Según la mitología asturiana, un
poderoso personaje origina y gobierna las tormentas. Viste ropas raídas, un
manto de pieles y un sombrero negro de ala ancha; luce una poblada barba y
algunos dicen que, como Odín,
es tuerto de un ojo. El Nuberu, que así es
conocido, se desplaza por el aire montado en una nube. Habitualmente pastorea
otras nubes y les hace descargar su contenido a voluntad, sin importarle las
consecuencias que esto tenga sobre las tierras de los campesinos, las cuales
suelen quedar en un estado lamentable, ya que pocas cosas gustan más al Nuberu
que provocar una buena granizada. (…)
¿Quién fue el Conde de Saint Germain?
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Parece
ser que fue hijo legítimo de Franz Leopold, príncipe Rakoczy de Transilvania y
educado por la família Médicis en Italia, adoptó el nombre de Saint-Germain, de
la localidad de San Germano en el tirol italiano, donde su padre tenía
posesiones. De su juventud nada se sabe con certeza, para sus contemporáneos su
verdadera identidad fue indescifrable. Se dijo de él que era italiano, español,
polaco… Ver bibliografía de Saint Germain en la
Wikipedia.
Voltaire en carta a Federico El Grande dice “Saint-Germain
es un hombre que nunca muere y conoce todas las cosas”. Conocía todos los
idiomas europeos y podía también hablar y escribir árabe, chino, griego, latín
y sánscrito.
Sus conociminetos alquímicos y herboristas
fueron excepcionales. Pretendía poseer el elixir de larga vida y dominar la
transmutación de los metales. Efectuaba comunicaciones telepáticas y tenía el
don de la clarividencia y se dice de él que podía hacerse invisible.
Ni la fecha de nacimiento ni la muerte han
podido ser fijadas. En cuanto a su muerte sule ir de 1784, hasta quien dice
haberle visto vivo todavía en Roma en 1901 (según Leadbeater) y posteriormente
en los acontecimientos de la revolución rusa.
Estas son algunas de la obras que se le
atribuyen, de manera confusa, mezclando mito y realidad, a quien alguna vez
fuera conocido con el nombre de Saint Germain a lo largo de su eternamente
tergiversada biografía:
·
Inspiró a Akhenatón el mismo día en
que a éste se le reveló el sol y decidió crear un nuevo culto monoteísta.
·
Fue un constructor del templo de
Salomón y siglos después, dada su inmortalidad, trabajó junto a los
constructores de catedrales, animandoles a crear una sociedad que luego se
conoceria con el nombre de Masoneria.
·
Fue uno de los principales
instigadores del movimineto de los rosacruces.
Incluso hay quien afirma que es el propio Christian Rosenkreutz.
·
Se ha llegado a asegurar que fue el
filósofo y científico ingles Roger Bacon y que participó en las investigaciones
de genios como Leonardo Da Vinci o Galileo Galilei.
·
Cedió los mapas secretos a Colón que
le facilitaron la navegación y el posterior descubrimiento de América.
·
Inspiró a Adam Weishaupt en la
creación de los iluminados de Baviera y siguió de cerca sus movimientos al
introducirse a la Masoneria.
·
Saint Germain habría participado en
la independencia de ls colonias Inglesas de America propiciando la fundación de
Estados Unidos.
La Metafísica lo tiene como referente dentro
de su escuela.
El Conde de Saint Germain (fl. 1710?–1784) fue un enigmático
personaje que ha sido descrito como cortesano, aventurero,
inventor, alquimista,
pianista, violinista
y compositor
aficionado,
pero es mejor conocido como una figura recurrente en varias historias de
temática ocultista.
Ciertas fuentes señalan que en realidad su sobrenombre
en francés proviene del sobrenombre en latín que él
mismo adoptó: Sanctus Germanus, que significa "Santo Hermano". No se sabe a ciencia cierta cuándo y dónde nació, aunque algunos dicen que
nació el 26
de mayo de 1696
en un castillo de los Montes
Cárpatos, hijo del último rey de Transilvania,
Ferenz
II Rakoczy, y de su primera esposa, Teleky;
se anunció oficialmente su muerte el 27 de febrero de 1784 en Silesia, Prusia, aunque se
dijo que luego fue avistado en 1789 en Francia.
El Conde Saint Germain aparece en Francia en
1758 procedente de Holanda, Inglaterra y Alemania,
países que había estado visitando en misiones políticas.
Se desconocía el origen de su fortuna, su
nacionalidad y si tenía esposa e hijos. Era un hombre muy educado, elegante y
noble. Hablaba a la perfección francés,
inglés,
italiano,
chino,
árabe
y sánscrito.
También tenía vastos conocimientos sobre política, artes, ciencias, poesía,
medicina, química, música y pintura.
No permanecía mucho tiempo en un lugar y
viajaba constantemente por toda Europa, cuando se cansaba iba al Tíbet, África, México o Turquía. Su
aspecto era de permanente y radiante juventud. Además era ambidextro.
Se desenvolvía en altos medios sociales. Al
llegar a Francia entabló amistad con el rey Luis XV y con
su amante Madame de Pompadour. Esto ocasionó la envidia
de los cortesanos y de una parte de la aristocracia, siendo perseguido por
detractores como Casanova, Cagliostro,
el Duque de Choisseul y el señor D'Affy.
Por esto fue conocido en varias épocas y en
distintos lugares pero con el mismo aspecto como Marqués de Montferrat, Marqués
de Aymar, Conde de Belmar, de Soltikov, de Wendome, de Monte Cristo y de Saint
Germain, Caballero de Schoening, Monsieur Surmont, Zanonni y Príncipe Rackoczy.
Así por ejemplo tenemos que:
En Holanda se dio a conocer como el Conde de
Surmont. Se dedicó a recoger dinero para construir un laboratorio para elaborar
pinturas y colorantes. Además de tratar el "ennoblecimiento de los
metales".
Reaparece
más tarde en Tournai,
Bélgica,
adoptando la identidad de Marqués de Montferrat. Allí también pidió
contribuciones para un laboratorio.
En
1768 se le sitúa en Rusia,
en una conferencia junto a Catalina
II de Rusia. Allí fue nombrado consejero del Conde Alexēi Orlov,
jefe de las fuerzas imperiales rusas. Y más tarde fue declarado oficial del
ejército ruso, haciéndose llamar General Welldone.
Años
más tarde (1774) se
lo sitúa en Nuremberg, intentando obtener fondos de Carlos
Alejandro, margrave de Brandenburgo nuevamente con la intención de
instalar otro laboratorio. Allí se presenta como el príncipe Rakoczy,
pero lo descubrieron como Saint Germain, y partió en 1776.
Se
presenta en Leipzig
ante el príncipe Federico Augusto de Brunswick como Francmasón de cuarto grado.
