Porque la raíz de todos los males es
el afán de dinero, y algunos, por dejarse llevar de él, se extraviaron en la fe
y se atormentaron con mu- chos sufrimientos.
(1 Tm.
6:10)
Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí...
(Mt. 15:8)
INTRODUCCIÓN
LO QUE NO ES SAGRADO
Antes de comenzar a desarrollar a lo largo de los próximos
capí- tulos la apasionante historia de uno de los mayores y más desco- nocidos
centros de poder del mundo, existen algunas cuestiones que sería necesario
aclarar para, en la medida de lo posible, evi- tar malentendidos. Ante todo
quisiera explicar el título de este li- bro. Me he permitido la licencia de
utilizar el término «biogra- fía», ya que, aunque éste se debería aplicar
exclusivamente a las personas, la «biografía no autorizada» se ha convertido en
un género literario que en las últimas décadas ha ido adquiriendo entidad
propia.
Cuando el lector encuentra en la cubierta
de un libro las pala- bras biografía no
autorizada sabe que puede estar seguro de que la obra en cuestión habrá
causado el disgusto del biografiado por re- coger en sus páginas todos los
hechos polémicos, escandalosos o poco decorosos que el protagonista hubiese
preferido que nunca ja- más apareciesen en unas memorias. Así pues, partiendo
de esta pre- misa, esta «biografía» del Vaticano es, sin duda, «no autorizada».
Sin embargo, y a pesar de la cualidad de
«no autorizado» de nuestro relato, hay una consideración que estimo necesario
ha-
BIOGRAFÍA NO
AUTORIZADA DEL VATICANO
cer. Éste no es un libro anticatólico, y mucho menos
antirreligio- so. En sus páginas no leerá temas que afecten a la doctrina de la
fe cristiana en general ni de la católica en particular, más allá de algunas
explicaciones que se han considerado necesarias para arrojar luz sobre
determinadas cuestiones que de otra manera no hubieran quedado suficientemente
aclaradas.
Se suele decir que en el Vaticano todo lo
que no es sagrado es secreto. Pues bien, vamos a dejar a un lado lo sagrado y
nos cen- traremos en lo secreto, en concreto en los aspectos menos cono- cidos
de la política, la diplomacia y, sobre todo, la economía del Vaticano, un
Estado soberano que, como todas las naciones que en el mundo han sido, ha
debido en múltiples ocasiones perder de vista la estricta observancia de la
moralidad para asegurar su propia supervivencia y prosperidad. En este sentido,
me atrevería a decir que se podría haber escrito un libro similar casi sobre
cualquier otra nación del mundo.
Nadie debería sentirse ofendido ni atacado
en lo tocante a sus creencias, pues el objetivo de este trabajo son cuestiones
comple- tamente alejadas de lo espiritual. No es que tenga excesiva fe en que
estas palabras sirvan para aplacar a los detractores que de seguro tendrá la
presente obra, y que se empeñarán en sentirse agraviados por lo que tan sólo es
una recopilación de hechos fru- to del estudio de una extensa bibliografía. A
ellos no me queda otra cosa que recordarles las Sagradas Escrituras: «¡Y ahora
re- sulta que por decirles la verdad me he vuelto su enemigo!».1
Éste es un libro que cuenta lo que sucede
tras los muros de la capital del catolicismo: las luchas por el poder, las
intrigas políti- cas internas y externas, las maniobras económicas de altos
vue- los... Es precisamente en este terreno donde haremos especial hincapié,
pues llama poderosamente la atención que, a excepción
1. Calatas
4:16.
INTRODUCCIÓN
del descubrimiento en 2002 de la magnitud que habían alcanza-
do los casos de abuso de menores en el seno de la Iglesia, la prác- tica
totalidad de los escándalos que han salpicado a la Santa Sede a lo largo del
siglo xx están marcados, en mayor o menor medi- da, por lo económico. Uno llega
incluso a preguntarse cómo es posible que una sola institución haya estado
envuelta en tantas actividades económicas fraudulentas. Algunas posibles
respuestas a esta cuestión se encuentran en las siguientes páginas. La causa
fundamental de ello es la tradicional falta de transparencia de la Santa Sede y
de sus instituciones económicas. Gran cantidad de ejemplos históricos nos
indican que cuanto mayor es el grado de secreto de una organización tanto más
fácil es que la corrupción anide en su seno sin que sea advertida ni siquiera
por muchos de sus integrantes.
Aparte de esto, el dinero y la religión
hacen muy malas migas. La opulencia vaticana ha servido para atraer a
personajes no pre- cisamente santos, que, unas veces sorprendiendo la buena fe
de los administradores de la Santa Sede, y otras con la complicidad de éstos,
han llevado a la institución a situaciones sumamente embarazosas. Otras veces
las amistades peligrosas se aproxima- ban no tanto al calor del dinero como de
la afinidad ideológica. Durante casi todo el siglo xx, el gran enemigo de la
Iglesia católi- ca fue el comunismo, y era lógico que aquellos que compartían
esa enemistad miraran hacia Roma en busca de una alianza. Lo malo es que entre
estos «enemigos de mis enemigos» había com- pañeros de viaje tan poco
recomendables para proyectar una imagen de santidad como la nómina al completo
de los dictado- res fascistas de Europa y América del Sur, los servicios de
inteli- gencia de diversas naciones o la Democracia Cristiana italiana, antaño
fuertemente vinculada con la mafia.
Si a todo lo anterior le sumamos los
eternos rumores que han ido naciendo al abrigo de la opacidad vaticana, como
los referen- tes a la infiltración masónica en la Santa Sede, los de juego sucio
en algunos cónclaves o el misterio que aún envuelve la
prematura muerte de Juan Pablo I o el atentado contra Juan Pablo II, ya te-
nemos ingredientes más que suficientes para una «biografía no autorizada».
Por último, el lector se dará cuenta de
que en esta obra nos centramos más en el cómo
que en el porqué de la historia que
narramos. Ello se debe a que, sin sacrificar en modo alguno el rigor, sí hemos
querido priorizar la amenidad del relato. Por esta misma razón todos los
asuntos económicos que se tratan en el libro han sido simplificados en aras de
la comprensión, ya que algunas de las tramas financieras a las que nos
referiremos presentan una complejidad al alcance de un grupo muy reducido de
iniciados. No obstante, el lector que quiera profundizar con más detalle en
alguno de los temas que aquí se tratan encontra- rá una amplia bibliografía que
espero le sea de tanta ayuda como a mí.
Córdoba, 24
de junio de 2005
PACTANDO
CON EL DIABLO
MUSSOLINI Y PÍO XI
El, Estado
Vaticano, tal como lo conocemos hoy, nace con la firma del Tratado de Letrán el
11 de febrero de 1929, pero para llegar hasta ahí el trono de San Pedro tuvo
que atravesar un prolongado período de decadencia a lo largo de 59 años que a
punto estuvo de comprometer su existencia. La salida de aquella situación
vendría de la mano de Pío XI, que no dudó a la hora de pactar con el mismo
diablo, encamado en la figura de Benito Mussolini, para salvar a la Santa Sede
de la ruina.
A comienzos de 1929, poco imaginaba el mundo la tremenda cri-
sis económica a la que tendría que hacer frente apenas unos me- ses más tarde.
Sin embargo, la miseria ya llevaba tiempo instala- da entre los, sólo
aparentemente, opulentos muros del Vaticano. Hacía tiempo que los números rojos
habían impuesto su dictadu- ra en las arcas vaticanas. La quiebra en 1923 del
Banco de Roma, donde se gestionaban todas las cuentas de la Santa Sede, supuso
un serio quebranto para las finanzas pontificias, a pesar de que la institución
fue salvada en última instancia por Mussoli-
ni aue aportó 1.750 millones de liras. Esta aportación fue un
nrimer acercamiento entre la Santa Sede y los fascistas, lo que dejó
prácticamente indefenso al Partido Católico, única fuerza democrática con
suficiente implantación como para plantarle cara a los seguidores del Duce
(título equivalente al de caudillo en español). De hecho, a raíz de esta
intervención, las jerarquías prohibieron que los clérigos militasen en este
partido, lo que se- gún diversos analistas allanó de forma notable el ascenso
al po- der de Mussolini.
Pero el balón de oxígeno que supuso el
reflote del Banco de Roma no había sido suficiente. El palacio de Letrán
necesitaba urgentes reformas y el personal de la Santa Sede había sido redu-
cido a su mínima expresión para minimizar los gastos lo máximo posible. Nunca
la Iglesia había estado tan cerca del ideal de po- breza de los primeros
cristianos. Las causas de este estado eran múltiples, y entre ellas cabe
destacar no sólo la mala suerte fi- nanciera, sino el catastrófico efecto que
para las cuentas papales había tenido el proceso de reunificación de Italia,
que tuvo lugar en el siglo xix. Este hecho histórico privó, además, al Vaticano
de muchos de sus recursos económicos, en especial grandes ex- tensiones de
terreno —los Estados Pontificios que ocupaban bue- na parte de la Italia
central— que habían proporcionado a la Santa Sede unas saneadas rentas.
Incluso el pontífice había tenido que
soportar la humillación de ser «invitado a abandonar» el palacio del Quirinal,
en el centro histórico de Roma, que fue ocupado por la familia real y el
presidente. A partir de entonces se sucedieron varios intentos infructuosos de
alcanzar un acuerdo. En 1871 el gobierno ita- liano garantizó al papa Pío IX,
por medio de la llamada Ley de Garantías, que tanto él como sus sucesores
podrían disponer del Vaticano y del palacio de Letrán. También se les
indemniza- ría con 3.250.000 liras anuales como compensación por la pér- dida
de los Estados Pontificios. Los representantes de la Iglesia
18
se negaron en redondo a aceptar estas condiciones. Para ellos
la cuestión de la soberanía era fundamental, ya que, según su parecer, era
imprescindible para el cumplimiento de su misión espiritual que la sede de la
Iglesia se mantuviera independiente de cualquier poder político.
Así pues, a partir de ese momento los
papas pasaron a consi- derarse a sí mismos como «prisioneros» dentro del
Vaticano.
SEÑORES DEL CIELO Y LA TIERRA
Para entender hasta qué punto debieron de sentirse agraviados
ante esta situación, y cómo se llegó a este punto, baste hacer un somero repaso
de la historia de la Santa Sede y de algunos de los papas más importantes.
Desde la promulgación del Edicto de Milán
por Constantino en 312 hasta la reforma protestante de 1517, los papas habían
sido el poder hegemónico en Europa. El papa, como vicario de Cristo en la
Tierra, tiene un poder ilimitado. Reyes y emperado- res debían arrodillarse
ante él. El IV Concilio de Letrán, en 1215, estableció que el obispo de Roma
tenía autoridad no sólo en te- mas espirituales o pastorales, sino también en
asuntos materiales y políticos.1 El poder del papa radicaba en su
calidad de estadista
1. «El señor
concedió a Pedro», estableció el papa Inocencio III, «no sólo el gobier- no de
la Iglesia, sino del mundo. Ahora podéis ver quién es el servidor que es puesto
so- bre la familia del Señor; verdaderamente es el vicario de Jesucristo, el
sucesor de Pedro, el Cristo del Señor; puesto entre Dios y el hombre, de este
lado de Dios, pero más allá del hombre; menos que Dios, pero más que el hombre;
quien juzga a todos, pero no es juzgado por nadie». Antes, en el siglo IX, el
papa Esteban V había ido aún más lejos en su entusiasmo retórico: «Los papas,
como Jesús, son concebidos por sus madres al ser cubiertas por el Espíritu
Santo. Todos los papas son una especie de hombres-dioses, con el propósito de
ser más capaces de servir las funciones de mediadores entre Dios y la hu-
manidad. Todos los poderes del cielo y de la tierra les son concedidos».
Durant, Will, The Age ofFaith, Simón
& Schuster, Nueva York, 1950.
1
9
y de vigilante del equilibrio entre los distintos estados. El
papa, como los jefes de Estado, disponía de ejércitos y de territorios para
enfrentar eventuales amenazas que se pudieran presentar.
Tras la caída del Imperio romano, el papa
había ocupado el papel que antaño desempeñó el cesar. Un ejemplo de su poder es
el papel que tuvieron en la mediación entre España y Portu- gal, monarquías que
acataron la Bula Intercaetera, que dividió el continente americano en 1493. Los
obispos sólo tenían que rendir cuentas ante el papa, que era quien los nombraba
y des- tituía.2
El poder de los papas era tal que fueron
capaces de destronar a reyes y emperadores, o bien obligarles a usar su poder
secular para hacer cumplir la Inquisición, que era conducida por sacer- dotes y
monjes católicos. La culminación de esta escalada de po- der absoluto ocurrió
en 1870, cuando el papa fue declarado infalible. Lo que la mayoría de la gente
no sabía, y aún hoy des- conoce, es que este proceso fue influido por
documentos falsifi- cados elaborados para alterar la percepción que los
cristianos tenían de la historia del papado y de la Iglesia. Una de las
falsifi- caciones más famosas son los Falsos
decretos de Isidoro, escritos alrededor de 845. Se trata de 115 documentos
supuestamente es- critos por los primeros papas.
LA CASA DE LAS FALSIFICACIONES
Sobre la falsedad de estos textos no existen dudas y la
propia En- ciclopedia Católica admite que son falsificaciones, aunque en
2. Williams, Paúl L., Everything You Always Wanted to Know About
the Catholic Church but Were Afraid to Ask for Fear of Excommunication,
Doubleday, Nueva York, 1990.
20
cierto sentido los disculpa. Dice que el objetivo del engaño
era permitir a la Iglesia ser independiente del poder secular, e impe- dir al
laicado gobernar la Iglesia, lo que dicho claramente no es otra cosa que
aumentar el poder del papa. Más grave, si cabe, que la alteración de documentos
era la manipulación de docu- mentos existentes a los que se añadía material
según la conve- niencia del papa de turno. Esto era muy sencillo, en especial
en la época en que para la preservación de los documentos se dependía
exclusivamente del trabajo de copistas y bibliotecarios, que, en su totalidad, eran
clérigos.
Una de estas manipulaciones es una carta
que ha sido atribui- da falsamente a san Ambrosio, en la que se hizo afirmar al
santo que si una persona no está de acuerdo con la Santa Sede puede ser
considerada hereje. Otra falsificación famosa, ésta del siglo ix, fue la
«Donación de Constantino», según la cual el empera- dor Constantino concedió el
gobierno de las provincias occiden- tales del Imperio romano al obispo de Roma.
Este tipo de cosas ocurría con tanta frecuencia que los cristianos ortodoxos
griegos se referían a Roma como «la casa de las falsificaciones». No es de
extrañar: durante trescientos años los papas romanos utiliza- ron este tipo de
añagazas para reclamar autoridad sobre la Igle- sia en Oriente. El rechazo de
estos documentos por parte del pa- triarca de Constantinopla culminó con la
separación de la Iglesia ortodoxa.
Hoy día aún permanecen vigentes muchos de
aquellos errores. El Decretum gratiani,
una de las bases del derecho canónico, con- tiene numerosas citas de documentos
de dudosa autenticidad. Pero no es el único texto de capital importancia en la
historia de la Iglesia cuyas fuentes son harto discutibles. En el siglo xin,
To- más de Aquino escribió la Summa
theologica y otras obras que se cuentan entre las más trascendentes de la
teología cristiana. El problema es que Aquino utilizó el Decretum y otros documentos contaminados pensando que eran
genuinos.
2
1
En cierto sentido, el tema de los
documentos falsificados tiene mucho que ver con el del tráfico de reliquias
falsas tolerado, cuando no fomentado, por la Santa Sede durante siglos. Verda-
deras o falsas, las reliquias hacían más firmes las creencias de los fieles. Su
posesión se convirtió en la Edad Media en una verdade- ra fiebre, algo a lo que
ayudaron diversos factores tanto religio- sos como políticos y económicos. Las
reliquias más apreciadas eran las que se relacionaban con la vida de Cristo,
llegando a contarse más de cuarenta sudarios, treinta y cinco clavos de la
pasión e innumerables astillas de la Cruz. También se comercia- ba con toda
suerte de objetos que tuvieran relación, real o no, con cualquier personaje de
la corte celestial. El saqueo de Cons- tantinopla por los cruzados en 1204
produjo una enorme infla- ción de supuestos restos sagrados por todo Occidente,
alimenta- da no tanto por el expolio de la ciudad cuanto por la creciente
oferta de talleres orientales especializados en la fabricación de se- mejantes souvenires.
EL PRINCIPIO DEL FIN
No obstante, aun siendo grande, el poder de los papas no era
eter- no. La reforma protestante supuso el comienzo de un lento pero inexorable
proceso de decadencia en el poder temporal de los pon- tífices. Impuestos y
donaciones dejaron de fluir de las prósperas tierras del norte de Europa. Este
proceso histórico fue dejando ex- haustos los cofres papales. En 1700, durante
el pontificado de Cle- mente XI, la Iglesia debía quince millones de escudos.
En menos de medio siglo esa deuda ya se había multiplicado casi por diez.
La Revolución francesa privó a la Iglesia
de sus posesiones en Francia y, peor aún, fue la antesala del saqueo de Roma
por parte de las tropas de Napoleón, que pretendía cobrar a los Es- tados
Pontificios un tributo que éstos no podían pagar. En 1797
22
Napoleón Bonaparte tomó Roma y se apoderó de numerosos te-
soros artísticos. Tras el Congreso de Viena de 1815, Roma pasó de nuevo a manos
del papado. Pese a todo, la ocupación de Ita- lia por Napoleón estimuló una
reacción nacionalista, y, en 1861, Italia se unificó bajo la casa de Saboya.
Pero Roma no se incorporó al reino de Italia y hasta 1870 no pudo ser ocupada.
Por otro lado, el providencial recelo de
la Iglesia hacia los adelantos científicos hizo que los Estados Pontificios no
se bene- ficiaran de la Revolución industrial, convirtiéndose en una de las
zonas más atrasadas de Europa con un potencial económico que disminuía poco a
poco.
En este proceso final tuvo mucho que ver la
escasa cintura po- lítica, cuando no el abierto empecinamiento de Pío IX, el
último «papa rey». Este peculiar pontífice era epiléptico y de carácter
bastante impulsivo. El 16 de junio de 1846, Giovanni María Mas- tai Ferretti
era ungido en el sitial de San Pedro con el nombre de Pío IX para suceder a
Gregorio XVI. El cónclave demoró cuatro rondas antes de coincidir en su nombre,
hostigado por la corrien- te conservadora que acusaba a Ferretti de progresista
(más tarde se comprobaría lo equivocados que estaban). Una de sus primeras
medidas —poner en libertad a dos mil presos políticos que se mo- rían en las
mazmorras de los Estados Pontificios— pareció confir- mar esa sospecha; una
fracción de purpurados consideró que ese acto desautorizaba la política intransigente
de Gregorio XVI y fa- vorecía las maniobras de los masones, su particular
bestia negra, a la que culpaba de todos los males del mundo.
En 1864 Pío IX publicó el notorio Syllabus de errores, en el que se
condenaban los ideales liberales como la libertad de con- ciencia y la
separación de Iglesia y Estado. Por otra parte, Pío Nono fue el papa que
convocó el I Concilio Vaticano, con el ex- preso propósito de definir como
dogma de fe la doctrina de la in- falibilidad papal, un punto que desató no pocas
controversias en- tre los asistentes al concilio.
2
3
Como buenos conocedores de la historia de
los papas, varios obispos católicos se opusieron a declarar la doctrina de la
infali- bilidad papal como dogma en el concilio de 1869-1870. En sus discursos,
un gran número de ellos mencionó la aparente contra- dicción entre semejante
doctrina y la reconocida inmoralidad de algunos papas. Uno de estos discursos
fue pronunciado por el obispo José Strossmayer. En su argumento contra el
edicto de la «infalibilidad» como dogma, mencionó como algunos papas se habían
manifestado contrarios a la doctrina de papas anteriores, haciendo referencia
especial al papa Esteban, que llevó a juicio al papa Formoso. La historia en
cuestión es esperpéntica, ya que el papa Formoso había muerto ocho meses antes.
Sin embargo, su cadáver fue exhumado y llevado a juicio por el papa Esteban. El
cadáver, putrefacto, se situó en un trono. Allí, ante un grupo de obispos y
cardenales, lo ataviaron con las vestimentas del papa- do, se puso una corona
sobre su calavera y el cetro en los cada- véricos dedos de su mano. Mientras se
celebraba el juicio, el he- dor del muerto llenaba la sala. El papa Esteban,
adelantándose hacia el cadáver, lo interrogó. Claro está, no obtuvo respuesta,
y el papa difunto fue sentenciado culpable de todas las acusacio- nes. Entonces
le fueron quitadas las vestimentas papales, le arre- bataron la corona y le
mutilaron los tres dedos que había usado para dar la bendición papal. Después
arrastraron el cadáver pu- trefacto, atado a una carroza, por las calles de la
ciudad, tras lo cual fue arrojado al Tíber. Sin embargo, no acaba ahí la
historia, ya que después de la muerte del papa Esteban, el siguiente papa
romano rehabilitó la memoria de Formoso.
REVUELTAS POPULARES
El citado es sólo el más llamativo de muchos otros casos.
Des- pués de su muerte, el papa Honorio I fue acusado de hereje por
24
el VI Concilio, en el año 680. El papa León confirmó su
conde- nación. Posteriormente, el papa Virgilio, tras sancionar libros, retiró
su condena; luego los volvió a sancionar y una vez más re- tiró la condena,
para más tarde volver a revocar esta decisión. En el siglo xi hubo tres papas
rivales al mismo tiempo. Todos ellos fueron depuestos por el concilio convocado
por el emperador
Enrique III. Y así podríamos citar decenas de ejemplos
similares.
A pesar de estos argumentos, Pío IX
consiguió que la infalibi- lidad del papa fuera declarada dogma de fe. Su
espíritu conserva- dor y su casi paranoica obsesión con los masones le hizo no
com- prender la magnitud imparable del movimiento nacional italiano, al que se
opuso sistemáticamente, así como a conceder el sufra- gio a los subditos de los
Estados Pontificios. La tensión máxima estalló cuando el papa se negó a apoyar
a los nacionalistas que luchaban por liberar Italia del dominio austríaco. Los
italianos sintieron este abandono como una afrenta, dando lugar a un le-
vantamiento que comenzó el 15 de noviembre de 1849, cuando la turba asesinó al
conde Pellegrino Rossi, el primer ministro de los Estados Pontificios. Al día
siguiente, el Quirinal, la residencia de verano del pontífice, fue saqueada, y
murió en la refriega Pal- ma, uno de los prelados de la corte.
Dado que la situación era insostenible.
Pío IX no tuvo más re- medio que huir disfrazado de Roma el 24 de noviembre3
y esta- blecerse temporalmente en Gaeta, cerca de la costa mediterránea. El 9
de febrero de 1849 se proclamó la República Romana por parte de Giuseppe
Mazzini, Cario Armellini y Aurelio Saffi. No obstante, la nueva república no
iba a tener una vida demasiado prolongada. Desde su exilio, el papa pidió ayuda
a los católicos de Europa, logrando una intervención de las tropas francesas
que
3. McBrien,
Richard P., Lives ofthe Popes,
Harper, San Francisco, 1997.
25
,. g e¡ pontífice
regresara a la ciudad el 12 de abril de 1850. Pero el destino de los Estados
Pontificios ya estaba sellado. Ni la fuerza, ni la persuasión, ni tan siquiera
la amenaza de excomu- nión impidió que en los años siguientes los territorios papales
fueran proclamando, uno a uno, su independencia. Con la llega- da de la unidad
de Italia, el último «papa rey» se vio desposeído de las regiones de la Romana
(1859), Umbría, las Marcas (1860) y, en 1870, la misma Roma, con la conocida
toma de Porta Pía, el 20 de septiembre, que marcó el fin del poder temporal de
los papas. Las posesiones del papa pasaron a ser unos simples 480.000 metros
cuadrados en el centro de Roma.
Pío Nono murió el 7 de febrero de 1878.
Por aquel entonces, el pueblo italiano aún guardaba rencor a aquel pontífice
que no había sabido entender sus ansias de independencia. Prueba de ello es que
su cortejo fúnebre fue atacado por la multitud, que pretendía arrojar los
restos del pontífice al Tíber, como ocurrió siglos antes con el papa Formoso.
Sólo la oportuna interven- ción de las tropas impidió que se consumara la
profanación del cadáver.4
DE MAL EN PEOR
Los sucesores de Pío IX no contribuyeron demasiado a mejorar
la difícil situación que dejó el pontífice tras su muerte. El hábil diplomático
León XIII evitó que la fractura entre la Iglesia y los regímenes democráticos
se hiciera aún mayor, aconsejando a los ca- tólicos franceses la adhesión al
régimen republicano y señalando que cualquier forma de gobierno era digna de
aprobación si res-
4. Bokenkotter, Thomas, A Concise
History of the Catholic Church, Image Books, Garden City, 1979.
26
petaba los derechos del hombre. Durante su pontificado comen-
zó a hacerse sentir la falta de los ingresos procedentes de los Es- tados
Pontificios.
El 9 de agosto de 1903 fue coronado Pío X.
Continuador del pensamiento de Pío IX, emitió un decreto en forma de motu pro-
prio titulado Sacrorum antistitum.,
en el que solicitaba de todos los clérigos un voto en contra del «modernismo,
síntesis de todas las herejías».5 En este texto podemos ver como
vuelve a florecer la obsesión de Pío IX: «Nos parece que a ningún obispo se le
oculta que esa clase de hombres, los modernistas, cuya personali- dad fue
descrita en la encíclica Pascendi
dominici gregis, no han dejado de maquinar para perturbar la paz de la
Iglesia. Tampoco han cesado de atraer adeptos, formando un grupo clandestino;
sirviéndose de ello inyectan en las venas de la sociedad cristiana el virus de
su doctrina, a base de editar libros y publicar artículos anónimos o con
nombres supuestos. Al releer nuestra carta cita- da y considerarla atentamente,
se ve con claridad que esta delibe- rada astucia es obra de esos hombres que en
ella describíamos, enemigos tanto más temibles cuanto que están más cercanos;
abusan de su ministerio para ofrecer su alimento envenenado y sorprender a los
incautos, dando una falsa doctrina en la que se encierra el compendio de todos
los errores».
Pío X fue el primer papa en no ser
embalsamado mediante la evisceración y drenaje de la sangre, ya que se encargó
de abolir esta práctica antes de su muerte. Este decreto tuvo consecuencias
bastante desastrosas para los restos mortales de algunos de sus sucesores. En
el caso de Pablo VI, que murió en 1978, los amor- tajadores sólo prepararon el
cadáver para un ataúd cerrado. Apenas dos días después de ser exhibido, la piel
del papa comen- zó a decolorarse, su mandíbula se hundió y sus uñas se oscu-
5. Acta apostolícele seáis, 9 de septiembre
de 1910, núm. 17.
2
7
recieron. El cadáver de Pío XII fue tan mal conservado en
1958 que los cuatro hombres que hacían guardia en el Vaticano tenían que
cambiar cada quince minutos porque no podían soportar el olor. Más extraño fue
el caso de Juan Pablo I, cuyo rostro se volvió in- explicablemente verde, lo
que aumentó los rumores respecto a un posible envenenamiento.
UN PAPA DÉBIL
El sucesor de Pío IX fue Benedicto XV. Sus detractores decían
que su figura era fiel reflejo de la propia decadencia de la Iglesia. En
efecto, su apariencia era frágil y poco agraciada a causa de un ac- cidente
sufrido en la infancia. Durante su reinado quedó más claro que nunca que la
influencia del Vaticano apenas era la sombra de lo que había sido en el pasado.
Sus esfuerzos mediadores durante la Primera Guerra Mundial fueron rechazados
por ambos bandos en conflicto.6 Intentó un acercamiento a las
fuerzas anticlericales, llegando a calificar la Revolución rusa de «triunfo
contra la tira- nía». De poco le sirvieron estas palabras: el comunismo pronto
se reveló como una doctrina irreconciliablemente anticristiana y como una de
las mayores amenazas para la Iglesia de la época.
En Italia se vio igualmente incapaz de
controlar la pugna entre los extremismos de izquierda y derecha, que culminó
con el triunfo del fascismo. La Iglesia se había vuelto tan débil que no pudo
impedir que los extremistas tomasen al asalto los templos y se subieran a los
pulpitos a declamar sus arengas ante los atóni- tos feligreses. Ante esta
situación, en 1919, el mismo año en que se crea el movimiento fascista, se
funda el Partido Popular Italia-
6.
Pollard, John E, The Vnknown Pope:
Benedict XV (1914-1922) ana the Pursuit of Reare, Casell Academia,
Washington, 1999.
28
no, cuyo primer secretario es un sacerdote de Caltagirone,
don Luigi Sturzo, que intentó mantener las tesis cristianas en medio de aquella
enrarecida arena política.
En 1920, cuando empezaron las reuniones de
la Sociedad de Naciones, Benedicto XV publicó una nueva encíclica, Pacem Dei munus, en la que reclamaba sus
derechos como soberano de un Estado. Sin embargo, los líderes internacionales
hicieron oídos sor- dos a la encíclica, a consecuencia de lo cual la Santa Sede
no pudo participar en los trabajos de la Sociedad de Naciones, sobre todo
debido a la oposición del delegado italiano en la misma, Nitti.
En el aspecto financiero las cosas no iban
mucho mejor. Du- rante el pontificado de Benedicto XV el presupuesto del
Vaticano se redujo hasta ser apenas una cuarta parte del de la época de León
XIII. El 22 de enero de 1922, Benedicto XV fallecía en el Vaticano víctima de
una epidemia de gripe. Sus últimas palabras fueron: «Ofrecemos nuestra vida
para la paz del mundo».
El siguiente papa en acceder al trono de
San Pedro fue Pío XI, Ambrogio Damiano Achule Ratti, que lo hizo entre 1922 y
1939. Nació el 31 de mayo de 1857 en Desio, Italia, en el seno de una familia
acomodada dedicada a la industria textil. Cursó estudios en las universidades
Lombarda y Gregoriana de Roma, y fue or- denado sacerdote el 27 de diciembre de
1879. Entre 1882 y 1888 fue catedrático de teología en el seminario de Milán.
Mantuvo siempre viva su actividad pastoral, dándose en ocasiones tiempo para
practicar el montañismo. Al igual que el recientemente falle- cido Juan Pablo
II, era un experto en esta práctica. (Se cuenta que en su juventud emprendió la
subida del Monte Rosa y aguantó durante toda la noche una feroz tormenta alpina
colgado de una cornisa.) Achille se dedicó al estudio de la paleografía. Hasta
1910 fue bibliotecario y posteriormente director de la Biblioteca Ambrosiana de
Milán, y prefecto de la Biblioteca Vaticana en Roma. En estos cargos tuvo
ocasión de familiarizarse con la his- toria política y los acontecimientos de
su época, lo que le aportó
2
9
el bagaje teórico necesario para realizar una visita
apostólica a Polonia, devastada por la guerra en 1918, por orden del papa Be-
nedicto XV. Este viaje le sirvió para demostrar que estaba excep- cionalmente
dotado para las tareas diplomáticas. Su habilidad y celo le valieron el
nombramiento de nuncio de Su Santidad en este país en 1919. Dos años después
recibió la dignidad de cardenal y arzobispo de Milán, y en 1922 sucedería al
papa Benedicto XV.
RATAS EN SAN PEDRO
Quizá la circunstancia que mejor simbolice la terrible
situación financiera a la que se había visto abocada la Santa Sede tras estas
últimas décadas tan turbulentas fue la plaga de ratas que, como una condenación
bíblica, se adueñó del Vaticano. Sin embargo, no se trataba de ninguna
maldición, sino de una concatenación de causas y efectos lógicos. La falta de
dinero había hecho que la red de alcantarillado del Vaticano se encontrara en
un estado de abandono superior al resto de las instalaciones. Inundaciones,
atascos y derrumbes estaban a la orden del día sin que nadie hi- ciera nada
para remediarlo. En estas condiciones, los roedores se multiplicaron sin freno
y fue sólo cuestión de tiempo que comen- zaran a salir a la superficie.
Aquellos animales, asociados
tradicionalmente por el folclore con la figura de Satanás, tenían un
comportamiento sacrilego que no desmerecía en absoluto su fama. No respetaban
ni las se- pulturas de los pontífices de la antigüedad ni la residencia del ac-
tual. Su ansia destructiva se aplicaba con igual saña a los tapices (ya muy
castigados por la polilla) y al mobiliario. La situación alcanzó un punto tan
alarmante que ya no se guardaban hostias consagradas en los sagrarios por miedo
a que los roedores come- tieran la más terrible de las profanaciones para un
católico: man- cillar el cuerpo de Cristo.
30
En medio de aquella situación, a muchos
les parecía irónico que el apellido del papa fuera precisamente Ratti.7
La elección de Pío XI fue complicada y no
se decidió hasta después de quince votaciones. No obstante, fue un cónclave
relativamente corto si se compara con los anteriores. Como en tantas otras
ocasiones, el cónclave se encontraba dividido entre los más conservadores,
partidarios del cardenal español Rafael Merry del Val, y los progresistas,
cuyas simpatías se decantaban por el cardenal Gasparri.
El nuevo pontífice pronto demostró que su
pontificado no iba a ser intrascendente. Pío XI, nada más ser elegido, hizo
algo que no habían hecho ni Pío X ni Benedicto XV a causa de la pérdida de los
Estados Pontificios: apareció en el gran ventanal de la fa- chada de San Pedro
para impartir la bendición urbi et orbe.
El hombre que se asomó a aquella ventana conservaba en estampa mucho de la
imponente y atlética figura de su juventud. Su ros- tro, de frente despejada y
ojos penetrantes, inspiraba respeto a quienes se encontraban con él. Se
involucraba en todos los aspec- tos del gobierno de la Iglesia, realizando toda
clase de preguntas a sus colaboradores.8 (Alguno de ellos llegó a
afirmar que prepa- rar una reunión con el Santo Padre era peor que un examen.)9
LA PAZ DE CRISTO EN EL REINO DE CRISTO
Pío XI se volcó en la expansión de la Iglesia por todo el
planeta, de hecho, «Papa de las Misiones» era el título que más agradaba a Pío
XI. Su doctrina era que los territorios extraeuropeos fueran
7. Ratto significa en italiano 'rata'. Su
plural es ratti. (N. del A.)
8. Cornweil,
John, El Papa de Hitler: la verdadera
historia de Pío XI, Planeta, Bar- celona, 2000.
9. McBrien,
Richard P., op. cit.
31
confiados al clero local; buena prueba de ello fue el
nombramien- to de los primeros obispos chinos y japoneses en 1926 y 1927.
También hizo construir en el Gianicolo (Roma) la grandiosa sede del Colegio y
la Universidad Urbana de Propaganda Fide, para que los jóvenes de los países de
misiones destinados al sacerdocio tuviesen una adecuada preparación para sus
futuras tareas. En 1927, con la institución del Museo Misionero-Etnológico del
Va- ticano, se abrió la posibilidad de conocer a fondo la actividad mi- sionera
y las grandes religiones y culturas del mundo.
Al contrario que la mayoría de sus
antecesores. Pío XI fue un gran protector de las ciencias, algo que no es de
extrañar dado su trabajo durante años como archivista e investigador. De hecho,
la reforma de la Biblioteca Vaticana fue una de sus prioridades, tras lo cual
fundó el Instituto Cristiano de Arqueología, la Aca- demia de Ciencias y el
Observatorio Vaticano en Castelgandolfo.
En el terreno político y social también
destacó su labor. La elección de su lema —«La paz de Cristo en el reino de
Cristo»— nos habla de un pontífice partidario de la militancia activa en los
asuntos terrenales. En este sentido, su gran enemigo fue el comu- nismo, sobre
el que promulgó una encíclica titulada Divini
re- demptoris. Para Pío XI era un «satánico azote» cuyo objetivo era
«derrumbar radicalmente el orden social y socavar los funda- mentos mismos de
la civilización cristiana», constituyendo «una realidad cruel o una seria
amenaza que supera en amplitud y vio- lencia a todas las persecuciones que
anteriormente ha padecido la Iglesia».10 Esto explica las simpatías
con que miró, al menos en principio, a dictadores como Franco, Hitler y
Mussolini.
Sin embargo, como ya hemos visto, en la
primera etapa de su pontificado Pío XI tuvo problemas mucho más cercanos y acu-
10. Pío XI, Divini redemptoris. 19 de marzo de 1937.
32
ciantes que los planteados por el comunismo. La ambiciosa
cade- na de fundaciones y reformas que hemos repasado se hizo con un exiguo
presupuesto anual que apenas superaba el millón de dóla- res.n Cada
día que pasaba la situación se tornaba más insosteni- ble. Los resultados de
una auditoría realizada por la comisión cardenalicia no pudieron ser más
desalentadores. El déficit vati- cano crecía de forma desmedida, al tiempo que
los ingresos y las do- naciones descendían vertiginosamente. Los acreedores, de
los cuales uno de los más importantes era el Reichbank alemán, co- menzaron a
perder la paciencia y exigieron el pago de las deudas. Por su parte, uno de los
principales asesores económicos de la Santa Sede, el arzobispo de Chicago
George William Mundelein, que había tenido que hipotecar propiedades de la
Iglesia por va- lor de un millón y medio de dólares, comunicó al pontífice su
pronóstico de una larga crisis económica cuyos efectos se deja- rían sentir en
todo el mundo. Acuciado por las necesidades eco- nómicas de la Santa Sede, y
cegado por su radical anticomunis- mo, Pío XI no se dio cuenta de que, de una u
otra forma, iba a seguir tratando con ratas.
EL ASCENSO DEL FASCISMO
Pío XI accedió al pontificado con el firme propósito de
terminar de una vez por todas con la anomalía que suponían las actuales
relaciones entre el Vaticano y el gobierno de Italia. El escollo más importante
lo constituía la cuestión económica. La situación fi- nanciera de Italia no era
mucho mejor que la de la Santa Sede.
Con la mayor tasa de natalidad de Europa y una inflación y
paro
11. Martín, Malachi, Rich
Church, Poor Church, G. P. Putnam's Sons, Nueva York, 1984.
3
3
sólo superados por los de Alemania, la pobreza era el estado
na- tural de muchas familias italianas, lo que contribuyó notable- mente a
enrarecer aún más el ya muy agitado panorama político. Mussolini y sus
fascistas estaban, literalmente, dispuestos a todo:
«Nuestro programa es simple. Queremos gobernar Italia».12
Para ello desarrollaron una feroz campaña de violencia política que tino de
sangre todo el país. Sólo en 1921 murieron, víctimas de la violencia fascista,
cerca de quinientas personas.
Por su parte, los comunistas no se
quedaron de brazos cruza- dos y respondieron con una infinita sucesión de paros
laborales que culminaron en una huelga general. En la primavera de 1922,
cuarenta mil braceros fascistas bajo el mando de ítalo Balbo ocu- paron Ferrara
como protesta por las miserables condiciones de vida. A finales de julio de
1922, más de 700.000 trabajadores se habían afiliado a la Confederazione
Nazionale delle Corporazio- ni, sindicato del Partido Nacional Fascista. La
derrota de la iz- quierda era evidente.
En octubre de ese mismo año, se reunió el
congreso del Partido Nacional Fascista y comenzaron los preparativos de la
«Marcha so- bre Roma», planeada como la ocupación de la capital italiana por
parte de los «camisas negras», fascistas cuyo objetivo era presionar al rey
para que encargase la formación de gobierno a Mussolini. Víctor Manuel III, muy
impresionado por la movilización fascista, y poco afecto a los ideales y
principios de la democracia parlamen- taria, decidió recurrir a Mussolini. En
1925 el Duce había transfor- mado el país en un régimen totalitario de partido
único basado en el poder del Gran Consejo Fascista (órgano creado en diciembre
de 1922, pero institucionalizado seis años más tarde), respaldado por las
Milicias Voluntarias para la Seguridad Nacional.
12. Johnson,
Paúl, Modern Times: The Worid from the
Twenties to the Nineties, Harper Perennial, Nueva York, 1992
34.
Y LOS TRENES LLEGABAN A TIEMPO
Los efectos del ascenso al poder de Mussolini no se hicieron
es- perar. La actividad económica se reactivó como por ensalmo. Las tasas de
paro e inflación recuperaron sus niveles lógicos. Las ca- lles volvieron a ser
seguras y los trenes llegaban a tiempo. Un verdadero paraíso si a uno no le
importaban cuestiones como la democracia, la libertad de expresión o vivir en
un estado policial sin las mínimas garantías jurídicas.
En cualquier caso, las arcas de la
hacienda italiana recupera- ron la salud perdida... y quedó claro que Mussolini
era el hom- bre con el que Pío XI tenía que tratar. El 20 de enero de 1923, el
cardenal Gasparri, secretario de Estado del Vaticano, mantu- vo la primera de
una larga serie de entrevistas secretas con Mussolini.
Sin embargo, había una circunstancia que
podría dificultar notablemente un entendimiento entre los fascistas y la Santa
Sede. Era de dominio público que el Duce era ateo y virulenta- mente
anticlerical. En su juventud había escrito varios textos profundamente antirreligiosos
y en su vida personal ni se había casado con su pareja ni había bautizado a sus
hijos. Se cuenta que en una ocasión se quitó el reloj y, poniéndolo
violentamente sobre la mesa, le dio a Dios un minuto para fulminarle si real-
mente existía y era todopoderoso. Pese a todo, una vez alcanza- do el poder,
Mussolini fue consciente de las dificultades de go- bernar en Italia de
espaldas a la Iglesia católica: «Creo que el catolicismo podría ser utilizado
como una de nuestras más po- tentes fuerzas para la expresión de nuestra
identidad italiana en el mundo».13
13. Cooney, John, The American Pope: The Ufe and Times of
Francis Cardinal Spellman, Times Books, Nueva York, 1984.
3
5
Por otro lado, el ateísmo de Mussolini
irritaba a los industria- les y financieros que le apoyaban económicamente, lo
que hizo que el Duce cambiara de táctica. Los fascistas estaban convenci- dos
del interés social de un sentimiento como el religioso, que es vínculo
comunitario en las masas. El propio Mussolini se sintió muy sorprendido en 1922
ante la inmensa multitud que esperaba en la plaza de San Pedro la elección de
Pío XI: «Mira esta multi- tud de todos los países del mundo. ¿Cómo es que los
políticos que gobiernan las naciones no se dan cuenta del inmenso valor de esta
fuerza internacional, de este poder espiritual universal?». Así que, a pesar de
su declarado ateísmo, Mussolini no deseaba destruir lo que existía, sino ir,
progresivamente, modificándolo, reinterpretándolo, hasta conseguir que un día
se transformase en una cosa muy distinta y en una religión con un contenido muy
diferente. Mussolini se refería a esto como: «Roma, donde Cristo es romano».
Tras la Marcha sobre Roma comenzaron a
prodigarse algunos gestos de buena voluntad hacia el Vaticano, como la donación
al papa de la valiosa Biblioteca Chigi. En la Santa Sede se descon- fiaba de
Mussolini, pero a la vez se mantenía un prudente silen- cio sobre su forma de
llevar las riendas de Italia. Independiente- mente de que el Duce mandara a
prisión a más de diez mil de sus opositores o que incitase a sus fascistas a
«marchar sobre el ca- dáver podrido de la libertad», en el Vaticano no se podía
escu- char palabra alguna en contra del caudillo fascista.
EL HOMBRE ENVIADO POR LA PROVIDENCIA
En 1924, siguiendo instrucciones expresas del Duce, el líder
del Partido Socialista, Giacomo Matteotti, que a la sazón era el más obstinado
opositor a las pretensiones absolutistas de Mussolini, fue asesinado por
militantes fascistas. La oleada de indignación
36
PACTANDO CON EL DIABLO. MUSSOLINI Y PÍO XI
que recorrió toda Italia fue tan grande que durante esta
crisis el Duce estuvo a punto de perder todo lo que había conseguido hasta
entonces. Tanto el Partido Popular como el socialista soli- citaron formalmente
al rey la destitución de Mussolini.
Cuando la situación parecía desesperada,
al líder fascista le llegó el auxilio de donde, probablemente, menos lo
esperaba. So- cialistas y católicos negociaban una sólida coalición para
apartar del poder a Mussolini cuando el papa Pío XI advirtió severamen- te a los
cristianos italianos de que cualquier alianza con los so- cialistas, incluido
su sector más moderado, estaba estrictamente prohibida por la ley moral, según
la cual la cooperación con el mal constituye un pecado. El papa no mencionó que
tanto en Bélgica como en Alemania esa cooperación (con los socialistas, no con
el mal) se estaba produciendo sin que nadie hubiera ad- vertido a los católicos
de aquellos países sobre el peligro que co- rrían.
No hay que desestimar la importancia de
esta tácita complici- dad. La innegable influencia que tenía el parecer del
papa sobre buena parte de la opinión pública italiana hubiera hecho que
cualquier comentario sobre el ateísmo, la integridad moral o los métodos
violentos de Mussolini pesara como una losa en la pre- tensión de éste de
convertirse en el cesar de la nueva Roma.
Consciente de ello, el Duce supo
corresponder con extrema generosidad al favor procedente de Roma. Declaró
ilegal la ma- sonería, subvencionó con fondos públicos algunas instituciones
eclesiásticas que estaban al borde de la quiebra y eximió de obli- gaciones
fiscales a la Iglesia y a sus miembros.
El 31 de octubre de 1926, el cardenal
Merry del Val, que ha- bía sido secretario de Estado con Pío X y mantenía un
puesto de privilegio en el Vaticano, declaró públicamente: «Mi agradeci- miento
también se dirige hacia él [Mussolini], que sostiene en sus manos las riendas
del gobierno en Italia. Con su perspicaz visión de la realidad ha deseado y
desea que la religión sea respetada,
3
7
honrada y practicada. Visiblemente protegido por Dios, ha
mejo- rado sabiamente la fortuna de la nación, incrementando su pres- tigio en
todo el mundo».14 A lo que el propio papa apostilló el 20 de
diciembre de 1926 que «Mussolini es el hombre enviado por la Providencia».
En esta aparente complacencia hacia el
Duce había mucho más de corrección política que de sincera admiración. En más
de una ocasión, el papa había calificado en privado al dictador de «hijo del
diablo». Este sentido de la conveniencia era mutuo. Sin variar un ápice lo que
pensaba en su fuero interno, el comporta- miento externo de Mussolini hacia la
Santa Madre Iglesia experi- mentó un importante giro. El Duce comenzó a acudir
a misa, pasó por la vicaría para dar validez eclesiástica a su unión matri- monial
e incluso bautizó a sus hijos, renunciando en su nombre, como todo buen padre
cristiano, al «diablo y sus obras». En el terreno estrictamente político, esta
nueva relación con el Vatica- no quedó patente con medidas legislativas, como
los impuestos para las parejas sin hijos o la consideración del adulterio como
delito penal.
CONVERSACIONES SECRETAS
Así pues, y a pesar del recelo mutuo, existía en aquel
momento un clima favorable para la firma de un concordato, tarea que el papa
encomendó al cardenal Gasparri. Tras algunas conversaciones, el dictador
manifestó su deseo de compensar a la Iglesia con una más que generosa
remuneración por la humillación sufrida durante años por los «papas
prisioneros». El primer contacto entre ambas
14. Manhattan, Avro, The
Vatican in Worid Politics, C.A. Watts & Co., Limited, Londres, 1949.
38
PACTANDO CON
EL DIABLO. MUSSOLINI Y PÍO XI
partes había acontecido, sin embargo, mucho antes, el 6 de
agosto de 1926, cuando Domenico Barone —emisario de Mussolini— se entrevistó secretamente
con el doctor Francesco Pacelli —laico adscrito a la Santa Sede y hermano del
futuro papa Pío XII, que por aquel entonces era nuncio en Berlín— para hacerle
saber el in- terés de Mussolini por reabrir la «cuestión romana». Pacelli mani-
festó al enviado del futuro dictador que si realmente estaba dis- puesto a
negociar, había dos cuestiones que el papa consideraba imprescindibles como
punto de partida: el reconocimiento de la posesión de un Estado soberano bajo
la autoridad del pontífice y la igualdad jurídica entre matrimonio civil y
religioso.
El Duce dio su consentimiento al inicio de
las conversaciones bajo estos términos y las reuniones comenzaron a nivel
estricta- mente confidencial: el jefe del Gobierno había advertido a los
participantes de que la menor indiscreción llevaría, de manera in- evitable, a
la ruptura de las negociaciones y se consideraría aten- tatoria contra la
seguridad del Estado, condenando al responsa- ble de la filtración (fuera éste
seglar o religioso) a ser desterrado de por vida a las islas Lípari. Buena
parte del contenido de las reuniones se centró en regatear las condiciones
económicas del acuerdo, que en una primera oferta de Mussolini consistía en la
donación por parte del gobierno italiano de alrededor de cin- cuenta millones
de dólares en Obligaciones del Estado. Final- mente, esos cincuenta millones se
convirtieron en noventa, es de- cir, 1.750 millones de liras.
La mañana del lunes 11 de febrero de 1929,
las calles de Roma se fueron poblando de un gentío murmurante que parecía
desafiar lo que estaba siendo uno de los inviernos más fríos de los últimos
años. A pesar del celo puesto tanto por el gobierno como por la Santa Sede,
buena parte de los romanos sabían que algo importante iba a suceder en el
Vaticano. Cuando el Duce descendió de su Cadillac negro estacionado a un
costado de la plaza de San Juan, media hora antes del mediodía, le sorprendió
39
encontrar a una muchedumbre expectante que aguardaba su lle-
gada. Un acceso de ira le sobrevino al comprobar que sus órde- nes no se habían
cumplido fielmente; es posible que incluso se viera tentado de dar media vuelta
en uno de sus célebres raptos temperamentales, pero finalmente decidió subir
los peldaños de la escalinata del palacio de Letrán, en cuyo interior el papa
Pío XI, y casi todos los miembros del gobierno vaticano, le espera- ban desde
hacía unos minutos.
Ni la guardia fascista, ni los carabinieri, ni la Guardia Suiza es-
taban allí. Todo se había organizado de la manera más discreta posible para no
llamar la atención. Elegantemente vestido de cha- qué, Mussolini ascendió hasta
el segundo piso, donde le esperaba el cardenal Gasparri, con quien cruzó un
prolongado apretón de manos. Gasparri había tenido que abandonar la cama y todo
el acto, unido a lo inclemente del tiempo, iba a ser una verdadera ordalía
física para el anciano cardenal.15 No obstante, por nada del mundo
iba a perderse la firma, aunque ello le costase la vida, ya que con aquel acto
culminaba toda su carrera diplomática. Es- taba previsto que la ceremonia se
prolongase varias horas, pero el público que aguardaba en el exterior y el
precario estado de salud de Gasparri —que tuvo que permanecer sentado durante
todo el acto— la redujeron a unos meros cuarenta y cinco minutos.16
La lectura de las actas no comenzó hasta las doce en punto. Tras las firmas, el
cardenal obsequió a Mussolini con la pluma de ave con mango de oro que había
servido para rubricar el acuerdo. El líder fascista la aceptó complacido: «Será
para mí uno de los mejores recuerdos que haya merecido».
15. «Vatican at
Peace with Italy After Long Quarrel», San
Francisco Chronicle, 12 de febrero de 1929.
16. Cortesi,
Arnaldo, «Pope Becomes Ruler oí a
State Again», The New York Ti- mes,
12 de febrero de 1929.
40
PACTANDO CON
EL DIABLO. MUSSOLINI Y PÍO XI
El tratado se componía de tres apartados
principales, aparte de varios anexos y otras disposiciones; el primero, el
concordato, regu- laba las relaciones entre la Iglesia y el gobierno italiano.
En él, se de- volvía al Vaticano la completa jurisdicción sobre las
organizaciones religiosas en Italia. El catolicismo pasaba a ser la religión
oficial del Estado italiano, prohibiendo que otras confesiones religiosas
pudie- ran hacer proselitismo en el país y el gobierno asumía pagar el sala-
rio de los sacerdotes con cargo a los presupuestos nacionales. El se- gundo
apartado, el Tratado de Letrán propiamente dicho, establecía la soberanía del
Estado Vaticano, con el que automáticamente se es- tablecían relaciones
diplomáticas. Aparte del recinto vaticano se concedía a la Santa Sede soberanía
sobre tres basílicas de Roma (Santa María la Mayor, San Juan de Letrán y San
Pablo), la residen- cia de verano del papa (el palacio de Castelgandolfo) y
varias fincas por toda Italia. Finalmente, estaba la «Convención Financiera»,
que de un plumazo llevaba a la Santa Sede de la miseria a la riqueza.
Al día siguiente de la firma, en una rueda de prensa. Pío XI
sin- tetizó mejor que nadie el alcance del tratado que se había firmado:
«Mi pequeño reino es el más grande del mundo». El fervor que
le- vantó el acuerdo fue tal que incluso la mesa en que había sido ru- bricado
comenzó una gira mundial para ser venerada como si de una reliquia se tratara.17
El manto de misterio que se tendió sobre la dilatada negociación sólo pudo ser
descorrido con lentitud tras la ceremonia de Letrán. Se supo entonces que el
texto del acuerdo había sido impreso en el Vaticano por operarios a los que se
man- tuvo prisioneros hasta días después del 11 de febrero, y que el papa había
corregido personalmente todas las pruebas de impren- ta: «Hay casos en que la
presencia o ausencia de una coma —le comentó a Gasparri— puede modificar todo
el contenido».
17. Considine, John J., «Historie Scene in the Lateran
Palace», The Catholic Advó- cate,
Brisbane, Australia, 18 de abril de 1929.
41
BIOGRAFÍA NO
AUTORIZADA DEL VATICANO
Aquel contenido era tan importante que su
trascendencia tras- pasaba con mucho las diminutas fronteras del Estado
Vaticano. Tanto es así que en dos lugares muy alejados del mundo había dos
personajes que estaban particularmente atentos a los térmi- nos del tratado por
razones que nada tenían que ver con el cris- tianismo. En Alemania, un Adolf
Hitler que comenzaba a ser algo más que el jefe de una pandilla de agitadores
escribía en el periódico del partido nazi: «El hecho de que la curia haya hecho
las paces con el fascismo muestra que el Vaticano confía en las nuevas
realidades políticas mucho más de lo que lo hizo en la an- tigua democracia
liberal, con la que no pudo llegar a un acuerdo [...]. El hecho de que la
Iglesia católica haya llegado a un acuerdo con la Italia fascista prueba más
allá de toda duda que el mundo de las ideas fascistas está más cerca de la
cristiandad que del libera- lismo judío o incluso el ateísmo marxista».18
En Estados Unidos, el banquero Thomas
William Lamont, uno de los principales agentes de la banca Morgan, estaba mucho
me- nos interesado en las consecuencias políticas del tratado que en los
noventa millones de dólares que llevaba aparejados. A fin de cuentas. Pío XI
era un viejo amigo de la casa Morgan. Siendo monseñor Ratti prefecto de la
Biblioteca Vaticana, el que más tar- de se convertiría en papa gestionó la
restauración de una valiosa colección de manuscritos coptos propiedad de J.
Pierpoint Mor- gan.19 Aquellos pergaminos pasarían a ser una de las
piezas más preciadas de la mítica «biblioteca negra» del millonario.
Comenzaba
una época en que las obras del diablo iban a ser
salpicadas con agua bendita.
18.
Hitler, Adolf, Volkischer
Beobachter, 22 de febrero de 1929.
19.
Chernow, Ron, The
House o f Morgan: An American Banking Dynasty ana the Rise of Modern finance, Grove Press, Nueva York, 2001.
42
2
EL MERCADER
EN EL TEMPLO
BERNARDINO
NOGARA, EL CONSTRUCTOR
DE LAS FINANZAS VATICANAS
El dinero de Mussolini fue sólo el comienzo de un colosal imperio
económico que creció en poco tiempo alrededor de la Santa Sede. El artífice de
este milagro económico fue Bernardino Nogara, un há- bil financiero que no
vaciló un instante a la hora de implicar al Vati- cano en toda clase de
negocios: desde el comercio de armas a las actividades que, hasta aquel
momento, la doctrina católica había considerado como usura.
Sesenta años de incertidumbre y dificultades habían
desaparecido como por ensalmo. La Iglesia volvía a ser rica. Las ratas abando-
naron San Pedro, se pagaron los salarios y se contrató nuevo per- sonal. La
pesadilla había quedado atrás. Sin embargo, Pío XI con- sideraba que su misión
no había terminado. El éxito había sido grande, pero ahora era necesario
trabajar para que nunca más se volviera a dar una situación semejante. Habría
sido muy bonito tapar las goteras e invertir el resto de esa fabulosa cantidad
de di- nero en las muchas obras de caridad que dependían de la Iglesia. Habría
sido bonito, pero poco realista. El «papa rey» no sólo ne-
43
BIOGRAFÍA NO
AUTORIZADA DEL VATICANO
cesitaba disponer de un Estado soberano para ser
independiente, sino que debía disponer de unos fondos suficientes que le permi-
tieran no tener que volver a mendigar favores de nadie.
Para administrar la fortuna obtenida a
través del Tratado de Letrán, el papa creó la Administración Especial de la
Santa Sede (Amministrazione Speciale
della Santa Sede),1 al frente de la cual colocó a Bernardino
Nogara. Anteriormente habían existido en el seno de la Iglesia órganos
similares: en 1887 León XIII consti- tuyó una comisión cuya función consistía
en «guardar y adminis- trar los capitales de las fundaciones pías». En 1904 Pío
X modi- ficó este organismo y, posteriormente, cambió su nombre por el de
Comisión para las Obras de Religión, ampliando su actividad a toda Italia. Sin
embargo, nunca antes en los tiempos modernos se había verificado una entrada
semejante de capital. La recién creada Administración invirtió el dinero de
forma bastante jui- ciosa: un tercio en acciones de industrias italianas, otro
en in- muebles y un último tercio en divisas y en oro.
La decisión del papa de crear una
institución para administrar este dinero en lugar de dejarle esa tarea a alguna
de las ya exis- tentes da a entender dos cosas. Lo primero, que Pío XI no tenía
demasiada confianza en las instituciones financieras que existían en el
Vaticano, algo que, dado el estado de cuentas que había atravesado la Santa
Sede, estaba más que justificado. La otra era que el papa estaba dispuesto a
darle un giro inédito a la adminis- tración del capital vaticano.
Otra consecuencia del Tratado de Letrán
es que por primera vez el Vaticano tuvo que hacer frente a los innumerables
proble- mas que acarreaba ser una nación pequeña, pero soberana. Así nació el Governatorato, órgano de gobierno del
Estado Ciudad
1. Doménech Matilló, Rossend, Marcinkus. Las claves secretas de las
finanzas vati- canas, Ediciones B, Barcelona, 1987.
44
EL MERCADER
EN EL TEMPLO. BERNARDINO NOGARA
del Vaticano, que tenía su sede en el palacio del mismo
nombre y que se ocupaba del gobierno interno del Estado: obras públicas,
energía, tráfico, correos y comunicaciones, suministros, etc. El palacio del
Governatorato es un magnífico palacio de estilo rena- centista que mandó
construir Pío XI en la cabecera de la basílica de San Pedro. Aquí se encuentran
las oficinas de las diez secreta- rías o ministerios del gobierno civil del
Vaticano: la de filatelia, numismática, correos y telégrafos, oficina de
información; monu- mentos, museos y galerías pontificios; servicios técnicos, edifi-
cios, instalaciones, mantenimiento, superintendencia, restaura- ción y
teléfonos; Radio Vaticana; servicios económicos; servicios sanitarios;
Observatorio de Castelgandolfo; estudios e investiga- ciones arqueológicas;
dirección de las villas pontificias de Castel- gandolfo y servicio civil de
vigilancia.
CASI TAN BUENO COMO JESUCRISTO
Sin haber sido sacerdote ni ostentado ninguna dignidad
eclesiás- tica, la figura de Bernardino Nogara es, sin duda, una de las más
importantes —y desconocidas— de la historia del catolicismo, equiparable a la
de santos y papas de todas las épocas. De su in- fancia se sabe poco, tan sólo
que se educó en una familia muy re- ligiosa, con varios hermanos sacerdotes y
uno conservador de los Museos Vaticanos. Su profesión original era la de
ingeniero, que estudió en el Politécnico de Milán, cuna de algunos de los más
brillantes empresarios italianos de la época. Al finalizar sus estu- dios
trabajó en prospecciones de todo el mundo.
Tras su período en la industria minera,
Nogara pasó a encar- garse de la delegación en Estambul de la Banca Commerciale
Ita- liana, la Societá Commerciale d'0rientale, con rango de vicepre- sidente.
Fue aquí donde empezó a dar muestras de una habilidad diplomática poco común,
siendo su gestión del agrado tanto de
45
las tropas de ocupación británicas como de los propios
turcos. Posteriormente se trasladó a Alemania para dirigir la reestructu-
ración y saneamiento del Reichbank. Fue durante ese período cuando se afianzó
como banquero, realizando una serie de auda- ces operaciones de ingeniería
financiera que fueron la admiración de propios y extraños.2
Nogara acudía a misa a diario e
interrumpía su jornada labo- ral para la oración del ángelus y del rosario.
Muchos de los que trabajaban a su lado creían erróneamente que era sacerdote.
Además de brillante banquero, Nogara tenía en el Vaticano fama de uommo di fiducia (hombre de confianza),
era una persona su- mamente discreta y diligente a la que se le podían encargar
tareas delicadas y/o confidenciales. (Era un secreto a voces que había
asesorado a Gasparri en los aspectos estrictamente económicos del Tratado de
Letrán.) Además, era milanos como el papa.
Desde que fue elegido en 1922, Pío XI
había intentado rodear- se de un grupo de milaneses en cuya lealtad pudiera confiar
al cien por cien: el maestro de cámara Caccia-Dominioni, su herma- no, el conde
Ratti, Giuseppe Colombo y Adelaida Coara, promi- nentes miembros de la
organización Acción Católica. Este favori- tismo fue en aumento cuando el papa
estuvo en condiciones de iniciar obras dentro y fuera de la Santa Sede, cuyas
contratas iban a parar casi indefectiblemente a empresas de Milán,
circunstancia que incluso fue reflejada en su día por el embajador británico en
el Vaticano. El arquitecto milanos Giuseppe Momo recibió los en- cargos de tres
de las construcciones más ambiciosas de este nuevo período: el palacio del
Governatorato —del que ya hemos habla- do—, la estación de ferrocarril y el
colegio etíope.
Los colaboradores de Nogara le
consideraban un sujeto un poco amanerado. Siempre iba sobria pero
impecablemente vesti-
2. Martin,
Malachi, op. cit.
46
do y su característica más notable era una inteligencia fuera
de lo común: hablaba con fluidez ocho idiomas, tenía una memoria fo- tográfica
y una enorme capacidad de cálculo mental.
La reunión en la que Nogara accedió a
hacerse cargo de la Administración Especial de la Santa Sede es tal vez una de
las po- cas que no figuran registradas en el calendario papal. Para acep- tar,
tan sólo le puso una condición a Pío XI: en ningún momento tendría que atenerse
a criterios doctrinales o religiosos a la hora de realizar sus inversiones, ni
habría clérigos en la institución. Aparte, no se le pondría ninguna traba para
invertir en cualquier país que decidiese. Una vez logrados sus propósitos,
Nogara abandonó la tradicional política económica vaticana de tener «todos los
huevos en la misma cesta» y diversificó sus inversio- nes en diferentes
entidades bancarias, incluidas algunas suizas y francesas, que pasaron a estar
representadas en el staff de la Ad-
ministración Especial.
El cuartel general de la Administración Especial
de la Santa Sede fue ubicado en la cuarta planta del palacio de Letrán, muy
cerca de los apartamentos papales. El trabajo de Nogara fue con- siderado de
tan vital importancia que se convirtió en el único funcionario del Vaticano que
tenía total libertad para acceder al pontífice a cualquier hora del día.
Durante 1930, la Administra- ción Especial operó en el máximo secreto y con una
plantilla muy reducida, que en ningún momento excedió las dos docenas de
empleados. Nogara mismo pasó a fijar su residencia en el pro- pio Vaticano,
concretamente en un apartamento que a tal efecto le fue habilitado en el
palacio del Governatorato.
El único propósito de la organización
sería generar beneficios para restaurar el, durante tanto tiempo perdido, poder
temporal de la Iglesia.3 Nogara mantuvo su puesto hasta 1954, pero
siguió
3. Chernow,
Ron, op. cit.
47
aconsejando al Vaticano hasta su muerte, en 1958. El cardenal
Spellman, con motivo del fallecimiento, dijo en 1959: «Después de Jesucristo,
lo mejor que le ha sucedido a la Iglesia ha sido Ber- nardino Nogara».4
LA USURA NO ES TAN MALA
Hasta la fecha, la Iglesia había mantenido la prohibición
oficial de la usura (todas las ganancias obtenidas de prestar dinero eran
canalizadas hacia la Iglesia mediante prestamistas no cristianos que trabajaban
a comisión a cambio de adelantar el dinero del Vaticano). Diversos concilios,
como el de Nicea (325) u Orleáns (538), condenaron severamente la práctica del
préstamo con in- terés. El III Concilio de Letrán (1179) fue mucho más lejos,
de- cretando la excomunión de los usureros y la prohibición de que fueran
enterrados en terreno sagrado. En el momento del Trata- do de Letrán, la
definición de usura fue modificada para pasar a significar 'el préstamo de
dinero con tarifas desorbitadas'.
Nogara tuvo vía libre a todo tipo de
transacciones financieras, incluida la especulación bursátil y la participación
en el acciona- riado de compañías cuyas actividades colisionaban con las ense-
ñanzas doctrinales de la Iglesia, desde fabricantes de armamento a
preservativos. Todo ello podía ser condenado desde los pulpi- tos, pero sus
dividendos, gracias a las actividades de Nogara, contribuían a llenar las arcas
de San Pedro.
Mucho de lo que sabemos de Bernardino
Nogara nos ha lle- gado a través de su propio puño y letra. Los comúnmente
llama- dos Diarios de Bernardina Nogara
son, en realidad, un detallado y minucioso registro de todas y cada una de las
audiencias que
4. Yailop,
David, En nombre de Dios, Planeta,
Barcelona, 1984.
48
mantuvo con Pío XI entre 1931 y 1939, que fueron muchas, ya
que el pontífice y el financiero tenían por costumbre verse al me- nos una vez
cada diez días. Para hacernos una idea de la impor- tancia de Nogara, baste
decir que sólo había cuatro personas en el Vaticano que se entrevistaban con el
papa más a menudo que Nogara: el secretario de Estado, el subsecretario de
Estado, el sostituto (sustituto del
secretario de Estado) y el secretario del Santo Oficio (la actual Congregación
para la Doctrina de la Fe). Gracias a los diarios de Nogara sabemos no sólo del
contenido de estas conversaciones, sino de la naturaleza de las inversiones y
operaciones financieras del Vaticano durante aquel período.
El primer problema al que tuvo que
enfrentarse Nogara al ocupar su cargo fue el del cobro de la cantidad acordada
con el gobierno italiano. Como buen financiero, sabía que el pago inmi- nente
de una suma tan importante colocaría de forma inmediata los presupuestos
nacionales italianos en números rojos,5 así que decidió posponer el
pago hasta el 1 de julio. Aun así, buena parte de la opinión pública italiana,
y no pocos políticos, temían la po- sible desestabilización económica que
podría traer consigo el pago al Vaticano. Finalmente, Bonaldo Stringher,
gobernador del Banco de Italia, convenció a Nogara para que el pago se
realizase escalonadamente entre junio de 1929 y diciembre de 1930. Pese a todo,
los mercados bursátiles italianos se resintieron.
Aunque la gestión de Nogara
internacionalizó las finanzas de la Santa Sede, Italia continuó siendo su
territorio de actuación prioritario. El Vaticano se convirtió en uno de los
motores de la economía italiana. Se calcula, por ejemplo, que tan sólo las ope-
raciones inmobiliarias que se emprendieron en el Vaticano y sus alrededores en
1930 generaron unos tres mil empleos directos.6
5. La cantidad
acordada en el Tratado de Letrán suponía un 3,7 por 100 del presu- puesto
italiano de aquel ejercicio.
6. «Due giorni
in Vaticano», La Stampa, 16 de
noviembre de 1931.
49
EL MILAGRO DEL DINERO
Una de las operaciones más exitosas de Nogara fue la compra
de Italgas, compañía energética propiedad de Rinaldo Panzarasa, que estaba
pasando una aguda crisis financiera. Bajo la nueva di- rección del Vaticano,
pronto las llamas de Italgas calentaron los hogares, iglesias y burdeles de
treinta y seis ciudades italianas.7 A Italgas le siguieron la
Societá Italiana della Viscosa, La Supertes- sile, la Societá Meridionale
Industrie Tessili y La Cisaraion, que fueron unidas en el holding CISA-Viscosa, que dirigió el barón Francesco María Odesso.
