárselas.
Fui trasladado desde allĂ hasta el centro de la tierra y vi un lugar bendito en el cual habĂa
árboles cuyas ramas brotaban permanentemente.
AllĂ me fue mostrada una montaña santa y salĂa agua de debajo de la montaña, desde el
oriente y descendiendo hacia el sur.
Y vi al oriente otra montaña más alta que aquella y entre ellas un cañón profundo y angosto por el que corrĂa el agua que salĂa de la montaña.
Y al occidente otra montaña, más baja que la anterior, poco elevada, y por debajo, entre las
dos, una hondonada profunda y seca, y otra hondonada entre las tres montañas.
Todas eran barrancos profundos de roca dura y no habĂa árboles plantados en ellos.
Yo me maravillaba de las montañas y me asombraba de los barrancos, me asombraba demasiado.
Entonces dije: «¿Por quĂ© esta tierra está bendita y llena de árboles y en medio están estos
barrancos malditos?».
Entonces Sariel, el Vigilante y el santo, que estaba conmigo, me respondiĂł y dijo: “Este barranco maldito es para aquellos que están malditos para siempre; ahĂ serán reunidos
todos los malditos que con su boca pronuncian palabras indecorosas contra el Señor y
ofenden su Gloria, ahà serán reunidos y ahà estará el lugar de su juicio.
(2P 2:10; Judas 15)
En los últimos tiempos se ejecutará sobre ellos en justicia el espectáculo del juicio, en presencia de los justos para siempre; ahà se manifestará la misericordia y la bendición del Señor de Gloria y el Rey Eterno.
El dĂa del juicio sobre los anteriores, ellos le bendecirán por la misericordia que les ha reservado.
Entonces yo bendije al Señor de Gloria, promulgué su Gloria y alabé su grandeza.
Fui desde allà hacia el oriente, en medio de la cordillera del desierto y vi el desierto: estaba solitario y lleno de árboles y plantas;
brotaba agua desde arriba,
acometiendo como un rĂo caudaloso que fluĂa hacia el noroeste llevando el agua y el rocĂo por todos lados.
CapĂtulo 29
Desde allà fui a otro lugar en el desierto y me alejé mucho, hacia el oriente de este sitio.
Allà vi árboles silvestres que exudaban perfumes de incienso y mirra y sus frutos son parecidos a las nueces.
Y más allá de ellos, me alejé muy al oriente y vi otro gran lugar, con valles de muchas
aguas,
en el que habĂa cañas dulces aromáticas semejantes al lentisco;
y en las orillas de estos valles vi el fragante cinamomo. Y más allá de estos valles me alejé
hacia el oriente.
Me fueron mostradas otras montañas y tambiĂ©n en ellas vi árboles de los cuales salĂa la resina llamada tsaru y gálbano.
Más allá todos los árboles todos los árboles estaban llenos de resina que era semejante a la
corteza del almendro.
Cuando se casca en estos árboles sale de ellos un olor perfumado y cuando se muelen las
cortezas son superiores a cualquier perfume.
Más allá de tales montañas, hacia el noreste de ellas, me fueron mostradas otras montañas,
llenas de nardo escogido, lentisco, cardamomo y pimienta.
desde allà continué hacia el oriente de todas estas montañas, lejos de ellas, al oriente de la
tierra, fui llevado por encima del mar Rojo y me alejé mucho de él, pasé por encima de la oscuridad, lejos de ella;
y fui llevado al lado del ParaĂso de Justicia, y me fueron mostrados desde lejos árboles en
Ă©l, árboles numerosos en exceso y grandes, diferentes unos de otros. Vi allĂ un árbol que era distinto de todos los demás, muy grande, bello y magnĂfico, el árbol de la sabidurĂa, los que comen de su fruto aprenden gran sabidurĂa.
El árbol es tan alto como un abeto, sus hojas se parecen a las del algarrobo y su fruto es como un racimo de uvas, muy bonito; y la fragancia de ese árbol penetra hasta muy lejos.
Y yo dije: «¡QuĂ© hermoso es este árbol y cĂłmo atrae mirarlo!».
Remeiel el Vigilante y el santo, que estaba conmigo, me contestĂł y dijo: «Es el árbol de la sabidurĂa, del cual comieron tu primer padre y tu primera madre y aprendieron la sabidurĂa
y sus ojos se abrieron y comprendieron que estaban desnudos y fueron expulsados del jardĂn del EdĂ©n».
Desde allĂ fui hasta los confines de la tierra y vi allĂ grandes bestias diferentes unas de
otras y tambiĂ©n pájaros que diferĂan en sus aspectos, hermosura y trinos.
Al oriente de esas bestias vi el final de la tierra, donde el cielo descansa, y donde se abren los portales del cielo.
Vi como nacen las estrellas del cielos y los portales de los que proceden y anoté las salidas de cada una de las estrella, según su número, nombre, curso y posición y según su tiempo
y meses, segĂşn me las mostraba Uriel, uno de los Vigilantes.
Y me mostrĂł y escribiĂł para mĂ todo, incluso escribiĂł para mĂ sus nombres de acuerdo con
sus tiempos.
Desde allĂ fui transportado a la extremidad norte de la tierra y me fueron mostradas
grandes obras:
Vi tres puertas del cielo abiertas; a travĂ©s de cada una de ellas vienen los vientos del norte y cuando soplan hay frĂo, granizo, escarcha, nieve, rocĂo y lluvia.
Si salen por una sola de las puertas, soplan para bien; pero cuando soplan a través de las otras dos es con violencia y calamidad sobre la tierra pues soplan con fuerza.
CapĂtulo 35
Y desde allĂ fui hasta la extremidad occidental de la tierra y vi tres puertas del cielo
abiertas, el mismo nĂşmero de puertas y salidas que habĂa visto en el oriente.
Desde allĂ fui transportado a la extremidad sur de la tierra y allĂ me fueron mostradas sus tres puertas abiertas del viento sur: para el rocĂo, la lluvia y el viento.
Y desde allĂ fui transportado al lĂmite oriental del cielo y vi las tres puertas orientales abiertas las tres puertas orientales del cielo y encima de ellas unas puertas pequeñas
Por cada una de estas puertas pequeñas pasan las estrellas del cielo y corren por el curso
trazado para ellas hacia el occidente.
Al ver esto bendije todo el tiempo al Señor de Gloria, y continuarĂ© bendiciendo al Señor de Gloria, que ha realizado grandes y magnĂficos prodigios para mostrar la grandeza de su obra a los ángeles, a los espĂritus y a los humanos, para que ellos puedan alabar esa obra,
toda su creaciĂłn, para que puedan ver la manifestaciĂłn de su poder y alaben la grandiosa obra de sus manos y le bendigan por siempre.
Libro de las Parábolas
La segunda visiĂłn que Ă©l vio —visiĂłn de sabidurĂa— que vio Enoc, hijo de Jared, hijo de
Mahalalel, hijo de Kainan, hijo de Enos, hijo de Set, hijo de Adán.
Este es el comienzo de las palabras sabias que hice salir con mi voz, para hablarle y
decirle a los habitantes de la tierra: “Escuchad hombres de Ă©pocas pasadas y del porvenir, las palabras del santo que habla en presencia del Señor de los espĂritus.
Fue excelente declararlas a los hombres de antaño pero igualmente a los del porvenir, no
vamos a negarles el principio de sabidurĂa.
Hasta ahora tal sabidurĂa no ha sido dada por el señor de los espĂritus, pero yo la he recibido de acuerdo con mi discernimiento y con el buen parecer del Señor de los espĂritus
gracias a quien me ha sido dada mi parte en la vida eterna.
Tres parábolas me fueron comunicadas ya y yo he elevado mi voz para relatarlas a quienes habitan sobre la tierra.
Primera Parábola.- Cuando aparezca la asamblea de los justos y los pecadores sean juzgados por sus pecados y expulsados de la superficie de la tierra.
cuando el Justo se manifieste a los ojos de los justos, de los elegidos cuyas obras dependen
del señor de los espĂritus; cuando la luz brille para los justos y para los elegidos que habitan sobre la tierra: ¿DĂłnde estará entonces la morada de los pecadores? ¿DĂłnde estará el lugar de descanso de quienes han renegado del Señor de los espĂritus? HabrĂa sido
mejor para ellos no haber nacido. (Mc 14:21)
Cuando los misterios de los justos sean manifiestos y los pecadores juzgados y expulsados de la presencia de los justos y los elegidos,
desde ese momento los que dominan la tierra no serán poderosos ni elegidos por más
tiempo ni podrán ellos mirar a la cara de los santos, porque será la luz del Señor de los
espĂritus la que brillará sobre la cara de los santos, de los justos, de los elegidos.
Entonces, los reyes y los poderosos perecerán y serán entregados a las manos de los justos
y de los santos. (Sal 149 2:9)
Y de ahĂ en adelante nadie buscará para ellos la misericordia del Señor de los espĂritus porque su vida encontrĂł su final.
Y ocurrirá en esos dĂas que los hijos de los elegidos y santos descenderán de lo alto del
cielo y su linaje llegará a ser uno con el de los hijos de los hombres.
Enoc recibiĂł los libros del celo y la ira y los libros de la angustia y el destierro: “Nunca más obtendrán misericordia”, dijo el Señor de los espĂritus.
Y las nubes me cubrieron, y el viento me levantĂł de la superficie de la tierra y me dejĂł en el lĂmite de los cielos.
AllĂ tuve otra visiĂłn: vi el lugar donde habitan los santos y el lugar de descanso de los justos.
Ahà contemplé con mis ojos las moradas en medio de los ángeles de justicia y sus lugares
de descanso entre los santos. Mientras suplican y oran por los hijos de los hombres, la
justicia brota entre ellos como el agua y la misericordia se esparce sobre ellos como el
sobre el rocĂo sobre la tierra, por los siglos de los siglos.
En ese lugar con mis ojos vi al Elegido de Justicia y de Fe; la justicia prevalecerá en sus
dĂas y los justos y los elegidos serán innumerables ante Ă©l por los siglos de los siglos.
Vi su morada bajo las alas del Señor de los espĂritus; todos los justos y los elegidos
brillarán frente a Ă©l como el resplandor del fuego; su boca estará llena de bendiciĂłn; sus labios glorificarán el nombre del Señor de los espĂritus; y la justicia y la verdad no fallarán ante Ă©l.
Yo deseaba vivir allĂ y mi espĂritu anhelaba esa morada: esa era desde antes mi herencia,
tal y como habĂa sido establecida para mĂ ante el Señor de los espĂritus.
En esos dĂas alabĂ© y ensalcĂ© el nombre del Señor de los espĂritus con bendiciones y
alabanzas porque Él me ha destinado para la bendición y la gloria de acuerdo con el buen
parecer del Señor de los espĂritus.
Por mucho tiempo mis ojos observaron ese lugar y lo bendije a Él y lo alabé diciendo:
“Bendito es Él y bendito sea desde el principio y para siempre”.
Ante Él no hay renuncia; Él sabe desde antes de que el mundo fuera creado qué es para siempre y qué será de generación en generación.
Aquellos que no duermen te bendicen; ellos están ante tu Gloria y bendicen, alaban y
ensalzan diciendo: «Santo, Santo, santo es el Señor de los espĂritus, Él llena la tierra con espĂritus».
Mis ojos vieron allá a todos aquellos que no duermen, bendiciendo y diciendo: «Bendito seas tĂş y bendito sea el nombre del Señor de los espĂritus por los siglos de los siglos».
Mi rostro fue cambiado y no podĂa sostener la mirada.
DespuĂ©s de eso vi miles de miles y mirĂadas, vi una multitud innumerable e incalculable,
que se sostiene ante el Señor de los espĂritus.
Y sobre los cuatro costados del Señor de los espĂritus vi cuatro presencias diferentes de
aquellos que no duermen y aprendà sus nombres porque el ángel que va conmigo me los
dio a conocer y me mostrĂł todas las cosas ocultas.
Y escuché las voces de esas cuatro presencias y cómo ellas pronuncian alabanzas ante el Señor de la Gloria.
La primera voz bendice al Señor de los espĂritus por los siglos de los siglos.
A la segunda voz la escuchĂ© bendiciendo Elegido y a los elegidos que dependen del Señor de los espĂritus.
A la tercera voz la oĂ orar e interceder por los que viven sobre la tierra y suplicar en nombre del Señor de los espĂritus.
Y escuchĂ© la cuarta voz expulsando a los Satanes e impidiendo que lleguen hasta el Señor de los espĂritus a acusar a quienes viven en la tierra Él.
Después de eso pregunté al ángel de paz que iba conmigo y me mostraba todas las cosas
que están ocultas: «¿QuiĂ©nes son esas cuatro presencias que he visto y cuyas palabras he oĂdo y escrito abajo?».
Me dijo: “El primero, el misericordioso y muy paciente, es Miguel; el segundo, que está encargado de las enfermedades y de todas las heridas de los hijos de los hombres, es
Rafael; el tercero, que está encargado de todos los poderes, es Gabriel; el cuarto, que está
encargado de la esperanza de quienes heredarán la vida eterna, es llamado Sariel.
Estos son los cuatro ángeles del Señor de los espĂritus y las cuatro voces que he escuchado
esos dĂas.
Después vi todos los misterios de los cielos y cómo el reino está dividido y cómo las
acciones de los humanos son pesadas en la balanza.
Allà vi la habitación de los elegidos y la morada de los santos y mis ojos vieron a los pecadores cuando eran expulsados de allà porque rechazaron el nombre del Señor de los
espĂritus y no podĂan quedarse a causa del castigo que procede del Señor de los espĂritus.
Allà mis ojos vieron los misterios del relámpago y del trueno; y los secretos de los vientos
y cĂłmo se distribuyen para soplar sobre la tierra; y los secretos de las nubes y el rocĂo, de dĂłnde proceden en ese lugar y desde dĂłnde saturan el polvo de la tierra.
Allà vi las cámaras cerradas desde donde son distribuidos los vientos, el depósito del granizo y del viento, el depósito de la neblina y las nubes que revolotean sobre la tierra
desde el comienzo del mundo.
Y vi las cámaras del sol y de la luna, de dónde proceden y hacia dónde regresan, y su
maravilloso retorno; cĂłmo el uno es superior a la otra; su magnĂfica Ăłrbita y cĂłmo no se alejan de ella y mantienen fielmente el juramento que han hecho uno a otro.
El sol sale primero y sigue su ruta segĂşn el mandamiento del Señor de los espĂritus, cuyo
nombre es poderoso por los siglos de los siglos.
Y después de eso vi el camino oculto de la luna y el visible y ella cumple el recorrido de
su camino en ese lugar de dĂa y de noche; y uno mantiene una posiciĂłn opuesta al otro, ante el Señor de los espĂritus, ellos dan gracias y alaban sin descanso, porque para ellos
dar gracias es descansar.
El sol gira frecuentemente para bendecir, o para maldecir y el recorrido de la ruta de la luna es bendición para los justos y tinieblas para los pecadores, en el nombre del Señor,
que ha separado la luz de las tinieblas, ha repartido los espĂritus de los humanos y ha
fortalecido los espĂritus de los justos en nombre de su justicia.
Porque ningún ángel lo impide y ningún poder es capaz de impedirlo, porque Él cita un
juicio para todos ellos y los juzga a todos ante Él.
La SabidurĂa no encuentra un lugar donde pueda habitar, entonces su casa está en los
cielos. (Pr 9:1)
La SabidurĂa fue a habitar entre los hijos de los hombres y no encontrĂł sitio. Entonces la SabidurĂa ha regresado a su hogar y ha tomado su silla entre los ángeles. (Pr 8:1-4; Jn 1:11)
Y la injusticia ha salido de sus cuevas, ha encontrado a los que no buscaban y ha habitado
entre ellos, como la lluvia en el desierto y como el rocĂo sobre la tierra sedienta.
(Pr 2:12-19)
Después vi otros relámpagos y estrellas del cielo y vi cómo Él las llamaba por sus
nombres y ellas le ponĂan atenciĂłn.
Y vi cĂłmo ellas eran pesadas en balanzas justas, de acuerdo con su luminosidad, sus dimensiones y el dĂa de su apariciĂłn y cĂłmo su movimiento genera relámpagos; y vi su curso de acuerdo con el nĂşmero de los ángeles y cĂłmo se guardan fidelidad entre ellas.
Le preguntĂ© al ángel que iba conmigo y me mostrĂł los que estaba oculto: «¿QuĂ© es eso?».
Me dijo: “El Señor de los espĂritus te ha mostrado su parábola; estos son los nombres de
los santos que viven sobre la tierra y creen en el Señor de los espĂritus por los siglos de los siglos.
CapĂtulo 44
Vi también otros fenómenos relativos a los relámpagos: cómo algunas estrellas surgen, llegan a ser relámpagos y no pueden abandonar su nueva forma.
“Ésta es la segunda parábola, acerca de quienes rechazan la comunidad de los santos y al Señor de los espĂritus.
«Ellos no subirán al interior del cielo ni volverán a la tierra, tal será la suerte los pecadores que han renegado del nombre del Señor de los espĂritus a quienes tĂş has reservado para el
dĂa del sufrimiento y la tribulaciĂłn. (Pr 2:22)
“En este dĂa mi Elegido se sentará sobre el trono de gloria y juzgará sus obras; sus sitios
de descanso serán innumerables y dentro de ellos sus espĂritus se fortalecerán cuando vean a mi Elegido y a aquellos que han apelado a mi nombre glorioso.
“Entonces, harĂ© que mi Elegido habite entre ellos; transformarĂ© el cielo y lo convertirĂ© en bendiciĂłn y luz eternas;
transformaré la tierra y haré que mis elegidos la habiten, pero los pecadores y los
malvados no pondrán los pies allĂ.
«Porque he abastecido y satisfecho con paz a mis justos y los he hecho vivir ante mĂ; pero el juicio de los pecadores es inminente, de manera que los destruirĂ© en la faz de la tierra».
AllĂ vi a alguien que tenĂa una Cabeza de los DĂas y su cabeza era blanca como lana; con
Él habĂa otro, cuya figura tenĂa la apariencia de un hombre y su cara era llena de gracia
como la de los santos ángeles. (Dn 7:9,13; Ap 1:13,14)
Le preguntĂ© al ángel que iba conmigo y que me mostraba todas las cosas secretas con respecto a este Hijo del Hombre: «¿QuiĂ©n es Ă©ste, de dĂłnde viene y por quĂ© va con la Cabeza de los DĂas?».
Me respondiĂł y me dijo: “Éste es el Hijo del Hombre, que posee la justicia y con quien vive la justicia y que revelará todos los tesoros ocultos, porque el Señor de los espĂritus lo ha escogido y tiene como destino la mayor dignidad ante el Señor de los espĂritus,
justamente y por siempre. (Dn 7:14; Mt 24:30, 26:64; Mc 13:26, 14:52; Lc 21:27, 22:69)
“El Hijo del Hombre que has visto, levantará a los reyes y a los poderosos de sus lechos y
a los fuertes de sus tronos; desatará los frenos de los fuertes y les partirá los dientes a los
pecadores; (Sal 110:5) derrocará a los reyes de sus tronos y reinos, porque ellos no le han ensalzado y alabado ni reconocieron humildemente de dónde les fue otorgada la realeza.
(Lc 1:52)
“Le cambiará la cara a los fuertes llenándolos de temor; las tinieblas serán su morada y los gusanos su cama, y no tendrán esperanza de levantarse de esa cama, porque no exaltaron
el nombre del Señor de los espĂritus.
“Estos que juzgan a las estrellas del cielo, que levantan sus manos contra el más Alto, que
oprimen la tierra y habitan sobre ella, cuyas acciones expresan todas injusticia, cuyo poder reside en su riqueza, cuya confianza está puesta en los dioses que ellos han hecho con sus manos: ellos niegan el nombre del Señor de los espĂritus;
ellos persiguen sus congregaciones y a los fieles, a quienes condenan en nombre del Señor de los espĂritus.
En esos dĂas la oraciĂłn de los justos y la sangre de los justos habrán subido desde la tierra,
hasta el Señor de los espĂritus.