En 1779 se presenta en la
que sería una de sus últimas residencias, Eckenförde,
Schleswig,
Alemania.
Documentos de Francia
dicen que murió en la residencia del príncipe Carlos de Hesse-Cassel.
También
se dice que se enterró su cadáver y le hicieron funerales civiles en 1784, en Silesia.
En 1789 reaparece en
Francia donde conoce a la reina
María Antonieta.
Realiza
una labor política de liberación durante
Estas son algunas de sus hazañas que se le
atribuyen, de manera confusa y mezclando mito con realidad, a quien alguna vez
fuera conocido como Conde de Saint Germain, a lo largo de su eternamente
tergiversada biografía:
Inspiró
a Akhenatón el mismo día en que a éste se le reveló el sol y decidió crear un
nuevo culto monoteísta.
Fue
un constructor del templo de Salomón y siglos después, dada su inmortalidad,
trabajó junto a los constructores de catedrales, animandoles a crear una
sociedad que luego se conoceria con el nombre de Masonería.
Fue
uno de los principales incentivadores del movimineto de los rosacruces. Incluso hay quien afirma que es el
propio Christian Rosenkreutz.
Se
ha llegado a asegurar que fue el filósofo y científico inglés Francis
Bacon y que participó en las investigaciones de genios como Leonardo
da Vinci o Galileo Galilei.
Cedió
los mapas secretos a Colón que le facilitaron la navegación y el posterior
descubrimiento de América.
Inspiró
a Adam Weishaupt en la creación de los Iluminados de Baviera y siguió de cerca
sus movimientos al introducirse a
Saint
Germain habría participado en la independencia de las colonias inglesas de
América propiciando la fundación de Estados Unidos.
La Metafísica
lo tiene como referente dentro de su escuela.
La alquimia en su
investigación de la naturaleza [editar]La percepción actual y de los últimos siglos sobre los
alquimistas, es que eran charlatanes
que intentaban convertir plomo en oro, y que empleaban la mayor parte de su
tiempo elaborando remedios milagrosos, venenos y pociones mágicas.
Fundaban su ciencia en que el universo estaba
compuesto de cuatro elementos clásicos a los que llamaban por el
nombre vulgar de las sustancias que los representan, a saber: (tierra, aire,
fuego y agua) y con ellos preparaban un quinto elemento que contenía la
potencia de los 4 en su máxima exaltación y equilibrio.
La mayoría eran investigadores cultos,
inteligentes y bien intencionados, e incluso distinguidos científicos, como Isaac
Newton y Robert Boyle. Estos innovadores intentaron explorar e
investigar la naturaleza misma. La base es un conocimiento del régimen del
fuego y de las substancias elementales del que tras profundos meditaciones se
pasa a la práctica, comenzando por construir un horno alquímico
a menudo las carencias debían suplirse con la experimentación,
las tradiciones y muchas especulaciones para profundizar en su arte.
Para los alquimistas toda susbstancia se
componía de 3 partes mercurio, azufre y sal
siendo estos los nombres vulgares que comúnmente se usaban para designar al espíritu, alma y cuerpo, estas 3
partes eran llamadas principios. Por manipulación de las susbstancias y a
través de diferentes operaciones, separaban cada una de las 3 partes que luego
debían ser purificadas individualmente cada una de acuerdo al régimen de fuego
que le es propicia, la sal con fuego de fusión y el mercurio y el azufre con
destilaciones recurrentes y suaves. Tras ser purificadas las 3 partes en una
labor que solía conllevar mucho tiempo y que debían vigilarse los aspectos
planetarios las 3 partes debían unirse para formar otra vez la substancia
inicial. Una vez hecho todo esto la substancia adquiría ciertos poderes.
Los aprendices de alquimistas, a lo largo de la
historia de la disciplina, se esforzaron en entender la naturaleza de estos
principios y encontraron algún orden y sentido en los resultados de sus
experimentos alquímicos, que a menudo eran socavados por reactivos
impuros o mal caracterizados, falta de medidas cuantitativas y nomenclatura
hermética. Esto motivaba que muchos después de años de intensos esfuerzos
acabaran arruinados y maldeciendo la alquimia. Los aprendices por lo general
debían empezar por trabajar en el reino vegetal hasta dominar el régimen del
fuego, las diversas operaciones y el régimen del tiempo.
Los alquimistas para diferenciar las substancias
vulgares de aquellas fabricadas por el arte alquímico que siendo designadas por
el mismo nombre de acuerdo a alguna de sus propiedades, procedían a usar el
apelativo de 'filosófico' ó 'nuestro'. Así se hablaba de 'nuestra agua' para
diferenciarla del agua corriente, pero a lo largo de los textos alquímicos se
asume que el aprendiz ya sabe diferenciar una de otra y en ocasiones
explícitamente no se usa, ya que de acuerdo al arte hermético 'no se deben dar
perlas a los cerdos', razón por la que muchos fracasaban en seguir al pie de
las letras las diferentes 'recetas'. La "iluminación'
sólo se alcanzaba tras arduos años de riguroso estudio y experimentación. Una
vez el aprendiz lograba controlar el fuego, el tiempo de los procesos y los
procesos mismos en el reino vegetal estaba listo para acceder a los arcanos
mayores, esto es, los mismos trabajos en el reino animal y mineral.
Sostenían que la potencia de los remedios era proporcional a cada naturaleza.
Las trabajos de los alquimistas se basaban en
las naturalezas, a cada reino le correspondía una meta. Al reino mineral la transmutación
de metales vulgares en oro
o plata, al reino
animal la creación de una «panacea»,
un remedio que supuestamente curaría todas las enfermedades y prolongaría la
vida indefinidamente. Todas ellas eran el resultado de las mismas operaciones
donde lo que cambiaba eran la materia
prima, la duración de los procesos y la vigilancia y fuerza del fuego. Una meta
intermedia era crear lo que se conocía como menstruo
y que lo que ofrecía era multiplicación de si mismo por inmersión de otras
substancias semejantes en fusión/disolución (según su naturaleza) con estas. De
modo que se conseguían tanto la generación como la regeneración de las
substancias elementales. Estos no son los únicos usos para esta ciencia, sí son
los más conocidos y mejor documentados. Desde la Edad Media,
los alquimistas europeos invirtieron mucho esfuerzo y dinero en la búsqueda de
la piedra filosofal.
La alquimia como disciplina espiritual y filosófica [editar]
Los alquimistas sostenían que la piedra
filosofal amplificaba místicamente el conocimiento de alquimia de quien la
usaba tanto como fuera posible. Muchos aprendices y falsos alquimistas tenidos
por auténticos alquimistas gozaron de prestigio y apoyo durante siglos, aunque
no por su búsqueda de estas metas ni por la especulación mística y filosófica
que se desprendía de su literatura, sino por sus contribuciones mundanas a las
industrias artesanales de la época: la obtención de pólvora, el análisis y
refinamiento de minerales, la metalurgia, la producción de tinta, tintes,
pinturas y cosméticos, el curtido del cuero, la fabricación de cerámica y
cristal, la preparación de extractos y licores, etcétera. La preparación del aqua vitae,
el ‘agua de vida’, era un «experimento» bastante popular entre los alquimistas
europeos.