Aparte de esto, Nogara y sus hombres se
sentaron durante un breve período en los consejos de administración de las
compa- ñías italianas más importantes, como el Istituto de Crédito Fon-
diciario (un banco), Assicurazioni Generalli (la compañía de se- guros más importante
de Italia), la Societá Italiana per le Strade Ferrate Meridionalli (que desde
la nacionalización de los ferroca- rriles italianos en 1907 era un importante holding de industrias eléctricas y
electrónicas), el Istituto Romano di Beni Stabili (una compañía inmobiliaria),
la Societá Eleptrica ed Electrochimica della Caffaro (electricidad e industria
química), la Societá per 1'Industria Premolifera (petroquímica), la Societá
Mineraria e Metallurgica di Pertusola (minas), la Societá Adriatica di Eleptri-
citá (suministro eléctrico) y Cartiere Burgo (una importante in- dustria
papelera). Para sí mismo, Nogara se reservó la presiden- cia de una de las
compañías constructoras de más relieve del mundo, la Societá Genérale
Immobiliare (SGI).
Pero Nogara no sólo era un hábil
financiero, sino un extraor- dinario diplomático que convenció al Duce de que
la Administra- ción Especial de la Santa Sede, por muchas empresas que poseye-
7. Cooney,
John, op. cit.
50
ra, venía a ser una especie de obra social de la Iglesia, por
lo que las exenciones fiscales recogidas en las cláusulas 29, 30 y 31 del
concordato debían serle aplicadas sin restricción.8
La habilidad negociadora de Nogara frente
al gobierno italia- no parecía no tener límite. Tras el crack de 1929, gran parte de las inversiones vaticanas en diversas
entidades bancarias —el Banco de Roma, el Banco dello Spirito Santo y el
Sardinian Land Credit principalmente— corrían un serio peligro. Nogara consi-
guió vender los intereses del Vaticano en estas entidades a un or- ganismo
gubernamental: el Istituto di Ricostruzione Industríale (una institución creada
por el fascismo y que serviría de modelo para el Instituto Nacional de
Industria español) no a su deprecia- do valor actual, sino por su valor
original. El Vaticano obtuvo de esta operación unos 630 millones de dólares que
salieron directa- mente del gobierno italiano.
Estas nuevas concesiones financieras de
Mussolini no se de- bían en absoluto a la generosidad del dictador. La donación
de Letrán había convertido al Vaticano en uno de los arbitros de la economía
italiana, y Mussolini sabía que cualquier signo de ines- tabilidad en la Santa
Sede podría precipitar una crisis financiera. Algún autor ha mencionado además
que Nogara era amigo per- sonal de Mussolini, aunque sobre este particular no
existe evi- dencia sólida alguna.
En 1935 Italia invadió Etiopía y las
empresas controladas por Nogara y financiadas por el Vaticano (Reggiane,
Compagnia Na- zionale Aeronáutica y Breda) se convirtieron en los principales
proveedores de armas y municiones del Ejército italiano. Incluso se ha apuntado
que el papa financió personalmente la invasión mediante un préstamo. Para aquel
entonces, el Vaticano ya había
8. Burguess, Anthony, Earthly
Powers, Carroll & Graf Publishers, Nueva York 1994.
51
multiplicado de forma sorprendente el monto de la donación
ori- ginal de Mussolini. Anthony Burguess lo describe de forma muy gráfica: «La
velocidad a la que el Vaticano se había enriquecido era positivamente obscena,
tan innatural como una filmación a cámara rápida en la que se ve en pocos
segundos cómo una semi- lla de mostaza se convierte en un árbol con pájaros
cantando en sus ramas».9
Nogara había edificado un impresionante
edificio financiero que hacía que verdaderos ríos de dinero fluyeran hacia Roma
desde todos los rincones del país. Uno de los temas en los que había puesto
mayor cuidado era en sustraer todo este monumen- tal flujo de riquezas al
escrutinio público. Para ello, creó un com- plejo entramado de bancos y
compañías de forma que el dinero nunca iba directamente hacía la Santa Sede,
sino que terminaba en depósitos secretos de bancos suizos. Sólo Bernardino
Nogara, el papa y un puñado más de personas conocían el verdadero al- cance de
las riquezas del Vaticano. Los demás se tenían que con- tentar con conjeturar
con cifras que la mayor parte de las oca- siones estaban muy lejos de una
realidad tan imponente que resultaba difícil de imaginar.
Con todo, y siendo muy importante, el
imperio de Nogara no iba a ser ni mucho menos la única fuente de financiación
en este nuevo y próspero Vaticano. En Alemania, aquel Adolf Hitler que con tan
buenos ojos había visto el acuerdo entre Mussolini y la Santa Sede se había
convertido en canciller y estaba sumamente interesado en llegar a un acuerdo
con el Vaticano. No en vano, el que antaño fue nuncio en Alemania estaba
destinado a ser pron- to el nuevo papa.
9. Ibid.
52
3 EL PAPA DE HITLER PÍO XII Y EL TERCER REICH
Al igual que buena parte de los políticos europeos de la época, Pío XI
quiso pactar con Hitler, apaciguar a la bestia. Ésta es la historia de los
difíciles acuerdos entre Hitler y la Santa Sede, de una encíclica perdi- da que
podría haber cambiado la historia del mundo y de la muerte poco clara del papa
que, demasiado tarde, quiso plantarle cara al mal que se había instalado en
Alemania.
Las relaciones entre el movimiento nazi y la Iglesia no
habían empezado con buen pie. El marcado sentido pagano del que estaba teñida
buena parte de la ideología hitleriana no podía ser visto con buenos ojos por
los jerarcas de la Iglesia alema- na. Según la teoría nazi, dado que el
cristianismo tenía sus raí- ces en el Antiguo Testamento, quien estaba contra
los judíos debía estar igualmente contra la Iglesia católica. Los nazis in-
vocaban «la indispensable arma del espíritu de la sangre y de la tierra contra
la peste hebrea y el cristianismo». En una vi- ñeta publicada en el periódico Der Stürmer, perteneciente a uno de los
órganos del partido nazi en 1934, un judío, ante la
53
BIOGRAFÍA NO
AUTORIZADA DEL VATICANO
imagen de Cristo en la cruz, dice: «... Le hemos matado,
le he- mos ridiculizado, pero somos defendidos todavía por su Igle- sia...». En
otra viñeta del mismo periódico publicada en 1939, un sacerdote católico es
presentado mientras estrecha dos grandes manos: una con la estrella judía y la
otra con la hoz y el martillo.
No obstante, esta hostilidad era mutua.
Prueba de ello es lo publicado en su día en Der
Gerade Weg (El Camino Recto), el semanario católico de mayor circulación en
Alemania: «Nacio- nalsocialismo significa enemistad con las naciones vecinas,
des- potismo en los asuntos internos, guerra civil, guerra internacio- nal.
Nacionalsocialismo significa mentiras, odio, fratricidio y miseria
desencadenada. Adolf Hitler predica la ley de las menti- ras. Habéis caído
víctima de los engaños de alguien obsesionado con el despotismo. Despertad».1
Parecía evidente que el Gott mit uns (Dios está con nosotros)
que se leía en el emblema de los nazis no se refería al Dios de los católicos.
Los diáconos luteranos, en cambio, habían sido mucho más complacientes con el
nuevo movimiento. Luteranos eran, por ejemplo, los miembros del Movimiento
Alemán Cristiano, de carácter abiertamente antisemita y nacionalista, muchos de
cuyos miembros terminaron engrosando las filas del partido nazi. Es algo que no
debería sorprendernos si tenemos en cuenta que el mayor antisemita de la
historia alemana después de Adolf Hitler fue, precisamente, Martín Lutero, el
fundador del protestantis- mo. El consejo de Lutero relativo a los judíos era:
«Primero, sus sinagogas o iglesias deben quemarse... Segundo, sus casas deben
asimismo ser derribadas y destruidas... En tercer lugar, deben ser privados de
sus libros de oraciones y talmudes en los que ense- ñan tanta idolatría,
mentiras, maldiciones y blasfemias. En cuar-
1. Der Gerade Weg, núm. 37, 11 de
septiembre de 1931.
5. Ibid.
6. Lacroix-Riz,
Annie, Le Vatican, 1'Europe et le Reich,
de la premiére guerre mon- diale a la guerre froide, Armand Colin, París,
tercera edición.
54
EL PAPA DE
HITLER. PIÓ XII Y EL TERCER REICH
to lugar, sus rabíes deben tener prohibido, bajo pena de
muerte, enseñar jamás...».2
El nombramiento de Hitler como canciller
fue aplaudido por los protestantes, mientras que los obispos católicos
condenaron las teorías nazis mediante las siguientes prohibiciones:
•
Los católicos no podían pertenecer al Partido
Nacionalso- cialista ni asistir a sus concentraciones.
•
Los miembros del partido no podían recibir los
sacramen- tos ni ser enterrados como cristianos.
•
Los nazis no podían asistir en formación a ningún acto
ca- tólico, incluidos los funerales.3
A consecuencia de esto, el partido
católico Zentrum fue apo- yado y votado en masa por los judíos.
No obstante, este panorama iba a cambiar
de manera radical con el nombramiento del arzobispo Eugenio Pacelli, antiguo
nuncio de Su Santidad en Alemania, y futuro Pío XII, como se- cretario de
Estado del Vaticano.
Inmediatamente después de su ordenación
como obispo en 1917, Pacelli tuvo que dejar Roma para establecerse en Alema-
nia, donde permaneció los siguientes trece años. Curiosamen- te, la nunciatura
se encontraba en Munich, frente al edificio que más tarde se convertiría en la
Casa Marrón, la cuna del nazismo.
Pacelli se encontró un país
desestructurado y destruido por la guerra. Nada más llegar fue testigo de la
revolución proletaria en Munich en 1918. En una carta a Gasparri, describió así
los acon- tecimientos:
2. Encyclopedia
Judaica, volumen III, McMillan, Nueva York, 1971. Cita de Acerca de los judíos y sus mentiras,
Martín Lutero, 1543. 3. Cornweil, John, op.
cit.
55
Un ejército de trabajadores corría de un lado a otro dando órde- medio,
una pandilla de mujeres jóvenes, de dudosa apa- riencia judías como todos los
demás, daba vueltas por las salas con sonrisas provocativas, degradantes y
sugestivas. La jefa de esa pan- dilla de mujeres era la amante de Levien
[dirigente obrero de Mu- nich], una joven mujer rusa, judía y divorciada [...].
Este Levien es un hombre joven, de unos 30 o 35 años, también ruso y judío.
Páli- do, sucio, con ojos vacíos, voz ronca, vulgar, repulsivo, con una cara a
la vez inteligente y taimada.4
Pero la misión principal de Pacelli tenía
que ver poco con su evidente antipatía personal hacia los revolucionarios
judíos. A pesar de su mayoría protestante, Alemania contaba con una de las
mayores poblaciones del planeta. Además, la Iglesia había gozado
tradicionalmente de una amplia autonomía garantizada por una serie de concordatos
con los gobiernos regionales. Una de las principales misiones de Pacelli en
Alemania era «la impo- sición, a través del código de derecho canónico de 1917,
de la suprema autoridad papal sobre los obispos católicos, clérigos y fieles».5
Para lograr este fin, tuvo que renegociar
los concordatos existentes con los Estados regionales alemanes y propiciar una
alianza entre todas las fuerzas de la derecha alemana6 con la es-
peranza de poder negociar un concordato con la propia nación alemana que
sirviera para solidificar definitivamente la autoridad del Vaticano.
4. Cornweil,
John, op. cit.
5. Ibid
6 Lacroix-Riz, Annie, Le Vatican, lEurope et le Reich, de la premiere
guerre mondiale a la guerre froide.Armand Colin, Paris, tercera
edición
56
CAMBIO DE TÁCTICA
A pesar de los incendiarios comentarios de sus correligiona-
rios sobre temas religiosos, el fervor fanático de Hitler no nublaba en
absoluto su juicio. Sabía perfectamente que, le gustase o no, el éxito del
Tercer Reich pasaba necesariamente por mantener unas buenas relaciones con el
Vaticano. En su obra Mein Kampf (Mi
lucha) recuerda a sus lectores como el partido católico venció al mismísimo
Bismarck cuando éste intentó hacer una política denominada Kulturkampf (Lucha cultural).7 En aquella época, los colegios
religiosos pasaron a ser controlados por el Estado, la Compañía de Jesús fue
pro- hibida, comités laicos se hicieron cargo de las propiedades de la Iglesia
y los obispos que se resistieron a estas medidas fue- ron multados, arrestados
o tuvieron que exiliarse. Sin embar- go, el resultado fue el contrario del
esperado. La oposición católica se unió ante la amenaza común, cristalizando
esta alianza en la creación de un poderoso partido católico, el Zentrum.
Hitler tenía muy claro que el
nacionalsocialismo no podía permitirse el lujo de incurrir en los mismos
errores que la Kul- turkampf, así que
decidió incorporar el cristianismo al texto de sus discursos, presentando a los
judíos no sólo como los enemigos de la raza aria, sino también de toda la cristiandad:
«No importa si el judío individual es decente o no. Posee
cier- tas características que le han sido dadas por la naturaleza y nunca podrá
librarse de ellas. El judío es dañino para nos- otros... Mis sentimientos como
cristiano me inclinan a ser un luchador por mi Señor y Salvador. Me llevan a
aquel hombre
7. Hitler,
Adolf, Mein Kampf, 1925.
S7
que, alguna vez solitario y con sólo unos pocos seguidores,
re- conoció a los judíos como lo que eran, y llamó a los hombres a pelear
contra ellos... Como cristiano, le debo algo a mi pro- pio pueblo».8
Además, no hay que olvidar que el propio
Hitler era católi- co. De niño asistía a clases en un monasterio benedictino,
cantaba en el coro y, según su propio relato, soñaba con ser ordenado
sacerdote.9 Hitler nunca renunció a su catolicismo:
«Soy ahora, como antes, un católico, y siempre lo seré»,
enfa- tizó a uno de sus generales.10 La Iglesia, por su parte,
premió esta fidelidad no excomulgándole a pesar de sus múltiples ex- cesos.
Por su parte, el recién nombrado
secretario de Estado, el cardenal Pacelli, estaba igualmente interesado en
mejorar las relaciones con la Alemania de Hitler. En esta alianza, Pacelli veía
dos ventajas muy importantes. Por un lado, Hitler era una garantía de que el
comunismo no fructificaría en Alema- nia. El comunismo era el gran enemigo en
la época del ponti- ficado de Pío XI, que sostenía que «el comunismo es intrín-
secamente perverso porque socava los fundamentos de la concepción humana,
divina, racional y natural de la vida mis- ma y porque para prevalecer necesita
afirmarse en el despotis- mo, la brutalidad, el látigo y la cárcel». Por otro
lado, contar con los favores del Führer podría conducir a la firma de un
concordato tan ventajoso como el establecido con Mussolini en su día.
8.
Hitler's
Third Reich: A Documentary History, editada por L. Snyder, Nelson-
Hall, Chicago, 1981. Cita del discurso pronunciado el 12 de abril de 1922 e
impreso en el Volkischer Beobachter
el 22 de abril de 1922.
9.
Shirer, William L., The Rise ana fall ofthe Third Reich, Simón & Schuster, Nue-
va York,
1960.
10. Toland,
John, Adolf Hitler, Doubleday, Nueva
York, 1976. Cita de Heeresadju- tant bei
Hitler, 1938-1943, del general G. Ángel, 1974.
58
r-L. rm-A uc. tlllLUK. t^lU \ll Y tL ItíRCER REICH
LA POLÍTICA HACE EXTRAÑOS COMPAÑEROS DE CAMA...
Pacelli contaba con la ventaja que le proporcionaba su
período como nuncio en Alemania y estaba sumamente familiarizado con los
entresijos políticos del país. Tenía, además, múltiples con- tactos en el
Zentrum; el más importante de ellos era su gran amigo Ludvig Kaas, un sacerdote
que llegó a presidente de esta formación política. A través de Kaas, Pacelli
presionó al partido para que negociara una alianza con Hitler. Cuando Heinrich
Brüning fue elegido canciller, Pacelli le sugirió que le ofreciera a Hitler un
puesto en el gabinete. Al quedar patente que el canciller no estaba dispuesto a
atender semejante suge- rencia, tanto el Vaticano como el presidente de su
propio par- tido le retiraron su apoyo, dejando al gobierno a merced de sus
enemigos.
Brüning fue finalmente sustituido por
Franz von Papen, que a instancias de Kaas convenció al presidente Hindenburg,
que a la sazón miraba con recelo y desdén a los nazis, para que llamara a
Hitler para formar gobierno. Adolf Hitler fue nombrado canci- ller alemán el 28
de enero de 1933. Su partido, el nacionalsocia- lista, estaba en minoría, pero
Hitler tardó sólo tres días en con- vocar nuevas elecciones.
En la campaña electoral para las
elecciones del 5 de marzo de 1933, se hizo patente, por primera vez, la
oposición entre el na- cionalsocialismo y el mundo católico. El 16 de febrero
de 1933, en un comunicado recibido en la secretaría de Estado del Vatica- no,
el nuncio monseñor Cesare Orsenigo decía: «La lucha electo- ral en Alemania ha
entrado ya en su climax [...]. Por desgracia, también la religión católica es
utilizada con frecuencia por unos y por otros con objetivos electorales. El
Zentrum cuenta natural- mente con el apoyo de casi la totalidad del clero y de
los católi- cos y, con tal de lograr la victoria, actúa sin preocuparse de las
59
ponencias
que podrían derivarse para el
catolicismo
penosas consecucuencias quw podrían derivarse para el
catolicismo
en caso de una victoria adversaria».
Fn las elecciones del 5 de marzo, los
nazis lograron diecisiete millones de votos. Pero, con todo, la mayoría seguía
rechazando a Hitler, ya que ese resultado sólo representaba un 44 por 100.
Hitler no tenía en el Reichstag los dos tercios necesarios para ha- cer su
revolución y establecer la dictadura con el consentimiento del Parlamento.
Decidió entonces recurrir a un procedimiento extraordinario recogido en la
Constitución alemana y pedir al Reichstag la aprobación de una ley de plenos
poderes. Esto le conferiría a su gabinete facultades legislativas durante los
si- guientes cuatro años.
Sin embargo, se necesitaban dos tercios
de la Cámara para aprobar una ley como ésa. Para cumplir este trámite
parlamenta- rio, los nazis precisaban del apoyo del Zentrum, que se había
mantenido fuerte con un 14 por 100 de los votos. Este apoyo lo condicionó el
cardenal Pacelli a la firma de un concordato con el Vaticano. Kaas utilizó este
compromiso, que calificó como «el éxito más grande que se haya conseguido en
cualquier país en los últimos diez años»,11 y pudo reunir los apoyos
parlamentarios que necesitaba Hitler, que de esta forma subió al poder gracias
a las gestiones secretas de la Santa Sede. Con una mayoría absolu- ta por
escaso margen, los nazis aprobaron la ley de plenos pode- res, que supuso que
las relaciones entre los nazis y el Vaticano subieran a un nuevo nivel.
A partir de ese momento, la Iglesia
alemana se vio forzada a reconsiderar su actitud anterior hacia los nazis: «Sin
revocar el juicio expresado en declaraciones previas respecto a ciertos erro-
res éticos y religiosos, el episcopado tiene confianza en que las
11. Lewy, Guenter, The
Catholic Church and Nazi Germany, Da Capo Press, Nueva York,2000.
6o
ni-, I-AFA UtL MI 1 LHK. MU All Y h.L 1 tíKCER RE1CH
prohibiciones generales y avisos no necesiten ser tenidos en
cuen- ta más. Para los cristianos católicos, para los que la voz de la Iglesia
es sagrada, no es necesario en este momento hacer admo- niciones especiales para
que sean leales al gobierno legalmente establecido y cumplir concienzudamente
para con los deberes de la ciudadanía, rechazando por principio todo
comportamiento ilegal o subversivo». De esta manera, el potencial de oposición
al nazismo de veintitrés millones de católicos alemanes quedaba anulado. Como
muestra del cambio de clima entre la Iglesia y el nazismo se permitió que los
católicos se afiliaran al partido y se volvió a administrar los sacramentos a
los nazis, incluso a aque- llos uniformados.
ANTES LA LEY QUE LA CONCIENCIA
Como sucedió anteriormente en Italia, el partido católico, en
este caso el Zentrum, quedaba entregado e indefenso en manos del
dictador. Hitler cumplió su parte del trato y el concordato se ter- minó de
redactar el 1 de julio de 1933. Convencidas ambas par- tes de las ventajas que
ofrecía el acuerdo, su negociación sólo duró ocho días. También, como en el
caso italiano, los términos del acuerdo eran sumamente favorables para la
Iglesia. Los cató- licos alemanes quedaban sujetos al código de derecho
canónico, las obras sociales de la Iglesia recibirían apoyo popular y no se
tolerarían críticas públicas a la doctrina católica. Aquí también hubo un
sustancioso apartado económico que tomó forma con el establecimiento del Kirchensteuer, un impuesto aplicable a
todos los católicos alemanes.12
12. Yailop,
David, op. cit.
61
Este impuesto supuso un enorme caudal de
recursos económi- cos para la Iglesia, ya que se deducía directamente de la
nómina de los trabajadores y suponía un 9 por 100 del total del salario bruto.
Millones de marcos fluyeron en este concepto hasta casi el final de la Segunda
Guerra Mundial. Llama poderosamente la atención que este impuesto, negociado y
establecido por Hitler, aún esté vigente en Alemania, y que constituya por sí
solo entre el 8 y el 10 por 100 de lo que recauda la hacienda germana.
A cambio de tanta generosidad, Hitler sólo
pidió un pequeño favor añadido: la disolución del Zentrum, petición que Pacelli
le concedió: «Se empeñaron en hacer un concordato a toda costa, y la
consecuencia fue la caída del partido católico Zentrum, lo que dejaba el campo
libre a Hitler».13 Además, Hitler se reservó como garantía el
artículo 16 del concordato, según el cual todos los obispos alemanes estaban
obligados a realizar el siguiente ju- ramento ante la Reichsstatthalter (la bandera del Tercer Reich):
«Juro ante Dios y sobre los Santos Evangelios y prometo, al
con- vertirme en obispo, ser leal al Reich alemán y al Estado. Juro y prometo
respetar al gobierno constitucional y hacerlo respetar por mis clérigos». El
cardenal arzobispo emérito de Barcelona, Ricard María Caries, dijo el 26 de
abril de 2005, en una entrevis- ta a TV3, que «obedecer antes la ley que la
conciencia lleva a Auschwitz», en referencia a la obligatoriedad de los
funcionarios de celebrar bodas homosexuales. Sin meternos en el asunto de las
bodas, creemos que esa frase es perfectamente aplicable a los obispos que
realizaron aquel juramento.
Juramentos aparte, como ya había sucedido
con Mussolini, el entendimiento político no tenía nada que ver con la simpatía
per- sonal. Como explicaba su colaboradora cercana, sor Pasqualina,
13. Vivas, Ángel, «David Solar reconstruye El último día de Adolf Hitler», El Mun- do,
27 de junio de 2002.
62
^ r/ii-A un ni i
LHK.. l-iu All Y
tL 1 h,K(JER REICH
y que confirmaron otros testigos, Pacelli decía de Hitler
lindezas como: «Este hombre está completamente exaltado; todo lo que dice y
escribe lleva la marca de su egocentrismo; es capaz de pi- sotear cadáveres y
eliminar todo lo que le suponga un obstáculo. No llego a comprender como hay
tantas personas en Alemania que no lo entienden y no saben sacar conclusiones
de lo que dice o escribe. ¿Quién de éstos al menos se ha leído su espeluznante Mein Kampf?».
HORST WESSEL
Ajeno a estas opiniones, Hitler, a quien el papa piropeó
diciendo que era el estandarte más indicado contra el comunismo y el ni-
hilismo,14 estaba encantado con el trato y «expresó la opinión de
que podía ser considerado como un gran logro. El concorda- to daba a Alemania
una oportunidad y creó un área de confian- za que fue particularmente
significativa en el desarrollo de un frente contra la judería internacional».15
Con el concordato, Hitler recibió el mejor regalo que le podía hacer Roma para
re- frendar su golpe parlamentario. En el Consejo de Ministros ce- lebrado el
11 de julio de 1933, Hitler exponía ante el gabinete las ventajas del acuerdo,
que, según él, se centraban en tres as- pectos principales:
•
La Santa Sede se había visto finalmente obligada a
negociar con un partido al que había considerado anticristiano y enemigo de la
Iglesia.
14. García de Cortázar, Fernando y Lorenzo Espinosa, José
María, Los pliegues de la tiara. Los
Papas y la Iglesia del siglo XX, Alianza Editorial, Madrid, 1991. 15.
Cornweil, John, op. cit.
63
• El
juramento de los obispos sometía a éstos al Estado y al gobierno del Reich, un
hecho que habría sido impensable apenas unos meses antes.
•
La Iglesia renunciaba a la actividad política, dejando
ma- nos libres a los nazis para operar a su antojo.
El acto de la firma tuvo lugar el 20 de
julio de 1933. Los fir- mantes fueron Von Papen, en representación del Estado
alemán, y Pacelli, en la del Vaticano. Las declaraciones públicas fueron de
gran satisfacción por ambas partes. En una carta a los miembros del partido
fechada el 22 de julio, Hitler se congratulaba dicien- do: «El tratado muestra
al mundo entero, clara e inequívocamen- te, que la afirmación de que el
nacionalsocialismo es hostil a la religión es falsa». Por su parte, el nuncio
Orsenigo celebró una misa solemne de acción de gracias en la catedral de
Berlín, finali- zándola con la entonación del Horst Wessel Lied, el himno del partido nazi:
La bandera
en alto, / la compañía en formación cerrada, / las S.A. marchan / con paso
decidido y silencioso.
Los
camaradas / caídos en el frente rojo / marchan en espíritu / en nuestra
formación.
La calle
libre / por los batallones marrones, / la calle libre / por los soldados que
desfilan.
Millones,
llenos de esperanza / miran la esvástica; / el día rompe, / para el pan y la
libertad.
Por última
vez / es lanzada la llamada, / para la pelea / todos es- tamos listos.
Pronto
ondearán las banderas de Hitler / en cada calle / la escla- vitud / durará tan
sólo un poco más.16
16. Die Fahne hoch / Die Reihen fest geschiossen / S.A.
marschiert / Mit ruhig fes- tem Schritt.
64
_„..„„ ^^
.^^. ,-^, AII Y EL TERCER REICH
Poco imaginaba Horst Wessel que el himno
que compuso pa^ el partido nazi acabaría siendo entonado en una catedral
católi, ca. Hijo de un pastor protestante, abandonó sus estudios de De- recho
en 1926 para unirse a los camisas pardas de Hitler. Su no- table inteligencia y
la fuerza de su convicción política hicieron que Joseph Goebbeis se fijara en
él, y en 1928 lo enviase a Viena con la misión de organizar las juventudes del
partido en la capi- tal austríaca. Wessel era un activista extremadamente
violento. A su regreso a Alemania organizó el ataque contra un local del Par-
tido Comunista, que se saldó con varios heridos. Esto provocó que Heinz
Neumann, editor del diario comunista Bandera
Rofa, llamase a los miembros del partido a «golpear a los fascistas dondequiera
que se encuentren».
El 14 de enero de 1930, Wessel mantuvo
una agria disputa con su casera, que, a la sazón, era viuda de un antiguo
miembro del Partido Comunista. Las versiones de la pelea son muy diver- sas.
Parece ser que la casera afirmaba que Wessel se negaba a pa- gar la renta (o
que se la pretendió subir y aquél se negó a pagar la diferencia). La situación
pasó a mayores y la viuda afirmó que Wessel la amenazó con golpearla. La
discusión derivó hacia la novia de Wessel, que vivía con él, y que o bien era
prostituta o bien lo había sido, y el activista nazi estaba ayudándola en su
re- habilitación. En lugar de acercarse a la policía, la rentera fue a pedir
ayuda a una taberna local frecuentada por comunistas. Es-
Kam'raden
die Rotfront / Und Reaktion erschossen / Marschier'n im Geist / In un-
sern Reihen
mit.
Die StraEe
freí / Den braunen Batallionen / Die StraSe freí / Dem Sturmabteilungs-
mann.
Es schau'n aufs Hackenkreuz / Voll Hoffung schon Millionen /
Der Tag für Freiheit / Und für Brot bricht an.
Zum letzen Mal / Wird nun Appell geblasen / Zum Kampfe steh'n
/ Wir alie schon bereit.
Baid flattern Hitler-fahnen / Über alien Strafien / Die
Knechtschaft dauert / Nur mehr kurze Zeit.
65
tos vieron la oportunidad de vengarse de Wessel por el ataque
anterior. Dos hombres, Ali Höhler y Erwin Rückert, un miembro activo del
partido, fueron al departamento de Wessel. Al abrirles éste la puerta, Höhler
le disparó en la cabeza. Horst Wessel falle- ció varias semanas más tarde a
causa de las heridas. El altercado fue explotado de modo propagandístico tanto
por los nazis como por los comunistas, que presentaron a Wessel como un
proxene- ta y un degenerado. Mientras tanto, los nazis organizaron un fu- neral
público para el nuevo mártir de la causa al que acudieron treinta mil personas.
Durante su desarrollo se cantaron unos ver- sos que el propio Wessel había
escrito meses atrás, los mismos que unos años después se entonarían en la
catedral de Berlín.
CON PROFUNDA ANSIEDAD
Tras la firma del concordato, y con el dinero de los
contribuyen- tes alemanes fluyendo ya hacia las arcas de la Santa Sede, el
Vati- cano se mostró durante una larga temporada misteriosamente si- lencioso
respecto a las actividades de los nazis. Ni siquiera la Noche de los Cuchillos
Largos del 30 de junio de 1934 fue sufi- ciente para romper este mutismo, a
pesar de que en aquel san- griento ajuste de cuentas nazi no sólo cayeron
miembros del pro- pio partido, sino prominentes personajes de la derecha
católica vinculados al Zentrum.
El 2 de agosto de 1934 falleció el
presidente alemán, el maris- cal Hindenburg. Tan sólo una hora después se
anunció que se unificaban los puestos de presidente y canciller en la persona
de Adolf Hitler. Se convocó un plebiscito para ratificar la medida y, gracias a
la poderosa maquinaria de propaganda nazi en manos de Goebbeis, el día 19 de
ese mismo mes el pueblo alemán votó afirmativamente por abrumadora mayoría,
convirtiéndose Adolf Hitler en amo absoluto de Alemania. A partir de ese
momento 66
EL PAPA DE
HITLER. PIÓ XII Y EL TERCER REICH
comenzó un sistemático acoso a los católicos alemanes. De he-
cho, se puede decir que los únicos términos del concordato que respetó Hitler
fueron los económicos. La situación alcanzó tal extremo que en enero de 1937
una delegación compuesta por tres cardenales y tres obispos alemanes llegó al
Vaticano para im- plorar el amparo del papa ante los desmanes de Hitler.
Los delegados se encontraron con la
desagradable sorpresa de un Pío XI gravemente enfermo que los recibió en su
dormitorio ante la imposibilidad de levantarse de la cama. El papa no desco-
nocía la situación que venían a expresarle los prelados alemanes. En los
últimos años había tenido que firmar más de treinta notas de protesta dirigidas
al gobierno alemán.17
Tras aquella visita, Pío XI decidió que
su paciencia ya se había agotado y, pese a su precario estado de salud, decidió
publicar una encíclica —Mit brennender
Sorge (Con profunda ansie- dad)— que fue leída en todos los pulpitos de
Alemania el 14 de marzo de 1937. La carta, en cuya elaboración intervinieron
tanto Pacelli como el cardenal Faulhaber, tuvo que ser introducida a escondidas
en Alemania. En ella, entre otras cosas, se denunciaba que el culto a Dios
estuviera siendo sustituido por un culto a la raza. La tesis principal del
texto era contraponer el liderazgo pa- pal cuando se trata de hacer frente a un
régimen hostil que pre- tendía subordinar la Iglesia al Estado. La primacía del
papa se desarrollaba mediante cuatro argumentos:18
1. La
primacía es asignada al papa por las Sagradas Escritu- ras.
2. La
primacía del papa es la principal garantía contra la divi- sión y la ruina.
17. McBrien,
Richard P., op. cit.
18. Alien, John
L., All the Pope's Men: The Inside Story
of How the Vatican Really Thinks, Doubleday, Nueva York, 2004.
67
BIOGRAFÍA NO
AUTOR1Z.AÜA UhL VAIILJAINU
3. Sólo
la primacía del papa cualifica a la Iglesia para su mi- sión de evangelización
universal.
4. La
primacía del papa asegura que la Iglesia mantiene su ca- rácter sobrenatural.
LA ENCÍCLICA PERDIDA
Sin embargo, los católicos alemanes necesitaban algo más
tangi- ble que la primacía del papa para vivir entre los nazis. Los defen-
sores del Vaticano suelen presentar esta encíclica como la prueba de cargo de
la condena de la Santa Sede a las actividades de Hi- tier. Es posible que así
sea, pero lo que no se puede discutir es que era una condena muy tibia, en la
que en ningún momento se hablaba de manera explícita del antisemitismo, ni se
mencionaba por su nombre a Hitler o al nacionalsocialismo.
No obstante, la encíclica llegó en un
momento en que los na- zis tenían la guardia baja y Hitler, enfurecido ante lo
que consi- deró una traición, recrudeció la represión contra los católicos
alemanes. Pacelli, en su puesto de secretario de Estado, intentó en vano
templar la situación. Pío XI miraba cada vez con mayor desagrado a los
dictadores de Alemania e Italia, y su aversión se acrecentó en la medida en que
los fascistas italianos fueron adop- tando cada vez más las doctrinas nazis, en
especial en lo referen- te a asuntos raciales.
En el verano de 1938, muy irritado por la
confiscación de di- versas propiedades religiosas por los nazis y por su
abierto acoso a los sacerdotes católicos, el papa decidió preparar una nueva
en- cíclica, Humani generis unitas (La unidad
del género humano), en la que denunció de forma mucho más decidida las
tácticas te- rroristas de los seguidores de Hitler. Esta encíclica habría sido
elaborada por un grupo de eruditos jesuítas en Roma dirigidos por John LaFarge
y completada el 10 de febrero de 1939. 68
El 15 de junio de 1938, LaFarge, de paso
por Roma, fue lla- mado de improviso por Pío XI. El papa le comunicó que tenía
en mente preparar una encíclica contra el racismo nazi. LaFarge no lo sabía,
pero Pío XI había leído con suma atención su Interracial Justice, un libro donde el joven jesuíta había
explicado de manera didáctica e inapelable que la división del género humano en
razas no tenía ni fundamento científico, ni base biológica alguna, no era más
que un mito que servía para mantener los privilegios de las clases sociales más
favorecidas. La encíclica preparada por La- Farge era un documento en el que el
Vaticano plantaba cara al nazismo... El único problema es que esa encíclica
jamás vio la luz.
La historia de la encíclica perdida surgió
por primera vez en 1972,19 y desde entonces ha sido motivo de
polémica. Al parecer, existe una copia que fue encontrada en 1997 entre los
documen- tos personales del cardenal Eugéne Tisserant. Intimo colaborador de
Pío XI, Tisserant ordenó que, tras su muerte, esta encíclica, junto con otros
papeles igualmente comprometedores para la Iglesia, fueran custodiados en una
caja de seguridad de un banco suizo.20 La trascendencia de este
documento es enorme. De ha- berse publicado, es posible que incluso hubiera
podido cambiar la historia del mundo tal como la conocemos actualmente. No sólo
habría variado drásticamente la forma en que los católicos alemanes, y del
resto del mundo, miraban el Tercer Reich, sino que posiblemente habría servido
de advertencia a Hitler, hacién- dole más cauto, sobre todo en la aplicación de
su política racial, que, no lo olvidemos, tuvo como resultado la muerte de seis
mi- llones de personas, asesinadas en las más horribles circunstancias
imaginables.
19. Castelli,
Jim, «The Lost Encyclical», National
Catholic Repórter, 15 de diciem-
bre de 1972.
20. Passelecq,
Georges y Suchecky, Bernard, The Hidden
Encyclical ofPius XI, Har- vest. Nueva York, 1998.
69
BIOüRAMA MU
AUlUKl^AüA ÜE.L VAii^.ruNü
UN TEXTO VALIENTE
Al contrario de lo que sucedía con la encíclica anterior,
este texto no era ambiguo en lo concerniente a la condena de la persecu- ción
de los judíos y, de haberse editado, los defensores de la polí- tica vaticana
durante el período hitleriano tendrían un sólido ele- mento que mostrar a sus
detractores. Algunos de los párrafos de la encíclica son tan elocuentes como
éstos:
«... Aquí proclaman rígidos ideólogos
la unidad de la nación como valor supremo. Allí ensalza un dictador las almas a
través de ebrias llamadas a la unidad de raza...» (p. 1).
«En esta hora, en la que tantas teorías
contradictorias precipitan al hombre hacia una sociedad caótica, la Iglesia se
ve en la obliga- ción de hablar al mundo» (p. 2).
«La respuesta de la Iglesia al
antisemitismo es clara e inequívo- ca» (p. 148).
A pesar de todo, el texto seguía, en
parte, impregnado de la tradicional inquina de la Iglesia católica hacia el
judaismo.
La sección de la encíclica no publicada
que trata del racismo es irreprochable, pero las reflexiones que contiene sobre
el ju- daismo y el antisemitismo, pese a sus buenas intenciones, están
impregnadas del antijudaísmo tradicional entre los católicos. Los judíos,
explica el texto, fueron responsables de su destino. Dios los había elegido
como vía para la redención de Cristo, pero lo rechazaron y lo mataron. Y ahora,
«cegados por sus sueños de ganancias terrenales y éxito material», se merecían
la «ruina es- piritual y terrenal» que había caído sobre sus espaldas.
En otro apartado, el texto concede crédito
a los «peligros es- pirituales» que conlleva «la frecuentación de judíos, en
tanto continúe su descreimiento y su animosidad hacia el cristianis- mo». Así
pues, la Iglesia católica, según el texto, estaba obligada
70
£,L I-AI-A un Mi ILUR.
Flü Xll Y EL TERCER REICH
«a advertir y ayudar a los amenazados por los movimientos re-
volucionarios que esos desdichados y equivocados judíos han im- pulsado para
destruir el orden social».21
La fecha prevista para la publicación del
documento era el 12 de febrero de 1939. El original esperaba en el despacho del
papa para que, en cuanto su delicada salud se lo permitiera, estampara su firma
en él, momento en el cual todo estaba ya preparado en la imprenta vaticana para
la producción de miles de copias que serían distribuidas por todo el mundo.22
Sin embargo, en el Vati- cano había un amplio sector que miraba con aprensión
la publi- cación de esta encíclica, en especial debido a los imprevisibles
efectos que podría tener en las relaciones entre la Santa Sede y el gobierno
alemán, que a través del Kirchensteuer
había pasado a convertirse en uno de los principales financiadores del
Vaticano.
EL PAPÁ DE CLARETTA
Desgraciadamente, el papa no vivió lo suficiente para avisar
al mundo de los peligros del fascismo, como era su deseo, y, tal vez, evitar la
guerra que se vislumbraba en el horizonte. Murió el 10 de febrero, tan sólo dos
días antes de la fecha prevista para la publicación de la encíclica. No tuvo
tiempo para pronunciar su violento discurso contra el fascismo y el
antisemitismo; su encí- clica tuvo que esperar cincuenta y seis años para ver
la luz.23
La muerte de Pío XI estuvo rodeada de una serie de circuns-
tancias, como poco, peculiares. Al parecer, Mussolini realizó
in-
21. Cornweil, John, op.
cit. 22. Manhattan, Avro, Murder
in the Vatican: American, Russian and Papal Plots, Ozark Books,
Springfield, 1985.
23. Meyer,
Jean, «Del antijudaísmo al genocidio», Istor,
revista de historia, núm. 5,
verano de
2001.
71
tensas gestiones para que el doctor Francesco Petacci, padre
de Clara Petacci, la amante del Duce, fuera nombrado médico del papa. Algunas
fuentes apuntan a que la insistencia en este nom- bramiento vino a raíz de una
filtración a través de la cual Mus- solini se enteró de la existencia del
proyecto de la encíclica. Sea como fuere, lo cierto es que existen opiniones de
que el doctor Petacci actuó de forma sumamente irresponsable, desoyendo los
consejos de otros médicos que acudían a visitar al pontífice y negándose a
aplicar los tratamientos por ellos recomendados. De hecho, pareció sentirse
bastante molesto con la plantilla mé- dica que estaba al cuidado del papa: un
total de cuatro médicos y dos enfermeras, lo que se tradujo en una visible
mejoría que, sin embargo, remitió los días 8 y 9 de febrero. A las 5.30 de la
madrugada del día 10, el papa fue declarado oficialmente muer- to. Al parecer,
nadie estaba junto a él en el momento de expirar y la última persona que le vio
con vida fue, precisamente, el doctor Petacci.
Nada más producirse la muerte del papa, el
doctor Petacci y el cardenal Pacelli tomaron una determinación insólita:
ordena- ron el inmediato embalsamamiento del cadáver, una práctica que había
sido abolida —como ya se vio— incluso en aquellos casos en los que las
circunstancias lo hubieran aconsejado, por ejemplo, la elevada temperatura
ambiente. También hubo un in- explicable retraso al hacer público el
fallecimiento del Santo Pa- dre. Una hora después de la muerte aún se rezaba en
la Santa Sede por su recuperación. Entre los papeles del cardenal Tisse- rant,
se encuentran sus diarios, en los que se relatan con todo lujo de detalles los
acontecimientos de aquella madrugada, así como la creencia de que el papa había
sido asesinado por medio de una inyección letal.24
24.
Herfling, Ludwig, Historia de la Iglesia,
Herder, Barcelona, 1981.
EL PAPA DE
HITLER. PIÓ XII Y EL TERCER REICH
El 2 de marzo de 1939, tras un cónclave
sorprendentemente rápido de apenas dos días de duración, el cardenal Pacelli
fue ele- gido papa, tomando el nombre de Pío XII. La elección de Pacelli había
coincidido con su 73 cumpleaños. La coronación de Pío XII tuvo lugar el 12 de
marzo de 1939. De la encíclica que aguardaba la firma de su antecesor nunca más
se supo.
73
4
EL BANCO DE
DIOS
EL
INSTITUTO PARA LAS OBRAS
DE RELIGIÓN
Son muchos los que
piensan que el Banco Vaticano es un mito. A fin de cuentas, ¿para qué necesita
el Vaticano un banco? Pero cerca de la puerta de Santa Ana, en pleno corazón de
la Santa Sede, se
encuentra el centro del que actualmente es la institución que más
especulaciones despierta de cuantas dependen de la Iglesia católi-
ca. Se denomina oficialmente Instituto para
las Obras de Religión, aunque la religión es lo menos importante cuando
hablamos de este organismo.
Cuando pensamos en el Vaticano, la mayor parte de nosotros
imaginamos, erróneamente, que el edificio custodiado con mayor celo es el que
alberga sus archivos secretos. En las bóvedas del Archivo Secreto descansan
algunos de los documentos históricos esenciales para entender la verdadera
historia del mundo occi- dental. Los archivos secretos del Vaticano fueron
segregados de la Biblioteca Vaticana en el siglo xvn por orden expresa del papa
Pío IV. Desde entonces, y hasta finales del siglo XIX, nadie fuera del personal
de más alto rango de la Santa Sede pudo volver a
poner su vista sobre estos documentos, lo que hizo avivar
siglos de rumores sobre su naturaleza. A día de hoy, los archivos secre- tos
todavía permanecen separados del resto de los fondos docu- mentales de la Santa
Sede. Los expertos con debida acreditación pueden consultar en la actualidad
ciertos documentos del archi- vo, todos ellos anteriores a 1922, final del
pontificado de Bene- dicto XV.
Sin embargo, algo que apenas se sabe es
que existen otros ar- chivos secretos en el Vaticano, un recinto en el que se
afirma que se guardan aquellos documentos capaces de afectar gravemente a la
Iglesia, sobre todo lo referente a asuntos doctrinales. Se trata del conocido
Penitenciario Apostólico, que contiene, al menos oficialmente, documentos
papales y textos de leyes canónicas así como otros materiales completamente
desconocidos fuera de la Santa Sede, ya que el acceso a este lugar está
prohibido. No obs- tante, salvo esta y alguna que otra excepción, los archivos
secre- tos son la colección principal.
Los archivos secretos del Vaticano tienen
unas proporciones ciclópeas, proporcionadas por dos mil años de acumulación de
información confidencial. Se calcula que en su interior se ali- nean cerca de
cincuenta kilómetros de estanterías repletas de material sobre el que hace
siglos no se posa mirada humana al- guna. Tan sólo el conocido como catálogo
selecto —la elabora- ción y publicación de índices del archivo está prohibida—
cons- ta de más de 35.000 volúmenes. Los archivos secretos del Vaticano
albergan, además, los servicios de conservación y res- tauración de documentos
más avanzados del mundo. Tanto celo no ha impedido que la totalidad de los
archivos anteriores al si- glo Vffl, repletos de material tan interesante para
el estudioso como toda suerte de textos heréticos, versiones alternativas de
las Sagradas Escrituras, etc., se haya perdido para siempre por razones que,
según la propia versión oficial del Vaticano, «no son realmente conocidas».
Sin embargo, y pese a ser este
archivo uno de los principales núcleos del secreto vaticano, no es ni el lugar
custodiado con más ahínco, ni el que posiblemente albergue los mayores y más
comprometedores hechos recientes de la Santa Sede.
En el corazón del Vaticano existe
una antigua torre fortificada construida en tiempos de Nicolás V como parte de
un proyecto que incluía una serie de edificaciones de carácter defensivo. Se
encuentra pegada al palacio Apostólico y enfrente de la imprenta del Vaticano.
En la actualidad, esta torre, perpetuamente custo- diada por la Guardia Suiza,
es la sede del Istituto per le Opere di Religione (Instituto para las Obras de
Religión [IOR]). Siempre se ha creído que en su interior se custodia todo lo
referente, pa- sado y presente, a las finanzas vaticanas. Pero la realidad es
mu- cho más sorprendente aún.
LA CASA DE LOS SECRETOS
Aun siendo muchos los secretos que
custodian los gruesos muros de la torre y quienes en ella trabajan, si algún
intrépido investiga- dor aprendiz de agente secreto consiguiera acceder a los
archivos del IOR se llevaría una notable decepción. La documentación del
instituto con más de diez años de antigüedad es sistemáticamente destruida, al
menos eso es lo que en su día dijo el abogado del Banco Vaticano, Franzo Grande
Stevens, para justificar que no hubiese ningún registro de la Segunda Guerra
Mundial. No se conservan facturas, memorandos o informes más allá de 1995. Se
trata de una organización muy peculiar, ya que por un lado es una institución
financiera oficial de un Estado soberano, pero Por otro funciona como una
institución de crédito ordinaria con multitud de importantes clientes que, ante
todo, incluso más allá de la rentabilidad, valoran la discreción de un banco
cuyo balan- ce y estado real de cuentas tan sólo es conocido por el
papa y
tres de sus cardenales. Ser una institución oficial de un
Estado soberano le otorga al IOR un plus de impunidad a la hora de ha- cer
frente a algún tipo de repercusión legal por sus actividades. Incriminar al
instituto en un proceso judicial del tipo que sea traspasaría las fronteras de
lo meramente jurídico para constituir un incidente diplomático de primer orden.
El IOR puede transferir fondos a cualquier
parte del mundo sin límite de cantidad o distancia, garantizando la total
opacidad de las transacciones ante cualquier mirada curiosa. Su funciona-
miento es autónomo y no tiene lazos ni está subordinado a nin- guna otra
institución de la Santa Sede.1 Ningún órgano, ni den- tro ni fuera
del Vaticano, ha sometido nunca al IOR a una auditoría.
La Ciudad del Vaticano alberga tres
instituciones financieras: el Patrimonio Apostólico de la Santa Sede, que hace
las veces de banco central vaticano, el Ministerio de Economía y el IOR. Re-
sulta curioso que un Estado de tan sólo ochocientos habitantes necesite de tres
instituciones financieras de gran calado. El IOR no responde ni ante el
Patrimonio Apostólico ni ante el Ministe- rio de Economía. Los informes del
organismo son materia reser- vada y sólo pueden ser revisados mediante una
autorización es- pecial del papa.2
El hermetismo del IOR llega a tal extremo
que en 1996 el car- denal Edmund Casimir Szoka, presidente de la Comisión
Pontifi- cia para el Estado Ciudad del Vaticano, una de las mayores auto-
ridades del gobierno de la Santa Sede, tuvo que reconocer que carecía de
autoridad y conocimientos en todo lo referente al ins-
1.
Reese, Thomas J., Inside
the Vatican, Harvard University Press, Cambridge, 1996.
2.
Levy, Jonathan, «The Vatican Bank», artículo en el
libro Everything You Know is Wrong: The
Disinformation Cuide to Secrets and Lies, varios autores, Disinformation Books,
Nueva York, 2002.
78
tituto. Para muchos inversores de alto nivel la propuesta que
se les hace desde los suntuosos salones del Vaticano no puede ser más
tentadora: la posibilidad de invertir cantidades astronómicas de dinero a
intereses que pueden alcanzar el 18 por 100, sin ries- go y de forma totalmente
confidencial.
A lo largo de su historia, el IOR se ha
convertido en una in- agotable fuente de escándalos para la prensa europea. Por
igual, reporteros sensacionalistas y los más serios y abnegados perio- distas
de investigación han empleado miles de horas de trabajo, y escrito centenares
de artículos y libros, intentando desentrañar la verdadera naturaleza de las
actividades de esta misteriosa ins- titución. Se ha hablado de relaciones con
la mafia, con el tráfico internacional de armas, de evasión de impuestos, de
escándalos financieros y de fondos y bienes ilimitados procedentes del oca- so
del Tercer Reich. Muchas de estas acusaciones no han sido más que intentos, más
o menos oportunistas, de crear morbo a costa del secreto que envuelve al
instituto; otras, en cambio, pa- recen más justificadas e incluso han dado
lugar a acciones lega- les, como las emprendidas en su momento por los
supervivientes del Holocausto, reclamando bienes y obras de arte que podrían
proceder de incautaciones hechas ilegalmente contra judíos du- rante el período
nazi, como el caso Alperin contra el Banco Va- ticano.
LA HUCHA DEL PAPA
Uno de los más peculiares artificios de las finanzas
vaticanas consiste en que cada cierto tiempo la Santa Sede hace públicos unos
informes financieros en los que detalla los balances econó- micos de todas y
cada una de las instituciones del Vaticano, a ex- cepción del Instituto para
las Obras de Religión, que ni siquiera es mencionado. Esta circunstancia hace
posible que aunque el in- 79
forme financiero del Vaticano declare déficit (tal es el caso
actual sin ir más lejos), el IOR cuente con unos activos que se cuantifi- can
en miles de millones de dólares.3 La misma titularidad del IOR es un
asunto no exento de misterio, al menos si atendemos a lo que al respecto dice
el propio Vaticano. Una de las mayores autoridades en este asunto era el
sacerdote Thomas J. Reese, au- tor de varios libros muy documentados sobre la
Santa Sede. En uno de ellos, Dentro del
Vaticano,4 hace una curiosa afirmación sobre a quién pertenece
realmente el instituto: «El IOR es el ban- co del Papa; en cierto sentido, se
puede decir que él es el único y exclusivo accionista. A él le pertenece y él
lo controla».
Esta afirmación es doblemente curiosa si
tenemos en cuenta que llamó la atención de los tribunales federales
estadounidenses, que en la época en que se publicó el libro buscaban pruebas
que pudieran señalar hacia la titularidad privada del IOR. La decla- ración del
padre Reese, que los abogados de la Santa Sede pre- sentaron ante el tribunal,
es, como poco, llamativa. El sacerdote negaba tener conocimiento alguno de las
finanzas vaticanas, echaba por tierra sus propias investigaciones y,
centrándose en la expresión «en cierto sentido», afirmaba que sus palabras
habían sido malinterpretadas: «Desconozco en calidad de qué actúa el
Papa en lo referente al Instituto».
Los documentos del Vaticano que hacen
referencia o afectan al funcionamiento de las finanzas de la Santa Sede están
todos ellos salpicados de afirmaciones como «siempre manteniendo in- tacto el
especial carácter del IOR», «sin incluir al IOR» o «con pleno respeto al
estatuto jurídico del IOR»,5 que subrayan la pe- culiaridad y
autonomía del instituto. Cuando en la época de Pa- blo VI el cardenal Egidio
Vagnozzi, amigo personal del papa, fue
3. Williams,
Paúl L., op. cit.
4. Reese,
Thomas J., op. cit.
5. Martín, Malachi,
op. cit.
So
puesto al frente de la prefectura de asuntos económicos de la
Santa Sede, llegó a decir, algo molesto por el continuo secreto que envolvía
las actividades del IOR, que «sería necesaria una combinación del KGB, la CÍA y
la Interpol sólo para tener un atisbo de dónde están los dineros».6
El particular sistema de gobierno de la
institución no favorece en absoluto su transparencia. El IOR tiene tres juntas
directivas independientes: una compuesta por cardenales, otra por banque- ros
internacionales y funcionarios de la institución y una direc- ción gerente que
se ocupa de los asuntos del día a día.
El origen del IOR hay que buscarlo en el
momento de la coro- nación del cardenal Pacelli como Pío XII. Aquella ceremonia
tuvo muchas diferencias respecto a las de sus recientes predeceso- res. Para
empezar, se celebró en la imponente basílica de San Pe- dro, en lugar de en la
mucho más recogida Capilla Sixtina. El nuevo pontífice insistió en que la
ceremonia fuera retransmitida al mundo entero a través de Radio Vaticana.
Además, fue el pri- mer pontífice en ser coronado con la tiara, esto es, la
triple coro- na que representa el triple poder del papa: padre de los reyes,
rector del mundo y vicario de Cristo. Hay otra interpretación simbólica que dice
que las tres coronas simbolizan a la Iglesia militante, la Iglesia sufriente y
la Iglesia triunfante en los últimos cien años. Todo ello eran claros indicios
de que el esplendor, la majestad y la gloria del Vaticano habían regresado.
LA DANZA DEL SOL
La ceremonia, en la que no se reparó en gastos, fue el
prólogo perfecto del que sin duda se puede definir como uno de los pon-
6. Yailop,
David, op. cit.
81
tificados más sólidos de la historia; Pío XII fue un papa
fuerte que llevó a la Santa Sede y a la Iglesia en la dirección que creyó más
conveniente. Era un hombre de gran carisma personal que condujo el Vaticano con
el rigor y la autoridad de los «papas re- yes» de antaño. Los burócratas de la
Santa Sede tenían que arrodillarse si recibían una llamada telefónica del
pontífice, el personal de servicio debía cumplir sus tareas en el más estricto
silencio y los jardineros se escondían tras los arbustos si el Santo Padre
salía a dar un paseo por los jardines.7 (Otro de los traba- jos
extra que tenían los jardineros vaticanos del período de Pío XII era el de
exterminar, en la medida de lo posible, todos los insectos, de forma que el
papa no se encontrara con ninguno, ya que los detestaba profundamente, sobre
todo las moscas.) Apar- te de esta pequeña rareza, también habría que destacar
su carác- ter marcadamente hipocondríaco, que trajo de cabeza a cuantos
doctores le trataron.
En el terreno político, una de las primeras
acciones que Pío XII llevó a la práctica fue la de intentar evitar el estallido
de la Segunda Guerra Mundial y predicar una paz basada en el dere- cho. Propuso
un programa de paz de cinco puntos, entre los que destacaban un desarme
general, el reconocimiento de los dere- chos de las minorías y un derecho de
independencia de las nacio- nes. Sus esfuerzos no lograron el fruto esperado.
Otra muestra de su fortaleza de carácter
la podemos encon- trar en el hecho de haber sido el único pontífice del siglo
xx en ejercer el Magisterio Extraordinario o, lo que es lo mismo, la in-
falibilidad papal, cuando en 1950 declaró oficialmente el dogma de la Asunción
de la Virgen a través de su encíclica Munificentis-
simus Deus. Ello fue una muestra más de su especial devoción por la Virgen,
expresada además en su iniciativa de declarar
7. Cornweil,
John, op. cit.
82
EL BANCO DE
DIOS. EL INSTITUTO PARA LAS OBRAS DE RELIGIÓN
1954 como año mariano y en su empeño personal por
promover el culto a la Virgen de Fátima.8
Esta afinidad con Fátima se debía,
tal vez, a que, presunta- mente, él mismo presenció uno de los hechos
milagrosos asocia- dos a esta aparición mariana: la danza del sol. El 13 de
octubre de 1917, el astro rey pareció comenzar a desplazarse por el cielo y
descender hacia las treinta mil personas que llenaban el valle de las
apariciones de Fátima, secando sus ropas, mojadas por la per- tinaz lluvia que
había caído. El sol descendió girando en zigzag, según relatan quienes allí
estaban. Pío XII aseguraba que él había presenciado un fenómeno semejante en
los jardines del Vaticano, y que incluso había recibido en ese instante
mensajes del cielo.9 El presunto milagro ocurrió los días 30 y 31 de
octubre y 1 de noviembre de 1950, aunque, por desgracia, el papa fue el único
que presenció el sorprendente fenómeno.
FUERA LOS MILANESES
El sesgo proalemán del nuevo papa, al que sus años de
nuncio en Alemania habían influido notablemente, pronto se hizo patente a
través de un estrechamiento de los lazos con el régimen de Hitler. Estas
relaciones se mantuvieron en un cauce de concordia gracias a la notable
influencia que tuvo sobre Hitler la confirmación del papa de que el arzobispo
Cesare Orsenigo continuaría como nuncio de Su Santidad en Berlín. Orsenigo, que
llevaba años des- empeñando ese puesto y que tenía reputación de hábil
diplomáti- co, había aprendido a moverse perfectamente en las procelosas aguas
de las estructuras de poder nazis. Otros analistas, mucho
8. McBrien,
Richard P., op. cit.
9. Manhattan,
Avro, Catholic Imperialism ana Worid
Freedom, Watts & Company, Londres, 1952.
83
BIOGRAFÍA NO
AUTORIZADA DEL VATICANO
más duros, han acusado al nuncio de ser un simpatizante
de los nazis y de contar entre sus amistades con un buen número de je- rarcas
hitlerianos.10 En cualquier caso, todo esto forma parte de la agria
polémica que lleva años abierta respecto al papel que la Santa Sede desempeñó
durante la Segunda Guerra Mundial. Como suele suceder, es muy posible que
ninguna de las posturas enfrentadas esté en plena posesión de la verdad.
El comienzo del pontificado de Pío
XII también supuso una revisión de la política interna del Vaticano. En aquel
momento, la figura de Bernardino Nogara empezaba a verse empañada por la acción
de lenguas envidiosas que difundían rumores de todo tipo: desde que el
financiero estaba dilapidando los bienes de la Iglesia hasta que pertenecía a
una diabólica logia masónica, pa- sando por la malversación de fondos.
Lógicamente, aquellos ru- mores terminaron por llegar a oídos del papa, que,
muy alarma- do, designó a un grupo de colaboradores para que investigaran
discretamente al financiero vaticano, tanto en su vida personal como
profesional. Había otro motivo importante para recelar de Nogara: su profunda y
mal disimulada antipatía hacia los alema- nes, que se traducía en que tan sólo
una cantidad ridicula del di- nero que administraba fuera invertida en aquel
país.n
Sin embargo, los resultados de la
investigación sirvieron para demostrar que las lenguas envenenadas que rodeaban
a Nogara no tenían más fundamento que el rencor y la envidia. Además, el nuevo
papa era romano, y muchos romanos de la Santa Sede vie- ron en esta
circunstancia la oportunidad de acabar de una vez por todas con la influencia
del clan de milaneses protegidos por Pío XI, del que Bernardino Nogara era una
de las cabezas visibles.12
10.
Wills, Garry, Papal
Sin: Structures ofDeceit, Doubleday, Nueva York, 2000.
11.
Chernow, Ron, op.
cit.
12.
Pollard, John F., Money
ana the Rise of the Modern Papacy: Financing the Vati- can, 1850-1950,
Cambridge University Press, Cambridge, 2005.
EL BANCO DE
DIOS. EL INSTITUTO PARA LAS OBRAS DE RELIGIÓN
Se rumoreaba que monseñor Tardini, romano y número dos
de la poderosa secretaría de Estado, podía haber desempeñado algún papel en
esta campaña antimilanesa que se desarrolló al grito de «fuori i milanesi dal
Vaticano» (fuera los milaneses del Vaticano).
Bernardino Nogara llevaba una vida
en la que no había espa- cio más que para el trabajo. Su único pasatiempo era
acudir, de vez en cuando, al cine a ver películas estadounidenses. No tenía
novia, ni amante, ni recurría a los servicios de prostitutas, ni si- quiera
veía pornografía. Era más célibe que algunos sacerdotes de Roma. Tenía un
sueldo bastante modesto para el trabajo que realizaba y buena parte de aquel
exiguo salario lo dedicaba a obras de caridad. Sólo se relacionaba con devotos
católicos, y sus amigos extranjeros eran la flor y nata de la banca
internacional, como los Rothschild de París y Londres, o algunos altos directi-
vos del Credit Suisse, el Hambros Bank de Londres, el Banco J. P. Morgan, el
Bankers Trust Company de Nueva York y el Banque de Paris et des Pay Bas
(Paribas). Lo más escandaloso de su vida era que no se perdía, bajo ningún
concepto, una película de Rita Hayworth.
EL INSTITUTO PARA LAS AGENCIAS RELIGIOSAS
En cuanto a la gestión del financiero, el papa podía
estar igual- mente satisfecho. Durante el período que había durado su ges- tión
administrativa, Nogara había casi centuplicado el patrimo- nio de la donación
original de Mussolini de mil setecientos cincuenta millones de liras. No había
rastro de malversación al- guna y la Iglesia era rica como nunca antes lo había
sido.
El pontífice reconoció que había
hecho mal desconfiando del leal financiero y le confirmó en su puesto. No
obstante, tal vez debido a este resquemor inicial o a una simple
incompatibilidad de caracteres, la relación no fue, ni mucho menos, tan fluida
85
BIOGRAFÍA NO
AUTORIZADA DEL VATICANO
como lo fue con Pío XI. En este sentido, resulta
revelador que los diarios de Nogara sólo hagan referencia a sus encuentros con
Pío XI y no a los mantenidos con Pío XII, que fueron igual de nume- rosos. En
cualquier caso, la relación profesional sí que fue igual de fructífera y, a
pesar de incluir un período de gran convulsión como fue la Segunda Guerra
Mundial y los primeros compases de la guerra fría, supuso la consolidación
definitiva de la riqueza vaticana. Ambos hombres se respetaban mutuamente y la
frial- dad de su trato tal vez se debiera a que eran demasiado similares para
congeniar completamente: eran dos hombres que habían consagrado toda su vida,
sin reparar en sacrificios, a la misma causa, engrandecer a una Iglesia a la
que habían podido ver no hacía tanto tiempo en una situación de extrema
debilidad.
Nogara convenció a Pío XII de la
necesidad de que el Vatica- no contara con su propio banco, una institución
financiera que le permitiera operar en los mercados financieros internacionales
con mayor autonomía. Ello les permitiría, entre otras cosas, ate- nuar en gran
medida la preocupante dependencia que sufría el Vaticano respecto a Italia. El
suministro eléctrico, el agua, la co- mida, el teléfono y el telégrafo
dependían del gobierno italiano. Incluso Radio Vaticana estaba sometida a la
censura del gobier- no fascista. Sin embargo, había una dependencia más
preocupan- te si cabe. Tener que guardar la totalidad de sus activos financie-
ros en bancos extranjeros, fundamentalmente italianos, colocaba al Estado
Vaticano en una situación sumamente anómala.
El nuevo banco extendería hasta el
infinito las posibilidades de lucro de las finanzas vaticanas, ya que podría
contar con una selec- ta y exclusiva clientela a la que se le ofrecerían
servicios difícilmente disponibles en otras entidades. No hacía falta echarle
demasiada imaginación para comprender el agrado con que los empresarios
italianos verían la posibilidad de sustraer, de una manera fácil y se- gura (a
fin de cuentas sería el banco de la Santa Sede), importantes cantidades de
dinero del escrutinio de la hacienda pública.
86
EL BANCO DE
DIOS. EL INSTITUTO PARA LAS OBRAS DE RELIGIÓN
El 27 de junio de 1942, Pío XII y Bernardino Nogara
firma- ron el documento con el que nació el que fue denominado Insti- tuto para
las Agencias Religiosas, posteriormente Instituto para las Obras de Religión.
Monseñor Alberto di Jorio, que hasta ese momento había sido la mano derecha de
Nogara, fue nombrado presidente de la nueva institución. El cargo es menos
relevante de lo que parece, ya que Nogara se reservó para sí mismo un nebu-
loso título de «delegado» que le permitía mantenerse oficialmen- te al margen
de las operaciones del recién creado instituto, al tiempo que conservaba la
capacidad de supervisar sin límites ni restricciones todas y cada una de sus
operaciones. No obstante, el poder supremo de la institución recaía sobre el
papa, que, aun- que ya no era el rey de antaño, capaz de reclutar enormes
ejérci- tos y convocar cruzadas para aplastar a sus enemigos, acababa de
adquirir el arma perfecta para combatir en otros campos de batalla, que iban a
ser no menos importantes que aquellos en los que peleaban desde hacía tres años
los soldados de la Segunda Guerra Mundial. No, el papa ya no tenía ejércitos,
pero en la ba- talla económica había convertido la Santa Sede, de nuevo gracias
a Bernardino Nogara, en una potencia digna de ser tenida en
cuenta.
87
5 EL OTRO
HOLOCAUSTO EL VATICANO Y EL GENOCIDIO EN CROACIA
La mayor parte de la gente ignora que durante la Segunda Gue- rra
Mundial se produjo otro genocidio cuya brutalidad superó con creces lo visto en
los campos de concentración nazis. El asesinato de medio millón de serbios en
Croacia ya ha pasado por derecho propio a los anales de los más infames
crímenes contra la humanidad. El papel de la Iglesia católica en esta tra- gedia no fue en absoluto menor.
Cuando Adolf Hitler atacó Yugoslavia el 6 de abril de
1941, resultó inmediatamente evidente que la Wehrmacht contaba con el apoyo de
grupos traidores dentro del Estado yugoslavo. El ejército del país estaba entre
la espada y la pared, superado por la inmensa maquinaria de guerra ale- mana y
apuñalado por la espalda por terroristas pronazis miembros del Partido Ustasha,
una peligrosa organización croata de extrema derecha. Incluso los mandos de
algunas unidades de mayoría croata estuvieron en conversaciones con los nazis,
abriéndoles prácticamente las puertas del
89
BIOGRAFÍA NO
AUTORIZADA DEL VATICANO
país.1 El Estado independiente de Croacia fue
declarado el 10 de abril de 1941, el mismo día en que la 14.a
división panzer alema- na entró en
Zagreb y fue recibida con entusiasmo por la pobla- ción. La invasión de
Yugoslavia por parte de las tropas de Hitler supuso la división del país en dos
naciones independientes. La católica Croacia veía hecho realidad su sueño de
independizarse de la Serbia ortodoxa. En términos de su organización e ideolo-
gía, el nuevo Estado croata era una nación totalitaria fundada en el principio
de un Führer que, siempre que mantuviera su subor- dinación a Alemania, podía
hacer y deshacer a su antojo.
El caudillo que tomó las riendas
del país fue Ante Pavelic, jefe de los ustashi. Pavelic y sus seguidores habían
estado exiliados en Italia bajo la protección de Mussolini, ya que eran
buscados por los gobiernos de Francia y Yugoslavia acusados de planear los
asesinatos del rey Alejandro de Yugoslavia y el primer ministro francés Louis
Barthou. Pavelic estableció en Croacia, con la ayu- da de sus padrinos nazis,
el NDH «Nezavisna Drzava Hrvatska» (Estado independiente de Croacia). El 14 de
abril, el primado de Croacia, Alojzije Stepinac, se reunía con Pavelic para
transmitirle su felicitación al tiempo que repicaban todas las campanas del país
para celebrar la victoria. A cambio, Stepinac recibió el nom- bramiento de
Supremo Vicario Apostólico Militar del Ejército us- tashi. La prensa católica
se deshacía en halagos hacia el dictador;
Dios, que
controla el destino de las naciones y dirige el corazón de los reyes, nos ha
dado a Ante Pavelic y ha movido al líder de un pueblo amistoso y aliado, Adolf
Hitler, a emplear sus tropas victo- riosas para dispersar a nuestros opresores
y permitirnos crear un Es- tado independiente de Croacia. Gloria a Dios,
nuestra gratitud a
Adolf Hitler, e infinita lealtad al jefe Ante Pavelic.2
1. Keegan,
John, The Second Worid War, Penguin
Books, Nueva York, 1990.
2. Manhattan,
Avro, Catholic Imperialism ana Worid
Freedom, op. cit.