En tales dĂas los santos que habitan en lo alto de los cielos se unirán en una sola voz:
suplicarán, orarán, alabarán, darán gracias y bendecirán el nombre del Señor de los
espĂritus, en nombre de la sangre de los justos que ha sido derramada y para que la oraciĂłn
de los justos no sea en vano ante el Señor de los espĂritus, se haga justicia y su paciencia
no sea eterna. (Ap 6:10; 4Es 4:35-37)
En esos tiempos vi la Cabeza de los DĂas cuando se sentĂł en el trono de su gloria y los libros de los vivos fueron abiertos ante Él. Todas sus huestes que habitan en lo alto del
cielo y su corte estaban ante Él. (Ap 20:11,12)
Y el corazĂłn de los santos se llenĂł de alegrĂa, porque el nĂşmero de los justos ha sido establecido, la oraciĂłn de los justos ha sido escuchada y la sangre de los justo ha sido
denunciada ante el Señor de los espĂritus. (Ap 6:11)
En ese lugar vi la fuente de la justicia, la cual era inagotable, y a su alrededor habĂa muchas fuentes de sabidurĂa, todos los sedientos bebĂan de ellas y se llenaban de sabidurĂa
y habitaban con los santos, los justos y los elegidos. (Jn 4.10-14; Ap 20:6)
En ese momento ese Hijo del Hombre fue nombrado en presencia del Señor de los
espĂritus y su nombre ante la Cabeza de los DĂas.
Ya antes de que el sol y los signos fueran creados, antes de que las estrellas del cielo
fueran hechas, su nombre fue pronunciado ante el Señor de los espĂritus.
Él será para los justos un bastón en el que puedan apoyarse y no caer; será luz para las
naciones y esperanza para los que sufren.
Todos los que habitan sobre la tierra se prosternarán y lo adorarán; alabarán, bendecirán y celebrarán con canciones al Señor de los espĂritus.
Por tal razón ha sido él Elegido y reservado ante Él, desde antes de la creación del mundo
y para siempre. (Pr 8:23-30; Jn 1:3)
La sabidurĂa del Señor de los espĂritus lo ha revelado a los santos y a los justos, porque Él ha preservado el destino de los justos, porque ellos han odiado y despreciado a este mundo de injusticia y han odiado todas sus obras y caminos, en el nombre del Señor de los espĂritus, porque por su nombre serán salvados ellos y Él vengará sus vidas.
En estos dĂas los reyes de la tierra y los poderosos que dominan la tierra tendrán el rostro abatido a causa de la obra de sus manos, porque del dĂa de la su angustia y aflicciĂłn no se salvarán.
Los entregaré en las manos de mis elegidos, como la paja en el fuego arderán frente la
cara de los santos y como el plomo en el agua serán sumergidos frente a la cara de los justos, asà serán sumergidos frente a la cara de los justos y no se encontrará más rastro de ellos.
En el dĂa de su aflicciĂłn habrá descanso en la tierra, ante ellos caerán y no se levantarán jamás y nadie estará para levantarlos, porque han renegado del Señor de los espĂritus y su Ungido. ¡QuĂ© sea bendito el nombre del de Señor de los espĂritus!
Porque ante Él, la SabidurĂa está brotando como agua y la Gloria no decae por los siglos
de los siglos.
Como tiene poder sobre todos los secretos de justicia, la injusticia desaparecerá como la sombra y no tendrá refugio, porque el Elegido está de pie ante el Señor de los espĂritus y su gloria permanece por los siglos de los siglos y su poder por todas las generaciones.
En el habita el espĂritu de la sabidurĂa, el espĂritu que ilumina y da discernimiento, el espĂritu de entendimiento y de poder, el espĂritu de quienes han dormido en justicia.
Él es quien juzga las cosas secretas y nadie puede pronunciar palabras vanas frente a Ă©l, porque es el Elegido ante el Señor de los espĂritus, segĂşn su voluntad.
(Lc 9:35)
En esos dĂas tendrá lugar un cambio para los santos y elegidos: la Luz de los DĂas residirá
sobre ellos y la gloria y el honor virarán hacia los santos. (Ro 2:10)
En el dĂa de la aflicciĂłn, cuando la desgracia se acumule sobre los pecadores, los justos triunfarán por el nombre del Señor de los espĂritus y hará que otros testifiquen que pueden
arrepentirse y renunciar a la obra de sus manos. (Sb 11:23; Ro 1:18-32, 2:4)
Ellos no tendrán ningĂşn mĂ©rito en nombre del Señor de los espĂritus, sin embargo serán
salvados por su nombre y el Señor de los espĂritus tendrá compasiĂłn de ellos porque su
misericordia es grande. (Ro 3:24, 5:10)
Además Él es justo en su juicio y en presencia de su Gloria, la injusticia no podrá
mantenerse; en su juicio el que no se arrepienta perecerá ante Él. (Ro 2:2-5,8-9)
«Y desde ese momento no tendrĂ© más misericordia con ellos», dijo el Señor de los
espĂritus.
En esos dĂas la tierra devolverá lo que ha sido depositado en ella; el seol tambiĂ©n devolverá lo que ha recibido y los infiernos devolverán lo que deben.
(Is 26:19; Ez 37:1-4; Dn 12:2;Ap 20:13) y de entre ellos seleccionará a los justos y a los santos,
porque se acerca el dĂa en que serán salvados. (Mt 25:32)
El Elegido se sentará en mi trono en esos dĂas y de su boca fluirán todos los misterios de la
sabidurĂa y consejo, porque el Señor de los espĂritus se lo ha concedido y lo ha glorificado.
(Lc 9:35)
En esos dĂas las montañas se moverán como arietes y las colinas saltarán como corderos que han tomado leche hasta quedar satisfechos; los rostros de los ángeles del
cielo brillarán alegremente;
Por los mismos dĂas el Elegido se levantará la tierra se regocijará, los justos la habitarán y los elegidos se pasearán por ella.
DespuĂ©s de esos dĂas, en el sitio donde habĂa visto todas las visiones de lo que está oculto, porque habĂa sido arrastrado por un ciclĂłn y conducido hacia el occidente,
allà mis ojos vieron los todos secretos del cielo que llegará: una montaña de cobre, otra de
plata, otra de oro, otra de estaño y otra de plata.
PreguntĂ© al ángel que iba conmigo, diciendo: «¿QuĂ© cosas son Ă©stas que he visto en
secreto?».
Me dijo: «Todo lo que has visto servirá para el gobierno de su Ungido, para que pueda ser fuerte y poderoso sobre la tierra».
Y luego este ángel de paz dijo: “Espera un poco y te serán revelados todos los misterios
que rodean al Señor de los espĂritus:
“Esas montañas que tus ojos han visto, de hierro, cobre, plata, oro, estaño y plomo, en presencia del Elegido serán como la cera frente al fuego y como el agua derramada y se
derretirán a sus pies. (Dn 2:34-45)
“Sucederá en esos dĂas que nadie será salvado ni por el oro ni por la plata y nadie podrá
escapar;
no habrá hierro para la guerra, ni revestimiento para corazas; el bronce será inútil, el estaño no será estimado y el plomo será indeseable.
«Todas estas cosas serán serán eliminadas de la superficie de la tierra cuando aparezca el Elegido ante el rostro del Señor de los espĂritus».
Mis ojos vieron allĂ un profundo valle con amplias entradas y todos los que viven en los
continentes, el mar y las islas le llevan regalos, presentes y sĂmbolos de honor, sin que ese profundo valle llegara a llenarse.
Sus manos perpetraron crĂmenes y los pecadores devoran todo lo que producen con fatiga
aquellos a quienes criminalmente oprimen; asà los pecadores serán destruidos ante el
rostro del Señor de los espĂritus, serán desterrados de la faz de la tierra y perecerán para
siempre. (Mi 3:2-4)
Porque vi a todos los ángeles del castigo establecerse allà y preparar todos los instrumentos de Satanás.
Y le preguntĂ© al ángel de paz que iba conmigo: «¿Para quĂ© preparan esos instrumentos?».
Me dijo: “Preparan eso para que los reyes y los poderosos de la tierra puedan ser
destruidos. (Ap 16:14, 19:20, 20:7-10)
“DespuĂ©s de esto el Justo, el Elegido, hará aparecer la casa de su congregaciĂłn y desde
entonces, ellos no serán estorbados más en nombre del Señor de los espĂritus.
“En presencia de su justicia, estas montañas no estarán más en la tierra, las colinas se convertirán en fuentes de agua y los justos descansarán de la opresiĂłn de los pecadores.
(Mt 11:28)
VolvĂ la mirada hacia otra parte de la tierra y vi allĂ un valle profundo con fuego ardiente,
y llevaron a los reyes y a los poderosos y comenzaron a arrojarlos en este valle profundo.
AllĂ mis ojos vieron cĂłmo fabricaban sus instrumentos: cadenas de un peso
inconmensurable.
Le preguntĂ© al ángel de paz que iba conmigo, diciendo: «¿Para quĂ© están siendo preparadas esas cadenas?».
Y me dijo: “Esas están siendo preparadas para las tropas de ’Asa’el, para que puedan
agarrarlos y lanzarlos al abismo de total condenaciĂłn y cubrir sus quijadas con piedras
ásperas tal como mandĂł el Señor de los espĂritus. (Ap 20:1-3)
Miguel, Gabriel, Rafael y Sariel en ese gran dĂa los agarrarán y los arrojarán en el horno ardiente, para que el Señor de los espĂritus pueda vengarse de ellos por convertirse en sĂşbditos de Satanás y descarriar a aquellos que habitan sobre la tierra.
Como en los tiempos en que vino el castigo del Señor de los espĂritus y Él abriĂł los depĂłsitos de agua que están sobre los cielos y las fuentes subterráneas.
Y todas esas aguas se juntaron, aguas con aguas: las que están sobre los cielos son
masculinas y las que están bajo la tierra son femeninas.
Y fueron exterminados los que habitaban sobre la tierra y bajo los lĂmites del cielo,
para que reconocieran la injusticia que perpetraron sobre la tierra y por ella perecieron.
Tras ello la cabeza de los DĂas se arrepintiĂł y dijo: «En vano he destruido a todos los que
habitan sobre la tierra».
Y jurĂł por su gran nombre: “De ahora en adelante no actuarĂ© más asĂ con los que
habitantes de la tierra; colocarĂ© un sĂmbolo en los cielos como prenda de la fidelidad mĂa para con ellos por el tiempo que los cielos estĂ©n sobre la tierra.
«Esta es lo que está de acuerdo con mi decisiĂłn: Cuando desee atraparlos por manos de los ángeles en el dĂa de la tribulaciĂłn y el sufrimiento a causa de esto, desatarĂ© mi castigo y mi ira sobre ellos», dijo el Señor de los espĂritus;
«reyes y poderosos que habitáis sobre la tierra, verĂ©is a mi Elegido sentarse sobre el trono de gloria y juzgar a ’Asa’el, sus cĂłmplices y sus tropas, en el nombre del Señor de los
espĂritus». (Mc 14:62) Vi las huestes de los ángeles de castigo que iban sosteniendo látigos y cadenas de hierro y bronce.
PreguntĂ© al ángel de paz que iba conmigo, diciendo: «¿A donde quiĂ©n van aquellos que
llevan látigos?».
Me dijo: “hacia sus queridos elegidos, para que sean arrojados a los profundo del abismo
del valle;
entonces este valle será llenado con sus elegidos queridos, los dĂas de su vida llegarán a su
fin y a partir de ahĂ, el tiempo de su extravĂa no será contado.
“En esos dĂas los ángeles regresarán y se lanzarán hacia el oriente, donde los partos y
medos y sacudirán a los reyes, tanto que un espĂritu de desasosiego los invadirá, y los
derrocarán de sus tronos, de manera que huirán como leones de sus guaridas y como lobos
hambrientos entre su manada.
“Ellos irán y pisarán la tierra de sus elegidos y la tierra de sus elegidos será ante ellos un camino trillado.
“Pero la ciudad de mis justos será un obstáculos para sus caballos: comenzarán a combatir
contra ellos y su mano derecha desplegará su fuerza contra ellos. Un hombre no conocerá a su hermano ni un hijo a su padre ni a su madre, hasta que el número de cadáveres
complete su matanza y su castigo no será en vano.
En ese tiempo el seol abrirá sus mandĂbulas, serán engullidos por Ă©l y su destrucciĂłn culminará: la muerte devorará a los pecadores en presencia de los elegidos.
Sucedió después de eso que vi un ejército de carros conducidos por hombre y que iban sobre los vientos desde el oriente y desde el occidente hacia el sur.
Se escuchaba el ruido de los carros y cuando ocurriĂł tal alboroto los santos notaron que las columnas de la tierra se movieron de su sitio y el sonido que se produjo se oyĂł de un
extremo al otro del cielo durante un dĂa.
Y ellos se prosternaron y adoraron al Señor de los espĂritus. Éste es el fin de la segunda
parábola.
Comencé a recitar la tercera parábola acerca de los justos y de los elegidos.
¡Felices vosotros justos y elegidos pues vuestra suerte será gloriosa!
Los justos estarán a la luz del sol y los elegidos en la luz de la vida eterna; los dĂas de su
vida no tendrán fin y los dĂas de los santos serán innumerables.
(Ap 21:23-24; 4Es 2:35) Buscarán la luz y encontrarán justicia con el Señor de los espĂritus: habrá paz para los
justos en nombre del Señor eterno. (Lc 2:14, 24:36)
Después de esto serán enviados los santos del cielo a buscar los misterios de la justicia, patrimonio de la fe, pues brilla como el sol sobre la tierra y las tinieblas están desapareciendo.
Habrá una luz infinita aunque por determinados dĂas ellos no vendrán, porque antes
habrán sido destruidas las tinieblas, la luz habrá sido afirmada ante el Señor de los espĂritus y la luz de la verdad habrá sido establecida para siempre ante el Señor de los
espĂritus.
En esos dĂas mis ojos vieron los misterios de los relámpagos, de las luces y de su juicio: ellos resplandecen para una bendiciĂłn o para una maldiciĂłn segĂşn la voluntad del Señor de los espĂritus.
AllĂ vi los misterios del trueno y cĂłmo cuando resuena en arriba en el cielo, su voz es escuchada y me hace ver el juicio ejecutado sobre la tierra, ya sea que sea para bienestar y bendiciĂłn, o para maldiciĂłn, segĂşn la voluntas del Señor de los espĂritus.
[Y después de esto todos los misterios de las luces y de los relámpagos me fueron mostrados: ellos brillan para bendecir y satisfacer].
[En el decimocuarto dĂa, del sĂ©ptimo mes, del año quinientos de la vida de [NoĂ©] Vi que
un poderoso temblor sacudió el cielo de los cielos y las huestes del Más Alto, multitudes
de ángeles, miles y miles se veĂan angustiados por una gran agitaciĂłn.
La Cabeza de los DĂas estaba sentado sobre el trono de su gloria y los ángeles y los justos
permanecĂan a su alrededor.
Se apoderó de mà un gran temblor y me sobrecogió el temor: mis entrañas se abrieron, mis riñones se derritieron y caà sobre mi rostro.
Entonces Miguel otro de los ángeles santos, fue enviado para levantarme. Cuando me levantĂł mi espĂritu retornĂł, pero yo no era capaz de soportar la visiĂłn de estas huestes, de su agitaciĂłn y de las sacudidas del cielo.
Y Miguel me dijo: «¿Por quĂ© te asusta la visiĂłn de estas cosas? Hasta ahora ha sido el tiempo de su misericordia y Él ha sido misericordioso y lento para la ira para aquellos que
viven sobre la tierra.
«Pero cuando venga el dĂa, del poder, del castigo, del juicio que el Señor de los espĂritus
ha preparado para aquellos que no se inclinan ante la ley de la justicia, para aquellos que rechazan el juicio de la justicia y para aquellos que toman su nombre en vano, ese dĂa está preparado para los elegidos un pacto, pero para los pecadores castigo.
[Ese dĂa se harán salir separados dos monstruos, unos femenino y otro masculino. El monstruo femenino se llama Leviatán y habita en el fondo del mar sobre la fuente de las aguas.
El monstruo masculino se llama Behemoth, se posa sobre su pecho en un desierto inmenso
llamado DuindaĂn, al oriente del jardĂn que habitan los elegidos y los justos, donde mi abuelo fue tomado, el sĂ©ptimo desde Adán el primer hombre a quien el Señor de los espĂritus creĂł.
Le supliqué a otro ángel que me revelara el poder de esos monstruos, cómo fueron
separados en un solo dĂa y arrojados el uno al fondo del mar y el otro al suelo seco del desierto.
Me dijo: «Hijo de hombre, aquĂ vas a conocer los que es un misterio».
Me habló otro ángel que iba conmigo, que me revelaba lo que estaba oculto, el principio y
el fin, en lo alto del cielo y bajo la tierra en lo profundo, en las extremidades del cielo y en
sus cimientos;
y en los depĂłsitos de los vientos, cĂłmo los vientos son divididos, cĂłmo son pesados y cĂłmo en sus puertas los vientos son registrados de acuerdo con su fuerza; y el poder de la
luz de la luna cĂłmo es el poder que le corresponde; y la diferenciaciĂłn entre las estrellas
de acuerdo con sus nombres y cómo están subdivididas y clasificadas;
y el trueno en los lugares donde retumba y toda la distinción que es hecha entre los relámpagos para que ellos brillen y entre sus huestes para que ellas obedezcan rápidamente.
El trueno hace pausas mientras espera su eco. Trueno y relámpago son inseparables, son unidos por medio del espĂritu y no están separados,
pues cuando el relámpago resplandece, el trueno hace oĂr su voz y el espĂritu lo aplaca
mientras repica, y distribuye por igual entre ambos, pues el depĂłsito de sus ecos es como
arena y cada uno de ellos como sus ecos son retenidos con un freno y devueltos por el poder del espĂritu, son impulsados hacia muchas regiones de la tierra.
El espĂritu del mar es masculino y vigoroso y segĂşn su fuerza lo devuelve con un freno y
asà es alejado y dispersado entre todas las montañas de la tierra.
El espĂritu de la helada es su propio ángel y el espĂritu del granizo es un buen ángel.
El espĂritu de la nieve la deja caer de sus por su propia fuerza desde sus depĂłsitos; ella
tiene un espĂritu especial que sube de ella como humo y se llama escarcha.
El espĂritu de la neblina no está unido con ellos en sus depĂłsito, sino que tiene un depĂłsito propio, ya que su ruta es maravillosa, tanto en la luz como en la oscuridad, en invierno
como en verano y su mismo depósito es un ángel.
El espĂritu del rocĂo habita en los lĂmites del cielo y está conectado con los depĂłsitos de la lluvia; viaja en invierno o en verano y su nube y la nube de la neblina están relacionadas y
la una da a la otra.
Cuando el espĂritu de la lluvia sale del depĂłsito, los ángeles van, abren el depĂłsito y la
dejan salir y cuando ella se derrama sobre toda la tierra, se une al agua que está sobre la tierra.
Porque las aguas son para los que viven sobre la tierra y son un alimento para la tierra seca, que viene desde el Más Alto que está en el cielo, por eso hay una medida para la
lluvia y los ángeles se encargan de ella.
Estas cosas vi en los alrededores del jardĂn de los justos]
[y el ángel de paz que estaba conmigo me dijo: «Esos dos monstruos han sido preparados
para el gran dĂa de Dios y son alimentados a fin de que
el castigo del Señor de los espĂritus no caiga en vano sobre ellos, harán morir los niños
con sus madres y los hijos con sus padres y luego tendrá lugar el juicio acorde con su
misericordia y su paciencia].
CapĂtulo 61
He aquĂ que en esos dĂas vi como unas cuerdas largas fueron dadas a esos ángeles y ellos se colocaron alas y volaron hacia el norte.
Le preguntĂ© al ángel diciĂ©ndole: «¿Por quĂ© han tomado esas cuerdas y se han ido?». Él me
dijo «Se han ido a medir».
El ángel que iba conmigo me dijo: «Ellos llevan a los justos las medidas de los justos y las
cuerdas de los justos para que se apoyen en el nombre del Señor de los espĂritus por los
siglos de los siglos.
“Los elegidos comenzaron a residir con el Elegido y esas son las medidas que serán dadas para fe y que fortalecerán la justicia.
“Estas medidas revelarán todos los misterios de las profundidades de la tierra y los que han sido destruidos por el desierto o tragados por las fieras o por los peces del mar, esos
podrán regresar sostenidos por el dĂa del Elegido, porque ninguno será destruido ante el
señor de los espĂritus, ninguno podrá ser destruido.
“Todos los que habitan en lo alto del cielo han recibido un mandamiento, un poder, una sola voz y una luz como fuego.
«A Ă©l con sus primeras palabras lo bendijeron, ensalzaron y alabaron con sabidurĂa y han
sido sabios en la palabra y el espĂritu de vida.
(Hb 5.12)
“El Señor de los EspĂritus colocĂł al Elegido sobre el trono de gloria y Ă©l juzgará todas las obras de los santos y sus acciones serán pesadas en la balanza.