Los alquimistas nunca tuvieron voluntad para
separar los aspectos físicos de las interpretaciones metafísicas de su arte. La
falta de vocabulario común para procesos y conceptos químicos, así como también
la necesidad de secretismo, llevaba a los alquimistas a tomar prestados
términos y símbolos de la mitología bíblica y pagana, la astrología,
la cábala y
otros campos místicos y esotéricos, de forma que incluso la receta química más
simple terminaba pareciendo un obstuso conjuro mágico. Más aún, los alquimistas
buscaron en esos campos los marcos de referencia teóricos en los que poder
encajar su creciente colección de hechos experimentales inconexos.
A partir de
Alquimia y astrología [editar]
Artículo
principal: Astrología y alquimia
La alquimia en Occidente y
otros lugares donde fue ampliamente practicada estaba (y en muchos casos aún
está) íntimamente relacionada y entrelazada con la astrología
tradicional al estilo griego-babilónico. En muchos sentidos fueron desarrolladas para
complementarse una a la otra en la búsqueda del conocimiento
oculto. Tradicionalmente, cada uno de los siete cuerpos
celestes del sistema solar que conocían los antiguos estaba asociado,
ejercía el dominio sobre, y gobernaba
un determinado metal.
En el hermetismo
está relacionada tanto con la astrología como con la teurgia.
La alquimia en la época científica [editar]
De la alquimia occidental surge la ciencia
moderna. Los alquimistas usaron muchas de las mismas herramientas que se usan
hoy. Estas herramientas eran a menudo fabricadas por ellos mismos y podían o
no, estar en buen estado, especialmente durante
Hasta el siglo XVII
la alquimia fue en realidad considerada una ciencia seria en Europa: por
ejemplo, Isaac Newton dedicó considerablemente más tiempo y
escritos al estudio de la alquimia que a la óptica o la física, por lo que es
famoso. Otros eminentes alquimistas del mundo occidental son Roger Bacon,
Santo Tomás de Aquino, Tycho Brahe,
Thomas
Browne, Ramon Llull y Parmigianino.
El nacimiento de la química moderna surgió con los aprendices de alquimia
desencantados de su nulo progreso alquímico y con los críticos resentidos de la
alquimia en lo tanto unos como otros lograron progresos en varios campos de la
naturaleza en el siglo XVIII con el , que proporcionó un marco más
preciso y fiable para las elaboraciones industriales y la medicina libres del
hermetismo propio de la alquimia (pués la alquimia nunca se prodigó como
ciencia de muchedumbre), y entrando en un nuevo diseño general de conocimiento
basado en el materialismo racional. A partir de entonces todo personaje que
entroncaba con la alquimia ó que oscurecía sus textos fue despreciado por la
naciente corriente científica moderna.
Tal es el caso de por ejemplo, del barón Carl
Reichenbach, un conocido químico de la primera mitad del siglo XIX,
que trabajó sobre conceptos parecidos a la antigua alquimia tales como la fuerza
ódica, pero su trabajo no entró en la corriente dominante de la
discusión científica.
La transmutación de la materia, disfrutó de un
momento dulce en el siglo XX cuando los físicos lograron convertir átomos de
plomo en átomos de oro mediante reacciones nucleares. Sin embargo, los nuevos
átomos de oro, al ser isótopos inestables, resistían menos de cinco segundos antes
de desintegrarse. Más recientemente, informes de transmutación de elementos
pesados —mediante electrólisis o cavitación
sónica— fueron el origen de la controversia sobre fusión
fría de 1989.
Ninguno de estos hallazgos ha podido ser aún reproducido con fiabilidad.
El simbolismo alquímico ha sido usado ocasionalmente
en el siglo XX por psicólogos y filósofos. Carl Jung
revisó el simbolismo y teoría alquímicos y empezó a concebir el significado
profundo del trabajo alquimista como una senda espiritual.
La filosofía, los símbolos y los métodos alquímicos han gozado de un cierto
renacimiento en contextos postmodernos tales como el movimiento Nueva Era.
La alquimia como objeto de investigación histórica [editar]
La historia de la alquimia se ha convertido en
un vigoroso campo académico. A medida que el oscuro lenguaje hermético de los
alquimistas va siendo gradualmente «descifrado», los historiadores van
haciéndose más conscientes de las conexiones intelectuales entre esa disciplina
y otras facetas de la historia cultural occidental, tales como la sociología y
la psicología de comunidades intelectuales, el cabalismo, el
espiritualismo,
el rosacrucismo
y otros movimientos místicos, la criptografía,
la brujería
y la evolución de la ciencia y la filosofía.
Etimología [editar]
La palabra alquimia procede del árabe
al-kīmiyaˀ (الكيمياء) o al-khīmiyaˀ (الخيمياء),
que podría estar formada por el artículo al- y la palabra griega
khumeia (χυμεία), que significa ‘echar juntos’, ‘verter juntos’, ‘soldar’,
‘alear’, etcétera (de khumatos, ‘lo que se vierte’, ‘lingote’, o del persa
kimia, ‘oro’). Un decreto de Diocleciano,
escrito sobre el 300
dC en griego, arremete contra «los antiguos escritos de los egipcios, que
tratan sobre la khēmia [‘transmutación’] del oro y la plata». La palabra
árabe kīmiyaˀ, sin el artículo, ha dado lugar a ‘química’ en castellano
y otras lenguas, y al-kīmiyaˀ significa, en árabe moderno, ‘la química’.
Se ha sugerido que la palabra árabe al-kīmiyaˀ
significa en realidad, originariamente, ‘la [ciencia] egipcia’, tomando prestada
del copto
la palabra kēme,Kemi, ‘Egipto’, asi alquimia era el 'arte de Kemi' (o su
equivalente en el dialecto medieval bohaírico del copto, khēme). La
palabra copta deriva del demótico kmỉ, y éste a su vez del egipcio
antiguo kmt.
Esta última palabra designaba tanto al país como al color ‘negro’ (Egipto era
la ‘tierra negra’, en contraste con la ‘tierra roja’, el desierto circundante),
por lo que esta etimología podría también explicar el apodo de magia 'negra
egipcia’. Sin embargo, esta teoría puede ser sólo un ejemplo de etimología popular.
En la Edad Media
se solía usar la expresión ars chimica para aludir a la alquimia.
