ÁBRETE SÉSAMO: significado de una fórmula mágica muy extraña y su relación con la sexualidad.
ÁBRETE SÉSAMO es esencialmente un encantamiento, y uno de los más extraños que existen.
Su mención nos remite casi inevitablemente a las Mil y una noches, y más precisamente a la historia de Alí Baba y los 40 ladrones.
Allí, ÁBRETE SÉSAMO funciona como una especie de fórmula mágica mediante la cual es posible abrir las fauces de la cueva en la que los bandidos escondían sus tesoros.
Ahora bien, aquella aparición literaria del ÁBRETE SÉSAMO solo se da en la primera traducción francesa de las Mil y una noches —Sésame, ouvre-toi— realizada por el orientalista Antonie Galland.
En el texto original no figura.
Del mismo modo, tampoco hay evidencias, orales o escritas, de que el ÁBRETE SÉSAMO existiese antes de la traducción de Galland.
La mayoría de los investigadores asumen que SÉSAMO, en realidad, refiere a las semillas de sésamo, las mismas que el hermano de Ali Baba confunde en la historia al olvidar el poder mágico de la frase.
No obstante, y ya en el espeso terreno de las especulaciones, podemos recorrer un camino distinto.
Otros afirman que SÉSAMO es una deformación del término cabalístico šem, que significa literalmente «nombre».
De hecho, en el Talmud se habla del Sem Same, «nombre del cielo».
En este contexto, ÁBRETE SÉSAMO sería algo así como una fórmula mágica para abrir las puertas del cielo.
Pero aquí nos encontramos con una nueva dificultad, habida cuenta de lo difícil que es relacionar el concepto de cielo o de paraíso con los oscuros laberintos de una cueva, en definitiva, el sitio que Ali Baba consigue abrir diciendo ÁBRETE SÉSAMO.
Antoine Galland, creador de la frase ÁBRETE SÉSAMO, quizá se refería a otra cosa: algo diametralmente opuesto a la idea de cielo en términos religiosos, aunque afín a lo que cualquier pecador con sentido común acaso podría esperar en relación a un espacio de goce y placer.
Sabemos —y Antoine Galland también lo sabía— que en la Antigua Babilonia existían ciertos ritos relacionados a la magia roja en los que se utilizaba el aceite de sésamo, quizá, con propósitos lubricantes.
Estos ritos proceden de las viejas bacanales egipcias conocidas como SESHEMU, que literalmente podríamos traducir como «relación carnal».
Lo curioso es que el signo jeroglífico de SESHEMU es, básicamente, un falo a punto de perforar un círculo, representaciones simbólicas de los principios masculino y femenino durante la unión física, que en la mayoría de los pueblos de la antigüedad era descrita como una especie de entrada al cielo.
De acuerdo a esta hipótesis, ÁBRETE SÉSAMO es, en definitiva, una fórmula mágica para seducir a la montaña, representación de la feminidad sagrada, y así lograr que esta se dilatara, se abriera, para que Ali Baba y los cuarenta ladrones, uno detrás de otro, como una larga columna recta, se introdujeran y depositaran sus tesoros en el interior de la cueva.
MITOS Y LEYENDAS: Yecum la seductora de ángeles caídos.
Un libro prohibido que paradójicamente es considerado de valor canónico por algunas iglesias disidentes, nos referimos al Libro de Enoc, nos relata minuciosamente la historia de los hijos de los ángeles que descendieron a la tierra atraídos por la belleza de nuestras mujeres.
Estos ángeles, gobernados por el deseo, se unieron con las mujeres más hermosas y juntos concibieron una nueva estirpe de criaturas no consideradas por Dios, aunque acaso similares a los héroes de los mitos griegos.
Ahora bien, se cuenta que Dios, que secretamente preveía esta invasión angélica, resolvió ayudar a sus hijos mortales e impedir que esta nueva raza de inmortales se apodere del mundo.
Para ello desoyó los ruegos de los sabios.
No apeló a héroes, guerreros, santos, ascetas, en definitiva, a ningún hombre sobre la faz de la Tierra.
Bajo la forma incierta de una nube de vapor, Dios descendió camuflado a los infiernos; más precisamente a los salones subterráneos donde las demonias de la sensualidad urden estrategias para enloquecer a los mortales.
Fue así que el Señor, en su infinita sabiduría, convocó a la demonia Yecum, una criatura de extraordinaria belleza y ferozmente determinada en todos los ejercicios del amor.
Yecum fue la encargada de frustrar el intento de invasión de los ángeles caídos.
Para ello adoptó la forma de una mujer de belleza inigualable.
Los ángeles y sus híbridos perdieron todo interés por las mujeres mortales y se enamoraron simultáneamente de ella.
Se dice también que, por pedido divino, Yecum accedió al amor colectivo y congregó una multitud de ángeles en un valle perdido de Oriente, donde se organizó una bacanal cuyos ecos todavía reverberan en las arenas.
Cuando la lujuria dio paso al hastío y el agotamiento, los ángeles y sus hijos advirtieron la naturaleza ponzoñosa del sexo de Yecum, y fenecieron en el mismo orden en el que habían accedido a sus dones.
Aunque parezca extraño, el caso de Yecum no es el único en el que un miembro del infierno colabora activamente con los planes divinos.
En más de una ocasión han actuado para impedir que el desorden se apodere de la armonía maniquea de la Creación.
Ahora bien, ¿cuál fue el destino de Yecum?
Nadie lo sabe realmente.
Algunos sostienen que Dios le propuso absolverla de todos sus pecados.
No obstante, Yecum no veía en los excesos del amor ningún pecado que deba absolverse; de modo que declinó la propuesta y continuó en aquel salón tibio de las profundidades, donde mujeres de incuestionable técnica deciden por sí mismas acerca de su libertad.
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