“Cuando alce la cara para juzgar sus vidas secretas segĂşn la palabra del nombre del Señor de los espĂritus, su sendero por la vĂa del juicio justo del Señor de los espĂritus, entonces a
una sola voz hablarán, bendecirán, glorificarán, exaltarán y proclamarán santo el nombre del Señor de los espĂritus.
«Ă‰l convocará a todas las huestes de los cielos, a todos los santos, a las huestes de Dios, a
los Querubines, a los Serafines, a los Ofanines, a todos los ángeles de poder, a todos los ángeles de los principados y al Elegido y a los demás poderes sobre la tierra y sobre el
agua. (Ef 1:21; Cl 1.16; 1P 3:22)
Ese dĂa ellos elevarán una sola voz, bendecirán, alabarán y exaltarán en espĂritu de fidelidad, en espĂritu de sabidurĂa, en espĂritu de paciencia, en espĂritu de misericordia, en espĂritu de justicia, en espĂritu de paz y en espĂritu de verdad y dirán a una sola voz: «Bendito es Él y bendito sea el nombre del Señor de los espĂritus para siempre y por toda la eternidad.
“Todos los que no duermen en el cielo alto le bendecirán; todos los santo que están en el cielo te bendecirán; todos los elegidos que habitan en el jardĂn de la vida y todo espĂritu de
luz que sea capaz de bendecir, alabar, ensalzar y proclamar santo tu nombre y toda carne
glorificará y bendecirá tu nombre más allá de toda medida por los siglos de los siglos.
“Porque grande es la misericordia del Señor de los espĂritus, Él es paciente y todas sus obras y toda su creaciĂłn las ha revelado a los justos y a los elegidos, en nombre del Señor de los espĂritus.
CapĂtulo 62
Asà ordenó el Señor a los reyes, a los poderosos, a los dignatarios y a todos los que viven
sobre la tierra, diciendo: «Abrid los ojos y levantad vuestras frentes por si sois capaces de reconocer al Elegido».
El Señor de los espĂritus se sentĂł en su trono de gloria, el espĂritu de justicia se esparciĂł sobre Él y la palabra de su boca exterminĂł a todos los pecadores e injustos y ninguno de
ellos subsistirá frente a Él. (Ap 19:15)
Ese dĂa todos los reyes y los poderosos y los que dominan la tierra se levantarán, le verán y le reconocerán cuando se siente sobre el trono de su gloria; la justicia será juzgada ante
Él y no se pronunciará palabra vana frente a Él.
El dolor vendrá sobre ellos como a una mujer en un parto difĂcil, cuando su hijo viene por la abertura de la pelvis y sufre para dar a luz. (Mc 13:8)
Se mirarán los unos a los otros aterrorizados, bajarán la mirada y la pena se apoderará de ellos cuando vean a este Hijo de Mujer sentarse sobre el trono de su gloria.
(Dn 7:13; Mt 25:31; Mc 14:62)
Y los reyes, los poderosos y todos los que dominan la tierra alabarán, bendecirán y ensalzarán a quien reina sobre todo lo que es secreto.
Porque desde el principio el Hijo del Hombre fue ocultado y el Más Alto lo preservó en medio de su poder y lo reveló a los elegidos.
La asamblea de los elegidos y los santos será sembrada y todos los elegidos se sostendrán en pie en ese dĂa;
pero los reyes, los poderosos, los dignatarios y los que dominan la tierra caerán ante Él sobre sus rostros, adorarán y pondrán su esperanza en este Hijo del Hombre, le suplicarán y le pedirán misericordia.
Sin embargo, el Señor de los espĂritus los apremiará para que se apresuren a salir de su
presencia, avergonzará sus caras y las tinieblas se acumularán sobre sus rostros; (Mt 25:41)
Él los entregará a los de castigo para ejecutar la venganza porque han oprimido a sus hijos,
a sus elegidos.
Serán un espectáculo para los justos y los elegidos, quienes se alegrarán a costa de ellos,
porque la ira del Señor de los espĂritus cayĂł sobre ellos y su espada se emborrachĂł con su
sangre.
En cambio los justos y los elegidos serán salvados ese dĂa y nunca más le verán la cara a
los pecadores ni a los injustos.
El Señor de los espĂritus residirá sobre ellos y con este Hijo del Hombre comerán,
descansarán y se levantarán por los siglos de los siglos.
Los justos y los elegidos se habrán levantado de la tierra, dejarán de estar cabizbajos y se
vestirán con prendas de gloria. (1Co 15:53)
Tales serán las prendas de vida del Señor de los espĂritus: vuestra ropa no envejecerá y vuestra gloria no terminará ante el Señor de los espĂritus.
(2Co 5:2)
CapĂtulo 63
En esos dĂas los reyes, los poderosos y los que dominan la tierra suplicarán a los ángeles
del castigo, a quienes habrán sido entregados, para que les den un poco de descanso, y
puedan postrarse ante el Señor de los espĂritus, adorarlo y reconocer sus pecados ante Él.
(Lc 16:23-31)
Bendecirán y alabarán al Señor de los espĂritus y dirán: «Bendito es el Señor de
los espĂritus, Señor de reyes, Señor de los poderosos, Señor de los ricos, Señor de gloria, Señor de sabidurĂa;
“Sobre todas las cosas secretas es esplendoroso tu poder de generaciĂłn en generaciĂłn y tu
gloria por los siglos de los siglos; profundos e innumerables son tus misterios e
inconmensurable es tu justicia.
«Ahora hemos aprendido que debemos alabar y bendecir al Señor de los reyes pues reina
sobre todos los reyes». (Mt 23:39)
Y ellos dirán: «Ojalá hubiera descanso para glorificar y dar gracias y confesar nuestra fe
ante su gloria.
“Ahora suspiramos por un pequeño descanso, pero no lo encontramos, insistimos pero no lo obtenemos; la luz se desvanece ante nosotros y las tinieblas son nuestra morada por los
siglos de los siglos.
“Porque ante Él no hemos creĂdo ni hemos alabado el nombre del Señor de los espĂritus y
en cambio nuestras esperanzas estuvieron en el cetro de nuestro reinado y en nuestra
gloria.
«AsĂ, el dĂa de nuestro sufrimiento y tribulaciĂłn Él no nos ha salvado y no encontramos
tregua para confesar que nuestro Señor es veraz en todas su obras y su justicia y que en su
juicio no hace acepciĂłn de personas. (Si 42:1; St 2:5-9)
«Desaparecemos de su presencia a causa de nuestras obras y todos nuestros pecados han sido contabilizados justamente».
DespuĂ©s ellos se dirán: «Nuestras almas están llenas de riquezas injustas pero ellas no nos
preservan de descender en medio del peso de la muerte».
(Lc 16:9)
Luego, sus rostros estarán llenos de oscuridad y de vergüenza ante el Hijo del Hombre, serán expulsados de su presencia y la espada permanecerá frente a sus caras.
(Mt 26:64) Entonces dijo el Señor de los espĂritus: «Tal es la sentencia y el juicio con respecto a los poderosos, los reyes, los dignatarios y aquellos que dominaron la tierra frente al Señor de
los espĂritus».
CapĂtulo 64
Después, vi otras figuras ocultas en ese lugar.
EscuchĂ© la voz de un ángel diciendo: «Ă‰stos son los Vigilantes que descendieron sobre la
tierra y le revelaron a los humanos lo que era secreto y los indujeron a pecar».
CapĂtulo 65
«En esos dĂas NoĂ© vio que la tierra estaba amenazada de ruina y que su destrucciĂłn era inminente;
y partiĂł de allĂ y fue hasta los extremos de la tierra; le gritĂł fuerte a su abuelo Enoc y le
dijo tres veces con voz amargada: “¡EscĂşchame, escĂşchame, escĂşchame!”.
Yo le dije: “Dime, ¿quĂ© es lo que está pasando sobre la tierra para que sufra tan grave apuro y tiemble? Quizá yo perecerĂ© con ella”.
Tras esto hubo una gran sacudida sobre la tierra y luego una voz se hizo oĂr desde el cielo
y yo caĂ sobre mi rostro».
Y Enoc, mi abuelo vino, se mantuvo cerca de mĂ y me dijo: «¿Por quĂ© me has gritado con
amargura y llanto?».
DespuĂ©s fue expedida un orden desde la presencia del Señor de los espĂritus sobre los que
viven en la tierra, para que se cumpliera su ruina, porque todos han conocido los misterios
de los Vigilantes, toda la violencia de los Satanes, todos sus poderes secretos, el poder de los maleficios, el poder de los hechiceros y el poder de quienes funden artĂculos de metal
para toda la tierra:
cĂłmo la plata se produce del polvo de la tierra, cĂłmo el estaño se origina en la tierra, pero el plomo y el bronce no son producidos por la tierra como la primera, sino que una fuente los produce y hay un ángel prominente permanece allĂ.
Luego, mi abuelo Enoc me tomĂł por la mano, me levantĂł y me dijo: «Vete, porque le he preguntado al Señor de los espĂritus sobre esta sacudida de la tierra;
Él me ha dicho: «Por causa de su injusticia se ha determinado su juicio y no será detenido
por mĂ nunca porque las brujerĂas que ellos han buscado y aprendido, la tierra y los que habitan en ella, serán destruidos».
En cuanto a esos ángeles, no habrá lugar para su arrepentimiento, porque han revelado lo
que era secreto y están malditos, pero en cuanto a ti, hijo mĂo, el Señor de los espĂritus
sabe que eres puro, y sin culpa ni reproche al respecto de los secretos.
12 «Ă‰l ha destinado tu nombre entre los santos y te preservará entre los que viven sobre la
tierra. Él ha destinado tu linaje para la realeza y para grandes honores y de tu semilla brotará una fuente de justos y de santos innumerables, por siempre.
CapĂtulo 66
Después me mostró los ángeles de castigo que estaban listos para venir y desatar la fuerza de las aguas que están debajo de la tierra].
[y el Señor de los espĂritu le mandĂł a los ángeles que iban saliendo que no levantaran las aguas sino que las represarán, ya que estos ángeles estaban encargados de la potencia de
las aguas].
[Y yo me retiré de la presencia de Enoc].
CapĂtulo 67
[En esos dĂas la palabra del Señor del universo vino a mĂ y Él me dijo: «NoĂ©, tu destino ha llegado hasta mĂ, un destino sin mancha, un destino de amor y rectitud.
“Ahora los ángeles están construyendo una casa de madera y cuando terminen su tarea, extenderĂ© mi mano sobre ella y la preservarĂ© y la semilla de vida germinará de ella y se
producirá un cambio para que la tierra no quede desocupada.
«Yo consolidarĂ© tu linaje ante mĂ para siempre, diseminarĂ© a los que viven contigo y no será estĂ©ril, sino será bendecida y multiplicada sobre la superficie de la tierra en el nombre
del Señor».
Él encarcelará a los Vigilantes que han demostrado injusticia, en este valle ardiente que
antes me habĂa mostrado mi abuelo Enoc en el occidente, cerca de las montañas de oro,
plata, hierro, estaño y plomo.
Vi ese valle donde habĂa gran perturbaciĂłn y agitaciĂłn de aguas.
Cuando todo esto ocurriĂł, de aquel ardiente metal fundido y desde la agitaciĂłn, en ese
lugar se produjo un olor a azufre y se mezclĂł con las aguas y ese valle donde estaban los Vigilantes que habĂan seducido a la humanidad, arde bajo la tierra.
De sus valles salen rĂos de fuego donde son castigados esos Vigilantes que han seducido a quienes habitan sobre la tierra.
Esas aguas servirán en estos dĂas a los reyes, a los poderosos y a los dignatarios y a aquellos que habitan sobre la tierra, para salud del cuerpo y para castigo del espĂritu, pero su espĂritu está lleno de codicia y su carne será castigada porque han rechazado al Señor
de los espĂritus. Serán castigados diariamente y aun asĂ no creerán en el Señor de los
espĂritus.
Tanto como su cuerpo es quemado severamente, se produce un cambio en su espĂritu por
los siglos de los siglos, porque nadie profiere una palabra vana ante el Señor de los
espĂritus.
Porque el juicio vendrá sobre ellos a causa de que ellos creen en el deseo de su carne y
rechazan al EspĂritu del Señor.
En esos dĂas hubo en esas aguas un cambio, pues cuando los Vigilantes son castigados en ellas las fuentes de agua cambian de temperatura, y cuando los ángeles suben las aguas se
vuelven frĂas].
OĂ a Miguel hablar y decir: «Este juicio en el que los Vigilantes son sentenciados es un
testimonio para los reyes y los poderosos que dominan la tierra; (2P 2:4)
porque estas aguas de castigo proporcionan salud a los cuerpos de los reyes y curan la
concupiscencia de su carne, sin embargo ellos no creen ni ven que esas aguas cambiarán y
se convertirán en fuego que arderá para siempre».
(Mt 3:12)
CapĂtulo 68
[Después de eso, mi abuelo Enoc me dio la explicación de todos los misterios en un libro
y en las parábolas que le habĂan sido dadas y Ă©l las reuniĂł para mĂ en las palabras del Libro de las Parábolas].
Ese dĂa Miguel hablĂł y le dijo a Rafael: «El poder del EspĂritu me transporta y me hace estremecer a causa de la severidad del juicio por los secretos y del castigo de los ángeles. ¿QuiĂ©n podrá soportar la rigurosa sentencia que ha sido ejecutada y frente la cual ellos se
deshacen?».
Miguel hablĂł de nuevo y le dijo a Rafael: «¿Existe alguien cuyo corazĂłn no sea tocado por esto y cuyos riñones no se turben por esta sentencia proferida contra aquellos que han
sido arrojados?».
Pero sucediĂł que cuando Miguel llegĂł ante el Señor de lo espĂritus, le dijo a Rafael: «No harĂ© la defensa de ellos a los ojos del Señor, pues el Señor de los espĂritus está furioso con
ellos, porque se comportaron como si fueran el Señor.
«Por esto, todo lo que es secreto vendrá contra ellos por los siglos de los siglos; pues ni ángel ni humano recibirán su porciĂłn, pero ellos han recibido sus sentencia por los siglos de los siglos».
CapĂtulo 69
Después de este juicio estarán llenos de estupor y los harán temblar porque ellos han
revelado aquello a los humanos que habitan la tierra.
He aquĂ los nombres de estos Vigilantes: Shemihaza, quien era el principal y en orden con
relaciĂłn a Ă©l, Ar’taqof, Rama’el, Kokab’el, -’el, Ra’ma’el, Dani’el, Zeq’el, Baraq’el, ’Asa’el, Harmoni, Matra’el, ’Anan’el, Sato’el, Shamsi’el, Sahari’el, Tumi’el, Turi’el, Yomi’el, y Yehadi’el.
Y los que siguen son los nombres de sus ángeles, de sus jefes de centenas y cincuentenas.
El primero es Yeqon, Ă©ste indujo a todos los hijos del cielo y los hizo descender sobre la tierra y los sedujo con las hijas de los hombres.
El nombre del segundo es Asbe’el, Ă©ste dio un mal consejo a los hijos del cielo y los condujo a corromperse a sĂ mismos con las hijas de los hombres.
El nombre del tercero es G’adri’el, este mostrĂł a las hijas de los hombres todas las formas de dar muerte, fue Ă©l quien sedujo a Eva y Ă©l es quien enseñó a los hijos de los hombres
los escudos, las corazas, las espadas de combate y todas las armas de muerte;
desde su mano ellos han procedido en contra de quienes viven en la tierra desde ese dĂa y por todas las generaciones.
El nombre del cuarto es Panamu’el, Ă©ste mostrĂł a los hijos de los hombres lo amargo y lo
dulce y les revelĂł todos los secretos de su sabidurĂa:
les enseñó a los humanos a escribir con tinta y papiros y son muchos los que se han descarriado a causa de ello, desde el comienzo hasta este dĂa.
Porque los hombres no han sido traĂdos al mundo con el propĂłsito de afianzar su creencia
en la tinta y el papel,
sino que los humanos han sido creados con la intenciĂłn de que vivieran puros y justos para que la muerte que todo lo destruye no pudiera alcanzarles. Pero por culpa de este conocimiento suyo, el poder de ella me devora.
El nombre del quinto es K’asdeya’el, este mostrĂł a los hijos de los hombres todas la
plagas de los espĂritus y los demonios: la plaga de embriĂłn en el vientre para que aborte, la mordedura de serpiente, la plaga que sobreviene con el calor de mediodĂa, el hijo de la serpiente cuyo nombre es Taba’et.
Esta es la tarea de K’asbe’el, mostrĂł a los santos el jefe del juramento, cuyo nombre es B’iq’a.
Éste pidió a Miguel que le revelase el nombre secreto para que él lo mencionara en el
juramento, porque aquellos que han revelado a los hijos de los hombres todo lo que es
secreto, tiemblan ante este nombre.
He aquĂ que el poder de este juramento es fuerte y poderos y Él dispuso este juramento Aka’e, en la mano de Miguel.
Estos son los secretos de este juramento: ellos son fuertes en su juramento y el cielo fue
suspendido antes de que el mundo fuera creado;
por ello la tierra ha sido cimentada sobre el agua y desde lo más recóndito de las montañas provienen aguas hermosas, desde la creación del mundo hasta la eternidad;
debido a este juramento el mar ha sido creado y para su cimiento en el tiempo de la cĂłlera
Él le ha dado arena y ella no se atreve a irse más allá desde la creación del mundo hasta la eternidad;
por este juramento las profundidades son firmes y estables y no se mueven de su sitio, desde la eternidad hasta la eternidad;
por este juramento el sol y la luna cumplen su ruta sin desobedecer sus leyes, desde la
eternidad hasta la eternidad;
por este juramente las estrellas siguen su curso, Él las llama por su nombre y ellas le
responden, desde la eternidad hasta la eternidad.
[De igual forma los espĂritus del agua, de los vientos y de todas las brisas desde todas las regiones de la tierra.
Allà son preservadas la voz del trueno y la luz del relámpago y allà son preservados los
depĂłsitos del granizo, la escarcha, la nieve la lluvia y el rocĂo.
Todos estos son fieles y dan gracias ante el Señor de los espĂritus y le alaban con todas sus
fuerzas y su alimento está en toda acciĂłn de gracias y agradecen, alaban y ensalzan el nombre del Señor de los espĂritus por los siglos de los siglos].
Este juramento es poderoso y a través de él, sus senderos son preservados y su curso no
será destruido.
Y hubo gran alegrĂa entre ellos, bendijeron alabaron y ensalzaron al Señor, porque les ha
sido revelado el nombre de este Hijo del Hombre.
Él se sentó sobre el trono de su gloria y la suma del juicio le ha sido dada al Hijo del
Hombre y Él ha hecho que los pecadores sean expulsados y destruidos de la faz de la
tierra;
y los que han descarriado al mundo serán atados con cadenas y en el lugar donde habĂan
sido reunidos para la destrucción serán encarcelados y todas sus obras desaparecerán de la
faz de la tierra. (Ap 20:1-3)
A partir de entonces nada se corromperá, porque este Hijo del Hombre ha aparecido y se
ha sentado en el trono de su gloria, toda maldad se alejará de su presencia y la palabra de
este Hijo del Hombre saldrá y se fortalecerá ante el Señor de los espĂritus. Ésta es la tercera parábola de Enoc.
CapĂtulo 70
Y sucedió después esto: que su nombre fue elevado en vida, arriba hacia este Hijo del
Hombre y hacia el Señor de los espĂritus, lejos de los que viven en la tierra;
(Gn 5:24; Si 44:16; Sb 4:10-11; Hb 11:5)
y fue elevado sobre el carro del espĂritu y el nombre desapareciĂł de entre ellos.
Desde ese dĂa no fui contado más entre ellos y Él me hizo sentar entre dos regiones, entre el norte y el occidente, allĂ donde los ángeles habĂan tomado cuerdas para medir para mĂ el
lugar para los elegidos y los justos.
AllĂ vi a los primeros padres y a los justos que desde el comienzo habitan en ese lugar.
CapĂtulo 71
Y ocurriĂł entonces que mi espĂritu fue trasladado y ascendiĂł a los cielos y vi a los hijos de Dios. Ellos caminaban sobre llamas de fuego, sus ropas eran blancas y su cara
resplandecĂa como el cristal.
Vi dos rĂos de fuego, la luz de este fuego brillaba como el jacinto y caĂ sobre mi rostro
ante el Señor de los espĂritus.
El ángel Miguel me tomó de la mano derecha, me levantó y me condujo dentro de toso los misterios y me reveló los secretos de los justos; (Dn 12:1)
me revelĂł los secretos de los lĂmites del cielo y todos los depĂłsitos de las estrellas, de las luminarias, por donde nacen en presencia de los santos.