A veces se considera a la palabra crisopeya
sinónimo de alquimia, pero ésta es mucho más que la mera búsqueda del método
para fabricar oro. La palabra crisopeya viene del griego χρυσoσ, ‘oro’,
y πoιεω, ‘hacer’. El prefijo criso entra en la formación de palabras en
que interviene el oro, como crisoterapia (tratamiento de ciertas enfermedades por
medio de sales de oro).
La alquimia
en la historia [editar]
Extracto y
clave de símbolos de un libro sobre alquimia del siglo XVII. Los símbolos
usados tienen una correspondencia unívoca con los usados en la astrología de la
época.
La alquimia comprende varias tradiciones filosóficas
abarcando cerca de cuatro milenios y tres continentes. La general predilección
de estas tradiciones por el lenguaje críptico y simbólico hace que resulte
difícil trazar sus mutuas influencias y relaciones «genéticas».
Pueden distinguirse al menos dos tendencias
principales, que parecen ser ampliamente independientes, al menos en sus
primeras etapas: la alquimia
china, centrada en China y su zona de influencia cultural, y la alquimia
occidental, cuyo centro se desplazó a lo largo del tiempo entre Egipto, Grecia y Roma, el mundo islámico, y
finalmente de nuevo Europa.
La alquimia china estaba íntimamente relacionada con el taoísmo,
mientras que la alquimia occidental desarrolló su propio sistema filosófico,
con relaciones sólo superficiales con las principales religiones occidentales.
Aún está abierta la cuestión de si estas dos ramas comparten un origen común o
hasta qué extremo se influyeron una a la otra.
La alquimia en el antiguo Egipto [editar]
El origen de la alquimia occidental puede
situarse en el Antiguo Egipto. La metalurgia
y el misticismo
estaban inexorablemente unidas en el mundo antiguo. La alquimia, la medicina e
incluso la magia eran aspectos de la religión en el Antiguo Egipto y, por
tanto, del dominio de la clase sacerdotal. Según la tradición egipcia, el faraón Keops fue el más
antiguo alquimista y el autor del primer tratado de alquimia.[1]
La alquimia egipcia es conocida principalmente
a través de los escritos de antiguos filósofos griegos
(helénicos), que a su vez han sobrevivido a menudo sólo en traducciones
islámicas. Prácticamente no se ha conservado ningún documento egipcio original
sobre la alquimia. Estos escritos, si existieron, probablemente se perdieron
cuando el emperador Diocleciano
ordenó la quema de libros alquímicos tras sofocar una revuelta en Alejandría (292), que había sido un
centro de alquimia egipcia.
No obstante, recientes expediciones arqueológicas
han desenterrado evidencias de análisis químico durante los periodos Naqada. Por
ejemplo, una herramienta de cobre fechada en esta época tiene rastros de haber sido usada
de esta forma (referencia: artefacto 5437[1]).
Además, el proceso de curtir pieles animales ya se conocía en el Egipto predinástico en tiempos tan
antiguos como el VI milenio a. C.
Otras evidencias indican claramente que los
primitivos alquimistas del antiguo Egipto habían inventado el mortero
de cal ya en el
CaCO3
+ calor ⇒ CaO + CO2
El Antiguo Egipto produjo
además cosméticos,
fayenza y
también pez
para la construcción naval. El papiro también
había sido inventado en el
La leyenda cuenta que el
fundador de la alquimia egipcia fue el dios Thot, llamado
Hermes-Thot o Hermes Trimegisto (‘Tres veces grande’) por los
griegos. Según la leyenda, escribió los llamados cuarenta y dos Libros del
Saber, abarcando todos los campos del conocimiento, alquimia incluida. El
símbolo de Hermes era el caduceo o vara de serpiente, que llegó a ser uno de los
muchos símbolos principales de la alquimia.
El primer punto de
Se ha especulado[cita requerida] con que un
acertijo de
En el siglo
IV a. C., los macedonios grecoparlantes
conquistaron Egipto y fundaron la ciudad de Alejandría en 332. Esto los puso en
contacto con las ideas egipcias (véase «La
alquimia en el mundo griego» más abajo).
La alquimia
china [editar]
Mientras la alquimia
occidental terminó centrándose en la transmutación de metales corrientes en
otros nobles, la alquimia china tuvo una conexión más obvia con la medicina. La piedra
filosofal de los alquimistas europeos puede ser comparada con el gran
elixir de la inmortalidad perseguido por los alquimistas chinos. Sin
embargo, en la visión hermética, estas dos metas no estaban desconectadas y la
piedra filosofal era con frecuencia equiparada a la panacea
universal. Por tanto, las dos tradiciones pueden haber tenido más en común
de lo que inicialmente parece.
La pólvora
puede haber sido una importante invención de los alquimistas chinos. Descrita
en textos del siglo IX y usada en fuegos artificiales en el siglo X, fue empleada
en cañones sobre 1290. Desde China, el uso de la
pólvora se extendió a Japón, los mongoles, el mundo árabe y Europa. La pólvora fue usada por
los mongoles contra los húngaros en 1241 y en Europa a partir del siglo XIV.
La alquimia china estaba
estrechamente relacionada con las formas taoístas de
la medicina tradicional china, tales como
la acupuntura
y la moxibustión,
y con artes marciales como el Tai Chi
Chuan y el Kung
Fu (aunque algunas escuelas de Tai Chi creen que su arte deriva de las
ramas filosófica o higiénica del taoísmo, no de la alquímica). De hecho, al
principio de la dinastía Song, los seguidores de esta idea taoísta
(principalmente la elite y la clase alta) ingerían cinabrio, que,
aunque tolerable en bajas dosis, llevó a muchos a la muerte. Creyendo que estas
muertes llevaría a la libertad y el acceso a los cielos taoístas, las
consiguientes muertes animaron a la gente a evitar esta forma de alquimia en
favor de fuentes externas (el antes mencionado Tai Chi Chuan, el dominio del Ki o Chi, etcétera).
La alquimia
india [editar]
Poco se conoce en Occidente
sobre el carácter y la historia de la alquimia india. Un alquimista persa
del siglo XI llamado al-Biruni informó que «tienen una ciencia parecida a la
alquimia que es bastante característica de ellos, a la que llaman Rasayāna,
en persa Rasavātam. Significa el arte de obtener y manipular Rasa, néctar, mercurio,
zumo. Este arte está restringido a ciertas operaciones, metales, drogas,
compuestos y medicinas, la mayoría de los cuales tienen mercurio como
ingrediente principal. Sus principios devuelven la salud a aquellos enfermos
que estaban desahuciados y la juventud a los marchitos ancianos.» Sin embargo,
sí es seguro que la alquimia india, como toda su ciencia, se centra en lograr
el mokṣa:
la perfección, la inmortalidad, la liberación. Así, concentra sus esfuerzos en
hacer inmortal el cuerpo humano. Son muchas las historias tradicionales de
alquimistas aún vivos desde tiempo inmemorial gracias a los efectos de sus
experimentos.