90
EL OTRO
HOLOCAUSTO. EL VATICANO Y EL GENOCIDIO EN CROACIA
Tal efusión no es de extrañar si
tenemos en cuenta que una investigación de la comisión yugoslava de crímenes de
guerra estableció que el arzobispo Stepinac había sido uno de los prin- cipales
actores en la conspiración que condujo a la conquista de Yugoslavia. A fin de
cuentas, la Iglesia católica llevaba siglos soñando con la idea de un reino
católico en los Balcanes, algo que finalmente sucedió cuando Pavelic y Hitler
auparon al tro- no a Tomislav II, cuya función fue meramente decorativa. La
identidad del Estado estaba basada más en afiliación religiosa que en
etnicidad. El fanatismo católico de los ustashi estaba de- cidido a convertir
Croacia en un país católico mediante una combinación de conversiones religiosas
forzadas, expulsión y exterminio.
EL HÉROE PAVELIC
El clero apoyaba al régimen con entusiasmo fanático. La
mayo- ría de los católicos compartían las metas ideológicas de los usta- shi y
recibieron con beneplácito el fin de la tolerancia religiosa impuesta por la
antigua Yugoslavia. El papa en persona recibió en audiencia a Pavelic y bendijo
a toda la delegación de los usta- shi desplazada a Roma, incluida la
representación de la Herman- dad de los Grandes Cruzados, encargados de convertir
al catoli- cismo a los serbios por medio de tácticas que, como veremos, no eran
precisamente evangelizadoras.3
Durante sus cuatro años de existencia como Estado
indepen- diente (1941-1945), en Croacia se ejecutó a más de 750.000 ser-
3. Bulajic, Milán, The Role of the Vatican in the Break-Up of
the Yugoslav State:
The Mission
of the Vatican in the Independen! State of Croatia: Ustashi Crimes of Ge-
nocide (Documents, facts). Ministerio de Información de la República Serbia,
Belgrado, 1993.
91
BIOGRAFÍA NO
AUTORIZADA DEL VATICANO
bios, judíos y gitanos.4 De los 80.000 judíos
de Yugoslavia, 60.000 fueron asesinados, la gran mayoría de ellos en Croacia.
La mayoría de estas matanzas las cometieron los ustashi. Croacia fue el único
país, junto con Alemania, en el que funcionaron campos de concentración a gran
escala durante la Segunda Gue- rra Mundial. Al contrario que los nazis, que
idearon un sistema de exterminio industrial y discreto, el genocidio en Croacia
y Bosnia-Herzegovina se caracterizó por la ejecución de asesinatos rituales en
lugares públicos, perpetrados con sádico y desenfrena- do entusiasmo. El
historiador austríaco Freidrich Heer comenta- ba en 1968 que lo sucedido en
Croacia era el resultado del «fa- natismo arcaico de épocas prehistóricas».
Según este experto, Pavelic fue «uno de los mayores asesinos del siglo xx».
Ello no es óbice para que, curiosamente, Pavelic sea visto como un héroe en la
Croacia moderna.
El «héroe» croata solía referirse a
los serbios de la siguiente manera; «Los eslavoserbios son el desperdicio de
una nación, el tipo de gente que se vende a cualquiera y a cualquier
precio...». Buena parte de esta animadversión era azuzada desde los pulpi- tos.
El propio arzobispo Stepinac decía:
Después de
todo, los croatas y los serbios pertenecen a dos mun- dos distintos, polo norte
y polo sur, nunca se llevarán bien a no ser por un milagro de Dios. El cisma de
la Iglesia ortodoxa es la maldi- ción más grande de Europa, casi más que el
protestantismo. Aquí no hay moral, ni principios, ni verdad, ni justicia, ni
honestidad.5
4.
Bulajic, Milán, Never
again: Ustashi Genocide in the independen! State of Croa- tia (NDH) from
1941-1945, Ministerio de Información de la República Serbia, Belgra- do,
1992.
5.
Dedijer, Vladimir, The
Yugoslav Auschwitz and the Vatican: The Croatian Massa- cre ofthe Serbs during
Worid War II, Prometheus Books, Nueva York, 1992. La auten- ticidad de la
cita del arzobispo es inapelable, ya que en el libro en cuestión aparece el
texto manuscrito de su puño y letra.
92
EL OTRO
HOLOCAUSTO. EL VATICANO Y EL GENOCIDIO EN CROACIA
El 12 de junio de 1941, todos los
judíos y serbios de Croacia se encontraron con que su libertad de movimiento
había sido res- tringida. El ministro de Justicia, Milovan Zanitch, no tenía el
menor reparo en declarar el sentido de estas medidas:
Este
Estado, nuestro país, es sólo para los croatas y para nadie más. No habrá
caminos ni medidas que los croatas no empleen para hacer nuestro país realmente
nuestro, limpiando de él a todos los ortodoxos serbios. Todos aquellos que
llegaron a nuestro país hace trescientos años deben desaparecer. No ocultamos
nuestras intenciones. Es la polí- tica de nuestro Estado y para su promoción lo
único que haremos será seguir fielmente los principios de los ustashi.6
LIMPIEZA ÉTNICA
Para entonces, las matanzas ya habían comenzado. Mile
Budak, ministro de Educación del gobierno croata, declaraba en Gospic el 22 de
julio de 1941:
Las bases del movimiento ustasha
son la religión. Para las minorías, como los serbios, judíos y gitanos, tenemos
tres millones de balas. Ma- taremos a un tercio de la población serbia,
deportaremos a otro tercio, y al resto lo convertiremos a la fe católica para
que, de esta forma, queden asimilados a los croatas. Así destruiremos hasta el
último ras- tro suyo, y todo lo que quede será una memoria aciaga de ellos...7
La campaña de limpieza étnica dio
comienzo casi de inme- diato. Buena parte de la legislación y estructura
administrativa del nuevo Estado se adaptó para que se ajustase lo más posible
6.
Manhattan, Avro, The
Vatican Holocaust, Ozark Books, Springfield, 1988.
7.
Dedijer, Vladimir, op.
Cit
93
BIOGRAFÍA NO
AUTORIZADA DEL VATICANO
al derecho canónico. Stepinac vio con particular
beneplácito la ley que decretaba la pena de muerte por el aborto y la ley que
imponía treinta días de cárcel por insultar.8 La oposición políti-
ca fue barrida de la vida pública. Se prohibió la publicación de textos en
cirílico, el alfabeto empleado por los serbios. Asimis- mo, se comenzó una
campaña de «arianización» que denegó los matrimonios mixtos entre católicos
croatas y miembros de otras etnias. En la entrada de los parques se instalaron
carteles en los que podía leerse: «Se prohibe la entrada de serbios, ju- díos,
gitanos y perros».9 La Iglesia croata recibió estas medidas con mal
disimulado entusiasmo, que quedó revelado, por ejem- plo, en las palabras de
Mate Mogus, sacerdote de Udbina:
«Hasta ahora hemos trabajado para la fe católica con el
libro de plegarias y la cruz. Ahora ha llegado la hora de trabajar con el rifle
y el revólver».10 Mientras, el infame campo de concen- tración de
Dánica comenzó a recibir a sus primeras víctimas:" al principio judíos, y
luego todos los calificados como «indese- ables», esto es, los no católicos,
que representaban más del 60 por 100 de la población.
Las atrocidades que se cometieron
en los campos de concen- tración de Croacia no tienen parangón, y en algunos
casos supe- ran a las de los nazis. Djordana Diedlender, guardia del campo de
Stara Gradiska, dio este estremecedor testimonio durante el juicio contra el
comandante del campo, Ante Vrban:
En aquella época, llegaban a diario nuevas mujeres y niños
al campo de Stara Gradiska. Ante Vrban ordenó que todos los niños
8. Alexander,
Stella, The Triple Myth. A Ufe of
Archbishop Alojzije Stepinac, East European Monographs, Nueva York, 1987.
9. Crowe, David
M., A History of Gypsies of Eastern
Europe ana Russia, St. Mar-
tin's
Griffín, Nueva York, 1994.
10.
Dedijer, Vladimir, op.
cit.
11.
Cornweil, John, op. cit.
94
EL OTRO
HOLOCAUSTO. EL VATICANO Y EL GENOCIDIO EN CROACIA
fueran separados de sus madres y llevados a una
habitación. Se nos dijo a diez de nosotros que los lleváramos allí envueltos en
mantas. Los niños gritaban por toda la habitación y uno de ellos puso un brazo
y una pierna en la puerta de forma que ésta no pudo ser ce- rrada. Vrban gritó:
«¡Empujadla!». Yo no lo hice, así que él dio un portazo destrozando la pierna
del niño, después le cogió por la otra pierna y le estrelló contra el muro
hasta matarlo. Tras esto, conti- nuó metiendo a los niños allí. Cuando la
habitación estuvo llena, Vrban usó gas venenoso y los mató a todos.12
EL PLACER DE MATAR
La ferocidad de los ustashi alarmó incluso a los
propios nazis, que temían que una represión tan brutal contra una población tan
grande desembocase en un alzamiento armado. El 17 de fe- brero de 1942,
Reinhard Heydrich, uno de los mayores artífices de la Solución Final (el plan
de los altos jerarcas del Tercer Reich para exterminar a los judíos) y, como
tal, no caracterizado preci- samente por su piedad, expresaba su inquietud al
Reichführer de las SS, Heinrich Himmier:
El número de eslavos masacrados por
los croatas de las formas más sádicas está estimado en 300.000 [...]. La
realidad es que en Croacia los serbios que quedan vivos son aquellos que se han
convertido al catolicismo, a quienes se les ha permitido vivir sin ser
molestados [...]. Debido a esto, está claro que el estado de
12. Memorando
de crímenes de genocidio cometidos contra el pueblo serbio por el gobierno del
Estado independiente de Croacia durante la Segunda Guerra Mundial. Oc- tubre de
1950. Enviado al presidente de la V Asamblea General de las Naciones Unidas por
Adam Pribicivic, presidente del Partido Democrático Independiente de
Yugoslavia, Vladimir Bilayco, antiguo magistrado del Tribunal Supremo de
Yugoslavia, y Branko Miljus, antiguo ministro de Yugoslavia.
95
BIOGRAFÍA NO
AUTORIZADA DEL VATICANO
tensión serbocroata es una lucha entre la Iglesia
católica y la Igle- sia ortodoxa.
Ante la fría eficiencia de los
nazis, que habían convertido el genocidio en una siniestra clase de producción
en masa, los us- tashi hacían de la muerte de sus víctimas algo personal,
compla- ciéndose en su tortura pública y humillación. Ésta y no otra es la
razón de que se conserven un gran número de testimonios foto- gráficos de
semejantes atrocidades. Se trata de instantáneas que en su mayoría fueron
tomadas como «recuerdo» por los verdu- gos. En ellas se pueden ver barbaridades
difícilmente concebibles por una mente cuerda: desde sesiones de tortura
jaleadas por un enardecido público hasta procesiones de cabezas clavadas en pi-
cas por las calles de Zagreb.13 El propio Pavelic encontraba per-
versamente placentero obsequiar a los diplomáticos que le visita- ban con
cestas llenas de ojos humanos.14
Incluso los endurecidos fascistas
italianos que controlaban una porción de Croacia durante la guerra estaban
horrorizados por los ustashi, y lograron rescatar a un gran número de judíos y
ortodo- xos, negándose a devolver a una muerte cierta a los refugiados que
llegaban a su zona de control. El arzobispo Stepinac se quejó de esta actitud
de los italianos tanto ante el obispo de Mostar,
los italianos han vuelto y han
reimpuesto su autoridad civil y mili- tar. Las iglesias cismáticas revivieron
inmediatamente después de su regreso y los sacerdotes ortodoxos, hasta ahora
escondidos, reapa- recieron con libertad. Los italianos parecen favorecer a los
serbios y perjudicar a los católicos,15
13.
Anderson, Scott y Anderson, Jon Lee, The League, Dodd, Mead & Company,
Nueva York, 1986.
14.
Black, Edwin, IBM
y el Holocausto, Editorial Atlántida, Buenos Aires, 2001.
15.
Dedijer, Vladimir, op.
cit.
EL OTRO HOLOCAUSTO. EL VATICANO Y EL GENOCIDIO EN CROACIA
como ante el ministro para asuntos italianos en Zagreb:
Ocurre que
en los territorios croatas anexados por Italia se pue- de observar una caída
constante de la vida religiosa y un evidente viraje del catolicismo al cisma.
Si la parte más católica de Croacia dejara de serlo en el futuro, la culpa y
responsabilidad ante Dios y la historia sería de la Italia católica. El aspecto
religioso de este pro- blema lo transforma en mi obligación de hablar en
términos simples y abiertos desde el momento en que yo, personalmente, soy el
res- ponsable del bienestar religioso de Croacia.16
LOS FRAILES ASESINOS
Lo más escandaloso de todo este sórdido
asunto es que no pocos sacerdotes y, sobre todo, frailes franciscanos,
estuvieron al man- do de estos campos de la muerte.
Con pocas
excepciones aquí y allá, el fenómeno aquí descrito era característico de las
masacres ustashi. A diferencia de los extermi- nios en otros países durante la
Segunda Guerra Mundial, era casi imposible imaginar una expedición punitiva
ustashi sin la presencia de un sacerdote a la cabeza, tratándose generalmente
de un francis- cano.1
El más conocido de ellos fue el fraile
franciscano Miroslav Fi- lipovic, que dirigió el campo de Jasenovac, donde se
dio una muerte atroz a miles de personas.
Otro franciscano de aquel campo, Pero Brzica, ostenta un récord aún más macabro
si cabe.
16. Falconi,
Cario, U silenzio di Pió XII, Sugar,
Milán, 1965.
17. Ibid.
79
BIOGRAFÍA NO
AUTORIZADA DEL VATICANO
Ante la llegada de nuevos prisioneros, se hizo evidente la
necesi- dad de asesinar a los ya existentes para hacer sitio a los recién
llegados. El personal del campo se mostró entusiasmado ante esta perspectiva:
El franciscano Pero Brzica,
Ante Zrinusic, Sipka y yo apostamos para ver quién mataría más prisioneros en
una sola noche. La ma- tanza comenzó y después de una hora yo maté a muchos más
que ellos. Me sentía en el séptimo cielo. Nunca había sentido tal éxtasis en mi
vida. Después de un par de horas había logrado matar a 1.100 personas, mientras
los otros sólo pudieron asesinar entre 300 y 400 cada uno. Y después, cuando
estaba experimentando mi más grandioso placer, noté a un viejo campesino parado
mirándome con tranquilidad mientras mataba a mis víctimas y a ellos mientras
mo- rían con el más grande dolor. Esa mirada me impactó; de pronto me congelé y
por un tiempo no pude moverme. Después me acerqué a él y descubrí que era del
pueblo de Klepci, cerca de Capijina, y que su familia había sido asesinada,
siendo enviado a Jasenovac después de haber trabajado en el bosque. Me hablaba
con una incomprensi- ble paz que me afectaba más que los desgarradores gritos
que se su- cedían a mi alrededor. De pronto sentí la necesidad de destruir su
paz mediante la tortura y así, mediante su sufrimiento, poder yo res- taurar mi
estado de éxtasis para poder continuar con el placer de in- fligir dolor.
Le apunté y le hice sentar
conmigo en un tronco. Le ordené gri- tar: «¡Viva Poglavnik Pavelic!», o te
corto una oreja. Vukasin no habló. Le arranqué una oreja. No dijo una palabra.
Le dije otra vez que gritara: «¡Viva Pavelic!» o te arranco la otra oreja. Se
la arran- qué. Grita: «¡Viva Pavelic!», o te corto la nariz, y cuando le ordené
por cuarta vez gritar «¡Viva Pavelic!» y le amenacé con arrancarle el corazón
con mi cuchillo, me miró y en su dolor y agonía me dijo: «¡Haga su
trabajo, criatura!». Esas palabras me confundieron, me
congeló, y le arranqué los ojos, luego el corazón, le
corté la gargan-
98
ta de oreja a oreja y lo tiré al pozo. Pero algo se rompió
dentro de mí y no pude matar más durante toda esa noche.
El franciscano Pero Brzica me ganó la apuesta, había matado
a 1.350 prisioneros. Yo pagué sin decir una palabra.18
Por esta hazaña el franciscano recibió el
título de «rey de los cortadores de gargantas» y un reloj de oro, posiblemente
robado a un prisionero antes de ejecutarlo.
CONVERTIRSE O MORIR
La barbarie, lejos de decrecer, fue en aumento y llegó un
punto en que ni tan siquiera la formalidad de los campos de exterminio fue
considerada necesaria. Pueblos enteros fueron asaltados y sus habitantes
pasados a cuchillo, cuando no asesinados con marti- llos y hachas, ahorcados o
incluso crucificados. Los serbios su- frieron las torturas más atroces, que se cebaban
con especial saña en los sacerdotes ortodoxos, muchos de los cuales fueron
quema- dos, desollados o descuartizados vivos:
Las ejecuciones en masa eran
comunes, las víctimas, degolladas y a veces despedazadas. En muchas ocasiones
era común ver pedazos de carne colgados en carnicerías con un cartel que decía
«carne hu- mana». Los crímenes de los alemanes en los campos de exterminio
parecían pequeños comparados con las atrocidades cometidas por los católicos.
Los ustashi adoraban los juegos de tortura que se con- vertían en orgías
nocturnas, y que incluían clavar clavos al rojo vivo debajo de las uñas, poner
sal en las heridas abiertas, cortar todas las
18. Bulajic, Milán, The Role of the Vanean in the Break-Up of the Yugoslav State:
The Mission
of the Vatican in the Independent State of Croatia: Ustashi Crímes of Ge-
nocide (Documents, facts), op. cit.
99
BIOGRAFÍA NO
AUTORIZADA DEL VATICANO
partes humanas concebibles y competir por el título de
quién era el mejor degollando a sus víctimas. Quemaron iglesias ortodoxas lle-
nas de gente, empalaron niños en Vlasenika y Kladany, cortaron na- rices,
orejas y arrancaron ojos. Los italianos fotografiaron a un us- tashi que tenía
dos cadenas de lenguas y ojos alrededor del cuello.19
Todas las propiedades de la Iglesia
ortodoxa fueron saqueadas y confiscadas. La mayor parte de este botín fue
transferido a la Iglesia católica croata, que seguía encantada con el régimen.
El arzobispo de Sarajevo, Saric, llegó al extremo de publicar una poesía
enalteciendo al líder de los ustashi:
Contra los
avaros judíos con todo su dinero, quienes querían vender nuestras almas,
traicionar nuestros nombres, esos miserables.
Usted es la
roca donde se edifica la patria y la libertad.
Proteja
nuestras vidas del infierno, marxista y bolchevique.
Otro botín, en este caso espiritual y
económico a la vez, que re- cibió la Iglesia católica fue la conversión forzosa
de miles de ser- bios, que, a punta de cuchillo, fueron obligados a renegar de
su reli- gión. Estas conversiones en masa fueron calificadas de gran triunfo
para el catolicismo por parte de la jerarquía eclesiástica.20 ¿Por
qué este botín de almas era también económico? Porque para añadir
19. Deschner,
Kariheinz, Mit Gott una den Faschisten,
Günther Verlag, Stuttgart, 1965.
20. Djilas,
Aleksa, The Contested Country: Yugoslav
Unity and Communist Revolu- tíon, 1919-1953, Harvard University Press,
Cambridge, 1991.
100
iniquidad a la infamia, estas conversiones se realizaban
previo pago de 180 dinares a la Iglesia por parte del converso. Además,
aquellos que sabían escribir debían enviar una carta de agradecimiento al ar-
zobispo Stepinac, que informaba puntualmente al papa de la buena marcha de las
conversiones. En cualquier caso, los únicos que te- nían opción de salvar la
vida mediante la conversión eran los cam- pesinos pobres e incultos de las
zonas rurales. Todo serbio educado, con capacidad de conversar o transmitir
algo parecido a una identi- dad nacional serbia era asesinado sin posibilidad
de salvación.
EL VISITANTE APOSTÓLICO
El 14 de mayo de 1941, los serbios de la localidad de Glina
fue- ron concentrados en un salón de actos por una banda de ustashi comandados
por el abad del monasterio de Gunic. A continua- ción, se les ordenó que
mostraran sus certificados de conversión. Sólo dos de ellos disponían del
documento. El resto fueron dego- llados mientras el abad rezaba por sus almas.
Entre la venta de certificados de
conversión y el saqueo de los tesoros custodiados en las iglesias ortodoxas, no
resulta exagera- do decir que si hubo alguien que obtuvo beneficio económico
del genocidio cometido por los croatas fue, precisamente, la Iglesia católica.
A cambio, durante toda la guerra, la Iglesia católica apoyó oficialmente al
régimen, a pesar de que sus desmanes y lo- curas eran públicos y notorios.
El Vaticano no podía alegar
desconocimiento de estos graves sucesos. El 17 de marzo de 1942, el Congreso
judío mundial en- vió a la Santa Sede una nota de auxilio, una copia de la cual
aún se conserva en Jerusalén;
Varios miles de familias
han sido deportadas a islas desiertas en la costa dálmata o internadas en
campos de concentración [...]. To- 101
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
dos los hombres judíos han sido enviados a campos de
trabajo don- de se les han encomendado trabajos de drenaje o saneamiento du-
rante los cuales han perecido en gran número [...]. Al mismo tiem- po, sus
esposas e hijos fueron trasladados a otros campos donde igualmente tuvieron que
afrontar graves privaciones.
Monseñor Giuseppe Ramiro Marcene, un
benedictino de la congregación de Monte Vergine y miembro de la academia ro-
mana de Santo Tomás de Aquino, era el representante personal del papa en el
episcopado de Croacia, y mantenía al Santo Padre al corriente de todo lo que
allí sucedía. Los defensores del Vati- cano alegan que Marcene era un simple
«visitante apostólico». Sin embargo, para el Ministerio de Asuntos Exteriores
en Za- greb, el padre Marcene tenía estatus de «delegado de la Santa Sede», y
en las ceremonias oficiales se le colocaba por delante, incluso, de los
representantes del Eje, siendo considerado decano del cuerpo diplomático.
Además, Marcone, en su corresponden- cia con el gobierno ustashi, se calificaba
a sí mismo como Sancti seáis legatus o
Elegatus, pero nunca como «visitante apostólico».
Los medios de comunicación también se
hacían eco de esta si- tuación. El 16 de febrero de 1942, la BBC emitía el
siguiente in- forme sobre Croacia:
Las peores
atrocidades están siendo cometidas alrededor del ar- zobispo de Zagreb. La
sangre de hermanos corre en arroyos. Los or- todoxos están siendo obligados a
la fuerza a convertirse al catolicis- mo y no escuchamos la voz del arzobispo
predicando la rebelión. En su lugar, se informa de que está tomando parte en
desfiles nazis y fascistas.
Ni siquiera cuando la prensa internacional
comenzó a infor- mar ampliamente sobre las barbaridades cometidas por clérigos
católicos, el papa hizo algo por detener a los sanguinarios fran-
102.
císcanos. La propia prensa católica croata reflejó en sus páginas
la persecución, tratándola como si fuese lo más normal del mun- do. El 25 de
mayo de 1941, en el Katolicki List,
el sacerdote Franjo Kralik publicó un reportaje titulado «¿Por qué los judíos
están siendo perseguidos?», en el que se justificaba el genocidio de la
siguiente forma:
Los descendientes de
aquellos que odiaron a Jesús, que lo conde- naron a muerte, que lo crucificaron
e inmediatamente persiguieron a sus discípulos, son culpables de excesos más
grandes que los de sus antepasados. La
codicia crece. Los judíos que condujeron a Eu-
ropa y al mundo entero al desastre —moral, cultural y económico— han desarrollado un apetito que solamente el
mundo en su totalidad puede satisfacer.
Satanás les ayudó a inventar el socialismo y el co- munismo. El amor tiene sus
límites. El movimiento para liberar al mundo de los judíos es un movimiento
para el renacimiento de la dignidad humana. El Todopoderoso y Sabio Dios está
detrás de este movimiento.
EL FIN DE STEPINAC
Cuando se vio con claridad que el curso de la guerra iba a
ser contrario al Eje, Stepinac realizó algunos actos de «repentino hu-
<nanitarismo», actos en los que se basaron los revisionistas croa- tas para
pedir al Yad Vashem israelí, la Autoridad Nacional para el Recuerdo de los Mártires y Héroes del Holocausto, la inclu- sión
de Stepinac en su «Lista de Justos». La petición ha sido de- negada en dos
ocasiones. Un representante de la institución de- claró al respecto que
«personas que, ocasionalmente, ayudaron a un judío y colaboraron simultáneamente
con un régimen fascista que fue parte del plan de exterminio nazi contra los
judíos, que- dan descalificadas para el título de "Justo"».
103
BIOGRAFÍA NO
AUTORIZADA DEL VATICANO
Los contactos de los ustashi con el
Vaticano no terminaron con el final de la Segunda Guerra Mundial. El 25 de
junio de 1945, tan sólo siete semanas después de concluido el conflicto, los
ustashi contactaron con una misión papal en Saizburgo, en la zona de Austria
que estaba bajo la administración estadouniden- se. Pedían al papa su ayuda
para la creación de un Estado croata, o, al menos, una unión danubio-adriática
en la que los croatas pudieran establecerse.21 La propia Iglesia
escondió y ayudó a huir a Ante Pavelic —burlando a las autoridades aliadas—,
que logró escapar a Argentina.22 En su lecho de muerte, y bajo la
protec- ción de Franco, recibió la bendición personal del papa Juan XXIII. Juan
Pablo II rehusó visitar en reiteradas ocasiones los campos de concentración de
Jasenovac en sus visitas a Croacia, prefiriendo recibir al ex líder croata y
negador del Holocausto Franjo Tudjman.
Finalmente, uno de los factores que más
llama la atención de esta historia es que, al terminar la guerra, el Vaticano
no hizo nada por socorrer a Stepinac, circunstancia que conocemos por una carta
del mariscal Tito fechada en Zagreb el 31 de octubre de 1946:
Cuando el representante del
Papa ante nuestro gobierno, el obis- po Hurley, me hizo su primera visita, le
planteé la cuestión de Stepi- nac. «Llévenselo de Yugoslavia», le dije, «porque
de otra forma nos obligarán a ponerlo bajo arresto». Advertí al obispo Hurley
de las acciones que tendríamos que seguir. Discutí el asunto detalladamen- te
con él. Le hice saber de los muchos actos hostiles de Stepinac con- tra nuestro
país. Le di un archivo con toda clase de pruebas docu- mentales de los crímenes
del arzobispo.
21. Aarons, Mark
y Loftus, John, Unholy Trinity: The
Vatican, the Nazis and the Swiss Banks, St. Martin's Griffin, Nueva York,
1998.
22. Ibid.
Esperamos
cuatro meses sin que se produjera ninguna respuesta, hasta que las autoridades
arrestaron a Stepinac y le llevaron a jui- cio, de manera semejante a cualquier
otro individuo que actúe con- tra el pueblo.
El arzobispo salió bastante bien parado, a
pesar de lo sórdido de sus andanzas durante la guerra. Fue juzgado y condenado
a dieciséis años de prisión en un juicio que contó con los testimo- nios de
decenas de testigos que contaron toda clase de tropelías cometidas por clérigos
católicos bajo el reino del terror ustashi. Su única defensa durante el juicio
fue decir: «Tengo la conciencia tranquila». Sólo en ese momento actuó Pío XII,
apresurándose a excomulgar a los participantes en el juicio, y consiguiendo
final- mente su liberación años después. Stepinac fue elevado a la cate- goría
de beato por Juan Pablo II en octubre de 1998.
105
6 RATAS A LA CARRERA EL VATICANO AL FINAL DE LA SEGUNDA
GUERRA MUNDIAL
Lejos de ser un misterio histórico, la fuga de miles de proscritos
nazis a América del Sur y otras partes del mundo es un hecho so- bradamente
documentado en el que se sabe que la Santa Sede
tomó parte activa. Personajes tan siniestros como Pavelic, Klaus Barbie
o joseph Mengele partieron al exilio haciendo escala pre-
via en el Vaticano. Mientras, en Croacia, los últimos ustashi espe-
raban que una oportuna intervención de la diplomacia vaticana propiciara la
creación de un Estado croata independiente de Yu- goslavia.
Cuando quedó claro que Zagreb iba a ser liberada por las tro-
pas aliadas, los ustashi intentaron salvar todo lo que pudieron. A finales de
abril de 1945, Pavelic, con plena autorización de su amigo Stepinac, ordenó que
fueran llevados al Monasterio franciscano de Zagreb treinta y seis cofres con
el macabro botín (joyas y dientes de
oro, principalmente) requisado a las víctimas de la matanza de serbios, judíos
y gita-
107
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
nos.1 Sin embargo, Pavelic retuvo consigo otros
trece cofres para asegurarse su huida y un cómodo retiro.2 Los
monjes es- condieron el tesoro primero en una cripta debajo del altar mayor y,
más tarde, en un agujero excavado bajo los confe- sionarios, donde permaneció
hasta que fue recuperado por las tropas del mariscal Tito. Tras enterrar su
botín, Pavelic partió al mando de mil quinientos leales en dirección a Austria,3
es- perando contar con el amparo de los británicos y el Vaticano. Pero no
contaba con ser hecho prisionero por los estadouni- denses, que le venían
siguiendo la pista desde su llegada a Austria. Consiguieron aprehenderle cerca
de Saizburgo.
Sin embargo, cuando ya se estaban
ultimando los preparati- vos para el juicio por crímenes de guerra, Stepinac y
el arzobis- po de Saizburgo intercedieron para que Pavelic fuera puesto en
libertad. Finalmente, el criminal de guerra encontró cobijo en- tre los
mismísimos muros del Vaticano, aunque su estancia fue corta. Para evitar el
escándalo, Pío XII, consciente de que la victoria aliada había dado un vuelco a
la política mundial, invi- tó a Pavelic a marcharse de la Santa Sede disfrazado
de sacer- dote en un automóvil con matrícula diplomática. Pavelic man- tuvo la
identidad falsa de sacerdote durante un tiempo bajo los alias de padre Benares
o padre Gómez.4 Los estadounidenses si- guieron al escurridizo
Pavelic, pero decidieron no actuar por deferencia hacia la Santa Sede. Los
agentes de la contrainteli- gencia militar encargados del asunto así lo
aclaraban en un in- forme: «Los actuales contactos de Pavelic son a tan alto
nivel, y su presente situación tan comprometedora para el Vaticano,
1. Manhattan, Avro, The Vatican tíolocaust, op. cit.
2. Goñi, Uki, La auténtica Odessa. La fuga nazi a la
Argentina de Perón, Paidós, Barcelona, 2002.
3. «Supreme Allied HQ to 6th and
12th Army Groups. Apprehension oí Croat Quislings», 5 de junio de 1945.
Documento desclasificado del Ejército estadounidense.
4. Aarons, Mark, op. cit.
RATAS A LA CARRERA. EL VATICANO AL FINAL DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
que su extradición podría suponer un problema para la Iglesia
católica».5
Más o menos por aquellas fechas, el padre
Krunoslav Dragano- vic, secretario de la Confraternidad croata de San Girolamo,
que formaba parte de la Pontificia Obra de Asistencia creada por Pío XII, una
institución del Vaticano en Roma, recibía desde Croacia más de cuatrocientos
kilos de oro6 que debían ser empleados «en la obra de asistencia y
cuidado pastoral de los prófugos de Croacia». (Es decir, para ayudar a los
antiguos ustashi a escapar de las autori- dades aliadas en general y de los
partisanos de Tito en particular.) En honor a la verdad, hay que reconocer que
este oro no formaba parte del botín de las víctimas serbias y judías, como
precisa mon- señor Simcic, actualmente experto permanente de la Comisión Pon-
tificia Ecciesia Dei, y entonces colaborador de Draganovic:
Para esta
operación caritativa tuvo a su disposición dos cajas de lingotes de oro sacadas
por el Ejército en retirada del frente, ante el avance de los partisanos de
Tito. Eran cajas del banco nacional croata, mientras que los bienes
secuestrados a los judíos eran admi- nistrados por la División del Ministerio
de Seguridad Pública. Eran dos administraciones bien distintas.7
OPERACIÓN CARITATIVA
Parte de la «operación caritativa» de Draganovic —quien, por
cierto, era subordinado del subsecretario de Estado Giovanni
5.
U.S. Army Counter Intelligence Corps. Destacamento en Roma. 12 de
septiembre de 1947. Caso número
5650-A.
6.
Dorril, Stephen, MI6; Inside the
Covert Worid of Her Majesty's Secret Intelligen- ce Service, Touchstone,
Nueva York, 2000.
7.
«¿Adonde fue a parar el oro de los croatas? Fuentes vaticanas acusan a
Estados Unidos de superficialidad histórica». Agencia Zenit, 5 de junio de
1998.
109
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
Battista Montini, que más tarde se convertiría en Pablo VI—
consistió en arreglar, personalmente, la salida hacia Argentina de un buen
número de criminales de guerra alemanes y croatas.8 El croata
franciscano Draganovic no tenía por aquellos días un ex- pediente demasiado
limpio, ya que había sido oficial ustashi y había realizado conversiones
forzosas de serbios.9 En 1943 Dra- ganovic dejó atrás su agitada
vida como ustashi y se incorporó al Vaticano.10 Así que no es de
extrañar que mostrase cierto interés por salvar a sus antiguos camaradas.
Hubo un momento en el que no menos de
treinta antiguos us- tashi, incluyendo al propio Draganovic, se congregaron en
el se- minario de San Jerónimo (San Girolamo degli Illirici), cinco de los
cuales, incluyendo a un sacerdote, estaban en la lista de los criminales de
guerra más buscados." Otros se encontraban refu- giados en diferentes
instituciones católicas, como el Instituto Oriental. Existen, de hecho,
informes confidenciales de los servi- cios de inteligencia estadounidenses de
la época en los que, sin ambages, se califica el seminario de San Jerónimo como
cuartel general de lo que quedaba de los ustashi.12 Los servicios
secretos aliados no podían hacer nada, ya que San Girolamo, a pesar de
encontrarse fuera de las murallas del Vaticano, tenía estatus de
territorio de la Santa Sede.
El
huésped más ilustre de San Jerónimo fue Klaus Barbie, El
Carnicero de Lyón, que le fue entregado a Draganovic en la
esta-
8.
Loftus, John y Aarons, Mark, The
Secret War against the Jews: How Western Es- pionage Betrayed the jewish
People, St. Martin's Griffin, Nueva York, 1997.
9.
Headden, Susan, Hawkins, Daña y Rest, Jason, «A vow oí silence», U. S. News and Worid Report, 30 de marzo de 1998.
10. Cockburn, Alexander y St.
Clair, Jeffrey, Whiteout: The CÍA, Drugs
and the
Press, Verso, Londres, 1998.
11. Phayer, John Michael, The Catholic Church and the Holocaust,
1930-1965, In- diana University Press, Bloomington, 2000.
12. «Rome Área Allied Command to
the CIC», 8 de agosto de 1945. Documento desclasificado del Ejército estadounidense.
RATAS A LA CARRERA. EL VATICANO AL FINAL DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
ción de trenes de Genova por oficiales de inteligencia
norteameri- canos, que esperaban sacar partido de Barbie en el futuro. Dra-
ganovic obtuvo documentos de la Cruz Roja con apellido falso para él y su
familia. Barbie y otros nazis se embarcaron en Geno- va, en marzo de 1951, con
destino a Buenos Aires, para más tar- de trasladarse a Bolivia. Y es que a
comienzos de 1948, según se iban tensando las relaciones con la Unión
Soviética, británicos y estadounidenses comenzaron a mirar con mejores ojos las
opera- ciones de encubrimiento del Vaticano, ya que algunos de los pró- fugos
poseían conocimientos técnicos, científicos, militares y de inteligencia que
podían ser de gran ayuda durante la guerra fría. De hecho, los estadounidenses
establecieron su propia operación de contrabando de criminales de guerra —bajo
el nombre de Operación Paperclip—, mediante la cual se hicieron con los ser-
vicios de científicos de primera fila, como Werner von Braun, que debería
haberse sentado en el banquillo de Núremberg por sus experimentos con seres
humanos en el centro de investiga- ción aeronáutica de Peenemunde (Alemania), o
el general Rein- hard Gehien, que acabó ocupando un puesto de la máxima rele-
vancia en la CÍA antes de hacerse cargo de los servicios de inteligencia de la
República Federal de Alemania.
Otros criminales de guerra que obtuvieron
refugio tras los muros del Vaticano fueron Franz Stangí, comandante del campo
de exterminio de Treblinka (Polonia), Eduard Roschmann, El Carnicero de Riga,
el general de las SS Walter Rauff, inventor de la cámara de gas portátil,
Gustav Wagner, comandante del cam- po de Soribibor, y, sobre todo, el doctor
Joseph Mengele, el Án- gel de la Muerte del campo de Auschwitz.
Draganovic también colaboró con el
gobierno argentino para posibilitar la llegada a ese país de los técnicos que
el diseñador alemán Kurt Tank necesitaba para la fábrica de aviones
de Cór- doba. Estos también recibieron pasaportes de la Cruz Roja y fueron
alojados en el convento de monjas Centocelle hasta que to-
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
marón un avión de la Flota Aérea Mercante Argentina con
desti- no a Buenos Aires. (A modo de curiosidad, diremos que aquellos
refugiados que estuvieron escondiéndose en conventos de religio- sas lo
hicieron, en su mayoría, disfrazados de monjas. Tanto es así que en diversos
conventos se pudo comprobar un súbito au- mento en el número de hermanas,
muchas de ellas con graves problemas hormonales a juzgar por lo rudo de su voz
y sus ade- manes, así como por su vello facial.) Sin embargo, este grupo
llevaba consigo un regalo «sorpresa»: ni más ni menos que el criminal de guerra
Gerhard Bohne, encargado del programa de eutanasia del Reich.
Así, toda una galería de siniestros
personajes, desde Pavelic a Adolf Eichmann, consiguió sus pasajes hacia
Argentina a través de la Santa Sede. En el caso concreto de Pavelic, Draganovic
hizo una excepción y, tras proporcionarle un flamante pasaporte de la Cruz
Roja, le acompañó personalmente hasta Buenos Aires junto a un nutrido grupo de
antiguos camaradas ustashi.
Entre los fugados también hubo algunos
—pocos— héroes de guerra genuinos que no fueron perseguidos sino por su
extraor- dinario celo en el campo de batalla, como el coronel Hans Rudel, que a
los mandos de su bombardero Stuka destruyó más de qui- nientos tanques
soviéticos y hundió varios barcos. Perdió una pierna en combate, pero ello no
fue impedimento para seguir lu- chando hasta el fin de la guerra. Rudel era
buscado por la Unión Soviética y apareció en Bariloche, donde pronto se hizo
conocido por sus grandes cualidades como esquiador.
EL MÉDICO HOMÓFOBO
Otros no tenían un pasado tan glorioso, como el doctor Kari
Vaernet, famoso por los «experimentos» que realizaba con ho- mosexuales en el
campo de concentración de Buchenwaid, don-
RATAS A LA CARRERA. EL VATICANO AL FINAL DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
de, entre otras cosas, se dedicó durante una temporada a la
cas- tración de gays para reemplazar sus testículos por bolas de me- tal. Nada
más llegar a Argentina, el homófobo doctor pasó a tra- bajar para el Ministerio
de Sanidad y mantuvo una consulta en la bonaerense calle Uriarte. Los nazis de
segunda fila, sin los re- cursos ni los contactos necesarios para disfrutar de
los servicios de la peculiar «agencia de viajes» que extraoficialmente funcio-
naba en San Jerónimo, tuvieron que arreglárselas por su cuenta y terminaron
diseminados en países tan diversos como España, Si- ria, Egipto, Estados
Unidos, Gran Bretaña, Brasil, Canadá y Aus- tralia. Entre unos y otros, se
calcula que no menos de treinta mil prófugos consiguieron eludir la acción de
la justicia.
Los servicios secretos estadounidenses
siempre sospecharon que los nazis obtenían los pasaportes vaticanos que les
permitían instalarse en su dorado retiro sudamericano previo pago de un importe
no precisamente barato.13 Por otro lado, no todo este di- nero
acababa en las arcas de la Iglesia. Documentos del Departa- mento de Estado
estadounidense desclasificados en 1998 señalan que el padre Draganovic se
enriqueció personalmente con su «operación caritativa», cobrando cuantiosas
cantidades a aque- llos a los que proveía de documentación falsa.
Los servicios de inteligencia
estadounidenses bautizaron el pasi- llo de escape que el Vaticano facilitó a
nazis y antiguos ustashi como ratline,
la línea de las ratas,14 un término náutico que se refie- re a los flechastes,
«los cordeles horizontales que, ligados a los obenques, como a medio metro de
distancia entre sí y en toda la ex- tensión de jarcias mayores y de gavia,
sirven de escalones a la mari- nería para subir a ejecutar las maniobras en lo
alto de los palos».15
13.
Aarons, Mark y Loftus, John, Ratlines,
William Heinemann, Londres, 1991.
14.
«The Fate of the Wartime Ustashi Treasure», informe del Departamento de
Esta- do de los Estados Unidos. Junio de 1988.
15.
Diccionario de la Real Academia Española.
113
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
Es decir, la última parte del barco que se hunde cuando la
nave se va a pique. El uso de este término para designar las operaciones que se
realizaron y las redes que se establecieron para el rescate de algu- nos de los
asesinos más sanguinarios de la historia europea no po- día ser más apropiado.
Existen documentos argentinos que
demuestran que en 1946 monseñor Giovanni Battista Montini contactó, al menos en
dos ocasiones, con el embajador argentino ante la Santa Sede. En la segunda
oportunidad, le transmitió la preocupación del papa por «todos los católicos
impedidos de regresar a sus hogares debido a las probabilidades de ser objeto
de persecuciones políticas», proponiendo la elaboración de un plan de acción
conjunta entre Argentina y la Santa Sede. En ninguno de estos documentos exis-
ten referencias específicas sobre la exclusión de dicho plan de los
responsables de crímenes de guerra.
Otro de los personajes importantes de esta
trama fue el obispo austríaco Alois Hudal, que en 1948 escribió a Juan Domingo
Pe- rón pidiéndole cinco mil visados para soldados alemanes y aus- tríacos. Se
cuenta la anécdota de que durante una celebración na- videña en 1947, Hudal
dijo a un grupo de unos doscientos fugitivos nazis ocultos bajo su protección
en el Vaticano: «Pue- den confiar en que la policía no les encontrará: no es la
primera vez que la gente se oculta en las catacumbas de Roma».
El mecanismo para obtener visados
funcionaba de manera simple: la dirección de migraciones argentina otorgaba un
permi- so de desembarco bajo un nombre supuesto al solicitante, con el que el
prófugo obtenía de la Cruz Roja un «documento de via- je». Luego, no había más
que solicitar un visado en el consulado argentino y someterse a una «certificación
de identidad» al llegar a Buenos Aires. En 1949 Juan Domingo Perón decidió que
ni tan siquiera había por qué preocuparse de las apariencias y aprobó una
amnistía mediante la cual aquellos que ingresaron con nom- bre falso en el país
podían recuperar su identidad. Gracias a ello,
114
RATAS A LA CARRERA. EL VATICANO AL FINAL DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
los fugitivos más buscados del mundo lograron iniciar una
nueva vida libre de preocupaciones. Entre estos criminales de guerra es- taba
Erich Priebke, miembro de las SS en Roma, acusado de la matanza de 335 personas
en las Fosas Ardeatinas, que escapó bajo un nombre falso, recuperó su identidad
en 1949 y vivió como ciudadano modelo en Bariloche, hasta que un equipo de la
televisión norteamericana lo descubrió en 1995, precipitando su extradición a
Italia.
Fue durante este proceso cuando entró en
escena Licio Gelli, uno de los personajes clave en los manejos menos
confesables del Vaticano durante la segunda mitad del siglo XX. Gelli tenía el
perfil ideal para participar en la operación de exportación de na- zis, ya que
no sólo había sido oficial de enlace con la División SS Hermann Góring, sino
que además contaba con múltiples con- tactos en la mafia, muy útiles a la hora
de sacar a un hombre de Italia burlando la curiosidad de las autoridades o
proveerle de to- da clase de documentación falsa.16 Hay indicios de
que Gelli pu- do actuar en esa época como enlace entre los elementos italianos
de las ratlines y ODESSA y Die Spinne
(La araña), las dos orga- nizaciones clandestinas de antiguos nazis que
gestionaban la fuga y recolocación de criminales de guerra.
ESPERANDO A LA CABALLERÍA
Mientras, en Croacia, Stepinac había convocado una
conferencia de obispos en Zagreb que tuvo como resultado la proclamación de una
carta pastoral en la que los obispos incitaban a la pobla- ción a levantarse en
armas contra el nuevo gobierno del país. Los
ustashi que no habían sido ejecutados o que no habían
huido del
16. Yailop, David, op. cit.
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
país se echaron al monte formando una organización terrorista
con el elocuente nombre de Los Cruzados. La bandera de la or- ganización fue
consagrada en la capilla de Stepinac. Muchos sa- cerdotes y monjes formaban
parte de la organización, bien como militantes armados, bien desempeñando
labores de espionaje y comunicación. Mucha de la información recogida por estos
cléri- gos espías terminó en poder de los servicios secretos estadouni- denses
a través del Vaticano.17
La colaboración entre los estadounidenses
y los rebeldes us- tashi no es de extrañar si tenemos en cuenta que estos
últimos es- peraban una intervención norteamericana en Croacia. El propio
Stepinac estaba convencido de que tarde o temprano se produci- ría.18
Quizá Stepinac tenía motivos para pensar así. A fin de cuentas, por aquellos
días Pío XII mantenía una relación más que fluida con la cúpula militar
estadounidense. Baste un ejem- plo: en un solo día de junio de 1949 el papa
recibió en audien- cias sucesivas a cinco generales estadounidenses de primera
fila.
17. Manhattan, Avro, The Vatican Holocaust, op. cit.
18. New Statesman & Nation.
Londres, 26 de octubre de 1946.
ll6
7 HACIENDO BALANCE EL VATICANO Y LA POSGUERRA
Tras la Segunda Guerra Mundial, el panorama
político italiano se vio marcado por la importantísima influencia
que adquirió
el Partido Comunista. Esta circunstancia
amenazó la situación de privilegio que hasta entonces había tenido
el Vaticano, que defendió sus intereses con la ayuda de dos aliados
muy pode-
rosos: la recién creada Central de
Inteligencia Americana (ClA) y el Partido Democratacristiano, estrechamente
vinculado con la mafia.
La guerra dejó a Italia en una más que precaria situación
econo- mica. Los años de contienda y los combates en suelo italiano que trajo
la invasión aliada tuvieron un efecto devastador sobre el te- jido empresarial y las infraestructuras
del país. Lógicamente, ese efecto se dejó sentir también en las
finanzas del Vaticano, ya que a pesar del celo de Bernardino Nogara,
que se había esforzado en diversificar e internacionalizar las
inversiones de la Santa Sede, lo cierto es que la mayor parte del
dinero vaticano estaba invertido en Italia,! sobre todo en empresas y sectores
nacionalizados °
TT7
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
controlados por el fascismo. Afortunadamente, el Vaticano no
tenía especiales problemas con las fuerzas de ocupación, si ex- ceptuamos su
interés por poner fuera del alcance de la ley a los peores criminales de
guerra. A fin de cuentas, la actitud de la Santa Sede había sido
suficientemente ambigua como para que los estadounidenses no tuvieran ningún
contencioso de gravedad con Pío XII.2
Más importante aún es que el Vaticano
conservaba su so- beranía pese a la guerra y la ocupación. En ningún momento de
la contienda la integridad territorial vaticana se vio com- prometida, salvo
por alguna bomba aliada caída en la estación de ferrocarril de la Santa Sede.3
La principal preocupación de Pío XII durante la posguerra fue mantener ese
statu quo y que los acuerdos de Letrán —y con ellos la soberanía de la Santa
Sede— permanecieran intactos. Por otro lado, el papa era ple- namente
consciente del curso que comenzaba a tomar la his- toria occidental, lo que le
llevó a iniciar un proceso de recon- ciliación con la sociedad seglar. Esto
obligó a la Iglesia a abrirse —relativamente— a la realidad de su tiempo,
marcada por la guerra fría, la revolución colonial y el fortalecimiento a
escala mundial de los planteamientos antiimperialistas y de iz- quierda.
Otro de los dolores de cabeza que por
aquellos días tenía el Vaticano era las políticas marcadamente antirreligiosas
que se es- taban aplicando en una Unión Soviética más fuerte que nunca tras
salir victoriosa de la Segunda Guerra Mundial. La secretaría de Estado vaticana
hizo gestiones ante la diplomacia norteameri-
1. Martín, Malachi, op. cit.
2. Jones, Tobías, The Dark Heart ofitaly, North Point
Press, Nueva York, 2003.
3. Woolner, David B. y Kunal,
Richard G., FDR, The Vatican, ana the
Román Ca- tholic Church in América, 1933-1945 (The Worid of the Roosevelts),
Palgrave McMi- llan, Nueva York. 2003.
HACIENDO BALANCE. EL VATICANO Y LA POSGUERRA
cana para que Estados Unidos intercediera ante Stalin a favor
del establecimiento de la libertad de culto en la Unión Soviética, ges- tión
que resultó infructuosa.4
Entre 1945 y 1948 una nueva nación
italiana emergió del desastre del fascismo y de la guerra. El 2 de junio de
1946, un referéndum suprimió la monarquía, instaurando en Italia la re-
pública: de poco había servido la tardía abdicación de Víctor Manuel III en su
hijo Humberto II, cuyo reinado apenas llegó al mes; un año después quedaba
aprobada la nueva Constitu- ción. El papa no hizo nada por defender la
monarquía italiana. El 29 de mayo de 1946, pocos días antes del referéndum. Pío
XII habló con el director de La Civiltá
Cattolica y le aseguró que no era contrario a la república, saliendo como
garante de la misma ante los miembros más escépticos de la jerarquía ecle-
siástica:
Mirad los
concordatos firmados con los lánder
alemanes inme- diatamente después de la guerra, mirad la república de Weimar en
Alemania [...]. Ved cómo un Estado regido por una forma republi- cana y con un
fuerte partido de centro ha firmado concordatos sa- tisfactorios. Si esto ha pasado
en Alemania, también puede pasar en Italia, que tiene una tradición afín a la
alemana.
Los democratacristianos, los comunistas y
los socialistas se convirtieron en los principales partidos políticos del país.
Los co- munistas habían desempeñado un importantísimo papel en la re-
sistencia, y un eventual gobierno de este signo era la única preo- cupación del
Vaticano en cuanto a una posible variación del Tratado de Letrán.
4.
Tittman, Haroíd H., Inside the Vatican of
Pius XII: The Memoir of an American Diplomat During Worid War 11, Image
Books, Nueva York, 2004.
ll9
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
LA AMENAZA ROJA
Los comunistas italianos eran fuertes y no sentían especial
cariño hacia el Vaticano. Su líder y fundador, Palmiro Togliatti, tenía una
biografía muy intensa: detenido en varias ocasiones durante el fascismo, huyó a
Francia en 1926. Fue secretario general del Partido Comunista italiano desde
1927 y uno de los secretarios del Komintern, actuando en España bajo los
seudónimos de Al- fredo y Ercole Ercoli. Pasó la mayor parte de la guerra en
Moscú como invitado personal de Stalin y dirigiendo emisiones radiofó- nicas a
la resistencia italiana. En las elecciones de 1948 se perfi- laba como el gran
favorito para alzarse con el triunfo. Orador excepcional, hablaba de convertir
Italia en la nación de los traba- jadores y daba esperanza a un pueblo
castigado por la pobreza. Togliatti, que había participado en los gobiernos de
concentra- ción nacional previos a la instauración de la república, no sólo
suponía un peligro para los intereses diplomáticos del Vaticano en Italia, sino
también para los económicos, ya que abogaba por la nacionalización de las
empresas del Instituto de Reconstruc- ción Industrial, en las que la Santa Sede
tenía importantes inver- siones. Además, existía un peligro añadido: el gran
número de armas que habían quedado en manos de los antiguos partisanos y que
daban a los comunistas un poder que no tenían otras for- maciones políticas.
En la nueva Italia, con una más que
endeble tradición demo- crática, el Vaticano iba a tener una influencia
decisiva en muchos aspectos políticos.5 Para empezar, Bernardino
Nogara, a través de una agencia denominada Acción Católica, dirigida por el
doc-
5. Geppert, Dominik, The Postwar Challenge: Cultural, Social and Political Change in Western
Europe, 1945-1958 (Studies of the Germán Histórica! Instituto, London), Oxford
University Press, Oxford, 2003.
12,0
tor Luigi Gedda —uno de los enlaces, junto al cardenal Spell-
man, entre la CÍA y la Santa Sede—, se encargó de que a la De- mocracia
Cristiana no le faltaran fondos gracias a una financia- ción procedente de las
arcas de la Santa Sede. Claro que siendo el más importante, el Vaticano no era,
ni mucho menos, el único mecenas de Acción Católica.
Tanto o más que el papa, el gobierno de
Estados Unidos esta- ba preocupado por el relevante papel del Partido Comunista
en la vida política italiana, la organización comunista más impor- tante en ese
momento fuera del Imperio soviético. Sabiendo que la Democracia Cristiana era
la única baza viable que podían in- terponer para evitar el eventual ascenso de
los comunistas al po- der, el gobierno estadounidense envió importantes remesas
eco- nómicas a Acción Católica.6 Todo este apoyo, más una campaña de
reclutamiento casa por casa, se tradujo en que Acción Católi- ca alcanzase en
poco tiempo los cinco millones de afiliados.
HOLLYWOOD Y LOS CABALLEROS DE MALTA
Mientras, en Estados Unidos la Iglesia católica comenzó una
campaña mediante panfletos y homilías dictadas desde los pulpi- tos en las que
se urgía a los italoamericanos a que aconsejasen a sus familiares en Italia que
votaran en contra de los comunistas. La campaña democratacristiana contó con el
apoyo de celebrida- des de Hollywood como Frank Sinatra, Bing Crosby o Gary
Cooper, que, a través de la radio, pedían abiertamente el voto para el partido
de Alcide de Gasperi.
En este empeño también colaboraron los servicios de inteli-
gencia estadounidenses, primero la Oficina de Servicios Estraté-
6. Cooney, John, op. cit.
12.1
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
gicos (OSS) y después, tras la desaparición de este
organismo, la CÍA. El papa Pío XII y varios miembros de la curia pidieron a Ja-
mes Jesús Angleton, jefe de la oficina romana de la OSS, que co- laborara con
la cruzada anticomunista de la Iglesia y la Demo- cracia Cristiana. Angleton,
católico practicante, usó todos los recursos a su alcance para favorecer al
partido de la Iglesia. Ade- más, se le había concedido acceso pleno y directo
al incompara- ble servicio de información con que contaba el Vaticano en Ita-
lia. Cada párroco y sacerdote informaba sobre las actividades de los comunistas
en sus respectivas parroquias. El Vaticano evalua- ba la información, se la
pasaba a Angleton y éste la enviaba pun- tualmente a Washington.
Durante los siguientes años, una gran
cantidad de dinero pro- cedente de los fondos reservados del gobierno
norteamericano fue canalizada hacia la Santa Sede bajo el epígrafe de
«consolida- ción de actividades anticomunistas en Europa occidental». Esta operación
se realizó gracias a la intermediación del cardenal Francis Spellman, que ya
había actuado durante la guerra como mediador entre el Vaticano y la Casa
Blanca, en especial durante una infructuosa negociación para evitar el
bombardeo de Roma. A petición de los estadounidenses, hizo especial hincapié en
que toda la operación estuviera presidida por el mayor de los secre- tos, ya
que la carrera política del presidente Harry Truman po- dría verse seriamente
afectada si en Estados Unidos se supiera que había financiado al Vaticano.
No es de extrañar que Angleton terminara
recibiendo una condecoración de la Orden de Malta por los servicios prestados
al catolicismo.7 Cabe señalar la estrecha relación que tradicional-
mente ha habido entre la Orden de Malta y la CÍA, habiendo
7. Baigent, Michael, Leigh, Richard y Lincoln,
Henry, E/ legado mesiánico, mr edi-
ciones, Madrid, 2005.
12.2.
sido algunos de los más altos directivos de la segunda
miembros de la primera. Los directores de la CÍA John McCone y William Casey
fueron caballeros de Malta. Al también director de la agencia William Coiby se
le ofreció en su día ser caballero, ho- nor que declinó.
Originalmente conocidos como los
Caballeros del Hospital de San Juan de Jerusalén y como los Caballeros de Rodas,
esta or- den militar se estableció en Malta después de que el emperador Carlos
I les cediera la isla en 1530. En un principio, la Orden de Malta era pacífica
y religiosa y se denominaba Orden de San Juan. Estaba compuesta por frailes
benedictinos que a mediados del siglo xi daban cobijo a toda clase de enfermos
y peregrinos en un hospital de Jerusalén, construido por comerciantes italia-
nos. El beato Gerardo, un italiano procedente de Amaifi, dirigía aquella
congregación humanitaria. Su único vestido consistía en una túnica negra (la de
los benedictinos) que llevaba cosida una cruz blanca en el pecho. Esa cruz de
ocho puntas provenía de un escudo de la ciudad natal del padre Gerardo.
La invasión de la isla por las tropas de
Napoleón en 1798 marcó el fin del dominio de los caballeros, que desde entonces
han vagado durante dos siglos en una interminable diáspora; son ciudadanos de
un Estado sin tierra. En la actualidad, la orden ocupa un discreto edificio en
el Vaticano, admite damas al igual que caballeros y ha adoptado el nombre de
Soberana Orden Mi- litar de Malta. Durante los siglos xx y xxi, la Orden de
Malta ha aglutinado a algunos de los personajes más influyentes de la his-
toria reciente: Franz von Papen, que convenció al presidente Hin- denburg de
que dimitiera, convirtiendo a Hitler en dirigente de Alemania; el general
Reinhard Gehien, una de las piezas clave de los servicios de inteligencia del
Tercer Reich, colaborador indis- pensable en la creación de la CÍA tras la
Segunda Guerra Mun- dial y director de los servicios de inteligencia de la
República Federal de Alemania; el general Alexander Haig, uno de los prin- 123
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
cipales diseñadores de la política exterior estadounidense
durante las administraciones de Richard Nixon y Ronaid Reagan; Ale- xander de
Marenches, antiguo jefe de los servicios de inteligencia franceses; Otto von
Hapsburg, uno de los miembros más influ- yentes de la nobleza europea; Licio
Gelli, Roberto Calvi y Miche- le Sindona, tres personajes clave en la historia
reciente de la San- ta Sede de los que se hablará en los próximos capítulos.
Entre sus miembros se cuenta también su
majestad el rey don Juan Carlos de Borbón y muchos representantes de la nobleza
es- pañola, como Hugo 0'Donnell, conde de Lucena, empresarios como Giovanni
Agnelli o políticos como Valéry Giscard d'Es- taing.
Ni que decir tiene que sería pecar de
imprecisión y sensaciona- lismo presentar la Orden de Malta como una mera
tapadera de la CÍA. La orden realiza una meritoria actividad filantrópica y de
obra social por la que es conocida y respetada a escala mundial.
LA ALTA MAFIA
En Italia, el ataque al comunismo desde los pulpitos fue
mucho más virulento. Se dijo a los feligreses que votar a los comunistas
suponía estar en pecado mortal, que era incompatible con la con- dición de
católico e incluso se llegó a negar los sacramentos a quienes no atendiesen las
directrices de la Iglesia en este sentido.
Mucho más grave fue la alianza en Sicilia
entre la Democracia Cristiana y la mafia, una unión que comenzó a írsele de las
ma- nos a los políticos en el momento en que los mafiosos empezaron a hablar el
lenguaje que mejor dominaban: el de las pistolas. Cuando los comunistas ganaron
las elecciones en Portella della Ginestra, los mafiosos Salvatore Giuliano y
Gaspare Pisciotta li- deraron un grupo de asesinos cuya misión era dejar bien
clara su opinión sobre los resultados electorales. El balance fue una doce-
124
na de muertos y más de cincuenta heridos. Las elecciones
tuvie- ron que repetirse y, esta vez sí, la Democracia Cristiana se alzó con
una más que holgada victoria. Años después, cuando Pisciot- ta declaraba ante
los tribunales, dijo a propósito de la masacre:
«Éramos un solo cuerpo: bandidos, policía y mafia, como
Padre, Hijo y Espíritu Santo».8 Tras finalizar la Segunda Guerra
Mun- dial, la mafia se había convertido en un Estado dentro del Esta- do. Sus
tentáculos ya no abarcaban sólo Sicilia, sino casi toda la estructura económica
de Italia, y de usar escopetas de cañón re- cortado pasaron a disponer de un
armamento más expeditivo:
revólveres del calibre 357 Magnum, fusiles lanzagranadas,
bazu- kas y cargas explosivas.
La alianza con la Democracia Cristiana
supuso un verdadero salto de gigante para los mafiosos, a los que se les abrían
las puer- tas de esferas de poder hasta el momento inalcanzables e impen-
sables para ellos. Esto no quiere decir que ni el Vaticano ni los de-
mocratacristianos apoyaran o estuvieran a favor de los métodos mafiosos, pero
sí que comprendían que en Sicilia o colaborabas con la mafia o cualquier
pretensión de hacer negocios o política resultaba vana. Fue así como nació la
que sería conocida como Alta Mafia o Mafia Política. Llegó un momento en que
toda el ala derecha de la Democracia Cristiana estuvo dominada por po- líticos
vinculados con esta organización, una situación que llevó no sólo a la
corrupción de la vida política italiana, sino también a la infiltración en la
industria y la banca de toda una generación de hombres con flamantes
expedientes académicos y fuertes cone- xiones con la mafia que acabaron por
llegar hasta la Santa Sede.
Poco antes de las elecciones de 1948 se
convocó, a iniciativa del cardenal Montini, una multitudinaria manifestación
que reu-
8. DiFonzo, Luigi, Michele Sindona, el banquero de San Pedro, Planeta, Barcelona,
1984.
12,5
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
nió a cientos de miles de católicos en la plaza de San Pedro.
Los cronistas de la época narran que la multitud se extendía por via
Conciliazione y llegaba hasta la otra orilla del Tíber, al igual que las
inmensas colas de fieles que se congregaron en su día para dar el último adiós
a Juan Pablo II. Pío XII, más que un discurso o un mensaje pastoral, pronunció
una verdadera arenga, más propia de las cruzadas que de la víspera de unas
elecciones. Sus palabras llegaron a toda Italia a través de la radio.
Afortunadamente para la Santa Sede, la
campaña anticomu- nista fue un clamoroso éxito y la Democracia Cristiana, bajo
la dirección de Alcide de Gasperi, dio la vuelta a todos los pronósti- cos y
accedió al gobierno en 1948, convirtiéndose Togliatti en el líder de la
oposición. Giulio Andreotti hablaba de como la victo- ria había sobrepasado con
mucho las expectativas de los propios socialdemócratas: «La victoria fue mucho
mayor de lo que espe- rábamos. Fue la única vez que nosotros, los
democratacristianos, tuvimos mayoría absoluta en el Parlamento». La CÍA también
sacó sus propias conclusiones de la victoria electoral: «Bien, fue muy
gratificante —explica el antiguo agente de la CÍA Mark Wyatt—. Desconocíamos en
aquel tiempo que habíamos llevado a cabo la primera acción política, el primer
programa encubierto de acción política en la historia de la inteligencia
norteamerica- na, al que seguirían muchos, muchos más».9
EL MILAGRO ECONÓMICO
De Gasperi era un devoto católico de misa y comunión diana
—se definía a sí mismo como «católico, italiano y demócrata, por este orden»—,
así que no había peligro de que pusiera en
9. Declaraciones a la CNN.
HACIENDO BALANCE. EL VATICANO
Y LA POSGUERRA
marcha ninguna iniciativa contraria a los intereses
del Santo Pa- dre. En una misiva dirigida a la que más tarde se convertiría en
su esposa, Francesca Romani, decía: «La personalidad del Cris- to viviente me
empuja, me esclaviza y me conforta desde que era un niño. Vamos, te quiero
conmigo para que experimentes la misma clase de atracción a través de un abismo
de luz».10 Para los comunistas, la lealtad democrática de De Gasperi
era inape- lable. Había sido un furibundo opositor a Mussolini y por ello había
terminado en la cárcel. Tras la firma del Tratado de Le- trán fue puesto bajo
la custodia de la Santa Sede y desde enton- ces, y hasta el final de la
contienda, estuvo confinado en el Vati- cano, desempeñando un puesto de
empleado en la biblioteca. Ante el tribunal fascista que le condenó dijo: «Es
el mismo con- cepto de Estado fascista el que no puedo aceptar. Existen dere-
chos naturales sobre los que el Estado no puede pasar». De Gas- peri fue uno de
los grandes actores de la política italiana hasta su fallecimiento en 1954.
Puso especial interés en el
crecimiento industrial, la reforma agrícola y en estrechar la colaboración con
Estados Unidos y el Vaticano. Gracias a la importantísima ayuda económica de
los estadounidenses, Italia experimentó una recuperación económica sin
precedentes que se tradujo en un rápido desarrollo industrial y en un claro
aumento del nivel de vida de los italianos. Italia pasó a formar parte de la
Organización del Tratado del Atlántico Norte en 1949, de la Comunidad Europea del
Carbón y del Ace- ro en 1951, fue aceptada como miembro de la ONU en 1954 y
entró en el Mercado Común Europeo en 1958.
Como resultado de los fondos
estadounidenses del Plan Mar- shall, que fluyeron con total libertad hacia
Italia una vez supera- da la amenaza de un gobierno comunista, empresas que
práctica-
10. Johnson,Paúl, op. cit.
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
mente eran propiedad de la Santa Sede, como Italgas,
fueron re- flotadas sin coste alguno para las arcas vaticanas. A través de Italgas,
precisamente, el Vaticano se hizo con el control de la principal empresa
telefónica del país, la Societá Finanziaria Tele- fonía. El Vaticano fue, sin
lugar a dudas, el mayor y más claro beneficiario del milagro económico
italiano. Las empresas del Vaticano experimentaron el mismo crecimiento que el
producto interior bruto del país.
La Santa Sede se convirtió, además,
en el principal accionista de algunos de los mayores bancos, como el Banco de
Roma, Banca Commerciale Italiana, Crédito Italiano y el prestigioso Banco
Ambrosiano de Milán. También se hizo con la mayor parte del accionariado de la
prestigiosa Montedison y del con- sorcio Finsader, que incluía a la empresa
automovilística Alfa Romeo. Se puede decir, sin temor a ser inexactos, que en
aquella época no había sector de la economía italiana, de la hostelería a la
industria textil, del comercio a la industria editorial, en el que no
estuviesen presentes de forma importante las inversiones del Vaticano.
Tampoco se descuidó el mercado
internacional, el Vaticano se encontraba presente en el accionariado de firmas
como Ge- neral Motors, Gulf Oil, Bethlehem Steel, IBM y el conocido complejo
inmobiliario Watergate de Washington, entre otras. Esta última adquisición se
verificó tras una de las mayores ope- raciones financieras de la historia
vaticana, la toma del control del gigantesco conglomerado que era la Societá
Genérale Im- mobiliare, una de las empresas inmobiliarias más importantes del
mundo.
Claro que algunas de aquellas
inversiones podían resultar ciertamente embarazosas. Cuando en 1968 Pablo VI
invocaba la cólera de Dios contra los anticonceptivos en su encíclica Huma- nae vitae, probablemente no estaba
informado de que los intere- ses económicos de la Santa Sede incluían la
participación en el
12.8
HACIENDO BALANCE. EL VATICANO Y LA POSGUERRA
Instituto Farmacológico Serono, fabricante de las
Lateólas,11 las pildoras anticonceptivas más consumidas en Italia.
Tampoco re- sultaba fácil de justificar moralmente su participación en el ac-
cionariado de Beretta de Armamentos.
De Gasperi apoyó la idea de una
confederación europea, con voluntaria limitación de las soberanías nacionales
en su favor. Presidente del Movimiento Europeo, trabajó para el Consejo de
Europa e impulsó la Comunidad Europea de Defensa. La victoria de la Democracia
Cristiana y los veinte años que permaneció este partido en el poder aseguraron
al Vaticano que nada variase en el trato de privilegio que recibía del gobierno
italiano. La Santa Sede había vencido al socialismo, al fascismo y al
comunismo. Los políticos y los regímenes pasaban, pero el Vaticano permane- cía
inamovible. Es posible que los Estados Pontificios fueran cosa del pasado,
pero, en cierto modo, el papa volvía a controlar Ita- lia a través de su brazo
político, la Democracia Cristiana.