Él trasladĂł mi espĂritu dentro del cielo de los cielos y vi que allĂ habĂa una edificaciĂłn de cristal y entre esos cristales, lenguas de fuego vivo. (Ac 2:34)
Mi espĂritu vio un cĂrculo que rodeaba de fuego esta edificaciĂłn y en sus cuatro esquinas
habĂa fuentes de fuego vivo. (Ap 21:11)
Al rededor de ella habĂa Serafines, Querubines y Ofanines, estos son los que no duermen y vigilan el trono de su gloria.
Vi innumerables ángeles, miles y miles, mirĂadas y mirĂadas rodeando esa edificaciĂłn
y a Miguel, Rafael, Gabriel y Sariel y a una multitud de santos incontable.
Con ellos estaba la cabeza de los DĂas, su cabeza era blanca y pura como la lana y sus
vestidos eran indescriptibles.
CaĂ sobre mi rostro, todo mi cuerpo desmayĂł, mi espĂritu fue trasfigurado, gritĂ© con voz fuerte, con espĂritu de poder y bendije, alabĂ© y exaltĂ©.
Estas bendiciones que salieron de mi boca fuero consideradas agradables ante esta Cabeza de los DĂas.
Y esta Cabeza de los DĂas vino con Miguel, Gabriel, Rafael y Sariel y una multitud innumerable de ángeles.
Vino a mĂ, me saludĂł con su voz y me dijo: «Ă‰ste es el Hijo del Hombre que ha sido engendrado por la justicia, la justicia reside sobre Ă©l y la Cabeza de los DĂas no le
abandonará». (Dn 7:13; Za 6:12)
Me dijo: «Ă‰l proclamará sobre ti la paz, en nombre del mundo por venir, porque desde allĂ
ha provenido la paz desde la creación del mundo y asà la paz estará sobre ti para siempre y
por toda la eternidad. (Is 9:5)
Todo andará por su camino y mientras, la justicia no lo abandonará jamás, con Él vivirá,
con Él su herencia y de Él no será separada nunca ni por toda la eternidad. (Sal 85:11-14)
Serán muchos dĂas con este Retoño del Hombre y la paz y el camino correcto será para los justos en nombre del señor de los espĂritus, eternamente. (Is 11:1; 53:2; 60:21)
El libro del cambio de las luminarias celestiales
CapĂtulo 72
El Libro del Movimiento de la Luminarias Celestiales, las relaciones entre ellas, de
acuerdo con su clase, su dominio y su estación, cada una según su nombre y el sitio de su salida y según sus meses, las cuales Uriel, el santo ángel que estaba conmigo y que es su
guĂa, me mostrĂł y me revelĂł todas sus leyes exactamente como son y como se observan
todos los años del mundo, hasta la eternidad, hasta que se complete la nueva creación que durará hasta la eternidad.
Esta es la primera ley de las luminarias, la luminaria del sol, que tiene su nacimiento en las
puertas orientales del cielo y su puesta en las puertas occidentales del cielo.
Vi seis puertas donde el sol nace y seis puertas donde el sol se oculta, y la luna nace y se
oculta por esas puertas, asĂ como los lĂderes de las estrellas y quienes los guĂan a ellos.
Son seis puertas al oriente y seis al occidente, una tras la otra en riguroso orden y además
muchas ventanas a la derecha y a la izquierda de esas puertas.
Primero allĂ aparecĂa la gran luminaria cuyo nombre es el sol y cuya circunferencia es como la circunferencia del cielo y está totalmente lleno de un fuego que alumbra y abrasa.
El viento lleva el carro en el que él asciende y el sol se oculta y retorna a través del norte
para regresar al oriente y es conducido para que entre por esa puerta y brille en la faz del
cielo.
En esta forma nace en el primer mes por la gran puerta que es la cuarta.
En esta cuarta puerta por la cual el sol nace el primer mes hay doce ventanas abiertas de
las cuales procede una llama cuando están abiertas en su estación.
Cuando el sol nace viene desde esa cuarta puerta por treinta mañanas seguidas y se pone
exactamente por la cuarta puerta en el occidente del cielo.
Durante este perĂodo cada dĂa llega a ser más largo que el anterior y cada noche llega a ser
más corta que la anterior:
En ese momento el dĂa se ha alargado en una novena parte a costa de la noche: el dĂa
equivale a diez partes y la noche exactamente a ocho partes.
El sol nace por esa cuarta puerta y se pone por la cuarta y vuelve a la quinta puerta oriental a las treinta mañanas y nace por la quinta puerta y se pone por la quinta puerta.
Entonces el dĂa se ha alargado en dos partes y es de once partes y la noche es más corta y
es de siete partes.
Y retorna al oriente y entra en la sexta puerta y nace; y se oculta por la sexta puerta durante treinta y una mañanas, por cuenta de su signo.
En ese momento el dĂa es más largo que la noche, el dĂa llega a ser el doble de la noche y equivale a doce partes y la noche es acortada y equivale a seis partes.
Entonces el sol se eleva para acortar el dĂa y alargar la noche y el sol regresa al oriente
para entrar por la sexta puerta y nace por ella, y se pone, durante treinta mañanas.
Y cuando las treinta mañanas han pasado el sol ha disminuido en una parte exactamente y equivale a once partes y la noche a siete.
El sol sale del occidente por esa sexta puerta y va al oriente y nace por la quinta puerta
durante treinta mañanas y se pone en el occidente, de nuevo por la quinta puerta.
En ese momento el dĂa disminuye en otra parte y equivale a diez partes y la noche a ocho.
El sol va desde esa quinta puerta y se oculta por la quinta puerta del occidente y nace por la cuarta puerta durante treinta y un mañanas a causa de su signo y se oculta por el occidente.
En ese momento el dĂa es igual a la noche, llegan a ser equivalentes: la noche tiene nueve
partes y el dĂa nueve partes.
El sol que nace por esa puerta y se oculta por el occidente, nace por la tercera puerta por
treinta mañanas y se pone al occidente por la tercera puerta.
En ese momento la noche es más larga que el dĂa y que las noches anteriores y cada dĂa es
más corto que el dĂa anterior hasta la trigĂ©sima mañana; la noche equivale exactamente a diez partes y el dĂa a ocho.
El sol que nace por aquella tercera puerta y se pone por la tercera puerta en el occidente, regresa para salir por el oriente y nace por la segunda puerta durante treinta mañanas y asĂ
mismo se pone por la segunda puerta al occidente del cielo.
En ese momento la noche equivale a once partes y el dĂa a siete.
El sol que sale durante ese perĂodo por esa segunda puerta y se pone al occidente por la segunda puerta, vuelve al oriente por la primera puerta durante treinta y una mañanas y se
oculta por la primera puerta al occidente del cielo.
En ese momento la noche se ha alargado hasta llegar a ser dos veces el dĂa: la noche equivale exactamente a doce partes y el dĂa a seis.
El sol que ha recorrido las secciones de sus Ăłrbitas, vuelve de nuevo sobre ellas y entra
por cada una de sus puertas durante treinta mañanas y se pone al occidente por la opuesta.
Entonces la noche disminuye una parte su duraciĂłn y la noche equivale a once partes y el dĂa a siete.
El sol ha regresado y ha entrado por la segunda puerta del oriente y retorna por las
secciones de su órbita durante treinta mañanas naciendo y ocultándose.
En ese momento la duraciĂłn de la noche disminuye y equivale a diez partes y el dĂa a ocho.
Entonces el sol nace por la segunda puerta y se pone por el occidente y vuelve al oriente y nace por la tercera puerta durante treinta y una mañana y se pone al occidente del cielo.
En ese momento la noche se ha acortado y equivale a nueve partes y el dĂa equivale a nueve partes, la noche es igual al dĂa y el año tiene exactamente trescientos sesenta y
cuatro dĂas. (Jubileos 6:32)
La duraciĂłn del dĂa y de la noche y el acortamiento del dĂa o de la noche, son señaladas
por el recorrido del sol.
AsĂ en ese recorrido el dĂa se alarga y la noche se acorta.
Ésta es la ley del recorrido del sol y su retorno, según la cual el vuelve y nace sesenta
veces, asĂ la gran luminaria que se llama sol, por los siglos de los siglos.
La que se levanta es la gran luminaria, nombrada según su propia apariencia, como lo ha ordenado el Señor.
AsĂ como nace se oculta, sin decrecer ni descansar, sino recorriendo dĂa y noche; y su luz
brilla siete veces más que la de la luna, aunque al observarlos a ambos tengan igual
tamaño.
CapĂtulo 73
Después de esta ley, vi otra ley, que trata sobre la pequeña luminaria, cuyo nombre es luna.
Su circunferencia es como la circunferencia del cielo y el carro en el cual monta y la luz le es dada con mesura;
y cada mes su nacimiento y su puesta se modifican; sus dĂas son como los dĂas del sol y
cuando su luz es plena, es la séptima parte de la luz del sol.
AsĂ nace: en su primera fase nace del lado del oriente el trigĂ©simo dĂa y en la Ă©poca en que ella aparece es para vosotros el principio del mes sobre el trigĂ©simo dĂa, simultáneamente
cuando el sol está en la puerta por la cual nace.
Es visible en la mitad de la sĂ©ptima parte; toda su circunferencia está vacĂa sin luz, con excepciĂłn de medio sĂ©ptimo, la catorceava parte de su luz.
Y cuando recibe medio séptimo de su luz, su luz se incrementa la mitad de la séptima parte de ella.
Se pone con el sol y cuando el sol nace la luna nace con Ă©l y recibe la mitad de una
séptima parte de luz y en esa noche, en el comienzo de su mañana, la luna se oculta con el
sol y es invisible esa noche en sus catorceavo o en el medio séptimo.
Ella nace en ese momento exactamente con una séptima parte y sale y se inclina hacia el
nacimiento del sol y en el resto de sus dĂas llega a brillar en las otras trece partes.
CapĂtulo 74
He visto otra ruta, una ley para ella, cĂłmo por medio de esta ley se cumple el movimiento de sus meses.
Todo esto me lo mostrĂł Uriel, el ángel santo que Ă©l, el lĂder de todos ellos, anotĂł su posiciĂłn tal y como Ă©l me la ha revelado y anotĂł sus meses tal y como son y el aspecto de su luz hasta que se cumplan quince dĂas.
En cada séptima parte ella cumple su luz al oriente y en cada séptima parte ella cumple su oscuridad al occidente.
En ciertos meses ella altera sus puestas y en ciertos meses ella sigue su propio curso.
Son dos los meses en que la luna se oculta con el sol, por las dos puertas que está en la
mitad, la tercera y la cuarta.
Ella sale por siete dĂas, vira y retorna por la puerta por donde sale el sol.
Cuando el sol sale por la sĂ©ptima puerta, ella sale por siete dĂas, hasta que nace por la quinta y vira y regresa de nuevo durante siete dĂa por la cuarta puerta, completa toda su luz, se aleja y entra por la primera puerta durante ocho dĂas.
Ella retorna durante siete dĂas por la cuarta puerta por la que sale el sol.
AsĂ he visto su posiciĂłn, cĂłmo la luna sale y el sol se pone durante esos dĂas.
Si añadimos cinco años el sol tiene un excedente de treinta dĂas y todos los dĂas que suma
uno de estos cinco años al completarse, son trescientos sesenta y cuatro dĂas.
El excedente del sol y las estrellas llega a seis dĂa, en cinco años de a seis dĂas por año son treinta dĂas y a la luna le faltan treinta dĂas con respecto al sol y las estrellas.
El sol y las estrellas llevan completo el año exactamente, tanto que ellos no adelantan ni retroceden su posiciĂłn ni un sĂłlo dĂa por toda la eternidad y completan los años con perfecta justicia cada trescientos sesenta y cuatro dĂas.
En tres años hay mil noventa y dos dĂas, en cinco años, mil ochocientos veinte dĂas y en
ocho años dos mil novecientos doce dĂas.
Pero para la luna sola sus dĂas en tres años llegan a mil sesenta y dos y a los cinco años le faltan cincuenta dĂas,
Ella tiene en cinco años mil setecientos setenta dĂas y asĂ hay para la luna durante ocho
años, dos mil ochocientos treinta y dos dĂas.
A los ocho años le faltan ochenta dĂas.
El año se cumple regularmente segĂşn las estaciones del mundo y la posiciĂłn del sol, que sale por las puertas por las cuales nace y se oculta durante treinta dĂas.
CapĂtulo 75
Los jefes de las cabezas de mil que están encargados de toda la creaciĂłn y de todas las estrellas tienen quĂ© hacer con los cuatro dĂas intercalados, siendo inseparables de su obra de acuerdo con el cĂłmputo del año, tienen que prestar servicio durante cuatro dĂas que no son contabilizados.
Por esta causa los hombres se equivocan pues estas luminarias prestan servicio exactamente a las estaciones del mundo, una por la primera puerta, otra por la tercera, otra por la cuarta y otra por la sexta puerta y la armonĂa del mundo se cumple en trescientos
sesenta y cuatro estaciones.
Porque los signos, los tiempos, los años y los dĂas me los mostrĂł Uriel, el Vigilante a quien el Señor de gloria ha encargado de todas las luminarias del cielo y en el mundo, para
que reinen sobre la faz del cielo, sean vistas desde la tierra y sean las guĂas del dĂa y de la noche, asĂ el sol la luna, las estrellas y todas las criaturas auxiliares que recorren sus
Ăłrbitas en los carros del cielo.
De la misma forma Uriel me mostrĂł doce puertas abiertas en el recorrido de los carros del
sol en los cielos; por ellas salen los rayos del sol y se expande el calor sobre la tierra cuando están abiertas en las estaciones que le son asignadas.
[Ellas sirven tambiĂ©n para los viento y el espĂritu del rocĂo cuando están abiertas en los lĂmites de los cielos].
Son doce las puertas del cielo en los confines de la tierra, de las cuales salen el sol, la luna, las estrellas y toda creaciĂłn en el cielo al oriente y al occidente;
y hay numerosas ventanas abiertas a su derecha y a su izquierda y cada ventana esparce calor en su estaciĂłn; ellas corresponde a esas puertas por las que salen las estrellas y se
ocultan de acuerdo con su número, según lo ha mandado Él.
He visto en los cielos carros que recorren el mundo por encima de esas puertas y en ellos ruedan las estrellas que no se ocultan.
Hay uno más grande que todos, que le da la vuelta al mundo entero.
CapĂtulo 76
En los lĂmites de la tierra he visto doce puertas abiertas para todas las regiones; por ellas
salen los vientos y desde ellas soplan sobre la tierra.
Tres de ellas están abiertas sobre la faz del cielo, tres al occidente, tres a la derecha del cielo y tres a la izquierda.
Las tres primeras son las que están al oriente, las tres siguientes al al sur, las tres
siguientes al norte y las tres siguientes al occidente.
Por cuatro de ellas salen los vientos que son para la curaciĂłn de la tierra y para su vivificaciĂłn, y por ocho salen los vientos perjudiciales que cuando son enviados destruyen toda la tierra, las aguas y todo lo que hay en ellas, lo que crece, florece o repta, tanto en las
aguas como en la tierra seca y todo lo que vive en ella.
Primero sale el viento del oriente por la primera puerta oriental y se inclina hacia el sur.
Por allĂ sale la destrucciĂłn, la sequĂa, el calor y la desolaciĂłn
Por la segunda puerta, la del medio, sale el viento del Este-Este: la lluvia, los frutos, la
reanimaciĂłn y el rocĂo. Por la tercera puerta sale el viento del nororiente que está cerca del viento del norte: frĂo y sequĂa.
Detrás de ellos, por las tres puertas que están al sur de los cielos, sale en primer lugar por
la primera puerta un viento del sur que está al sur y al oriente un viento de calor.
Por la segunda puerta sale un viento del sur al que llaman sur: rocĂo, lluvia, bienestar, reanimaciĂłn.
Por la tercera puerta sale un viento del suroccidente: rocĂo, lluvia, langosta y destrucciĂłn.
Tras este, sale un viento norte que viene de la sĂ©ptima puerta, hacia el oriente, con rocĂo,
lluvia, langostas y desolaciĂłn.
De la puerta del medio sale directamente un viento con salud, lluvia, rocĂo y prosperidad.
Por la tercera puerta, la que se inclina al occidente, viene un viento con nubes, escarcha,
nieve, lluvia, rocĂo y langostas.
Después de estos están los vientos del occidente. Por la primera puerta, que está inclinada
hacia el norte, sale un viento con rocĂo, escarcha, frĂo, nieve y helada.
Por la puerta de en medio sale un viento con rocĂo, lluvia, prosperidad y bendiciĂłn. A travĂ©s de la Ăşltima puerta, la que se inclina al sur, sale un viento con carestĂa, ruina, quema y desolaciĂłn.
Se acabaron las doce puertas de los cuatro puntos cardinales del cielo. Te he enseñado su
explicaciĂłn completa ¡Oh, hijo mĂo, MatusalĂ©n!
CapĂtulo 77
Al oriente lo llaman este porque es el primero; al sur lo llaman mediodĂa porque allĂ habita el Grande y en Él reside el Bendito por siempre.
Al gran punto cardinal lo llaman poniente porque allĂ van las estrellas del cielo, por allĂ se
ponen y por allĂ se ocultan, por eso lo llaman poniente.
Al norte lo llaman norte porque en Ă©l se esconden, se reĂşnen y se vuelven todos los astros del cielo y se dirigen hacia el oriente de los cielos. Al oriente lo llaman levante porque desde allĂ se alzan los cuerpos celestes y desde allĂ se levantan. Vi tres secciones de la tierra: una para que en ella habiten los hijos de los hombres, otra para todos los mares y los rĂos y otra para Los Siete y para el ParaĂso de Justicia.
Vi siete montañas más altas que todas las montañas que hay sobre la tierra, la nieve las
cubre y de ellas vienen los dĂas, las estaciones y los años.
Vi siete rĂos sobre la tierra, más grandes que todos los rĂos, uno de los cuales viene del occidente y sus aguas desembocan en el Gran Mar.
Otros dos vienen desde el norte hacia el mar y sus aguas desembocan en el Mar de Eritrea.
Los otros cuatro salen del lado del norte cada uno hacia su respectivo mar: dos de ellos
hacia el Mar de Eritrea y dos dentro del Gran Mar.
Vi siete grandes islas en el mar y el continente, dos hacia el continente y cinco en alta mar.
CapĂtulo 78
[Los nombres del sol son los siguientes: el primero es Oranyes y el segundo Tomás;
y la luna tiene cuatro nombres: el primero es Asonya, el segundo Ebela, el tercero Benase
y el cuarto Era’el].
Estas son las dos grandes luminarias, su circunferencia es como la circunferencia del cielo
y la talla de sus dos circunferencias es similar.
Dentro de la circunferencia del sol hay siete partes de luz que le son añadidas de más con
respecto a la luna y con completa mesura le es transferida a ella hasta la séptima parte
extraĂda al sol.
Ellas se ponen y entran por las puertas del occidente, hacen su viraje por el norte y
vuelven por las puertas del oriente sobre la faz del cielo.
Cuando la luna se levanta, la mitad de un sĂ©ptimo de su luz brilla en los cielos para aparecer sobre la tierra y se completa de dĂa en dĂa, hasta el dĂa catorce cuando toda su luz está completa.
Su luz crece por quinceavos y se completa de dĂa en dĂa hasta el dĂa quince, en el cual toda su luz está completa, segĂşn el signo de los años. La luna crece y realiza sus fases de a
medios séptimos.
En su fase menguante la luna disminuye su luz: el primer dĂa un catorceavo; el segundo, un treceavo; el tercero, un doceavo; el cuarto, un onceavo; el quinto, un dĂ©cimo; el sexto,
un noveno; el séptimo, un octavo; el octavo, un sétimo; el noveno, un sexto; el décimo, un quinto; el undécimo, un cuarto; el duodécimo, un tercio; el treceavo, un medio; el catorceavo la mitad de un séptimo; hasta que el quinceavo desaparece todo remanente de
luz.
En ciertos meses tiene veintinueve dĂas y otras veces veintiocho dĂas.
Y Uriel me enseñó otro cálculo, habiéndome mostrado cuando la luz es transferida a la
luna y sobre cual lado se la transfiere el sol.
Durante toda la fase creciente de la luna, se transfiere su luz frente al sol durante catorce
dĂas hasta que se ilumina toda y su luz es completa en el cielo.
El primer dĂa es llamada luna nueva, porque desde ese dĂa su luz crece.
Llega a ser luna llena exactamente en el momento en que el sol se oculta por el occidente y ella asciende desde el oriente por la noche y la luna brilla durante toda la noche, hasta que el sol nace frente a ella y la luna es observada frente al sol.