Los textos de medicina y
ciencia ayurvédica
tienen aspectos relacionados con la alquimia, como tener curas para todas las
enfermedades conocidas y métodos para tratar a los enfermos mediante la unción
de aceites. El mejor ejemplo de texto basado en esta ciencia es el Vaishashik
Darshana de Kanada
(sobre 600 a. C.),
quien describía una teoría atómica cerca de un siglo antes que Demócrito.
Dado que la alquimia
terminaría integrada en el vasto campo de la erudición india, las influencias
de otras doctrinas metafísicas y filosóficas como el Samkhya, el Yoga, el Vaisheshika
y el Ayurveda
fueron inevitables. Sin embargo, la mayoría de los textos Rasayāna tienen sus
raíces en las escuelas tántricas Kaula relacionadas con las enseñanzas de la
personalidad de Matsyendranath.
El Rasayāna
era entendido por muy poca gente en aquella época. Dos famosos ejemplos eran
Nagarjunacharya y Nityanadhiya. El primero era un monje budista que, en tiempos
antiguos, dirigía la gran universidad de Nagarjuna
Sagar. Su conocido libro, Rasaratanakaram, es un famoso
ejemplo de la antigua medicina india.
En la terminología médica
tradicional india rasa se traduce como ‘mercurio’, y se decía que
Nagarjunacharya había desarrollado un método para convertirlo en oro. La
mayoría de sus obras originales se han perdido, pero sus enseñanzas tienen aún
una fuerte influencia en la medicina tradicional india (Āyur Veda).
La alquimia en el mundo griego
La ciudad griega de Alejandría
en Egipto era un centro de saber alquímico que retuvo su preeminencia durante
la mayor parte de las eras griega y romana. Los griegos se apropiaron de las
creencias herméticas egipcias y las unieron con las filosofías pitagórica,
jonista
y gnóstica.
La filosofía pitagórica es, esencialmente, la creencia en que los números
gobiernan el universo, surgida de las observaciones del sonido, las estrellas y
formas geométricas como los triángulos o cualquiera de la que pueda derivarse
una razón. El pensamiento jonista
se basaba en la creencia en que el universo podía ser explicado mediante la
concentración en los fenómenos naturales; se cree que esta filosofía fue iniciada
por Tales y su
pupilo Anaximandro
y posteriormente desarrollada por Platón y Aristóteles,
cuyas obras llegaron a ser una parte integral de la alquimia. Según esta
creencia, el universo puede ser descrito por unas pocas leyes
unificadas que pueden determinarse sólo mediante cuidadosas, minuciosas y
arduas exploraciones filosóficas. El tercer componente introducido a la
filosofía hermética por los griegos fue el gnosticismo,
una creencia, extendida en el Imperio
Romano cristiano, en que el mundo es imperfecto porque fue creado de manera
imperfecta y que el aprendizaje sobre la naturaleza de la sustancia espiritual
llevaría a la salvación. Incluso creían que Dios no «creó» el
universo en el sentido clásico, sino que el universo fue creado «de» él pero se
corrompió en el proceso (en lugar de corromperse por las transgresiones de Adán
y Eva, es decir, por el pecado original). Según las creencias gnósticas, al
adorar el cosmos, la naturaleza o las criaturas del mundo, uno adora al Dios
Verdadero. Muchas sectas gnósticas sostenían incluso que la deidad bíblica
sería mala y debía ser vista como una emanación caída del Elevado Dios a quien
buscaban adorar y unirse. Sin embargo, el aspecto del dios abrahámico como ser
malvado no jugó en realidad papel alguno en la alquimia, pero el aspecto del
ascenso al Elevado Dios probablemente tuvo mucha influencia. Las teorías
platónicas y neoplatónicas sobre los universales y la omnipotencia de Dios
también fueron absorbidas (sus principales creencias ven el aspecto físico del
mundo como imperfecto y creen en Dios como una mente cósmica trascendente).
Un concepto muy importante
introducido en esta época, concebido por Empédocles
y desarrollado por Aristóteles, fue que todas las cosas del universo estaban
formadas por sólo cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Según
Aristóteles, cada elemento tenía una esfera a la que pertenecía y a la que
regresaría si se le dejaba intacto (Lindsay, p. 16).
Los cuatro elementos de los
griegos eran aspectos mayoritariamente cualitativos de la materia y no
cuantitativos como lo son nuestros elementos modernos. «... La auténtica
alquimia nunca trató la tierra, el aire, el agua y el fuego como sustancias
corpóreas o químicas en el sentido actual de la palabra. Los cuatro elementos
era simplemente las cualidades primarias y más generales por medio de las
cuales la sustancia amorfa y puramente cuantitativa de todos los cuerpos se
presentaba primero en una forma diferenciada.» (Hitchcock, p. 66) Alquimistas
posteriores desarrollaron extensivamente los aspectos místicos de este
concepto.
La alquimia en el Imperio Romano
Los romanos
adoptaron la alquimia y la metafísica griegas, al igual que adoptaron gran parte
de su conocimiento y filosofía. Al final del Imperio
Romano la filosofía alquímica se había unido a las filosofías de los
egipcios creando el culto del hermetismo (Lindsay).
Sin embargo, del desarrollo
del cristianismo
en el Imperio trajo una línea opuesta de pensamiento, proveniente de Agustín de Hipona (354-430), un filósofo
cristiano temprano que escribió sobre sus creencias poco antes de la caída del Imperio Romano. En esencia,
Agustín sentía que la razón y la fe
podían ser usadas para entender a Dios, pero que la filosofía experimental era nociva: «Hay
también presente en el alma, por los medios de estos mismos sentidos
corporales, una especie de vacío anhelo y curiosidad que pretende no conseguir
el placer de la carne sino adquirir experiencia a través de ésta, y esta vacía
curiosidad se dignifica con los nombres de conocimiento y ciencia.» (Agustín,
p. 245)
Las ideas agustinianas eran
decididamente antiexperimentales, si bien las técnicas experimentales
aristotélicas no fueron rechazadas cuando estuvieron disponibles en Occidente.
Aun así, el pensamiento agustiniano tuvo fuerte arraigo en la sociedad
medieval y se usó para mostrar la alquimia como contraria a Dios.
Buena parte del saber
alquímico romano, como el de los griegos y los egipcios, se ha perdido. En
Alejandría, el centro de los estudios alquímicos en el Imperio Romano, el arte
era principalmente oral y en interés del secreto poco se confiaba al papel. (De
ahí el uso de «hermético» para indicar ‘reservado’.) (Lindsay, p. 155) Es
posible que alguna obra fuese escrita en Alejandría y que subsecuentemente se
perdiese o quemase en los turbulentos periodos siguientes.