LA PROFECÍA DE SAN MALAQUÍAS
Mientras todo esto sucedía, el carácter del
pontífice se iba ha- ciendo progresivamente más místico y ascético. Sus horas
de sue- ño se fueron reduciendo al mínimo imprescindible (se cuenta que apenas
dormía cuatro horas al día), trabajaba sin parar, escri- biendo a máquina él
mismo sus propios discursos y comunicacio- nes apostólicas y recorría los
pasillos del Vaticano apagando las luces a su paso: «No puedo permitirme
derrochar los fondos de los fieles», solía decir. Su afán economizador le llevó
a prohibir que se pegasen, sellasen o grapasen los sobres que contenían las
comunicaciones internas de la Santa Sede a fin de que pudiesen
11. Yailop, David, op. cit.
129
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
ser reutilizados. Incluso sus últimas voluntades
fueron guardadas en un sobre previamente usado.12 Pasaba buena parte
del día orando y los únicos placeres que se permitía eran las óperas de Wagner
y su canario Gretchen, que cada mañana salía de la jaula y se posaba en su
brazo antes de volar hasta la mesa preparada para el desayuno. Parecía claro
que el pontífice había emprendi- do el camino de la santidad. Tanto es así que
incluso se produjo un documental, «Pastor Angelicus», sobre su vida. El título
de esta obra es importante, pues hace referencia al lema que le co- rrespondía
a Pío XII según la profecía de san Malaquías, y el he- cho de que no fuera
corregido o desautorizado por el papa nos habla de su creencia en los
vaticinios de este santo irlandés.
San Malaquías nació en Armagh,
Irlanda, en 1094. En 1132 fue elevado a la primacía de Armagh. Se le atribuyen
muchos milagros, pero por lo que más se le recuerda es por su don profetice. La
más famosa de sus profecías es la referente a los papas, aunque no hay certeza
de su autenticidad. Está compuesta de «lemas» para cada uno de los 112 papas,
desde Inocencio II, elegido en 1130, hasta el fin del mundo. Estos lemas
descriptivos de los papas pueden refe- rirse a un símbolo de su país de origen,
a su nombre, su escudo de armas, su talento o cualquier otra cosa. Los lemas
correspondientes a los papas cuyos pontificados se tratan en este libro son:
• 105: Fides intrépida (La fe intrépida). Pío
XI (1922-1939). • 106: Pastor angelicus
(Pastor angélico). Pío XII (1939-
1958).
• 107:
Pastor et nauta (Pastor y navegante).
Juan XXIII (1958-1963). Juan XXIII fue cardenal de Venecia, ciudad de
navegantes, y condujo la Iglesia al n Concilio Vaticano.
12.
Frattini, Ene, Secretos vaticanos. De San
Pedro a Benedicto XVI, Edaf, Madrid, 2005.
130
HACIENDO BALANCE. EL VATICANO Y LA POSGUERRA
• 108: Flosflorum (Flor de las flores). Pablo
VI (1963-1978). Su escudo contiene la flor de lis (la flor de las flores).
• 109:
De medietate lunae (De la media
luna). Juan Pablo I (1978-1978). Su nombre era Albino Luciani (luz blanca).
Nació en la diócesis de Belluno (del latín bella
luna). Fue elegido el 26 de agosto de 1978. La noche del 25 al 26 la luna
estaba en media luna. Murió tras un eclipse lunar. También su nacimiento, su
ordenación sacerdotal y episco- pal ocurrieron en noches de media luna.
• 110:
De labore solis (De la fatiga o
trabajo del sol). Juan Pablo II (1978-2005). Sobrellevó un trabajo extraordina-
rio y extenso.
• 111: Gloria olivae (La gloria del olivo).
Benedicto XVI
(2005). Toma su nombre de san Benito y Benedicto XV.
Los benedictinos tuvieron una rama llamada
/os olivetans. Benedicto XV destacó
por sus esfuerzos por lograr la paz durante la Primera Guerra Mundial.
• 112:
Petrus romanus (Pedro el romano), que
sería el último papa, ya que en su reinado ocurriría el fin del mundo: «En la
persecución final de la Santa Iglesia romana reinará Pe- trus Romanus (Pedro el
romano), que alimentará a su rey en medio de muchas tribulaciones. Después de
esto, la ciu- dad de las siete colinas será destruida y el temido juez juz-
gará a su pueblo. El Fin».
Más allá de lo profetizado por
san Malaquías, lo cierto es que la fama de «santo en vida» de Pío XII se iba
cimentando día tras día. Las personas más entusiastas afirmaban que se
encontraba rodeado por el característico «olor de santidad», un perfume
—generalmente a rosas— que se les atribuye a los santos como muestra inequívoca
de su condición. Lo más probable es que el olor que notaban los visitantes
fuera el de los pañuelos impreg- nados en antiséptico que, discretamente, le
pasaba al pontífice su
131
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
ayudante, la madre Pasqualina, que sabía de la
condición de hi- pocondríaco de Pío XII. El papa usaba estos pañuelos para no
contagiarse con ningún germen durante las audiencias. Otra cosa era su fobia a
las moscas, de las que pensaba que eran los agen- tes transmisores de la
práctica totalidad de las enfermedades co- nocidas. Los visitantes de la Santa
Sede se sorprendían al descu- brir que no había rincón ni instalación que no
contase con su trampa de papel matamoscas, colocada por orden expresa del
pontífice. Por añadidura, los médicos del Vaticano tuvieron que bregar con
dolores de muelas imaginados, arritmias inventadas, cólicos y anemias que
aparecían y desaparecían con la misma fa- cilidad, etc.
Pío XII falleció el 9 de octubre de
1958. Las exequias se vie- ron ensombrecidas por la rapidísima putrefacción del
cadáver, que dio lugar a toda suerte de escenas grotescas y desagradables
durante los funerales. Unas semanas más tarde, moría Bernardi- no Nogara. Este
último fallecimiento apenas fue recogido por la prensa, aunque en términos de
importancia para la historia vati- cana era equiparable al del propio papa.
8
EL PAPA QUE
NO FUE
«GREGORIO XVII» Y JUAN XXIII
El brevísimo pontificado de Juan XXIII,
apenas cinco años de la historia de la Iglesia, sorprende por el brusco giro de
timón que supuso en lo que hasta el momento había sido la política del
Vaticano. Este giro, sin duda, no se habría producido de haber ganado la
elección el que era máximo favorito, el cardenal Giuseppe Siri, que habría
subido al trono de San Pedro con el nombre de Gregorio XVII,
Angelo Giuseppe Roncalli nació en Sotto di Monte en
1881. Cursó estudios en su ciudad natal y en Roma, y fue ordenado sa- cerdote
en 1904. Fue sargento médico y capellán durante la Pri- mera Guerra Mundial, y
en 1921 pasó a trabajar en la Sociedad para la Propagación de la Fe, que ayudó
a reorganizar. Su carrera ascendente dentro de la Iglesia le llevó a ser designado
embaja- dor del papa en Bulgaria, y más tarde fue destinado como dele- gado
apostólico a Turquía y Grecia. No obstante, tenía fama de ser excesivamente
progresista (era bien conocida su postura favo- rable a los matrimonios mixtos
entre católicos y no católicos). Presente en la Hungría ocupada por los nazis
durante la Segunda
133
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
Guerra Mundial, ayudó a la evacuación de la población
judía perseguida. Antes de acabar la guerra, en 1944, fue nombrado nuncio en
Francia.
A partir de ese momento comienza
a cimentarse su leyenda de persona afable y hábil diplomático. Estando de
nuncio en París se encontró con el rabino principal de Francia, hombre fornido
al igual que el cardenal, ante la puerta de un ascensor estrecho, en el que era
imposible que cupiesen ambos. «Después de usted», le dijo cortésmente el
rabino. «De ninguna manera», le contestó el nuncio Roncalli, «por favor, usted
el primero». Así siguió un interminable intercambio de cortesías hasta que
Roncalli terminó diciendo: «Es necesario que suba usted antes que yo, ya que
siempre va delante el Antiguo Testamento, y, sólo después, el
Nuevo Testamento».
Pero el periplo francés de
Roncalli dio para mucho más que para aventuras jocosas. En Francia trabó
amistad con algunos personajes clave de la política francesa de la época, como
el lí- der del Partido Comunista, Maurice Thorez, y el líder del parti- do radical,
Edouard Herriot. Su entendimiento fácil con los po- líticos de izquierda le
convertía en el hombre perfecto a la hora de plantearse un hipotético
acercamiento entre la Iglesia y el co- munismo.
En 1953 era cardenal y arzobispo
de Venecia, lo que le colo- caba en una situación inmejorable de cara a la
sucesión de Pío XII. Había seguido manteniendo sus mal disimuladas simpatías
hacia los políticos de izquierdas, en especial en Italia, lo que le valió la
enemistad de importantes personajes de la «nobleza ne- gra», las familias de
rancio abolengo que llevaban siglos medran- do a la sombra del Vaticano. Entre
éstos destacaba el conde De- lla Torre, director de UOsservatore Romano, el diario de la Santa Sede. Los servicios de
inteligencia estadounidenses también miraban con recelo las simpatías del
cardenal Roncalli. Tampoco era ningún secreto que Roncalli estaba muy lejos de
la idea origi-
EL PAPA QUE NO FUE. «GREGORIO
XVII» Y JUAN XXIII
nal de Pío XII sobre quién debería ser su sucesor.
En este sentido, el candidato del papa había sido siempre el cardenal Siri.1
De he- cho, Siri es el protagonista de una teoría de la conspiración su-
mamente popular entre los católicos ultraconservadores, según la cual él, y no
Roncalli, habría sido elegido papa durante el cón- clave celebrado en 1958.
HUMO BLANCO... PERO SIN PAPA
Tras la muerte de Pío XII el principal candidato a la
sucesión era Giuseppe Siri, arzobispo de Genova muy conocido por sus postu- ras
esencialmente conservadoras. Además, había sido amigo ínti- mo de Bernardino
Nogara y, por tanto, estaba familiarizado con las intrincadas complejidades que
rodeaban las finanzas vaticanas.
El cónclave para la elección del
nuevo papa duró cuatro días y seis votaciones, tras las cuales una
indistinguible voluta de humo grisáceo anunció al mundo la buena nueva. Sin
embargo, antes de eso habían ocurrido acontecimientos poco comunes durante el
desarrollo del cónclave. Dos días antes, el 26 de octubre de 1958, el humo
blanco que anunciaba la noticia de la elección pa- pal fue visto emerger de la
chimenea de la Capilla Sixtina. Pero transcurrieron los minutos y ningún papa
salió a los balcones a impartir su bendición. Esta curiosa circunstancia fue
dada a co- nocer tanto por las radios como por los corresponsales de prensa que
aquel día se arremolinaban en torno a la plaza de San Pedro.
La Guardia Suiza fue desplegada
para rendir honores al recién elegido pontífice. La muchedumbre, incluso, pudo
ver a los car- denales tras las ventanas del palacio Apostólico, algo no permiti-
do si el cónclave todavía se encuentra reunido. Durante unos mi-
1. Cooney, John, op. cit.
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
nutos todos pensaron que el nuevo papa había sido
elegido, y el nombre de Giuseppe Siri estaba en boca de todos. Éste es el in-
forme emitido al respecto por la agencia Associated Press el 27 de octubre de
1958:
Los
cardenales votaron el domingo sin llegar a elegir a un nuevo papa. Una señal de
humo mezclado hizo parecer, durante alrededor de media hora, que el sucesor de
Pío XII había sido elegido. Los 200.000 romanos y turistas que abarrotaban la
plaza de San Pedro estuvieron seguros de que la Iglesia tenía un nuevo
pontífice. Millo- nes de personas que escuchaban la radio a través de toda
Italia y Europa tampoco albergaban dudas. Oyeron al portavoz del Vatica- no
gritar exultante: «Ha sido elegido Papa».
Las escenas
vividas alrededor del Vaticano eran de una confusión increíble. El humo blanco
de la pequeña chimenea es la señal tradi- cional que anuncia la elección de un
nuevo Papa. El humo negro in- dica que aún no se ha llegado a un acuerdo. Dos
veces durante el día el humo salió de la chimenea. A mediodía, el humo, al
principio, salió blanco pero rápidamente se tornó indiscutiblemente negro. Ésta
era la prueba de que los cardenales no habían podido elegir en las dos primeras
votaciones. Al anochecer, el humo blanco salió de la delgada chimenea durante cinco
minutos. Para todo el mundo ésta fue la prueba de que ya había un sucesor para
Pío XII.
Las nubes
de humo fueron iluminadas por los reflectores que en- focaban la chimenea de la
Capilla Sixtina. «Bianeo\ Bianco\»,
gritó la muchedumbre.
Radio
Vaticana anunció que el humo era blanco. El presentador declaró que,
probablemente, los cardenales estaban realizando en ese momento los ritos de
adoración para el nuevo supremo pontífi- ce. Radio Vaticana insistió durante
mucho tiempo en que el humo era blanco.
Incluso los altos
funcionarios del Vaticano, Callón di Vignale, gobernador del cónclave, y
Sigismondo Chigi, comisario del mis-
136
EL PAPA QUE NO FUE. «GREGORIO XVII» Y JUAN XXIII
mo, se
apresuraron a tomar las posiciones que les estaban asigna- das. La Guardia
Palatina fue llamada y se les ordenó prepararse para ir a la basílica de San
Pedro, ante el anuncio del nombre del nuevo Papa. Pero antes de que alcanzaran
la plaza se les mandó que regresaran a sus cuarteles. La Guardia Suiza también
fue aler- tada.
Chigi, en una
entrevista concedida a la radio italiana, dijo que la incertidumbre reinaba en
el palacio. Agregó que esta confusión per- sistió no sólo después de que se
hubiera disipado el humo sino in- cluso después de que se recibiera
confirmación desde dentro del pro- pio cónclave de que era humo negro lo que se
había pretendido soltar. Dijo que había estado en otros tres cónclaves y nunca
antes había visto un humo de color tan variado como el de ese domingo. Informó
a los periodistas que intentaría hablar con los cardenales sobre la confusión
del humo con la esperanza de que algo se pudiera hacer de cara al lunes para
que no se repitiera la situación.
Los
sacerdotes y todos los que trabajaban en el recinto del Vati- cano vieron el
humo blanco. Comenzaron a prorrumpir en vítores. Agitaban de modo entusiasta
sus pañuelos y las siluetas de los con- clavistas —los ayudantes de los
cardenales— les respondían desde detrás de las ventanas del palacio Apostólico.
Posiblemente ellos también creían que se había elegido al Papa.
La
muchedumbre aguardaba en la agonía del suspense. Por lo común, cualquier Papa
elegido aparecería en el balcón en el plazo de veinte minutos. La multitud
esperó una media hora y comenzó a preguntarse si el humo era realmente negro o
blanco. La duda se ex- tendió rápidamente. Muchos comenzaron a alejarse, pero
aún reina- ba la confusión y el desconcierto. Los medios de comunicación de
todo el mundo ya habían propagado la noticia de que se había elegi- do a un
nuevo pontífice.
Miles de
llamadas telefónicas se recibieron en el Vaticano, satu- rando la centralita.
Según pasaba el tiempo y las dudas aumenta- ban, todos se formulaban la misma
pregunta: «¿Negro o blanco?».
i37
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
Después de
una media hora, las radios se limitaban a comentar que la respuesta seguía
siendo incierta. Sólo una vez cumplido el tiempo en el que el nuevo Papa
debería haber aparecido en el balcón sobre la plaza de San Pedro, se pudo estar
seguro de que la votación tendría que reanudarse el lunes a las 10 de la
mañana.2
«GREGORIO XVII»
Según los defensores de la teoría de la
conspiración, a la cabeza de los cuales se encuentra el antiguo asesor del FBI
Paúl L. Wi- lliams,3 toda esta confusión no se habría debido a un
malentendi- do, sino a la elección efectiva durante aquella votación del carde-
nal Giuseppe Sin como papa, del que incluso se sabría el nombre que iba a
elegir: Gregorio XVII. Sin embargo, un grupo de carde- nales progresistas
habría detenido la proclamación de Siri como pontífice alegando que su elección
como papa supondría un baño de sangre en la Europa del Este. Para sostener esta
teoría, cuyo fin habría que buscarlo en los intentos de los sectores ultra-
conservadores de la Iglesia de restarle legitimidad a las reformas de Juan
XXIII, Williams se remite a diversos documentos descla- sificados del
Departamento de Estado estadounidense.4
La llegada de Juan XXIII a la
Santa Sede supuso un auténtico cambio de rumbo. Angelo Roncalli se comportó
siempre como un pastor, es decir, como un hombre en contacto directo con los
de- más y con sus problemas. Como papa rompió con todos los ais- lamientos: del
pontífice con la curia, de la curia con la Iglesia y de la Iglesia con el
mundo. El nuevo papa fue saludado con satis-
2.
The Houston Post, 27 de octubre de 1958.
3.
Williams, Paúl L., The Vahean
Exposed: Money, Murder, ana the Mafia, Prome- theus Books, Nueva York,
2003.
4.
Ibid.
138
EL PAPA QUE NO FUE. «GREGORIO XVII» Y JUAN XXIII
facción desde el Kremlin, donde le veían como un «genuino
so- cialista» con «manos de campesino».5
La noche en que fue elegido papa,
Juan XXIII le pidió al carde- nal Nasalli que se quedara con él a cenar. Éste
le respondió: «San- tidad, la costumbre es que los papas coman solos».
«Compren- do», replicó Roncalli, «que como papa tampoco van a dejarme hacer lo
que me apetezca». «¿Puedo traer champán, Santidad?», le preguntó Nasalli. Y
Juan XXIII contestó: «Sí, sí, espero que al menos eso no esté prohibido. Y, por
favor, no me llame Santidad, que cada vez que lo dice me parece que me está
tomando el pelo».
El nuevo papa pronto empezó a sufrir
de frecuentes y violen- tas pesadillas fruto de las presiones de su cargo.6
Lo cual no es de extrañar, ya que en los primeros cien días de su pontificado
tomó una serie de decisiones verdaderamente cruciales para el devenir de la
Iglesia, como la de tener que escoger a alguien para el cargo de secretario de
Estado —vacante desde 1944—, que finalmente recayó en el cardenal Domenico
Tardini. Sin embargo, su deci- sión más significativa fue la convocatoria del
II Concilio Vatica- no, hecha pública el 25 de enero de 1959, tan sólo 89 días
des- pués de su elección como papa. También asombró a la curia al afirmar que
la cruzada contra el comunismo había fracasado lar- gamente, y ordenó a los
obispos italianos que se mantuvieran «políticamente neutrales». La CÍA vio con
espanto y preocupa- ción como el papa ordenaba que el libre acceso al Vaticano
de los agentes estadounidenses debía cesar. El temor de los nortea- mericanos
se incrementó cuando supieron que Juan XXIII había comenzado a sembrar las
semillas de una política de acercamien- to al Este de Europa e intentaba un
cauteloso diálogo con Nikita Krushchev, el líder soviético.
5. Manhattan, Avro, Murder in the Vatican, op. cit.
6. Frattini, Eric,op.cit.
139
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
AGGIORNAMENTO
De igual forma, Juan XXIII inició una eficaz purga que
alejó del Vaticano a la vieja guardia de ultraconservadores que habían
constituido la corte de Pío XII. Además, la convocatoria del II Concilio
Vaticano supuso uno de los mayores impulsos reforma- dores de la historia de la
Iglesia. El concilio constó de cuatro se- siones: la primera de ellas la
presidió el propio Juan XXIII en el otoño de 1962. (El papa no pudo ver la
conclusión de sus traba- jos, ya que falleció un año después.) Eas otras tres
sesiones fue- ron convocadas y presididas por su sucesor. Pablo VI, que clau-
suró el concilio en 1965.
El II Concilio Vaticano fue el gran
acontecimiento de la era moderna en el ámbito de la Iglesia católica. Se
pretendió que fue- ra un aggiornamento
(puesta al día) de la Iglesia, renovando los elementos que más necesidad
tuvieran de ello y revisando el fon- do y la forma de todas sus actividades.
En el campo de las relaciones del
Vaticano con la política ita- liana, el breve pontificado de Juan XXIII supuso
un vuelco defi- nitivo en la situación. Durante este período el Partido
Democra- tacristiano perdió definitivamente la posición de privilegio que había
ostentado desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la muerte de Pío
XII. En este caso, no estamos hablando de un apoyo meramente ideológico o
espiritual, sino también eco- nómico. El nuevo pontífice no estaba ni mucho
menos tan pre- dispuesto como su predecesor a colaborar con la CÍA en el pro-
pósito de convertir a la Democracia Cristiana en el dique de contención del
comunismo italiano. Ello, unido a otros factores, desembocó en la dimisión, el
2 de febrero de 1962, del primer ministro Amintore Fanfani, que dejaría paso a
un gabinete de coalición entre la Democracia Cristiana y los socialistas de Pietro
Nenni. Dio comienzo así una etapa de la política italiana conoci- da como la apertura alia sinistra (apertura a la
izquierda), carac-
140
EL PAPA QUE NO FUE. «GREGORIO
XVII» Y JUAN XXIII
tenzada por una sucesión de gobiernos de coalición entre
demo- cratacristianos e izquierdistas moderados.7
Las elecciones generales celebradas
en Italia el 28 de abril de 1963 supusieron un descalabro para la Democracia
Cristiana, que perdió 13 escaños, mientras que reafirmó el poder del Parti- do
Comunista, que vio incrementada su cuenta electoral en 25 escaños, lo que le
convirtió en una fuerza que empezó a ser teni- da muy en cuenta a partir de ese
momento en la política italiana.
7. Stearns, Peter N., The Encyclopedia of Worid History, Houghton Muffín Com- Pany, Nueva
York, 2001.
141
9
EL BANQUERO
DE LA MAFIA
MICHELE SINDONA Y PABLO VI
El sucesor en el trono
papal de Juan XXIII, Pablo VI, decidió dejar las finanzas vaticanas en manos de
Michele Sindona, un hábil ban-
quero cuya vida parece sacada de la
película El Padrino. Forjado en la
dura escuela del mercado negro, Sindona se convirtió en el prin- cipal banquero
de la mafia, el hombre que controlaba los miles de millones de dólares que
generaba el tráfico de drogas. De ahí al Vati- cano sólo había un paso.
Sería difícil encontrar dos hombres que, dedicándose
al mismo oficio, fueran más diferentes que Bernardino Nogara y Michele Sindona.
Nogara era un tecnócrata gris y espartano, esclavo de su trabajo y devoto hasta
llegar a la santurronería. Sindona, en cambio, era un financiero moderno y
mundano. No tenía el me- nor reparo en hacer ostentación de los mejores trajes,
las más fi- nas corbatas y los más valiosos relojes. Su apodo, El Tiburón,
decía mucho de su forma de hacer negocios, y sus conocidos con- tactos con la
mafia le convirtieron en un hombre más que respe- to, temido incluso, en los
ambientes de negocios en Italia.
143
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
Michele Sindona comenzó su carrera
blanqueando de forma magistral e imaginativa la fortuna de la familia Gambino,
los mafiosos más conocidos de Nueva York. Sindona creó para ellos un holding que lentamente se convirtió en
un verdadero imperio financiero de dimensiones internacionales.
La relación de Sindona con Pablo VI
se inició cuando aquél hizo de intermediario del dinero que la CÍA aportaba al
Vaticano y a la Democracia Cristiana para impedir la expansión del Parti- do
Comunista italiano. Entre ambos hombres, como en su día entre Bernardino Nogara
y Pío XI, surgió de inmediato una rela- ción que fue más allá de lo meramente
profesional, convirtiéndo- se en verdaderos amigos.
Por ello, no es de extrañar que una
noche de primavera de 1969, agobiado por la reforma fiscal del gobierno
italiano, Pablo VI decidiera llamar a una audiencia secreta a Michele Sindona.
El visitante fue recibido de la forma más discreta en la Santa Sede y llevado
rápidamente a los apartamentos papales, donde Pablo VI le esperaba con un
semblante que parecía entre enfermo y preocu- pado. Sindona vestía un traje
azul marino, corbata del mismo tono y una elegante camisa blanca de cuyos puños
asomaban unos im- presionantes gemelos de oro.1 Su aspecto confiado
y alegre dibujó inmediatamente una sonrisa en el rostro del pontífice. Parecía
de- cir: «No hay problema, si se trata de dinero ya encontraremos una
solución». El papa no le ofreció el anillo del pescador para el beso
protocolario: en su lugar le estrechó la mano con calidez.
Una vez sentados, el papa le
comentó al banquero su terrible problema. El gobierno italiano iba a gravar con
impuestos las in- versiones del Vaticano. Los setecientos millones de dólares
que podría suponer en primera instancia la aplicación de la medida, aun siendo
una cantidad abultada, era asumible, pero no era esto
1. DiFonzo, Luigi, op. cit.
144
EL BANQUERO DE LA MAFIA. MICHELE SINDONA Y PABLO VI
lo que más preocupaba al pontífice. El mayor
inconveniente radi- caba en que otros países decidieran llevar a la práctica
medidas similares, lo que podría desbaratar la impresionante estructura
financiera edificada con tanto esfuerzo por Bernardino Nogara a lo largo de los
años.
UN ESCARMIENTO
Había algo más que el papa no había confesado a su
amigo y asesor financiero. Su pontificado estaba resultando difícil e in-
cierto. Ni tradicionalistas ni progresistas se encontraban conten- tos con su
gestión pastoral, y las veladas críticas a su liderazgo surgían de continuo de
uno y otro sector. Lo último que necesita- ba en aquel momento era que se
supiera que la fabulosa fortuna que se gestionaba desde IOR corría peligro de
irse por el sumide- ro de la hacienda italiana.
Sindona escuchó pacientemente,
meditó unos segundos y, tras una pequeña pausa, resolvió lo que iba a hacer. La
medida del go- bierno italiano era firme e intentar variarla implicaría un
tiempo y unos recursos de los que no disponían en aquel momento. Lo más
práctico era intentar salvar lo que se pudiera y sacar de Italia el dinero,
desviándolo a empresas creadas en diferentes paraísos fiscales tanto de Europa
como de América. Es decir, nada que no hubiera hecho antes para la familia
Gambino. Sin embargo, en esta ocasión, el banquero estaba dispuesto a añadir un
plus de au- dacia a su astucia financiera. La clave de la operación consistiría
en que se realizara a la vista de todos, sin secretos. Si el Vaticano es un
Estado soberano puede llevarse sus inversiones donde le plazca, debió de pensar
Sindona. Esto serviría de escarmiento a los legisladores italianos y de aviso a
otros países que sintieran la tentación de cargar con impuestos las inversiones
vaticanas.
Tras escuchar la propuesta del
financiero, fue el papa el
que
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
pareció meditar durante unos segundos. Después, le
entregó una carpeta que contenía un documento cuyos términos se extendían más
allá de las más inconfesables ambiciones de Michele Sindo- na. En el escrito se
nombraba al controvertido financiero Merca-
tor senesis romanam curíam sequens, el banquero de la curia, con poderes
casi ilimitados sobre los fondos administrados por el Instituto para las Obras
de Religión.
En virtud de su nuevo nombramiento,
Sindona trabajaría al lado del arzobispo Paúl Marcinkus, recién nombrado
presidente del IOR, del cardenal Giuseppe Caprio, presidente del Beni della
Santa Sede, y del cardenal Sergio Guerri, gobernador de la Ciu- dad del
Vaticano. Sindona tendría la última palabra en los asun- tos financieros. Como
tenía por costumbre, leyó el documento hasta la última línea y sólo entonces
levantó la vista del papel y sonrió al pontífice. El Vaticano había depositado
en sus manos la mayor muestra de confianza posible, le había entregado la llave
de la caja. Sindona, sin decir palabra, sacó su elegante estilográfi- ca de oro
y estampó su firma al pie del documento. Después, ahora sí, besó el anillo del
pescador y se arrodilló junto al papa para rezar por el buen término de la
ambiciosa empresa que ha- bían comenzado con la firma del documento.
Quién sabe lo que sentiría Michele
Sindona al salir de madru- gada del recinto vaticano. Se le atribuía una
frialdad sobrehuma- na, la capacidad de jugarse decenas de millones de dólares
sin temblarle el pulso ni dudar, pero lo que había sucedido aquella noche
probablemente era demasiado incluso para aquel al que la prensa sensacionalista
había bautizado como «el hombre de hie- lo». Si debemos atenernos a lo que él mismo
confesó años más tarde, aquella noche no sintió nada especial. A fin de
cuentas, se trataba sólo de negocios, como de costumbre; nada por lo que
sentirse especialmente excitado.
Sindona utilizó el prestigio que le
otorgaba el hecho de haber- se convertido en el asesor financiero del papa para
obtener bene-
EL BANQUERO DE LA MAFIA. MICHELE SINDONA Y PABLO
VI
ficios en sus propias operaciones internacionales. Por
aquella época, el todopoderoso banquero del papa controlaba, al menos, cinco
bancos y más de 125 compañías en once países.2 Dos años después, en
1971, Sindona estaba preparado para acometer su campaña financiera más
ambiciosa. Más por prestigio que por beneficio, estaba empeñado en conseguir el
control de las dos mayores compañías de Italia (la Céntrale y Bastogi),
fusionarlas y consumar la toma de un gran banco. Según afirmó posterior- mente
el propio gobernador del Banco de Italia, si Sindona hu- biera materializado su
plan, habría presidido el mayor holding empresarial
de toda Europa y se habría convertido en arbitro del caótico sistema financiero
italiano.
En agosto de 1971 Sindona se hizo con el control del
primero de sus grandes objetivos: la Céntrale. Las autoridades financieras
italianas comenzaron a tomarse en serio los movimientos de Sin- dona y el Banco
de Italia bloqueó su intento de controlar Basto- gi, su segundo punto de mira,
ordenando una inspección adicio- nal a varios bancos en los que el financiero
poseía intereses. La conquista del sistema financiero italiano por parte de
Sindona había sido detenida en el último momento, pero ahora amigos y enemigos
sabían que el banquero del papa no era alguien a quien se debiera tomar a la
ligera.
MÁS PODEROSO QUE EL BANCO DE ITALIA
A pesar de que los inspectores encontraron múltiples
irregulari- dades en las empresas y bancos de Sindona, el gobernador del Banco
de Italia decidió no hacer nada al respecto. Sindona era un
2. Robb, Peter, Midnight in Sicily (Vintage Departures), Random House, Nueva Iork,1996.
147
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
hombre influyente y poderoso. Tenía a importantes
instituciones financieras y al Vaticano respaldándole, y, desde luego, era mu-
cho más fuerte que el gobernador del Banco de Italia.
Todo aquel poder había comenzado
mucho antes, en 1942, cuando siendo un joven graduado de la Universidad de
Mesina comenzó un lucrativo negocio de estraperlo. Compraba bienes y alimentos
robados a los norteamericanos en Palermo y se las ingeniaba para introducirlos
de contrabando en Mesina. Para mantener su negocio, Sindona precisaba la
protección de la ma- fia. Ellos eran los que tenían acceso a los productos a
través del robo o del control de la importación y producción. Además, la mafia
podía poner a su disposición una fuente inagotable de documentos falsos
obtenidos mediante soborno con los que po- der engañar a las patrullas
fronterizas. Todo ello lo logró Sin- dona gracias a su contacto con Vito
Genovese, uno de los ma- fiosos más importantes de Estados Unidos. Genovese
había colaborado en la planificación de la invasión de Sicilia actuan- do como
enlace entre el Ejército estadounidense y la mafia de la isla. Apodado Don
Vitone, tomó a Sindona bajo su protec- ción. Por aquellos días, Genovese era
uno de los mayores trafi- cantes de narcóticos del mundo y se cree que estaba
relaciona- do con negocios de trata de blancas, dirigiendo en Nueva York la
familia fundada en su día por Lucky Luciano (Salvatore Lu- cania).
El mayor golpe de los realizados
hasta ese momento por Vito Genovese había sido el asesinato de Joe Masseria,
que estaba considerado en Estados Unidos como el «jefe de todos los jefes».
Masseria ni siquiera supo de dónde vinieron las balas que acaba- ron con su
vida. Había acudido a Scarpato's, un restaurante de Coney Island, invitado por
Luciano. Masseria lo pasó bien en la que iba a ser su última cena, rodeado de
gente de confianza. Sin embargo, Genovese había preparado hasta el último
detalle la em- boscada y Masseria recibió varios disparos en la espalda por,
se-
148
EL BANQUERO DE LA MAFIA. MICHELE SINDONA Y PABLO
VI
gún cita el informe policial, «desconocidos que se dieron a
la fuga».3
Michele Sindona siempre recordaría
aquella época con agra- do; eran días de aventura en los que en muchas
ocasiones él mis- mo conducía los camiones con el contrabando, que eran recibi-
dos en los pueblos con el revuelo y alboroto propios de un gran acontecimiento.
Como si de un Papá Noel mafioso se tratara, distribuía alimentos y regalos a
espuertas, reservando una parte para sus amigos. En esa época de hambruna, los
víveres de Sin- dona, pese a no ser gratis, eran bien recibidos en un pueblo
nece- sitado y falto de los alimentos más básicos. Se había convertido en un auténtico padrino, un hombre
respetado por todos.
UNA VIDA DE AVENTURAS
Durante aquel período aventurero, Michele Sindona se
hizo con una variada panoplia de amigos, que incluía tanto a militares es-
tadounidenses como a los más peligrosos mañosos de Sicilia. De los
norteamericanos aprendió mucho gracias a las largas conver- saciones que casi
siempre trataban sobre lo maravilloso que re- sultaba la vida en Estados
Unidos, su prosperidad y las ventajas del capitalismo y la democracia. Aquélla
era una tierra prometi- da para un hombre como Sindona, que rebosaba ambición y
ta- lento: «Fue entonces cuando comprendí que si realmente quería hacer algo
grande necesitaría tener amigos en Estados Unidos».4
El gran amigo de Sindona en
Norteamérica era Vito Genove- se, y el acuerdo entre ambos funcionó a las mil
maravillas. Sin- dona aportaba a Genovese un más que generoso porcentaje de
3. Departamento de Policía de
Nueva York. Escuadrón 60, caso 133,15 de abril de 1931.
4. DiFonzo, Luigi, op. cit.
149
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
sus beneficios a cambio de la protección de Don
Vitone, que se encargaba de alejar de su joven pupilo a las autoridades y a las
otras familias mafiosas. Esto último no era especialmente com- plicado, ya que
el negocio era suficientemente grande como para que todos los mafiosos de
Italia sacaran su parte sin necesidad de interferir en los negocios de sus
vecinos. Casi todo lo que consu- mieron los italianos durante la ocupación, lo
necesario y lo su- perfluo, los alimentos y la ropa, salió de las bases
estadouniden- ses. El mercado negro y el contrabando se convirtieron en algo
normal dentro de la economía italiana.
Las autoridades no podían hacer
nada para detener esta situa- ción. En 1946 el prefecto de Milán intentó
aplicar, sin resultado, una política de control de precios, al menos en lo
concerniente a los productos de primera necesidad. Se establecieron pequeños
comités de control, formados por dos policías y un miembro de la Camera di
Lavoro, que se encargaban de que, como mínimo en las tiendas, los precios
fueran los estipulados. La idea pronto se extendió a Genova y Turín, pero
cuando los intermediarios re- husaron distribuir sus productos en las tiendas,
el mercado negro pudo continuar su edad de oro.5
En aquella extraña época, Sindona
conoció a don Luciano Leggio, uno de los capos mafiosos más singulares, ya que
su fa- milia dirigía Anónima sequestri, un grupo paramilitar de Paler- mo
conocido por su carácter cuasifascista y sus métodos violen- tos. Leggio
rápidamente simpatizó con Sindona, que pasó con igual celeridad a formar parte
de su familia. Allí, Sindona trabó contacto con el hermano Agostino Coppola, un
peculiar fraile que lo mismo celebraba una misa que planificaba un asesinato o
un secuestro.
5.
Ginsborg, Paúl, A History of Contemporary
Italy: Society ana Polines, 1943- 1988, Palgrave McMillan, Nueva York,
2003.
150
EL BANQUERO DE LA MAFIA. MICHELE SINDONA Y
PABLO VI
Cabe señalar que en la Sicilia de
la época el hecho de que un clérigo perteneciese a la mafia no era tan extraño
ni estaba tan mal visto como pudiéramos suponer. En 1962, por ejemplo, cua- tro
monjes franciscanos fueron juzgados, condenados y senten- ciados a más de
treinta años de prisión por conspiración, extor- sión y asesinato. El propio
hermano Agostino Coppola, según se demostró en el juicio que contra él se
celebró en 1975 por perte- nencia a organización criminal, participó en labores
de blanqueo de dinero y apoyó a conocidos políticos de la Alta Mafia. En 1978
el monje franciscano Fernando Tadeo, prior de la iglesia del Santo Angelo en
Roma, fue detenido bajo la acusación de comprar dinero procedente de rescates
de diversos secuestros al 70 por 100 de su valor, dinero que posteriormente era
blanquea- do mediante instituciones financieras vinculadas al Vaticano.
EL TRIÁNGULO DEL DIABLO
En los años setenta se podía afirmar que el
triángulo formado por la mafia, la Democracia Cristiana y la Iglesia era el
principal responsable de la pobreza endémica que se vivía en Sicilia. Tan
fuertes eran los vínculos entre estas tres instituciones que se decía que si un
capo mafioso era bendecido con dos hijos varones lo más normal es que uno de
ellos se dedicara a la política y el otro al sacerdocio. Este triángulo
funcionaba a la perfección debido a las particularidades de Sicilia, una región
insular y olvidada en la que los caciques podían hacer y deshacer a su antojo
sin que las autoridades se inmiscuyeran demasiado en sus asuntos. La po- breza
y el analfabetismo de sus gentes les hacía aún más fáciles de manipular. (La
mafia tenía sus luparas, escopetas de cañón re- cortado con que
perpetraban sus asesinatos, la Iglesia tenía a *Jíos y la Democracia
Cristiana sólo tenía que mencionar a los conlunistas para amedrentar
a los campesinos sicilianos.)
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
Por otro lado, Sicilia es la tierra
de «el enemigo de mi enemigo es mi amigo». Mafiosos, clérigos y políticos de
derechas compar- tían un enemigo común: los comunistas, y ello contribuyó a es-
trechar lazos y alianzas que hubieran sido impensables en cual- quier otro
lugar del planeta.
Aquel ambiente fue la auténtica
escuela de negocios en la que se educó y formó Michele Sindona. Cuando en 1946
abrió en Milán su despacho de asesoría fiscal y económica, ya había aprendido
todo lo necesario para convertirse en un exitoso hombre de negocios en la
Italia de posguerra. Supo aprovechar como nadie la era de continuos «pelotazos»
que supuso el mila- gro económico italiano, y su formación y astucia le
sirvieron para manejarse perfectamente en el complejo entramado fiscal de la
república.
En Milán aplicó todo lo aprendido
en Sicilia, en especial lo re- ferente a la utilidad de relacionarse con
miembros del clero. Este trato comenzó con el funcionario de la curia monseñor
Amieto Tondini, una de cuyas hermanas estaba casada con un primo de Sindona.
Monseñor Tondini, sin desperdiciar la oportunidad de favorecer a un familiar,
presentó a Sindona a su amigo Massimo Spada, delegado del IOR y uno de los
hombres de confianza de Bernardino Nogara. Spada era un hombre con una apariencia
peculiar. Era muy alto y tenía un cabello gris, muy fino, cuyo tono combinaba a
la perfección con el eterno gris de sus trajes cruzados, cuyos pantalones
tenían, indefectiblemente, la cintura demasiado alta y la pernera demasiado
baja. Massimo Spada no era un hombre rico, como atestiguaba el corte de sus
trajes, casi intolerables para el presumido Sindona, sin embargo, sí era un
hombre poderoso, un servidor abnegado de la Santa Sede que manejaba sumas de
dinero muy importantes de los fondos del Vaticano y cuyas decisiones podían
repercutir en la economía ita- liana. Pero no era este poder lo más importante
que Sindona iba a obtener de Massimo Spada, sino la relación con un hombre
152
EL BANQUERO DE LA MAFIA. MICHELE SINDONA Y PABLO
VI
que, con el tiempo, se convertiría en uno de sus
mejores amigos y cuyos destinos estarían ligados para siempre: Giovanni
Battista Montini, que reinaría como papa bajo el nombre de Pablo VI.
UNA REUNIÓN EN LA CUMBRE
Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, con un
ambiente mucho más tranquilo y distendido, y habiendo desaparecido los
principales testigos de algunos de sus delitos más significados, Vito Genovese
decidió regresar a Estados Unidos. Con Lucky Luciano disfrutando de un exilio
dorado en Sicilia como parte del trato que Genovese había alcanzado con el
Ejército estadou- nidense —por el cual se comprometió a conseguir la colabora-
ción de la mafia a fin de allanar la invasión aliada en la isla—, Genovese no
tenía enemigos de consideración que le pudieran disputar el título de «jefe de
todos los jefes», por lo que inició una campaña de terror y asesinatos
destinada a afianzar su poder sobre el resto de familias. En 1951 se le
relacionó con la muerte de Willie Moretti, en 1953 con la de Steve Franse y en
1957 con la de Albert Anastasia, tres reputados mafiosos que representa- ban el
último obstáculo para hacerse con el control de Nueva York. La audacia de
Genovese estaba cimentada por el respaldo que había obtenido en Nueva York por
parte de Cario Gambino y su familia.
Durante todo aquel tiempo, Michele
Sindona siguió contando con la amistad y confianza de Vito Genovese, hecho que
se vio refrendado cuando el joven financiero fue invitado a la reunión de
mañosos más importante de la historia, celebrada el 2 de no- viembre de 1957 en
el Grand Hotel des Palmes de Palermo. Du- rante más de doce horas los «hombres
de honor» estuvieron en una de las alas del hotel disfrutando de una copiosa
comida de marisco en una bucólica terraza con vistas al mar.
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
La relación de asistentes era un
verdadero «quién es quién» del crimen organizado de ambos lados del Atlántico.
Allí estaban Lucky Luciano, que a pesar de su retiro seguía siendo uno de los
auténticos hombres fuertes de la mafia, los hermanos Magadino (que controlaban
la ciudad de Búfalo), Joseph Bonanno (más co- nocido como Joe Bananas), Carmine
Galante, el capo de Detroit John Priziola, Tommaso Buscetta, Frank Costello
(que acudía en representación de la familia Gambino), además de miembros de las
dos familias en pugna en Nueva York, los Luchese y los Ge- novese. A modo de
anfitriones se encontraban los integrantes más importantes de la mafia
siciliana, entre ellos, don Giuseppe Genco Russo, Salvatore Greco, Calcedonio
di Pisa y los herma- nos LaBarbera.6
Lo que les había llevado a
reunirse aquel día era organizar de- finitivamente el tráfico de narcóticos,
que ya comenzaba a con- vertirse en la principal fuente de ingresos de la
mafia. Los sicilia- nos habían elaborado una complicada red que comenzaba en
los centros de producción en el Triángulo de Oro del sudeste asiáti- co,
continuaba en las factorías de procesado en Turquía y finali- zaba en la propia
Sicilia, desde donde se distribuía la mercancía a todo el mundo.7
LOS CORLEONESI
El tráfico de drogas cambió el panorama en el que se
manejaba la mafia. Los beneficios eran enormes, mucho mayores que los obtenidos
con el juego, el contrabando o la prostitución. Fueron
6.
Tosches, Nick, Power on Earth:
Michele Sindona's Explosivo Story, Arbor House, Nueva York, 1986.
7.
Sterling, Claire, Octopus: The
Long Reach of The International Sicilian Mafia, Simón & Schuster, Nueva
York, 1990.
154
EL BANQUERO DE LA MAFIA.
MICHELE SINDONA Y PABLO VI
momentos de arrogancia en los que los mafiosos vieron
cómo se les abría una ventana a un mundo sin límites. También fueron los días
en los que se gestó un cambio generacional que dio como resultado el nacimiento
de una nueva facción, amoral y homicida incluso para la mafia más tradicional. Eran
los Corleonesi, lla- mados así por el pueblo de Corleone, de donde surgieron.
El pa- drino de esta facción era Luciano Leggio, un psicópata que dis- frutaba
matando él mismo a sus víctimas con una bayoneta. Leggio fue enviado a prisión
en 1974, pero siguió ejerciendo un verdadero reinado de terror a través de sus
dos sicarios, cuya brutalidad era mayor si cabe que la de su jefe. Uno de ellos
era Bernardo Provenzano, conocido como U
tratturi. El Tractor, por su capacidad «industrial» para el asesinato. El
otro era más peli- groso aún, un hombre bajito y mal encarado llamado Salvatore
«Totó» Riina, La belfa. La Bestia.8
Los Corleonesi eran tachados de viddani (paletos) por los ma- fiosi de las ciudades, como los que
se reunieron en aquella histó- rica cumbre del hotel de Palermo. Los métodos
brutales de los Corleonesi no encajaban con las ambiciones políticas, el afán
de respetabilidad y el propósito de pasar lo más inadvertidos posi- ble del
resto de familias. Ellos eran los capifamiglia
(jefes de fa- milia) que habían salido victoriosos de incontables guerras ma-
fiosas y ahora dictaban la política y mantenían la paz en el oeste de Sicilia.
Entre las muchas resoluciones
que se tomaron en aquella reu- nión, todos estuvieron de acuerdo en que Michele
Sindona fuera el encargado de manejar los beneficios que las familias obtenían
por el tráfico de heroína. Se trataba de un acuerdo no muy dife- rente del que
Sindona firmaría años más tarde con el papa. Sin-
8. Orlando, Leoluca, Fighting the Mafia ana Renewing Sicilian
Culture Encounter Boooks, San Francisco, 2001.
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
dona se convertía en administrador plenipotenciario de
una in- gente fortuna, aunque en este caso el acuerdo era, lógicamente, verbal,
y si el financiero fracasaba en su misión era muy proba- ble que perdiera la
vida.
No obstante, todos estaban
conformes en que él fuera el hom- bre que acometiese esa misión. Su
conocimiento del entramado fiscal italiano le permitiría mover grandes
cantidades de dinero sin llamar la atención de las autoridades monetarias del
país. Además, tenía un perfil perfecto de respetable hombre de nego- cios y
«hombre de familia» gracias a sus lazos con Vito Genovese.
LA MEJOR FORMA DE ROBAR UN BANCO
A los pocos días de obtener la confianza de la
asamblea de ma- fiosos, Sindona creó en Licchtenstein la compañía Fasco AG.
Para comprender el poderío de esta empresa, baste mencionar que una de sus
primeras operaciones fue la adquisición de un banco en Milán, la Banca Privata
Finanziaria. Poco después se hizo con el control de la Banca di Messina, en su
Sicilia natal, y el Banque de Financement, en Ginebra. Los más importantes
bancos del mundo recibieron fondos de la corporación de Los mafiosos, en
especial el Hambres Bank de Londres, el Continen-
tal Illinois y el Instituto para las Obras de Religión.9
Mientras tanto, en Estados Unidos
Sindona se había convertido en todo un personaje dentro del Partido Republicano
de Illinois. También había estrechado sus lazos mafiosos con una nueva y fruc-
tífera relación con la familia Inzerillo, primos de los Gambino.10
9.
Yailop, David, op. cit.
10.
«Report on Calvi Autopsy Returns Spotlight to Vatican Bank Scandal,
American Atheists», 29 de octubre de 2002.
156
El. BANQUERO DE LA MAFIA. MICHELE SINDONA Y
PABLO VI
Durante aquella época, miles de
millones de dólares pasaron por Sindona, que hábilmente los recogía con una
mano en Esta- dos Unidos y Sicilia y con la otra los depositaba, completamente
limpios, en los bancos de Suiza. Sindona también aprendió en aquellos días una
lección que años después, en la célebre época del «pelotazo», sería aplicada con
maestría por cierto número de banqueros: «La mejor forma de robar un banco es
comprarlo». La Banca Privata Finanziaria se convirtió muy pronto en un mero
vehículo para las operaciones clandestinas de Sindona y sus representados, sin
más sustento real que las ingentes cantidades de dinero que a diario pasaban
por sus cuentas, pero que nunca dormían ni una sola noche en sus bóvedas.
El banco tenía todo de cuanto irregular pueda imaginarse:
desde cuentas ficticias hasta créditos y
transferencias no justifica- das. Lo peor de todo era que Sindona estaba
robando a algunos de sus propios clientes —no a los mafiosos, se entiende—,
sustra- yendo sumas de dinero de sus cuentas que transfería a otra en el Banco
Vaticano, desde donde, a su vez, se traspasaba este dinero, no sin antes
quedarse con un 15 por 100 de comisión en su cuen- ta del Banque de Financement
de Ginebra. Por si cabía alguna duda sobre quién era el titular de esta cuenta
cifrada, la clave era MANÍ, en honor a los hijos de Sindona: MArco y Niño.
La situación llegó a ser tan
surrealista que aquellos clientes que detectaban irregularidades en sus cuentas
y amenazaban con denunciarlo a las autoridades eran amenazados de muerte por
los mafiosos de Sindona. Ni que decir tiene que el banco perdió clientes a toda
velocidad, pero, a fin de cuentas, el beneficio de sus actividades no tenía
nada que ver con el número de clientes.
En el Banque de Financement de
Ginebra las cosas no eran demasiado diferentes. Los empleados del banco se
jugaban los fondos de sus clientes en el mercado de valores. Si había pérdi-
das, eran los clientes quienes corrían con ellas, si por el contrario había
ganancias, éstas eran apuntadas con toda celeridad en la
157
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
ya mencionada cuenta MANÍ. En este caso, ni siquiera
era preci- so amenazar a los perjudicados, ya que el grueso de la clientela
prefería mantenerse a sí mismos y a sus depósitos en el más es- tricto
anonimato. El IOR era titular del 29 por 100 de las accio- nes del banco y
mantenía varias cuentas en la institución, que, aunque no estaban sujetas a los
manejos de Sindona, sí estaban dedicadas a lo que se podría denominar
«actividades altamente especulativas».
Pero todo esto aún tardaría
algunos años en ser descubierto. En 1969 Michele Sindona era el mayor
empresario de Italia, el «salvador de la lira», como le proclamó en su día el
primer mi- nistro Giulio Andreotti. En medio de tal gloria financiera no es de
extrañar que Sindona recibiera la invitación para formar parte de un club mucho
más exclusivo que el de los mafiosos sicilia- nos. Se trataba de la logia
masónica Propaganda Due (Propagan- da Dos), dirigida por Licio Gelli, uno de
los personajes más po- derosos de la política y la economía italianas, que
había elevado el chantaje y la extorsión a la categoría de bellas artes.
158
10 PROPAGANDA
DUE LA MASONERÍA FASCISTA
La historia de Michele Sindona y de las finanzas de la Santa Sede no
sería la misma de no haber entrado en escena una sociedad se- creta, cuyo
descubrimiento supuso el mayor golpe para la Italia salida de la Segunda Guerra
Mundial. En un país democrático
occidental existió un grupo que incluía a ministros, generales y fi-
nancieros que conspiraba para acabar con la democracia no sólo en Italia, sino
en toda Europa.
Licio Gelli se consideraba a sí mismo como el
hombre más de de- rechas de Europa. Nació en Pistola, Toscana, en 1919. Durante
la Guerra Civil española había sido voluntario con dieciocho años en un
batallón italiano de camisas negras. Luego, durante la Segunda Guerra Mundial,
fue oficial de enlace entre el Ejército alemán y el italiano con responsabilidades
de inteligencia: su Principal misión era la localización y eliminación de
partisanos.1
1. Yailop, David, op. cit.
159
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
Pero de eso hacía ya mucho tiempo. En los años sesenta,
Licio 159
Gelli había prosperado: «Las puertas acorazadas de los bancos se abren todas
hacia la derecha», solía decir, y se había convertido en uno de los personajes
más relevantes en la vida económica y política de Italia.
Al parecer, buena parte de esa
riqueza procedía, precisamente de la guerra. Gelli había estado destinado
durante un tiempo en la localidad de Cattaro, Montenegro, a orillas del
Adriático, desem- peñando labores de inteligencia.2 Allí estuvo
escondida buena par- te de los depósitos de oro del Banco de Yugoslavia, miles
de lingo- tes de los que nunca volvió a saberse hasta 1999, cuando la policía
italiana encontró ciento cincuenta de estos lingotes en las macetas y parterres
del jardín de la lujosa villa de Gelli en Toscana.3
Después de la guerra trabajó para ambos
bandos. A pesar de que elaboró para los aliados una lista negra de fascistas
que de- bían ser vigilados, también participó en la red de contrabando de
criminales de guerra del padre Draganovic, lo cual le reportó im- portantes
beneficios económicos. Posiblemente, el caso más céle- bre en el que Gelli
estuvo involucrado fue la huida de Klaus Bar- bie, El Carnicero de Lyón, que se
refugió durante varios meses en el Vaticano antes de ser puesto en manos de
Gelli. El coste de la operación fue sufragado íntegramente por la
contrainteligencia estadounidense, que estaba muy interesada en la información
que podía proporcionarle el antiguo jefe de la Gestapo.
En 1948 Gelli entró a formar parte
de la Democracia Cristia- na. Más tarde alcanzó el cargo de director de
Permaflex, una de las empresas más importantes de colchones de Italia. Por
aquella época, se convirtió en uno de los puntales de la Operación Gla-
2.
Greene, Jack y Massignani, Alessandro, The Black Prince ana the Sea Devils: The Story of Prince Valerio
Borghese ana the Élite Vnits of the Ecima Mas, Da Capo Press, Cambridge,
2004.
3.
«Pólice Find Pot of Gold», Agencia Reuters, 13 de septiembre de 1999.
16o
PROPAGANDA DUE. LA MASONERÍA FASCISTA
dio, un
ambicioso plan de la CÍA para impedir la expansión del comunismo en Europa. En
1972, cuando Gelli trabó amistad con el general Alexander Haig, antiguo
comandante en jefe de la OTAN, Gladio era una compleja red que contaba con más
de 15.000 agentes en toda Europa
realizando las más variadas labo- res. Se sabe que Gelli recibió financiación
de Haig por este con-cepto
LA ESTRATEGIA DE
TENSIÓN
Gladio era otro de los planes que incesantemente
surgían de |a fértil mente de James Jesús Angleton: durante los últimos días de
la Segunda Guerra Mundial, Angleton, que trabajaba para la Oficina de Servicios
Estratégicos, la antecesora de la CÍA, comenzó a formar un círculo de intereses
comunes con varios fascistas (ex fascistas, habría que decir), que compar- tían
sus recelos hacia el Partido Comunista italiano, el más poderoso de Europa,
como ya hemos mencionado. Fue enton- ces cuando comenzaron a pergeñarse las
tácticas seudomafio- sas que, con la complicidad de la Democracia Cristiana y
la Iglesia, dificultaron durante años el éxito electoral de los co- munistas.
Cuando Angleton se convirtió en
el jefe de contrainteligencia de la CÍA, el plan obtuvo carta de naturaleza y
un nombre ofi- cial, Gladio, así como suficientes fondos para convertir la
políti- ca italiana en un verdadero caos durante décadas. Gladio forjó secretas
alianzas entre la mafia y ciertos funcionarios del Vatica- no; reclutó a
fascistas y mafiosi para perpetrar
atentados de los que luego era culpada la izquierda, repartió millones de liras
en- tre partidos políticos y periodistas para adulterar las elecciones e
incluso se sospecha que supervisó el secuestro y asesinato del pri- mer
ministro Aldo Moro —que había incurrido en la «osadía»
161
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
de incluir a dirigentes comunistas en su gabinete—,4
así como el de la magistrada Vittoria Occorsio.
En mayo de 1965, el plan maestro
de Gladio estaba perfecta- mente descrito en un documento titulado «La
estrategia de ten- sión», en el que se proponía escenificar una campaña
terrorista de izquierdas que llevase a la población a un nivel de tensión su-
perior al que pudiera soportar, de forma que la situación derivase en un
levantamiento popular y el establecimiento de un gobierno de corte neofascista.
El toque de genialidad de Gellí
fue recurrir a la masonería para establecer el germen de este nuevo orden
italiano. Todo el asunto no está exento de ironía, pues fue precisamente
Mussolini quien en su día proscribió la masonería italiana. Sin embargo, la
república había restituido sus derechos a los masones y ahora las logias florecían
en la península.
Propaganda Due (P2) era una
logia con una dilatada trayecto- ria. Había sido fundada en Roma en 1877 para
servir a los maso- nes italianos que visitaran la capital.5 Gelli,
que se convirtió en masón en noviembre de 1963, fue escalando grados
rápidamente hasta alcanzar el necesario para liderar su propia logia. El Gran
Maestre Giordano Gamberini le encomendó a Gelli la tarea de crear una gran
logia que sirviese para expandir los ideales masó- nicos por toda Italia.
Obtuvo el control definitivo de Propaganda Due en 1976, después de que ésta
hubiera sido disuelta y vuelta a fundar por disensiones internas de la propia
organización masóni- ca, que comenzaba a darse cuenta de que Licio Gelli tenía
ideas muy personales sobre el destino de la logia. Lo cierto es que los
4.
Wiison, Robert Antón, Everything
is Vnder Control: Conspiracies, Cults, ana Cover-ups, Harper Perennial,
Nueva York, 1998.
5.
Marrs, Jim, Rule by Secrecy: The
Hidden History That Connects the Trilateral Commission, the Vreemasons, and the
Great Pyramids, Harper Collins, Nueva York, 2000. i6z
PROPAGANDA DUE. LA MASONERÍA
FASCISTA
ideales de esta nueva Propaganda Due no eran demasiado
masó- nicos, aunque sí muy ambiciosos. Gelli no sólo pretendía realizar el plan
de Gladio y culminarlo con el establecimiento de un go- bierno fascista en
Italia, sino exportarlo a otros países del mundo.
Gelli hizo un magnífico trabajo, ya
que incrementó el número de miembros de apenas catorce a más de un millar
(algunos au- tores hablan hasta de 2.500 miembros). Por aquellos días, Gelli
declaró en una entrevista televisiva que quería reunir a los mejo- res de cada
campo para materializar sus «planes de renacimiento democrático». Uno de los
primeros miembros de la renacida lo- gia era el general Giovanni Alia vena,
hombre fuerte del espionaje italiano en cuyas manos había material muy
sustancial con el que se podría chantajear a un gran número de personalidades
italia- nas. La oficina D del SID (una especie de combinación del FBI y la CÍA,
a la italiana) estuvo en su día investigando estos posibles chantajes.
SASSO IN BOCCA
Gelli era un completo desconocido para la opinión
pública y, al mismo tiempo, uno de los grandes actores de los asuntos del país.
Obviamente, contó con algo de ayuda para llevar a cabo este «milagro». El
periodista italiano Carmine «Mino» Pecorelli, que fue miembro de P2, declaró públicamente
que la CÍA estaba sustentando económica y logísticamente a la organización. En
1990 el antiguo agente de la CÍA Richard Brenneke confirmó esta colaboración
entre el espionaje estadounidense y la logia ita- liana. Pecorelli fue
encontrado en 1979 con un disparo en la boca, el sasso in bocea que los mafiosos reservan a los chivatos. En su
despacho se encontraron algunos papeles de la oficina D del SID, gran parte de
ellos relativos a Gelli. Uno de estos docu- mentos era una lista de personas
que Gelli había denunciado
163
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
ante el SID como colaboradores durante la ocupación
alemana en- tre 1943 y 1945; otro era una nota de la inteligencia italiana en
la que se expresaban sospechas de que Gelli pudiera estar traba- jando en
secreto para algún servicio de inteligencia del Pacto de Varsovia.
Según diversos investigadores, las
relaciones de P2 iban mucho más allá de la CÍA y se extendían a la extrema
derecha italiana, otras sociedades secretas, como los carbonarios, y el
mismísimo Ejército italiano. Gelli podía presumir de estar muy bien relacio-
nado. Había sido socio del criminal de guerra Klaus Barbie, a quien ayudó a
organizar un escuadrón de la muerte en Bolivia, responsable del asesinato del
líder socialista Marcelo Quiroga y, en buena medida, del ascenso al poder del
general boliviano Luis García Meza. La junta militar boliviana agradeció los
servicios de Gelli y Barbie dándoles concesiones especiales sobre las
plantacio- nes de coca, de cuya comercialización se encargaban los no pocos
contactos que Gelli tenía en la mafia siciliana.
Gelli también había contribuido
económicamente al régimen de Juan Domingo Perón en Argentina y mantenía
relación con Ronaid Reagan, que le invitó a su ceremonia de toma de pose- sión
como presidente de Estados Unidos en 1981. Con quien sí se sabe que trabó
amistad fue con Phil Guarino, director de la campaña electoral de Reagan, quien
un año antes, el 8 de abril de 1980, recibió una carta de Gelli en los
siguientes términos:
Si crees que puede ser útil
que algo favorable a tu candidato pre- sidencial sea publicado en Italia,
envíame el material y yo haré que salga en alguno de los periódicos de aquí.
Además, Gelli había sido uno de
los principales patrocinado- res del régimen de Anastasio Somoza en Nicaragua y
de los co- mandos de la Triple A en Argentina, Colombia y Brasil. Afirma- ba
encontrarse en términos amistosos con el antiguo director de
164
PROPAGANDA DUE. LA MASONERÍA FASCISTA
la CÍA y presidente de Estados Unidos George Bush
padre, a quien calificaba de «miembro honorario» de P2. Gracias a su lo- gia y
a sus contactos creó lo que los tribunales italianos califica- ron como «una
estructura secreta con la increíble capacidad de controlar las instituciones
gubernamentales hasta el punto de convertirse, virtualmente, en un Estado
dentro del Estado».
Con toda esta experiencia no es de
extrañar que Licio Gelli obtuviera notables éxitos cuando decidió dedicarse al
comercio de armas, teniendo como principales clientes las dictaduras de extrema
derecha iberoamericanas y un Estado de Israel que no debía de conocer sus
tratos con criminales de guerra nazis.
Sin embargo, en 1981 se vino abajo
el entramado de P2 al ser descubierto por las autoridades. Durante un registro
en la mansión de Gelli se encontró una copia del documento «La estrategia de
tensión» y una lista con los nombres de los principales conspirado- res,
incluidos tres ministros, cuarenta miembros del Parlamento, cuarenta y tres
generales del ejército, entre ellos el poderoso Gio- vanni Torrisi, jefes de la
policía y los servicios secretos, como Giu- seppe Santovito, el doctor Joseph
Michelle Crimi y Giulio Grassi- ni, el jefe de la policía financiera, Orazio
Giannini, el general del SID Vito Milici, el general de la Guardia Financiera
Raffaele Giu- dice, el magistrado del Tribunal Supremo Ugo Zilletti, ocho almi-
rantes, industriales, financieros, artistas, periodistas, dueños de diarios,
ejecutivos de televisión, cientos de diplomáticos y altos funcionarios y, por
supuesto, Michele Sindona. Muchos de los in- cluidos en la lista negaron su
asociación con la logia, aunque nadie les creyó. Otros, incluido el propio
Gelli, fueron inmediatamente detenidos por orden del fiscal de Milán, Pierluigi
DelPOsso. Gelli escapó de la cárcel sobornando a los guardianes.
Algunos no tuvieron tanta suerte
y vieron sus carreras definiti- vamente arruinadas por culpa de Propaganda Due.
Sin duda, el mayor afectado fue el ministro de justicia Adolfo Sarti, que si
bien no figuraba en la lista de miembros, sí había solicitado su ingreso
165
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO en la logia según los
documentos encontrados en la casa de Gelli.6 Sarti tuvo que dimitir
mientras las autoridades investigaban su po- sible implicación en «actividades
criminales».7 La aparición del nombre de Sarti en los documentos de
Gelli fue especialmente sig- nificativa, ya que el ministro era popularmente
conocido por ser uno de los adalides de la lucha antiterrorista. El escándalo
hirió de muerte al gobierno de coalición, que sólo siete meses antes había
conseguido ensamblar con no poco esfuerzo el primer ministro Ar- naldo Forlani.
De la noche a la mañana, el semidesconocido Gelli pasó a ocupar las portadas de
los diarios de todo el mundo.
EL JURAMENTO ETERNO
Gracias al apoyo de Propaganda Due, Michele Sindona
pudo ex- pandir aún más su imperio. En un acto de extrema arrogancia llegó a
declarar:
Compré Pachetti, una compañía
química, por diez millones y la vendí por treinta; compré Saffa, una compañía
constructora, y la vendí con diez millones de dólares de beneficio; vendí
Sviluppo, una compañía de desarrollos inmobiliarios, por cinco millones de
dóla- res. Millones, millones, millones durante muchos años.
También comentó en las páginas de Newsweek:
Todo tiene su precio y si creo
que es barato lo compro. Si creo que es caro y se me ofrece un buen precio
vendo. No tengo princi-
6.
«Italian Justice Minister Quits in Scandal Over Masonic Lodge»,
Associated Press, 23 de mayo de 1981.
7.
Lyne, William, Pentagon Aliens,
Creatopia Productions, Lami (Nuevo México), 1993.
166
PROPAGANDA DUE. LA MASONERÍA FASCISTA
píos sobre
en qué negocios estar y en cuáles no. Esta es la actitud correcta que debe
tener un banquero de inversiones.
Sindona, como todos los miembros
de P2, pasó a formar par- te de la logia mediante una ceremonia de iniciación.
Según el te- niente coronel Luciano Rossi, miembro del pelotón de ejecucio- nes
del grupo y que se suicidó seis semanas después de ser entrevistado, esta
ceremonia podía presentar alguna variación de una vez para otra. Había una
ceremonia normal que era la utilizada en la mayoría de las ocasiones y otra que
sólo se em- pleaba si Gelli quería mostrar su poder o poner a prueba el co-
raje o la lealtad del nuevo recluta. En la versión más extrema, al nuevo
miembro se le vendaban los ojos y sólo se le quitaba la venda para que
descubriese que se había soltado una víbora ve- nenosa a un metro escaso de sus
pies. El iniciado no tenía ni idea de que esto iba a suceder, aunque en alguna
ocasión se le advertía de que su valor sería puesto a prueba. Si le dominaba el
pánico, la ceremonia terminaba en ese momento y se hacía saber al candidato que
ya no pertenecería nunca a P2. Si el recluta, por el contrario, permanecía
quieto durante sesenta segundos, el ofidio era retirado por un hermano masón
que le explicaba que aquella bestia simbolizaba todos los males del comunismo y
el ateísmo.8
El siguiente paso de todas las
iniciaciones era el «juramento eterno». Cada discípulo entregaba al maestre un
sobre cerrado que contenía una fotografía suya. Después, una gota de sangre era tomada de cada uno de los presentes
en la ceremonia. La san- gre se mezclaba en un cáliz en el que se introducía la
fotografía del candidato. En el caso de Sindona, una vez hecho esto, Gelli, que
hacía las veces de maestro de ceremonias, le informó: «Serás
8. DiFonzo, Luigi, op. cit.
167
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
conocido como 16-12».9 «16-12», repetía
el iniciado. Entonces se tomaba el juramento.
Juro ante todos los presentes y
juro ante cuyas identidades están selladas en las bóvedas de Propaganda Due y,
especialmente, juro ante vos, Gran Maestre, que seré leal a nuestros hermanos y
a la causa, in U momento di passare alia
azione. Juro sobre este acero [en ese momento el Gran Maestre ponía un
hacha en las manos del neófito] luchar contra los males del comunismo, golpear
duro en la cara del liberalismo y luchar por el establecimiento de un gobierno
presidencial.
Juro ayudar a mis hermanos y
nunca traicionarlos. Y si fallo, si cometiera perjurio [en ese momento el Gran
Maestre rompía la fo- tografía en cuatro partes], que mi cuerpo sea cortado en
pedazos [momento en que los trozos de la fotografía eran lanzados a las lla-
mas previamente encendidas], y éstos reducidos a cenizas al igual que las
cenizas de esta fotografía.
Este peculiar ritual no era el
único mecanismo que tenía Gelli para asegurarse la lealtad de los nuevos
miembros. Como paso previo a la iniciación, Gelli solicitaba al candidato
cuanta infor- mación comprometedora pudiera aportar sobre sí mismo y sobre
otros. Sólo si esta «confesión» resultaba satisfactoria para el Gran Maestre se
pasaba a la ceremonia.
Otro de los personajes notables
que se sometieron a la teatral iniciación de Gelli y su grupo fue Carmelo
Spagnuolo. Spagnuolo fue jefe del turno de oficio en Milán y más tarde
presidente del Tribunal Supremo italiano. Su presencia, así como la de otros
magistrados, aseguraba a Gelli verse razonablemente libre de la acción de la
justicia.
9. Ibid.
168
PROPAGANDA DUE. LA MASONERÍA FASCISTA
EL PODER DEL MIEDO
Gelli no era especialmente inteligente, aunque sus conocidos
le definían como un hombre muy astuto. Tenía dinero, posición e influencia,
pero pronto comprendió que todo eso significaba bien poco si no se contaba con
el arma más poderosa de todas: el mie- do. Estaba convencido de que era el
instrumento del verdadero poder y creía igualmente que era tanto más efectivo
cuanto más secreta e intangible fuese su fuente. Así pues, Gelli dividió P2 en
diversas células autónomas, prohibiendo a sus miembros revelar su pertenencia
ni siquiera a otros integrantes. De esta forma, un miembro de P2 nunca estaba
seguro de con quién estaba hablan- do y se guardaría de cualquier tipo de
indiscreción.
Las sociedades secretas eran y son
ilegales en Italia. La masone- ría era tolerada tan sólo porque cada logia
tenía la obligación de entregar a las autoridades un listado completo de sus
integrantes. Gelli, evidentemente, no lo hizo. Sus contactos estaban a un nivel
tan elevado que no había ningún riesgo de que la oscura existencia de
Propaganda Due quedara al descubierto. Se las había ingeniado para que, en
última instancia, él y sólo él tuviera en su mano la identidad de todos y cada
uno de los miembros del grupo.