Por el lado por que la luz de la luna llega, por ahĂ decrece de nuevo, hasta que toda su luz
desaparece, los dĂas del mes se completan y su circunferencia está vacĂa, sin luz.
Por tres meses ella sale de treinta dĂas y en su tiempo ella sale por tres meses de veintinueve dĂas cada uno, en los cuales ella cumple su menguante en el primer perĂodo de tiempo y en el primer portal, por cinto setenta y siete dĂas.
En el tiempo de su nacimiento ella aparece por tres meses de treinta dĂas cada uno y por
tres meses aparece veintinueve dĂas cada uno.
En la noche ella aparece por veinte dĂas cada mes.
Hijo mĂo: ya te he enseñado todo y la ley de todas las estrellas de los cielos ha concluido.
Me ha enseñado todas su leyes para todos los dĂas, para todas las estaciones imperantes,
para todos los años y su finalizaciĂłn, para el orden prescrito para todos los meses y todas las semanas, por veinte dĂas cada mes;
y el menguante de la luna que comienza a través de la sexta puerta en la cual se completa
su luz,
que ocurre en el primer portal en su tiempo y se completa a los ciento setenta y siete dĂas o
contado en semanas, veinticinco semanas y dos dĂas.
Ella se atrasa exactamente cinco dĂas en el curso de un perĂodo, con respecto del sol y del
orden de las estrellas y al ocurrir esto es corregida. Parece como la imagen de una visiĂłn cuando su luz se atrasa.
Cuando ella se encuentra en su plenitud, en la noche esta visiĂłn parece como un hombre,
en la noche aparece como la imagen del sol en el cielo y no hay nada más en ella, salvo su luz. Tal es la visión y la imagen de todas las luminarias, que me mostró Uriel, el gran
ángel.
En esos dĂas Uriel me dirigiĂł la palabra y me dijo: «Mirad que te he revelado todo, Enoc, te he enseñado todo para que pudieras ver este sol, esta luna, las guĂas de las estrellas de
los cielos y todos aquellos que las hacen recorrer y sus tareas, tiempos y salidas.
En los dĂas de los pecadores los años serán acortados y su semilla llegará tarde a sus tierras y campos; todas las cosas sobre la tierra se alterarán y no saldrán a su debido
tiempo; la lluvia será retenida y los cielos la retendrán.
En esa época los frutos de la tierra serán retenidos, no crecerán a tiempo los frutos de los árboles, serán retardados;
la luna alterará su orden y no aparecerá a su debido tiempo
[En esos dĂas el sol será visto [en el cielo ardiente extendiendo la esterilidad y] viajará por la noche sobre el lĂmite del gran carro del occidente] y brillará más que lo que corresponde al orden de su luz.
Muchas guĂas de las estrellas trasgredirán el orden, alterarán sus Ăłrbitas y tareas y no
aparecerán en el momento prescrito para ellas.
Todas las leyes de las estrellas serán ocultadas a los pecadores; los pensamientos de quienes viven sobre la tierra estarán errados al respecto y ellos equivocarán sus caminos y
tendrán a las estrellas como dioses. (Sb 13:2; Ro 1:25)
El mal se multiplicará sobre ellos y el castigo contra ellos llegará para aniquilarlos a todos.
Me dijo: «Mira Enoc estas tablillas celestiales, lee lo que está escrito allĂ y señala cada dato».
Miré las tablillas celestiales y leà todo lo que estaba escrito y lo comprendà todo; leà el libro de todas las acciones de la humanidad y de todos los hijos de la carne que están sobre la tierra, hasta las generaciones remotas.
En seguida bendije al gran Señor, Rey de Gloria por la eternidad, porque ha hecho todas
las criaturas del universo y alabé al Señor por su paciencia y le bendije por los hijos de
Adán.
Entonces dije: Bienaventurado el hombre que muera en justicia y bondad y contra el cual
no se haya escrito un libro de injusticia ni se encuentre uno el dĂa del juicio.
(Sal 1:1; Dn 7:10)
Esos siete santos me llevaron y me colocaron sobre la tierra frente al portĂłn de mi casa y me dijeron: «Da a conocer todo a MatusalĂ©n tu hijo; enseña a todos sus hijos que ningĂşn ser de carne es justo ante el Señor, porque Él es su Creador.
(Job 9:2; Sal 14:1)
“Te dejaremos un año al lado de tu hijo hasta que des tus instrucciones, para que enseñes a
tus hijo, escribir para ellos lo que has visto y lo testifiques a todos tus hijos; luego, en el segundo año se te separará de ellos.
“Que tu corazĂłn sea fuerte porque los buenos anunciarán la justicia a los buenos, los justos con los justos se alegrarán y se felicitarán el uno al otro.
“En cambio el pecador morirá con el pecador y el apĂłstata se hundirá con el apĂłstata.
«Los que practican la justicia morirán por obra de los hombres y serán llevados a causa de
las acciones de los malvados». (2R 22:20; Is 57:1)
En esos dĂas terminaron de hablarme y yo regresĂ© con mi gente, bendiciendo al Señor del universo.
Hijo mĂo, MatusalĂ©n, ahora te estoy contando y escribiendo todas estas cosas; te he manifestado todo y te he dado los libros concernientes a ellas; preserva hijo mĂo, MatusalĂ©n, el libro de la mano de tu padre y entrĂ©galo a las generaciones del mundo.
Te he dado sabidurĂa a ti y a tus hijos para que ellos la entreguen a sus hijos por
generaciones, sabidurĂa que está por encima de sus pensamientos.
Aquellos que la comprendan no dormirán, sino que prestarán oĂdo para que puedan aprender esta sabidurĂa y a quienes la coman, ella le gustará más que un alimento
exquisito.
Dichosos todos los justos; dichosos todos los que caminan por el camino de la justicia y que no pecan como los pecadores en el cálculo de los dĂas: cuando el sol recorre los cielos,
entra y sale por cada puerta durante treinta dĂas, junto con los jefes de millar de la especie de las estrellas, añadiendo los cuatro dĂas que son intercalados para separar las cuatro
partes del año, las cuales los guĂan y entran con ellas cuatro dĂas. (Dn 7:25)
Debido a ello los hombres se equivocan y no los cuentan dentro del cómputo completo del año, están en el error y no lo reconocen debidamente,
porque ellos están incluidos en el cĂłmputo de los años y están verdaderamente asignados para siempre, uno a la primera puerta, otro a la tercera, otro a la cuarta y otro a la sexta y el año está completo en trescientos sesenta y cuatro dĂas.
El cĂłmputo de ellos es correcto y la cuenta registrada de ellos exacta, de las luminarias, meses, fiestas, años y dĂas; me lo ha mostrado y revelado Uriel a quien es Señor de la creaciĂłn del mundo ha subordinado las huestes de los cielos.
Él tiene poder sobre la noche y sobre el dĂa, para hacer brillar la luz sobre los humanos: el
sol, la luna, las estrellas y todas las potencias de los cielos que giran sobre sus Ăłrbitas.
Esta es la ley de las estrellas con relaciĂłn a sus constelaciones, sus lunas nuevas y sus signos.
Estos son los nombres de quienes las guĂan, de quienes vigilan que entren en su tiempo, en
orden en su estaciĂłn, su mes, en su perĂodo, con su potencia y en su posiciĂłn.
Sus cuatro guĂas, quienes dividen las cuatro partes del año, entran primero, enseguida los doce jefes de la clase que separan los meses y por los trescientos sesenta dĂas están los
jefes de millar, dividiendo los dĂas, y por los cuatro que son intercalados, están quienes como guĂas dividen las cuatro partes del año.
Los jefes de millar están intercalados entre guĂa y guĂa, cada unto tras una estaciĂłn, las que sus guĂas separan.
Estos son los nombres de los guĂas que separan las cuatro partes del año que han sido fijadas: Melki’el, Helimmel’ek, M’elay’el y Nar’el.
Y los nombres de quienes los conducen: Adn’ar’el, Idyasusa’el e ’Ilume’el; estos tres son los que siguen a los jefes de clases de las estrellas y hay otro que viene detrás de los tres
jefes de clases que siguen a los guĂas de las estaciones que separan las cuatro estaciones
del año.
Al principio del año se levanta primero Melki’el, quien es llamado Tamaini y «sol», y todos los dĂas de su gobierno, sobre los cuales Ă©l domina, son noventa y un dĂas.
he aquĂ los signos de los dĂas que aparecen sobre la tierra durante el tiempo de su dominio: calor, sudor y calma; todos los árboles producen frutos y las hojas crecen sobre ellos; la
mies del trigo; la rosa florece, pero los árboles de invierno llega a secarse.
Estos son los nombres de los lĂderes que están sobre ellos: Berkai’el, Zalbesa’el y el otro que se añade, un jefe de millar llamado Hiluyasef, con el cual terminan los dĂas de su
dominio.
El siguiente guĂa es Helimmel’ek, llamado «sol brillante» y el total de dĂas de su luz es de noventa y un dĂas.
Estos son los signos de sus dĂas, sobre la tierra: ardiente calor y sequedad; maduran los frutos de los árboles, que producen todos sus frutos maduros y a punto; las ovejas se aparean y conciben; se cosechan todos los frutos de la tierra, todo lo que hay en el campo y se prensa el vino; esto ocurre en los dĂas de su dominio.
Estos son los nombres de los jefes de millar: Gidaya’el, Ke’el, He’el y se les añade Asfa’el durante el cual su dominio termina.
El libro de los sueños
Ahora, MatusalĂ©n, hijo mĂo, te manifestarĂ© todas las visiones que he tenido y las recapitularĂ© ante ti.
Tuve dos visiones antes de casarme, la una bastante diferente de la otra: la primera cuando aprendĂa a escribir y la segunda antes de tomar a tu madre. Tuve una visiĂłn terrible y al observarla orĂ© al Señor.
Yo estaba acostado en la casa de mi abuelo Mahalalel y vi en una visiĂłn cĂłmo el cielo colapsaba, se soltaba y caĂa sobre la tierra.
Cuando cayó sobre la tierra, vi la tierra devorada por un gran abismo, montañas suspendidas sobre montañas, colinas abatidas sobre colinas y los grandes árboles
separados de sus troncos, arrojados y hundidos en el abismo.
Por eso una cayĂł dentro de mi boca y alcĂ© mi voz para gritar y dije: «¡La tierra está
destruida!»
Entonces mi abuelo Mahalalel me despertĂł, pues yo estaba acostado cerca de Ă©l; me dijo: «¿Por quĂ© gritas asĂ hijo mĂo, por quĂ© profieres semejante lamento?».
Le contĂ© toda la visiĂłn que habĂa tenido y me dijo: «AsĂ como tĂş has visto una cosa terrible, hijo mĂo, ya que es terrible la visiĂłn de tu sueño sobre los misterios de todos los pecados de la tierra, asĂ la tierra está a punto de ser devorada por el abismo y aniquilada
por una gran destrucciĂłn.
“Ahora, hijo mĂo, levántate y ruega al Señor de gloria, ya que tĂş eres fiel, para que para que permanezca un resto sobre la tierra y que Él no aniquile completamente la tierra.
«Hijo mĂo, desde el cielo vendrá todo eso sobre la tierra y sobre la tierra habrá una gran ruina».
Después de que me levanté, oré, imploré y supliqué, y escribà mi oración para las
generaciones del mundo; y te mostrarĂ© todas estas cosas a ti MatusalĂ©n, hijo mĂo.
Cuando bajé, miré al cielo y vi al sol salir por el oriente y a la luna ocultarse por el occidente y a algunas estrellas y a la totalidad de la tierra y todas las cosas que Él ha
creado desde el principio; entonces bendije al Señor del juicio y lo ensalcé porque Él hace
salir el sol por las ventanas del oriente, de manera que ascienda y brille en la faz del cielo y vaya y se mantenga por el camino que Él le ha señalado.
Levanté mis manos en justicia y bendije al Santo y al grande y hablé con el aliento de mi
boca y con la lengua de carne que Dios ha hecho para los hijos de carne del hombre, para que la utilicen al hablar, y les ha dado un aliento, una lengua y una boca para que hablen con ellas.
“Bendito seas, oh Señor, Rey grande y poderoso en tu grandeza, Rey de reyes, Señor de todo el universo. Tu poder, reinado y grandeza permanecen para siempre; tu dominio por
todas las generaciones; los cielos son tu trono eterno y la tierra el escabel de tus pies por
los siglos de los siglos.
“Porque eres tĂş quien ha creado y quien gobierna todas las cosas, no hay obra que sea
difĂcil para ti; la sabidurĂa no se aleja de tu trono ni se va de tu presencia; TĂş sabes, ves y
oyes todas las cosas, nada está oculto para ti, porque todo lo ves.
“Ahora los ángeles del cielo son reos de pecado y sobre la carne del hombre recae tu
cĂłlera hasta el gran dĂa del juicio.
“Ahora oh Dios, Señor y gran Rey, imploro y suplico que aceptes mi oraciĂłn, que me dejes una descendencia sobre la tierra, que no aniquiles toda carne humana, que no vacĂes la tierra y que la destrucciĂłn no sea eterna.
“Ahora pues, oh Señor, extermina de la tierra la carne que ha despertado tu cĂłlera, pero la
carne de justicia y rectitud, establĂ©cela como una planta de semilla eterna y no ocultes tu rostro de la oraciĂłn de tu siervo, ¡oh Señor!
DespuĂ©s de eso vi otro sueño y todo ese sueño te lo voy a mostrar, hijo mĂo.
Enoc levantĂł la voz y hablĂł a su hijo MatusalĂ©n: «A ti quiero hablarte, hijo mĂo, escucha mis palabras y pon atenciĂłn a la visiĂłn del sueño de tu padre.
Antes de tomar a tu madre Edna, vi una visiĂłn sobre mi cama y he ahĂ que un toro salĂa de
la tierra y ese toro era blanco. Tras el toro saliĂł una novilla y con ella dos terneros, uno de los cuales era negro y el otro rojo.
Entonces el ternero negro golpeĂł al rojo y le persiguiĂł sobre la tierra y a partir de allĂ no
pude ver ese ternero rojo.
Luego el ternero negro creciĂł y esa novilla se fue con Ă©l y vi salir de Ă©l numerosos bueyes que se le semejaban y le seguĂan.
Y esa primera novilla se alejĂł del primer toro para buscar al ternero rojo, pero no lo
encontrĂł y profiriĂł por Ă©l un gran lamento y lo buscĂł.
Vi que vino el primer toro y la hizo callar y no volviĂł a gritar.
Ella parió en seguida otro toro blanco y después de éste, parió numerosos toros y vacas negros.
Vi en mi sueño crecer a este toro blanco hasta llegar a ser un gran toro blanco, del cual
salieron numerosos toros blancos semejantes a Ă©l.
Y ellos comenzaron a engendrar numerosos toros blancos que se les parecĂan y se seguĂan
el uno al otro.
De nuevo estuve fijando mis ojos en el sueño y vi el cielo por encima y he aquà que una
estrella cayĂł del cielo en medio de los toros grandes y comiĂł y pastoreĂł en medio de ellos.
Entonces vi estos toros grandes y negros, todos ellos intercambiaban sus pastos, establos y becerros y comenzaron a vivir unos con otros.
Observé de nuevo en mi sueño y miré hacia el cielo y he aquà que muchas estrellas
descendĂan y caĂan del cielo en medio de la primera estrella y eran transformadas en toros
en medio de aquellos becerros y pastaban con ellos y entre ellos.
Los miré y vi como todos sacaron su miembro sexual como caballos y montaron las vacas de los toros y todas quedaron preñadas y parieron elefantes, camellos y asnos.
Todos los toros les tenĂan miedo, se aterrorizaron con ellos y comenzaron a morder con sus dientes a devorar ya cornear.
Y además comenzaron a devorar a esos toros y he aquà que todos los hijos de la tierra se
empezaron a temblar y a espantarse ante ellos y a huir.
Nuevamente vi como comenzaban a golpearse el uno al otro y a devorarse el uno al otro y la tierra se puso a gritar.
DespuĂ©s elevĂ© de nuevo mis ojos al cielo y tuve una visiĂłn; hela aquĂ: salieron del cielo
seres parecidos a hombres blancos, salieron cuatro de ese lugar y tres con ellos.
AsĂ, esos tres que salieron de Ăşltimos me tomaron de la mano y me llevaron por sobre la generaciĂłn terrestre hasta un lugar elevado y me mostraron una torre alta construida sobre
la tierra y todas las colinas eran más bajas.
Me dijeron: «Permanece aquĂ hasta que hayas visto todo lo que le sucederá a estos
elefantes, camellos y asnos y a las estrellas, las vacas y a todos ellos».
Vi a uno de los cuatro que habĂa salido primero, agarrar a la primera estrella que habĂa
caĂdo del cielo, atarla de pies y manos y arrojarla en el abismo profundo, angosto, escarpado y oscuro.
Después uno de ellos sacó la espada y se la dio a los elefantes, camellos y asnos y ellos
comenzaron a herirse el uno al otro y toda la tierra temblĂł a causa de esto.
SeguĂa observando mi sueño, cuando he aquĂ que a uno de los cuatro que habĂan salido, le llegĂł una orden del cielo y Ă©l tomĂł a todas las numerosas estrellas cuyos miembros
sexuales eran como los de los caballos y Ă©l las atĂł a todas de pies y manos y las arrojĂł en un abismo de la tierra.
Uno de los cuatro fue hasta donde uno de los toros blancos y le enseñó y él construyó para sà un barco y habitó en su interior. Los tres toros entraron con él en el barco que fue cubierto y techado por encima de ellos.
Yo estaba mirando y vi siete chorros echando mucha agua sobre la tierra.
He aquĂ que se abrieron los depĂłsitos de agua del interior de la tierra y comenzaron a brotar y a subir las aguas sobre ella. SeguĂ mirando hasta que la tierra fue cubierta por las
aguas, (Gn 7:11) por la oscuridad y por la niebla que se cernĂa sobre ella.
Los toros fueron sumergidos, alejados y aniquilados en aquellas aguas.
El barco flotĂł sobre las aguas, pero todos los toros, asnos salvajes, camellos y elefantes se hundieron en las aguas.
De nuevo vi en mi sueño como los chorros de agua desaparecieron del alto techo, las grieta de la tierra fueron niveladas pero otros abismos se abrieron;
y el agua empezĂł a descender por ellos, hasta que la tierra quedĂł al descubierto, la barca
reposĂł sobre la tierra, la oscuridad se retirĂł y apareciĂł la luz.
(Gn 8:13)
Entonces el toro blanco que se habĂa convertido en hombre saliĂł de esta barca y con Ă©l los tres toros, uno de los cuales era blanco y se parecĂa a ese toro, otro era rojo como sangre y
el otro negro.
Empezaron a engendrar bestias salvajes y aves. Hubo una multitud de toda especie:
leones, leopardos, perros, lobos, hienas, cerdos salvajes, zorros, ardillas, jabalĂs, halcones,
buitres, gavilanes, águilas y cuervos. En medio de ellos nació otro toro blanco.
(Gn 10-11)
Comenzaron a morderse unos a otros. El toro blanco que habĂa nacido en medio de ellos, engendrĂł un asno salvaje y tambiĂ©n un becerro blanco. El asno salvaje se multiplicĂł.
(Gn 21:12-13)
El becerro blanco, que habĂa sido engendrado por el toro blanco, engendrĂł un jabalĂ negro y un carnero blanco. El jabalĂ engendrĂł muchos jabalĂs y el carnero engendrĂł
doce ovejas. (Gn 25:25-26; Gn 35:22-26)
Cuando estas doce oveja hubieron crecido le dieron una oveja de entre ellas a los asnos salvajes, pero esos asnos a su vez entregaron esa oveja a lobos y la oveja creciĂł entre los
lobos. (Gn 27:12-36)
El carnero guió a todas las once ovejas a habitar y pacer con él entre los lobos y ellas se multiplicaron y se transformaron en un rebaños de numerosas ovejas.
(Gn 46:1-7)
Los lobos empezaron a oprimir al rebaño hasta hacer perecer a sus pequeños y a arrojar a
sus pequeños en una corriente de agua. Entonces las ovejas comenzaron a gritar por sus
pequeños y a lamentarse ante su Señor. (Gn 47:27; Ex 1:7-22)
Una oveja que habĂa escapado de los lobos huyĂł y fue hasta donde los asnos salvajes. Yo
miré mientras el rebaño se quejaba y gritaba terriblemente hasta que descendió el Señor del rebaño a la voz de las ovejas, desde su alto santuario vino a su lado y las hizo pacer.