La alquimia en el mundo islámico
Tras la caída del Imperio
Romano, el foco de desarrollo alquímico se trasladó al mundo islámico. Se sabe
mucho más sobre la alquimia islámica porque fue documentada mejor: de hecho, la mayoría de
los primeros escritos que han sobrevivido el paso de los años lo han hecho como
traducciones islámicas (Burckhardt p. 46).
El mundo islámico fue un
crisol para la alquimia. El pensamiento platónico y aristotélico,
que ya había sido en cierta medida incluido en la ciencia hermética, continuó
siendo asimilado. Alquimistas islámicos como al-Razi (en latín Rasis)
y Jabir ibn Hayyan (en latín Geber) aportaron
descubrimientos químicos clave propios, tales como la técnica de la destilación
(las palabras alambique y alcohol son
de origen árabe), los ácidos muriático (clorhídrico), sulfúrico y nítrico, la sosa, la potasa y más. (De
los nombres árabes para estas dos últimas sustancias, al-natrun y al-qalīy,
latinizados como Natrium y Kalium, proceden los símbolos modernos
del sodio y el potasio.) El
descubrimiento de que el agua regia, una mezcla de ácido nítrico y clorhídrico,
podía disolver el metal más noble —el oro— habría de avivar la imaginación de
alquimistas durante el siguiente milenio.
Los filósofos islámicos
también hicieron grandes contribuciones al hermetismo alquímico. El autor más
influyente en este aspecto posiblemente fuera Jabir
Ibn Hayyan (en árabe جابر إبن حيان,
en latín Geberus, normalmente escrito en castellano como Geber). El
objetivo primordial de Jabir era la takwin,
la creación artificial de vida en el laboratorio alquímico, hasta e incluyendo
la vida humana. Jabir analizó cada elemento aristotélico en términos de las
cuatro cualidades básicas de calor, frío, sequedad y humedad
(Burkhardt, p. 29). De acuerdo con él, en cada metal dos de estas cualidades
eran interiores y dos exteriores. Por ejemplo, el plomo era externamente frío y
seco, mientras que el oro era caliente y húmedo. De esta forma, teorizaba
Jabir, reordenando las cualidades de un metal, podía obtenerse uno diferente (Burckhardt,
p. 29). Con este razonamiento, la búsqueda de la piedra
filosofal fue introducida en la alquimia occidental. Jabir desarrolló una
elaborada numerología mediante la que las iniciales del nombre de
una sustancia en árabe, cuando se les aplicaban varias transformaciones,
mantenían correspondencias con las propiedades físicas del elemento.
La
alquimia en
Debido a sus fuertes
conexiones con las culturas griega y romana, la alquimia fue bastante
fácilmente aceptada por la filosofía cristiana y los alquimistas medievales
europeos
absorbieron extensivamente el conocimiento alquímico islámico. Gerberto de Aurillac (fallecido en 1003),
quien más tarde se convertiría en el Papa Silvestre
II, fue uno de los primeros en llevar la ciencia islámica a Europa desde España. Más
tarde, hombres como Abelardo
de Bath, quien vivió en el siglo XII,
trajeron enseñanzas adicionales. Pero hasta el siglo XIII
los movimientos fueron principalmente asimilativos (Hollister p. 124, 294).
En este periodo aparecieron
algunas desviaciones de los principios agustinianos de los primeros pensadores
cristianos. San Anselmo (1033–1109) fue un benedictino
que creía que la fe debe preceder a la razón, como Agustín y la mayoría de los
teólogos anteriores a él había creído, aunque él añadió la opinión de que la fe
y la razón eran compatibles y fomentó este último en un contexto cristiano. Sus
puntos de vista sentaron las bases para la explosión filosófica que habría de
ocurrir. Pedro Abelardo continuó el trabajo de Anselmo,
preparando los cimientos para la aceptación del pensamiento aristotélico antes
de que las primeras obras de Aristóteles alcanzasen Occidente. Su principal
influencia en la alquimia fue su creencia en que los universales platónicos no
tenían una existencia separada fuera de la consciencia
del hombre. Abelardo también sistematizó el análisis de las contradicciones
filosóficas (Hollister, p. 287-8).
Robert Grosseteste (1170–1253) fue un pionero de
la teoría científica que posteriormente sería usada y refinada por los
alquimistas. Grosseteste tomó los métodos de análisis de Abelardo y añadió el
uso de observaciones, experimentación y conclusiones al realizar evaluaciones
científicas. También trabajó mucho para tender en puente entre el pensamiento
platónico y el aristotélico (Hollister, p. 294-5).
Alberto
Magno (1193–1280) y Tomás
de Aquino (1225–1274) fueron dos dominicos que
estudiaron a Aristóteles y trabajaron en la reconciliación de las diferencias
entre la filosofía y el cristianismo. Tomás de Aquino también trabajó
intensamente en desarrollar el método científico. Incluso fue tan lejos como
para afirmar que los universales podrían ser descubiertos sólo mediante el razonamiento
lógico y, como la razón no puede oponerse a Dios, debe por tanto ser compatible
con la teología
(Hollister p. 290-4, 255). Esto contradecía la comúnmente aceptada creencia
platónica en que los universales se encontraban sólo mediante iluminación
divina. Ambos estuvieron entre los primeros en emprender el examen
de la teoría alquímica y ellos mismos podrían ser considerados alquimistas,
excepto por el hecho de que hicieron poco en cuanto a la experimentación.
El primer alquimista
auténtico en
Bacon no fue el único
alquimista de esta época pero sí el más importante. Sus obras fueron usadas por
incontables alquimistas entre los siglos XV y XIX. Otros alquimistas de su
misma época compartieron diversos rasgos. Primero, y más obviamente, casi todos
fueron miembros del clero. Esto se debía simplemente a que poca gente fuera de
las escuelas parroquiales tenía la educación necesaria para examinar las obras
derivadas del árabe. Además, la alquimia en esta época era autorizada por la
iglesia como un buen método de explorar y desarrollar la teología. La alquimia
era interesante para la amplia variedad de clérigos porque ofrecía una visión
racionalista del universo donde los hombres apenas estaban empezando a aprender
sobre el racionalismo (Edwards p. 24-7).
Así que hacia finales del siglo XIII,
la alquimia se había desarrollado hasta un sistema de creencias bastante
estructurado. Los adeptos creían en la teorías de Hermes sobre el
macrocosmos-microcosmos, es decir, creían que los procesos que afectan a los
minerales y otras sustancias podían tener un efecto en el cuerpo humano (por
ejemplo, si uno aprendiese el secreto de purificar oro, podría usar la misma
técnica para purificar el alma humana). Creían en los cuatro elementos y las cuatro
cualidades anteriormente descritas y tenían una fuerte tradición de esconder
sus ideas escritas en un laberinto de jerga codificada
lleno de trampas para despistar a los no iniciados. Por último, los alquimistas
practicaban su arte: experimentaban activamente con sustancias químicas y
hacían observaciones y teorías sobre
cómo funcionaba el universo. Toda su filosofía giraba en torno a su creencia en
que el alma del hombre estaba dividida dentro de él tras la caída de Adán.