Gelli empleaba una amplia variedad
de técnicas a la hora de conseguir nuevos discípulos para la causa. Lo normal
era que el proceso se hiciera por cooptación, es decir, los propios miembros
existentes eran los encargados de evaluar a los posibles candida- tos que
pudieran conocer en su entorno, tantearlos y, si se consi- deraba oportuno,
proponerles que formaran parte de la logia. Otros eran chantajeados gracias a la información que habían
aportado otros miembros del grupo con anterioridad a su cere- monia de
iniciación, y de esta forma eran «convencidos» para que entraran en la logia.
Esto fue lo que le sucedió a Giorgio Mazzanti, presidente del Ente Nazionali
Idrocaburi, la compañía
petrolífera italiana. Al parecer, Mazzanti había recibido
impor-
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
tantes sobornos de las autoridades saudíes, según
pruebas y do- cumentos aportados por uno de los miembros de la logia, así que
el presidente de la petrolera no tuvo más remedio que acceder a las
pretensiones de Gelli y, a su vez, aportar la información que precipitaría la
caída de otros.
Gracias a esta táctica, entre
otras muchas. Propaganda Due pronto se extendió por diferentes países de
Hispanoamérica, Eu- ropa e incluso Estados Unidos, donde no hizo falta demasiado
esfuerzo para que reconocidos personajes de la mafia, como los Gambino y los
Luchesi, abrazaran el plan megalómano de Licio Gelli. Esto permitió a P2
obtener cierto control sobre algunos de los negocios tradicionalmente manejados
por la mafia, tanto ile- gales como incluso algunos servicios públicos de
determinadas ciudades: los portuarios o los de recogida de basuras.
TERRORISMO Y CONFUSIÓN
La CÍA y otros servicios secretos occidentales
estaban al tanto de la existencia de P2, pero no se implicaban en el asunto
porque la logia cumplía con su misión: impedir la llegada al poder de los
comunistas en Italia a través de unas elecciones democráticas. Para ello,
Propaganda Due se embarcó en una serie de importan- tes acciones terroristas,
como el atentado contra el expreso Roma-Múnich —el Italicus— en 1969, que se
saldó con la muer- te de 12 personas y 48 heridos; la bomba en la Piazza
Fontana de Milán, que aquel mismo año mató a 16 personas e hirió a 88, y el más
famoso de todos, el atentado en 1980 contra la estación de Bolonia, que segó la
vida de 85 personas e hirió a 182.10 Son
10. Willan, Philip, Puppetmasters:
The Political Use ofTerrorism in haly. Constable & Company, Londres,
1991.
170
PROPAGANDA DUE. LA MASONERÍA FASCISTA
muchos los activistas de aquella época que, como
Mario Ferran- di, un conocido terrorista de extrema izquierda, la recuerdan con
especial amargura:
Lo peor es que caímos en la
trampa que nos tendieron los diri- gentes de P2: las masacres de Piazza Fontana
y el Italicus fueron planeadas ad hoc para empujar a cierta facción del
movimiento de izquierda hacia el terrorismo y movilizar a la opinión pública
contra ellos. Picamos... El Partido Comunista tiene una grave responsabili- dad
en ello, ya que nos enseñaba a ignorar la ética, en el sentido de que debíamos
aplicar una doble moral, lo que nos llevó a conse- cuencias muy graves. Bajo
este principio de doble moral, o mejor, este no principio moral, creímos que
era justificable el asesinato de aquellos que detentaban grandes
responsabilidades.n
La estrategia de terror de
Propaganda Due fue un éxito. El prestigio de la izquierda italiana, ganado tan
duramente luchan- do como partisanos contra nazis y fascistas, quedó dilapidado
en medio de un reguero de sangre.
Fue en ese momento de máximo
poder personal cuando Licio Gelli se acercó a la Iglesia católica, y lo hizo a
través del cardenal Paolo Bertoli, un antiguo amigo de Toscana. Por él conoció
a los cardenales Sebastiano Baggio, Agostino Casaroli, Ugo Poletti y Jean
Villot. No sabemos si por ellos, por Michele Sindona o por su pro- pia
influencia, el caso es que pronto tuvo acceso a Pablo VI, que le concedió una
serie de audiencias. Para añadir mayor respetabilidad a su figura de cara al
papa, Gelli se las ingenió para ser nombrado caballero de la Orden de Malta y
caballero del Santo Sepulcro. (Lo que no sabía el pontífice era la condición de
masón de Gelli.)
11. De Cataldo Neuburger, Luisella, U filo di Ariadna, CEDAM, Padua, 1992.
171
La masonería y el catolicismo son
incompatibles, y esto es algo que los papas de los últimos cien años han puesto
especial esmero en subrayar. El código de derecho canónico de 1917 es claro y
no deja lugar a la duda cuando castiga la pertenencia a la masonería con la
excomunión. El código de 1983 mantuvo esta medida: «La posición negativa de la
Iglesia católica respecto a las asociaciones masónicas permanece inalterada
desde que sus principios han sido siempre considerados como irreconciliables
con la doctrina de la Iglesia [...]. Los católicos integrados en asociaciones
masóni- cas están cometiendo pecado mortal y no podrán acercarse a la Sagrada
Comunión». Llama la atención que, a pesar de esta ad- vertencia tan clara, la
mayor parte de los miembros de P2 se con- sideraran a sí mismos como buenos
católicos que compartían con la Santa Madre Iglesia un visceral anticomunismo.
Sin embargo, la implicación de clérigos de
todo calibre y con- dición en las filas de P2 era el menor de los problemas de
un fe- nómeno que llevaba años siendo denunciado desde diversos sec- tores
católicos: la infiltración de la masonería en el seno de la Iglesia católica.
La lista de masones que se reproduce a continua- ción fue reimpresa con algunas
actualizaciones en el Bulletin de 1'Occident
Chrétien, núm. 12, de julio de 1976. Todos los hom- bres de esta lista
fueron en su día altos cargos de la Iglesia y, de ser masones, estarían
excomulgados por la Ley canónica 2338. Tras cada nombre está su presunta fecha
de iniciación, su núme- ro de identificación y su nombre en clave.
1. Abrech,
Pió. Sagrada Congregación de Obispos. Iniciado:
11-27-67; identificación: 63-143.
2. Acquaviva,
Sabino. Profesor de religión en la Universidad de Padua, Italia. 12-3-69;
275-69.
3. Albondi,
Alberto. Obispo de Livorno, Italia. 8-5-58; 7-2431.
4. Alessandro,
padre Gottardi. Presidente de los hermanos maristas. 6-14-59.
iyz
PROPAGANDA DUE. LA MASONERÍA FASCISTA
5.
Angelini, Fiorenzo. Obispo de Messenel, Grecia.
10-14-57;
14-005.
6.
Argentieri, Benedetto. Patriarca de la Santa Sede.
3-11-70;
298-A.
7. Baggio,
Sebastiano. Cardenal. Prefecto de la Sagrada Con- gregación de Obispos.
Secretario de Estado con el papa Juan Pablo II desde 1989 a 1992. 8-14-57;
85-1640. Nombre en clave masónica «SEBA». Tenía un gran poder en la
consagración de obispos.
8.
Balboni, Dante. Ayudante pontificio en el Vaticano.
Comi- sión para estudios bíblicos. 7-23-68; 79-14; «BALDA».
9.
Baldassarri, Salvatore. Obispo de Rávena, Italia.
2-19-58; 4315-19; «BALSA».
10. Balducci,
Ernesto. Artista religioso. 5-16-66; 1452-3.
11. Basadonna,
Ernesto. Prelado de Milán, 9-14-63; 9-243;
«BASE».
12. Battelli,
Giulio. Miembro seglar de numerosas academias científicas. 8-24-59; 29-A;
«GIBA».
13. Bea,
Augustin. Cardenal. Secretario de Estado con los pa- pas Juan XXIII y Pablo VI.
14. Bedeschi,
Lorenzo. 2-19-59; 24-041; «BELO».
15. Belloli,
Luigi. Rector del seminario de Lombardía, Italia. 4-6-58; 22-04; «BELLU».
16. Belluchi,
Cleto. Obispo coadjutor de Fermo, Italia. 6-4-68; 12-217.
17. Bettazzi,
Luigi. Obispo de Ivera, Italia. 5-11-66; 1347-45; «LUBE».
18. Bianchi,
Giovanni. 10-23-69; 2215-11; «BIGI».
19. Bicarella,
Mario. Prelado de Vicenza, Italia. 9-23-64; 21- 014; «BIMA».
20. Biffi,
Franco. Monseñor. Rector de la Universidad Pontifi- cia de la Iglesia de San
Juan de Letrán. Confesaba a Pablo VI. 8-15-59; «BIFRA».
i73
21. Bonicelli,
Gaetano. Obispo de Albano, Italia. 5-12-59; 63- 1428; «BOGA».
22. Boretti,
Giancarlo. 3-21-65; 0-241; «BORGI».
23. Bovone,
Alberto. Secretario sustituto de la oficina sagrada. 3-30-67; 254-3; «ALBO».
24. Brini,
Mario. Arzobispo. Secretario para China, Oriente y los paganos. Miembro de la
Comisión Pontificia para Ru- sia. 7-7-68; 15670; «MABRI».
25. Bugnini,
Annibale. Arzobispo. Autor del Novus ordo
mis- sae (reforma litúrgica). Desterrado a la nunciatura de Irán por Pablo
VI. 4-23-63; 1365-75; «BUAN».
26. Buró,
Michele. Obispo. Prelado de la Comisión Pontificia para Sudamérica. 3-21-69;
140-2; «BUMI».
27. Cacciavíllan,
Agostino. Secretaría de Estado. 11-6-60; 13-154.
28. Cameli,
Umberto. Director de la oficina de asuntos ecle- siásticos de Italia en el
cuidado de la educación de la doc- trina católica. 11-17-60; 9-1436.
29. Caprile,
Giovanni. Director de los asuntos civiles católi- cos. 9-5-57; 21-014; «GICA».
30. Caputo,
Giuseppe. 11-15-71; 6125-63; «GICAP».
31. Casaroli,
Agostino. Cardenal. Secretario de Estado con el papa Juan Pablo II desde el 1
de julio de 1979 hasta su re- tiro en 1989. 9-28-57; 41-076; «CASA».
32. Cerruti,
Flaminio. Jefe de la oficina de la Universidad para el estudio de las
congregaciones. 4-2-60; 76-2154; «CE- FLA».
33. Chiavacci,
Enrico. Profesor de Teología Moral, Universi- dad de Florencia, Italia. 7-2-70;
121-34; «CHIE».
34. Ciarrocchi,
Mario. Obispo. 8-23-62; 123-A; «CIMA».
35. Conté,
Carmelo. 9-16-67; 43-096; «CONCA».
36. Csele,
Alessandro. 3-25-60; 1354-09; «ALCSE».
37. D'Antonio,
Enzio. Arzobispo de Trivento, Italia. 6-21-69; 214-53.
174
PROPAGANDA DUE. LA MASONERÍA FASCISTA
38. Dadagio,
Luigi. Nuncio del papa en España durante los últimos años de Franco. Arzobispo
de Lero. 9-8-67; 43-B; «LUDA».
39. De
Bous, Dónate. Obispo. 6-24-68; 321-02; «DEBO».
40. Del
Gallo Reoccagiovane, Luigi. Obispo.
41. Del
Monte, Aldo. Obispo de Novara, Italia. 8-25-69; 32- 012; «ADELMO».
42. Faltin,
Danielle. 6-4-70; 9-1207; «FADA».
43. Ferraioli,
Giuseppe. Miembro de la Sagrada Congregación para Asuntos Públicos. 11-24-69;
004-125; «GIFE».
44. Fiorenzo,
Angelinin. Obispo. Título de comendador del Espíritu Santo. Vicario general de
los hospitales de Roma. Consagrado obispo el 7-19-56; iniciación masónica el
10- 14-57.
45. Franzoni,
Giovanni. 3-2-65; 2246-47; «FRAGI».
46. Gemmiti,
Vito. Sagrada Congregación de Obispos. 3-25- 68; 54-13; «VIGE».
47. Girardi,
Giulio. Teólogo proponente de la teología de la li- beración. 9-8-70; 1471-52;
«GIG».
48. Giustetti,
Massimo. 4-12-70; 13-065; «GIUMA».
49. Gottardi,
Alessandro. Procurador y postulador general de los hermanos maristas. Arzobispo
de Trento, Italia. 6-13- 59; 2437-14; «ALGO».
50. Gozzini,
Mario. 5-14-70; 31-11; «MAGO».
51. Grazinai,
Cario. Rector del seminario menor del Vaticano. 7-23-61; 156-3; «GRACA».
52. Gregagnin,
Antonio. Tribuno de las primeras causas de beatificación. 10-19-67; 8-45;
«GREA».
53. Gualdrini,
Franco. Rector de Capranica, Italia. 5-22-61; 21-352; «GUFRA».
54. Ilari,
Annibale. Abad. 3-16-69; 43-86; «ILA».
55. Laghi, Pió.
Nuncio; delegado apostólico en Argentina y después en Estados Unidos hasta
1995. 8-24-69; 0-538; «LAPI».
i75
56. Lajolo,
Giovanni. Miembro del Concilio de Asuntos Públi- cos de la Iglesia. 7-27-70;
21-1397; «LAGI».
57. Lanzoni,
Angelo. Jefe de la oficina de la secretaría de Esta- do. 9-24-56; 6-324;
«LANA».
58. Levi,
Virgillio (alias Levine). Monseñor. Director asistente del periódico oficial
del Vaticano UOsservatore Romano. 7-4-58:241-3;
«VILE».
59. Lienart,
Achille. Cardenal. Obispo de Lille, Francia. Fue uno de los más destacados
progresistas durante el II Con- cilio Vaticano.
60. Lozza,
Lino. Canciller de la academia romana de Santo Tomás de Aquino para la religión
católica. 7-23-69; 12- 768; «LOLI».
61. Macchi,
Pasquale. Cardenal. Prelado de honor y secretario privado de Pablo VI hasta que
fue excomulgado por here- jía. Fue reintegrado por el secretario de Estado Jean
Villot y hecho cardenal. 4-23-58; 5463-2; «MAPA».
62. Mancini,
ítalo. 3-18-68; 1551-142; «MANÍ».
63. Manfrini,
Enrico. Consultor agregado de la comisión pon- tificia de Arte Sagrado.
2-21-68; 968-C; «MANE».
64. Marchisano,
Francesco. Prelado de honor del papa. Secre- tario de la congregación para los
estudios en seminarios y universidades. 2-4-61; 4536-3; «FRAMA».
65. Marcinkus,
Paúl. 8-21-67; 43-649; «MARPA».
66. Marsili,
Salvatore. Abad de la Orden de San Benedicto de Fi- nalpia, cerca de Módena,
Italia. 7-2-63; 1278-49; «SALMA».
67. Maverna,
Luigi. Obispo de Chiavari, Genova, Italia. Asis- tente general de la Acción
Católica italiana. 6-3-68; 441- C; «LUMA».
68. Mazza,
Antonio. Obispo titular de Velia. Secretario gene- ral del Año Santo 1975.
4-14-71; 054-329; «MANU».
69. Mazzi,
Venerio. Miembro del Concilio de Asuntos Públi- cos de la Iglesia. 10-13-66;
052-S; «MAVE».
176
PROPAGANDA DUE. LA MASONERÍA FASCISTA
70. Mazzoni,
Pier Luigi. Sagrada Congregación de Obispos. 9 14-59; 59-2; «PILUM».
71, Mensa, Albino. Arzobispo de
Vercelli, Piamonte, Italia. 7-23-59; 5323; «MENA».
72. Messina,
Cario. 3-21-70; 21-045; «MECA».
73. Messina,
Zanon (Adele). 9-25-68; 045-329; «AMEZ».
74. Monduzzi,
Diño. Regente para la prefectura de la casa pontificia. 3-11-67; 190-2;
«MONDI».
75. Mongillo,
Daimazio. Profesor dominico de Teología Mo- ral, Instituto de los Santos
Ángeles de Roma. 2-16-69;2145-22;
«MONDA».
76. Morgante,
Marcello. Obispo de Ascoli Piceno, en Italia oriental. 7-2255; 78-3601;
«MORMA».
77. Natalini,
Teuzo. Vicepresidente de los archivos de la secre- taría del Vaticano. 6-17-67;
21-44D; «NATE».
78. Nigro,
Carmelo. Rector del seminario pontificio de Estu- dios Mayores. 12-21-70;
23-154; «CARNI».
79. Noe,
Virgillio. Cabeza de la Sagrada Congregación del Culto Divino. 4-3-61;
43652-21; «VINO».
80. Palestra,
Vittorio. Consejero legal de la Sagrada Rota del Vaticano. 5 6-43; 1965;
«PAVI».
81. Pappalardo,
Salvatore. Cardenal. Arzobispo de Palermo, Sicilia. 4-1568; 234-07; «SALPA».
82. Pasqualetti,
Gottardo. 6-15-60; 4-231; «COPA».
83. Pasquinelli,
Dante. Consejo del nuncio en Madrid. 1-12- 69; 32-124; «PADA».
84. Pellegrino,
Michele. Cardenal. Llamado «Protector de la Iglesia», arzobispo de Turín.
5-2-60; 352-36; «PALMI».
85. Piaña,
Giannino. 9-2-70; 314-52; «GIPI».
86. Pimpo,
Mario. Vicario de la oficina de asuntos generales. 3-15-70; 793-43; «PIMA».
87. Pinto,
monseñor Pío Vito. Adjunto de la secretaría de Es-
177
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
tado y notario de la segunda sección del Tribunal
Supremo de la Signatura Apostólica. 4-2-70; 3317-42; «PIPIVI».
88. Poletti,
Ugo. Cardenal. Vicario de la diócesis de Roma. Miembro de la Sagrada
Congregación de los Sacramentos y del Culto Divino. Presidente de los Trabajos
Pontificios y de la preservación de la Fe. Presidente de la academia de
Liturgia. 2-17-69; 32-1425; «UPO».
89.
Rizzi, monseñor Mario. Sagrada Congregación de Ritos
Orientales. 9-16-69; 43-179; «MARI» y «MONMARI».
90.
Rogger, Igine. Funcionario de la Santa Sede. 4-16-68;
319- 13; «IGRO».
91.
Romita, Florenzo. Estaba en la Sagrada Congregación del
Clero. 4-21-56; 52-142; «FIRO».
92.
Rossano, Pietro. Sagrada Congregación de Religiones no
cristianas. 2-12-68; 3421-A; «PIRO».
93.
Rovela, Virgillio. 6-12-64; 32-14; «ROVI».
94.
Sabbatani, Aurelio. Arzobispo de lustiniana. Primer
secre- tario de la Signatura Superior Apostólica. 6-22-69; 87-43;
«ASA».
95.
Sacchetti, Guilio. Delegado del gobernador Márchese. 8-
23-59; 0991-B; «SAGI».
96.
Salerno, Francesco. Obispo. 5-4-62; 0437-1; «SAFRA».
97.
Santangelo, Franceso. Sustituto general del consejo de
de- fensa legal. 11-12-70; 32-096; «FRASA».
98.
Santini, Pietro. Viceoficial de la vicaría. 8-23-64;
326-11; «SAPI».
99.
Savorelli, Fernando. 1-14-69; 004-51; «SAFE».
100. Savorelli,
Renzo. 6-12-65; 34-692; «RESA».
101. Scanagatta,
Gaetano. Sagrada Congregación del Clero. Miembro de la comisión de Pomei y
Loreto, Italia. 9-23- 71; 42-023; «GASCA».
102. Schasching,
Giovanni. 3-18-65; 6374-23; «GISCHA» y «GESUITA».
178
PROPAGANDA DUE. LA MASONERÍA FASCISTA
103. Schierano,
Mario. Obispo titular de Acrida, Italia. Cape- llán militar jefe de las Fuerzas
Armadas italianas. 7-3-59;
14-3641; «MASCHI».
104. Semproni,
Domenico. Tribunal de la vicaría del Vaticano.
4-16-60; 00-12; «DOSE».
105. Sensi,
Giuseppe Mario. Arzobispo titular de Sardi (Asia Menor, cerca de Esmirna) y
nuncio del papa en Portugal.
11-2-67; 18911-47; «GÍMASE».
106. Sposito,
Luigi. Comisión de los archivos pontificios para los archivos de la Iglesia en
Italia. Administrador jefe de la sede apostólica del Vaticano.
107. Suenens,
Leo. Cardenal. Protector de la iglesia de San Pe- dro Encadenado. Trabajó en
tres sagradas congregaciones: Propagación de la Fe; Ritos y ceremonias
litúrgicos; Semi- narios. 6-15-67; 21-64; «LESU».
108. Trabalzini,
Diño. Obispo de Rieti, Perugia, Italia. Obispo auxiliar del sur de Roma.
2-6-65; 61-956; «TRADI».
109. Travia,
Antonio. Arzobispo titular de Termini Imerese, Ita- lia. Encargado de las
escuelas católicas. 9-15-67; 16-141;
«ATRA».
110. Trocchi,
Vittorio. Secretario para seglares católicos en el consistorio del Vaticano.
7-12-62; 3-896; «TROVI».
111. Tucci,
Roberto. Director general de Radio Vaticana. 6-21- 57; 42-58; «TURO».
112. Turoldo,
David. 6-9-67; 191-44; «DATU».
113. Vale,
Georgio. Sacerdote. Funcionario de la diócesis de Roma. 2-21-71; 21-328;
«VAGI».
114. Vergari,
Piero. Jefe de la oficina de protocolo de la Signa- tura Vaticana. 12-14-70;
3241-6; «PIVE».
115. Villot,
Jean. Cardenal. Secretario de Estado de Pablo VI y Juan Pablo I. Fue
camarlengo. «JEANNI» y «ZURIGO».
116. Zanini,
Lino. Arzobispo titular de Adrianopoli, en Adria- nópolis, Turquía. Nuncio
apostólico.
179
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
La infiltración masónica en el
Vaticano ya había sido denun- ciada con anterioridad, pero ésta era la primera
vez que una de esas acusaciones se publicaba en un medio de comunicación, in-
cluyendo nombres y apellidos. Después ha habido otras igual- mente precisas,
como la que reproducimos a continuación:
El hecho de que el clan
masónico esté tan envuelto en el secreto como su adversario opusdeísta hace que
la identificación de sus miembros resulte tan difícil como la de los de este
último. En el Va- ticano se rumorea que, aparte del cardenal José Rosalío
Castillo Lara, pertenecen al clan masónico el cardenal Achille Silvestrini
(prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, señalado como uno de
los jefes del clan), el cardenal Pío Lagui (prefecto de la Congregación para la
Educación Católica), el cardenal Gamillo Rui- ni (vicario general de Roma),
monseñor Celestino Migliore (subse- cretario para las relaciones con los
estados)...12
En lo referente a P2, parece
que uno de los hechos más tras- cendentes para la Iglesia que sucedieron dentro
de la logia fue la posibilidad de que allí trabaran conocimiento Michele
Sindona y Paúl Marcinkus, un clérigo de Chicago que había hecho carrera en el
Vaticano. Marcinkus fue adscrito a la secretaría de Estado en 1959. Su elevada
altura fue, al parecer, clave en su ascenso en la Santa Sede. En 1964 una
multitud enfervorecida puso en peli- gro la integridad física de Pablo VI, que
fue oportunamente res- catado por el gigantesco Marcinkus. A partir de ese
momento pasó a ser asesor del papa y su guardaespaldas oficioso. Ese día se gestó
el apodo que Marcinkus arrastraría de por vida en la Santa Sede: El Gorila.
12.
Discípulos de la Verdad, Mentiras y
crímenes en el Vaticano, Ediciones B, Barce-
lona, 2000.
i8o
PROPAGANDA DUE. LA MASONERÍA FASCISTA
La cercanía entre el papa y
Marcinkus se fue haciendo mayor, en especial después de que este último
volviera a rescatar al pon- tífice durante un viaje a Filipinas. Tanta amistad
culminó en el nombramiento de Marcinkus como presidente del Instituto para las
Obras de Religión en 1969, un nombramiento que Sindona no pudo por menos que
aplaudir, ya que la aparente falta de ex- periencia financiera de Marcinkus le
dejaba las manos aún más libres para manejar las finanzas del Vaticano.
11 LA SOMBRA
DE SAN PEDRO EL NUEVO PODER DE MICHELE SINDONA
Con el paso del tiempo, Michele Sindona fue
ganando más y más poder al amparo del Vaticano. Ya no había nada fuera de su
alcance, ni siquiera el glamour de la industria cinematográfica de Hollywood se le resistía. Sin embargo, todo su imperio
se sustentaba en un en- tramado de estafas e irregularidades, de las que,
inevitablemente, la Santa Sede resultaría salpicada.
Michele Sindona no perdió tiempo en llevar a la
práctica su plan para las finanzas vaticanas, a medio camino entre la evasión
fiscal y el escarmiento al gobierno italiano por atreverse a gravar las
inversiones de la Santa Sede. El mo- mento culminante de esta operación fue la
venta de la So- cietá Genérale Immobiliare (SGI), el buque insignia de las empresas
del Vaticano, la más grande y, con diferencia, rentable. La Societá fue una de
las piedras maestras sobre las que Bernardino Nogara edificó la compleja
arquitectura de las finanzas de la Santa Sede en los años treinta. Sindo- na
compró él mismo la empresa, al doble de su valor de
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BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
mercado, con dinero de su banco, la Banca Privata
Finan- ziaria.1
Como suele suceder con los
negocios vaticanos, la venta de la SGI se realizó en el mayor de los
secretismos. Sindona estableció que las acciones de la SGI fueran transferidas
en primer lugar al Paribas Transcontinental de Luxemburgo, un banco subsidiario
del Banque de Paris et des Pay Bas (Paribas), y de ahí, las acciones pasaron a
Fas- co AG, la compañía que Sindona había fundado para administrar el dinero de
la mafia. Fue poco después de esto cuando se filtró la noti- cia y la prensa se
enteró de que la SGI había cambiado de dueño.
A través de un portavoz, la Santa
Sede salió al paso de la infor- mación con la siguiente declaración: «Nuestra
política es evitar mantener el control de compañías privadas como se hacía en
el pa- sado. Deseamos mejorar el rendimiento de nuestras inversiones, de forma
equilibrada, por supuesto, para lo cual es fundamental man- tener una filosofía
de inversión conservadora. No se puede consentir que la Iglesia pierda su
patrimonio en especulaciones». Con esto, la Iglesia se desvinculaba de la trama
y rubricaba su retirada de la eco- nomía italiana. Pero, en realidad, la
«especulación» se mantenía, sólo cambiaba la nacionalidad de las empresas en
las que se invertía. Sindona transfirió la recién adquirida liquidez de la
Santa Sede a multinacionales como Procter & Gamble, General Motors,
Westing- house, Standard Oil, Colgate, Chase Manhattan o General Food.
Sindona, que no deseaba hablar
con la prensa, no hizo decla- raciones a pesar de la insistencia de los
periodistas italianos. Lo más llamativo fue la excusa que esgrimió para
mantener su silen- cio, ya que afirmaba que no podía hablar debido a los
acuerdos de confidencialidad que había contraído con sus clientes, y que
revelar información sobre la operación podría suponer un que- brantamiento de
la ley.
1. Yailop, David, op. cit.
184
LA SOMBRA DE SAN PEDRO. EL NUEVO PODER DE
MICHELE SINDONA
En 1970 la Societá realizó una
oferta formal para hacerse con la mitad de Paramount Pictures y entrar así en
el glamouroso ne- gocio de Hollywood.2 Suponemos que Sindona debió
de sentir algún perverso placer cuando su nueva compañía comenzó el ro- daje de
El Padrino, una de las películas
capitales de la historia del cine en la que se trataban asuntos que el
financiero dominaba a la perfección.3 Lo que es menos conocido es
que la vida y las peripecias de Sindona bien pudieron inspirar parte de la
trilogía.
EL PADRINO Y SUS AMIGOS
Mientras Francis Ford Coppola y Mario Puzo
trabajaban en el guión de la película en el estudio, una de las comidillas
favoritas era la llegada a la empresa del que seguía siendo asesor económi- co
de la familia Gambino. El personaje de Sindona comenzó a fascinar a Coppola, y
sería en la tercera parte de la saga donde plasmaría buena parte de lo que
había aprendido sobre este per- sonaje y, muy especialmente, sobre sus tratos
con el Vaticano.4 En El
Padrino III, Michael Corleone se apodera de un importan- te consorcio
propiedad de la Santa Sede, curiosamente denomi- nado Immobiliare, que pierde
tras el asesinato de un papa que lleva tan sólo un mes como pontífice. No son
estas coincidencias en lo único que la realidad terminó por parecerse al arte.
Resulta irónico que buena parte de los beneficios de la película definitiva
sobre la mafia y su mundo fueran a parar al mayor entramado mafioso financiero
de la historia.
2.
Dick, Bernard E, Engulfed: The
Death of Paramount Pictures ana the Birth of Corporate Hollywood,
University Press of Kentucky, Lexington (Kentucky), 2001.
3.
Tosches, Nick, op. cit.
4.
Browne, Nick (editor), Francis
Ford Coppola's. The Godfather Trilogy
(Cambrid- ge Film Handbooks), Cambridge University Press, Nueva York, 2000.
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BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
La presencia de Sindona en el
cine no fue ni mucho menos ca- sual. Era amigo y socio de Charles Bludhorn,
presidente de Gulf &c Western,
propietaria de Paramount Pictures. Ambos ganaron mucho dinero con un negocio de
compraventa fraudulenta de ac- ciones para alterar su valor en bolsa. La
operación cesó en 1972 tras la intervención de la comisión estadounidense del
mercado de valores.
Simplificando, se podría afirmar
que el negocio que mantenían Sindona y Bludhorn consistía en irse vendiendo
mutuamente las mismas acciones, pero a un precio cada vez más alto para, de
esta manera, generar un mercado artificial. Ambos financieros lograron salir
indemnes de esta historia. Sindona consiguió nego- ciar con las autoridades
estadounidenses un acuerdo gracias al cual él y su socio se comprometían a
terminar con sus activida- des ilícitas a cambio de la retirada de cargos
contra ambos. Así se hizo y los dos socios pudieron disfrutar libremente de los
in- mensos beneficios generados por esta operación.
Utilizando técnicas similares,
Sindona se convirtió en el vir- tual regente del mercado de valores italiano, y
muy especialmen- te de la bolsa de Milán. Un día cualquiera, el 40 por 100 del
vo- lumen de negocio de la bolsa italiana era propiedad de Michele Sindona.
¿Cómo lo conseguía? Ilegalmente, por supuesto. Ni si- quiera Sindona era tan
rico como para invertir tanto en la bolsa, pero los clientes de sus bancos sí.
Sindona utilizaba sin autoriza- ción los depósitos de aquéllos para realizar
toda una compleja serie de operaciones cuyo fin era alterar el valor de
determinadas acciones y enriquecerse cada vez más.
ESTAFA TRAS ESTAFA
La forma de actuación de Sindona en aquellos años queda
per- fectamente ilustrada en la compra de una pequeña empresa quí-
186
LA SOMBRA DE SAN PEDRO. EL NUEVO PODER DE
MICHELE SINDONA
mica llamada Pachetti. Pachetti era una compañía
insignificante sobre la que Sindona edificó todo un holding, pero un holding «basura».
Pachetti compró una serie de empresas, a cuál más rui- nosa, que la
convirtieron en el entramado financiero más atípico de todos los tiempos. Sin
embargo, aquel cajón de sastre conte- nía un pequeño diamante oculto en su
interior, la opción de com- pra de la Banca Católica del Véneto, un prestigioso
y saneado banco católico, por 46,5 millones de dólares. La concesión la ha- bía
obtenido de su amigo Paúl Marcinkus.5 Pachetti sirvió de ta- padera
para algunos de los arreglos financieros de Sindona hasta que le dejó de ser
útil y la vendió, por medio de complejas opera- ciones de ingeniería
financiera, a Roberto Calví y su Banco Am- brosiano, que rápidamente se hizo
con la propiedad de la Banca Católica del Véneto. Sindona obtuvo cuarenta
millones de dóla- res de beneficio, y Calvi y Marcinkus se repartieron seis
millones y medio de comisión.6
En poco tiempo, Calvi sacó
importantísimos beneficios de su asociación ilícita con Sindona. En 1976 el
presidente del Banco Ambrosiano tenía cuatro cuentas numeradas en Suiza con las
cla- ves 618934, 619112, Ralrov/G21 y Ehrenkranz. La suma de to- das estas
cuentas arrojaba más de cincuenta millones de dólares.
La venta de la Banca Católica
del Véneto tuvo una víctima co- lateral inesperada: el patriarca de Venecia,
cardenal Albino Lucia- ni. El banco católico patrocinaba muchas obras pías y de
caridad de la diócesis veneciana, algo que, lógicamente, dejó de ser así nada
más tomar posesión la nueva gerencia. Luciani, que estaba seriamente
contrariado, comenzó a sospechar que en la operación no todo había sido legal
ni ético, así que decidió presentarse en el
5.
Cornweil, Rupert, God's bunker: An
account of the Ufe and death of Roberto Calvi, Victor Golancz Limited,
Londres, 1984.
6. Hutchison,
Robert, Their Kingdom Come: Inside the
Secret Worid of Opus Dei, Thomas Dunne Books, Nueva York, 1997.
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO despacho de Marcinkus
en el IOR. Aquélla no fue una reunión en términos cordiales y marcó una
antipatía inmediata entre ambos. Marcinkus se permitió tratar con brusquedad a
Luciani, diciéndo- le que como patriarca de Venecia debería ocuparse de la
salud es- piritual de su rebaño y dejar los asuntos económicos de la Santa Sede
en manos de quienes realmente entendían del asunto. Lo que no sabía Marcinkus
es que estaba hablando con quien años des- pués, en 1978, se convertiría en el
papa Juan Pablo I.
En 1971 uno de los clientes
estafados por Sindona en el asun- to Pachetti, un hombre apellidado Jacometti,
tuvo el valor de ha- cer pública su situación en una rueda de prensa que
suscitó con- siderable revuelo y constituyó la primera grieta en la hasta entonces
intachable reputación financiera de Sindona. Cuando estalló el escándalo,
Sindona se encontraba en Madrid negocian- do la adquisición del Banco
Industrial. El financiero se defendió afirmando que Jacometti no era más que un
cliente que se nega- ba a devolver un préstamo de medio millón de dólares. Sin
em- bargo, el daño ya estaba hecho. La bolsa es un entorno en el que las
apariencias cuentan casi tanto como la realidad, y ni la reali- dad ni las
apariencias de Michele Sindona inspiraban demasiada confianza. Para intentar
paliar esta circunstancia, Licio Gelli me- dió para que su hermano masón
Sindona adquiriera la agencia de noticias AIPE.
No es la única cosa positiva que
Sindona sacó de su pertenen- cia a P2. Allí conoció a otros personajes influyentes,
como el propio Roberto Calvi. Todo ello le abrió nuevas puertas, cada vez más
influyentes, en todo el mundo, sobre todo en Estados Unidos, donde ya contaba
con contactos muy poderosos. Uno de los más destacados era David Kennedy,
secretario del Tesoro con Richard Nixon y presidente del Continental Illinois
National Bank & Trust Company.
Ambos habían sido presentados a
principios de los sesenta por Dan Porco, uno de los socios norteamericanos de
Sindona.
188
LA SOMBRA DE SAN PEDRO. EL NUEVO PODER DE MICHELE SINDONA
Kennedy cayó cautivo del encanto natural de
Sindona, quedando sellada la amistad entre ambos cuando el Continental Illinois
ad- quirió el 20 por 100 de la fraudulenta Banca Privata Finanziaria. para
devolverle el favor, Sindona nombró a Kennedy presidente de Fasco AG. Así las
cosas, y como cabía suponer, el gobierno italiano terminó demandando, el 29 de
enero de 1982, a Ken- nedy en Estados Unidos por sus operaciones fraudulentas y
logró que fuera condenado al pago de una indemnización de cincuenta y cuatro
millones de dólares.
Es muy probable que a través de Kennedy Sindona
conociese al mismísimo Richard Nixon, con quien comió en diversas ocasiones. Al
parecer, Nixon apreciaba mucho el talento del italiano y lo recomendaba a sus
amistades como el asesor financiero perfecto. Sin embargo, esta opinión debió
de variar cuando acaeció
un incidente en el que Sindona a punto estuvo de
meter en un aprieto a Nixon. Todo ocurrió en 1972, cuando Sindona se pre- sentó
en el despacho de Maurice Stans, el recaudador de fondos para la campaña de
Nixon, portando un maletín que contenía un millón de dólares en efectivo.
Stans, muy a su pesar, tuvo que re- chazarlo cuando Sindona insistió en que
debía tratarse como un regalo anónimo, algo estrictamente prohibido por la
legislación electoral estadounidense
.
TODOS CONTENTOS
En uno de los informes definitivos de la comisión
del Parlamento italiano que investigó en su día las actividades de Sindona se
dice: «La venta de la Societá Genérale Immobiliare (SGI, socie- dad de bienes
raíces del Vaticano) señala el punto de partida de la desmovilización
financiera vaticana y de la relación, cada vez más estrecha, entre el Istituto
per le Opere di Religione (IOR) y el sistema Sindona». Las autoridades
italianas comprendieron
189
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
muy pronto que tras esta monumental operación
económica no sólo estaba la imparable ambición del banquero, sino que existía
una nueva alianza entre éste y la Santa Sede:
El efecto de la alianza, quizá
convertida en simbiosis, entre el Va- ticano y Sindona es doble; por una parte,
legitima a Sindona en los ámbitos interno e internacional, lo que le permite
avanzar hacia su objetivo de crear un imperio financiero; por otra, está el
poder ad- quirido por Sindona ante las autoridades italianas, que ya no le con-
sideran como un banquero privado, sino como la sombra de San Pe- dro. Este
trasfondo es, sin duda, una de las claves para comprender el sistema de poder
de Sindona.7
A Michele Sindona la vida le
sonreía. Cuando en 1972 se mudó de Milán a Ginebra, ya figuraba como uno de los
hombres más ri- cos del mundo. El 17 de febrero de 1972, el Wall Street Journal le equiparaba al
Howard Hughes de Italia. En enero de 1974, John Volpe, el embajador
estadounidense en Italia, le invistió con el títu- lo de «hombre del año» en
una ceremonia que se celebró en el Grand Hotel de Roma. Haberse convertido en
«la sombra de San Pedro» ofreció a Sindona la posibilidad real de ser el
arbitro inape- lable de la economía italiana, y muy en especial de sus
recovecos más sórdidos, como los relacionados con la fuga de capitales:
Sus bancos, es decir, la Banca
Unione y la Banca Privata Finan- ziaria, de cuya fusión nace en 1974 la Banca
Privata Italiana, se de- dican a la exportación de capitales por cuenta de
grandes, medianos y pequeños empresarios y profesionales liberales, aterrados
por la progresiva depreciación de la lira.8
7. Doménech Matilló, Rossend, op. cit.
8. Ibid.
190
LA SOMBRA DE SAN PEDRO. EL NUEVO PODER DE MICHELE SINDONA
Sindona no era el único
beneficiado de estas operaciones. La Santa Sede también veía incrementado su
patrimonio con cada in- tervención del banquero. Lo que no se sabía en el
Vaticano es que buena parte de este dinero procedía de los amaños personales de
Sindona y sus socios sicilianos. De esta forma, Sindona siguió com- prando a
precio de oro, una a una, todas las grandes empresas ita- lianas propiedad del
Vaticano (como Condotte d'Acqua, la compa- ñía italiana de suministro de agua,
y Cerámica Pozzi, una compañía química y de cerámicas).9 Pablo VI
pudo respirar tranquilo cuando su socio económico adquirió los laboratorios
Sereno, alejando defi- nitivamente a la Santa Sede del negocio de los
anticonceptivos.
EL PRECIO DEL PECADO
El gobierno italiano pronto comenzó a sufrir los
rigores del es- carmiento de Sindona y Pablo VI. En Italia se produjo una de
las mayores crisis económicas de su historia. El desempleo y la infla- ción se
dispararon. La moneda perdía valor día a día.
Fue más o menos por aquellos
días cuando Sindona, a pesar de estar felizmente casado desde hacía muchos
años, vivió un apasionado romance con una estadounidense llamada Laura Turner.
Se trataba de una mujer muy inteligente y de gran belleza que había trabajado
en las empresas de Sindona. Destacaba por su cabello muy corto y sus grandes
ojos color avellana. Siempre habló de Sindona en los términos más elogiosos,
definiéndole como el único hombre del que nunca se había aburrido:
Michele tenía un tremendo coraje [...].
Era un gran campeón, un maravilloso amante y una persona amable con sus amigos.
Pero, al
9. DiFonzo, Luigi, op. cit.
191
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
mismo tiempo, estaba destinado a ser algo parecido
a un dios. No vivía bajo las leyes y la moral de los otros. ¿Cómo podría? Él
estaba por encima de todos nosotros. Él era una fantasía hecha realidad. Era
como el Padrino.10
Laura sabía que su amante sólo la
utilizaba para el placer y para librarse de las tensiones de su ajetreada vida.
Aun así, ella estaba agradecida por haber compartido sus pensamientos y «la
energía que le rodeaba». Consideraba a Sindona como un hom- bre con un papel
que cumplir, con un destino, cuya misión era cambiar el curso de la historia.
Posiblemente lo que tanto admi- raba Laura era un perfil psicológico que
reflejaba, uno por uno, todos los síntomas de la psicopatía: una amoralidad
total en la que los conceptos del bien y del mal carecen de significado, y una
falta total de remordimientos.
Pocos o ninguno debió de sentir
cuando, en su calidad de ase- sor financiero de la Santa Sede, recomendó a su
amigo Marcin- kus que buena parte de la gran cantidad de dinero líquido del que
disponía en ese momento el IOR tras la venta de sus empre- sas italianas fuera
invertido en su banco suizo, el Banque de Fi- nancement en Ginebra. Marcinkus
aceptó, convirtiendo, sabién- dolo o sin saberlo, al Vaticano en copropietario
de una de las mayores «lavadoras» de dinero negro del planeta. Eso sí, ahora
aquel dinero invertido en Suiza podría beneficiarse de la creativa contabilidad
de los empleados de Sindona.
10. Ibid.
192
12 ALTAS
FINANZAS, ALTOS DELITOS LA INCREÍBLE HISTORIA DE LOS BONOS FALSOS
Lo que hemos relatado
hasta ahora sobre los asuntos financieros de la Santa Sede puede resultar
moralmente reprobable, pero no
delictivo. Esto iba a cambiar a principios de los setenta, cuando el
Vaticano, el Instituto para las Obras de Religión y el arzobispo
Marcinkus se vieron implicados en una
investigación de las auto- ridades federales estadounidenses respecto a un
sórdido asunto de falsificación de bonos.
A comienzos de la década de los setenta hubo un
relevo genera- cional en la mafia. Lucky Luciano y Vito Genovese salieron de la
escena pública, siendo su lugar ocupado por Matteo de Lorenzo, Tío Marty. De
Lorenzo no era un jovencito, tenía por aquel en- tonces 62 años. Bajito y
rechoncho, su cara afable y su predispo- sición a las bromas habían conducido a
más de un error fatal so- bre la verdadera peligrosidad de aquel hombre. Tío
Marty constituía en sí mismo el estereotipo del italoamericano: amante de los
placeres de la vida y siempre de buen humor. Pero la ver- dad era muy distinta.
Tras las bromas y las exageradas muestras
193
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
de afecto se escondía uno de los capos más
peligrosos de Estados Unidos. Sonreía mucho, es cierto, pero también podía
ordenar una ejecución sin que aquella sonrisa se borrara de su cara. Du- rante
treinta años había luchado como soldado de a pie en las in- terminables guerras
mafiosas. Los olores de la pólvora y la sangre no le eran desconocidos.
Habiendo empezado desde lo más bajo, conocía todos los negocios de la mafia,
los legales y los ilegales.
Uno de los hombres de confianza
de Tío Marry era Vincent Rizzo (a modo de anécdota diremos que su
caracterización fue recogida en el segundo episodio de la conocida serie de
televisión Los Soprano), que el 29 de
junio de 1971 se reunió en el Hotel Churchill de Londres con Leopoíd Ledi, un
eficaz y discreto in- termediario financiero austríaco con un oscuro pasado de
asun- tos ilegales.1 Ambos hombres se conocieron gracias a la media-
ción del omnipresente Michele Sindona, que estaba preparando un gran negocio
para el nuevo capo de la familia Genovese. Los dos intermediarios estaban
negociando la compra por parte del Vaticano, presuntamente representado por
Ledi, de mil millones de dólares en valores falsificados, que serían
proporcionados por el siempre complaciente Tío Marty a través de Rizzo.
No obstante, Rizzo no estaba
demasiado contento con aquella operación. Colaborar con el Vaticano para colocar
valores finan- cieros falsificados no era su idea de un negocio claro, pero
todo aquello había venido de parte de Michele Sindona, uno de los hombres
fuertes de la familia y banquero del papa, así que no había por qué dudar de
que la Santa Sede estaba conforme con todo aquello.
1. Hammer,
Richard, Vatícan Connection: The
Astonishing Account of a Billion Dallar Counterfeit Stock Deal between the
Mafia and the Church, Holt, Rinehart &c
Winston, Nueva York, 1982. (Buena parte de la información aportada en este
capítulo procede de la magnífica investigación de Richard Hammer, antiguo
reportero del New York Times.)
194
ALTAS FINANZAS, ALTOS DELITOS. LA INCREÍBLE
HISTORIA DE LOS BONOS FALSOS
DOS TIPOS DUROS
Pese a sus reticencias, Vincent Rizzo era, sin lugar
a dudas, el hom- bre indicado para aquel trabajo. Se trataba de un viejo
conocido del Departamento de Policía de Nueva York, donde el expediente que
contenía sus antecedentes delictivos ocupaba una voluminosa carpeta. En su
juventud había sido un ratero y ladrón de coches de poca monta, pero con el
paso de los años sus delitos fueron co- brando importancia: contrabando,
extorsión, posesión ilícita de armas, pequeños fraudes y estafas monetarias.
Sin embargo, todo aquello representaba el pasado. Desde hacía muchos años,
Rizzo era uno de los prestamistas más conocidos y temidos de Manhat- tan.
Muchos habían recurrido a él, desde jugadores sin suerte a importantes
empresarios, y por elevada que fuera la cantidad soli- citada Rizzo siempre
disponía de ella, a cambio de un precio.
En cuanto a sus métodos, eran los
habituales en estas circuns- tancias. Si el pago se demoraba más de la cuenta,
una pareja de fornidos cobradores se lo recordaba al moroso. Al segundo retra-
so, los emisarios le dejaban al deudor algún que otro recuerdo doloroso para
ayudarle a meditar sobre la conveniencia de pagar a tiempo. Si la deuda seguía
sin saldarse, se daba por concluida, ya que, por lo general, no había nadie
vivo para pagarla. Con el tiempo, la ambición de Rizzo le llevó a explorar
nuevos campos en los que probar su talento, como el tráfico de armas o de divi-
sas y bonos al portador falsificados.
El interlocutor de Rizzo en el
Hotel Churchill no era tampoco alguien cuya biografía fuera desdeñable. Leopoíd
Ledi era el con- trapunto perfecto del rudo prestamista Rizzo. Se trataba de un
elegante austríaco de hablar pausado y modales inmejorables que, al igual que
Rizzo, también tenía un grueso expediente en la Interpol. Sus orígenes eran
humildes, de hecho trabajó algún tiempo como carnicero y vendiendo unas brochas
que él mismo patentó. Sin embargo, se trataba de uno de esos hombres que al
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
final deben su fortuna o desgracia a una notable
intrepidez. A lo largo de los años se las había ingeniado para amasar una
consi- derable fortuna mediante negocios como el contrabando de ar- mas, el
tráfico de drogas y los fraudes financieros, lo que le sirvió para hacerse con
una agenda de contactos en Italia que incluía todas las esferas de la sociedad,
desde el crimen organizado hasta la política. Sus mejores amigos italianos
incluían a Mario Folig- ni, presidente de la compañía aseguradora Nuova Sirce, Tomasso
Amato, el abogado que se había convertido en el ángel de la guarda de los
mejores falsificadores europeos, ya fuera de obras de arte o documentos
financieros, y Remigio Begni, uno de los brokers
con menos escrúpulos de Roma.
Uno de los integrantes de este
trío, Mario Foligni, estaba muy bien relacionado en los círculos vaticanos,
aquellos con los que Ledi deseaba hacer negocios. En su entrada a los círculos
inter- nos del Vaticano también influyó su relación con Heinrich Sau- ter, un
conocido «conseguidor» de la Santa Sede por cuya casa de la vía Cassia pasaban
a diario hombres de negocios en busca de oportunidades. Por medio de ambos,
Ledi conoció a impor- tantes dignatarios de la Santa Sede, como el cardenal
Giovanni Benelli, sostituto de la
secretaría de Estado con acceso casi diario a Pablo VI, el cardenal Egidio
Vagnozzi, jefe de la oficina de asuntos económicos del Vaticano, el cardenal
Amieto Giovanni Cicognani, secretario de Estado emérito, y el cardenal Eugéne
Tisserant, decano del colegio de cardenales. Se ha barajado la hi- pótesis de
que durante aquella época Ledi trabajase para la Santa Alianza, el servicio
secreto del Vaticano.
REUNIÓN CONFIDENCIAL
Como parte de su acercamiento al mundo de los cardenales,
Ledi invitó a muchos de ellos a pasar temporadas de descanso en su
196
ALTAS FINANZAS, ALTOS
DELITOS. LA INCREÍBLE HISTORIA DE LOS BONOS FALSOS
lujosa finca austríaca. Durante meses, y con mucha
paciencia, el traficante se fue ganando la confianza de sus nuevos amigos, mu-
chos de los cuales no desconocían su turbio pasado. Así fue dis- curriendo todo
hasta que un día la paciencia de Ledi dio sus fru- tos. Entre 1968 y 1969
comenzó a hacer trabajos de poca importancia para el Vaticano, fundamentalmente
en el campo de la compraventa de obras de arte bajo la supervisión de Benelli,
pero su gran oportunidad llegaría poco después, cuando el carde- nal Tisserant
en persona convocó a Ledi a su despacho para tra- tar un tema delicado y
urgente que requería la máxima discre- ción. Durante mucho tiempo, Ledi guardó
celosamente el contenido de aquella entrevista, hasta que fue interrogado por
el agente del FBI Richard Tamarro y el detective del Departamento de Policía de
Nueva York Joe Coffey. Gracias a este interrogato- rio y a la propia
autobiografía de Ledi podemos conocer lo acon- tecido aquel día en el despacho
del cardenal. Al parecer, éste le confesó que las finanzas de la Santa Sede no
estaban atravesando por su mejor momento. Había un agujero considerable del que
Tisserant culpaba a la mala gestión del arzobispo Paúl Marcin- kus, que habría
perdido millones de dólares de la Santa Sede en una serie de desastrosas
inversiones.
Tisserant, que sabía que Ledi era un hombre de
recursos curti- do en los más oscuros suburbios de la economía, decidió
reunirse con él para contarle el problema y buscar una solución. Por su-
puesto, en la mente de Ledi había muchas soluciones viables e imaginativas para
solucionar el problema de la Santa Sede, aun- que lo que era dudoso es que
alguna de ellas pudiera interesar a la Iglesia, ya que, por desgracia, todas
eran ilegales. Pese a todo, Tisserant dejó claro que, tal vez, el Vaticano
podría estar dis- puesto a transigir mucho más de lo que imaginaba Ledi:
—¿No tenemos entonces ninguna idea, mi amigo de Viena? Es-
toy seguro de que un hombre de su experiencia y contactos debe de
197
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
conocer alguna forma de obtener valores que puedan
ayudar al Va- ticano en su presente situación.
—¿De qué clase de valores estamos hablando?
—Valores de
primera clase, por supuesto, acciones y bonos de grandes compañías americanas.
—Eso estaría muy bien, desde luego, pero esa clase de valores
son extremadamente caros y muy complicados de conseguir. —¿También si son
falsos?
La sugerencia del cardenal dejó
a Ledi estupefacto. Aquello era lo último que podía esperar de ese hombre de
larga barba blanca que más bien parecía un santo. Instintivamente, Ledi miró
con suspicacia a su alrededor; luego recordó dónde se encontra- ba: en un
despacho del Vaticano, allí no habría micrófonos ocul- tos ni se abalanzaría
sobre él un pelotón de policías tan pronto como admitiese su implicación en
algo ilegal, así que decidió que había llegado el momento de hablar seriamente
de negocios.
MERCANCÍA DE PRIMERA
—¿De qué
cantidad estaríamos hablando?
—Alrededor de mil millones de dólares; para ser exactos 950
mi- llones.
Eso era mucho dinero y muchos
bonos falsos. En principio, no debería ser muy complicado conseguirlos; de
cosas peores ha- bía salido airoso anteriormente. No obstante, ciertas cosas no
terminaba de verlas claras. ¿Y si alguien descubriera lo que los cardenales se
traían entre manos? Aquello sería un escándalo de primera. Que una empresa o
una persona como Ledi fuera sor- prendido en algo así era noticia de segunda
fila. Se admitiera o no, la picaresca era uno de los ingredientes del mundo de
los ne-
198
ALTAS FINANZAS, ALTOS DELITOS. LA INCREÍBLE HISTORIA DE
LOS
BONOS FALSOS
gocios. Pero la Iglesia... Aquello no terminaba de convencerle
y así se lo expresó al cardenal.
Éste escuchó las objeciones de Ledi, pero no pareció
tomárse- las muy en serio. ¿Quién podría enterarse? ¿El FBI? ¿Las autori- dades
monetarias estadounidenses? De ser así, el asunto jamás llegaría a la prensa y
se solucionaría discreta y diplomáticamente entre el gobierno estadounidense y
la Santa Sede. Si en cualquier otro momento alguien se enterase de la
existencia de estos bonos falsos, ¿quién dudaría de que el Vaticano había sido
engañado por un grupo de desaprensivos que, abusando de su buena fe, les habían
colocado aquel material falso?
Ledi comprendió que todo estaba previsto y meditado
hasta el último detalle. Así pues, sólo quedaba por discutir el punto esen-
cial de cualquier transacción, el precio:
—Para que
una operación de este tipo tenga un mínimo de garan- tías —explicó Ledi—, los
títulos de los que estamos hablando debe- rían corresponder a inversiones
seguras, los llamados blue chips, con
un valor estable en bolsa y con una tendencia constante al aumento. Así pues,
entre los bonos y acciones que habría que falsificar debe- rían estar los de
IBM, Coca-Cola, Chrysier y Boeing. ¿Cuánto estaría dispuesto a pagar el
Vaticano por esta mercancía de «primera clase»? —El 65 por 100 de su valor
nominal, es decir, 625 millones de dólares, de los cuales habrá que descontar
150 millones en concepto de comisión para mí y para el arzobispo Marcinkus. Eso
nos deja 475 millones para usted y los que proporcionen el material.
El grado de intervención del arzobispo Marcinkus en
el escán- dalo de los bonos falsificados es todavía hoy materia de contro-
versia entre los expertos. Para muchos, es incuestionable que como presidente
del IOR tenía que estar al corriente de este tra- to. Otros, como Tom Biamonte,
el agente del FBI que investigó en Italia el asunto, están convencidos de la
inocencia de Marcin- 199
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
kus.2 (De hecho, la investigación
oficial que realizó el FBI exone- ró al arzobispo de todos los cargos, lo cual
se contradice con la propia rumorología vaticana, que siempre culpó al
arzobispo.)
El hecho es que la mayoría de las
historias sobre él [Marcinkus] proceden del propio Vaticano. Hay allí numerosos
individuos siem- pre dispuestos a contar a los periódicos cualquier basura sin
confir- mar. Lo cierto es que la gente que debería defenderle no movía un dedo
porque eran conscientes de su falta de popularidad. Los italia- nos no le
soportaban. El único que le apoyó fue Juan Pablo II. El Papa acusaba a los
periodistas de estar llevando a cabo un «brutal» ataque contra Marcinkus. Esta
es una palabra especialmente fuerte en italiano y mostraba su profundo
desagrado ante las críticas. Un prominente arzobispo se dirigió una vez al Papa
diciendo: «Hay que tener cuidado con él». El Papa le contestó con impecable
autoridad: «Dime, si tú fueras criticado con dureza y yo tomara una acción in-
mediata, ¿estarías complacido? Mientras no haya algo definitiva- mente probado
contra él, permanecerá donde está».
Marcinkus no era popular. Se
entendía bastante mejor con la gente corriente porque era una persona cercana y
sabía cómo hablar con ellos. Ayudó a mucha gente en aquellos días, en especial
a sacer- dotes y monjas.3
LA CARTA DE CONFIRMACIÓN
Leopoíd Ledi sabía que éste era el gran negocio de
su vida. Llegó a la conclusión de que podría sacar cerca de doscientos millones
de dólares de beneficio. Aunque la operación resultase complica-
2.
Cornweil, John, A Thief in the
Night: Life and Death in the Vatican, Penguin Books, Nueva York, 1989.
3.
Ibid.
zoo
ALTAS FINANZAS, ALTOS
DELITOS. LA INCREÍBLE HISTORIA DE LOS BONOS FALSOS
da, sabía cómo conseguir ese tipo de material.
«Pensé de inme- diato en Ricky Jacobs, de Los Ángeles», un capo mafioso de la
familia De Lorenzo especializado en fraudes económicos.4 Fue el
propio Ledi quien, a la vista de la magnitud de la operación, de- cidió
recurrir a Vincent Rizzo. Sin embargo, la llegada de aquel austríaco dispuesto
a comprar mil millones en bonos falsos, se- gún decía en nombre de la Iglesia,
levantó muchas suspicacias. Tuvo que intervenir Michele Sindona para avalar la
operación y asegurar que Ledi aportaría documentación que corroborase ser quien
decía ser y actuar en nombre de quien decía actuar.5
Toda aquella reticencia por parte
de los mafiosos era explicable. Un perfecto desconocido como Ledi se presenta
inopinadamente en Nueva York contando una historia fantástica y proponiendo un
negocio que para el proveedor del material supone una importante inversión
previa. La falsificación no es un negocio fácil, sino que constituye un arte
complejo en el que se barajan muchos factores. Hacen falta prensas, hábiles
artesanos que manejen las planchas, comprar o producir el tipo de papel exacto
al que se pretende falsi- ficar. Demasiadas molestias y demasiado riesgo si el
negocio no es seguro. Así pues, la intercesión de Sindona era necesaria.
Poco a poco se fueron limando
las reticencias y finalmente se acordó un encuentro preliminar entre ambas
partes en terreno neutral. El lugar escogido fue Londres. Ledi ni tan siquiera
habla- ba inglés, por lo que en la reunión del Hotel Churchill se tuvo que
recurrir a los servicios de un intérprete llamado Maurice Ajzen. Ledi acudió a
la reunión acompañado tan sólo del intérprete. Riz- zo, por su parte, acudió
con otros tres miembros de la familia.6
4.
Clarke, Thurston y Tigue, John J. Jr., Dirty Money: Swiss Banks, the Mafia, Mo- ney Laundering, and White
Collar Crime, Simón & Schuster, Nueva York, 1975.
5.
Williams, Paúl L., The Vatican
Exposed: Money, Murder, and the Mafia, op. cit.
6.
Ledi, Leopoíd, Per contó del
Vaticano. Rapporti con U crimine organizzato nel racconto del faccendiere dei
monsignori, Tullio Pironri, Ñapóles, 1997.
201
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
Uno de ellos era Ricky Jacobs. Los otros pasaron por
ser simples matones. Ledi nunca supo que uno de esos matones era Matteo de
Lorenzo, Tío Marty, que había acudido de incógnito para su- pervisar la
operación.
El recelo, sobre todo por parte de
los italoamericanos, podía percibirse en el ambiente. Sin embargo, Ledi era un
hombre experto y habituado a estas situaciones; sabía dosificar los tiem- pos.
Tenía, además, un as en la manga. En un momento de la reunión, sacó de su
maletín una carpeta que contenía un docu- mento que tendió a los proveedores
para que lo estudiaran:
Roae, Jun.
29. 1971.
Bajo un membrete de la Sacra Congregazione
dei Religiosi, podía leerse:
A quien pueda interesar:
Tras nuestra reunión, que ha tenido
lugar en el día de hoy, desea- mos confirmar los siguientes puntos:
1)
Es nuestra intención comprar la cantidad total de la
mercan- cía hasta completar los 950.000.000 $.
2)
Estamos de acuerdo con los términos y fechas de la
entrega, tal como se indica a continuación:
9.3.71 por 100
10.9.71 por 200
10.10.71 por 200 10.11.71 por 250
10.12.71 por 200
Se entiende que los dos últimos envíos
lo más probable es que puedan hacerse juntos el 10.11.71.
3)
Garantizamos que la mercancía no será revendida hasta
des- pués del 1.6.72.
Suyo afectísimo
[Firma ilegible]
Roma, 29 de junio de 1971.
TRATO HECHO
La existencia de este documento tiene una interesante
historia detrás. El mismo 29 de junio de 1971, Ledi se reunió con Tisse- rant,
esta vez acompañado del cardenal Benelli. El motivo fue la reticencia de los
mafiosos a aceptar al financiero austríaco como intermediario, pese a los
buenos oficios de Sindona. Fue allí don- de, presuntamente, se sugirió la idea
de que Ledi llevase consigo un documento confirmando la transacción, documento
que se
203
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
improvisó en ese mismo momento en una hoja de papel de la Sa-
grada Congregación para los Religiosos. Con esta pequeña aña- gaza se pretendía
calmar a los italoamerícanos mostrando la bue- na voluntad del Vaticano en
aquel negocio.
Rizzo examinó con suma atención el papel
que tenía ante él y después se lo pasó a Matteo de Lorenzo, uno de los
supuestos matones que le acompañaba. Ambos se miraron a los ojos y sonrieron.
Aquello no era precisamente un contrato firmado ante notario, pero unido a las
garantías que les había dado Mi- chele Sindona se convertía en una prueba más
que suficiente como para confiar en su interlocutor. El clima en la habitación
se había suavizado considerablemente. Ahora, con toda ama- bilidad, Rizzo
informaba a Ledi de que no habría ningún in- conveniente para cumplir con los
plazos establecidos en el do- cumento. Es más, para dejar claro que eran gente
seria, se comprometían a pagar una penalización del 1 por 100 de sus
beneficios, alrededor de cuatro millones de dólares, en caso de que hubiera
algún retraso o se presentara alguna dificultad, aunque ésta fuese fortuita. No
se trataba de una práctica habi- tual, sino de una muestra de buena voluntad
ante un cliente tan especial como la Iglesia.
La transacción podía comenzar. Ledi
solicitó una muestra de los bonos falsos antes de pagar un solo dólar. La
falsificación viajaría a Roma para su aprobación por los clientes del interme-
diario austríaco, y si éstos daban el visto bueno la operación con- tinuaría
tal como estaba previsto. Se concertó un primer envío a modo de muestra por
valor de 14,4 millones de dólares, que los italoamericanos entregarían en el
momento acordado. Así, los clientes podrían comprobar con sus propios ojos la
calidad del trabajo. Además, se encargarían del transporte, haciendo entrega de
la mercancía en el Hotel Cavalieri Hilton de Roma.
La reunión se cerró tras los preceptivos
apretones de manos y una invitación a cenar por parte de Ledi, que Rizzo y sus
acora-
pañantes declinaron cortésmente, ya que partían esa
misma no- che. Había un gran número de preparativos que hacer.
LA PRIMERA PRUEBA
El regreso a Estados Unidos de la familia De Lorenzo supuso
el comienzo de una frenética actividad en los entornos de falsifica- dores del
país. Los llamados «impresores negros», la élite de Fila- delfia, Nueva York y
Los Ángeles, fueron movilizados para obte- ner las muestras en un tiempo
récord. Había nombres legendarios dentro de aquel mundillo, como Louis Milo,
Ely Lubin o William Benjamín. Este último fue el encargado de dar los últimos
reto- ques y el aprobado final al material. Se decidió que el primer en- vío de
prueba consistiría en 498 bonos de American Telephone & Telegraph
(AT&T) por valor de 4,98 millones de dólares, 259 bo- nos de General Electric,
valorados en 2,59 millones, 479 bonos de Pan American Worid Airways por valor
de 4,78 millones y 412 bonos de Chrysier valorados en 2,06 millones.
Los bonos falsos fueron manufacturados y
entregados a Ledi en Roma por correos de la familia De Lorenzo. La muestra,
pos- teriormente, se llevó al cardenal Tisserant para que diera su con-
formidad. A pesar de que sólo hay constancia de que se produje- ron catorce
millones, muchos expertos opinan que debió de haber mucho más material en
circulación. En su día, el periodista de investigación David Guyatt declaró
ante los tribunales que aquella cantidad representaba «la punta del iceberg».7
Sin embargo, Tisserant no era un experto
en estos temas. Hacía falta una prueba convincente de que los bonos podían
pasar como
7. Varios
autores, Everything You Know is Wrong:
The Disinformation Cuide to Secrets and Lies, op. cit.
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
auténticos. Por orden del Vaticano, Mario Foligni, el
presidente de Nuova Sirce, hizo un depósito de un millón y medio de dólares en
el Handeisbank de Zúrich, abriendo una cuenta a nombre de monse- ñor Mario
Fornasari, un alto funcionario de la Santa Sede. Los bo- nos falsos no tuvieron
el menor problema para pasar la inspección de los empleados del banco. El
material era de excelente calidad.8
Aun así, se decidió hacer una nueva
prueba para asegurarse. Esta vez, Foligni se dirigió al Banco de Roma e hizo un
depósito de dos millones y medio de dólares a beneficio de Alfio Marchini, pro-
pietario del Hotel Leonardo Da Vinci y uno de los mejores amigos del arzobispo
Paúl Marcinkus. Precisamente la implicación de Mar- chini es uno de los
indicios que hace muy difícil creer que Marcin- kus no conociera la operación.
Una vez más, los empleados banca- rios dieron por buenos los documentos sin
poner ninguna pega.
Fue en el momento de pagar este primer
envío cuando surgie- ron los primeros problemas, ya que los religiosos
manifestaron que sólo podían efectuar el pago en liras. Aquello era una contra-
riedad de primer orden. Los italoamericanos se negaron. No sólo por lo
complicado que resultaba para ellos manejar, transportar y cambiar aquella
divisa extranjera, sino porque además sospecha- ban que aquellas liras
provenían directamente de las familias ma- fiosas sicilianas, y que eran fruto
de la extorsión y los secuestros; un dinero manchado que a la larga podría
traer problemas.
CON LAS MANOS EN LA MASA
Los problemas, sin embargo, no iban a venir de aquel dinero,
sino de una formalidad con la que los falsificadores no contaron. Los bancos
italianos habían dado su autorización a las operacio-
8. Yailop, David, op. cit.
zo6
nes, pero también habían mandado
muestras de los bonos a la Asociación de Banqueros de Nueva
York para que los expertos de esta institución, con mejor formación y medios
técnicos para la detección de falsificaciones, dictaminasen sobre su autentici-
dad. Y el resultado fue negativo.
Los bancos italianos recibieron la noticia con sorpresa e incredulidad, pero
hicieron lo que te- nían que hacer y pusieron el hecho en conocimiento de la
Inter- pol. El primero en ser interrogado fue, lógicamente, el encargado de
colocar los bonos en ambos bancos, Mario Foligni, a quien no hubo que presionar
demasiado para que diera el nombre de Leo- poíd Ledi como proveedor del
material falsificado. Además, Fo- ligni declaró que la causa por la que el
Vaticano había adquirido aquellos bonos falsos era permitir que Marcinkus y
Sindona pu- dieran comprar Bastogi, una gigantesca compañía italiana dueña de
propiedades inmobiliarias, minería y productos químicos.
Foligni, para
sorpresa de todos, declaró no ser imputable, ya que, al haber actuado en
representación de la secretaría de Esta- do vaticana, gozaba de inmunidad
diplomática. Se libró de la cárcel, pero Ledi no tardó en ser detenido. La
historia que contó a los funcionarios de Interpol fue la que hemos relatado
hasta ahora, sin omitir un solo nombre, ni de mafiosos, ni de eclesiásti- cos.
Las detenciones se sucedieron entre los falsificadores y ma- fiosos
estadounidenses, todos y cada uno de los cuales acabó en prisión, excepto el
pobre Louis Milo, el autor de las planchas, que fue encontrado muerto en el
maletero de su coche.
Las autoridades monetarias
estadounidenses no se habían olvi- dado, ni mucho menos, del Vaticano, pero
tratándose de un Estado soberano las cosas resultaban mucho más complicadas.
Así, cuando tras múltiples e infructuosos intentos de conseguir una entrevista
con el cardenal Tisserant parecían a punto de lograrlo, éste falleció de muerte
natural dejando instrucciones detalladas a sus colabora- dores sobre algunos de
sus documentos personales, y muy especial- mente sus diarios, como ya se ha
comentado en otro capítulo.