(Ex 2:15,22,23)
LlamĂł a la oveja que habĂa escapado de los lobos y le hablo sobre los lobos,
para que los intimara a no tocar más a las ovejas. (Ex 3)
Y esta oveja fue a donde los lobos por orden del Señor y otra oveja se encuentro con ella y fue con ella. Fueron y las dos entraron juntas en la asamblea de los lobos, por orden del
Señor, les hablaron y les intimaron para que no tocaran más a las ovejas. (Ex 5:1-5)
Desde entonces observé que los lobos oprimieron con más dureza y con todas sus fuerzas a las ovejas y las ovejas gritaron fuerte.
(Ex 5.6-9)
Y su Señor fue al lado de las ovejas y se puso a golpear a esos lobos y los lobos comenzaron a lamentarse, en cambio las ovejas llegaron a tranquilizase y desde ahĂ
cesaron de gritar. (Ex 7-11, 12:29-31)
Vi las ovejas cuando partĂan de entre los lobos y los ojos de los lobos fueron oscurecidos y esos lobos salieron persiguiendo a las ovejas con todas sus fuerzas. (Ex 12:37, 14:5-7) Pero el Señor de las ovejas fue con ellas conduciĂ©ndolas, todas sus ovejas le seguĂan y su rostro era resplandeciente, glorioso y terrible a la vista.
(Ex 13:21,22, 14:8) Los lobos comenzaron a perseguir a esas ovejas, hasta que se las alcanzaron cerca de un
estanque de agua. (Ex 14:9)
Pero este estanque de agua se dividió y el agua se levantó de un lado y del otro ante su cara y el Señor los condujo y se colocó Él mismo entre ellos y los lobos.
(Ex 14:21,22)
Como esos lobos no veĂan más a las ovejas, ellas anduvieron en medio de este estanque y
los lobos persiguieron a las ovejas y corrieron tras ellas, esos lobos en este estanque de
agua. (Ex 14:23)
Y cuando ellos vieron al Señor de las ovejas se regresaron para huir de su presencia, pero este estanque de agua se cerró y volvió repentinamente a su posición natural y se llenó de agua. (Ex 14:24-27)
Continué mirando hasta que todos los lobos que iban persiguiendo a este rebaño,
perecieron sumergidos y ahogados y las aguas los cubrieron. (Ex 14:28)
El rebaño se apartó de estas aguas y fueron a un lugar desolado en el que no hay agua ni hierba y sus ojos se abrieron y vieron. Miré hasta que el Señor del rebaño los apacentó, les
dio agua y hierba y la oveja fue y los guiĂł. (Ex 15:22-27, 17:6)
La oveja subiĂł a la cima de una roca elevada y el Señor del rebaño la enviĂł en medio del rebaño y todos ellas se mantenĂan a distancia. (Ex 19:3)
Entonces miré y he aquà que el Señor del rebaño se alzó frente al rebaño y su apariencia era potente, grandiosa y terrible y todo el rebaño lo vio y tuvo miedo de Él. (Ex 19:16)
Todas estaban asustadas y temblando ante Él y le gritaron al cordero que era su segundo y
que estaba en medio de ellas: «Nosotras no podemos estar delante del Señor».
Entonces se volviĂł el cordero que las guiaba y subiĂł por segunda vez a la cima de aquella roca. Pero el rebaño comenzĂł a cegarse y a apartarse del camino que les habĂa señalado,
sin que el cordero supiera tales cosas. (Ex 32:1-6)
El Señor del rebaño se enfureció mucho contra el rebaño, el cordero lo supo y descendió
de la cima de aquella roca y vino al rebaño y encontrĂł a la mayorĂa cegadas y extraviadas.
(Ex 32:7-10,19)
Cuando lo vieron comenzaron a atemorizarse delante de Él, queriendo volver
a sus rediles.
El cordero tomó con él a otras ovejas y vino al rebaño, degollaron a todas las extraviadas y comenzaron a temblar ante Él. Entonces ese cordero hizo regresar a sus rediles a todo el
rebaño extraviado. (Ex 32:27-28)
Continué viendo este sueño hasta que este cordero se transformó en hombre, construyó un
campamento para el Señor del rebaño y llevó a todo el rebaño a este campamento.
(Ex 33:7-11, 40)
SeguĂ mirando hasta que se durmiĂł esa oveja que se habĂa unido al cordero que dirigĂa a las ovejas. ObservĂ© hasta que todas las ovejas mayores hubieron perecido y se levantaron en su lugar unas menores y ellas entraron en un pastizal y se acercaron a un
rĂo.
DespuĂ©s la oveja que los guiaba y que se habĂa convertido en hombre, fue separada de ellas, se durmiĂł y todas las ovejas la buscaron y lloraron por ella con grandes lamentos.
(34:5,7)
Vi hasta que terminaron de llorar por esta oveja, despuĂ©s atravesaron este rĂo y vinieron otras ovejas que las guiaron en lugar de las que se durmieron despuĂ©s de haberlas
guiado. (Dt 34:8; Jos 17)
Vi las ovejas hasta que entraron en una regiĂłn hermosa, en una tierra agradable y
espléndida. Vi esas ovejas hasta que fueron saciadas y ese campamento estaba entre ellas
en esa tierra agradable.
Tan pronto como abrĂan los ojos se cegaban, hasta que se levantĂł otra oveja y las guiĂł y las condujo a todas y se abrieron sus ojos. (1S 3:1-14)
Los perros, los zorros y los jabalĂs salvajes se pusieron a devorar estas ovejas hasta que el Señor de las ovejas levantĂł un carnero de en medio de ellas para guiarlas. (1S 4:1-11, 10:17-25) Ese carnero comenzĂł a embestir de un lado y de otro a esos perros, zorros y jabalĂs, hasta que hizo perecer a todos ellos. (1S 11:1-11)
Esa oveja cuyos ojos fueron abiertos, vio que al carnero que estaba entre las ovejas lo
abandonaba su gloria y comenzaba a embestir a las ovejas, a pisotearlas y a comportarse en forma indebida. (1S 13:13-14)
Entonces el Señor de las ovejas envió al cordero a otro cordero y lo ascendió para que
fuera un carnero y dirigiera a las ovejas en vez del carnero al que habĂa abandonado su
gloria. (1S 16)
Fue a su lado y le hablĂł en secreto y lo ascendiĂł a carnero, lo hizo juez y pastor de las ovejas, pero durante todos estos acontecimientos, los perros oprimĂan a las ovejas.
El primer carnero persiguiĂł al segundo y este segundo saliĂł y huyĂł de su presencia, pero vi hasta que los perros abatieron a aquel primer carnero.
(1S 19:9-12; 22-24)
Después ese segundo carnero se levantó y condujo a las ovejas y engendró numerosas ovejas y luego se durmió. Una pequeña oveja se convirtió en carnero y fue el juez y el
lĂder en su lugar. (2S 2:4; 1R 1:38-39)
Esas ovejas crecieron y se multiplicaron y todos esos perros, zorros y jabalĂs tuvieron miedo y huyeron lejos. Este carnero embistiĂł y matĂł a todas las bestias salvajes y esas
bestias no tuvieron más poder entre las ovejas ni les guiaron más.
Esa casa llegó a ser grande y amplia y fue edificada por esas ovejas. Una torre elevada y grande fue construida sobre la casa, para el Señor de las ovejas. El campamento era bajo,
pero la torre muy alta y el Señor de las ovejas se mantenĂa sobre ella y ofrecieron ante Él
una mesa llena. (1R 6-8)
Después vi a esas ovejas errar de nuevo e ir por una multitud de caminos y abandonar su casa. El Señor de las ovejas llamó de entre ellas a algunas ovejas y las envió al lado de las
ovejas, pero las ovejas comenzaron a asesinarlas.
Pero, una de ellas fue salvada y no fue muerta, saliĂł y gritĂł a causa de las ovejas y ellas quisieron matarla, pero el Señor de las ovejas la salvĂł de entre las manos de las ovejas, la hizo subir y habitar cerca de mĂ. (2R 2:5)
Él envió sin embargo muchas otras ovejas a esas ovejas para testificarles y para lamentarse
sobre ellas.
Después las vi abandonar la casa del Señor y su torre; erraban en todo y sus ojos estaban
cerrado. Vi al Señor de las ovejas hacer una gran carnicerĂa con ellas, hasta que esas
ovejas provocaron la carnicerĂa y traicionaron su puesto.
Él las abandonó en las manos de los leones y los tigres, de los lobos y las hienas, de los zorros y de todas las bestias salvajes, que comenzaron a despedazar a esta ovejas.
las vi abandonar su casa y su torre y entregarlas a los leones para que las destrozaran y
devoraran. (Jr 39:8; 2R 25:8-12; 2Cr 36:17-20; Mt 24:1-2)
Me puse a gritar con todas mis fuerzas y a llamar al señor de las ovejas y le hice ver que
las ovejas eran devoradas por todas las bestias salvajes.
Pero Él permaneció inmutable y cuando las vio se alegró al ver que era devoradas,
tragadas y robadas y las abandono para que fueran pasto de las bestias.
Él llamó a setenta pastores y les entregó a esas ovejas para que las llevaran a pastar y le
dijo a los pastores y a sus acompañantes: «Que cada uno de vosotros lleve de ahora en adelante a las ovejas a pacer y todo lo que os ordene, hacedlo.
«Os las entregarĂ© debidamente contadas y os dirĂ© cuáles deben ser destruidas y esas, hacedlas perecer». Y lees entregĂł aquellas ovejas.
DespuĂ©s Ă©l llamĂł a Otro y le dijo: «Observa y registra todo lo que los pastores hacen a estas ovejas, ya que ellos destruyen más de las que yo les he mandado;
todo exceso y destrucciĂłn que sea ejecutado por los pastores regĂstralo: cuántos destruyen de acuerdo con mi orden y cuántos de acuerdo con su propio capricho. Pon en la cuenta de cada pastor la destrucciĂłn que efectĂşe.
“Lee luego el resultado ante mĂ: cuántas destruyeron y cuántas les entreguĂ© para su
destrucciĂłn. Que esto pueda ser un testimonio contra ellos para saber toda acciĂłn de los
pastores, que yo los evalĂşe y vean lo que hacen y si se atienen o no a lo que les he ordenado.
“Pero, ellos no deben enterarse, no debes contarlo a ellos ni debes advertirles, sino solamente anotar cada destrucciĂłn que los pastores ejecuten, una por una y al momento, y exponer todo eso ante mĂ.
Vi cuando esos pastores pastorearon en su tiempo y comenzaron a matar y destruir a más
ovejas de las que fueron ofrecidas y ellos entregaron a esas ovejas en manos de los leones.
los leones y los tigres devoraron a gran parte de esas ovejas y los jabalĂs comieron junto con ellos. Ellos quemaron esa torre y demolieron esa casa.
Me entristecĂ muchĂsimo por esa torre porque la casa de las ovejas fue demolida y ya no
pude ver si esas ovejas entraban en esa casa.
Los pastores y sus cĂłmplices entregaron a esas ovejas a todas las bestias salvajes, para que las devoraran pero cada uno de ellos habĂa recibido un nĂşmero determinado y fue anotado para cada uno de ellos, por el Otro, en un libro, cuántas de ellas habĂan destruido.
Cada uno mataba y destruĂa más de las que fueron prescritas y yo comencĂ© a llorar y a lamentarme por causa de esas ovejas.
Entonces en la visiĂłn observĂ© al que escribĂa como anotaba cada una que era destruida por esos pastores dĂa por dĂa y Ă©l llevĂł y expuso todo su libro y mostrĂł al señor de las ovejas
todo lo que realmente habĂan hecho ellos y todo lo que cada uno habĂa hecho y todas las que ellos habĂan entregado a la destrucciĂłn.
Y el libro fu leĂdo ante el Señor de las ovejas y Él tomĂł el libro en su mano, lo leyĂł, lo sellĂł y lo archivĂł
Tras eso, vi que los pastores las llevaban a pastar durante doce horas y he aquĂ que tres de
esas ovejas regresaron; arribaron, entraron y empezaron edificar todo lo que se habĂa
derrumbado de esa casa, pero los jabalĂs se lo impidieron y ellas no fueron capaces.(Ne 3:33)
DespuĂ©s, ellas comenzaron de nuevo a construir, como antes elevaron la torre, que fue llamada torre alta, y comenzaron de nuevo a colocar una mesa ante la torre, pero todo el pan que habĂa estaba contaminado e impuro.
Acerca de todo esto los ojos de esas ovejas estaban cegados y no veĂan y sus pastores
tampoco y Ă©l las entregĂł para una mayor destrucciĂłn a sus pastores que pisotearon las oveja con sus pies y las devoraron.
El Señor de las ovejas se mantuvo indiferente hasta que todas las ovejas fueron
dispersadas por el campo y se mezclaron con ellas, y ellos no las salvaron de las manos de las bestias.
El que habĂa escrito el libro lo trajo, lo mostrĂł y lo leyĂł ante el Señor de las ovejas; le implorĂł y suplicĂł por cuenta de ellas y le mostrĂł todos los actos de los pastores y dio
testimonio ante Él contra los pastores. (Ez 34:4; Za 11:4)
Tomó el libro vigente, lo depositó al lado de Él y se fue.
CapĂtulo 90
Observé en esta forma hasta que treinta y cinco pastores emprendieron el pastoreo y ellos
cumplieron estrictamente sus turnos: desde el primero, cada uno las fue recibiendo en sus
manos, a fin de apacentarlas cada pastor en su turno respectivo.
Después de esto, en una visión vi venir a todas las aves rapaces del cielo: águilas, buitres,
gavilanes y cuervos; las águilas guiaban a todas esas aves y se pusieron a devorar a estas ovejas, a picarles los ojos y a devorar sus carnes.
Las ovejas gritaron porque su carne estaba siendo devorada por las aves. Yo miraba y me lamentaba en mi sueño por el pastor que apacentaba las ovejas.
Observé hasta que esas ovejas fueron devoradas por las águilas, los gavilanes y los buitres, que no les dejaron ninguna carne ni piel ni tendones sobre ellas y no les quedaron más que sus huesos hasta que los huesos también cayeron al suelo y las ovejas llegaron a ser muy pocas.
Vi cuando veintitrĂ©s pastores habĂan apacentado y habĂan cumplido estrictamente sus turnos cincuenta y ocho veces.
He aquĂ que unos corderos nacieron de esas ovejas blancas y llegaron a abrir sus ojos y ver
y le balaron a las ovejas
y les gritaron, pero no les escucharon lo que decĂan porque estaban extremadamente
sordas y demasiado ciegas y cada vez peor.
Vi en la visiĂłn como los cuervos volaban sobre estos corderos y agarraban a uno de ellos y despresaban a las ovejas y las devoraban.
ObservĂ© hasta que retoñaron los cuernos de estos corderos y los cuervos se los hacĂan caer y vi hasta que allĂ un gran cuerno retoño en una de estas ovejas y sus ojos se abrieron.
Ella los mirĂł y le gritĂł a las ovejas y los carneros la vieron y acudieron todos a su lado.
A pesar de esto, todas las águilas, buitres, cuervos y gavilanes seguĂan arrebatando a las
ovejas, se echaban sobre ellas y las devoraban. AĂşn las ovejas permanecĂan en silencio
pero los carneros gritaban y se lamentaban.
Luego estos cuervos lucharon y batallaron con ella y quisieron tumbar su cuerno, pero no pudieron hacerlo.
Vi hasta que los pastores, las águilas, los buitres y los gavilanes vinieron y le gritaron a los cuervos que rompieran el cuerno de esa ese carnero y lucharon y batallaron contra él y él
combatiĂł contra ellos y gritĂł para que acudieran en su ayuda.
Todas las águilas, buitres, cuervos y gavilanes se congregaron y llevaron con ellos a todas
las ovejas del campo, se unieron y se conjuraron para hacer pedazos este cuerno del
carnero.
Vi al hombre que habĂa escrito el libro por orden del Señor, abrir el libro acerca de la destrucciĂłn que habĂan ejecutado los doce Ăşltimos pastores, revelar ante el Señor que ellos
habĂan destruido mucho más que sus predecesores.
Vi a ese hombre que habĂa anotado los nombres de los pastores y lo habĂa llevado y
presentado ante el Señor de las ovejas que llegó en ayuda de aquel carnero, lo socorrió, lo rescató y le mostró todo.
Y vi venir a su lado al Señor de las ovejas, enfurecido; todos los que lo vieron huyeron y ensombrecieron ante su presencia.
Observé el momento en que una gran espada fue entregada a las ovejas y ellas procedieron contra todas las fieras del campo para matarlas y todas las bestias y las aves huyeron de su presencia.
Y vi cuando el Señor de las ovejas fue junto a ellas, tomó en sus manos la vara de su cólera, golpeó la tierra y la tierra se resquebrajó y todas las bestias y las aves del cielo cayeron lejos de estas ovejas y fueron engullidas por la tierra que se cerró sobre ellas.
Vi cuando un trono fue erigido sobre la tierra agradable, el Señor de las ovejas se sentó
sobre él y el Otro tomó los libros sellados y los abrió ante el Señor de las ovejas.
El Señor llamó a esos hombres blancos, los siete primeros y mandó que ellos llevaran ante Él, comenzando por la primera estrella que las guiaba, a todas las estrellas cuyo miembro sexual era como el de los caballos, y ellos las llevaron a todas ante Él.
Luego, Él hablĂł al hombre que escribĂa ante Él, uno de los siete hombres blancos, y le
dijo: «Toma esos setenta pastores a quienes habĂa encomendado las ovejas y que despuĂ©s de haberlas recibido degollaron a muchas más de las que se les habĂa mandado».
He aquà que los vi a todos encadenados y todos se postraron ante Él.
El juicio recayĂł en primer lugar sobre las estrellas y ellas fueron juzgadas, encontradas culpables y enviadas al lugar de condenaciĂłn, fueron arrojadas a un abismo llenos de
fuego, llamas y columnas de fuego. (Os 4:1-8)
Entonces los setenta pastores fueron juzgados, encontrados culpables y arrojados al abismo ardiente.
Vi en ese momento como un precipicio que se estaba abriendo en medio de la tierra. Llevaron a aquellas ovejas ciegas hasta allĂ y todas fueron juzgadas y encontradas
culpables y arrojadas al abismo en semejante abismo de fuego y ellas ardieron en ese precipicio que estaba a la derecha de esa casa.
Vi arder a esas ovejas y sus huesos tambiĂ©n ardĂan.
Me levanté para ver como Él desarmó esa vieja casa, se llevó todas sus columnas, vigas y
adornos de la casa que fueron retirados al mismo tiempo, y se los llevaron y los pusieron en un lugar al sur de la tierra.
Vi cuando el Señor de las ovejas trajo una nueva casa, más grande y alta que la primera y
Él la puso en el sitio de la primera que habĂa sido desarmada. Y todas sus columnas eran nuevas y sus adornos eran nuevos y mayores que los de la primera, la casa vieja que se
habĂa llevado. Todas las ovejas estaban adentro. (Es 6:14-15; Ez 40:2; Ap 21:10-11)
Vi a todas las ovejas que quedaban, a las bestias de la tierra y a las aves del cielo
inclinarse para rendir homenaje a estas ovejas, suplicarles y obedecerles en todas las
cosas. (Ap 7:13-15, 22:3)
Luego esos tres que estaban vestidos de blanco, aquellos que me habĂan elevado antes, me
tomaron de la mano y también el carnero me tomo la mano y me hicieron subir y sentar en medio de estas ovejas, antes de que tuviera lugar el juicio.
Estas ovejas eran todas blancas y su lana abundante y pura. (Ap 7:9)
Y todas las que habĂan sido destruidas o dispersadas por las bestias del campo y las aves
del cielo, se congregaron en esta casa y el Señor de las ovejas se regocijĂł con gran alegrĂa
porque todas eran buenas y porque ellas habĂan regresado a su casa.
Vi cuando ellas depusieron esa espada que habĂa sido dada a las ovejas: ellas la llevaron a
la casa y la sellaron en presencia del Señor. Y todas las ovejas fueron invitadas a esta casa
aunque no cabĂan. (Is 2:4; Os 2:20; Jl 4:10; Mi 4:3; Za 9:10-11)
Sus ojos fueron abiertos y ellas vieron bien y no hubo ninguna de ellas que no viera.
Vi que esta casa era grande, amplia y estaba completamente llena.
Vi que un toro blanco naciĂł y sus cuernos eran grandes y todas las bestias del campo y todas las aves del cielo le temĂan y le suplicaban a toda hora.