Purificando las dos parte del alma del hombre, éste podría reunirse con Dios
(Burckhardt p. 149).
En el siglo XIV, estos puntos de vista sufrieron un cambio importante. Guillermo de Ockham, un franciscano de Oxford que murió en 1349, atacó la visión tomista de la compatibilidad entre la fe y la razón. Su opinión, hoy ampliamente aceptada, era que Dios debe ser aceptado sólo con la fe, pues Él no podía ser limitado por la razón humana. Por supuesto este punto de vista no era incorrecto si uno aceptaba el postulado de un Dios ilimitado frente a la limitada capacidad humana para razonar, pero eliminó virtualmente a la alquimia como práctica aceptada en los siglos XIV y XV (Hollister p. 335). El papa Juan XXII publicó en el año 1317 un edicto contra la alquimia (Spondet quas non exhibent), que efectivamente retiró a todos los miembros de la iglesia de la práctica del arte (Edwards, p.49). No obstante, se cree que este mismo papa estuvo interesado en el estudio alquímico y que también escribió un tratado titulado Ars transmutatoria[2] en el que narraba cómo fabricó 200 barras de oro de un quintal. Los cambios climáticos, la peste negra y el incremento de guerras y hambrunas que caracterizaron a este siglo sirvieron también sin duda de obstáculo al ejercicio filosófico en general.
Nicolas Flamel tenía estos misteriosos símbolos
alquímicos grabados en su tumba en la iglesia de los Santos Inocentes de París.
La alquimia se mantuvo viva
gracias a hombres como Nicolas Flamel, digno de mención sólo porque fue uno
de los pocos alquimistas que escribieron en estos tiempos difíciles. Flamel
vivió entre 1330 y 1417 y serviría como arquetipo a
la siguiente fase de la alquimia. No fue un investigador religioso como muchos
de sus predecesores y todo su interés por el arte giraba en torno a la búsqueda
de la piedra filosofal, que se dice que halló. Sus obras dedican gran cantidad
de espacio a describir procesos y reacciones, pero nunca llegan realmente a dar
la fórmula para conseguir las transmutaciones. La mayoría de su obra estaba
dedicada a recoger el saber alquímico anterior a él, especialmente en lo
relacionado a la piedra filosofal (Burckhardt p. 170-181).
Durante la baja
Edad Media (1300–1500) los alquimistas fueron muy parecidos a Flamel: se
concentraron en la búsqueda de la piedra filosofal y el elixir de la juventud,
que ahora se creía que eran cosas separadas. Sus alusiones crípticas y su simbolismo
llevaron a grandes variaciones en la interpretación del arte. Por ejemplo,
muchos alquimistas durante este periodo interpretaban que la purificación del
alma significaba la transmutación del plomo en oro (en la que creían que el
mercurio desempeñaba un papel crucial). Estos
hombres eran considerados magos y hechiceros por muchos y fueron con frecuencia
perseguidos por sus prácticas (Edwards p. 50-75; Norton p. lxiii-lxvii).
Uno de estos hombres que
surgió a principios del siglo XVI se llamaba Heinrich Cornelius Agrippa. Este
alquimista creía ser un mago y poder invocar espíritus.
Su influencia fue insignificante pero, como Flamel, elaboró escritos a los que
se refirieron alquimistas de años posteriores. De nuevo como Flamel, hizo
bastante por cambiar la alquimia de una filosofía mística a una magia ocultista.
Mantuvo vivas las filosofías de alquimistas anteriores, incluyendo la ciencia
experimental, la numerología, etcétera, pero añadió la teoría mágica, lo que
reforzó la idea de la alquimia como creencia ocultista. A pesar de todo esto,
Agrippa se consideraba a sí mismo cristiano, si bien sus opiniones entraron con
frecuencia en conflicto con
La alquimia en la era moderna y el Renacimiento
La alquimia europea continuó
por esta misma senda hasta los albores del Renacimiento.
Esta época vio también un florecimiento de los estafadores
que usaban trucos químicos y juegos de manos para «demostrar» la transmutación
de metales comunes en oro o que afirmaban poseer el conocimiento del secreto que
(con una «pequeña» inversión inicial) llevaría con toda seguridad a ello.
El nombre más importante de
este periodo es Paracelso (1493–1541), quien dio a la alquimia una nueva
forma, rechazando parte del ocultismo que había acumulado a lo largo de los
años y promoviendo el uso de observaciones y experimentos para aprender sobre
el cuerpo humano. Paracelso rechazó las tradiciones gnósticas pero mantuvo
mucho de las filosofías hermética, neoplatónica y pitagórica; sin embargo, la
ciencia hermética tenía tanta teoría aristotélica que su rechazo del
gnosticismo era prácticamente insignificante. En particular, rechazó las
teorías mágicas de Flamel y Agrippa. Paracelso no se veía a sí mismo como un
mago y desdeñaba a quienes lo hacían (Williams p.239-45).
Paracelso fue pionero en el uso de compuestos químicos y minerales en medicina. Escribió que «Muchos han dicho que la alquimia es para fabricar oro y plata. Para mí no es tal el propósito, sino considerar sólo la virtud y el poder que puede haber en las medicinas.» (Edwards, p.47) Sus puntos de vista herméticos eran que la enfermedad y la salud del cuerpo dependían de la armonía del hombre (el microcosmos) y la naturaleza (el macrocosmo). Paracelso dio un enfoque diferente al de sus predecesores, usando esta analogía no como referencia a la purificación del alma sino a que los humanos deben mantener ciertos equilibrios de minerales en sus cuerpos y que para ciertas enfermedades de éstos había remedios químicos que podían curarlas (Debus y Multhauf, p. 6-12). Mientras sus intentos de tratar enfermedades con remedios tales como el mercurio podrían parecer contraproducentes desde un punto de vista moderno, su idea básica de medicinas producidas químicamente ha permanecido vigente sorprendentemente bien.
Alchemik Michał Sędziwój, óleo sobre tabla de Jan Matejko,
73×130 cm, Museo de Artes de Łódź.
En Inglaterra
la alquimia en esta época se asocia frecuentemente con John Dee
(1527–1608), más conocido por sus facetas de astrólogo,
criptógrafo y «consultor científico» general de la reina Isabel I. Dee era considerado una autoridad
en la obra de Roger Bacon y estuvo lo suficientemente interesado en
la alquimia como para escribir un libro sobre ella (Monas Hieroglyphica,
1564), influenciado por la cábala. El socio de Dee, Edward
Kelley —quien afirmaba conversar con ángeles a través
de una bola de cristal y poseer un polvo que transformaría el mercurio en oro—,
puede haber sido la fuente de la imagen popular del alquimista-charlatán.