2.07
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
El 25 de abril de 1973, el cardenal
Benelli recibió en la Ciu- dad del Vaticano a William Lynch, jefe de la sección
contra el cri- men organizado y la extorsión del Departamento de Justicia de
Estados Unidos, y a William Aronwaid, de la fuerza de choque del distrito sur
de la policía de Nueva York. Les acompañaban dos agentes del FBI, Viamonte y
Tammaro. William Lynch co- mentó al cardenal Benelli los pormenores de una
investigación policial entre los círculos mafiosos de Nueva York que había
conducido al Vaticano. Incluso existía una carta presuntamente emitida por el
Vaticano para formalizar una operación ilícita.
Se supone que fue monseñor Pavel Hnilica
—supuestamente re- lacionado con los servicios de inteligencia vaticanos— quien
en su momento avisó a Marcinkus sobre el peligro que suponía colocar en los
mercados financieros tal cantidad de títulos falsos, por mu- cha protección de
la Santa Sede con que se contara. Aquello supo- nía enfrentarse al poderoso
Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Hnilica recordó también a Marcinkus
su nacionalidad es- tadounidense, vigente a pesar de su pasaporte vaticano. «Si
los norteamericanos quieren, pueden pedir al Santo Padre su extradi- ción.»
Marcinkus, en su calidad de responsable del IOR, no estaba dispuesto a
arriesgarse a ser imputado por un delito federal en su país natal, sobre todo
sabiendo la dureza con que trataban seme- jantes asuntos y sabiendo también que
de poco iba a ayudarle el alzacuello. Así que decidió cooperar con las
autoridades y recibir en su despacho, el 26 de abril de 1973, a los
funcionarios estadou- nidenses que el día antes se habían entrevistado con
Benelli.
ASUNTOS INSIGNIFICANTES
Durante aquella cita el arzobispo intentó derrochar encanto e
inocencia, de los que no andaba sobrado. Ofreció a sus visitantes un par de sus
carísimos habanos, que fueron rechazados con cor-
208
ALTAS FINANZAS, ALTOS DELITOS. LA INCREÍBLE HISTORIA DE LOS BONOS
FALSOS
tesía. El,
en cambio, sí se encendió uno. Michele Sindona fue uno de los primeros asuntos
por los que preguntaron:
—Estoy alterado por la gravedad de las acusaciones. En vista
de ello, responderé a todas y cada una de sus preguntas lo mejor que pueda.
—Háblenos
de Michele Sindona...
—Michele y yo somos buenos amigos. Nos conocemos desde hace
muchos años. Mis asuntos comerciales con él, sin embargo, son insignificantes.
Él es, como ustedes ya sabrán, uno de los indus- triales más ricos de Italia.
Está adelantado a su tiempo en lo referen- te a asuntos comerciales. —¿Y en qué
consisten esos asuntos comerciales «insignificantes»?
—No creo necesario quebrantar las leyes de secreto bancario
para defenderme a mí mismo.
—Si en el futuro se hace necesario un careo entre usted y
Mario Foligni, ¿estaría dispuesto a tenerlo?
—Sí, por supuesto, siempre y cuando sea absolutamente necesa-
rio. Espero que no lo sea.
—¿Tiene usted alguna cuenta numerada de carácter privado en
las Bahamas?
—No.
—¿Tiene
usted una cuenta ordinaria en las Bahamas?
—No, tampoco. —¿Está usted
seguro, arzobispo?
—El Vaticano mantiene intereses financieros en las Bahamas,
pero se trata únicamente de negocios y transacciones como tantas otras
mantenidas por el Vaticano. No están para beneficio económi- co de ninguna persona
en particular.
—No, nosotros estamos interesados en las cuentas personales
de usted.
—Yo no tengo ninguna cuenta privada o personal ni en las
Baha- mas ni en ningún otro lugar.
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
Al final del interrogatorio,
Marcinkus se reafirmó en su ino- cencia y en su absoluto desconocimiento de los
asuntos por los que estaba siendo interrogado. Sin embargo, los agentes
federales eran conscientes de que el arzobispo o bien les estaba mintiendo o
bien tenía una memoria extraordinariamente frágil. Sin duda, ol- vidaba que
desde 1971 pertenecía, junto con Michele Sindona y Roberto Caivi, a la junta
directiva del Banco Ambrosiano Trans- atlántico, con sede en Nassau, capital de
las Bahamas, y que era propietario del 8 por 100 del mismo. Con frecuencia,
Marcinkus se desplazaba a las Bahamas para alternar las reuniones de la jun- ta
directiva con unas bien merecidas vacaciones. Eso sin olvidar que los negocios
«insignificantes» que tenía con Sindona le hacían mantener cuentas en muchos de
los bancos de su amigo.9
EXTRADICIÓN FRUSTRADA
Sea como fuere, el caso es que los agentes salieron del
despacho muy poco impresionados con la sinceridad del arzobispo, tanto que
iniciaron los preparativos para un proceso de extradición. La advertencia de
monseñor Hnilica comenzaba a convertirse en profética según las autoridades
federales empezaban a tener cada vez más interés en que aquel ciudadano
estadounidense termina- ra declarando ante los tribunales de su país.
Sin embargo, cuando parecía
seguro que el secretario de Esta- do Henry Kissinger iba a solicitar la
extradición de Marcinkus, la administración Nixon dio marcha atrás. Se han
barajado va- rias explicaciones para ello: presiones del lobby católico, que no hubiera suficientes pruebas incriminatorias
contra el arzobispo, no querer enrarecer aún más el ambiente político, tras
salir a la
9. Yailop, David, op. cit.
2,10
ALTAS FINANZAS, ALTOS DELITOS. LA INCREÍBLE HISTORIA DE LOS BONOS
FALSOS
luz el escándalo Watergate, las conexiones de Marcinkus
con P2 y, por tanto, con la Operación Gladio de la CÍA...10 La
investiga- ción no se frustró por la falta de empeño de los agentes federales,
que se dedicaron con ahínco a esclarecer la verdad. Simplemente, fueron un
tanto ingenuos a la hora de evaluar las dificultades añadidas de una
investigación que comienza en un país y termina en otro. Al gobierno
estadounidense le pareció más conveniente pasar por alto la implicación del
Vaticano en la trama de los bo- nos falsos. Lo que en principio era un asunto
meramente policial, mal manejado podría convertirse en un incidente diplomático
de primer orden.
El simple hecho de que los agentes
consiguieran traspasar los muros de la Santa Sede para interrogar a algunos de
sus más altos funcionarios es una muestra de su tenacidad. Si el Vaticano
hubie- ra estado en territorio estadounidense, la carta con el membrete de la
Sacra Congregazione dei Religiosi habría sido la prueba de cargo fundamental,
se habría podido interrogar a todos los miem- bros de la congregación, tomar
huellas de todo el mundo para contrastarlas con las que se encontraron en el
documento e inclu- so se habría podido obtener una orden de registro para
intentar encontrar la máquina de escribir con que fue redactada. El único
problema radicaba en que todo eso era imposible. Sobre la impli- cación de
Marcinkus, William Aronwaid, uno de los investigado- res del caso que estuvo
presente en la reunión en el despacho del arzobispo, comentó al periodista de
investigación David Yailop:
Lo máximo que se puede decir es
que la investigación no ha re- velado pruebas concretas suficientes para
confirmar o negar su im- plicación.11
10. Wiison, Robert Antón, op. cit.
11. Yailop, David, op. cit.
2.11
13
EL CRACK
SINDONA
EL
HUNDIMIENTO DE LAS
FINANZAS VATICANAS
La última etapa del
pontificado de Pablo VI estuvo marcada por la traición del hombre en cuyas
manos había depositado las llaves de
las arcas de la Santa Sede. La ambición de
Sindona no tenía límite, ni tampoco su orgullo, y fue este último el que le
hizo creerse por enci- ma de las leyes, le llevó a la imprudencia y provocó una
caída en la que por poco arrastra a sus socios vaticanos.
Siendo como era el menos implicado en el asunto, el
más perjudi- cado por el escándalo de los bonos resultó ser Michele Sindona. Su
nombre comenzó a circular con demasiada frecuencia asocia- do con asuntos
turbios, algo que no convenía a la particular na- turaleza de sus negocios.
Además, comenzaba a tener problemas con sus propios bancos. El dinero, fuera
del entorno de las insti- tuclones financieras nacionales, ni se
crea ni se destruye, simple- Iüente cambia de mano. Así pues, sí
durante bastante tiempo Mi- chele Sindona se dedicó a especular con sus propios
bancos, la consecuencia no podía ser otra que la aparición de importantes agujeros
económicos. Cuando el desfalco es pequeño basta con
2.13
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
unas pocas artimañas y una contabilidad creativa para
disimular- lo. Pero si el expolio continúa, el déficit se hará cada vez mayor y
más difícil será de ocultar. El 1973 Sindona tenía gravísimos pro- blemas
económicos en sus dos principales bancos, Banca Unione y la Banca Privata
Finanziaria. ¿Qué hacer? Intentó una audaz huida hacia adelante al fusionar
ambos en uno nuevo: la Banca Privata. Sin embargo, el sentido común estaba en
su contra. Si juntamos dos agujeros grandes, lo que obtenemos es uno enor- me.
En julio de 1974 el nuevo banco tenía un impresionante défi- cit de 200.000
millones de liras.1
Un mes después, en agosto de 1974,
prácticamente todo el mundo comenzó a tener claro que el imperio de Sindona se
tam- baleaba y se plantearon las primeras medidas desesperadas. En Italia, el
Banco de Roma, habiendo recibido como garantía una gran parte de las
propiedades de Sindona, colocó entre 128 y 200 millones de dólares en la Banca
Privata intentando tapar la crisis. En Estados Unidos, temiendo que el
desmoronamiento de las inversiones del banquero italiano en ese país, y muy
concreta- mente una eventual quiebra del Frankiin National Bank, pudiera
desencadenar un efecto dominó de resultados imprevisibles, el gobierno concedió
al banco de Sindona un acceso ilimitado a los recursos federales. De hecho, los
otros bancos del país empeza- ron a mostrar reticencias a la hora de operar con
el Frankiin Na- tional Bank, donde también había aparecido un enorme déficit
fruto de las retiradas de fondos irregulares que periódicamente realizaba
Sindona, que en apenas dos años se las ingenió para aligerar las arcas de la
institución. El Frankiin National Bank, el decimoctavo entre los principales
bancos de la nación, con unos activos de más de tres mil millones de dólares,2
se vio súbitamen-
1. Yailop, David, op. cit.
2. Hammer, Richard, op. cit.
2.14
EL CRACK SINDONA. EL
HUNDIMIENTO DE LAS FINANZAS VATICANAS
te reforzado con más de dos mil millones de dólares
procedentes de la Reserva Federal estadounidense.
Sin embargo, todos estos esfuerzos
resultaron inútiles, el dine- ro no fue suficiente para salvar al agonizante
banco, y en sep- tiembre de ese mismo año, apenas tres meses después de su
crea- ción, la Banca Privata estaba al borde de la quiebra. Las pérdidas
estimadas alcanzaban los trescientos millones de dólares, inclui- dos los 27
millones de dólares que constituían la participación del Vaticano en el Banco,
según la Santa Sede. El propio Banco de Roma a punto estuvo de desaparecer como
consecuencia del hundimiento del banco de Sindona.
LA CAZA DEL TIBURÓN
El 3 de octubre los acontecimientos se precipitaron.
Licio Gelli fue informado por miembros de Propaganda Due infiltrados en la
policía y la magistratura de que Sindona sería detenido al día siguiente.
Gelli, haciendo bueno el juramento de fidelidad de los miembros de la logia,
avisó a Sindona de la situación:
Huye a algún sitio donde no
puedan extraditarte. Si no lo haces, nuestros enemigos te torturarán. Puede que
incluso te maten [...]. Todo esto es muy peligroso, Michele. Las cosas han
cambiado. Qui- zá, si escapas, dentro de un tiempo pueda utilizar mi poder para
ayudarte. Si no, si eres capturado, ya sabes lo que tienes que hacer.3
Sí, Sindona sabía lo que tenía que
hacer. Tras preparar apresu- radamente la maleta se metió en el bolsillo de la
chaqueta cuatro frascos de digitalina, un medicamento recomendado para ciertas
3. DiFonzo, Luigi, op. cit.
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
afecciones cardíacas que tomado en la dosis adecuada
resulta ser un veneno de altísima eficacia: provoca arritmia, fibrilación ven-
tricular y, finalmente, la muerte. Lo que llevaba Sindona encima equivalía a
cien veces la dosis que prescribiría un médico. Llegado el momento, Sindona no
dudaría en usar el veneno. Su imperio fi- nanciero había desaparecido, su
credibilidad y prestigio estaban arruinados, todo lo cual había contribuido a
que la estabilidad emocional de Sindona no atravesara por sus mejores momentos.
Tal como avisaron los informantes de
Gelli, al día siguiente se emitieron dos órdenes de detención contra Sindona,
una por malversación de fondos y otra por quiebra fraudulenta. Sin em- bargo,
ya era demasiado tarde, Sindona había huido del país:
«No pienso darles la satisfacción de verme encerrado en
la cár- cel», le dijo a uno de sus colaboradores. Como hombre precavi- do que
era, cambió previamente su nacionalidad, convirtiéndose en ciudadano suizo.
Ginebra fue, a partir de ese momento, su nuevo cuartel general.
El 8 de octubre los peores temores
de las autoridades econó- micas estadounidenses se hicieron realidad: el
Frankiin National Bank se desmoronó. Las pérdidas de la Cámara Federal de Ga-
rantía de Depósitos se elevaban a más de dos mil millones de dó- lares.4
Michele Sindona podía anotarse un nuevo registro, el de la mayor quiebra
bancaria de la historia estadounidense.5 Cuan- do las autoridades
pudieron acceder a los libros del banco descu- brieron que lo más granado del
crimen organizado de Estados Unidos mantenía sus cuentas allí. Es más,
certificaron que el día antes de la quiebra Sindona se había llevado 45
millones de dóla- res. (El Vaticano perdió 55 millones tras el derrumbamiento
del
4. Lernoux, Penny, In Banks We Trust, Doubleday, Nueva York,
1984.
5. Tavakoli, Janet M., Collateralized Debí Obligations ó-
Structured Finance: New Developments in Cash 0' Synthetic Securitization,
John Wiley & Sons, Hoboken (Nue- va Jersey), 2003.
EL CRACK
SINDONA. EL HUNDIMIENTO DE LAS FINANZAS VATICANAS
Frankiin National Bank.) La economía estadounidense
entró en una crisis bancaria —inédita desde los tiempos de la gran depre- glón—
que obligó a modificar la legislación y los mecanismos de control financieros
del país.6 Una docena de empleados del ban- co fueron a la cárcel
acusados de diversos cargos, entre ellos el de modificar la contabilidad y los
archivos.
Desde esa fecha hasta enero de 1975,
el mundo financiero eu- ropeo se vio sacudido por las sucesivas quiebras de los
bancos de Sindona. Uno a uno fueron cayendo el Bankhaus Wolff AG, de Hamburgo,
el Bankhaus I.K. Herstatt, de Colonia, el Amincor Bank, de Zúrich y el
Finabank, de Ginebra.7 Contando tan sólo este último, expertos
independientes suizos estimaron que el Va- ticano había sufrido un quebranto económico
de 240 millones de dólares. La prensa italiana no tardó en bautizar este
desastre como II crack Sindona.
A pesar del control que P2 ejercía
sobre grandes sectores de la política italiana, las autoridades estaban
sumamente inquietas. Parecía poco probable que Sindona regresara a Italia por
propia voluntad para responder por lo sucedido, así que se inició una larga
batalla para conseguir su extradición. Esta vez Sindona no iba a contar con la
ayuda del Vaticano, que se sentía cada vez más defraudado con su antiguo
banquero y hombre de confian- za. Pablo VI estaba consternado con las noticias
que le transmi- tía el cardenal Villot, que le mantenía al corriente de cuanto
su- cedía. Con cada nueva quiebra, el Vaticano perdía una fortuna. (Se estima que
las pérdidas reales de la Santa Sede podrían ron- dar los mil millones de
dólares.)8 Sindona les había fallado, o peor aún, les había
traicionado.
6.
Spero, Joan Edelman, The Failure
of the Frankiin National Bank: Challenge to the International Banking System,
Beard Books, Nueva York, 1999.
7.
Sterling, Claire, op. cit.
8.
Martín, Malachi, op. cit.
2.17
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
MALA MEMORIA
Quien más sintió aquella delación fue Pablo VI, que en
su mo- mento depositó su confianza en el banquero. Los que habían aconsejado al
pontífice que tomara esa decisión, como su secre- tario personal, monseñor
Pasquale Macchi, el cardenal Sergio Guerri, Benedetto Argentieri, el propio
cardenal Villot o Umber- to Ortolani, miraban ahora a otro lado. (Una vez
fallecido el pontífice, divulgarían la historia de que éste se había basado tan
sólo en su amistad personal a la hora de poner a Sindona al fren- te de las
finanzas vaticanas.) El financiero se convirtió en el vir- tual dueño de los
negocios de la Santa Sede y ni el papa ni sus asesores se preocuparon de tomar
las más elementales precaucio- nes. Eso sin contar con que dentro de los muros
del Vaticano a Sindona no le faltaron cómplices deseosos de participar en sus
actividades delictivas, como quedó demostrado con el caso de los bonos falsos.
No obstante, quien se llevó la
peor parte fue el arzobispo Paúl Marcinkus. Si el interrogatorio del FBI ya le
pareció una indigni- dad en su día, ahora tenía que enfrentarse a diario con
las autori- dades italianas, deseosas de conocerlo todo sobre sus relaciones
personales y económicas con Sindona. Recordemos que a los agentes del FBI les
había dicho que él y Sindona eran «buenos amigos». Pues bien, dos años después,
el 20 de febrero de 1975, Marcinkus concedía una entrevista a la revista
italiana Uespresso en la que
afirmaba:
La verdad es que ni siquiera conozco a Sindona. ¿Cómo podría
entonces haber perdido dinero por su causa? El Vaticano no ha per-
dido un solo
centavo, todo lo demás es fantasía.9
9. Yailop, David, op. cit.
Zl8
EL CRACK SINDONA. EL HUNDIMIENTO DE LAS FINANZAS
VATICANAS
Una vez más quedaban de manifiesto
los problemas de memo- ria de Marcinkus, de los que los agentes del FBI habían
sido tes- tigos unos años atrás, sobre todo si tenemos en cuenta que las re-
laciones de amistad entre él y Sindona están documentadas por numerosas
fuentes.10
Mucho más difícil debió de ser para
Marcinkus explicar la de- tención y retirada del pasaporte, en relación con las
actividades de Sindona, de uno de sus más íntimos colaboradores, Luigi
Mennini, secretario inspector del Banco Vaticano.
UN PAPA EN CRISIS
Mientras esto sucedía, en el Vaticano todo eran
reproches más o menos velados hacia el papa. La mayoría de los habitantes de la
Santa Sede se guardaban para sí sus opiniones, o bien se las re- servaban para
sus íntimos. No obstante, en ambos extremos del espectro ideológico comenzaron
a surgir voces acusadoras. A la izquierda, los jesuítas se quejaban de las
ingerencias del pontífice en la política italiana y de que éste había dejado
«el futuro de la Iglesia en manos de Satán». A la derecha, el ala más
integrista de la Iglesia, abanderada por el arzobispo francés Marcel Lefebvre,
no dudaba en reclamar la abdicación del papa. En una publica- ción semanal afín
a esta ideología, El Tradicionalista,
se calificó, en septiembre de 1973, a Pablo VI de «traidor a la Iglesia».
El papa no había sido un traidor,
pero sí había cometido el error de pensar que el vicario de Cristo no podía ser
traicionado. Ser conscien- te de aquella equivocación, además de la mella que
en su ánimo ha- cían las críticas, cada vez más virulentas, le llevaron a
considerar muy seriamente la idea de abdicar. Dudaba de su capacidad de
liderazgo de
10. Baigent, Michael, Leigh, Richard y Lincoln,
Henry, op. cit.
zi9
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
la Iglesia." Ahora bien, en caso de renunciar,
quería ser él quien nom- brase a su sucesor. Llevado por este propósito,
realizó un movimiento que trajo nuevas críticas sobre su persona. Abolió un
antiguo decreto que desde hacía cuatro siglos prohibía acceder al trono de San
Pedro mediante promesas, dinero o favores. Esto volvía a abrir la puerta de los
cónclaves a toda clase de componendas y conspiraciones.
A esta extraña decisión siguió un
comportamiento igualmente raro del pontífice. Cada día dormía menos y su humor
se volvió taciturno. Pasaba largas horas, en especial de noche, recorriendo en
solitario los pasillos del palacio de Letrán, inmerso en som- bríos
pensamientos: «A través de alguna grieta, el humo de Satán ha entrado en la
Iglesia, está alrededor del altar», dijo en una ocasión a uno de sus
colaboradores.12
Pese a las lamentaciones del papa y
de las crisis doctrinales, la rea- lidad es que las finanzas del Vaticano
atravesaban dificultades que ha- bía que solucionar con rapidez. La Santa Sede
necesitaba un nuevo banquero. El elegido para sustituir a Sindona fue, ni más
ni menos, Roberto Cal vi, presidente del Banco Ambrosiano. Se ha atribuido esta
elección tanto al arzobispo Marcinkus como al propio Santo Padre. Fuera quien
fuese el responsable no estuvo nada acertado. Si lo que se pretendía era
alejarse de los negocios turbios y dar seguri- dad a las finanzas vaticanas, no
podía haberse hecho peor elección.
DE EA SARTÉN AE FUEGO
Caivi no perdió la oportunidad de seguir los pasos de
su antece- sor y en poco tiempo ya estaba involucrando a la Iglesia en nue-
11. France, David, Our Fathers: The Secret Life ofthe Catholic
Church in an Age of Scandal, Broadway Books, Nueva York, 2004.
12. Martín, Malachi, The Decline and Fall of the Román Church, G.
P. Putnam's Sons, Nueva York, 1981.
2.20
EL CRACK SINDONA. EL HUNDIMIENTO DE LAS FINANZAS
VATICANAS
vos negocios comprometedores. El dinero volvía a
fluir. Para comprender muchas de las confusas operaciones que Caivi lle- vó a
cabo durante la década de los setenta, hay que tener en cuenta que el Banco
Ambrosiano (llamado popularmente «el banco de los curas») y el IOR estaban
estrechamente ligados. Muchas operaciones cruciales se realizaban de forma
conjunta. Como Sindona, Caivi pudo vulnerar las leyes repetidas veces gracias a
la asistencia del IOR. Nada de lo que hacía podía ocurrir sin el conocimiento
previo y la posterior aprobación de Marcinkus, que no parecía suficientemente
escarmentado con lo sucedido con
Sindona. Sobre la autonomía con que operaba Marcinkus respecto al papa contamos
con el testimonio del propio Caivi:
Marcinkus, que es un tipo rudo,
nacido de padres pobres en un suburbio de Chicago, quería ejecutar la operación
sin siquiera infor- mar a su jefe. Estoy hablando del Papa.13
Es muy ilustrativo de la catadura
moral de los personajes de los que
estamos hablando el hecho de que para ellos el vicario de Cristo quedase
reducido a la categoría de «jefe».
Mientras, Sindona había llegado a
Nueva York huyendo de la extradición y solicitando la protección de sus amigos
del clan Gambino-Genovese. Al contrario que en Propaganda Due, aquí el apoyo a
Sindona no estaba basado en la conve- niencia, sino que existía verdadera
veneración hacia un hom- bre que no sólo había demostrado una absoluta lealtad
hacia ü familia, sino que la había enriquecido mucho más allá de sus
expectativas. Niño, el pequeño de los Gambino, llegó a de- cn"le
a Sindona:
13. Yailop, David, op. cit.
2.21
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
Don Michele, usted es el más grande
de todos los sicilianos. Es- tamos orgullosos de usted. Permítanos ayudarle con
sus problemas y díganos quiénes son esos bastardos. Haremos lo que sea porque
le
respetamos. Sin dinero, don Michele. Nosotros matamos sólo
por nuestros amigos.14
También los amigos que tenía en
la administración Nixon le ayudaron, recomendándole que acudiera a la
prestigiosa firma de abogados Mudge, Rose, Guthrie & Alexander, de la que
el pro- pio Richard Nixon había sido socio.15
COSMO-CORPORACIONES
Sindona también fue convencido por sus aliados
estadounidenses de que en el país de la imagen necesitaba un agente de
relaciones públicas. Éste rápidamente le consiguió varias conferencias en el
ámbito universitario. Así, mientras los altos ejecutivos del Fran- klin
National Bank se encontraban en prisión acusados de cons- piración y desfalco,
Sindona se dirigía a los estudiantes de la prestigiosa Wharton Gradúate School
de Filadelfia:
El objetivo de esta breve charla,
tal vez un tanto ambicioso, es contribuir a la restauración de la fe de Estados
Unidos en sus secto- res económico, financiero y monetario, y recordar que el
mundo li- bre necesita a América.16
Al mismo tiempo que este «restaurador de
la fe económica» era condenado en rebeldía por un tribunal de Milán a tres años
y medio
14. Sterling,
Claire, op. cit.
15. DiFonzo,
Luigi, op. cit.
16. Yailop,
David, op. cit.
22.2.
EL CRACK SINDONA. EL HUNDIMIENTO DE LAS FINANZAS VATICANAS
de prisión por veintitrés cargos de apropiación
indebida, se permitía dar lecciones de moral a los alumnos de la Universidad de
Columbia:
Cuando se efectúan pagos con la
intención de esquivar el cumpli- miento de la ley a fin de obtener beneficios
injustos, es necesaria una reacción pública. Tanto el corrupto como el
corruptor deben ser castigados.17
Al menos había que reconocerle el
mérito de estar hablando sobre temas que conocía en profundidad. Sindona
tampoco an- daba falto de imaginación:
En un futuro muy lejano, cuando
estemos en contacto con otros planetas y nuevos mundos, en nuestras incontables
galaxias, espero que los estudiantes de esta universidad puedan sugerir a las
compa- ñías que representan que se expandan por el cosmos, creando las cosmo-corporaciones,
que llevarán el espíritu creativo de la iniciati-
va privada por todo el universo.18
Estos planteamientos eran una prueba
fehaciente de que la es- tabilidad psicológica de Sindona se encontraba
mermada. Tanto que llegó a proponer a sus amigos de Propaganda Due y la mafia
un plan para conseguir la independencia de Sicilia, a fin de poder regresar a
su tierra natal sin tener que temer a la justicia italiana.
MATANDO POR DON MICHELE
En Italia, esta «gira» multitudinaria del banquero
prófugo levan- tó no poca indignación. La gota que colmó el vaso fue una foto-
17. Ibid.
18. Ibid.
223
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
grafía publicada en septiembre de 1975 en la que
podía verse al alcalde de Nueva York, Abraham Beame, saludando afectuosa- mente
a Sindona. El Corriere della Sera
publicó:
Sindona prosigue haciendo
declaraciones y concediendo entrevis- tas, y continúa, en su refugio-exilio
norteamericano, frecuentando la compañía de la alta sociedad. Las leyes y los
mecanismos de extra- dición no son iguales para todos. Alguien que roba
manzanas puede languidecer en prisión durante meses, quizá años.
Mientras tanto, Sindona hacía
desesperados intentos por li- brarse de la extradición, recurriendo al chantaje
y al soborno de sus antiguos amigos políticos de Italia. Su peor enemigo aquí
era Giorgio Ambrosoli, abogado comisionado por las autoridades del Banco de
Italia para investigar el caso Sindona. Ambrosoli tuvo que soportar numerosas
amenazas contra su persona. De hecho, el abogado en Italia de Sindona, Rodolfo
Guzzi, se encon- traba en la oficina de Ambrosoli el día en que éste recibió
una amenaza de muerte. Guzzi, que tuvo ocasión de escuchar la con- versación,
estaba tan conmocionado que llamó inmediatamente a su cliente para pedirle
explicaciones. Sindona le respondió: «Al- gunas personas me están ayudando. Yo
les he contado mis pro- blemas y ellos intentan ayudarme. Yo no tengo ningún
control respecto a lo que hagan».19
Ambrosoli temía por su vida, pero
también se daba cuenta de que aquellas amenazas no hacían más que confirmarle
que esta- ba en el buen camino, así que prosiguió con la investigación. Fue una
época terrible. Cada vez que accionaba el contacto de su co- che temía una
explosión, cada vez que sonaba el teléfono o al- guien llamaba a su puerta
temía lo peor. Al final, ni siquiera po-
19. DiFonzo, Luigi, op. cit.
224
EL CRACK SINDONA. EL HUNDIMIENTO DE LAS FINANZAS
VATICANAS
día conciliar el sueño, atormentado por pesadillas en
las que los mafiosos asesinaban a su familia. Aun así no abandonó. Para unos
era un valiente, para otros, un loco. Sin embargo, cada día que transcurría el
abogado avanzaba en su tarea de desenmasca- rar el imperio secreto de Sindona.
En julio de 1979, éste envió a un asesino de la mafia desde Nueva York a Milán
para que aca- base con la vida del abogado.20 Ambrosoli no fue el
único que murió bajo las balas de los sicarios de la familia Gambino, que de esta
forma rendía tributo a don Michele.
Graziano Verzotto era un alto cargo
de la Democracia Cristiana del que los mafiosos desconfiaban debido a su
ascendencia del nor- te de Italia. Bastó el rumor de que pensaba declarar sobre
los so- bornos que había recibido por parte de Sindona para que fuera ti-
roteado en Palermo. Al parecer, los Gambino tenían especial interés en
silenciar a Verzotto, ya que ellos, los Inzerillo y los Spatola, po- dían verse
incriminados por lo que pudiera declarar. Verzotto no sólo sabía de sobornos,
sino que, en el caso de que le preguntasen por blanqueo de dinero y tráfico de
heroína, seguramente también tendría mucho que explicar. El político sobrevivió
al atentado, pero decidió ponerse a salvo estableciendo su residencia en Beirut.
TIBURÓN ENJAULADO
Quien no pudo escapar de sus asesinos fue Giuseppe di
Cristina, otro de los asociados de Sindona que sabía más de lo que era
conveniente sobre el tráfico de heroína. También fue tiroteado en las calles de
Palermo. Al examinar su cadáver la policía encontró varios cheques de los
bancos de Michele Sindona.
20. Stille,
Alexander, Excellent Cadavers: The Mafia
ana the Death of the First Ita- lian Republic, Vintage Books, Nueva York,
1996.
2.2.5
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
Toda esta muestra de violencia no
contribuyó a mejorar la si- tuación de Sindona. Más bien al contrario. Su
relación con la mafia quedó más patente que nunca. Muchos de sus antiguos
aliados comenzaron a darle la espalda debido a la doble amenaza que suponían
las autoridades por un lado y la mafia por el otro. En Estados Unidos algunos
políticos también comenzaron a de- jar de prestarle su apoyo.
Finalmente, en septiembre de 1976,
las gestiones del gobierno italiano cristalizaron y Michele Sindona fue detenido
en Estados Unidos. Aquello le cogió por sorpresa, ni la mafia, ni los políti-
cos, ni Propaganda Due fueron capaces de salvarle. Sus primeras declaraciones
públicas reflejaban su perplejidad:
Estados Unidos ha escogido
ahora, casi dos años después de que se lanzaran contra mí estas falsas
acusaciones en Italia, dar comien- zo a este proceso de extradición. Quiero
enfatizar que los cargos pronunciados contra mí en Italia están basados en muy
poca o nin- guna investigación y que son absolutamente falsos.
Tras una breve estancia en prisión,
Sindona recuperó la liber- tad después de pagar una fianza de tres millones de
dólares. Los únicos que quedaban a su lado en aquel momento eran los Geno-
vese, que organizaron, entre otros actos, cenas para recaudar di- nero como
asistencia legal de Sindona. (No existe constancia de que un solo dólar de los
obtenidos en aquellos actos llegara a los abogados del banquero.)
La legal no era la única asistencia
que Sindona solicitó. Los Genovese estaban dispuestos a matar por don Michele,
pero no en Estados Unidos, así que el financiero intentó contratar los ser-
vicios de un asesino a sueldo siciliano llamado Luigi Ronsisvalle para que
acabase con la vida del fiscal de su causa. Ronsisvalle, que era un experto en
los asuntos de la mafia, rechazó el ofreci- miento. El asesinato de un
funcionario público en Estados Uni- zz6
EL CRACK SINDONA. EL HUNDIMIENTO DE LAS FINANZAS
VATICANAS
dos, sin contar con la autorización ni el apoyo de las
familias lo- cales, no era un buen negocio, por generosa que fuese la paga.
En el terreno de lo estrictamente
legal, Sindona contó con testigos de lujo declarando a su favor. El más notable
fue Carmelo Spagnuo- lo, presidente de una de las salas del Tribunal Supremo
italiano y miembro de P2. Spagnuolo declaró bajo juramento que las acusacio-
nes a las que se enfrentaba Sindona en Italia eran fruto de una cons- piración
comunista. Se buscaba el desprestigio del financiero, «un gran protector de la
clase trabajadora». Aseguró que las personas encargadas de la investigación
eran incompetentes o malintenciona- das, y que, en cualquier caso, estaban
manipulados por diversos in- tereses políticos. El magistrado no dudó en atacar
a sus propios compañeros de judicatura, dando por sentado que muchos de ellos
eran peligrosos extremistas prestos a la prevaricación. Como broche final de su
declaración, compartió con los estadounidenses su temor de que Sindona fuera
asesinado nada más pisar suelo italiano.
LOS PÉRFIDOS COMUNISTAS
Licio Gelli también acudió a declarar en favor de
Sindona. Para demostrar lo ridículo de las acusaciones contra su amigo se puso
como ejemplo a sí mismo, afirmando que él había sido acusado de ser miembro de
la CÍA, jefe de los escuadrones de la muerte argentinos, dirigente supremo de
una organización fascista inter- nacional y agente de los servicios secretos
portugueses, griegos, chilenos y de la República Federal de Alemania. Él, un
empresa- rio responsable con inquietudes políticas, no era más que un hombre de
bien. Todas aquellas acusaciones se debían al crecien- te poder de los
comunistas en Italia: La influencia comunista alcanza a algunos sectores del
gobierno, especialmente en el Ministerio de Justicia, donde durante los últi-
227
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
mos cinco años se ha experimentado un cambio de
posición política hacia la extrema izquierda.21
Gelli también creía que la vida del
financiero corría peligro en Italia:
El odio de los comunistas hacia
Sindona viene del hecho de ser un anticomunista intransigente, siempre
favorable al sistema de li- bre empresa, en una Italia democrática.22
En aquel cierre de filas en torno a
Sindona faltaba un perso- naje esencial, su amigo y socio Roberto Caivi, que
también tenía mucho que esconder; pero Caivi decidió alejarse de Sindona y
pensar en su propia salvación. Ni siquiera contribuyó económi- camente a la
defensa de Sindona, menos por tacañería que por afán de no ligar su nombre con
el del financiero. Aquella desleal- tad le costaría cara. Sindona contactó con
Luigi Cavallo, un ex- perto en chantajes y campañas de difamación. El 13 de
noviem- bre de 1977, las calles de Milán amanecieron sembradas de octavillas en
las que se acusaba a Caivi de evasión de capital, fraude contable, apropiación
indebida y delitos fiscales. Se incluían los números de las cuentas secretas
que Caivi tenía en Suiza y se daba toda clase de detalles respecto a diversas
transacciones ilíci- tas. También se revelaba sus vínculos con la mafia.
El 24 de noviembre de 1977, Cavallo
envió una carta al presi- dente del Banco de Italia, Paolo Baffi, en la que se
reproducían todas y cada una de las acusaciones recogidas en los pasquines de
Milán. La carta incluía, además, otra documentación, como fotocopias
relacionadas con las cuentas suizas de Caivi y una ve-
21. Yailop, David, op. cit.
22. Ibid.
EL CRACK SINDONA. EL HUNDIMIENTO DE LAS FINANZAS
VATICANAS
lada amenaza de demandar al propio Banco de Italia por
prevari- cación y tráfico de influencias si no se abría una investigación
contra Caivi y el banco que presidía, el Ambrosiano. Cavallo co- metió un
error. Escribió la carta sin contar con la autorización de Sindona, que lo
último que deseaba era tener a las autoridades monetarias italianas
investigando en los asuntos de sus antiguos socios.
Además, se daba la circunstancia de
que tanto Caivi como Baffi eran miembros de P2, y aquellas disputas, sobre todo
si in- cluían el aireamiento de trapos sucios, no favorecían a la logia. Licio
Gelli se ofreció a mediar en el conflicto y consiguió que Caivi ingresara medio
millón de dólares en la cuenta que Sindo- na mantenía en la Banca del Gottardo.
No obstante, en agosto de 1978
sucedería algo que iba a cam- biar todo el panorama financiero vaticano. Pablo
VI fallecía de un ataque al corazón en Castelgandolfo. Para sucederle fue
elegi- do el cardenal Albino Luciani, aquel patriarca de Venecia que parecía no
entender al arzobispo Marcinkus y su interés en mez- clar los asuntos sagrados
con los económicos. Había llegado el momento de limpiar la casa.
14
33 DÍAS
LA
PREMATURA MUERTE
DE JUAN PABLO I
Durante los
escasos 33 días que duró el pontificado de Juan Pablo I, la
Iglesia tuvo la gran oportunidad de expiar sus pecados
del pasado y en- trar en una nueva era de modernidad, transparencia y pobreza
ejemplar.
Desgraciadamente, la muerte prematura de Juan Pablo I
dio al traste con sus revolucionarios proyectos. La sospecha de un posible
asesinato no ha dejado nunca de estar presente.
La última etapa del pontificado de Pablo VI estuvo
presidida por los reproches, pero lo que nunca nadie podría reconvenirle es que
no supiera cómo organizar un cónclave secreto. Como ya se ha explicado
anteriormente, la constitución Romano
pontifici eligendo es la disposición más arbitraria sobre el desarrollo de
un cónclave de cuantas se hayan hecho en los tiempos modernos por miedo a que
se repitieran los embarazosos episodios con micró- fonos ocultos.1
1. Cooney, John, op. cit.
231
BIOGRAFÍA
NO AUTORIZADA DEL VATICANO
El cónclave para elegir a su sucesor
iba a ser, sin duda, muy es- pecial. Tras los muros de la Capilla Sixtina se
pondrían en juego, como nunca antes, los anhelos, deseos y esperanzas de los
católi- cos de todo el mundo. La derecha, con el cardenal Giuseppe Siri a la
cabeza, esperaba elegir a un pontífice que devolviese a la Iglesia al estado de
rígida disciplina eclesiástica anterior al II Concilio Vaticano; deseaban un
nuevo Pío XII. La izquierda quería un papa que reconciliase a la Iglesia con
los pobres, pero no como un monarca absoluto, sino democráticamente y contando
con la opi- nión de los obispos. En definitiva, un nuevo Juan XXIII.
Casi en medio de ambas posturas se
encontraba el patriarca de Venecia Albino Luciani, un hombre que conjugaba
sencillez, humildad e inteligencia. Su preocupación eran los pobres, y no
estaba interesado en la distinción entre derechas e izquierdas. Lo que
realmente le importaba eran los millones de seres humanos que padecían la
miseria en el Tercer Mundo. Sabía muy bien a quién iba a votar, al cardenal
brasileño Aloísio Lorscheider,2 un hom- bre que, como él, tenía una
especial sensibilidad hacia el mundo pobre.
Luciani no estaba entre los papables.
Ni los cardenales ni los medios de comunicación consideraban seriamente la
posibilidad de que fuera elegido papa. De las biografías que el Vaticano dis-
tribuyó entre la prensa antes de que se celebrase el cónclave, la suya era la
más corta.
Sin embargo, ésta era una
apreciación errónea. Albino Luciani hablaba a la perfección alemán, francés,
portugués, inglés, latín y, por supuesto, italiano. Además de ser muy popular
entre los cardenales italianos que no pertenecían a la curia, tenía grandes
amigos entre los de otros países. Los polacos Karol Wojtyla y Stefan Wyszynski
habían sido invitados suyos en Venecia. De he-
2. Yailop, David, op. cit.
232
33 DÍAS. LA
PREMATURA MUERTE DE JUAN PABLO I
cho, Wojtyla influyó notablemente en él respecto a su
postura so- bre el marxismo. Los cardenales brasileños Aloísio Lorscheider y
Paulo Evaristo Arns mantenían una relación muy cordial con Lu- ciani, tanto
como los cardenales León Joseph Suenens, de Bélgi- ca, Jan Willebrands, de
Holanda, Francois Marty, de Francia, Jo- sef Hoeffner y Hermann Volk, de
Alemania, Terence Cooke, de Nueva York, Timothy Manning, de Los Ángeles o
Humberto Sousa Medeiros, de Bostón. Luciani, además, había viajado por medio
mundo: Brasil, Portugal, Alemania, Francia, Yugoslavia, Suiza, Austria y el
África subsahariana.
Aparte de todo esto, era un
hombre de espíritu abierto que mantenía una buena amistad tanto con judíos,
anglicanos y pro- testantes como con otros no católicos, en especial con su
gran amigo Phillip Potter, secretario del Consejo Mundial de Iglesias. Tampoco
menospreciaba la teología de la liberación, e intercam- biaba correspondencia y
libros con el teólogo progresista Hans Küng.
EL QUE ENTRA PAPA SALE CARDENAL
Como en todos los cónclaves, en éste también había
favoritos. De todos ellos, el principal era el cardenal Giovanni Benelli, líder
del sector más moderado de la curia, lo que le valió los ataques de varios
cardenales, como Pericle Felici, administrador del patri- monio de la Santa
Sede, que llegó a comentar: «Su voto será para sí mismo».
No sería así. El 25 de agosto de
1978 comenzó uno de los cónclaves más cortos de la historia: duró un día.
Sorpresivamen- te, Benelli decidió renunciar a sus posibilidades de convertirse
en papa y apoyar a un candidato que pusiese de acuerdo a ambas corrientes: Albino
Luciani, el hombre con el que nadie contaba. Luciani subió al trono de San
Pedro como Juan Pablo I (Juan por
233
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
Juan XXIII y Pablo por Pablo VI). Si algunos cardenales
pensa- ron que su elección debía entenderse como señal de un pontifica- do
continuista, pronto se llevaron una decepción.
El nuevo papa tenía el sueño de
devolver a la Iglesia sus carac- terísticos rasgos de austeridad y pobreza; a
las pocas horas de su designación ya comenzó a trabajar para hacer realidad
esta aspi- ración, que consideraba de vital importancia para el futuro de la
Iglesia católica. En la noche del 27 de agosto de 1978, Juan Pa- blo I cenó con
el cardenal Jean Villot y le confirmó a él y a los otros miembros de la curia
romana en sus cargos, a los que ha- bían tenido que renunciar tras el
fallecimiento de Pablo VI. Pero en aquella cena ocurrió algo más. El papa
ordenó a Villot que iniciara de inmediato una investigación que abarcase todas
las operaciones del Vaticano, especialmente las de carácter financie- ro. «Que
no quede excluido ningún departamento, ninguna con- gregación, ninguna
sección.» Debería hacerse de forma rápida, discreta y en profundidad. Una vez
que el papa recibiese el infor- me, lo estudiaría y decidiría qué hacer.
Le preocupaba por encima de
todo el Instituto para las Obras de Religión, dirigido por Marcinkus. Y no era
el único que com- partía esta inquietud. Cuatro días después, el 31 de agosto,
el diario de información económica II
Mondo publicaba una carta abierta a Juan Pablo I titulada «Su Santidad: ¿le
parece correc- to?». En ella se le pedía que impusiera «orden y moralidad» en
las finanzas del Vaticano, inmersas, según el rotativo, «en la es- peculación y
las aguas insalubres». El texto se refería explícita- mente a las operaciones
financieras fraudulentas del Vaticano e incluía un recuadro sobre sus
propiedades y fortuna.3 II
Mondo planteaba, entre otras, las siguientes preguntas:
3. Panerai, Paolo, «Su Santidad: ¿le parece correcto?», II Mondo, 31 de agosto de 1978.
2.34
3 3 DÍAS. LA PREMATURA MUERTE
DE JUAN PABLO I
¿Es correcto que el Vaticano opere
en el mercado como especula- dor? ¿Es correcto que el Vaticano posea un banco
cuyas operaciones incluyen la transferencia de capitales ilegales de Italia al
extranjero? ¿Es correcto que ese banco ayude a los italianos a evadir
impuestos? ¿Por qué la Iglesia tolera la inversión en compañías, nacionales e
in- ternacionales, cuyo único propósito es el beneficio; compañías que, cuando
es necesario, no dudan en pisotear los derechos humanos de millones de pobres,
especialmente de ese Tercer Mundo tan cercano a vuestro corazón?
UNOS MÁS IGUALES QUE
OTROS
La carta, además, atacaba con especial crudeza la
figura de Mar- cinkus:
Es, sin duda, el único obispo que
forma parte de la junta directi- va de un banco legal y secular, que
incidentalmente tiene una rama en uno de los paraísos fiscales más importantes
del mundo capitalis- ta; nos referimos al Banco Cisalpino Transatlántico de
Nassau, en las islas Bahamas. El servirse de paraísos fiscales está permitido
por las leyes terrenales, y ningún banquero laico podría ser llevado ante los
tribunales por obtener ventaja de esta situación, pero quizá esto no sea lícito
bajo la ley de Dios, que debería regir todo acto de la Igle- sia. La Iglesia
predica igualdad, pero no nos parece que la mejor forma de conseguirla sea a
través de la evasión de impuestos, que constituye el medio por el cual el
estado laico busca promover esa misma igualdad.
Pese a las críticas no hubo reacción
oficial de la Iglesia, lo cual no quiere decir que no fuese asunto de
conversación intramuros del Vaticano. Entre quienes pensaban que el Instituto
para las
Obras de Religión y la administración del patrimonio de la
Santa
235
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
Sede estaban fuera de control (que eran muchos, aunque
silencio- sos) cundió una discreta satisfacción y un atisbo de esperanza. Los
que pensaban lo contrario se alarmaron, aunque, eso sí, de forma igualmente
discreta.
II
Mondo abrió un frente que continuó el rotativo La Stampa, que publicó un reportaje titulado «La riqueza y los
poderes del Vaticano», firmado por el periodista Lamberto Fumo, que man- tenía
una postura mucho menos crítica con la Iglesia y calificaba de falsas algunas
de las acusaciones que se habían formulado so- bre sus finanzas. Aun así, el
periodista criticaba la falta de trans- parencia de la Santa Sede:
La Iglesia no
dispone de riquezas y recursos que excedan sus ne- cesidades, pero es necesario
dar prueba de ello [...1. En los sacos de dinero. Nuestro Señor escribe con su
propia mano «peligro de muerte».
Una semana después de haberlo
solicitado, Juan Pablo I tenía sobre la mesa de su despacho los primeros datos
del informe ela- borado por el cardenal Villot sobre el IOR. El banco, que
según indicaba su propio nombre había sido creado para fomentar las «obras de
religión», era, en la actualidad, igual que cualquier otra institución
financiera laica. De sus once mil cuentas, tan sólo 1.650 guardaban alguna relación
con la Iglesia. El resto per- tenecía a clientes externos, entre los que
destacaban Michele Sin- dona, Licio Gelli, Roberto Caivi y el arzobispo Paúl
Marcinkus.
Por aquellas mismas fechas, y a lo
largo de varias reuniones sucesivas que comenzaron el 7 de septiembre, los
cardenales Be- nelli y Felici pusieron al papa al corriente sobre la historia
de las operaciones financieras que vinculaban al IOR con Sindona, de las
relaciones de éste con el blanqueo de dinero para el narcotrá- fico, de las
pérdidas económicas sufridas, de cómo se evitó el es- cándalo en varias
ocasiones, en especial con el sórdido asunto de
236
33 DÍAS. LA PREMATURA MUERTE
DE JUAN PABLO 1
los bonos falsos, y le advirtieron de que en ese
preciso instante se estaba fraguando otro posible escándalo: el que podría
producir- se si llegaran a ser descubiertos los amaños de Roberto Caivi (al
parecer, el juez Emilio Alessandrini ya estaba investigando el asunto). El papa
palidecía a medida que leía el informe. La inves- tigación del magistrado podía
terminar no sólo con el procesa- miento de Caivi, sino con el del propio
Marcinkus y otros fun- cionarios vaticanos: «El Papa los miró fijamente [a
Benelli y Felici] y, con una voz que no le habían oído antes, les dijo que
aquello no podía continuar».4
Lo que el papa desconocía es que
Gelli y Caivi habían pro- nunciado palabras muy similares cuando recibieron la
misma in- formación a través de sus propios contactos. Ambos estaban al
corriente de la investigación judicial y decidieron que lo más apropiado era
optar por lo que Sindona solía llamar «la solución italiana». Aprovechando que
el Renault 5 naranja del juez Ales- sandrini se había detenido en un semáforo
de la via Muratori de Roma, cinco pistoleros le acribillaron a balazos.5
La investiga- ción tuvo que comenzar de nuevo, y el encargado para esta deli-
cada tarea fue el nuevo gobernador del Banco de Italia, Cario Azeglio Ciampi,
actual presidente de la República italiana.6
LA IGLESIA DE LOS POBRES
Mucho antes de su elección como pontífice —desde el
altercado con Marcinkus en 1972 como consecuencia de la venta de la
Banca Católica del Véneto—, Luciani había transmitido al
carde-
4. Thomas, Gordon y
Morgan-Witts, Max, Pontífice, Plaza
& Janes, Barcelona, 1983.
5. Cornweil, Rupert, op. cit.
6. Jones, Tobías, op. cit.
237
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
nal Villot numerosas quejas sobre las finanzas del
Vaticano, la forma en que Marcinkus dirigía el IOR, la implicación de un ma-
fioso como Michele Sindona en las finanzas de la Iglesia, cómo la influencia de
éste se extendía a la administración del patrimonio de la Santa Sede, etc.
Muchos lamentos, pero ningún
resultado. Sin embargo, ahora tenía en sus manos el poder para cambiar las
cosas. Quería una revolución que sirviera para devolver a la Iglesia a sus
orígenes y a congraciarla de nuevo con las enseñanzas de Jesucristo. Dado que
el nuevo papa se distinguía por ser un hombre que predicaba con el ejemplo, es
muy significativo uno de sus escritos:
Estamos de acuerdo en que la
prudencia debe ser dinámica y ex- hortar a las personas a la acción. Pero hay
tres fases que deben ser consideradas: deliberación, decisión y ejecución.
Deliberación impli- ca procurarnos los medios que nos llevarán al fin. Se basa
en la re- flexión, la petición de consejo, el análisis cuidadoso. Decisión
signi- fica, tras el análisis de los diversos métodos posibles, la elección de
uno de ellos... [...] Se dice que la política es el arte de lo posible, y de
alguna forma es cierto. La ejecución es la más importante de las tres fases: la
prudencia, unida a la fuerza, evita el desánimo ante las difi- cultades y los
obstáculos. Es el momento en el que un hombre de- muestra ser líder y guía.7
Tras leer esto nadie podrá dudar de
que Juan Pablo I sabía có- mo llevar a buen término sus planes. El 28 de agosto
ya había llamado mucho la atención su negativa a recibir la tiara cargada de
joyas. El papa nunca más sería monarca coronado, sino pas- tor de su rebaño,
como el propio Jesucristo hubiera deseado. Acto seguido, Juan Pablo I se
dirigió al cuerpo diplomático acre-
7. Yailop, David, op. cit.
Z38
3 3 DÍAS. LA PREMATURA MUERTE DE JUAN PABLO I
ditado ante la Santa Sede: «No tenemos bienes materiales
que in- tercambiar ni intereses que discutir. Nuestras posibilidades para
intervenir en los asuntos del mundo son específicas y limitadas, y tienen un
carácter especial».
Fueron muchos los que vieron en
esta declaración de intencio- nes el fin del Banco Vaticano. En los mercados de
valores más importantes del mundo había auténtica expectación respecto a las
decisiones que estaba a punto de tomar el nuevo papa. Lo único que quedaba por
confirmar era hasta dónde iba a llegar Juan Pablo I en su reforma, algo que,
para los especuladores que operaban cercanos a los intereses del Vaticano,
podría significar la diferencia entre obtener nuevas ganancias o enfrentarse a
la ruina. Además, había una importante cuestión pendiente. Si el papa quería
una Iglesia pobre, ¿qué pensaba hacer con las rique- zas del Vaticano? Uno de
los más preocupados parecía ser el car- denal Villot, de carácter sumamente
conservador y al que las nuevas ideas de Juan Pablo I inquietaban
profundamente. Las di- ferencias entre ambos hombres eran cada vez mayores y el
papa sentía cada vez más la desaprobación de aquel al que había con- firmado en
su puesto como secretario de Estado.
EL REGRESO DE LA LISTA DE LOS MASONES
En los primeros días de septiembre de 1978 comenzaron
a hacer- se públicas las primeras medidas del nuevo pontífice, entre las que
destacaba su intención de variar drásticamente las relaciones del Vaticano con
el mundo del gran capital. Aparte de esto, Juan Pablo I ya había dado los
primeros pasos hacia una revisión de la postura oficial de la Iglesia respecto
al control de la natalidad, algo que levantó ampollas en amplios sectores de la
Iglesia, y, en especial, en el cardenal Villot, contrario a los métodos
anticon- ceptivos.
239
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
El 5 de septiembre, Juan Pablo I
recibió en audiencia al carde- nal africano Bernardin Gantin, a quien pondría
al frente de Cor Unum, una organización de la Iglesia de ayuda internacional,
que hasta ese momento dependía del cardenal Villot. Juan Pablo I no tenía
dudas, la Iglesia había de dedicar una parte importante de sus recursos
financieros a apoyar planes serios de desarrollo en el Tercer Mundo. Ese mismo
día ocurrió un suceso que, para los más suspicaces, debió haber puesto en
guardia al papa sobre su seguridad personal. Recibía a una de las mayores
autoridades de la Iglesia ortodoxa, el metropolita Nicodemo de Leningrado.
Ambos hombres se sentaron a tomar café, pero nada más dar el primer sorbo,
Nicodemo se precipitó al suelo y murió casi ins- tantáneamente. El dictamen
oficial fue infarto, aunque era un hombre relativamente joven, 49 años, y según
todos los indicios tenía un buen estado de salud.
Con todo, aquél era un problema
menor para Juan Pablo I. El 12 de septiembre la agencia de noticias UOsservatore Político di- vulgó un
artículo titulado «La gran Logia del Vaticano», en el que se reproducía, con
algunos añadidos, la famosa lista de pre- suntos masones del entorno de la
Santa Sede —cardenales, obis- pos y otros altos dignatarios de la Iglesia— que
ya hemos repro- ducido anteriormente. Esta agencia de noticias, dirigida por el
periodista Carmine Pecorelli, el mismo que acabó con un disparo en la boca tras
delatar a sus hermanos masones de P2, se caracte- rizaba por la publicación de
informaciones escandalosas cuya ve- racidad siempre era contrastada.
UN SECRETO A VOCES
Al parecer, el papa se encontraba literalmente
rodeado de maso- nes, entre ellos el secretario de Estado, cardenal Jean
Villot, el ministro de Asuntos Exteriores, monseñor Agostino Casaroli, el
2.40
3 3 DÍAS. LA PREMATURA MUERTE DE JUAN PABLO I
cardenal Sebastiano Baggio, el cardenal Ugo Poletti, vicario
de Roma, el arzobispo Paúl Marcinkus y monseñor Donato de Bo-
nis, otro alto cargo del Banco Vaticano.8
Juan Pablo I no acababa de creérselo.
Para él era inconcebible que un sacerdote perteneciese a la masonería. Aunque
sabía que entre los católicos laicos no era infrecuente —también había co-
munistas—, tratándose de miembros del clero la situación era muy diferente. Al
menos podía contar con que las personas en las que más confiaba en el Vaticano,
el cardenal Benelli y el car- denal Felici, no figuraban en la relación de
supuestos masones. Así que decidió llamar a este último para tomar café y
discutir la situación.
Juan Pablo I disfrutaba de la
compañía de Felici, un hombre de pensamiento conservador pero inteligente,
sofisticado y espiri- tual. Para su sorpresa, el cardenal le comentó que
conocía la existencia de la lista. Había circulado por la Santa Sede al menos
desde 1976, y constituía un secreto a voces. El hecho de que vol- viera a salir
ahora a la luz pública era un claro mensaje al nuevo pontífice para que mediase
en el asunto. Lo que estaban requi- riéndole era una investigación y una purga
de buena parte de la curia y varios de los papables.
—¿Quieres decir que listas como
esta existen desde hace más de dos años?
—Eso mismo, Santidad.
—¿Y la prensa las conoce?
—Las conoce. Nunca ha llegado a
publicarse una lista completa, pero sí un nombre aquí, otro allá...
—¿Y cuál ha sido la reacción del Vaticano?
—La
normal... o sea, ninguna.
8. Wiison, Robert Antón, op. cit.
241
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
El Papa se rió ante la observación.
—¿La lista es auténtica? —preguntó sin rodeos Juan Pablo I.
Felici se encogió de hombros.
—Esas listas parecen proceder de los allegados a Lefebvre...
no fueron elaboradas por nuestro hermano rebelde francés, más bien las utiliza.9
(Cuando se habló de los problemas por
los que atravesó Pablo VI durante la última etapa de su pontificado, habría que
haber precisado que el que más amargura le causó fue el concerniente al obispo
Marcel Lefebvre. Él era la máxima expresión del inte- grismo católico, alguien
que consideraba que el II Concilio Vati- cano había sido un acto herético, y,
en consecuencia, actuaba como si nunca se hubiera celebrado. Día a día,
desafiaba la auto- ridad del Vaticano celebrando en su diócesis misas en latín
y de espaldas a los feligreses. La condena pública de Pablo VI no le hizo la
menor mella. En cuanto al nuevo papa, sus seguidores ni siquiera le reconocían
por el hecho de haber sido elegido por un cónclave del que se había excluido a
los cardenales mayores de ochenta años.)
La investigación siguió su curso,
realizándose discretamente y con la colaboración de las autoridades italianas,
que encontra- ron testigos que apoyaron la presunta pertenencia del secretario
de Estado Villot y su asistente, el cardenal Baggio, a la masone- ría. Ahora
estaba claro el motivo de la insistencia del cardenal Villot en la necesidad de
una «modernización» de la postura que mantenía la Iglesia respecto a la
masonería. Esto mismo po- día decirse de la práctica totalidad de los nombres
que figura- ban en la lista.
9. Yailop, David, op. cit.
242
3 3 DÍAS. LA PREMATURA MUERTE
DE JUAN PABLO I
El 13 de septiembre, el papa llamó
a Roma a uno de sus hom- bres de confianza. Germano Pattaro, para que aceptase
ser su consejero. Según las propias palabras de Pattaro, el papa estaba
viviendo «un mes de infierno», un vía crucis: «Comienzo a en- tender ahora
cosas que no había comprendido antes. Aquí cada uno habla mal del otro. Si
pudieran, hablarían mal hasta de Jesu- cristo». La curia, indecisa y dividida,
acosaba al papa constante- mente y la relación con Marcinkus y Villot era cada
vez más tensa. La antipatía de Marcinkus queda patente en unas declaraciones
que realizó tras el fallecimiento del pontífice:
Ese pobre hombre, el papa Juan
Pablo I, llega de Venecia, una diócesis pequeña, de gente mayor, donde no hay
más que 90.000 personas en la ciudad y los sacerdotes son viejos. De repente lo
me- ten en un sitio como éste, sin saber siquiera dónde está cada despa- cho.
No tiene ni idea de a qué se dedica la secretaría de Estado [...]. La suya era
una sonrisa muy nerviosa [...]. Además, hay que tener en cuenta que no era una
persona de mucha salud... No hay más que coger el periódico todos los días y
ver cómo hay mucha gente joven que consigue un buen puesto de trabajo y al poco
tiempo se muere. Y no por eso va uno a pensar que los mataron.10
El propio Marcinkus era consciente de
que sus días al frente del IOR acabarían pronto: «No me queda mucho», le
comentó a un amigo. A partir del 20 de septiembre ya se rumoreaba en Roma que
el papa se disponía a expulsar a algunos de los hom- bres más representativos de
la Santa Sede. El número de cigarri- llos fumados por el cardenal Villot,
fumador empedernido, pue- de servirnos de barómetro para medir su agitación
nerviosa.
Desde la coronación de Juan Pablo I, las dos cajetillas
diarias de
10. Cornweil, John, A Thiefin the Night: Ufe and Death in the
Vatican, op. cit.
243
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
Galois que fumaba el cardenal habían subido a tres, y
algunos días llegaban incluso a cuatro.u Se sentía traicionado por
la San- ta Sede. Él y no otro se había mantenido firme al frente del Vati- cano
durante los agónicos últimos años de Pablo VI, cuando se le empezaba a llamar
el «Papa Hamiet». El y no otro había mante- nido la Iglesia en funcionamiento
mientras Pablo VI vagaba por los pasillos del palacio de Letrán. La prensa
francesa le llamaba el «De Gaulle de Dios».12
SOLO ANTE EL PELIGRO
Uno de los hombres más preocupados era Roberto Caivi,
cuyos negocios con Marcinkus y el Banco Vaticano podrían llevarle a la cárcel
de por vida. Las noticias que recibía de sus informado- res en el Vaticano no
podían ser más inquietantes. El banquero milanos estaba convencido de que el
papa quería vengarse por la compra de la Banca Católica del Véneto. Si no,
¿para qué tanta investigación en el Instituto para las Obras de Religión? Si
era la ira lo que motivaba la forma de actuar de Juan Pablo I, tal vez se le
pudiera calmar de alguna forma (ofreciéndole, por ejemplo, una generosa
donación para obras de caridad). Pero según iba recibiendo informes, Caivi se
daba cuenta de que tenía ante sí a una persona con la que no estaba
acostumbrado a tratar: Juan
Pablo I era incorruptible, insobornable y, en definitiva,
honrado.
Caivi se jugaba mucho. Se había
apropiado ilegalmente de más de 400 millones de dólares mediante la evasión
fiscal y la creación de varias sociedades fantasma. Era demasiado lo que
11.
Manhattan, Avro, Murder in the
Vatican, op. cit.
12.
Alien, John L., Conclave: The
Politics, Personalities, and Process of the Next Papal Election, Doubleday,
Nueva York, 2002.
2-44
33 DÍAS. LA PREMATURA MUERTE
DE JUAN PABLO I
dependía de que el ahora investigado Marcinkus siguiera
en su puesto. La única y remota posibilidad de que todo continuase como hasta
ese momento era que el papa muriese antes de desti- tuir a los hombres de
confianza del anterior pontífice y pusiese en su lugar a alguien menos
partidario de reformar las finanzas vaticanas. Un mes después de ser elegido
papa, Juan Pablo I ha- bía conseguido llevar el temor y la incertidumbre al
corazón de los principales responsables de la corrupción vaticana.
El 23 de septiembre, Juan Pablo I
tomó posesión como obispo de Roma. Su homilía no contribuyó a tranquilizar las
posibles conciencias culpables que hubiera en la Santa Sede, sobre todo porque
en un momento del discurso se volvió hacia Marcinkus y dijo:
Aunque
durante más de veinte años he sido obispo de Vittorio Véneto y Venecia,
reconozco que no he aprendido el oficio demasia- do bien. En Roma, me
adscribiré a la escuela de san Gregorio el Grande, que escribió que un pastor
debe, con compasión, estar cer- cano a cada uno de los que le han sido
encomendados; independien- temente de su puesto se debe considerar al mismo
nivel que el reba- ño, pero no debe temer ejercer los derechos de su autoridad
contra los inicuos...13
Dado que la mayoría de los presentes
no tenían la menor idea de las turbias corrientes que recorrían el subsuelo del
Vaticano, se limitaron a asentir ante tan sabias palabras. Para los iniciados,
aquel mensaje era una suave y discreta declaración de guerra. El final de la
corrupción estaba próximo.
Para entonces, los rumores de la
existencia del informe solici- tado al cardenal Villot por el papa ya habían
llegado al prestigio-
13. Yailop,
David, op. cit.
2-45
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
so semanario estadounidense Newsweek, que daba por segura la destitución de Marcinkus. En la
Ciudad del Vaticano, se baraja- ban decenas de nombres que, tras Marcinkus y
Villot, abandona- rían la Santa Sede.
EL CARDENAL ARROGANTE
También había que solucionar el asunto del Banco
Ambrosiano, desvincularse de Caivi y sus negocios sucios a la mayor breve- dad,
salvar lo que se pudiera, tanto en prestigio como en dinero, y buscar un nuevo
banquero para la Santa Sede. El principal can- didato era Lino Marconato,
director del Banco San Marco, que fue llamado a los aposentos del papa para
celebrar una reunión confidencial el 25 de septiembre.
Tres días más tarde, el 28 de
septiembre, fue la fecha elegida para dar comienzo a la purga. El primero en
ser convocado al despacho del papa fue el cardenal Baggio. A pesar de lo que
dijera la doctrina, el papa no pensaba excomulgarle, ya que sólo había en su
contra pruebas circunstanciales y, aun teniendo la certeza de su vinculación a
la masonería, castigar a un cardenal hubiera sido un escándalo que no se podía
permitir una ya muy debilitada Igle- sia. Sin embargo, lo que sí tenía claro
Juan Pablo I es que no que- ría a su lado a un hombre en el que no confiaba,
así que tomó una solución salomónica. Dado que desde que fue elegido papa
Venecia estaba sin patriarca, decidió ofrecerle el puesto a
Baggio.
Lo que sucedió a continuación no
estaba en los planes del papa. Baggio se negó, y lo hizo en un tono poco
apropiado para dirigirse a un pontífice. De hecho, estaba furioso. No quería
cambiar Roma por una diócesis periférica donde nadie iba a con- tar con él. Le
gustaba Roma y le gustaban los manejos políticos del Vaticano. Dentro de poco
iba a presidir la conferencia de Puebla, en México, y quería capitalizar aquel
protagonismo.
246
33 DÍAS. LA PREMATURA MUERTE
DE JUAN PABLO I
La negativa, y sobre todo el tono de
protesta de Baggio, des- concertaron al papa, que consideraba la obediencia
como uno de los valores fundamentales del sacerdocio. Él mismo había aceptado
sin rechistar en su vida muchas decisiones de la Santa Sede que no compartía.
Es más, incluso durante su actual etapa de pontificado, caracterizada por el
descubrimiento de una co- rrupción tras otra, solía excusar a los culpables
pensando que sus acciones, probablemente, tuvieran su origen en la obediencia
debida. No obstante, aquel cardenal arrogante que por razones egoístas se
negaba a acatar una decisión del papa era algo in- concebible. Aun así, el
pontífice mantuvo la calma. Despidió a Baggio y se fue a almorzar, meditando
una solución para el pro- blema.
Tras una corta siesta, el papa dio un
paseo por los corredores de palacio. A las 15.30 volvió a su despacho e hizo
algunas lla- madas telefónicas: llamó a Padua al cardenal Felici, a Florencia
al cardenal Benelli y llamó a Villot, a quien convocó a una reu- nión unas
horas más tarde. A sus dos hombres de confianza les contó lo que había sucedido
y les pidió consejo. Al secretario de Estado le comunicó el resto de sus
decisiones.
Al caer la tarde, refrescó un poco.
El cardenal Villot se sentó a tomar el té con el papa, aunque en el ambiente se
no- taba una tensión que dejaba claro que aquella no iba ser una reunión de
cortesía. Como siempre, Juan Pablo I se dirigió al cardenal en francés y le
pidió que antes de veinticuatro horas destituyera a Marcinkus como máximo
responsable de la banca vaticana. Ni siquiera deseaba que el obispo permane- ciera
en el Vaticano; en su tierra natal, como obispo auxiliar de Chicago, sería
mucho más útil a la Iglesia. A Marcinkus le sustituiría monseñor Giovanni
Angelo Abbo, secretario de la prefectura de asuntos económicos de la Santa
Sede, un hom- bre con una sólida formación financiera y que contaba con toda la
confianza del pontífice. Además, Juan pablo I anun-
2.47
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
ció otros cambios en el seno del Instituto para las
Obras de Religión:
Mennini, De Strobel y monseñor
De Bonis serán apartados. In- mediatamente. De Bonis será reemplazado por
monseñor Anto- netti. Discutiré cómo cubrir las otras vacantes con monseñor
Abbo. Quiero que todos nuestros vínculos con el grupo del Banco Ambrosiano terminen
lo más deprisa posible. En mi opinión, esto será imposible de seguir con las
personas que actualmente están al cargo.14
EL CASTIGO A LOS INICUOS
Villot tomó nota en silencio de estas disposiciones.