Vi cuando fueron cambiadas todas sus especies y todos se convirtieron en toros blancos y
el primero entre ellos se transformĂł en un cordero que llegĂł a ser un gran bĂşfalo que tenĂa
sobre su cabeza dos cuernos negros y el Señor de las ovejas se regocijó sobre él y sobre
todos los toros. (Ap 4-5)
Yo estaba dormido en medio de ellos y me desperté después de haberlo visto todo.
Tal es la visión que tuve cuando estaba durmiendo y cuando me desperté bendije al Señor de Justicia y lo glorifiqué.
Entonces llorĂ© mucho y sin contener mis abundantes lágrimas hasta más no poder y cuando yo miraba se deslizaban sobre lo que veĂa porque todo ocurrirá y se cumplirá, porque uno tras otro me fueron revelados todos los actos de los hombres.
Esa noche recordĂ© mi primer sueño y llorĂ© y me angustiĂ© porque habĂa tenido esa visiĂłn.
Carta de Enoc y Apocalipsis de las semanas
CapĂtulo 91
Ahora, hijo mĂo, MatusalĂ©n, convoca en torno a mi a todos tus hermanos, reĂşne a mi alrededor a todos los hijos de tu madre, porque la palabra me llama y el espĂritu se ha vertido sobre mĂ, para que os revele todo lo que pasará, hasta la eternidad. AsĂ MatusalĂ©n fue y se juntĂł con todos sus hermanos y congregĂł a sus parientes; y Enoc le hablĂł a todos los hijos de justicia y les dijo: «OĂd hijos de Enoc todas las
palabras de vuestro padre y atended la palabra de mi boca, pues es a vosotros a quienes exhorto y digo bienamados, amad la justicia y caminad con ella.
“No os acerquĂ©is a la justicia con un corazĂłn doble ni os asociĂ©is con los de doble
corazĂłn; caminad con rectitud hijos mĂos, os guiará por buenos caminos y la justicia os acompañará.
“SĂ© que la violencia se incrementa sobre la tierra y un gran castigo va a ejecutarse sobre ella y toda injusticia será exterminada, cortada de raĂz y sus estructuras serán completamente demolidas.
«La injusticia va a a ser consumada de nuevo sobre la tierra y todas las acciones de
injusticia, opresión y trasgresión se duplicarán y prevalecerán.
(Mt 24:12; 2Ts 2:3)
«Pero cuando toda clase de obras de pecado, injusticia, blasfemia y violencia se hayan
incrementado y la apostasĂa, la desobediencia y la impureza aumenten, un gran castigo del
cielo vendrá sobre la tierra y el Señor santo vendrá con ira y castigo sobre la tierra para
ejecutar el juicio. (Mt 24:29-44)
«En esa Ă©poca la violencia serán cortada de raĂz y de la injusticia y del engaño serán
destruidas bajo el cielo. (4Es 18:53)
“Todos los Ădolos de las naciones y sus templos serán abandonados, quemados con fuego y
desterrados de toda la tierra.
Los justos se levantarán de sus sueños, la sabidurĂa surgirá y les será dada y la tierra
descansará por todas las generaciones futuras. (Ap 20:4)
Y ahora voy hablaros hijos mĂos para mostraros todos los caminos de justicia y todos los caminos de violencia y de nuevo os los mostrarĂ© para que sepáis lo que va a ocurrir.
Ahora pues, hijos mĂos, escuchadme y escoged los caminos de justicia y rechazad los de la violencia, porque marchan hacia la destrucciĂłn completa todos los que van por el camino
de la injusticia.
CapĂtulo 92
Lo que escribió Enoc y entregó a Matusalén su hijo, y a todos los que habitan la tierra
firme para que obren el bien y la paz:
«No os angustiĂ©is en vuestro espĂritu a causa de los tiempos, porque el Gran Santo ha dado
un tiempo para todo. (2Ts 2:2)
“Los justos se levantarán de su sueño y avanzarán por senderos de justicia y todos sus caminos y palabras serán de rectitud y gracia.
“Él otorgará la gracia a los justos y les dará su eterna justicia y su poder; Él permanecerá en bondad y justicia y marchará con luz eterna.
«En cambio, el pecado se perderá en las tinieblas para siempre y no aparecerá más desde ese dĂa hasta la eternidad».
CapĂtulo 93
Enoc reanudĂł su discurso diciendo:
«A propĂłsito de los hijos de la Justicia y acerca del Elegido del mundo, que ha crecido de una planta de verdad y de justicia, os hablarĂ© y os darĂ© a conocer yo mismo (Enoc), hijos
mĂos, segĂşn he entendido y se me ha revelado todo por una visiĂłn celestial y por la voz de los Vigilantes y los Santos. En las tablas celestiales he leĂdo y entendido todo».
ContinuĂł hablando Enoc y dijo: «Yo, Enoc, nacĂ el sĂ©ptimo, en la primera semana, en la Ă©poca en que la justicia aĂşn era firme. (Gn 5:18)
«DespuĂ©s de mĂ, vendrá la semana segunda en la que crecerán la mentira y la violencia y durante ella tendrá lugar el primer Final, y entonces, un hombre será salvado. Y cuando esta semana haya acabado, la injusticia crecerá, y Dios hará una ley para los pecadores.
(Gn 6-7; Jubileos 11:1-13; Ro 3:20, 7:7.13)
«DespuĂ©s, hacia el final de la tercera semana, un hombre
será elegido como planta de juicio justo, tras de lo cual crecerá como planta de justicia
para la eternidad. (Gn 12:1-3)
«Luego, al terminar la cuarta semana, las visiones de los santos y de los justos aparecerán
y será preparada una ley para generaciones de generaciones y un cercado.
(Dt 5:22) «DespuĂ©s, al final de la quinta semana, una casa de gloria y poder será edificada para la
eternidad. (1R 7:11, 23:5; Sal 89:29-38)
«Luego, en la sexta semana, los que vivirán durante ella serán enceguecidos y su corazĂłn,
infielmente, se alejará de la sabidurĂa. Entonces un hombre subirá al cielo y al final de esta semana, la casa de dominaciĂłn será consumida por el fuego y será dispersado todo el
linaje de la raĂz escogida. (2R 2:5, 25:8-12)
«Luego, en la sĂ©ptima semana surgirá una generaciĂłn perversa; numerosas serán sus obras, pero todas estarán en el error.
«Y al final de esta semana serán escogidos los elegidos como testigos de la verdad de la
planta de justicia eterna. Les será dada sabidurĂa y conocimiento por septuplicado.
[91] «Ellos para ejecutar el juicio, arrancarán de raĂz las causas de la violencia y en ellas la
obra de la falsedad. (Ap 19:11-21)
[91] «DespuĂ©s de esto vendrá la octava semana, la de la justicia, en la cual se entregará una espada a todos los justos para que juzguen justamente a los opresores, que serán entregados en sus manos.
[91] «Y al final de esta semana los justos adquirirán honestamente riquezas y será construido el templo de la realeza de El Grande, en su esplendor eterno, para todas las generaciones.
[91] «Tras esto, en la novena semana se revelarán la justicia y el juicio justo a la totalidad de los hijos de la tierra entera y todos los opresores desaparecerán totalmente de la tierra y
serán arrojados al pozo eterno y todos los hombre verán el camino justo y eterno.
(Mt 24.14; Mc 13:10)
[91] «DespuĂ©s de esto, en la dĂ©cima semana, en su sĂ©ptima parte, tendrá
lugar el Juicio Eterno. Será el tiempo del Gran Juicio y Él ejecutará la venganza en medio
de los santos. (Dn 7:10; Mt25:31-46; Ap 20:11-15)
[91] «Entonces el primer cielo pasará y aparecerá un nuevo cielo y todos los poderes de
los cielos se levantarán brillando eternamente siete veces más. (Is 65:17; 2P3:13; Ap 21:1)
[91] «Y luego de esta, habrá muchas semanas, cuyo nĂşmero nunca tendrá fin, en las cuales
se obrarán el bien y la justicia. El pecado ya no será mencionado jamás».
¿QuiĂ©n entre todos los humanos puede escuchar las palabras del Santo sin turbarse,
comprender su mandamiento del Señor, o puede imaginar sus pensamientos?
¿O quiĂ©n entre todos los humanos puede contemplar todas las obras de los cielos o las
columnas angulares sobre las que descansan? ¿Y quiĂ©n ve un alma o un espĂritu y puede
volver para contarlo? ¿O subir y ver todos sus confines y pensar u obrar como ellos?
¿O quiĂ©n entre los hijos de los hombres puede conocer y medir cuál es la longitud y la anchura de toda la tierra? ¿O a quiĂ©n se le han mostrado todas sus dimensiones y su
forma? (Ef 3:18)
¿QuiĂ©n entre todos los humanos puede conocer cuál es la longitud de los cielos y cuál es
su altura o cómo se sostienen o cuán grande es el número de las estrellas?
Ahora os digo hijos mĂos: «Amad la justicia y caminad en ella, porque los caminos de la
justicia son dignos de ser aceptados, pero los caminos de la iniquidad serán destruidos y desaparecerán.
«A los hijos de los hombres de cierta generaciĂłn les serán mostrados los caminos de la violencia y de la muerte y se mantendrán lejos de ellos y no los seguirán».
Ahora os digo a vosotros justos: «No andĂ©is por los caminos de la maldad ni por los
caminos de la muerte porque seréis destruidos.
«En cambio buscad y escoged para vosotros la justicia y elegid la vida; caminad por los
senderos de paz y viviréis y prosperaréis. (Dt 29:19; Sal 85:11-14)
«Mantened mis palabras en vuestras reflexiones y no las hagáis padecer el ser borradas de
vuestros corazones, pues sé que los pecadores tentarán a la gente para que pida con mala
intenciĂłn la sabidurĂa y tanto que no se le encontrará en ningĂşn lugar, y ninguna prueba
puede evitarse. (St 4:3)
«¡Desgracia para quienes edifican la injusticia y la opresiĂłn y las cimientan en el engaño, porque serán repentinamente derribados y no habrá paz para ellos! (Is 5.8; Am 8:5; Ha 2:9)
«¡Desgracia para los que edifican sus casas con el pecado porque todos sus cimientos
serán arrancados y por la espada caerán! (Jr 22:13; Ha 2:11)
Los que poseéis el oro y la plata pereceréis repentinamente en el juicio.
«Desgracia para vosotros ricos porque habĂ©is confiado en vuestras riquezas, de vuestras riquezas serĂ©is despojados a causa de que vosotros no os habĂ©is acordado del Más Alto en
la Ă©poca de vuestra riqueza. (Lc 6:24, 16:25)
“HabĂ©is blasfemado y cometido injusticia y estáis maduros para el dĂa de la matanza y la
oscuridad, para el dĂa del gran juicio.
“Os digo y os anuncio que quien os ha creado os derrocará y sobre vuestra ruina no habrá misericordia pues vuestro Creador se alegrará de vuestra destrucciĂłn.
“Y vosotros justos en esos dĂas serĂ©is un reproche para los pecadores y los impĂos.
¡Oh, si mis ojos fueran aguas y yo pudiera llorar sobre vosotros, extenderĂa mis lágrimas
como nubes y podrĂa consolar mi angustiado corazĂłn! (Lc 19:41)
¿QuiĂ©n os ha permitido hacer ofensas y practicar maldades? El juicios alcanzará a vosotros, pecadores.
No temáis a los pecadores, oh justos, porque el Soberano del Universo los entregará de nuevo en vuestras manos para que vosotros los juzguéis a gusto.
(Is 8.12; 2M 6:26; Mt 10:26-28; 1Co 6:2; 1P 3:14)
¡Desgracia para vosotros que lanzáis anatemas que no se pueden romper, el remedio está lejos de vosotros a causa de vuestros pecados!
(Sal 62:13; Mt 6.38-47; Lc 6:27-28; Ro 2:1-2,6; 12:17-19)
¡Desgracia para vosotros que devolvĂ©is el mal
a vuestro prójimo, porque seréis tratados de acuerdo a vuestras obras!
¡Desgracia para vosotros testigos falsos y para quienes pesáis el precio de la injusticia, porque perecerĂ©is repentinamente!
¡Desgracia para vosotros pecadores que perseguĂs a los justos, porque vosotros mismos
seréis entregados y perseguidos a causa de esa injusticia y el peso de su yugo caerá sobre vosotros!
Tened esperanza oh justos, porque repentinamente perecerán los pecadores ante vosotros,
y tendréis dominio sobre ellos de acuerdo a vuestro deseo.
En el dĂa de la tribulaciĂłn de los pecadores, vuestros hijos ascenderán y volarán como águilas y vuestro nido estará más alto que el de los cĂłndores; como ardillas subirĂ©is y como conejillos podrĂ©is entrar en las hendiduras de la tierra y en las grietas de las rocas, lejos para siempre de la presencia de los injustos, que gemirán como sirenas y llorarán por causa de vosotros.
Por tanto, no temáis vosotros los que habéis sufrido, porque la sanación será distribuida entre vosotros, una luz radiante os iluminará y escucharéis del cielo la palabra de
descanso. (Mt 11:28)
¡Desgracia para vosotros pecadores porque vuestra riqueza os da la apariencia de justos,
pero vuestros corazones os convencen de que sois pecadores y ello será un testimonio
contra vosotros y vuestras malas acciones!
¡Desgracia para vosotros que devoráis la flor del trigo, que bebĂ©is vino en grandes tazas y que con vuestro poder pisoteáis a los humildes!
¡Desgracia para vosotros que podĂ©is beber agua fresca en cualquier momento, porque de
un momento a otro recibiréis vuestra recompensa: seréis consumidos y exprimidos hasta la
Ăşltima gota, porque rechazasteis la fuente de la vida!
¡Desgracia para vosotros que forjáis la injusticia, el fraude y la blasfemia, porque contra
vosotros habrá un memorial por delitos!
¡Desgracia para vosotros poderosos que con la violencia oprimĂs al justo, porque el dĂa de vuestra destrucciĂłn está llegando, el dĂa de vuestro juicio y en ese tiempo vendrán dĂas numerosos y buenos para los justos!
Creed, oh justos, porque los pecadores serán avergonzados y perecerán el dĂa de la
iniquidad.
Sabed pecadores que el Más Alto está pendiente de vuestra destrucción y que los ángeles
del cielo se alegran por vuestra perdiciĂłn.
¿QuĂ© vais a hacer pecadores y a dĂłnde huirĂ©is el dĂa del juicio cuando escuchĂ©is el murmullo de la oraciĂłn de los justos?
Os irá como a aquellos contra quienes estas palabras serán un testimonio: «Sois cĂłmplices de pecado».
En esos dĂas la oraciĂłn de los justos llegará hasta el Señor y llegarán los dĂas del juicio
para vosotros.
Se leerán ante el Santo y el Justo todas las palabras sobre vuestra injusticia, se os llenará la
cara de vergüenza y Él rechazará toda obra basada en la injusticia.
¡Desgracia que estáis en medio del ocĂ©ano o sobre el continente, porque su memoria es
funesta para vosotros!
¡Desgracia para vosotros que adquirĂs el oro y la plata con la injusticia! DecĂs: «Hemos
llegado a ser ricos, a tener fortuna y propiedades y hemos conseguido lo que hemos
deseado; (Jr 22:13-17; Mi 3:10; Ap 3:7)
realicemos ahora nuestros proyectos, porque hemos acumulado plata, llenan nuestros depĂłsitos hasta el borde, como agua, y numerosos son nuestros trabajadores». (Am 8:5)
Como agua se derramarán vuestras quimeras, porque vuestra riqueza no permanecerá, sino que súbitamente volara de vosotros, porque la habéis adquirido con injusticia y seréis
entregados a una gran maldición. (Ha 2:5-8) Ahora juro ante vosotros, para los sabios y para los tontos, que tendréis extrañas experiencias sobre la tierra.
Porque vosotros los hombres os pondréis más adornos que una mujer y más ropas de colores que una muchacha. En la realeza, en la grandeza y en poder; en la plata, en el oro y en el púrpura; en el esplendor y en los manjares, ellos serán derramados como agua.
Porque carecerán de conocimiento y sabidurĂa y a causa de ello serán destruidos junto con sus propiedades, su gloria y su esplendor, con oprobio, mortandad y gran carestĂa, su espĂritu será arrojado dentro de un horno ardiente.
Juro ante vosotros pecadores que asà como una montaña no se convierte en un esclavo ni
una colina se convierte en una sirvienta, asĂ el pecado no ha sido enviado sobre la tierra sino que el hombre lo ha cometido y cae bajo una gran maldiciĂłn quien lo comete.(Mt 15:19)
La esterilidad no ha sido dada a la mujer sino que es por causa de la obra de sus manos por la que muere sin hijos.
Os juro a vosotros pecadores por el Santo y el Grande que todas vuestras malas acciones
son manifiestas en los cielos y que ninguno de vuestros actos de opresión está oculto o
secreto. (Lc 8:17, 12:2)
No pensĂ©is en vuestro espĂritu ni digáis en vuestro corazĂłn que no sabĂais o no veĂais que
todo pecador es inscrito diariamente en el cielo ante la presencia del Más Alto. (Mt 25:44)
Desde ahora sabĂ©is que toda la opresiĂłn que ejercĂ©is es registrada dĂa a dĂa hasta el dĂa del juicio.
¡Desgracia para vosotros insensatos porque serĂ©is perdidos por vuestra necedad! No escuchasteis a los sabios y la buena suerte no será vuestra herencia.
Ahora sabĂ©is que estáis preparados para el dĂa de la destrucciĂłn, por eso no esperĂ©is vivir vosotros, pecadores, sino apartarse y morir; porque vosotros no conocerĂ©is redenciĂłn, ya
que estáis preparados para el dĂa del gran juicio, dĂa de la gran tribulaciĂłn y de la gran
vergĂĽenza para vuestros espĂritus.
¡Desgracia para vosotros los de corazĂłn espeso que forjáis la maldad y comĂ©is sangre! ¿De dĂłnde comĂ©is tanto y tan bueno y bebĂ©is y os hartáis si no es de todos los bienes que el Señor, el Más Alto ha puesto sobre la tierra? Vosotros no tendrĂ©is paz. (Mt 10:34)
¡Desgracia para vosotros que amáis la injusticia! ¿Por quĂ© os prometisteis la felicidad?
Sabed que seréis librados a las manos de los justos que os cortarán la cabeza y os matarán
y no tendrán piedad de vosotros.
¡Desgracia para vosotros que os complacĂ©is por la tribulaciĂłn de los justos, porque ninguna tumba será excavada para vosotros!
¡Desgracia para vosotros que tenĂ©is en nada la palabra de los justos, porque no hay para vosotros esperanza de vida!
¡Desgracia para vosotros que escribĂs mentiras y palabras impĂas! Porque escriben sus mentiras para que la gente pueda escucharlas y hagan mal a su prĂłjimo; por eso ellos no
tendrán paz sino que perecerán súbitamente.
CapĂtulo 99
¡Desgracia para vosotros que actuáis con impiedad, alabáis la mentira y la ensalzáis:
pereceréis y no habrá vida feliz para vosotros!
¡Desgracia para quienes pervierten las palabras de verdad, trasgreden la ley eterna y se convierten en lo que no eran: sobre la tierra serán pisoteados!
En esos dĂas, estad listos, oh justos, para elevar vuestras oraciones y ponerlas como testimonio ante los ángeles, para que ellos puedan recordar los pecados de los pecadores ante el Más Alto.
En esos dĂas las naciones se agitarán y las familias de los pueblos se levantarán en el dĂa de la destrucciĂłn.
En esos dĂas los miserables saldrán y llevarán a sus hijos y los abandonarán y sus hijos perecerán; abandonarán hasta a sus niños de pecho, no volverán a ellos y no tendrán
compasiĂłn de sus seres queridos.
De nuevo os juro pecadores que el pecado está maduro para el dĂa del incesante
derramamiento de sangre.
Los que adoran la piedra y los que fabrican imágenes de oro, plata, madera o barro y los que adoran espĂritus impuros o demonios y toda clase de Ădolos sin discernimiento, a ellos ninguna ayuda les llegará.
Ellos caen en la impiedad por causa de la necedad de sus corazones, sus ojos están enceguecidos al temor de sus corazones y a la visión de sus sueños.
Por eso se vuelven impĂos y temibles, porque han forjado con toda su obra un engaño y
han adorado la piedra perecerán en un instante.
En cambio, en esos dĂas bienaventurados quienes acepten las palabras de sabidurĂa y las
entiendan, sigan los caminos del Más Alto, caminen por los senderos de su justicia y no se conviertan a la impiedad con los impĂos; porque ellos serán salvados.