Un alquimista menos conocido
de esta época es Miguel Sendivogius (1566–1636), filósofo, médico y
pionero de la química polaco. Según algunas fuentes, destiló oxígeno en
el laboratorio sobre 1600, 170 años antes que Scheele
y Priestley, calentando salitre. Pensaba
que el gas resultante era «el elixir de la vida». Poco después de descubrir
este método, se cree que Sendivogius enseñó su técnica a Cornelius
Drebbel, quien en 1621 le daría aplicación práctica en un submarino.
Tycho Brahe
(1546–1601), más conocido por sus investigaciones astronómicas y astrológicas,
era también un alquimista. Tuvo un laboratorio expresamente construido para
este fin en Uraniborg,
su observatorio e instituto de investigación.
El declive de la alquimia occidental
La desaparición de la
alquimia occidental se debió al auge de la ciencia moderna con su énfasis en la
rigurosa experimentación cuantitativa y su desdén hacia la «sabiduría antigua».
Aunque las semillas de estos sucesos fueron plantadas ya en el siglo XVII, la
alquimia aún prosperó durante unos doscientos años, y de hecho puede que
alcanzase su apogeo en el siglo XVIII. Tan tarde como en 1781 James Price
afirmó haber producido un polvo que podía transmutar el mercurio en plata u
oro.
Robert
Boyle (1627–1691), más conocido por sus estudios sobre los gases (véase la ley de
Boyle), fue uno de los pioneros del método científico en las
investigaciones químicas. Boyle no asumía nada en sus experimentos y recopilaba
todos los datos relevantes: en un experimento típico anotaba el lugar en el que
se efectuaba, las características del viento, las posiciones del sol y la luna
y la lectura barométrica, por si luego resultasen ser relevantes (Pilkington p.
11). Este enfoque terminó llevando a la fundación de la química moderna en los
siglos XVIII y XIX, basada en los revolucionarios descubrimientos de Lavoisier
y John
Dalton, que finalmente proporcionaron un marco de trabajo lógico,
cuantitativo y fiable para entender las transmutaciones de la materia,
revelando la futilidad de las tradicionales metas alquímicas tales como la
piedra filosofal.
Mientras tanto, la alquimia
paracélsica llevó al desarrollo de la medicina moderna. Los experimentalistas
descubrieron gradualmente los mecanismos del cuerpo humano, tales como la
circulación de la sangre (Harvey, 1616), y finalmente localizaron el origen de
muchas enfermedades en las infecciones con gérmenes (Koch y Pasteur,
siglo XIX) o la falta de nutrientes y vitaminas naturales
(Lind,
Eijkman, Funk
et al.). Apoyada en el desarrollo paralelo de la química orgánica, la
nueva ciencia desplazó fácilmente a la alquimia en sus aplicaciones médicas,
interpretativas y prescriptivas, mientras apagaba sus esperanzas en elixires
milagrosos y mostraba la inefectividad e incluso toxicidad de sus remedios.
De esta forma, a medida que
la ciencia siguió descubriendo y racionalizando continuamente los mecanismos del
universo, fundada en su propia metafísica materialista, la alquimia fue
quedando despojada de sus conexiones química y médica, pero incurablemente
sujeta a ellas. Reducida a un sistema filosófico arcano, pobremente relacionada
con el mundo material, la alquimia sufrió el destino común a otras disciplinas esotéricas
tales como la astrología y la cábala:
excluida de los estudios universitarios, rechazada por sus antiguos mecenas,
relegada al ostracismo
por los científicos y considerada habitualmente como el epítome de la charlatanería
y la superstición. Sin embargo, los rosacruces y francmasones
siempre han estado interesados en la alquimia y su simbolismo. Una gran
colección de libros sobre alquimia se guarda en
Estos avances podrían ser
interpretados como parte de una reacción más amplia del intelectualismo europeo
contra el movimiento romántico del siglo anterior.
En la época actual se han
realizado progresos para alcanzar las metas de la alquimia usando métodos
diferentes a los de la alquimia tradicional. Estos avances pueden en ocasiones
ser llamados «alquimia» por razones retóricas.
En la actualidad la panacea
universal sigue resultando esquiva, aunque futuristas
tales como Ray Kurzweil creen que una nanotecnología
lo suficientemente avanzada podría prolongar la vida indefinidamente. Algunos
dicen que la tercera meta de la alquimia ha sido alcanzada con la fecundación in vitro y la clonación
de embriones humanos, aunque estas tecnologías quedan muy lejos de crear una
vida humana desde cero.
Podría decirse que el
objetivo de la investigación en inteligencia artificial es precisamente
crear una vida desde cero, y los filosóficamente opuestos a la posibilidad de
En 1919 Ernest
Rutherford usó la desintegración
artificial para convertir nitrógeno en oxígeno. Este proceso o
transmutación ha sido posteriormente realizado a escala comercial mediante el bombardeo de
núcleos atómicos con partículas de alta energía en aceleradores de partículas y reactores
nucleares. De hecho, en 1980 Glenn
T. Seaborg transmutó plomo en oro, solo que el oro resultante apenas dura
unos segundos por su inestabilidad atómica y la cantidad obtenida es tan
microscópica que hace impensable su rentabilidad.
Afirmaciones de transmutación no verificadas
En 1964 George
Ohsawa y Michio
Kushi, basándose en las afirmaciones de Corentin
Louis Kervran, informaron haber logrado transmutar sodio en potasio usando un
arco eléctrico, y más tarde carbono y oxígeno en hierro[cita requerida]. En 1994,
R. Sundaresan y J. Bockris informaron haber observado reacciones de fusión en
descargas eléctricas entre barras de carbono sumergidas en agua. Sin embargo,
ninguna de estas afirmaciones ha sido reproducida por otros científicos y la
idea está en la actualidad ampliamente desacreditada.
Psicología [editar]
Carl G. Jung
vio la alquimia como una proto-psicología occidental dedicada al logro de la individuación.
En su interpretación, la alquimia era el recipiente en el que el gnosticismo
sobrevivió sus diversas purgas en el Renacimiento.
En este sentido, Jung veía la alquimia como comparable al yoga de Occidente.
Jung también interpretaba los textos alquímicos chinos en términos de su psicología analítica como medios para la
individuación. Jung sostiene en su obra, Psicología
y Alquimia, que los fenómenos observables del inconsciente, tales
como los sueños, contienen elementos simbólicos que también se pueden hallar en
la simbología alquímica. Además, Jung dedica un análisis al paralelismo entre
los conceptos de la llamada Piedra Filosofal, por un lado, y la figura de Cristo, por otro.
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