Sabía que Marcinkus y su grupo habían especulado con las finanzas del Va-
ticano durante años. No era asunto suyo, él se había limitado tan sólo a mirar
para otro lado. El segundo punto del orden del día era el futuro del cardenal
Baggio. El papa había meditado todo el día sobre el tema y finalmente llegó a
una resolución. Baggio iría donde se le dijese, no había discusión posible. El
papa no tenía ninguna intención de volver a hablar con él, sería Villot quien
le comunicase su nuevo destino en Venecia:
Venecia no es un tranquilo mar
de rosas. Precisa de un hombre con la fuerza de Baggio. Nos gustaría que usted
conversase con él. Dígale que todos debemos hacer algún sacrifico en este
momento. Tal vez sea bueno recordarle que yo no tengo la menor intención de
volver a asumir ese puesto.15
14. Ibid.
15. Ibid.
248
3 3 DÍAS. LA PREMATURA MUERTE DE JUAN PABLO I
Asimismo, el papa comunicó a su
secretario de Estado el res- to de cambios que tenía planeados, entre los que
se encontraba la inmediata sustitución de todos los presuntos masones del Va-
ticano por hombres de su confianza. Los destituidos serían des- tinados a
puestos de segunda fila y sus actividades estarían su- pervisadas por
«verdaderos católicos». El cardenal Pericle Felici sería el nuevo vicario de
Roma, en sustitución del carde- nal Ugo Poletti, que reemplazaría, a su vez, al
cardenal Benelli como obispo de Florencia. Benelli se convertiría en el nuevo
se- cretario de Estado, relevando al propio Villot, cuya renuncia debería ser
presentada en breve para así poder regresar a su Francia natal. El cardenal
pareció encajar la noticia bastante mal, aunque su protesta fue en términos más
respetuosos que los de Baggio.
El papa le recordó un episodio de la
historia vaticana por si podía sacar alguna enseñanza de él. Pío X destituyó al
cardenal Rampolla, secretario de Estado con León XIII, porque existía la
sospecha de que era masón. No es que aquella historia tuviera nada que ver con
él, era sólo un ejemplo histórico para demos- trarle que los secretarios de
Estado no tenían por qué serlo de por vida. El golpe de gracia para Villot fue
la confirmación de que sería el Santo Padre quien recibiera al comité
norteamerica- no sobre el control de población el 24 de octubre. Esta dele-
gación del gobierno estadounidense trataba de modificar la posi- ción de la Iglesia
sobre la pildora anticonceptiva, algo a lo que el papa no pondría demasiados
reparos.
La reunión con Villot finalizó a
las 19.30. Después, el papa se retiró a orar y tomó una cena ligera, servida
por la hermana Vin- cenza, su cocinera y ama de llaves desde hacía años. A las
21.30, después de cenar y haber visto las noticias de la televisión, el papa,
que parecía de buen humor, se despidió de sor Vincenza y sus asistentes:
«Buonanotte. A domani. Se Dio vuole» (Buenas noches. Hasta mañana. Si Dios
quiere).
249
LA
MUERTE DEL PAPA
A la mañana siguiente, sor Vincenza, siguiendo la rutina
habitual, llamó a la puerta del papa a las cuatro de la madrugada y dejó una
bandeja con el café en la puerta. Media hora después, cuando volvió a pasar, la
bandeja estaba intacta, lo cual extrañó a la reli- giosa. Insistió en su
llamada, pensando que el pontífice se había quedado dormido. Al no obtener
respuesta decidió entrar. La es- cena que vio no podía ser más impactante. La
luz estaba encendi- da y el papa sentado en la cama, aparentemente revisando
unos papeles, de hecho tenía las gafas puestas. Sin embargo, al acercar- se
más, la religiosa apenas pudo contener una exclamación de ho- rror. En la cara
del pontífice se dibujaba una sonrisa macabra y grotesca. Sus ojos, muy
abiertos, parecían salirse de las órbitas.
Como pudo, teniendo en cuenta que padecía
del corazón y que estaba impresionada por lo que acababa de ver, la monja co-
rrió en busca del padre Magee, uno de los asistentes del papa. Tras comprobar
que éste estaba muerto, telefoneó al cardenal Vi- llot, que formuló una
pregunta que sorprendió un poco al joven sacerdote: «¿Sabe alguien más que el
Santo Padre ha muerto?». Nadie, excepto él y sor Vincenza, lo sabía. Villot
ordenó que na- die accediera a la habitación del papa. Apenas unos minutos des-
pués, apareció perfectamente afeitado, despierto e impecable- mente vestido con
todos los ornatos de cardenal.
La Santa Sede comenzó entonces una confusa
campaña de mentiras mezcladas con medias verdades sobre la muerte del papa que
levantaron las primeras sospechas de asesinato. Y no era porque no hubiera
enemigos suficientemente poderosos y con motivos dentro del Vaticano como para
recurrir a la más terrible de las soluciones. Desde luego, un atentado contra
el papa en medio de la plaza de San Pedro era impensable. La muerte tenía que
producirse de forma aparentemente accidental, sin investiga- ciones ni
complicaciones para la Iglesia.
250
33 DÍAS. LA PREMATURA MUERTE DE JUAN PABLO I
La mejor forma de plantear un hipotético
atentado contra el papa era mediante un veneno que después de administrado no
dejara ninguna señal externa. El autor debía ser, además, una persona
familiarizada con la rutina del Vaticano. En este sentido, la actitud del
cardenal Villot ha sido calificada por múltiples analistas de llamativa. Cuando
llegó junto al cuerpo, al lado de la cama del papa, en la mesilla de noche,
estaba el frasco con el medicamento que Juan Pablo I tomaba para sus problemas
de presión arterial baja. Villot se lo guardó en la sotana y arrancó de las
manos del cadáver los apuntes sobre las designaciones de las que habían
conversado la tarde anterior. Vació su escritorio de papeles e incluso se llevó
sus gafas y sus zapatillas. Ninguno de estos objetos ha vuelto a ser visto
jamás.
Una vez hecho esto, el cardenal llamó por
teléfono al doctor Buzzonettí, el médico del papa, y procedió a administrar la
extre- maunción al cadáver. Luego, Villot impuso el voto de silencio a la
hermana Vincenza, enviándola de vuelta a su convento en Ve- necia, e instruyó a
todos para que la muerte del pontífice fuera silenciada hasta que él ordenara
lo contrario. El doctor Buzzo- nettí llegó antes de las seis de la mañana y
dictaminó que la cau- sa de la muerte había sido una oclusión cardíaca ocurrida
alrededor de las 22.30. Según el médico, el fallecimiento fue ins- tantáneo y
el pontífice no sufrió. Los enemigos del papa tuvieron su «milagro», el
pontífice había muerto.
«ALBINO LUCIANI, ¿ESTÁS MUERTO?»
Villot procedió a realizar la ancestral ceremonia de la
certifica- ción de la muerte. Sacó de su sotana un pequeño martillo de pla- ta,
y golpeando levemente la frente del cadáver preguntó tres ve- ces: «Albino
Luciani, ¿estás muerto?». Tras esto, dictaminó
oficialmente la muerte del papa. Villot decidió que el
difunto
251
Juan Pablo I debía ser embalsamado de inmediato, sin dar
posi- bilidad a ningún tipo de autopsia. De hecho, poco después de las seis se
presentaron los embalsamadores Ernesto y Arnaldo Signo- racci, a los que Villot
había llamado desde su aposento nada más recibir la llamada del padre Magee.
Los hermanos Signoracci co- menzaron inmediatamente su trabajo, lo cual es
llamativo, pues- to que, como recordaremos, era tradición que los papas no fue-
sen embalsamados (esta costumbre había provocado algunas situaciones
embarazosas y grotescas).
Una consecuencia directa del
embalsamamiento es que impo- sibilita cualquier intento de realizar la autopsia
a un cadáver, so- bre todo, en los casos de envenenamiento. Los hermanos Signo-
racci hicieron un magnífico trabajo, en especial en el rostro del pontífice,
del que desapareció la horrible mueca con que fue en- contrado y volvió a
adquirir la serenidad que tuvo en vida. Mientras los embalsamadores trabajaban,
Villot habló con el pa- dre Magee. Para el mundo, sería él y no sor Vincenza
quien ha- bría encontrado el cadáver. Nunca se volvieron a mencionar los
papeles ni ninguno de los objetos que se había llevado Villot de la habitación
del pontífice. En su lugar, se dijo que el papa estaba leyendo un libro
religioso. El siguiente paso de Villot fue comu- nicar la muerte del papa al
decano del Sacro Colegio cardenali- cio, al jefe del cuerpo diplomático y al
comandante de la Guardia Suiza.
A las 6.45 el arzobispo Marcinkus llegó a
la Santa Sede, don- de fue informado de la muerte del papa por un miembro de la
Guardia Suiza. (Este dato es revelador porque Marcinkus no era madrugador y
nunca llegaba a su despacho antes de las nueve de la mañana.) A las 7.27 Radio
Vaticana informaba al mundo del fallecimiento del pontífice. Nada más conocerse
la noticia, un sector de la prensa italiana comenzó a sospechar de la versión
oficial. El primer hecho refutado fue el «libro religioso» que pre- suntamente
se había encontrado en las manos del papa. Aquel
252
3 3 DÍAS. LA PREMATURA MUERTE
DE JUAN PABLO I
volumen estaba entre las pertenencias personales del Santo
Padre que aún se hallaban en Venecia. El 5 de octubre, el Vaticano tuvo que
admitir que en el momento de su muerte Juan Pablo I repa- saba «ciertas designaciones
en la curia y el episcopado italiano».
Otro asunto difícil de explicar era el
embalsamamiento. La ley italiana prohibía que un cadáver fuera embalsamado
antes de cumplirse las veinticuatro horas del fallecimiento. El 1 de octubre,
el Corriere delta Sera publicaba un
reportaje titulado «¿Por qué no una autopsia?», en el que su autor, Cario Bo,
reflexionaba:
La Iglesia no tiene nada que temer, por
tanto, no tiene nada que perder. Más bien al contrario, tendría mucho que
ganar. Saber a causa de qué murió el Papa es un hecho histórico legítimo, parte
de nuestra historia viviente, y no afecta de ninguna manera el misterio
espiritual de su muerte. El cuerpo que dejamos atrás cuando mori- mos puede ser
estudiado por nuestros pobres instrumentos, no es más que un residuo. El alma
está ya, o mejor, siempre estuvo, some- tida a otras leyes, que no son humanas,
que todavía permanecen in- escrutables. No transformemos en misterio un secreto
que hay que guardar por razones terrenales. Debemos reconocer el significado de
nuestros secretos. No declaremos sagrado lo que no lo es.
Las sospechas se hicieron más intensas si
cabe al hacerse pú- blico por parte de los médicos personales del papa que éste
se en- contraba en un magnífico estado de salud; sólo estaba aquejado de un
ligero problema de presión sanguínea baja. Esta afirma- ción obligó a Villot a
inventarse una historia que hizo circular entre los cardenales que reclamaban
una autopsia. Según la nue- va versión, el pontífice habría fallecido a causa
de una sobredosis de Efortil, el medicamento que tomaba para regular su presión
sanguínea. Si se descubría esta circunstancia era probable que se corriese el
bulo de que Juan Pablo I se había suicidado. Cuando esta historia tampoco
pareció apaciguar a los partidarios de rea-
2.53
lizar una autopsia a Juan Pablo I, Villot recurrió al derecho ca- nónico, diciendo que era la ley
la que prohibía la autopsia de un pontífice, lo cual también era mentira; de
hecho, en 1830, el cuerpo de Pío VIII fue sometido al análisis del forense.
Más tarde se descubrió también que había
sido sor Vincenza quien encontró el cadáver, e incluso se especuló con la
presencia de vómito en el lugar de la muerte, indicador de un posible enve-
nenamiento.
El nuevo cónclave para elegir sucesor al
papa comenzó el do- mingo 15 de octubre de 1978, y desde el principio se hizo
paten- te que no iba a ser tan rápido ni sencillo como el último. El favo- rito
era el cardenal Benelli, que estaba dispuesto a continuar con las reformas de
su antecesor, pero a Benelli le faltaron nueve vo- tos para alzarse como Sumo
Pontífice. El vencedor resultó ser un candidato de compromiso, el cardenal
Karol Wojtyla, de Polo- nia, en el polo opuesto de las ideas de Juan Pablo I, a
pesar de haber elegido el mismo nombre. Si realmente la muerte de Juan Pablo I
fue fruto del asesinato, a los conspiradores todo les había salido a pedir de
boca.
254
15
UN COMIENZO
ACCIDENTADO
EL
ESCÁNDALO DEL BANCO
AMBROSIANO
El inicio
del pontificado de Juan Pablo II no pudo ser más turbulento.
Nada más llegar al trono de San Pedro tuvo que hacer
frente al mayor es- cándalo financiero de la historia de la Santa Sede, la
quiebra del Banco
Ambrosiano, un acontecimiento que tenía todas las
características de un drama de Shakespeare y que, además, terminaba igual que
éstos: con muchos cadáveres en el escenario...
Tras la muerte de Juan Pablo I, y durante el período de sede
va- cante, la prensa hizo numerosas conjeturas sobre los posibles pa- pabili que tenían más posibilidades.
En las columnas de opinión se apuntaba que lo que más convenía a la Iglesia era
un pontífice que la mantuviera a favor de los vientos de la historia.
El anuncio de la elección del polaco Karol
Wojtyla como nue- vo papa cogió por sorpresa a todos. Por segunda vez en dos
me- ses, los pronósticos del cónclave se convirtieron en papel moja- do, y un
desconocido subió al trono de San Pedro. Pese a los buenos propósitos de Juan
Pablo I, tras un mes en el pontificado
no había variado la marcha de la Iglesia, y la situación en
este
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
cónclave volvió a ser la misma que en el anterior: dos
bloques enfrentados y los líderes de ambos, Benelli y Siri, como máximos
favoritos. El empate de votos entre Siri y Benelli hizo que en la segunda
jornada del cónclave la votación se dispersara hacia otros candidatos,
convergiendo fundamentalmente en Karol Wojtyla. A que esto fuera así había
contribuido notablemente el arzobispo de Viena, Franz Konig, que durante el
cónclave se pro- digó distribuyendo un libro de homilías titulado Signo de contra- dicción, cuyo autor era
el cardenal Wojtyla.
Este debió de recordar en aquellos
momentos que su antiguo amigo, el profesor Stefan Swiezawski, había tenido el
presenti- miento de que Wojtyla se convertiría en papa algún día.1
Así que cuando se dio cuenta de que existían posibilidades de que fuera
elegido, se mostró reacio a aceptar, porque ello supondría aban- donar su
tierra natal, su familia, amigos y feligreses, dejar su tra- bajo como obispo y
cambiar radicalmente de vida para trasladar- se a Roma y asumir el gobierno de
la Iglesia.
El peso de los cardenales centroeuropeos
en la elección fue importante. Así, el cardenal Konig, al entrar en el cónclave
el 14 de octubre, preguntó al primado de Polonia, el cardenal Stefan Wyszynski:
—¿Y si el próximo Papa fuera un polaco?
A lo mejor Polonia tendría algún candidato...
—¡Dios mío! ¿Te parece que yo debería
acabar en Roma? Eso supondría un triunfo sobre los comunistas.
—No, no
me refiero a tí, pero hay un segundo hombre polaco...
—¡Ah!, Karol es demasiado joven, es un completo
desconocido... nunca podría ser Papa.2
1. Weigel, George, Witness to Hope: The Biography of Pope ]ohn
Paúl II, Harper Collins, Nueva York, 2001.
2. Ibid.
256
15
UN COMIENZO ACCIDENTADO.
EL ESCÁNDALO DEL BANCO
AMBROS1ANO
Sin embargo, pocas horas después, y viendo
el curso que to- maba el cónclave, el primado de Polonia se acercó
discretamente a su joven pupilo y le dijo: «Si te eligen, acéptalo». Por ello,
cuando tal como dicta el ritual de la elección, se le preguntó a Wojtyla si
asumía el cargo de Sumo Pontífice, pronunció la si- guiente frase: «En
obediencia a la fe a Cristo, mi señor, confiado en la Madre de Cristo y de la
Iglesia, no obstante las graves difi- cultades, acepto».3
Ya siendo papa, promulgó la constitución
apostólica Universi Dominici Gregris,
que regula la futura elección del Sumo Pontífi- ce y en la que se pide a quien
resulte elegido que «no renuncie al ministerio al que es llamado por temor a su
carga, porque Dios, al imponérsela, le sostendrá con su mano».
UN PAPA POLACO
Aunque el cónclave es secreto, un cardenal contó después que
Karol Wojtyla fue elegido con 99 votos en el octavo escrutinio. Siempre según
ese purpurado, ya fallecido, el cardenal de Craco- via obtuvo 11 votos la
mañana del lunes 16, en el sexto escruti- nio; 47 votos en el séptimo y 99 en
el octavo.
El 16 de octubre de 1978, alrededor de las
seis y media de la tarde, la multitud esperaba la fumata en un ambiente tenso y
cargado de comentarios sobre el futuro papa. En ese momen- to se produjo otro
de los ya habituales episodios de confusión con el humo de la Capilla Sixtina.
No se sabía de qué color era. Primero salió blanco, luego negro... El potente
foco que iluminaba la chimenea no contribuía a aclarar las cosas. La
3. Juan
Pablo \\,John Paúl II: The Encyclicals in
Everyday Language, Orbis Books, Nueva York, 2001.
257
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
gente reunida en la plaza de San Pedro estaba desconcertada,
algunos aplaudían tímidamente, otros preguntaban: «¿Qué pasa?, ¿de qué color es
la fumata, negra o blanca?». Para des- pejar las dudas, los altavoces del
Vaticano anunciaron que ha- bía sido elegido el nuevo pontífice. Un gran júbilo
estalló: la gente cantaba, rezaba, lloraba y vitoreaba en un ambiente car- gado
de gran emoción.
Poco después se abrió el ventanal del
balcón central de la ba- sílica de San Pedro y salió el cardenal Feríele
Felici, que había sido secretario general del concilio. El cardenal Felici
pronunció la célebre expresión latina: «Habemus Papam!», «Carolus... Wojtyla».
El nombre de Wojtyla fue acogido con la
máxima sorpresa por los presentes. Más sorprendente aún que el hecho de ser un
desconocido, era el que se tratase de un cardenal de nacionalidad polaca. Un
periodista italiano, Gianfranco Sviderkowski, de ori- gen polaco, puso entre su
lista de futuribles papas a los dos pola- cos, pero más por simpatía hacia sus
orígenes que por creerlo realmente. Por primera vez en la historia, un polaco
llegaba a la sede de San Pedro. Incluso para los propios cardenales polacos, la
elección lógica habría sido el cardenal Wyszynski, muy conoci- do por su
visceral anticomunismo.
Precisamente la cuestión de las relaciones
de la Santa Sede con el comunismo pasó a un primer plano de la atención
pública. La noticia fue recibida con disgusto por los gobiernos de los países
del Este europeo. Sin embargo, hubo quien lo vio con más opti- mismo, incluso
algún periodista español vaticinó que con la elec- ción de Karol Wojtyla la
Iglesia llegaría a un entendimiento con el comunismo.
De todas maneras, ahí no terminaron las
sorpresas. Nada más salir al balcón, los fieles congregados en la plaza de San
Pedro pudieron comprobar que el aspecto físico del nuevo pontífice dis- taba
mucho del de los papas anteriores. Era un hombre relativa-
258
UN COMIENZO ACCIDENTADO. EL
ESCÁNDALO DEL BANCO AMBROSIANO
mente joven, fornido y jovial que nada tenía que ver con la
sofis- ticación y amaneramiento que habían caracterizado a la Santa Sede hasta
entonces.4
RUMORES Y FOTOGRAFÍAS
Pese a todo, su «falta de refinamiento», lejos de constituir
un in- conveniente, le sirvió para encandilar desde el primer momento a los
cristianos de todo el mundo. Los fieles veían en Wojtyla un papa campechano y
humilde que buscaba la cercanía antes que el boato vaticano. Ni siquiera los
italianos se sintieron a disgusto porque se hubiera roto la tradición de siglos
de papas de aquel país. Al contrario, nada más salir al balcón de San Pedro, la
mul- titud recibió con vítores y aplausos a aquel corpulento hombre que se
esforzaba en hablar la lengua del que, a partir de ese mo- mento, sería su
nuevo país.
Según se fueron desvelando episodios de la
biografía del nue- vo pontífice, en especial de su juventud, la gente se iba
sintiendo más cautivada con su figura. En aquellos primeros años, sus amigos
del grupo de teatro del que formaba parte no dudaban de que Karol se
convertiría con el paso de los años en un cono- cido actor u hombre de letras,
y desde luego ninguno dudaba de que se casaría y formaría una familia.5
Wojtyla era un joven muy religioso, tanto que imponía una especie de respeto
instinti- vo entre sus compañeros, que en su presencia no osaban contar chistes
verdes, soltar exabruptos y mucho menos blasfemar. Es- tas anécdotas pueden
sonar a leyenda, pero su moralidad y sus
4. Manhattan, Avro, Murder in the Vatican, op. cit.
5. Bernsteign, Cari y Politi,
Marco, His Holiness: }ohn Paúl II and the
Hidden His- tory of Our Time, Penguin Books, Nueva York, 1996.
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
modales calmados y silenciosos tuvieron, a lo largo de su
vida, un extraño efecto intimidante sobre los demás, del que han ha- blado
muchos de los que en algún momento frecuentaron su compañía.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Wojtyla
trabajó en una factoría de productos químicos controlada por los nazis, mantu-
vo relaciones con las guerrillas marxistas de la resistencia y fue amigo de
varias mujeres. A raíz de esto, y de que durante aque- llos años, entre 1939 y
1944, hay una etapa oscura y apenas co- nocida en su biografía, comenzó a
circular por Roma el rumor de que podría haber estado casado. Pero la
popularidad del nue- vo papa era tal que estas habladurías no afectaron su
carisma. Ni siquiera su imagen se vio empañada cuando la prensa sensacio- nalista
italiana publicó unas fotos inéditas de Su Santidad to- mando el sol desnudo
junto a la piscina. (A raíz de aquellas fotos, Licio Gelli hizo un comentario
cuando menos inquietante, sobre todo si tenemos en cuenta los acontecimientos
posteriores:
«Fíjate en los problemas que debe de tener el servicio
secreto. Si es posible tomar esas fotografías del Papa, imagina lo fácil que
sería dispararle».6 Casi tan fácil como hubiera sido envenenar a su
antecesor.)
Algo muy similar debió de pasar por la
mente de Juan Pablo II, dado que una de las primeras decisiones que tomó pocos
días después de su elección fue, precisamente, la de crear un cuerpo de
seguridad, el Servicio Secreto de Su Santidad (SSSS): cinco po- licías de
élite, equipados con el material más moderno, encarga- dos de garantizar la
seguridad personal del papa; y otro equipo de veinte agentes, cuya labor era
mezclarse con la multitud en las apariciones públicas del Sumo Pontífice.7
6. Yailop, David, op. cit.
7. López Sáez, Jesús, Se pedirá cuenta. Orígenes, Madrid,
1990.
260
UN COMIENZO ACCIDENTADO. EL
ESCÁNDALO DEL BANCO AMBROSIANO
LA VIDA SIGUE IGUAL
Juan Pablo II pronto demostró que, pese a haber elegido el
nom- bre del papa anterior, estaba lejos de continuar su obra. Ni una sola de
las reformas propuestas por Juan Pablo I se hizo realidad. El cardenal Villot
volvió a ocupar el cargo de secretario de Esta- do, esta vez con un papa con el
que tenía más cosas en común;
Marcinkus siguió al frente del Banco Vaticano y Caivi
continuó dedicándose al fraude a gran escala. Los mismos que habían he- cho
imposible el pontificado de Juan Pablo I seguían ocupando los puestos clave del
Vaticano ahora con Juan Pablo II. La Iglesia había dado un paso atrás, regresaba
a la época de Pablo VI.
No es de extrañar que el cardenal Villot
estuviera pictórico, a pe- sar de sus años y su delicada salud. Organizó para
el nuevo papa un acto de celebración al que acudieron los más estrechos
colaborado- res del pontífice, y en el que se brindó con champán. Se dice que
en aquel acto informal, el papa se saltó el protocolo y entonó para los
presentes una canción popular polaca titulada El montañero. Sin embargo, poco duraría la alegría en la Santa
Sede. Al haber mante- nido en sus puestos a los principales responsables de la
economía va- ticana, Juan Pablo II no sabía que había dejado preparado el
escena- rio para el mayor escándalo financiero en el que se vería envuelta la
Iglesia en toda su historia: el asunto del Banco Ambrosiano.
Como hemos podido ver en los capítulos
precedentes, el Vati- cano había establecido en los últimos años profundos
lazos con el presidente del Banco Ambrosiano, Roberto Caivi, lazos tan fuertes
que el propio arzobispo Marcinkus se sentaba en el Consejo de Administración de
la filial que el banco tenía en las Bahamas.8 Sin embargo, Caivi
resultó ser tan poco de fiar como Michele Sin- dona, y obedecer a los mismos
intereses poco confesables (la ma-
8. Cornweil, Rupert, op. cit.
z6i
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
fía y la logia Propaganda Due).9 Incluso se ha
apuntado que el entramado bancario de Caivi fue utilizado por la CÍA para cana-
lizar operaciones financieras que preferían mantener lo más lejos posible de la
opinión pública.10 Es más, escuadrones de la muerte y paramilitares
de toda Latinoamérica habrían obtenido median- te esta vía buena parte de sus
recursos económicos.
El banco católico, tradicionalmente
utilizado por el clero para obras de caridad, pasó a ser una enorme «lavadora»
de dinero, como antaño lo fueron los bancos de Sindona. Para ello, Caivi
comenzó a hacer cuantiosos préstamos a empresas fantasma que, para tener mayor
legitimidad, mantenían cuentas en el Banco Va- ticano, en las que eran
domiciliados los citados préstamos." Seis de estas corporaciones tenían su
sede en Panamá: Astolfine S.A., United Trading Corporation, Erin S.A.,
Bellatrix S.A., Beirose S.A., y Starfield S.A. Había dos empresas más
establecidas en sendos paraísos fiscales europeos, Manic S.A., en Luxemburgo, y
Nordeurop Stablishment, en Licchtenstein. El principal propósito de estas
corporaciones no era otro que hacer a Caivi más rico, fi- nanciar las
operaciones de Licio Gelli y Propaganda Due y blan- quear dinero para la mafia.
Sin embargo, éstas no eran, ni mu- cho menos, sus únicas actividades.
DEUDAS Y MISILES
Buena parte del dinero que conseguían estas empresas a través
de los préstamos del Banco Ambrosiano se invertía en la compra de
9.
Varios autores, Everything YOM Know Is Wrong: The Disinformation Cuide to Secrets and Lies, op. cit.
10. Wiison, Robert Antón, Cosmic Trigger: Down To Earth, volumen
II, New Fal- con Publications, Tempe (Arizona), 1991.
11. Martín, Malachi, Rich Church, Poor Church, op. cit.
273
UN COMIENZO ACCIDENTADO. EL ESCÁNDALO DEL BANCO
AMBROSIANO
acciones del propio banco, de manera que Caivi iba obteniendo
poco a poco más control sobre la institución.
Entre estas empresas merece mención aparte
Bellatrix, con- trolada directamente por Marcinkus, pero que fue creada por
tres de los miembros más prominentes de Propaganda Due, el propio Gelli,
Ortolani y Bruno Tassan Din, director ejecutivo y estratega financiero del
gigantesco grupo editorial Rizzoli. Con apenas diez millones de dólares de
capital social, Bellatrix obtu- vo del Banco Ambrosiano 184 millones, con los
que se dedicó a comprar misiles Exocet que más tarde vendería a Argentina y
serían utilizados durante la guerra de las Malvinas. Una de las claves de esta
operación podría haber sido la gran amistad que unía a Licio Gelli con el
almirante argentino Emilio Eduardo Massera, que fue durante un tiempo jefe de
la junta militar.12 Astolfine, otra de las empresas, tenía un
capital mucho menor, apenas diez mil dólares, lo que no fue obstáculo para que
se hi- ciera con 486 millones de dólares del Banco Ambrosiano. Con
transacciones de este tipo no hacía falta ser un avezado analista financiero
para prever la pronta caída del entramado financiero de Caivi.
A pesar de ello, todo pasó por legal ante
los inspectores del Banco de Italia. Cuando éstos preguntaban por la naturaleza
de aquellas empresas se les respondía que pertenecían al Vaticano, que las
utilizaba para fines propios de la Iglesia. En principio no había por qué
dudar, ninguna garantía podía ser mejor que la de la Iglesia católica. De esta
forma, la hemorragia de dinero conti- nuó: desde el Banco Ambrosiano hasta las
empresas fantasma pasando antes por el Banco Vaticano, que se quedaba con una
parte en concepto de comisión.
12. West, Nigel, The Secret War for the Falklands: The SAS,
M16, and the War Whitehall Nearly Lost, Warner Books, Londres, 1997.
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
Esta impunidad hizo que Caivi se fuera
envalentonando pau- latinamente hasta que, al final, terminó por llamar la
atención de las autoridades italianas. Licio Gelli, el hombre de los mil con-
tactos, estaba obstruyendo y retrasando sistemáticamente la in- vestigación
contra su amigo Caivi gracias a sus agentes infiltra- dos en la Guardia de
Finanzas. A pesar de todo, la investigación prosiguió su curso y en marzo de
1979 Lucca Mucci, el juez en- cargado del caso, tuvo acceso a la lista de los
veinte accionistas mayoritarios del Banco Ambrosiano. El principal era el
propio banco, con el 7,39 por 100 del total. A través del Instituto para las
Obras de Religión, el Vaticano poseía el 1,82 por 100 de las acciones. Los
demás accionistas eran Toro Assicurazioni (5,11), Kredietbank, de Amberes
(3,09), Crédito Overseas, de Panamá (2,98), SAPI (1,58), Lantana, de Panamá (1,40),
Cascadilla, de Panamá (1,40), Rekofinanz, de Vaduz (Licchtenstein) (1,22), Ul-
ricor, de Vaduz (Licchtenstein) (1,04), La Fidele, de Panamá (1,02), Cogebel
Lux, de Luxemburgo (1,00), Ecke, de Licchtens- tein (0,92), Finkurs, de
Licchtenstein (0,92), Finprogram, de Pa- namá (0,92), Orfeo, de Panamá (0,92),
Marbella, de Panamá (0,92), Sektorinvest, de Liechtenstein (0,65), Crédit
Commercial, de Francia (0,46), Sansinvest, de Liechtenstein (0,46), Italfid
Ital- trust (0,70).13
Aunque la participación nominal del
Vaticano en el banco era pequeña, los negocios en los que participaban juntos
Caivi y Marcinkus eran múltiples y variados:
En el curso de cinco años (1972-1977), el Vaticano ha sido
re- compensado con cerca de 70 mil millones de liras por haberse pres-
tado a
ciertas operaciones con títulos efectuados por sociedades del
13. Sisti, Leo y Modolo, Gianfranco, El banco paga. El embrollo del Ambrosiano y la logia P2, Plaza
& Janes, Barcelona, 1983.
264
UN COMIENZO ACCIDENTADO. EL ESCÁNDALO DEL BANCO
AMBROSIANO
grupo Ambrosiano. La función del Instituto para las Obras
de Reli- gión, que a efectos de la legislación italiana es un banco no residen-
te, y por tanto no sometido a las limitaciones que rigen para los bancos italianos,
consistió en actuar de pantalla en movimiento de títulos realizados por el
Banco Ambrosiano.14
El 12 de junio de 1980, Mucci recibió un
informe del cuerpo de Guardia de Finanzas que «contenía pruebas de que Caivi y
al- gunos de sus colaboradores habían cometido varios delitos gra- ves:
exportación ilegal de capitales, falsificación de documentos bancarios y
fraude».15
Dos semanas después, el juez Mucci ordenó
a Caivi que entre- gara su pasaporte. No obstante, Caivi, con la inestimable
ayuda, una vez más, de Licio Gelli, consiguió recuperarlo temporalmente.
A comienzos de 1981, el ministro de
hacienda italiano Benia- mino Andreatta, que llegó al puesto en octubre del año
anterior, tras estudiar los informes elaborados por sus subordinados desde
1978.
concluyó que era necesario que el Vaticano retirara su
apoyo a Caivi. El propósito del ministro no era otro que el de proteger a la
Iglesia, así que fue al Vaticano a reunirse con el car- denal Casaroli, nuevo
secretario de Estado tras la muerte, en
1979.
del cardenal Villot. El ministro hizo al cardenal
Casaroli una descripción pormenorizada de la situación, recomendando que el
Vaticano rompiera todos sus vínculos con el Banco Am- brosiano antes de que
fuera demasiado tarde. Este sabio y bien- intencionado consejo fue ignorado. No
sabemos si decía o no la verdad, pero lo cierto es que Marcinkus alegó más
tarde que nunca fue informado de esta reunión. En cualquier caso, las co-
14. Gurwin, Larry, El caso Caivi. La muerte de un banquero.
Versal, Barcelona, 1984.
15. Jbid.
265
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
sas habían ido ya muy lejos como para romper los vínculos con
el Banco Ambrosiano.
No era la primera advertencia seria que se
recibía en el Vatica- no a este respecto. El 12 de enero de 1981, un grupo de
inverso- res del Banco Ambrosiano escribió una carta al papa Juan Pablo II en
la que se le suplicaba que investigara los negocios que se traían entre manos
Marcinkus, Caivi y Gelli. La carta estaba es- crita en polaco, para que pudiera
ser leída por el pontífice sin ne- cesidad de intérpretes, y decía:
El
Instituto para las Obras de Religión no es sólo un inversor del Banco
Ambrosiano. Es también socio y compañero de Roberto Calvi. Las acciones
judiciales, en número cada vez mayor, revelan que Calvi es hoy uno de los
principales vínculos entre el sector más degenerado de la masonería (Propaganda
Due) y los círculos de la mafia, como heredero de Sindona. Ello fue posible
gracias a la implicación de personas gene- rosamente mantenidas por el
Vaticano. Una de ellas es Ortolani, que se mueve entre el Vaticano y poderosos
grupos del hampa internacional.
Ser socio de Calvi significa
ser socio de Gelli y Ortolani, pues ambos le orientan e influyen decisivamente.
Por tanto, le guste o no, el Vaticano es también un cómplice activo de Gelli y
Ortolani a tra- vés de su asociación con Roberto Calvi.l6 El papa nunca respondió a la carta.
EL CREPÚSCULO DE CALVI
A mediodía del 2 de marzo de 1981, el Vaticano hizo público
un documento que provocó la sorpresa entre los católicos. Sin pre-
16. Yailop, David, op. cit.
2.66
UN COMIENZO ACCIDENTADO. EL ESCÁNDALO DEL BANCO
AMBROSIANO
vio aviso y sin causa aparente que lo justifícase, la Santa
Sede re- cordaba a los fieles la vigencia de las leyes canónicas que prohi- ben
la pertenencia a la masonería bajo pena de excomunión. Sólo un selecto grupo de
personas conocía la razón de aquel anuncio. Los eficaces servicios de
inteligencia vaticanos habían descubierto que el gobierno italiano se disponía
a desarticular Propaganda Due. De esta forma, la Iglesia se desentendía de lo
que pudiera acontecer.
Como ya se ha relatado en otro capítulo, el
17 de marzo de 1981, la policía italiana registró la mansión de Gelli, donde
halló una copia del documento «La estrategia de tensión», que era el plan
elaborado por la CÍA, la mafia, Propaganda Due y Gelli para establecer un
gobierno neofascista en Italia. Curiosamente aquella operación no tenía nada
que ver con la investigación de Propagan- da Due, sino con la posible
implicación de Licio Gelli en un simu- lacro de secuestro que había organizado
Michele Sindona en Esta- dos Unidos para eludir la acción de la justicia, y del
que se hablará más adelante. Gracias a los documentos encontrados en la
residen- cia de Gelli, apenas dos meses después el juez Gerardo D'Ambro- sio
ordenaba la entrada en prisión de Roberto Calvi, que salió al poco tiempo bajo
fianza y manteniendo su puesto en el banco.
Al contrario de lo que suele suceder en
otros casos, al financie- ro caído en desgracia no le faltaron amigos en
aquellos momentos difíciles. Bettino Craxi, líder del Partido Socialista, y
Flaminio Piccoli, presidente del Partido Democratacristiano, hablaron en su
favor en el Parlamento.
En aquellos momentos complicados, Calvi
decidió jugar otra vez la baza de la Iglesia en su favor. Solicitó a Marcinkus
una carta de patrocinio que le sirviera para demostrar ante los pro- pios
directivos de su banco y ante las autoridades económicas que las operaciones
con las empresas conocidas como las «pana- meñas» contaban con el beneplácito
de la Santa Sede. La carta fue fechada el 1 de septiembre de 1981 en el
Instituto para las
267
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
Obras de Religión y dirigida al Banco Ambrosiano de Lima,
don- de el IOR reconocía el control de las sociedades, asumiendo asi- mismo un
endeudamiento de más de mil millones de dólares. El texto de la misiva, firmada
por el propio Marcinkus y sus dos asistentes, Luigi Mennini y Pellegrino de
Strobel, es el siguiente:
BANCO AMBROSIANO ANDINO S.A. |
|
|
|
|
||
LIMA-PERÚ Estimados señores: |
|
|||||
Confirmamos
mediante esta carta directamente, las siguientes empresas: Manic S.A., Luxemburgo. Astolfíne S.A., Panamá. Nordeurop Stablishment, Liechtenstein. United Trading Corporation, Panamá. Erin S.A., Panamá. Bellatrix S.A., Panamá. Beirose
S.A., Panamá. Starfíeld S.A., Panamá. |
que |
controlamos, |
directa |
o |
in- |
|
|
|
|||||
También confirmamos nuestro
|
conocimiento |
del |
endeudamiento |
|||
que estas empresas
tienen con ustedes con fecha
1981, según el estado de
cuentas adjunto.17 |
10 |
de junio de
|
||||
Suyos |
|
afectísimos |
||||
[Firmas |
|
ilegibles] |
ISTITUTO PER
LE OPERE DI RELIGIONE
Según el propio Michele Sindona, Caivi
habría pagado al Va- ticano —o a Marcinkus— veinte millones de dólares por este
do- cumento.18
17. Cornweil, Rupert, of>. cit.
18. Tosches, Nick, op. cit.
2,68
UN COMIENZO ACCIDENTADO. EL
ESCÁNDALO DEL BANCO AMBROSIANO
EL HOMBRE DE LOS CONTACTOS
Mientras Caivi vivía su particular vía crucis, Marcinkus
disfru- taba las mieles de la gloria. Juan Pablo II, en pago a sus mu- chos
servicios para la Santa Sede, le nombró presidente de la Comisión Pontificia
para el Estado de la Ciudad del Vaticano, aparte de seguir al frente del IOR.
El nombramiento tuvo lugar el 28 de septiembre de 1981, fecha en la que se
cumplía el ter- cer aniversario de la muerte de Juan Pablo I, el hombre que ha-
bía querido librar a la Santa Sede de la presencia de Marcinkus y sus acólitos.
En diciembre de 1981, Flavio Carboni, un
conocido hombre de negocios sardo con fama de tener excelentes contactos, asu-
mió el papel de principal encargado de las relaciones públicas de Caivi.
Carboni era la persona más indicada para esta función. Parecía tener una
cantidad ilimitada de amigos en el mundo de la política, en los medios de
comunicación, en el Vaticano, en los servicios de inteligencia y en el hampa.
Se embolsó por su trabajo treinta millones de dólares, que fueron depositados
en una cuen- ta numerada en Suiza desde la sucursal del Banco Ambrosiano en
Perú. ¿Cuál era la naturaleza de tan bien pagados servicios? Tal vez el
testimonio de la hija de Roberto Caivi arroje algo de luz en este sentido. Anna
Caivi cuenta que en una ocasión pudo escu- char a escondidas una conversación
entre su padre y Carboni:
«Mi padre le decía (levantando la voz) a Carboni que debía
ha- cerle entender al Vaticano que los curas tenían que cumplir con sus
compromisos, porque de lo contrario él revelaría todo lo que sabía».
Aparte del chantaje, las funciones de
Carboni incluían impor- tantes actividades delictivas. Entre sus numerosas
amistades se encontraban dos de los personajes más representativos del ham- pa
romana (la malavittd}: Danilo
Abbruciati y su jefe, Ernesto Diotavelli. Pues bien, una de las personas que
más incomodaban
2.69
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
a Calví en aquellos días era, precisamente, el vicepresidente
de su propio banco, Roberto Rosone, que intentaba averiguar todo lo
concerniente a los manejos de Calvi. En otoño de 1981, al poco tiempo de asumir
la vicepresidencia del Banco Ambrosia- no, Rosone comenzó a formularle a Calvi
preguntas cada vez más comprometedoras acerca de los préstamos concedidos a las
sociedades «panameñas». Calvi respondió vehementemente:
«Detrás de esas deudas está el Vaticano: el Papa». Ante la
insis- tencia de su vicepresidente, Calvi preguntó molesto: «¿Eso signi- fica
que usted alimenta alguna duda acerca del banco central del Vaticano?».19
Roberto Rosone definía a Carboni como un
«individuo que asusta sólo con verlo», y la verdad es que en su caso había
moti- vos de sobra para estar asustado. La mañana del 27 de abril de 1982,
Rosone salió de su casa pocos minutos antes de las ocho, como tenía por
costumbre. Vivía en un apartamento que se en- contraba sobre una de las
sucursales del Banco Ambrosiano, pro- tegida por guardias armados las
veinticuatro horas. Nada más pisar la calle un hombre comenzó a disparar contra
él y cayó he- rido. Los guardias respondieron al fuego y comenzó un tiroteo que
se saldó con la muerte del sicario, que sería identificado como Danilo Abbruciati.
Al día siguiente, Flavio Carboni pagaba
530.000 dólares a Er- nesto Diotavelli. Casi al mismo tiempo, Calvi se dirigía
al hospi- tal con un ramo de flores para el hombre cuyo asesinato había
ordenado casi con toda seguridad. Ya en la habitación del herido tuvo la sangre
fría de decir: «¡Virgen Santa! ¡Qué mundo de lo- cos! Nos quieren asustar,
Roberto, a fin de apropiarse de un gru- po valorado en veinte trillones de
liras».
19. Yailop, David, op. cit.
270
UN COMIENZO ACCIDENTADO. EL
ESCÁNDALO DEL BANCO AMBROSIANO
«HE PENSADO MUCHO ESTOS DÍAS...»
El 31 de mayo de 1982, el Banco de Italia solicitaba al
Ambro- siano todos los detalles de las ocho empresas «panameñas». El consejo
accedió por once votos contra tres, a pesar de las deses- peradas protestas de
Calvi, que sabía muy bien lo que encon- trarían los auditores en aquellas
cuentas: un desfalco de 1.300 millones de dólares. Para taparlo sólo se le
ocurrió pedir un prés- tamo al IOR. El Vaticano, a fin de cuentas, era el
propietario de las empresas, y podía demostrarlo. Conocía la cuantía de las pro-
piedades del IOR, así que no dudó en solicitar a Marcinkus que liquidase una
parte para ayudarle. Como último recurso, escribió una carta al propio Juan
Pablo II:
Santidad, he pensado mucho en estos
días. He pensado mucho, Santidad, y he llegado a la conclusión de que Usted es
mi última es- peranza, la última... Santidad, he sido yo quien ha asumido la
pesada carga de los errores y de las culpas cometidos por los actuales y pre-
cedentes representantes del IOR, incluyendo las fechorías de Michele Sindona,
de las que aún sufro las consecuencias. He sido yo, bajo en- cargo preciso de
Sus autorizados representantes, quien ha dispuesto conspicuas financiaciones en
favor de muchos países y asociaciones político-religiosas del Este de Europa;
he sido yo quien, de acuerdo con las autoridades vaticanas, he coordinado todo
lo referente a Centroamérica y Sudamérica, la creación de numerosas entidades
bancarias, sobre todo con el fin de contrarrestar la penetración de las
ideologías filomarxistas, y soy yo, finalmente, quien hoy es traiciona- do y
abandonado por esta autoridad a quien he rendido siempre el máximo respeto y
obediencia... Los adversarios externos sabemos quiénes son y Usted, Santidad,
lo sabe mejor que nadie y los combate mejor que nadie; pero los internos, la
Iglesia quiero decir, los afines, como algunos democristianos, ¿usted los
conoce, Santidad? Yo creo que no. No soy un chismoso y tampoco alguien que
acusa por despe-
271
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA ÜEL
VATICANO
cho o por venganza. Y no me interesa, por tanto, detenerme
en tan- tas habladurías que recaen sobre algunos prelados y, en particular,
sobre la vida privada del secretario de Estado Casaroli, pero me inte- resa
muchísimo señalarle la buena relación que une a éste con am- bientes y
personajes notoriamente anticlericales, comunistas y fíloco- munistas, como el
ministro democristiano Beniamino Andreatta, con el que parece que ha llegado a
un acuerdo para la destrucción y re- parto del grupo Ambrosiano... Pero ¿a qué
designio quiere o debe obedecer el secretario de Estado? ¿A qué chantaje?20
Ni el papa ni Marcinkus se plegaron a las
peticiones de Calvi. Cuando las autoridades monetarias italianas fueron a
preguntar- le al presidente del IOR, éste les explicó que él no sabía nada de
aquellas transacciones y que el IOR no sólo no era propietario de aquellas
empresas, sino que apenas era una pequeña institu- ción con fines eclesiásticos
que disponía de unos fondos ridículos en comparación a los de cualquier institución
financiera seglar.
ROSARIO DE MUERTES
Ante este panorama, y muy decepcionado por el desentendimien-
to de los sacerdotes, Calvi decidió huir del país, no sin antes de- cirle a su
familia que desde el extranjero revelaría con pruebas graves secretos que
harían renunciar al papa. Al poco tiempo de la fuga del financiero, Graziella
Corrocher, la secretaria de Calvi, se estrelló contra el suelo desde el cuarto
piso de la sede central del Banco Ambrosiano, dejando tras de sí una sospechosa
nota de suicidio en la que maldecía a Calvi por el daño causado. Nun- ca se
terminó de despejar la duda de que no fuera asesinada, de-
20. La
Repubblica, 19-20 de abril de 1992.
UN COMIENZO ACCIDENTADO.
EL ESCÁNDALO DEL BANCO AMBROSIANO
bido a todo lo que conocía sobre los asuntos de su jefe. (De
he- cho, meses después, el 2 de octubre, Giuseppe Dellacha, ejecutivo del
banco, murió igualmente en extrañas circunstancias.)
Unas horas después de que el cuerpo de su
secretaria se preci- pitase al vacío, el 17 de junio de 1982, el cadáver de
Calvi apare- ció colgando del puente de Blackfriar's, en Londres. En sus bolsi-
llos se encontraron cinco ladrillos, y su cuerpo fue cubierto por la marea, tal
como establece el juramento masónico como pena para los traidores. La justicia
británica, ajena a estas sutilezas simbólicas, lo consideró un suicidio, algo
que nunca se aceptó en Italia. En un sumario paralelo instruido en Roma a
partir de 1992, el juez dio por válidas las pruebas forenses entregadas por la
fiscalía en 2003, y lo consideró un homicidio. Entre las prue- bas destacaba la
no presencia de lesiones óseas en las cervicales y la inexistencia de restos de
los ladrillos en las manos de Roberto Calvi. El equipo forense estuvo
encabezado por el alemán Ber- nard Breinkmann. Ya en 2005 un juez ordenó el
procesamiento de cuatro personas acusadas del asesinato del financiero. No de-
bería sorprendernos que entre los imputados se encontrase Flavio Carboni.21
Quién ordenó a Carboni que arrojara a su amigo
al vacío con una cuerda al cuello tal vez se sepa algún día.
21. En el momento de escribir este libro, el juicio, previsto
para el 5 de octubre de 2005, aún no se había celebrado.
273
16
EL JUICIO
FINAL
LOS
DESTINOS DE PAÚL MARCINKUS, MICHELE SINDONA Y LICIO GELLI
El escándalo estaba
sobre la mesa y el cadáver de Caivi col- gando de Blackfriar's no bastaba como
chivo expiatorio. Al-
guien tenía que pagar. Había llegado la hora de que Marcin-
kus, Sindona y Gelli hicieran frente a sus
respectivos destinos. Claro que algunos salieron mejor parados que otros.
Los problemas para Marcinkus y el Instituto para las Obras de
Religión no terminaron con la aparición del cuerpo de Caivi en el puente de Blackfriar's.
Más bien al contrario, se puede decir que comenzaron justo en ese punto. En
cualquier caso:
El
pontífice polaco no pronunció una sola palabra de cristiana congoja ni de
humana piedad por la muerte violenta del banquero católico-masón que durante
tantos años había negociado en nombre
y por cuenta de las finanzas vaticanas.'
1. Discípulos de la Verdad, op. cit.
2-75
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
Apenas dos meses después de la muerte del
financiero, las autoridades monetarias italianas volvieron a reclamar a Mar-
cinkus, y ahora no le iba a servir alegar desconocimiento, ya que traían
consigo una copia de la carta en la que el IOR ad- mitía ser el propietario de
las ocho empresas «panameñas». No obstante, el arzobispo no se arredró lo más
mínimo. Mos- tró a los funcionarios una misiva, firmada por Caivi, en la que
éste solicitaba el documento de patrocinio, pero declara- ba que ello no
implicaba responsabilidad alguna para la Iglesia. Si aquello no bastaba,
Marcinkus les recordó a sus visitantes que no tenían jurisdicción alguna en el
Estado soberano del Vati- cano/
Tal vez fuera así, pero ello no quería
decir que el gobierno ita- liano fuera a quedarse de brazos cruzados. El
ministro de Ha- cienda Beniamino Andreatta declaró a la prensa que «el gobierno
está esperando una clara asunción de responsabilidades por parte del IOR». En
vista de que la institución no parecía dispuesta a asumir tal cosa, el 31 de
julio de 1982, mes y medio después de la muerte de Caivi, llegaron tres cartas
certificadas al Vaticano. Procedían de Milán y los destinatarios eran Paúl
Marcinkus y sus dos colaboradores más cercanos, Luigi Mennini y Pellegrino de
Strobel, que habían pasado a residir en el Vaticano para eludir, de esta
manera, cualquier posible acción de la justicia italiana.3 Se había
iniciado una investigación sobre la posible implicación de los interesados en
la quiebra del Banco Ambrosiano. Los jue- ces de Milán encargados del caso
habían decretado el embargo cautelar de los bienes que los tres sospechosos
poseían en territo-
rio italiano.4
2. Tosches, Nick, op. cit.
3. Wills, Garry, op. cit.
4. Doménech Matilló, Rossend, op. cit.
276
EL JUICIO FINAL
En la prensa el escándalo ya
estaba servido desde hacía tiem- po, tanto que el rotativo La Repubblica comenzó a publicar una tira cómica con el título «Las
aventuras de Paúl Marcinkus».
EXCLUIDO DEL SÉQUITO
En 1982 Marcinkus comenzó a ver declinar su estrella y
quedó excluido en los viajes del séquito papal. De hecho, durante el pri- mer
viaje de Juan Pablo II a España, en noviembre de ese mismo año, ya no se pudo
ver al antaño imprescindible arzobispo entre los acompañantes del pontífice.
Para unos, ello se debió a que la compañía de Marcinkus comenzaba a ser
percibida como emba- razosa por el propio papa, que no deseaba verse
públicamente relacionado con un encausado por los tribunales. Para otros fue el
episcopado español el que declaró a Marcinkus persona non grata. Finalmente, es
posible que fuera el mismo arzobispo quien se resistiese a abandonar la
seguridad de los muros vaticanos ante las amenazas telefónicas y escritas que
le llegaban casi a dia- rio por parte de la mafia.5
En un intento por calmar los
ánimos de las autoridades ita- lianas, el secretario de Estado Casaroli propuso
la creación de una comisión de investigación mixta con tres representantes del
gobierno italiano y tres del Vaticano. El 27 de diciembre de 1982 comenzaron
las sesiones, y como era de suponer los resul- tados no fueron concluyentes;
mientras tanto los representantes vaticanos daban por demostrada la no
implicación de la Santa Sede con las empresas «panameñas», ante lo cual la
mayoría de
los italianos no se mostró en absoluto de acuerdo.6
Pasquale
5. £/ País, 26 de febrero de 1987.
6. Bernsteign, Cari y Politi,
Marco, op. cit.
2-77
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
Chiomenti, presidente de la comisión por parte gubernamental,
concluyó que existía «más allá de toda posibilidad de duda, la prueba de que,
al menos desde algún tiempo a partir de 1974, entre Roberto Caivi y el IOR hubo
estrechas relaciones, todas ellas con el fin de cubrir posiciones y actividades
no muy orto- doxas de Roberto Caivi en el ámbito del Banco Ambrosiano y de las
sociedades u otras entidades directa o indirectamente con- troladas por éste».
Los acreedores se sintieron decepcionados
ante semejantes conclusiones y continuaron presionando para que la investiga-
ción judicial no cesara. Así, las pruebas que señalaban al IOR como propietario
de las sociedades «panameñas» fueron salien- do a la luz. En los archivos de la
Banca del Gottardo, por ejem- plo, apareció un documento firmado por altos
funcionarios del IOR, y fechado el 21 de noviembre de 1974, en el que se
solicita- ba de este banco la creación por cuenta del IOR de una compa- ñía
llamada United Tradíng Corporation, precisamente una de las empresas fantasma.7
Ya se sabía desde hacía algún tiempo que la Banca del Gottardo, en Suiza, era
una de las claves para incriminar al IOR en las irregularidades financieras de
Roberto Calvi:
Desde su detención en mayo de 1981,
Caivi había ejercido una presión enorme sobre el Vaticano, buscando ayuda tanto
para sus problemas legales como para los apuros financieros del Banco
Ambrosiano. Durante su estancia en la cárcel, Caivi comunicó a su familia que las
operaciones anómalas con acciones por las que estaba siendo juzgado habían sido
realizadas, en realidad, en re- presentación del IOR. Explicó que las pruebas
de la implicación del Banco Vaticano se hallaban en documentos depositados en
la
7. Yailop, David, op. cit.
278
EL JUICIO FINAL
Banca del Gottardo, documentos que ésta no podía dar a
conocer sin autorización del IOR de acuerdo a las leyes suizas sobre el se-
creto bancario.8
UN PAGO DE «BUENA VOLUNTAD»
Más tarde se descubrirían otras irregularidades que
implicaban, por ejemplo, a la United Trading Corporation (la empresa pre-
suntamente creada por el IOR) en la estafa de 69 millones de dó- lares al Banco
Andino.9
Los tres encausados se acogieron al beneficio
de inmunidad, previsto en el artículo 11 del Tratado de Letrán, que impide la
interferencia del Estado italiano en las «instituciones centrales de la Iglesia
católica» (algo que hay que recordar cada vez que se dice que el IOR no forma
parte de la estructura de la Iglesia). El 3 de octubre de 1983, el juez
instructor de la causa, Antonio Prizzi, rechazó que los inculpados tuvieran
derecho a este bene- ficio:
A los miembros del IOR se les han
enviado notificaciones judi- ciales referentes a indicios de delitos consumados
en territorio italia- no, con daños a subditos italianos y realizados con la
colaboración de ciudadanos italianos.10
Ante lo contundente de las pruebas que se
iban conociendo, el Vaticano se vio obligado a pactar con los acreedores el 25
de mayo de 1984. Este hecho se rubricó con la firma de un acuerdo
8.
Gurwin, Larry, op. cit.
9.
Coiby, Laura, «Vatican Bank Played a Central Role in Fall of Banco Ambrosia-
no», Wall Street Jomnal, 27 de abril
de 1987.
10.
López Sáez, Jesús, El día de la
cuenta, Meral Ediciones, Madrid, 2005.
279
en los locales de la Asociación Europea de Libre Intercambio
en Ginebra. Allí, ante sesenta funcionarios en representación de 109 bancos
acreedores, el IOR se comprometió a abonar 250 millones de dólares en tres
plazos, que gracias al descuento por la rápida ejecución del pago se quedaron
exactamente en 240.822.222 dó- lares y 23 centavos. Eso sí, se trataba de un
pago de «buena vo- luntad» y la Santa Sede seguía sin reconocer su implicación
en ningún hecho irregular.n
Sin embargo, que los acreedores estuvieran
contentos no que- ría decir que se detuviera el proceso penal. La batalla legal
se prolongó durante varios años, en los cuales los jueces italianos se
dedicaron a acumular pruebas en contra de Marcinkus. El 20 de febrero de 1987,
el juez Renato Bricchetti emitió una orden de busca y captura contra Marcinkus,
Mennini y De Strobel:
El apoyo del IOR, que ha sido un socio
insustituible del sistema operativo puesto en marcha por Calví, ha representado
una cons- tante inequívoca en la actividad realizada por el grupo directivo del
Banco Ambrosiano, hasta culminar en la expedición de las cartas de patrocinio,
lo que se ha revelado perjudicial para los intereses de di- cho banco.12
HAY QUE CREER A MARCINKUS
Lo realmente relevante del contenido de esta orden de
detención es que no se ponía en tela de juicio una o varias actuaciones con- cretas
del IOR, sino toda su relación con el Banco Ambrosiano
11. Martín, Malachi, Rich Church, Poor Church, op. cit.
12. Coin, Leonardo y Sisti, Leo, Marcinkus, el banquero de Dios,
Grijalbo, Barcelo- na, 1992.
EL JUICIO FINAL
durante años. El auto no dejaba duda respecto a la
titularidad de las empresas «panameñas»: «Esas sociedades habían sido pensa-
das y eran controladas por el IOR y por Roberto Caivi; después, se habían
puesto a disposición de éste para que llegaran a ellas, procedentes de otras
asociadas, sumas ingentes que figuraban como operaciones bancarias normales». A
pesar de ello, ni Mar- cinkus ni los otros dos directivos del banco fueron
nunca proce- sados.13 El 6 junio de 1988, el Tribunal Constitucional
italiano hacía pública una sentencia según la cual ningún tribunal de la
república italiana tenía potestad para procesar a los sacerdotes ejecutivos del
IOR, en virtud de la inmunidad garantizada por el Tratado de Letrán.
Marcinkus siguió negando su
responsabilidad, y declaró, sor- prendentemente, no conocer los documentos que
él mismo firma- ba. Pese a haber estudiado Derecho en Roma y ser durante diez
años presidente del IOR, no tuvo el menor reparo en reconocer que ni leía ni
comprendía los documentos del banco. Él no había hecho más que confiar en Caivi
y éste había abusado de su inge- nuidad.14
Si había una sola persona que creyera la
versión del arzobis- po, ése era Juan Pablo II, cuyos lazos personales con
Marcinkus, lejos de enfriarse, se habían estrechado en aquellos años, tantos
que, incluso, se planteó nombrarle cardenal. Sin embargo, el pro- yecto tuvo
que cancelarse debido a que sus asesores le avisaron de que semejante
nombramiento podría suponer un escándalo de consecuencias funestas para la ya
menoscabada imagen pública de la Iglesia. Aun así, no se descartó que Marcinkus
fuera nom- brado cardenal in péctore, cuya identidad es conocida sólo por el
papa. (Esta fórmula permite a los papas honrar a prelados cuyo
13. Wynn, Wilton, Keeper ofthe Keys, Random House, Nueva
York, 1988.
14. Tavakoli, Janet M., op. cit.
z8l
nombramiento podría plantear riesgos para ellos mismos, para
las relaciones del Vaticano con otro Estado o por simples razones de
conveniencia. De hecho, Juan Pablo II nombró 21 cardenales en el que sería su
último consistorio, en octubre de 2003, y anun- ció que guardaba «en su
corazón» la identidad de uno de ellos.)
Algunos personajes relevantes del panorama
vaticano, como los cardenales Benelli y Rossi, llegaron a solicitar que
Marcinkus fuera depuesto de sus cargos y expulsado del Vaticano. Pese a los
esfuerzos, los cardenales no pudieron vencer la barrera levantada por el propio
papa, que protegió a Marcinkus e hizo oídos sor- dos sobre cualquier comentario
desfavorable hacia su amigo.15 Cada vez que una crítica hacia
Marcinkus llegaba al papa, Juan Pablo II exigía que se le presentasen pruebas
irrefutables de la participación del arzobispo en los negocios fraudulentos que
se gestionaban desde el Banco Ambrosiano: «Hay que creer a Mar- cinkus cuando
dice que ha sido engañado por Caivi». Esta acti- tud se prolongó durante los
cuatro años en los que Marcinkus permaneció refugiado en la Santa Sede sin
poder pisar suelo ita- liano.
Finalmente, en 1991, y tras el
pronunciamiento del Tribunal Supremo italiano, Marcinkus partió a un dorado
exilio a Estados Unidos. En 1995 se conoció otro escándalo, esta vez referido
al tráfico ilegal de oro, que implicó al arzobispo por su aparente proximidad
con el principal encausado, un agente de la CÍA reti- rado llamado Roger
D'0nofrio, que fue detenido en Italia. Otra investigación, esta vez por parte
del Departamento de Estado nor- teamericano, le puso de nuevo en el punto de
mira a raíz de los millones de dólares del oro nazi desaparecidos de Alemania
tras la Segunda Guerra Mundial. Paúl Marcinkus tiene hoy 83 años. Vive en una
casa de siete habitaciones valorada en 180.000 euros
15. Manhattan,
Avro, Murder in the Vatican, op. cit.
2.8Z
EL JUICIO FINAL
que compró en 1997 cerca de los campos de golf de Sun City,
Ari- zona, donde, protegido por su pasaporte diplomático italiano, juega todos
los días al golf y disfruta de caros puros habanos.16 Hasta la fecha
sigue negando todos los cargos en su
contra:
He sido acusado de asesinar a un Papa y
de estar envuelto en el fraude del Banco Ambrosiano. Ambos cargos son
absolutamente in- fundados y falsos. Me repito a mí mismo continuamente: quizá
esta es la forma en que Dios tiene de asegurarse de que yo ponga mi pie en la
puerta del paraíso. Si lo pongo, no puede cerrarme la puerta.17
SOLIDARIDAD
Sin embargo, el alejamiento de Marcinkus de la Santa Sede no
significó el final del problema, sino su entrada en una nueva fase cuando se
descubrió que el dinero desaparecido del Banco Am- brosiano y del resto de
empresas afines había ido a parar, apar- te de a Caivi, a Propaganda Due y a
los escuadrones de la muerte iberoamericanos, al sindicato polaco Solidaridad,
tan apoyado por el papa Juan Pablo II. De hecho, más de cien millones de dó-
lares habían terminado en Polonia. No es de extrañar que los más suspicaces
empezaran a sospechar que el papa estaba al co- rriente del destino y la
procedencia de aquel dinero:
Los flujos de dinero llegaban a Varsovia
a través del IOR y, más concretamente, a través del Instituto Financiero, que
era el aliado laico por excelencia de la banca vaticana y de Marcinkus: es
decir, el
Banco
Ambrosiano, cuyo presidente era Roberto Caivi. En enero de
16. Skolnick, Sherman, «Skolnick
Report», 28 de enero de 2002. Newsletter de In- ternet.
17. «Paúl Marcinkus. Entre Dios y
las finanzas», La Nación, 5 de abril
de 2004.
1981, tales informaciones fueron confirmadas,
autorizadamente también por los franceses, cuyos servicios de inteligencia eran
muy diferentes de los italianos.'8
En 1982 Caivi habló de estas operaciones
con su «amigo» Flavio Carboni, sin saber que éste llevaba escondida una graba-
dora:
Marcinkus debe tener cuidado con
Casaroli, que es el jefe del grupo que se le opone. Si Casaroli se encontrase
con uno de esos fi- nancieros de Nueva York que trabajan para Marcinkus
enviando di- nero a Solidaridad, el Vaticano se hundiría. Tan sólo bastaría con
que Casaroli encontrara uno de esos papeles que yo conozco y adiós Marcinkus,
adiós Wojtyla, adiós Solidaridad... La última operación sería suficiente, la de
veinte millones de dólares. Hablé con Giulio Andreotti, pero no tengo muy claro
de qué lado está. Si las cosas en Italia siguen por un rumbo determinado, el
Vaticano tendrá que al- quilar un edificio en Washington, detrás del Pentágono.
Muy lejos de la basílica de San Pedro.19
La situación social en Polonia estaba
presidida por una crisis económica que solamente pudo ser paliada por el
endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Banca Inter-
nacional, la emergencia de un movimiento obrero —Solidari- dad— con una
amplísima organización y una dirección dividida entre católicos e izquierdistas
y, por último, la poderosa influen- cia del catolicismo en el país. El pueblo
polaco ha atravesado a lo largo de su historia varios períodos de disolución
nacional en los que la religión católica se convirtió en fundamento de su
18. Pazienza, Francesco, II disubbidiente, Longanesi & C.,
Milán, 1999.
19. Yailop, David, op. cit.
284
EL JUICIO FINAL
identidad. Los opresores, rusos o prusianos, tenían otra
religión. Paradójicamente, el autoritarismo del Estado comunista dio un enorme
empuje a la religiosidad. Mientras que en Occidente las iglesias se vaciaban
paulatinamente, en Polonia el cristianismo gozaba de buena salud y la opresión
política estimulaba un sín- drome del mártir cristiano.
A principios de los ochenta, la
conflictividad obrera tenía en jaque al régimen polaco. Los norteamericanos
estaban ansiosos por intervenir para erosionar a su rival geopolítico, pero
ello aca- rrearía graves tensiones diplomáticas. En este escenario, Juan Pa-
blo II fue la pieza clave tanto en lo ideológico como en lo econó- mico.
Y ¿QUÉ FUE DE SINDONA?
Mientras todo esto acontecía en Italia, Michele Sindona atra-
vesaba su particular travesía del desierto en Estados Unidos. Durante el verano
de 1979 fue «secuestrado», como ya se ha mencionado anteriormente. Sobre este
hecho sigue existiendo controversia entre los expertos a día de hoy. Unos
piensan que se trató de un secuestro orquestado y organizado por el propio Sin-
dona y sus socios de la familia Gambino para eludir la justicia, al menos
durante el tiempo necesario para poner al corriente sus asuntos legales y, de
paso, sustraer de sus cuentas un generoso «rescate». Otros, por el contrario,
opinan que varios miembros de la mafia y de Propaganda Due debían de estar muy
nerviosos ante el inminente paso del financiero por los tribunales, ya que
guardaba muchos de sus secretos y de su dinero, y decidieron re- servarse un
tiempo en su compañía para atar cabos, recuperar los fondos diseminados en
decenas de cuentas secretas y recor- darle a su socio lo conveniente para su
salud que podía ser no contar nada comprometedor.
285
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
En cualquiera de los dos supuestos hay que
reconocer que no se escatimó en la puesta en escena. El 2 de agosto de 1979,
Sin- dona desapareció de su domicilio. Su secretaria recibió poco des- pués una
llamada telefónica anónima: «Hemos secuestrado a Mi- chele Sindona. Recibirán
más información». A la familia se le envió una carta: «Tenemos preso a Michele
Sindona. Deberá res- ponder ante la justicia proletaria». El mensaje estaba
escrito en italiano y firmado por el Comité Proletario para la Implantación de
una Justicia Mejor. El 16 de octubre, 76 días después del se- cuestro, Sindona
fue liberado en Nueva York junto a una cabina telefónica, en la esquina de la
42 con la Décima Avenida de Manhattan. Presentaba una herida de bala en la
pierna que había sido cuidadosamente limpiada y vendada.
Tras este extraño incidente, se celebró el
juicio. El 27 de mar- zo de 1980, Sindona fue encontrado culpable de 68 cargos
de apropiación indebida, fraude y perjurio en relación con la quie- bra del
Frankiin National Bank. Fue multado con 207.000 dóla- res y sentenciado a
cumplir 25 años en la penitenciaría de Otisvi- lle, en Nueva York. El 1 de
septiembre de 1981, escribió una larga carta al presidente de Estados Unidos
Ronaid Reagan en la que le solicitaba el indulto. La misiva fue entregada en
mano por David Kennedy, secretario del Tesoro durante la administración de
Richard Nixon. Sin embargo, esta petición de ayuda quedó simplemente en eso, en
una petición. Tres meses después recibió una contestación bastante fría en la
que se le indicaba que su so- licitud seguiría los trámites establecidos.
Decepcionado, Sindona decidió recurrir a su antiguo amigo Richard Nixon, a
quien tam- bién mandó una carta de cuatro páginas pidiéndole ayuda. Tam- poco
en esta ocasión obtuvo respuesta.
El silencio de sus amigos americanos no
era lo peor que le es- peraba a Michele Sindona. La justicia italiana seguía
con su in- vestigación y el hecho de tener al financiero encarcelado en Esta-
dos Unidos facilitaba su eventual extradición. El 7 de julio de
286
EL JUICIO FINAL
1981, el pueblo de Italia acusó a Sindona de haber ordenado
el asesinato de Giorgio Ambrosoli y el 25 de enero de 1982 fue en- causado en
Palermo junto a otros 75 miembros de las familias Gambino, Inzerillo y Spatola
en una macrocausa por narcotráfi- co. Finalmente se le extraditó a Milán y se
le condenó a cadena perpetua en la prisión de máxima seguridad de Voghera.