(Jr 15:19)
¡Desgracia para vosotros que difundĂs la maldad entre vuestro prĂłjimo, porque quedarĂ©is
muertos en la tumba!
¡Desgracia para vosotros que usáis una medida de fraude y de trampa y que provocáis la amargura sobre la tierra, porque por eso serĂ©is consumidos!
¡Desgracia para vosotros que edificáis(Lv 20:35-36; Dt 25:13-15; Pr 20:10; Am 8:5; Os 12:8; Mi 6:10)
vuestra casa gracias al trabajo de los demás: todos los materiales de construcción son ladrillos y piedras de injusticia y os digo que no tendréis ni un momento de paz!
(Pr 21:9 LXX)
¡Desgracia para aquellos que rechazan la mesura y la herencia eterna de sus
padres y cuyas lamas siguen luego a los Ădolos, porque ellos no tendrán descanso!
¡Desgracia para aquellos que obran injusticia, colaboran con la opresiĂłn y asesinan a su prĂłjimo, hasta el dĂa del gran juicio!
Porque Él echará por tierra vuestra gloria, causará dolor en vuestros corazones, suscitará su cólera y os destruirá a todos con la espada y todos los santos y los justos se acordarán de vuestros pecados.
CapĂtulo 100
En esos dĂas en un mismo lugar serán castigados juntos los padres y sus hijos, y los
hermanos uno con otro caerán en la muerte hasta que corra un rĂo con su sangre.
Porque un hombre no podrá impedir a su mano que asesine a su hijo y a su nieto, ni el pecador podrá impedir a su mano que asesine a su querido hermano, desde el amanecer
hasta que el sol se oculte, ellos se degollarán entre sĂ. (Ex 32:27-28)
El caballo avanzará hasta que su pecho se bañe en sangre y el carro hasta que su parte superior sea sumergida.
En esos dĂas los ángeles descenderán en un sitio escondido, reunirán en solo lugar a todos
los que han hecho llegar el pecado y en ese dĂa del juicio el Más Alto se levantará para sentenciar el gran juicio en medio de los pecadores.
Para todos los justos y los santos Él designará Vigilantes de entre los santos ángeles, ellos les guardarán como a la niña de un ojo hasta que Él extermine toda maldad y todo pecado
y si los justos duermen un sueño largo, no tendrán de qué preocuparse.
Entonces los hijos de la tierra observarán la sabidurĂa en seguridad y entenderán todas las
palabras de este libro y reconocerán que la riqueza no puede salvarlos de la ruina de su pecado.
¡Desgracia para vosotros si en el dĂa de la terrible angustia atormentáis a los justos o los quemáis con fuego, pues serĂ©is compensados de acuerdo con vuestras obras!
¡Desgracia para vosotros duros de corazĂłn que veláis para planificar la maldad, porque el terror se apoderará de vosotros y nadie os ayudará!
¡Desgracia para vosotros pecadores por causa de las palabras de vuestra bocas y de las
obras de tus manos, las cuales vuestra maldad ha forjado; en unas llamas ardientes peores
que el fuego, os quemaréis! (Ap 20:15)
Ahora, sabed que para Él, los ángeles del cielo investigarán vuestras acciones, desde el sol, la luna y las estrellas en referencia a vuestro pecado, porque sobre la tierra ya ejecutó el juicio sobre los justos;
pero Él añadirá como testimonio contra vosotros toda nube, neblina, rocĂo o lluvia que estarán impedidos para descender sobre vosotros y pondrán atenciĂłn a vuestros pecados.
¡Ahora dadle regalos a la lluvia a ver si no se niega a descender sobre vosotros! ¿Cuándo ha aceptado el rocĂo oro y la plata para descender?
Cuando caigan sobre vosotros la escarcha y la nieve con sus escalofrĂos y todas las tormentas de nieve con sus calamidades, en esos dĂas no podrĂ©is manteneros ante ellos.
Hijos del cielo observad el cielo y toda la obra del Más Alto, temblad ante Él y no obréis
el mal en su presencia.
Si el cierra las ventana del cielo e impide a la lluvia y al rocĂo caer sobre vosotros ¿quĂ©
haréis?
Si envĂa contra vosotros su cĂłlera a causa de todas vuestras obras, no tendrĂ©is ocasiĂłn de
suplicarle si pronunciáis contra su justicia palabra soberbias e insolentes y asà no tendréis
paz.
¿No veis a los pilotos cuando son agitados sus navĂos por las olas y sacudidos por los
vientos y caen en peligro?
A causa de esto temen que todas sus magnĂficas propiedades se vayan al mar con ellos y
hacen malos presagios: que el mar os devorará y perecerán allĂ.
Todo el mar, todas sus aguas y todos sus movimientos ¿no son acaso obra del Más Alto, no ha puesto Él su sello sobre toda su acciĂłn y no lo ha encadenado a la arena?
En su reprimenda está temblando, se seca y todos sus peces mueren, asà como todo lo que
contiene, pero vosotros pecadores que estáis sobre la tierra, no le teméis.
¿Acaso no ha hecho Él el cielo y la tierra y todo lo que contienen? ¿QuiĂ©n a dado la
ciencia y la sabidurĂa a todos los que se mueven en la tierra y en el mar?
Los pilotos de los navĂos no le temen al mar y los pecadores no le temen al Más Alto.
En esos dĂas si Él lanza sobre vosotros un fuego terrible ¿a dĂłnde huirĂ©is y cĂłmo os salvarĂ©is? Y si lanza su palabra sobre vosotros ¿no estarĂ©is consternados y no temblarĂ©is?
Todas las luminarias serán presas de un gran temor y la tierra entera estará aterrada, temblará y se alarmará.
Todos los ángeles ejecutarán sus órdenes y buscarán ocultarse a sà mismos de la presencia de la Gran Gloria; los hijos de la tierra temblarán y se estremecerán y vosotros pecadores seréis malditos para siempre y no tendréis paz.
No temáis vosotras, almas de los justos; tened esperanza vosotros que habéis muerto en la
justicia.
No os entristezcáis si vuestra alma h descendido con dolor a la tumba y si a vuestro cuerpo
no le ha ido en vida de acuerdo con vuestra bondad. En cambio, espera el dĂa del juicio de
los pecadores, el dĂa de la maldiciĂłn y el castigo.
Cuando morĂs, los pecadores dicen de vosotros: «Tal como nosotros estamos muertos, los
justos están muertos, ¿quĂ© provecho han sacado de sus obras?
“Al igual que nosotros ellos han muerto en la tristeza y en las tinieblas y ¿quĂ© tienen de más que nosotros? Desde ahora somos iguales.
«¿QuĂ© se llevarán y quĂ© verán en la eternidad? Porque he aquĂ que ellos han muerto tambiĂ©n y desde ahora no verán la luz».
Yo os digo: «A vosotros pecadores os basta comer y beber, robar, pecar, despojar a los
hombres, adquirir riquezas y vivir felices dĂas. (Is 22:15; 1Co 15:32)
“¿HabĂ©is visto el final de los justos? No se ha encontrado en ellos ninguna clase de violencia hasta su muerte.
“Sin embargo han muerto, ha sido como si no hubieran sido y sus vidas han bajado a la tumba en la aflicciĂłn.
“Pero, ahora os juro a vosotros justos, por la gloria del Grande, del Glorioso, del Poderoso
en dominio y por su grandeza:
“Conozco el misterio, lo he leĂdo en las tablillas del cielo, he visto el libro de los santos y
he encontrado escrito y registrado en ellos:
que todo bienestar, alegrĂa y gloria están preparados para ellos y escritos para los que han
muerto en la justicia; numerosos bienes os serán dados en recompensa de vuestros trabajos y vuestro destino será mejor que el de los vivos. (Is 42:20, 64:3; Jr 3:16; 1Co 2:9)
«Las almas de vosotros los que habĂ©is muerto en la justicia vivirán y se alegrarán y vuestro espĂritu y vuestra memoria no perecerán ante la presencia del Grande por todas las generaciones del mundo y desde ahĂ no temerĂ©is la afrenta».
¡Desgraciados vosotros que habĂ©is muerto pecadores! Si morĂs en la riqueza de vuestros pecados, los que son como vosotros dicen: «Dichosos estos pecadores que han visto todos
sus dĂas,
y ahora han muerto en el placer y en las riquezas y no han visto en su vida la tribulaciĂłn ni el asesinato, han muerto en la gloria y no se ha proferido juicio contra ellos en vida».
Sabed que hará descender vuestras almas al seol, serán allĂ desgraciadas y su sufrimiento será grande en las tinieblas, las cadenas y el fuego ardiente, allĂ en donde se ejecutará el gran castigo. ¡Desgraciados vosotros porque no tendrĂ©is paz!
No digáis al observar a los justos y buenos que están con vida: «Durante su vida han
trabajado laboriosamente y experimentado mucho sufrimiento, han conocido muchos males, han sido consumidos, disminuidos y su espĂritu humillado.
“Han sido destruidos y no han encontrado a nadie que los ayude ni con una palabra, han
sido torturados y no esperan ver la vida al dĂa siguiente.
“Esperaban ser la cabeza pero son la cola, han sufrido trabajando pero no disponen del
fruto de su trabajo; son alimento de los pecadores y los malvado han descargado su yugo
sobre ellos.
“Les han dominado los que los odian y los que los agreden. Ante quines los odian han
bajado la cabeza y ellos no han tenido piedad.
“Han intentado alejarse de ellos para escapar y descansar pero no han encontrado a dĂłnde
huir ni cĂłmo escapar de ellos.
“Se han quejado ante los gobernantes por su tribulaciĂłn y han gritado contra quienes los devoran, pero sus gritos no han sido atendidos ni escucharĂan su voz,
porque los gobernantes ayudan a los que los despojan y devoran, a los que han reducido su
nĂşmero; encubren la opresiĂłn; no retiran el yugo de los que los devoran, desplazan y matan; ocultan su violencia y no recuerdan que han levantado su mano contra Él».
CapĂtulo 104
Os lo juro, en el cielo los ángeles se acuerdan de vosotros para bien, en presencia de la Gloria del Grande.
Esperad, aunque primero habéis sido afligidos con la desgracia y el sufrimiento, ahora brillaréis como las luminarias del cielo. Apareceréis y brillaréis y la puerta del cielo se
abrirá ante vosotros. (Mt 5:5-12)
Con vuestro grito, gritad por justicia y ella aparecerá para vosotros, porque toda vuestra tribulación será visitada en los gobernantes y en todos los que han ayudado a quienes os
despojan.
Esperad y no renunciĂ©is a vuestra esperanza porque disfrutarĂ©is de una gran alegrĂa, como los ángeles en el cielo.
¿QuĂ© debĂ©is hacer? No tendrĂ©is que esconderos el dĂa del gran juicio, no serĂ©is tomados
por pecadores, el juicio eterno caerá lejos de vosotros para todas las generaciones del
mundo.
Ahora no temáis, oh justos, cuando veáis a los pecadores crecer en fuerza y prosperidad en sus caminos ni os asociéis con ellos sino manteneos alejados de su violencia, porque vosotros seréis socios de las huestes de los cielos.
Aunque vosotros pecadores digáis: «Ninguno de nuestros pecados debe ser investigado ni registrado», sin embargo vuestros pecados son anotados todos los dĂas.
Ahora os muestro que la luz y las tinieblas, el dĂa y la noche vienen sobre vosotros.
(Jn 3:20; Ef 5:13)
No seáis impĂos en vuestros corazones, no mintáis ni alterĂ©is la palabra de la
verdad, no acuséis de mentirosa a la palabra del Santo y del Grande, no toméis en cuenta a
vuestros Ădolos porque todas vuestras mentiras e impiedades no os serán imputadas como justicia sino como un gran pecado.
Ahora sé este misterio: los pecadores alterarán y desnaturalizarán en muchas formas la
palabra de verdad y proferirán palabras inicuas, mentirán e inventarán grandes falsedades
y escribirán libros sobre sus palabras.
Sin embargo si ellos escriben verdaderamente toda mi palabra en sus idiomas y si no alteran ni abrevian mis palabras, sino que escriben todo segĂşn la verdad, todo eso lo
testificaré de primero en favor de ellos. (Fp 1:18)
Sé otro misterio: las escrituras serán dadas a los justos y a los sabios para comunicar
alegrĂa, rectitud y mucha sabidurĂa.
Las escrituras les serán dadas, ellos creerán y se regocijarán en ellas; se alegrarán todos los justos al aprender de ellas todos los caminos de justicia.
CapĂtulo 105
En esos dĂas el Señor les designĂł entre los hijos de la tierra para leerlas y para darles testimonio sobre su sabidurĂa, diciĂ©ndoles: «Enseñádselo, porque serĂ©is sus guĂas y
recibiréis las recompensas; entre todos los hijos de la tierra vosotros tendréis toda recompensa.
¡Alegraos pues, hijos de la justicia, tendrĂ©is paz! Amen
Fragmentos del Libro de Noé
CapĂtulo 106
Pasado un tiempo tomĂ© yo, Enoc, una mujer para MatusalĂ©n mi hijo y ella le pariĂł un hijo a quien puso por nombre Lamec diciendo: «Ciertamente ha sido humillada la justicia hasta este dĂa». Cuando llegĂł a la madurez tomĂł MatusalĂ©n para Ă©l una mujer y ella quedĂł
embarazada de Ă©l y le dio a luz un hijo. (Gn 5:25,28)
Cuando el niño nació su carne era más blanca que la nieve más roja que la rosa, su pelo
era blanco como la lana pura, espeso y brillante. Cuando abriĂł los ojos iluminĂł toda la casa como el sol y toda la casa estuvo resplandeciente.
Entonces el niño se levantó de las manos de la partera, abrió la boca y le habló al Señor de justicia.
El temor se apoderó de su padre Lamec y huyó y fue hasta donde su padre Matusalén.
Le dijo: «He puesto en el mundo un hijo diferente, no es como los hombres sino que
parece un hijo de los ángeles del cielo, su naturaleza es diferente, no es como nosotros; sus ojos son como los rayos del sol y su rostro es esplendoroso.
“Me parece que no fue engendrado por mĂ sino por los ángeles y temo que se realice un prodigio durante su vida.
«Ahora, padre mĂo, te suplico y te imploro que vayas a lado de Enoc nuestro padre y
conozcas con Ă©l la verdad, ya que su residencia está con los ángeles».
AsĂ pues cuando MatusalĂ©n hubo oĂdo las palabras de su hijo, vino hacia mĂ en los
confines de la tierra, porque se habĂa enterado que yo estaba allĂ; gritĂł y oĂ su voz; fui a Ă©l
y le dije: «Heme aquĂ hijo mĂo ¿por quĂ© has venido hacia mĂ?».
Me dijo: «He venido hacia ti debido a una gran inquietud y a causa de una visiĂłn a la que me he acercado.
Ahora escĂşchame padre mĂo, le ha nacido un hijo a mi hijo Lamec, que no se parece a Ă©l,
su naturaleza no es como la naturaleza humana, su color es más blanco que la nieve y más rojo que la rosa, los cabellos de su cabeza son más blancos que la lana blanca, sus ojos son
como los rayos del sol y al abrirse han iluminado toda la casa.
“Se ha levantado de las manos de la partera, ha abierto la boca y ha bendecido al Señor del
cielo.
«Su padre Lamec ha sido presa del temor y ha huido hacia mĂ, no cree que sea suyo sino
de los ángeles del cielo y heme aquà que he venido hacia ti para que me des a conocer la
verdad».
Entonces yo Enoc, le respondĂ diciendo: «Ciertamente restaurará el Señor su ley sobre la tierra, segĂşn vi y te contĂ©, hijo mĂo. En los dĂas de Yared, mi padre, transgredieron la palabra del Señor.
“He aquĂ que pecaron, transgredieron la ley del Señor, la cambiaron para ir con mujeres y pecar con ellas; desposaron a algunas de ellas, que dieron a luz criaturas no semejantes a los espĂritus, sino carnales.
“Habrá por eso gran cĂłlera y diluvio sobre la tierra y se hará gran destrucciĂłn durante un
año.
“Pero ese niño que os ha nacido y sus tres hijos, serán salvados cuando mueran los que
hay sobre la tierra.
“Entonces descansará la tierra y será purificada de la gran corrupciĂłn.
«Ahora di a Lamec: “Ă©l es tu hijo en verdad y sin mentiras, es tuyo este niño que ha
nacido”; que le llame NoĂ© porque será vuestro descanso cuando descansĂ©is en Ă©l y será
vuestra salvaciĂłn, porque serán salvados Ă©l y sus hijos de la corrupciĂłn de la tierra, causada por todos los pecadores y por los impĂos de la tierra, que habrá en sus dĂas.(Gn 5:29)
“A continuaciĂłn habrá una injusticia aĂşn mayor que esta que se habrá consumado en sus dĂas. Pues yo conozco los misterios del Señor, que los santos me han contado y me han revelado y que leĂ en las tablas del cielo.
CapĂtulo 107
“Yo vi escrito en ellas que generaciĂłn tras generaciĂłn obrará el mal de este modo, y habrá
maldad hasta que se levanten generaciones de justicia, la impiedad y la maldad terminen y la violencia desaparezca de la tierra y hasta que el bien venga a la tierra sobre ellos.
«Ahora, ve Lamec, tĂş hijo, y dile que este niño es, de verdad y sin mentiras, su hijo».
Y cuando MatusalĂ©n hubo escuchado la palabra de su padre Enoc, que le habĂa revelado
todas las cosas secretas, él regresó y la hizo conocer y le dio a este niño el nombre de Noé,
pues Ă©l debĂa consolar la tierra de toda la destrucciĂłn.
CapĂtulo 108
[Otro libro que escribió Enoc para su hijo Matusalén y para aquellos que vendrán después
de Ă©l y guardarán la ley en los Ăşltimos dĂas.
Vosotros habĂ©is obrado bien, esperad estos dĂas hasta que el final sea consumado para los
que obran mal y hasta que sea consumido el poder de los pecadores.
Esperad porque verdaderamente el pecado pasará y el nombre de los pecadores será
borrado del libro de la vida y del libro de los santos; y su semilla será destruida para
siempre, sus espĂritus serán muertos, se lamentarán en un desierto caĂłtico y arderán en el
fuego porque allà no habrá tierra.
ObservĂ© allĂ una nube que no se veĂa bien porque a causa de su profundidad no podĂa
mirar por encima; vi una llama de fuego ardiendo resplandecer y como montañas brillantes que daban vueltas y se arrastraban de un lado para otro.
Le preguntĂ© a uno de los ángeles santos, que iba conmigo, y le dije: «¿QuĂ© es se objeto brillante?». Porque no es el cielo sino solamente una llama brillante que arde y un
estruendo de gritos, llantos, lamentos y gran sufrimiento.
Me dijo: «A este lugar que ves allĂ son arrojadas las almas de los pecadores, de los impĂos, de los que obran mal y de todos aquellos que alteren lo que el Señor ha dicho por boca de
los profetas, lo que será.
Porque algunas de estas cosas están escritas en libros y otras grabadas en lo alto del cielo para que los ángeles y los santos las lean y sepan lo que ocurrirá a los pecadores, a los espĂritus humildes, a quienes han afligido sus cuerpos y han sido recompensados por Dios y a quienes han sido ultrajados por los malvados;
a quienes han amado a Dios y no han amado el oro ni la plata ni ninguna de las riquezas
de este mundo y sus cuerpos han sido torturados; (Mt 6:24; Lc 16:13)
a quienes después de existir no han deseado alimento terrestre, son mirados como una
brisa que pasa y viven de acuerdo con ello y el Señor ha probado sus almas y las ha encontrado puras para bendecir su nombre.
He expuesto en los libros toda su bendición: Él les ha recompensado pues ha sido hallado
que aman más al cielo que al solo de este mundo y mientras eran pisoteadas por los
malvados y oĂan las ofensas y maldiciones y eran ultrajadas, ellas me bendecĂan.
Ahora apelarĂ© a los espĂritus de los buenos ente las generaciones de luz y transformarĂ© a quienes han nacido en tinieblas y no han recibido en su cuerpo honor y gloria ni recompensa como convenĂa a su fe.
Exhibiré en una luz resplandeciente a quienes han amado mi nombre santo y los haré
sentar en un trono.
Brillarán por tiempos innumerables, pues el juicio de Dios es justo y Él restaurará la fidelidad de los fieles en la morada de los caminos de la verdad. (4Es 2:35)
Ellos verán arrojar en las tinieblas a quienes han vivido en las tinieblas, mientras que los justos brillarán.
Los pecadores gritaran fuerte y los verán brillar a ellos, que verdaderamente saldrán los dĂas y tiempos que están prescritos para ellos].
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