A las 8.30 del 20 de marzo de 1986,
Michele Sindona se dis- ponía a tomar el desayuno en su celda. Como todos los
días, el plato y la taza de café estaban sellados. Poco después se pudo es-
cuchar un grito de angustia: «¡Me han envenenado!». Cuando los guardias
accedieron a la celda, encontraron al banquero ten- dido en el suelo y cubierto
de vómito. Cuarenta y ocho horas después fallecía en el hospital, donde había
ingresado en estado de coma. La causa de la muerte fue una dosis letal de
cianuro mezclada con café. Cómo pudo suceder esto en una prisión de máxima
seguridad sigue siendo un misterio.
PROBLEMAS DE CORAZÓN
Mucho más inteligente demostró ser Licio Gelli, el personaje
que salió mejor parado de esta siniestra historia. Tras el descubri- miento por
parte de las autoridades de la trama que orquestaba Propaganda Due, Gelli fue
acusado de espionaje, conspiración, asociación criminal y fraude. Sin embargo,
consiguió eludir los cargos huyendo a Argentina. El 13 de septiembre de 1982,
Gelli se arriesgó a volver a Europa para retirar cincuenta millones de dólares
de una cuenta en Suiza. Las autoridades de aquel país no tardaron en detenerle,
pero gracias a un soborno volvió a esca- par antes de poder ser extraditado a
Italia. En 1987 el banquero comenzó a negociar con el gobierno italiano las
condiciones de su retorno, alegando graves problemas de corazón. Tras asegu-
rarse de que sólo sería juzgado por delitos económicos, Gelli se
287
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
entregó. Tras dos meses en prisión fue puesto en libertad
bajo fianza debido a su salud y, una vez condenado, se le confinó a un arresto
domiciliario en su lujosa villa de Toscana.
En 1998 huyó de nuevo, pero fue detenido
dos meses después en Cannes. Fue encerrado en la cárcel de Regina Coeli. Sin
em- bargo, volvieron a aparecer en el momento oportuno sus proble- mas
cardíacos y se le permitió regresar a Toscana. En definitiva, por todos los
delitos que hemos relatado (terrorismo, espionaje, conspiración, posiblemente
asesinato y todos los fraudes econó- micos imaginables), Licio Gelli pasó un
total de dos meses en presidio.
2.88
17
EL GOLPE
LOS NUEVOS
ESCÁNDALOS
FINANCIEROS DEL VATICANO
Tras la conmoción que supuso el atentado contra Juan Pablo II en la
plaza de San Pedro y las intrigas de espionaje que le si-
guieron, el mundo de las finanzas vaticanas
se volvió a tamba- lear no ya ante los manejos de una compleja red de mafíosos
internacionales, sino ante los de un timador de altos vuelos que
supo aprovecharse como nadie de la codicia de ciertos miem- bros de la Iglesia.
En 1982 el papa Juan Pablo II estableció una alianza
estratratégi- ca con el presidente estadounidense Ronaid Reagan que tenía al
sindicato Solidaridad como máximo exponente para minar el bloque
soviético. El gobierno de Estados Unidos informaba a la Santa Sede
de toda suerte de asuntos de interés global a cambio de contar con
su apoyo en las cuestiones en que fuera necesario. Mientras Estados
Unidos, por ejemplo, bloqueaba millones de dólares de ayuda a países que
contaban con pro- gramas de planificación familiar, el papa, «mediante un
signifi-- cativo silencio», apoyaba algunas de sus políticas militares, m-
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
cluida la de proveer a la OTAN con una nueva generación de
misiles crucero.1
Todas las semanas, el jefe de la estación
de la CÍA en Roma llevaba personalmente al papa un extenso informe secreto
elabo- rado por la CÍA. Ningún otro líder mundial, a excepción del pre- sidente
estadounidense, tenía acceso a la información que el papa recibía, lo que
explica que la primera parte del pontificado de Juan Pablo II tuviera un
marcado carácter político que a punto estuvo de costarle la vida en la plaza de
San Pedro el 13 de mayo de 1981, cuando fue abatido por las balas de Mehmet Ali
Agca, antiguo miembro de un grupo terrorista llamado Lobos Grises. Sin embargo,
el papa sabía muy bien que el ejecutor del atentado era sólo un peón en manos
de una fuerza mucho más poderosa que quería verle muerto. El arzobispo Luigi
Poggi, «el espía del Papa», fue el encargado de averiguar quién había ordenado
el asesinato.
Durante meses, el arzobispo mantuvo
contactos con diversos servicios de inteligencia hasta que en noviembre de
1983, el Mossad, el servicio secreto israelí, le proporcionó la información que
buscaba. La CÍA pensaba, tal vez porque era la versión que mejor se acomodaba a
sus intereses estratégicos, que Agca había sido el ejecutor de un complot
inspirado por el KGB y materiali- zado por los servicios de espionaje búlgaros.
Los estadounidenses argumentaban que Moscú temía que el pontífice encendiera la
mecha del nacionalismo polaco. Pero la CÍA se equivocaba. Lo que descubrieron
los agentes del Mossad fue que el complot ha- bía sido urdido en Irán con la
aprobación del ayatolá Jomeini, como primer movimiento para librar una guerra
santa contra
Occidente y sus valores decadentes.2
1. Bernstein, Cari, «The Holy
Alliance», Time, 24 de febrero de
1992.
2. Thomas, Gordon, Mossad. La historia secreta, Javier
Vergara, Barcelona, 2000.
2.90
EL GOLPE. LOS NUEVOS
ESCÁNDALOS FINANCIEROS DEL VATICANO
Un mes después, el 23 de diciembre de
1983, el papa fue a ver a Agca a la prisión de Rebibbia. El encuentro fue
concerta- do como un «acto de perdón», pero, en realidad, lo que Juan Pablo II
quería saber era si lo dicho por el Mossad se corres- pondía con la verdad. Los
periodistas permanecieron en el co- rredor, y con ellos los numerosos guardias
preparados para en- trar en la celda en caso de que Agca hiciera algún
movimiento sospechoso. El diálogo duró veintiún minutos, tras los cuales el
papa se puso en pie y le extendió una caja en la que había un rosario de nácar
y plata. Agca había confirmado lo que el arzobispo Luigi Poggi averiguó por el
Mossad. Este hecho cambiaría para siempre la actitud de Juan Pablo II hacia el
is- lam e Israel.
EL ESCÁNDALO FRANKEL
Por otro lado, la desaparición del escenario de los
principales im- plicados en el escándalo del Banco Ambrosiano no supuso que el
resto del pontificado de Juan Pablo II estuviera libre de la som- bra de los
escándalos financieros.
El hombre que volvió a aprovecharse de la
Iglesia para bene- ficiarse a su costa se llamaba Martín Frankel, una especie
de Roberto Caivi que se las arregló para organizar una de las ma- yores estafas
que ha visto Estados Unidos en su época más re- ciente.3
Frankel llevaba camino de convertirse en
un artista del fraude y tenía la pretensión de crear un imperio financiero con
la ayuda
3. Behar, Richard, «Washing
Money In The Holy See: What do Martín Frankel, se- veral sénior Vatican
figures, and a bigwig Reaganite lawyer have in common? It may take years for
all the details to surface, but one thing is certain: It doesn't look deán», Fortune, 16 de agosto de 1999.
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
del IOR. Para ello adoptó el nombre supuesto de David Rosse y
contrató al prestigioso abogado Tom Bolán. El 8 de agosto de 1998, y gracias a
las gestiones de su amigo, el sacerdote neoyor- quino Peter Jacobs, Bolán
llegaba al Vaticano para reunirse con Emilio Colagiovanni, que iba a desempeñar
un papel protagonis- ta en la historia.
Colagiovanni dirigía la fundación Monitor
Ecciesiasticus, que publicaba una revista de derecho canónico. Aunque se en-
contraba jubilado, en su día fue juez de la Rota Romana, el tribunal de
apelaciones vaticano, célebre en el mundo de la prensa rosa por ser el lugar en
el que se dirimen las nulidades matrimoniales. En aquellos días, utilizando un
viejo ordena- dor, un bote de cola y unas tijeras, componía su revista de de-
recho en la pequeña casa de campo en que vivía y trabajaba. Monitor
Ecciesiasticus no formaba parte del Vaticano, pero había sido bendecida por un
papa anterior y, lo más importan- te desde el punto de vista de Frankel, tenía
una cuenta corrien- te en el IOR.4
Bolán contó a los allí reunidos que
representaba a un rico fi- lántropo de origen judío llamado David Rosse, que
tenía el deseo de donar para causas pías cincuenta millones de dólares a través
de una fundación formada en el Vaticano a tal efecto o de una ya existente y
con sólidos lazos con la Santa Sede. (Frankel había -ornado el nombre de David
Rosse de uno de sus guardaespaldas, le cuya biografía [lugar de nacimiento,
estudios, servicio militar, ;tc.] se había apropiado, de ral manera que si
alguien investigaba e encontraría con que todos los datos encajaban, incluido
su do-
nicilio actual.)
4. Joan Pollock, Ellen, The Pretender: How Martín Frankel Fooled the Pinancial 7orld and Led
the Feds on One of the Most Publicized Manhunts in History, Wall
:reetJournal Books, Nueva York, 2002.
EL GOLPE. LOS NUEVOS ESCÁNDALOS
FINANCIEROS DEL VATICANO
La posibilidad de que el Vaticano
recibiera tal cantidad de di- nero era, ciertamente, muy atractiva, y entre
todos los presentes el que se creyó el embuste con más fuerza fue monseñor
Colagio- vanni. Ante la propuesta respondió con una entusiástica recita- ción
de las cualidades que le convertían en el hombre más indica- do para realizar
aquella tarea: tenía múltiples contactos entre los altos dignatarios del
Vaticano, como el secretario de Estado, y sabía lo que había que hacer para que
el sueño de tan generoso donante se hiciera realidad.
PATENTE DE CORSO
El 22 de agosto Bolán, en una reunión en el Hotel Hassier de
Roma, presentaba una propuesta oficial de seis páginas. Rosse (es decir,
Frankel) establecería una fundación en Licchtenstein que estaría regida por
unos «estatutos secretos». Por medio de un banco suizo, Rosse enviaría a la
fundación 55 millones de dó- lares, de los cuales cincuenta serían enviados a
Estados Unidos para uso exclusivo del propio Rosse y los cinco millones restan-
tes se transferirían a una cuenta controlada por el Vaticano. A nadie le
pareció mal. Es más, los sacerdotes involucrados en la operación se apresuraron
a pensar en el destino que darían a esos primeros cinco millones de dólares.
Monseñor Colagiovanni es- peraba que su fundación se beneficiara de aquel
dinero y el padre Jacobs deseaba que una parte fuera destinada a una obra de
cari- dad con la que se sentía especialmente implicado, la Ciudad de los
Muchachos de Italia. Tras algunas discusiones el dinero se re- partió de la
siguiente forma: 3,5 millones para Monitor Eccie- siasticus, 1,1 para las obras
de caridad del padre Jacobs y 400.000 dólares para Bolán como comisión.
En medio de todas aquellas discusiones sobre el destino del
di- nero a nadie pareció extrañarle que Rosse se reservase el control
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
de cincuenta millones de dólares, lo que, sin duda,
constituía una situación cuando menos inusual. Además, aquella generosa do-
nación tenía un añadido. En una carta dirigida a Bolán Rosse po- nía una
condición:
Nuestro acuerdo incluirá el compromiso
del Vaticano de ayudar- me en mi deseo de adquirir compañías de seguros,
permitiendo a funcionarios del Vaticano certificar a las autoridades, si fuera
nece- sario, que la fuente de financiación de la fundación es el propio Va-
ticano.5
Más tarde, Bolán declararía no haber leído
nunca esta carta e incluso dudaba de haberla recibido. Y es que con esta
cláusula, Frankel ofrecía a los sacerdotes el mismo trato que Michele Sin- dona
y Roberto Caivi establecieron en su día con el arzobispo Paúl Marcinkus:
blanqueado de dinero a cambio de una genero- sa comisión o, lo que es lo mismo,
una patente de corso del Vati- cano para que Frankel pudiera estafar sin
problemas las compa- ñías de seguros que se habían convertido en su objetivo.
A pesar de que los términos del acuerdo se
volvieron cada vez más oscuros y farragosos todo siguió adelante. El padre
Jacobs hizo las veces de cicerone para Bolán en Roma. Le llevó a su Ciu- dad de
los Muchachos, le mostró la entrada secreta de la basílica de San Pedro
—reservada exclusivamente a los cardenales—, y, lo más importante, le concertó
una entrevista con el obispo Fran- cesco Salerno, secretario de la prefectura
de asuntos económicos de la Santa Sede, y monseñor Gianfranco Piovano, de la
secreta- ría de Estado.6
5. Behar, Richard, op. cit.
6. Johnson, J. A., Thief: The Bizarro Story of fugitive
financier Martín Frankel, Lebhar-Friedman Books, Nueva York, 2000.
2.94
EL GOLPE. LOS NUEVOS
ESCÁNDALOS FINANCIEROS DEL VATICANO
INOCENTES PERO NO TANTO
Con plena seguridad se puede asegurar que los sacerdotes
igno- raban que el generoso benefactor que les estaba ofreciendo aquel negocio
era un impostor, pero no podían ser tan inocentes como para no darse cuenta de
que aquel trato no era del todo lo ético ni legal que debería. Con su 90 por
100 Frankel pretendía adqui- rir diversas compañías de seguros estadounidenses
a través de la fundación respaldada por el Vaticano, que podría embolsarse más
de cien millones de dólares con tan sólo dar su visto bueno. La increíble
habilidad de Frankel para el fraude informático ha- ría el resto.
No obstante, la amarga experiencia
padecida con personajes como Sindona y Caivi había vuelto recelosos a los
sacerdotes. Antes de que el acuerdo fuera firmado, Frankel se vio obligado a
presentar ante el IOR documentación acreditativa de que poseía realmente el
dinero necesario para realizar tan ambiciosa opera- ción económica. Frankel
respondió dándoles el número privado del banquero suizo Jean-Marie Wery,
director del Banque SCS Alliance. Cuando éste fue preguntado por los
funcionarios del IOR, aseguró que David Rosse (Frankel) era un hombre extraor-
dinariamente rico con capacidad más que sobrada para empren- der un negocio de
mil millones de dólares.
El 1 de septiembre de 1998, monseñor
Colagiovanni, monse- ñor Piovano y el obispo Salerno comunicaron a Bolán que el
San- to Padre daba su aprobación a la creación de una nueva funda- ción de la
Iglesia que tuviera a Rosse como presidente. Se le permitía, además, que
abriera su propia cuenta en el Banco Vati- cano, un privilegio al alcance de
muy pocos seglares, todos ellos personas de la máxima confianza de la Iglesia.
Sin embargo, aún quedaban varios cabos por atar. En el supuesto de que la
opera- ción saliese mal, el Vaticano podría verse involucrado como cóm- plice
en una conspiración, y tal vez en una estafa, así que habría
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
que hacer las cosas de otra manera. Rosse crearía una
organiza- ción que, oficialmente, no estaría vinculada al Vaticano: la Funda-
ción San Francisco de Asís para Servir y Ayudar a los Pobres y Aliviar el
Sufrimiento.7
Frankel decía ser admirador de san
Francisco de Asís, el hom- bre que renunció a sus riquezas para predicar la
necesidad de una vida de pobreza y humildad basada en los Evangelios, lo cual
no deja de ser paradójico viendo el estilo de vida del nuevo benefactor de la
Iglesia. Cuando sus estafas fueron descubiertas, Frankel vivía en dos mansiones
que habían costado 5,6 millones de dólares y que se pagaron al contado. Allí
disfrutaba de chefs que le atendían las veinticuatro horas, disponía de bellas
prosti- tutas que poblaban su piscina y de una flota de veinte automóvi- les de
lujo. Todos sus empleados eran de sexo femenino. Contro- laba todos sus
negocios a través de ochenta ordenadores y se mantenía informado por medio de
un panel de televisores sinto- nizados en diversos canales económicos de todo
el mundo. Fran- kel dirigía su imperio desde aquella mansión, siempre en batín
y zapatillas. En el momento de su detención llevaba encima diez millones de
dólares en joyas.
En cuanto a la vida sexual del financiero
mecenas también ha- bía más que fundadas sospechas. En 1997 la policía
investigó la muerte de una de las integrantes del harén de Frankel, Francés
Burge, de veintidós años, que apareció ahorcada en una depen- dencia de la
mansión con una fusta y pornografía de temática sa- domasoquista a su
alrededor. El caso fue archivado como suici- dio, a pesar de que Frankel era
cliente habitual de The Vault, el club sadomasoquista más importante de Nueva
York. Frankel no pareció lamentar mucho la muerte de Francés, a la que había
7. Morris, Mark, «Missouri Regulators Sue
Vatican», Kansas City Star, 11 de
mayo de 2002.
EL GOLPE. LOS NUEVOS
ESCÁNDALOS FINANCIEROS DEL VATICANO
contratado mediante un anuncio en una revista: «Francés no
te- nía el aspecto que yo esperaba —declaró a la policía—. Tenía so- brepeso,
aunque era una buena persona. Aquella tarde se quitó la ropa y quiso tener
sexo, pero a mí no me apetecía».
LA TAPADERA
La no vinculación directa entre el Vaticano y la fundación
del falso Rosse era una medida de protección por si algo fallaba; en realidad,
y tal como se establece en el texto de la demanda inter- puesta en el Estado de
Misuri contra el Vaticano:
[Colagiovanni] utilizó su posición como
miembro de la Curia para convencer a funcionarios del gobierno estatal y a
compañías de seguros en Estados Unidos de que la fundación San Francisco de
Asís estaba relacionada con el Vaticano a través de Monitor Eccie- siasticus, y
de que la fundación era una iniciativa financiada por el Vaticano.8
La unión con Monitor Ecciesiasticus era el
elemento que daba a la trama la cobertura vaticana que precisaba la fundación
San Francisco de Asís. En los documentos de presentación de la orga- nización
se decía:
La fundación San Francisco de Asís fue
creada en el Vaticano por la fundación Monitor Ecciesiasticus para contribuir
al cumplimiento de las ideas de san Francisco de Asís a través de la ayuda a
obras de caridad de todo el mundo.9
8. Ibid.
9. Joan Pollock, Ellen, op. cit.
297
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
En este texto se cometía una grave
inexactitud, ya que donde realmente creó Frankel su fundación fue en las Islas
Vírgenes bri- tánicas, un lugar muy poco apropiado para una fundación pía. En
una misiva dirigida a Rosse, monseñor Colagiovanni le asegu- raba que todas las
donaciones que recibiera Monitor Ecciesiasti- cus estarían protegidas por el
estricto secreto bancario que carac- terizaba al IOR: «Tan sólo el Papa puede
revelar los detalles de cualquier depósito o donación».
La fundación no era más que humo, pero
Monitor Ecciesias- ticus no. La revista de derecho canónico que recibían
cardena- les y obispos de todo el mundo constituía para Frankel una in-
mejorable conexión con el Vaticano de cara a presentársela a sus futuras
víctimas. Con esta cobertura, Frankel no dudó en comenzar las negociaciones
para adquirir compañías de seguros en Estados Unidos. En una de aquellas
operaciones, la de la empresa de Colorado Capitel Lite, el abogado Kay Tatum
pre- guntó de dónde obtendría la fundación el dinero para realizar la
transacción. La respuesta fue que la Santa Sede había dona- do 51 millones de
dólares a través de Monitor Ecciesiasticus, hecho corroborado por monseñor
Colagiovanni cuando el abo- gado le telefoneó al Vaticano. Por si aún albergaba
alguna duda, Tatum recibió en su despacho la siguiente carta firmada por
Colagiovanni:
Le certifico y confirmo a usted que ME
[Monitor Ecciesiasticus] es el garante de fondos para la fundación San
Francisco de Asís para Servir y Ayudar a los Pobres y Aliviar el Sufrimiento,
una compañía de las Islas Vírgenes británicas... [...] ME ha contribuido
aproxima- damente con 1.000.000.000 $ (mil millones de dólares) a la funda-
ción San Francisco de Asís desde su creación el 10 de agosto de 1998. Estos
fondos fueron recibidos por ME desde varios tribunales católicos romanos e
instituciones de caridad y culturales católicas romanas para las obras de
caridad de ME. Estos fondos, a su vez,
298
EL GOLPE. LOS NUEVOS ESCÁNDALOS FINANCIEROS DEL VATICANO
han sido donados por ME para su uso por la fundación San
Fran- cisco de Asís.10
NI UNA SOLA VERDAD
Este farragoso texto no contenía ni una sola verdad. Los mil
mi- llones de dólares que se mencionan ni existían ni habían existido.
Otra de las empresas en las que Frankel
había centrado su atención era la Metropolitan Mortgage & Securities de
Spokane, Washington. Su presidente, C. Paúl Sandifur, escribió una carta al
Vaticano preguntando por ambas fundaciones:
La fundación [San Francisco de Asís]
afirma ser agente de la San- ta Sede y desea embarcarse en una transacción
comercial de 120 mi- llones de dólares. La fundación también afirma haber sido
creada por Monitor Ecciesiasticus... a la que representa como fundación
vaticana.
Apenas dos semanas después, el arzobispo
Giovanni Battista Re, uno de los
personajes más importantes de la curia, respondió a la carta con otra en la que
no mencionaba ni una sola vez a Monitor Ecciesiasticus, aunque sí dedicaba una
línea a la funda- ción San Francisco de Asís: «Esa fundación no ha sido
aprobada por la Santa Sede ni existe en el Vaticano». Nada más recibir la carta,
Sandifur telefoneó a Frankel para pedirle explicaciones.
El financiero parecía relajado. No había
por qué preocuparse. Evidentemente, el Vaticano no iba a admitir nada por
escrito con- cerniente a la fundación San Francisco de Asís. La Santa Sede no
tenía el menor interés en revelar sus finanzas ni la extensión de su
10. Ibid.
299
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
patrimonio. Si realmente los ejecutivos de la compañía
querían comprobar las credenciales de la fundación, lo mejor que podían ha- cer
era desplazarse a Roma y reunirse con las personas adecua- das. Así lo
hicieron, y varios representantes de las compañías que iban a ser adquiridas
viajaron a Roma, donde monseñor Colagio- vanni les dio toda suerte de
explicaciones sobre la fundación. Co- lagiovanni, no contento con implicar a la
Iglesia y al papa en el fraude, llegó a asegurar que Monitor Ecciesiasticus era
«un canal e instrumento en el cumplimiento de la voluntad y deseos del Su-
premo Administrador». La fe de Frankel, en cambio, estaba depo- sitada en la
astrología, de hecho, llegó a encargar una carta astral que intentara contestar
a la pregunta «¿iré a la cárcel?».11
Ni los ejecutivos de las aseguradoras ni
Frankel eran los úni- cos que se estaban poniendo nerviosos. Colagiovanni
también es- taba intranquilo. Había mentido de palabra y por escrito y, sin
embargo, todavía no había visto un centavo de los cinco millones de dólares
prometidos. Decidió escribir al abogado Bolán para pedir su mediación y que
ejerciera su «persuasiva amabilidad en el trato con Mr. D [David Rosse]. Debo
solicitar que al menos esta cantidad [los cinco millones de dólares] sea
transferida por su parte para que podamos continuar implementando el progra- ma
de ME».
Para evitar que otra posible víctima fuera
alarmada por fun- cionarios del Vaticano, y así tranquilizar a Colagiovanni,
Bolán fue enviado por Frankel de nuevo a Roma para reunirse con el arzobispo
Agostino Cacciavillan, presidente de la administración del patrimonio de la
Santa Sede.
A través de este engaño, Frankel fue capaz
de adquirir siete compañías aseguradoras estadounidenses. Rápidamente comenzó
11. Scarponi, Diane, «Former Financier Pleads
Guilty», Associated Press, 15 de mayo
de 2002.
300
EL GOLPE. LOS NUEVOS
ESCÁNDALOS FINANCIEROS DEL VATICANO
a utilizar la estrategia de Sindona y las despojó de sus
fondos, transfiriendo importantes cantidades a empresas fantasma ubica- das en
diferentes paraísos fiscales.12 Finalmente todo fue descu- bierto.
Cuando las autoridades económicas estadounidenses pre- guntaron a la Santa Sede
sobre el asunto, la curia declaró que ninguna de las dos fundaciones implicadas
tenía relación con el Vaticano. Frankel volvió a consultar a su astrólogo y
éste le dijo que las cosas se estaban poniendo realmente feas, ante lo cual
reunió todo el dinero que pudo y huyó a Europa en compañía de dos de sus
novias.
En octubre de 1999, las autoridades
estimaron que Frankel había robado unos doscientos millones de dólares de las
compa- ñías estafadas. En diciembre de ese mismo año fue detenido en Alemania,
donde se declaró culpable de contrabando de joyas por valor de varios millones
de dólares a fin de evitar, o al menos retrasar, su extradición a Estados
Unidos. Tras un intento de fuga, fue devuelto a su país y juzgado por diversos
cargos. En 2001, el Vaticano fue demandado como cómplice por las comi- siones
de seguros de varios Estados, solicitándosele doscientos millones de dólares en
concepto de reparación.
12. Varios autores, The Crime Library, Dark Horse, Nueva York, 2002.
301
18
LA MALA
EDUCACIÓN
LOS
ESCÁNDALOS SEXUALES
DEL CLERO
Por si los graves
problemas económicos no hubieran sido sufi- ciente, la última etapa del
pontificado de Juan Pablo II se vio sal- picada por multitud de escándalos
sexuales protagonizados por sacerdotes. Tan grave llegó a ser la situación que
el volumen de
las Acta apostolícele seáis
(Actas de la sede apostólica), el boletín
oficial del Vaticano, correspondiente a
2001, recogía una serie de directrices redactadas por el papa y por la
Congregación para la Doctrina de la Fe para intentar atajar este serio asunto.
Una carta del hoy papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger,
enton- ces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, insta- ba a
las diócesis a informar al Vaticano de cualquier caso de esta naturaleza y a
someterlo al juicio de un tribunal eclesiástico se- creto a la mayor brevedad
posible.
Con esta carta, esperamos no sólo que estos graves
delitos sean evitados, sino sobre todo que la santidad del clero y de los
fieles se
313
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
vea protegida por las necesarias sanciones y por el
cuidado pastoral ofrecido por los obispos u otros responsables.1
La circular de Ratzinger no mencionaba
nada respecto a la nece- sidad de denunciar ante las autoridades civiles los
casos de pederas- tía que se descubriesen. Más bien al contrario, hacía
especial hinca- pié en que el contenido de la carta fuera tratado con la máxima
reserva posible y no saliera del estricto marco de la Iglesia católica.
Uno de los casos que tanto preocupaban a
Ratzinger ocurrió en España en febrero de 2002, cuando Ignacio Lajas Obregón,
párro- co de Casar de las Hurdes, Cáceres, fue detenido por un presunto delito
de pornografía infantil cometido a través de Internet. El sa- cerdote, de
veintinueve años, fue uno de los nueve arrestados por pertenecer a una red
internacional de intercambio de imágenes:
Es un hombre correcto
—señalaba un vecino de Casares entrevis- tado por el diario El Mundo—, pero tiene un enorme vicio
con el ordenador. Su madre se ha quejado en muchas ocasiones porque es- taba
hasta bien entrada la madrugada con el ordenador encendido.2
El obispado de Coria-Cáceres emitió un
comunicado en el que se destacaba la conducta ejemplar del detenido, así como
su arre- pentimiento.
También en España, y en ese mismo año, se
hizo público el caso de un ex juez del Tribunal Eclesiástico de Madrid, al que
sólo se conoce por sus iniciales, J. M. P., que fue denunciado por abusos
sexuales continuados sobre una niña de cuatro años.3 Se-
1.
Galán, Lola, «El Vaticano impone juicios secretos para casos de
pederastía en el clero». El País, 9
de enero de 2002.
2.
Zama, Marife, «Detenido un cura por pertenecer a una red de pornografía
infan- til», El Mundo, 14 de febrero
de 2002.
3.
Tristán, Rosa M-, «Denuncian a un ex juez eclesiástico por abusos
sexuales a una niña», El Mundo, 8 de
marzo de 2002.
304
LA MALA EDUCACIÓN. LOS ESCÁNDALOS SEXUALES DEL CLERO
gún la denuncia, todo comenzó cuando la madre de la víctima
al- quiló una habitación a J. M. P., el juez que le tramitó su separa- ción
matrimonial. La niña comenzó a tener un comportamiento anormal, pero nadie
sospechó nada raro hasta que en 1996, ya con diecinueve años, confesó que había
sufrido abusos sexuales por parte de J. M. P. La madre informó al cardenal
Rouco Váre- la, arzobispo de Madrid, para que suspendiera al sacerdote, y en
1997 puso una denuncia.
El juez ordenó someter a la joven a un
tratamiento de hipno- sis regresiva, el primero que se realizaba en España por
orden ju- dicial. La madre sufrió un gran impacto al presenciar la prueba:
«La sesión grabada es espeluznante. Mi hija vuelve a la
infancia y relata agresiones terribles. Algunas tenían lugar en casa, otras en
la sede del Tribunal Eclesiástico».
En España, los estudios académicos sobre
abuso de menores y la implicación del clero en estas prácticas arrojan unas
cifras es- calofriantes. En 1994, fecha de la realización del estudio, se llegó
a la conclusión de que un 19 por 100 de la población española había sido
víctima de abusos sexuales siendo menor. De ellos, el 8,96 por 100 de los
hombres y el 0,99 de las mujeres lo fueron a manos de un religioso católico.
Dicho de otra forma, el 4,17 por 100 de los abusos sexuales a menores han sido
cometidos por un miembro del clero.4
DIABLOS CON SOTANA
El problema de los sacerdotes pedófilos no es nuevo. Sin
embar- go, siempre había sido algo de lo que se hablaba en voz baja,
4. López Sánchez, Félix, Abusos sexuales a menores. Lo que recuerdan
de mayores, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 1996.
3°5
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO
nunca se sabía si pertenecía al ámbito de las leyendas
urbanas o si era real y, como mucho, terminaba siendo tema de algún chis- te de
mal gusto. En 1985 las dudas sobre la realidad y gravedad del asunto comenzaron
a despejarse cuando el padre Gilbert Gauthe, de Lafayette, Louisiana, confesó
haber abusado sexual- mente de decenas de muchachos.5 Gauthe acabó
en la cárcel cumpliendo una condena de veinte años. El asunto sirvió para dar
publicidad, y sólo en Louisiana aparecieron decenas de víc- timas que
denunciaron abusos sexuales. En la mayoría de los casos, la Iglesia pagó con
dinero el silencio de los afectados, pero no fue suficiente para detener la
marea negra que se le vino encima.
La situación se volvió alarmante. Thomas
Doyie, un experto en derecho canónico del Vaticano destacado en Washington, en-
vió un informe secreto a la Santa Sede en el que estimaba que, de no ponerse
remedio, la Iglesia podría enfrentarse a un escenario en el que tendría que
pagar más de mil millones de dólares en in- demnizaciones durante los próximos
diez años.
En 1989 el obispo de Hawai, Joseph
Ferrarlo, tuvo el dudoso honor de convertirse en el primer jerarca de la
Iglesia en ser acu- sado de abusos sexuales. Sus abogados consiguieron que no
se sentara en el banquillo, no por falta de pruebas, sino debido a un defecto
de forma. Un año más tarde, el escándalo fue aún mayor al conocerse que el
acusado era el responsable de un centro de acogida de menores. Otro caso
notorio fue el del padre Bruce Ritter, responsable de la Covenant House, un
orfelinato especia- lizado en jóvenes con problemas. Lo que nadie podía
sospechar es que en muchas ocasiones el problema era, precisamente, el pa- dre
Ritter. Varios de los antiguos inquilinos de la institución le
5.
Berry, Jason, Lead Us Not into
Temptation: Catholic Priests and the Sexual Abu- se of Children, University
of Illinois Press, Chicago, 2000.
306
LA MALA EDUCACIÓN. LOS ESCÁNDALOS SEXUALES DEL CLERO
acusaron de abusos sexuales, tras lo cual fue enviado
rápidamen- te a la India.
En Bostón la situación era mucho peor. En
febrero de 2002 empezaron a salir a la luz los detalles escabrosos de cuarenta años
de abusos sexuales en algunas de las iglesias católicas más conocidas de la
ciudad. El cardenal Bernard Law se en- frentó a una crisis de primer orden no
sólo por lo bochornoso y repugnante del hecho en sí, sino porque centenares de
vícti- mas comenzaron a pedir compensaciones económicas por los asaltos
sexuales de los curas. El cardenal intentó defenderse recurriendo al argumento
de que los sacerdotes culpables eran «enfermos», y, por tanto, no eran
responsables de sus actos. A la justicia estadounidense, sin embargo, le
parecieron crimi- nales. Las autoridades se hicieron con un listado en el que
aparecían los nombres de 87 curas catalogados por la Iglesia en sus archivos
como sacerdotes con un pasado de abusos se- xuales a niños. En muchos de los casos,
la Iglesia había llega- do a acuerdos particulares con los afectados sin
denunciar los hechos ante la justicia. Las estimaciones de las autoridades
hablaban de más de mil víctimas. El detonante de todo el caso fue el
descubrimiento de las actividades del sacerdote John J. Geoghan, al que se le
imputaron ochenta causas por abusos sexuales.
UN SACERDOCIO MUY EFECTIVO
No deja de ser sorprendente lo dicho por el cardenal Law
cuan- do se hizo pública la primera condena contra Geoghan: diez años de cárcel
y la recomendación de que, una vez abandonara la pri- sión, se le vigilase
estrechamente. «Tu sacerdocio ha sido muy efectivo, tristemente interrumpido
por la enfermedad. Que Dios te bendiga, Jack». «Jack» le había costado a la
Iglesia 11,5 millo-
307
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL VATICANO
nes de euros en indemnizaciones privadas.6 El
reverendo Jack buscaba en la parroquia a madres de familias numerosas que
atravesaran por graves problemas económicos. Era lógico que su oferta de ayuda
fuera vista por esas madres agobiadas como una tabla de salvación. Pronto, el
sacerdote Geoghan se hacía habi- tual en las casas de sus víctimas: duchaba a
los niños, rezaba con ellos en la cama y, ocasionalmente, les llevaba a
merendar. Du- rante aquellos paseos, el sacerdote detenía el coche y obligaba a
los niños a que le masturbaran. Después, venía la amenaza:
«Como cuentes esto nadie te va a creer».
Una familia llegó a descubrir que el cura
había abusado de sus siete hijos. Cuando se pusieron en contacto con la
archidiócesis para denunciar los hechos, la carta que recibieron del cardenal
Humberto Medeiros, predecesor de Bernard Law, les dejó estu- pefactos. Les
pedía que no dieran a conocer la noticia por el pro- pio bien de los niños: «Al
mismo tiempo invoco a la compasión de Dios y comparto esa compasión en el
conocimiento de que Dios perdona los pecados».
Tan grave y extenso es el problema
actualmente en Estados Unidos que existe una Red de Supervivientes de Abusos
Sexuales de Curas. Según los datos que obran en poder de su presidente, David
Ciohessy, entre el 2 y el 10 por 100 de los sacerdotes cató- licos
estadounidenses puede ser pedófilo. El número de víctimas se ha estimado en
unas cien mil. El estereotipo del sacerdote abu- sador suele corresponderse con
el de un rígido cura con sotana y doble moral. Sin embargo, los curas «progres»
no se encuentran libres de sospechas. Buen ejemplo de ello es el caso del padre
Paúl R. Shanley. En los años setenta, con su pelo largo y su ropa informal, así
como su defensa a ultranza de los drogadictos y los
6. González de la Vega, Berta, «El diablo
llevaba sotana», El Mundo, 24 de
febrero de 2002.
308
LA MALA EDUCACIÓN. LOS ESCÁNDALOS SEXUALES DEL CLERO
homosexuales, representaba en Bostón la encarnación del cura
«amigo». Tal vez demasiado. Su atractivo físico y su carisma provocaron que
recibiera no pocas tentaciones para pecar con al- guna de sus feligresas, pero
sus gustos no iban por ahí. Al padre Shanley le gustaba el juego, en especial
las partidas de strip po- ker7
que organizaba con los jovencitos de su parroquia. Shanley decía a los
adolescentes que Dios le utilizaba para averiguar quién era homosexual.
Cuarenta y dos víctimas identificadas hasta el momento sufrieron sus abusos.
ESCÁNDALO EN POLONIA
Para el papa, mucho peor que el gigantesco problema surgido
en Bostón fue comprobar que su Polonia natal tampoco se libraba de estos terribles
hechos. El implicado en aquella ocasión fue el arzobispo de Poznan, Julius
Paetz, acusado de agredir sexual- mente a varias decenas de sacerdotes y
seminaristas de su propia diócesis. Roma envió una comisión investigadora a
Poznan, que interrogó durante una semana a los clérigos que afirmaban haber
sido víctimas de las agresiones sexuales del arzobispo, así como a varias
decenas de sacerdotes y fieles. Todos se ratificaron en sus denuncias y el
rector de un seminario que se encuentra a doscien- tos metros del palacio
episcopal, el padre Tadeus Karzkosz, con- tó que tenía prohibido al arzobispo
el acceso a sus instalaciones.8
El de Polonia no fue un caso aislado. En
Europa comenzaron a surgir una cascada de hechos similares a los denunciados en
Es- tados Unidos. En Austria, el arzobispo de Viena, Hermann Groer,
7.
Variante del póquer tradicional que consiste en apostar prendas de
vestir hasta que la mayoría de los participantes se quedan desnudos. (N. del A.)
8.
Vidal, José Manuel, «Un arzobispo polaco es acusado de abusar
sexualmente de seminaristas», El Mundo,
25 de febrero de 2002.
319
fue forzado a dimitir tras ser acusado de abusar de
varios jóvenes en un seminario. Su sustituto, el cardenal Christoph Schonborn,
no tuvo más remedio que reconocer la veracidad de las informa- ciones y pedir
disculpas públicamente. Mientras, en Irlanda, la Iglesia desembolsaba más de
cien millones de dólares para in- demnizar a los afectados por los abusos
sexuales.
Francia se estremeció con la
condena a tres meses de cárcel contra el obispo de Bayeux-Lisieux, Fierre
Pican, culpable de «haberse abstenido de denunciar» los actos pedófílos de un
cura de su diócesis, Rene Bissey. Para el tribunal, «dado que se trata de
niños, el silencio del señor obispo supone un excepcional tras- torno del orden
público». Ya en octubre de 2000, Bissey había sido condenado a dieciocho años
de cárcel por haber abusado se- xualmente de varios menores de quince años.
Aunque el obispo Pican sabía del comportamiento delictivo de Bissey nunca lo
con- denó, limitándose a apartarlo durante algún tiempo de la ense- ñanza y a
trasladarlo cuando los rumores sobre sus abusos se- xuales con los niños se
habían vuelto demasiado notorios.9
Poco después de lo ocurrido en
Polonia, el 10 de marzo de 2002 el fantasma del abuso sexual regresó a Estados
Unidos, obligando a dimitir al obispo de Florida, Anthony J. 0'Connell, que
admitió públicamente que veinticinco años atrás había abu- sado de dos
seminaristas: «Quiero pedirles disculpas sincera y humildemente, y quiero que
me perdonen por el daño, la confu- sión, el dolor y el enfado que mis palabras
puedan producir».10 0'Connell admitió que a finales de la década de
los setenta se metió en la cama, desnudo, con Christopher Dixon, un joven que
había acudido a él para pedirle consejo. El obispo dijo que no
9.
«Condenado el obispo francés que no denunció a un sacerdote pederasta». El País, 5 de septiembre de 2001.
10. Cuna, Felipe, «Dimite un
obispo de Florida tras admitir que abusó de dos semi- naristas», El Mundo, 10 de marzo de 2002.
310
LA MALA EDUCACIÓN. LOS ESCÁNDALOS SEXUALES DEL
CLERO
mantuvo relaciones sexuales y que sólo hubo tocamientos.
Con la cabeza baja, 0'Connell confirmó más tarde que esto sucedió en otra
ocasión, aunque se desconoce la identidad de la víctima. La cosa no llegó a más
dado que la diócesis de Misuri, a la que pertenecía, silenció el asunto pagando
125.000 dólares. Se da la circunstancia de que 0'Connell había llegado a
Florida tres años antes para sustituir al obispo J. Keith Symons, que también
cesó en su cargo tras confesar abusos a menores.
Quince días más tarde, en Nueva
York, la tercera diócesis de Estados Unidos, el cardenal Edward Egan tuvo que
justificar su decisión de permitir el ejercicio a sacerdotes involucrados en
abusos cuando era obispo de Bridgeport (Connecticut). En una misiva repartida
por las 413 parroquias de la ciudad, Egan ase- guró que los casos sucedieron
antes de que él asumiese la direc- ción y que una comisión psiquiátrica
respaldó el regreso de aque- llos sacerdotes al ministerio.
El alud de denuncias trajo consigo
una ingente cantidad de di- nero para acallar a las víctimas. En 1992 se
estimaba que la Igle- sia había gastado 400 millones de dólares en este tipo de
acuer- dos. Sólo en la diócesis de Bostón los arreglos extrajudiciales le
costaron a la Iglesia aproximadamente treinta millones de dóla- res. En 1996,
las parroquias de Dallas tuvieron que hacer frente al pago de otros treinta
millones. En San Louis, casi dos millo- nes.n En muchas ocasiones,
la estrategia de defensa de la jerar- quía católica fue tratar de criminalizar
a las víctimas y así aho- rrarse el pago de indemnizaciones. La diócesis de
Santa Fe, Nuevo México, llegó a contratar a un detective privado para in- dagar
el pasado de un joven que había denunciado a un sacerdo- te, involucrado
anteriormente en otros casos de abusos.
11. Anguila Parrado, Julio, «Los escándalos
acorralan a la Iglesia de EE UU», U
Mundo, 2.5 de marzo de 2002.
3ii
EL ABORTO DEL PADRE JOHN
En California, las diócesis de Orange y Los Ángeles extendieron
un cheque de 1,2 millones de dólares a Lori Capobianco Haigh, una mujer que
durante su adolescencia mantuvo una relación con el sa- cerdote John Lenihan,
que la ayudó posteriormente a abortar. Los abusos de Lenihan comenzaron cuando
Haígh tenía tan sólo cator- ce años. Los contactos sexuales culminaron con un
embarazo a los dieciséis: «El padre John me condujo hasta su banco, me dio
dinero para pagar el aborto, pero no vino conmigo a la clínica... No le pre-
ocupaba el estado de mi alma». Los abusos terminaron cuando «el padre John se
interesó por otra mujer». En su demanda, Lori Haigh acusaba a los responsables
de la diócesis de desoír sus reiteradas pe- ticiones de ayuda y de no tomar
medidas contra Lenihan, pese a que las primeras quejas contra él databan de
1978. En una ocasión, Haigh asegura que uno de los sacerdotes trató de besarla
después de que le hubiese contado los abusos que sufría del padre John.12
Pero la Iglesia no sólo se gastaba
dinero en acuerdos extraju- diciales. Las sentencias de los tribunales imponían
indemnizacio- nes mucho más cuantiosas. En 1997 un tribunal de Dallas dictó una
sentencia a favor de las víctimas del padre Rudy Koss, impo- niendo el pago de
120 millones de dólares. En las posteriores apelaciones la sentencia quedó
reducida a treinta millones, pero aun así la diócesis se vio obligada a vender
parte de sus propie- dades. El abogado Roderick McLeish, representante de
muchas de estas víctimas, estimaba que aquellas cantidades eran sólo la punta
del iceberg de un «agujero» económico importantísimo en
las arcas de la Iglesia.13
12. Anguita Parrado, Julio, «La
Iglesia paga a una mujer para evitar que denuncie a un cura». El Mundo, 3 de abril de 2002.
13. Symonds, William C., «The
Economic Strain of the Church», Business
Week, 15 de abril de 2002.
312.
LA MALA EDUCACIÓN. LOS ESCÁNDALOS SEXUALES DEL
CLERO
En España la cosa tuvo algunos
matices diferentes y el Tribu- nal Supremo condenó a una compañía aseguradora a
indemnizar como responsable civil subsidiaria a tres niños que sufrieron abu-
sos sexuales por parte del director de un centro dependiente de una parroquia
de la localidad barcelonesa de Llagosta.14
Así las cosas, en abril de 2002 el
Vaticano fue denunciado y llamado a juicio en los Estados de Florida y Oregón
para respon- der a las acusaciones de conspiración y de encubrimiento a los
sacerdotes que ejercieron abusos sexuales y pedofilia. Era la pri- mera vez que
el nombre del Vaticano aparecía vinculado con el abuso a menores. Juan Pablo II
no figuraba en la lista de los sos- pechosos llamados a declarar, pero el
tribunal pretendía poner en evidencia a otros altos dignatarios de la Iglesia
romana.15 En Cle- veland, más o menos por las mismas fechas, el
reverendo Don Rooney apareció muerto al volante de su coche con un disparo en
la cabeza después de faltar a una cita con sus superiores, que iban a
preguntarle respecto a las denuncias que pesaban sobre él por haber abusado de
una joven.16 Se suicidó antes de hacer fren- te a sus actos.
En Estados Unidos el asunto había
adquirido unas proporcio- nes enormes, convirtiéndose en tema prioritario de
actualidad nacional. El presidente George W. Bush llamó la atención de la Santa
Sede diciendo que estaba seguro de que la Iglesia limpia- ría su imagen y haría
lo correcto. El asunto había llegado dema- siado lejos y Juan Pablo II mandó
llamar al Vaticano a los car- denales estadounidenses para discutir la
situación. En aquel momento ya había alrededor de 600 sacerdotes acusados de
14. «El seguro de una iglesia
indemniza a tres niños que sufrieron abusos», El Mun- do, 15 de abril de 2002.
15. Amon, Rubén, «Citan al
Vaticano a juicio por encubrir a los curas pedófílos», El Mundo, 5 de abril de 2002.
16. Cuna, Felipe, «El cardenal de
Los Angeles, acusado de abusos sexuales», El
Mundo, 7 de abril de 2002.
313
abuso a menores. La negativa del pontífice de
suspender a los sacerdotes encontrados culpables de estos hechos había suscita-
do las más encendidas críticas a nivel mundial. Los curas pedo- filos sólo
serían separados del sacerdocio si el hecho era «esta- blecido, notorio y
reiterado»...17
RELACIONES PÚBLICAS, PECADOS PRIVADOS
La cumbre de los cardenales estadounidenses con Wojtyla
fue percibida como «un ejercicio de relaciones públicas (...) para ha- cer ver
que el Papa se ocupa del asunto».18 Razones sobraban, ya que además
de poner en evidencia la descomposición política y moral de la Iglesia, el
escándalo amenazaba con arruinar a las instituciones educativas católicas, cuyo
prestigio iba mermándose poco a poco.
Los cardenales norteamericanos
fueron reprendidos duramen- te, pero no por haber consentido semejantes
desmanes en sus do- minios, sino por su falta de discreción, por haber
reconocido la existencia de abusos sexuales y por entregar a la justicia,
contra las órdenes expresas de la Santa Sede, los nombres de los culpa- bles.19
El papa emitió una carta titulada Sacramentorum
sanctita- tis tutela (Tutela de la santidad de los sacramentos) en la que
se reafirmaba la autoridad absoluta y exclusiva de la Congregación para la
Doctrina de la Fe en los casos de delitos sexuales,20 ac- tuando por
encima de las autoridades laicas y, a ser posible, sin conocimiento de éstas.
Tras la reunión vaticana del papa con los cardenales pudo
de-
17. Clarín,
25 de abril de 2002.
18. The New York Times, 19 de abril de 2002.
19. The New York Times, 20 de abril de 2002.
20. Acta apostolícele seáis, vol. XCIII, núm. 11, 5 de noviembre de 2001.
LA MALA EDUCACIÓN. LOS ESCÁNDALOS SEXUALES DEL
CLERO
tectarse un cambio radical en la estrategia jurídica de
la Iglesia. La litigación agresiva reemplazó a los acuerdos extrajudiciales. No
se iba a dar más dinero fácil. La nueva estrategia se basaba en la
investigación de la vida privada de las víctimas, buscando antecedentes que
mermasen su credibilidad o pusieran en duda la responsabilidad de los
agresores. Ya no se darían más documen- tos internos de la Iglesia a la
justicia. En último extremo, se pro- curaría alargar lo más posible los
procesos judiciales, intentando, así, que el delito prescribiese. Estas
tácticas suponían para las víctimas pasar por otra experiencia dolorosa antes
de obtener justicia.
(El asidero al que se agarró la
Iglesia consistía en que cuando el afectado acudiese a otro sacerdote para
denunciar los hechos, éste recurriese a una argucia sutil y efectiva para no
tener que de- nunciar al compañero y, a la vez, librarse de los cargos de encu-
brimiento. Simplemente, instaba a la víctima a que contase lo su- cedido bajo
la formalidad del sacramento de la confesión, cuyo secreto está protegido por
las leyes.)
Con todo ello, lo que se hacía era
perpetuar una tradición de secretismo y ocultismo respecto a estos crímenes. Ya
en 1962, Juan XXIII emitió un documento titulado Crimine solicitaciones, en el que se hacía explícita referencia a
los delitos sexuales come- tidos por los sacerdotes, instando a la jerarquía
católica a mante- nerlos en el más estricto de los secretos bajo pena de
excomu-
nión.
Las buenas noticias para el Vaticano
eran que sus cuentas se encontraban a salvo. Como Estado soberano, la Santa
Sede no podía ser demandada ni obligada a pagar indemnizaciones. En todos los
casos anteriores fueron las diócesis las que tuvieron que pagar con sus propios
recursos una situación especialmente gra- ve, debido a que los escándalos
afectaron a algunas de las econó- micamente menos favorecidas. Scott Appleby,
director del Cen- tro Cushwa de Estudios Católicos de la Universidad de Notre
Dame, resume perfectamente la situación: «Muchos programas
de ayuda han tenido que ser suprimidos y los pobres han sido los más
afectados».21
La diócesis de Santa Fe se vio
forzada a vender una casa de re- tiro para monjas dominicas. Chicago y Dallas
también tuvieron que vender propiedades. Las compañías de seguros pasaron a es-
pecificar expresamente la no cobertura de la pedofilia en las póli- zas que se
suscribían con la Iglesia. Además, las donaciones, so- bre todo en Estados
Unidos, el país en el que son más cuantiosas, cayeron en picado. Una vez más,
las arcas de la Iglesia se vacia- ban bajo la sombra del escándalo.
21. Dillion, Sam y Wayne,
Lesile, «As Lawsuits Spreads, Church Faces Questions of Finances», The New York Times, 13 de junio de 2002.
3i6
EPÍLOGO
¿Y AHORA
QUÉ?
Sólo los más reaccionarios entre los católicos se
resisten a admi- tir que los veintisiete años de pontificado de Juan Pablo II
signifi- caron un serio retroceso en el proceso de modernización que la Iglesia
emprendió tras el II Concilio Vaticano. Ello ha tenido como consecuencia un
progresivo divorcio de la Iglesia con la so- ciedad, traducido en síntomas como
la crisis de vocaciones que ha llenado nuestras iglesias, en especial las
rurales, de sacerdotes latinoamericanos que tienen que atender varias parroquias
a la vez. Los sectores más conservadores, encarnados en el Opus Dei, detentan
el poder hasta el punto de haber apartado a los más re- novadores y haber
dejado a la Iglesia indisolublemente vinculada a las posturas de los partidos
de derecha de los diferentes países.
La elección como Papa del cardenal
alemán Joseph Ratzinger no supone sino la perpetuación de esta situación y
constituye una pési- ma noticia para los católicos progresistas. Es curioso
porque en su juventud Ratzinger fue un sacerdote progresista y uno de los
inspi- radores del II Concilio Vaticano. Sin embargo, la edad y el hacerse
cargo de la Congregación para la Doctrina de la Fe fueron apaci- guando sus
ansias renovadoras y le convirtieron en uno de los
317
abanderados de la corriente más conservadora del
Vaticano. Juan Pablo II lo tenía como uno de sus principales asesores y muchos
creen que le fue allanando el camino para que se convirtiera en su sucesor,
integrando en el colegio cardenalicio a decenas de obispos conservadores, muchos
de ellos a sugerencia del propio Ratzinger.
Al nuevo Papa le conoceremos por sus
obras. Desde su puesto en la Congregación para la Doctrina de la Fe, Ratzinger
sancionó a los teólogos de la teología de la liberación latinoamericana, de-
nunció la homosexualidad y los matrimonios gays y censuró públi- camente a los
sacerdotes asiáticos que veían las religiones no cris- tianas como parte del
«plan de Dios para la humanidad». Durante aquel período, Ratzinger se convirtió
en un verdadero «martillo de herejes» y llegó a calificar de «inmaduros» a los
sectores más aper- turistas, así como de «deficientes» a las iglesias
protestantes.
El pasado 6 de junio de 2005,
durante una alocución pronun- ciada en la basílica de San Juan de Letrán, dejó
claro que sus opi- niones no se habían dulcificado un ápice:
Las varias
formas de disolución del matrimonio que existen hoy, como las uniones libres,
las experiencias prematrimoniales y hasta los seudomatrimonios de gente del
mismo sexo, son expresiones de una libertad anárquica que es erróneamente
confundida con la ver- dadera libertad del hombre [...] llegados a este punto
se muestra cada vez más claro cómo de contrario es al amor humano, a la vo-
cación profunda del hombre y de la mujer, cerrar sistemáticamente su unión al
regalo de la vida.
En cualquier caso, aún no ha pasado
el tiempo suficiente como para juzgar el pontificado de Benedicto XVI, y mucho
me- nos aún en el aspecto que hemos tratado en este libro, el del go- bierno
interno del Vaticano. De todos modos, por el bien de la Iglesia, ojalá que no
haya que añadir ningún capítulo más en una futura edición.
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?z6
BIOGRAFÍA
NO AUTORIZADA DEL VATICANO
ÍNDICE
ONOMÁSTICO
Abbo,
Giovanni Angelo, 247, 248
Abbruciati,
Danilo, 269 Achille Ratti, Ambrogio Damiano.
Véase Pío
XI.
Agca, Mehmet
Ali, 290, 291
Agnelli,
Giovanni, 124
Ajzen,
Maurice, 201
Alejandro de
Yugoeslavia,90
Alessandrini,
Emilio, 237
Allavena,
Giovanni, 163Amato.
Tomaso, 196
Ambrosio,
Gerardo d', 267
Ambrosio,
san, 21
Ambrosoli,
Giorgio, 224, 225, 287
Anastasia,
Albert, 153
Andreatta,
Beniamino, 265, 272, 276
Andreotti,
Giulio, 126, 158, 284 Angleton, James Jesús, 122, 161-
163,211
Antonetti,
248
Appleby,
Scott, 315
Aquino,
santo Tomás de, 21, 102
Argentieri,
Benedetto, 218
Armellini,
Cario, 25
Arns, Paulo
Evaristo, 233
Aronwaid,
William, 208, 211
Azeglio
Ciampi, Cario, 237
Baffi,
Paolo, 228, 229
Baggio,
Sebastiano, 171, 241, 242,
246-249
Balbo,
ítalo, 34
Barbie,
Klaus, 107,110,111,160,164
Barone,
Domenico, 39
Barthou,
Louis, 90
Beame,
Abraham, 224.
32.7
BIOGRAFIA
NO AUTORIZADA DEL VATICANO |
Begni,
Remigio, 196
Benedicto
XV, 28-31, 76, 131
Benedicto
XVI, 131, 303, 304,
317,318
Benelli,
Giovanni, 196, 197, 203,
208,233,236,237,
241, 247, 249,254,256,282
Benjamín,
William, 205
Bertoli,
Paolo, 171
Biamonte,
Tom, 199
Bismarck,
Otto von, 57 Bissey, Rene, 310
Bludhorn,
Charles, 186
Bohne,
Gerhard, 112
Bolán, Tom,
292-295, 300
Bonanno,
Joseph, 154 Bonaparte, Napoleón, 23
Bonis,
Donato de, 241, 248
Breinkmann,
Bernard, 273
Brenneke,
Richard, 163
Bricchetti,
Renato, 280
Brüning,
Heinrích, 59
Brzica,
Pero, 97-99
Budak, Mile,
93
Burge,
Franes, 296
Burguess,
Anthony, 51, 52
Buscetta,
Tommaso, 154
Bush,
George, 165
Bush, George
W., 313 Buzzonetti, 251
Caccia-Dominioni,
46
Caciavillan,
Agostino,
Calvi, Anna, 269
Calvi, Roberto, 124, 156, 187,
188,210,220,221,228,229,
236, 237, 244, 246, 261-273, 275, 276, 278, 280-284,
291,
294,295
Capobianco Haigh, Lori, 312 Carboni, Flavio, 269, 270,
273,
284 Caries,
Ricard María, 62
Casarolí, Agostino, 171, 174, 240,265,272,
277, 284
Casey, William, 123
Castillo Lara, José Rosalío, 180
Cavallo, Luigi, 228, 229
Chigi, Sigismondo, 136, 137
Chiomenti, Pasquale, 278
Clemente XI, 22
Ciohessy, David, 308
Coara, Adelaida, 46
Coffey, Joe, 197
Colagiovanni, Emilio, 292, 293, 295,297,298,
300
Coiby, William, 123
Colombo, Giuseppe, 46
Constantino, 19, 21
Cooke, Terence, 233
Cooper, Gary, 121
Coppola, Agostino, 150, 151
Corelone, Michael, 185
Corrocher, Graziella, 272
Costello, Frank, 154
Craxi, Bettino, 267
Crimi, Joseph Michelle, 165
Cristina, Giuseppe di, 229 Crosby, Bing, 121
Dellacha, Giuseppe, 273
Diedlender, Djordana, 94
Diotavelli, Ernesto, 269, 270
Dixon, Christopher, 310
Doyie, Thomas, 306
Draganovic, Krunoslav, 109-113, 160
Egan, Edward, 311
Eichmann, Adolf, 112
Enrique III, 25
Esteban VII, 19, 24
Fanfani, Amintore, 140
Faulhaber, 67
Felici, Pericle, 233, 236, 237,
241,242,247, 249, 258
Ferrandi, Mario, 171
Ferrario, Joseph, 306
Filipovic, Miroslav, 97
Foligni, Mario, 196, 206, 207,209
Ford Coppola, Francis, 185
Forlani, Arnaldo, 166 Formoso I,
24, 26
Fornasari, Mario, 206
Franco Bahamonde, Francisco,
32,104,233
Frankel, Martin, 291-296, 292-301 Franse, Steve, 153
Führer. Véase Hitler, Adolf. 58,
90
Fumo, Lamberto, 236
Galante, Carmine, 154
Gamberini, Gíordano, 162
Gambino, Cario, 153
Gambino, Niño, 211
Gantin, Bernardin, 240
García Meza, Luis, 164
Gasparri, Pedro, 31, 35, 38, 40,
41,46,55
Gasperi, Alcide de, 121, 126,
127,129
Gauthe, Gilbert, 306
Gedda, Luigi, 121
Gehien, Reinhard, 111, 123
Gelli, Licio, 115, 124, 158-171,
188, 215, 216, 227-229, 236,
237, 260-267, 275, 287, 288
Genco Russo, Giuseppe, 154
Genovese, Vito, 148-150, 153,
154,156,193
Geoghan, John J., 307, 308
Giannini, Orazio, 165
Giscard d'Estaing, Valéry, 124
Giudice, Raffaele, 165
Giuliano, Salvatore, 124 Gladio.
Véase Angleton, James
Jesús.
Goebbeis, Joseph, 65, 66
Góring, Hermann, 115
329
Grande
Stevens, Franzo, 77
Grassini,
Giulio, 165
Greco,
Salvatore, 154
Gregorio
XVI, 23
Groer,
Hermann, 309
Guarino,
Phil, 164
Guerri,
Sergio, 146, 218 Guzzi, Rodolfo, 224
Haig,
Alexander, 123, 161
Hapsburg,
Otto von, 124
Hayworth,
Rita, 85
Heer,
Freidrich, 92
Heinz Neumann,
65
Herriot,
Edouard, 134
Heydrich,
Reinhard, 95
Himmier,
Heinrich, 95
Híndenburg,
Paúl von, 59, 66,
123
Hitler,
Adolf, 32, 42, 52-55, 57-
59,83,89-91,123
Hnilica,
Pavel, 208, 210
Hoerfner,
Josef, 233
Hóhier, Ali,
66
Honorio I,
24
Hudal,Alois,
114
Hughes,
Howard, 190 Humberto 11, 119
Inocencio
II, 130
Jacobs,
Peter, 292-294
Jacobs,
Ricky, 201, 202
330
Jacometti,
188
Jomeini,
Rujollah, 290
Jorio,
Alberto di, 87
Juan Carlos
de Borbón, 124
Juan Pablo
1,16,28,131,179,187,
188, 229,
231-233, 234, 236,
237-247,251-255,261,269
Juan Pablo
II, 16, 29, 104, 105,
126, 131,
173, 174, 200,
232, 233,
254-261, 266, 269,
271, 277,
281-285, 289-291,
303,313,314,317,318
Juan XXIII,
104, 130, 133, 138- 140, 143, 173, 232, 234,315
Kaas,
Ludvig, 59, 60
Karzkosz,
Tadeus, 309
Keith
Symons,J., 311
Kennedy,
David, 188, 189, 286
Konig,
Franz, 256
Koss, Rudy,
312
Kralik,
Franjo, 103
Krushchev,
Nikita, 139
LaFarge,
John, 68, 69
Lagui, Pío,
180
Lajas
Obregón, Ignacio, 304
Lamont,
Thomas William, 42
Law,
Bernard, 307, 308
Ledi,
Leopoíd, 194-205, 207
Lefebvre,
Marcel, 219, 242
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Luciano, 150, 155
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206-208, 210, 211, 218-221,
229, 234238, 241, 243-248, 252, 261, 263-269, 271, 282, 285-288, 280-284, 294
Marconato,
Lino, 246
Marcene,
Giuseppe Ramiro, 102
Marenches,
Alexander de, 124
Marty,
Francois, 233
Masseria,
Joe, 148
Mastai
Ferretti, Giovanni Maria. Véase Pío IX.
Matteotti,
Giacomo, 36 Mazzanti, Giorgio, 169
331
Mazzini,
Giuseppe, 25
McCone,
John, 123
McLeish,
Roderick, 312
Medeiros,
Humberto, 308
Mengele,
Joseph, 107, 111
Mennini, Luigi, 219,
248, 268, 276,280
Merry del
Val, Rafael, 31, 37
Migliore,
Celestino, 180
Milici,
Vito, 165
Milo, Louis,
205, 207
Mogus, Mate,
94 Momo, Giuseppe, 46 Montini, Giovanni Battista. Véa- se Pablo VI. Moretti, Willie, 153
Moro, Aldo,
161
Mucci,
Lucca, 264
Mussolini,
Benito, 17, 18, 32, 34-40, 43, 50- 52, 58, 62, 71, 72,85,90,127,
162
Nasalli, 139
Nenni,
Pietro, 140
Nicodemo,
240
Nicolás V,
77
Nitti,
Francesco, 29
Nixon,
Richard, 124, 188, 189, 286
Nogara,
Bernardino, 43-52, 84- 87, 117, 120, 132, 135, 143- 145,152, 183
BIOGRAFIA
NO AUTORIZADA DEL VATICANO |
Occorsio,
Vittoria, 162
0'Connell,
Anthony}., 310
Odesso,
Francesco Maria, 50
0'Donnell,
Hugo, 124
Onofrio,
Roger d', 282
Orsenigo,
Cesare, 59, 64, 83
Ortolani,
Umberto, 218, 263, 266 Osso, Pierluigi dell', 165
Pablo VI,
27, 80, 110, 114, 125,
128,131,140,143,144,
153, 171, 173,
174, 176,
179, 180, 191, 196, 213, 217219, 229, 231,234,242,244,261 Pacelli, Eugenio.
Véase Pío XII.
Pacelli,
Francesco, 39
Paetz,
Julius, 309
Palma, 28
Panzarasa,
Rinaldo, 50
Papen, Franz
von, 59, 64, 123
Pasqualina,
62, 132 Pattaro, Germano, 243
Pavelic,
Ante, 90-92, 96, 98, 104,107,
108, 112
Pecorelli,
Carmine «Mino», 163, 240
Perón, Juan
Domingo, 114, 164
Petacci,
Clara, 72
Petacci,
Francesco, 72 Pican, Fierre, 310
Piccoli,
Flaminio, 267
Pierpoint
Morgan, J., 42
Pío IV,
75
Pío VIII,
254
Pío IX,
18,23,25-28
Pío X, 27,
31, 37, 44, 249
Pío XI, 17,
29, 31-33, 35-37, 40-
47, 49, 53,
58, 67-69, 71, 84,
86,130,144
Pío XII, 28,
39, 55, 56, 58-60,
62-64, 67,
68, 72, 73, 81-84,
86, 87, 97,
105, 108, 109,
116, 118,
119, 122, 126,
130-132,
134-136, 140, 232
Piovano,
Gianfranco, 294, 295
Pisa,
Calcedonio di, 154
Pisciotta,
Gaspare, 124, 125
Poggi,
Luigi, 290, 291
Poletti,
Ugo, 171, 178, 241, 249
Porco.Dan,
188
Potter,
Phillip, 233
Priebke,
Erich, 115
Priziola,
John, 154
Prizzi,
Antonio, 279
Provenzano,
Bernardo, 155 Puzo, Mario, 185
Quiroga,
Marcelo, 164
Ratzinger,
Joseph. Véase Bene- dicto XVI. Re, Giovanni Battista, 299
Reagan,
Ronaid, 124,164,286,289
Reese,
Thomas J., 78, 80
Riina,
Salvatore «Totó», 155
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Eduard, 111
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Roberto, 270 Rosse, David. Véase Frankel, Martín.
Rossi,
Luciano, 167
Rossi,
Pellegrino, 25
Rouco
Barela, Antonio María, 305
Rückert,
Erwin, 66
Rudel,Hans,112
Ruini,
Camillo, 180
Saffí,
Aurelio, 25
Salerno,
Francesco, 178, 294, 295
Sandifur, C.
Paúl, 299
Santovito,
Giuseppe, 165
Saric, Juan
Evangelista, 100
Sarti,
Adolfo, 165, 166
Sauter,
Heinrich, 196
Schonborn,
Christoph, 310
Shanley,
Paúl R., 308, 309
Signoracci,
Arnaldo, 252
Signoracci,
Ernesto, 252
Silvestrini,
Achille, 180
Simcic, 109
Sinatra,
Frank, 121
Sindona,
Michele, 124, 125, 143-150, 152-159, 165-167, 171,
180,181,
183-192, 194, 201, 203, 204,
207,209,210,
213-229, 236-238, 261,
262,
266-268, 271, 275, 285-287,
294,295, 301
Sipka, 98
Sin,
Giuseppe, 113, 133, 135, 136,138,232,256
Somoza,
Anastasio, 164
Sousa
Medeiros, Humberto, 233
Spada,
Massimo, 152
Spagnuolo,
Carmelo, 168, 227
Spellman,
Francis, 48, 121, 122
Stangí,
Franz, 111 Stans, Maurice, 189
Stepinac,
Alojzi)'e, 90-92, 94, 96,101,
103-105,107,108,115,116
Stringher, Bonaldo, 49
Strobel, Pellegrino
de, 248, 268, 276,280
Strossmayer,
José, 24
Sturzo,
Luigi, 29
Suenens,
León Joseph, 179, 233
Sviderkowski,
Gianfranco, 258
Swiezawski,
Stefan, 256
Szoka,
Edmund Casimir, 78
Tadeo,
Fernando, 151
Tamarro,
Richard, 197
Tardini,
Domenico, 85, 139
Tassan Din,
Bruno, 263
Tatum, Kay,
298
333
BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA DEL
VATICANO |
Thorez, Maurice, 134 Tío Marty. Véase Lorenzo, Mat- teo de.
Tisserant, Eugéne, 69, 72, 196,
197,203, 205, 207
Tito, 104, 108, 109
Togliatti, Palmiro, 120, 126
Tomislav II, 91
Tondini, Amieto, 152
Torre, Giuseppe della, 134
Torrisi, Giovanni, 165
Truman, Harry, 122
Tudjman, Franjo, 104 Turner, Laura,
191
Vaernet, Kari, 112
Vagnozzi, Egidio, 80, 196
Vashem, Yad, 103
Verzotto, Graziano, 225
Víctor Manuel III, 34, 119
Vignale, Callori di, 136
Villot, Jean, 171, 176, 179, 217,
218, 234, 236, 238-240, 242,
243,245-254,261,265
Virgilio, 25 Vitone, Don. Véase
Genovese,
Vito.
Volk, Hermann, 233
Volpe.John, 190
Vrban, Ante, 94, 95
Wagner, Gustav, 111
Wagner, Richard, 130
Wery, Jean-Marie, 295
Wessel, Horst, 64-66
Willebrands, Jan, 233
William Mundelein, George, 33
Williams, Paúl L., 138 Wojtyla, Karol. Véase Juan Pa- blo II.
Wyatt, Mark, 126
Wyszynski, Stefan, 232, 256, 258
Yallop,David,211
Zanitch, Milovan, 93
Zilletti, Ugo, 165
Zrmusic, Ante, 98
334
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